No cabe duda, la
literatura asombra de forma diferente cada vez que leemos un libro. Un buen
libro. En este caso ha sido tal mi entusiasmo que le he echado un vistazo al
diccionario, no al de la RAE como acostumbro sino al de María Moliner. Debo
confesar, que lo tengo hace más de 25 años y sin embargo siempre he consultado
el de la Academia, y lo confieso con algo de vergüenza después de leer la
última novela de Andrés Neuman,
porque el María Moliner es un diccionario que en casi todas las entradas
detalla mucho más que cualquier otro. Sobre todo no da vueltas de una palabra a
otra para, finalmente, llevarnos a la primera. Es más directo. Y después de
leer Hasta
que empieza a brillar lamento que, una vez más, no se le haga justicia
a una mujer. Una republicana, en plena dictadura, tuvo el valor de emprender
una obra monumental, casi sola, algo que no se había llevado a cabo nunca, así
que de alguna forma enmendó la plana, sin querer, a los grandes lexicógrafos,
gramáticos y lingüistas de nuestro país. Propuesta por Dámaso Alonso para
entrar en la Real Academia, fue rechazada por algunos de los señores
académicos, entre ellos uno de los censores más recelosos del momento, Camilo
José Cela, al que la vida puso en su lugar al final de sus días.
Andrés Neuman hace
gala, como es habitual, de una expresividad fuera de lo común para introducirse
en el alma de María Moliner y mostrarla; honrando como es debido, por fin, a
esta mujer increíble. Las contradicciones de María, su soledad, su miedo, su
alegría y, sobre todo, su humanidad invaden las páginas de esta obra que puede
ser una biografía novelada, una conjunto de relatos sobre diferentes
acontecimientos en la vida de esta bibliotecaria, una novela ensayística o un
ensayo poético, porque Hasta que empieza
a brillar es una obra literaria global, con una prosa tan cuidada que da la
impresión de ser lírica, con una protagonista tan fuerte que su humildad no
hace sino añadir energía a esa personalidad arrolladora. María aparece en la
obra como una superviviente del franquismo, del machismo, del patriarcado
anulador que le tocó vivir. Rodeada de las personalidades más importantes e
influyentes de la cultura, brilla con luz propia, como lo hacen las 80.000
entradas de su diccionario. Toda una vida consagrada a la palabra. Quince años
dedicados a organizar las palabras para que puedan ser consultadas.
La vida de nuestra
protagonista fue difícil, nacida en 1900, demostró desde pequeña un gran
entusiasmo por el estudio en general y por las palabras en particular; brilló
en el colegio y en la universidad y obtuvo importantes cargos en las
bibliotecas que la República quiso poner a disposición del pueblo y sobre todo
de las mujeres. Esta vida feliz en su ambiente laboral no se correspondió con
la privada, pues su padre, ginecólogo de la Marina, apenas paraba en casa
debido a sus viajes, hasta que abandonó a su familia formando otra en
Argentina. Con el golpe de estado, la guerra y el franquismo, María Moliner fue
destituida de sus cargos y con miedo a la censura, a la detención y a la
muerte, se embarcó en la elaboración de un diccionario de uso. En Hasta que empieza a brillar están todas
las vicisitudes, o las más importantes, de esta increíble mujer, desde 1900
hasta 1974; sin embargo Andrés Neuman rompe la línea temporal de la disposición
discursiva, no solo con analepsis o prolepsis significativas: «don Enrique insistía en que acercar a sus
hijos a la Institución Libre de Enseñanza resultaría provechoso para su
educación. María procuraba concentrarse en ese acierto cuando se le agolpaban
los reproches»; también la propia estructura envolvente divide la obra en
cuatro partes: La visita I, La visita II, La visita III y La
visita IV.
Las cuatro partes
forman la visita que Dámaso Alonso le hace a María Moliner cuando deniegan su entrada
en la RAE. La conversación que mantienen se rompe de forma abrupta durante
cuatro veces, para incluir una serie de acontecimientos que cuentan la vida de
María.
Cada parte de La visita termina con la misma frase que comienza la siguiente; de esta forma, esta visita de Dámaso queda como el colofón a la vida de la protagonista, la negación cobarde que le hicieron públicamente a su valía.
Los
anteojos de Dámaso oscilaron.
—Te
escucho, entonces
[…]
Los
anteojos de Dámaso oscilaron.
—Te
escucho, entonces.
—En
fin, tengo entendido que Lapesa te llamó para contarte.
Durante este
encuentro entre dos amigos, aparece, con unas pinceladas, el retrato de algunos
académicos y del ambiente de la Institución, el papel de la mujer como
autoridad, el reconocimiento que algunos le profesaban a María Moliner, el
premio Nieto López que le ofrecieron «en compensación», la soledad que le deja
el rechazo a su entrada, mayor que cuando Dámaso termina su visita «En cuanto Dámaso pisó la calle María hizo
ademán de decir algo más, pero no se decidió […] cruzó los brazos sobre el
pecho para defenderse del frío».
Una vez que termina
la visita, el narrador vuelve al presente para «contar» los últimos años de la
lexicógrafa, 1972-1975.
El tiempo que
vivimos se concibe en esta obra como una unidad en la que permanecemos las
personas, una unidad que asiste a nuestra evolución y se va amoldando a ella.
La narrativa de
Neuman también se adapta a la personalidad de Moliner hasta que se iguala en la
escritura. Las oraciones agramaticales, con apuntes morfológicos, con elipsis
como su pensamiento, reflejan el estado mental de María en sus últimos tiempos
Regaba.
No irrigaba.
Se
le hacía muy (adverbio) difícil (adjetivo) seguir con eso (pronombre).
Llevaba
revisado todo el primero y el principio. Del segundo.
Eso
sí lo sabía.
Andrés Neuman le da
una vuelta a esta demencia y deja ver la espiritualidad de una mujer, que es
poesía, para que María Moliner viva eternamente a través de la palabra
Dobló hoja. Sellito.
(Es. Cue. La. De. In. Ge. Nie. Ros.)
Lápiz. Y escribió
Di-ccio-na-rio.
Mano. Tembló. Un poco
[…]
—Lo has sobrevivido
—Más o menos
—Sé que me entiendes, mamá
El autor quiere que
su narración sea objetiva, de ahí que el punto de vista cambie en los diálogos.
Algunos de ellos podrían funcionar de manera independiente como microrrelatos
que expresan la lucha de toda una vida
—Se lo digo muy claro, señora. Si por mí fuera, yo
quemaría la mitad de esos libros.
—Me alegra que lea tanto, caballero.
—Pero ahí los tiene […] aunque no nos gusten nada los
comunistas.
[…]
—Tolstoi no era comunista. ¡Era terrateniente!
—Los comunistas siempre han sabido camuflarse.
El poder de la
sugerencia es evidente; son breves reflexiones, tan íntimas que podrían
funcionar como poemas. Diálogos concisos pero intensos y de tan vivos, líricos.
Otros, cuentan con humor la razón que llevó a María a elaborar su diccionario,
y otros parecen chistes en los que se desborda la ironía, el sarcasmo al
reflejar el comportamiento paternalista de los hombres
—Ah, es usted, señora Moliner
—Sí, señor Suances, hoy también soy yo
—Su trabajo no está pasando inadvertido
—Es un honor que lo haya notado
Hasta que empieza a brillar
carece de descripciones largas, el autor prefiere contar en escenas, algunas
tan simbólicas que lo dicen todo, destacando el humor empleado para revelar el
papel invisible de la mujer en la historia.
El libro funciona
como biografía novelada, como sucesión de cuentos en los que aparecen
microrrelatos. La poesía emana de cada página, las personificaciones abundan,
las metáforas, sinestesias… El ritmo fluye en cada oración «Por la Insti caminaban zapatos nuevos y remendados, colonias cítricas
y jabón a granel. Algunos estudiantes venían […] Otros […] Había quienes
llegaban en coche con criada, y también quienes viajaban en tranvía con su
madre, la criada».
La voz del
narrador, en tercera persona, se confunde a veces con la de María Moliner, de
forma tan honda que somos incapaces de distinguir cuándo se trata de uno u
otra. Tanto, que tenemos la impresión de estar ante el propio autor. La figura
de María tiene el ritmo de las palabras, a veces cuesta identificar quién
comunica; las preguntas retóricas son reflexiones de todos los enamorados de la
lectura. Cualquier término, elegido con acierto, puede significar la denuncia
de una época, del ambiente destructivo, del ocultamiento de la mujer, de la
situación vivida en España… Neuman, como Moliner, no necesita explicar hasta la
saciedad, se vale del lirismo, del poder sugeridor de la palabra:
María escuchaba los discursos torcidos de eufemismos, todos esos epítetos temblando de carencias. Pujante, altivo, airoso, augusto, imperial. Y, cada dos por tres, viril.