Pues bien, en 1982, le concedieron el
Nobel a García Márquez y Amaya me regaló la Crónica (desde pequeñita,
apuntaba).
Treinta y dos años después, Márquez nos
ha dejado, por lo que yo he querido empezar este blog con esa novela que ha
marcado con algo de magia mi vida.
Bueno, también la llevan mis alumnos
para la PAU, así que si les puedo aportar algo nuevo me alegraré. He releído la
novela intentando separar los momentos en los que aparecía el realismo mágico,
algunos no lo tienen claro, y me he dado cuenta de que se llama así el
movimiento precisamente porque envuelve de magia la realidad, los símbolos se
introducen en los sueños de forma que a veces cuesta separar lo onírico de lo
tangible; las casualidades se unen a las causalidades y se mezclan en el
sinsentido poético para ser la crónica brutal y despiadada de un asesinato real.
Los extremos opuestos se van fundiendo
hasta asimilarse y hacerse uno. Todo gira en torno al dualismo.
Dos hermanos gemelos que actúan como una
unidad antagónica; a veces Pedro Vicario es el símbolo de la muerte y Pablo el
de la vida, otras, Pablo toma el carácter de la noche y Pedro el del día; dos
veces cogen dos cuchillos para matar a Santiago, primero toma las riendas Pedro
y luego Pablo. Tras el asesinato Pedro no puede orinar y Pablo casi muere de
colitis. Ambos se restablecen con un único remedio. Podemos decir que entre los
dos forman un personaje, el asesino de Santiago Nasar, único hijo del árabe
Ibraim Nasar y de Plácida Linero, casada sin amor. El último personaje
importante es hombre también, un amigo de Santiago quien, 27 años después,
resuelve contar la desgracia como narrador de la Crónica. Los tres actúan en
todo momento en torno a un acontecimiento: el asesinato. En algún punto del
relato los tres se confunden.
El antagonismo que envuelve al pueblo
hace que la mujer asuma un papel secundario, fundamental sin embargo para
resolver algunas situaciones controvertidas:
Ángela Vicario, educada en la tradición,
y casada por dinero, no puede engañar a su marido; ella que ha vestido muy
tapada y de luto cuando nada tenía que temer, se muestra desnuda ante Bayardo
San Román, y sin virginidad, la noche de bodas.
Suseme Abdala, la matriarca
centenaria de las familia Nasar cura a los asesinos de Santiago con una
premonitoria infusión de pasionaria.
Plácida Linero, madre de Santiago, no
pudo salvar a su hijo a pesar de que era el único amor de su vida, pero lo
mantuvo completo tras el asesinato, ordenando matar a los perros que intentaban
comerse las entrañas.
Una conjunción de fuerzas contrapuestas
sirve de marco al suceso, mitificándolo al quedarse sin total resolución.
Sólo entonces tiene sentido que un
hombre, presuntamente inocente, sea acusado, perseguido y asesinado con el
rencor de algunos, el lavado de conciencia de otros, la indiferencia de muchos
y el beneplácito de todos. Una muerte anunciada cargada de símbolos contrarios
que, en forma de letanía «el día en que
lo iban a matar», empiezan con el sueño premonitorio de Santiago Nasar, en
el que pasea por un simbólico bosque de higuerones salpicado de lluvia
purificadora que se transforma en cagadas de pájaros, asumiendo el sentido de
espiritualización. Santiago despierta con la sensación de estar cubierto de
vida muerta.
Esta antítesis cubre la novela de forma
que el sinsentido es lo habitual en una sociedad injusta, egoísta, envidiosa y
cobarde. Por eso no aparece el culpable y por eso los gemelos son absueltos.
Santiago, como un nuevo Cristo, muere a manos de un pueblo enloquecido que no le
habla en ningún momento y sin embargo acude en pleno a declarar ante el
instructor del sumario. Pero el destino se encargará de hacer que todos los que
no lo ayudaron o no creyeron en él, expíen su culpa.
Éste podría ser el resumen de ese realismo mágico que envuelve la novela. Un libro cargado de símbolos que, como en la vida real, salpican nuestros actos, por eso podríamos abrir un debate sobre las fatalidades del destino, ¿realmente lo son?. O sobre lo que queráis. Si has leído la novela puedes aportar algo, si no la has leído, también, porque ésa es la magia de Gabo, escribe sobre la vida haciendo que parezca ilusión o lleva la ilusión a la propia vida. El mundo entero lo entiende, por eso su entierro quedó salpicado de ese realismo mágico en el que una gran masa amarilla acudía despacio a despedirlo entre mariposas que lo acompañaban hasta el cielo de los grandes.
Gracias Gabo, descansa allí donde estás y sigue aportándonos destellos de felicidad y asombro.