martes, 12 de agosto de 2025

EL NUEVO

¿Por dónde empezar a escribir tras leer El Nuevo?

Sin duda, por agradecer a Babelio y su Masa Crítica la oportunidad de conocer a Rogelio Guedea. Y agradecer a Rogelio Guedea que escriba como lo hace, tan bien, con tanta fuerza, con tanta poesía dentro de un realismo de lo más sucio que podamos imaginar. Vivimos en un mundo en el que la violencia es cada vez más habitual, estamos acostumbrados a ver morir inocentes pero no queremos, o no podemos, adentrarnos en las causas y en las consecuencias humanas y sociales.

Guedea sorprende y analiza en su discurso cómo se construye la violencia, con palabras, con hechos que se reflejan en la experiencia de los más desprotegidos.

El Nuevo son catorce cuentos en los que las situaciones se dan en un contexto feroz. El conjunto es el testimonio de los que viven en un infierno y no han conocido otra cosa «lo que tenía que hacer era coger la cinta que estaba en la repisa de concreto y pasárselas de nuevo por la boca, dándole dos o tres vueltas, hasta que quedara bien apretada. Tengo haciendo este trabajo desde que entré a quinto de primaria, hace dos años».

Analizamos la realidad y cómo la perciben los personajes que viven un determinismo absoluto. El autor se arma de términos coloquiales, diminutivos cariñosos o bellas descripciones para entregarnos una narrativa combativa, denunciante, comprometida. A pesar de la brevedad de los cuentos, la carga simbólica es evidente; el sufrimiento individual y colectivo está latente en la palabra de Rogelio Guedea. La acusación es evidente. La desesperanza, también. Las agresiones físicas o psicológicas se viven como corrientes, como si formase parte de lo habitual descuartizar personas, como si desaparecer de pronto estuviese dentro de lo razonable, como si perder un hijo fuese natural, «El hombre hace un hueco en su cuerpo para que ahí se recueste la niña. Un hueco oscuro, donde ahora duerme toda ella solita: para siempre».

Este mexicano golpea a todo y a todos y grita lo más sórdido de la sociedad, lo más animalizado del ser humano. En El Nuevo, un pueblecito imaginado, pero tan real, de México, no hay esperanza; la corrupción alcanza todos los niveles en los que el autor explora el dolor y la condición existencial del hombre. Es un pueblo pequeño y, aun así, cada uno de sus habitantes se mueve en su propio mundo interior, oscuro, sórdido, tan personal que ni siquiera es opresivo; se acepta. Son piezas que se dejan llevar por el envilecimiento reinante, «…que lo llamara mañana temprano, se comprometió a hablar con el capataz encargado […] De la ilusión hasta el hambre se le había quitado. Gracias, Eloy, dijo […] escuchando la voz del otro lado del auricular diciéndole número inexistente, número inexistente». No hay piedad para nadie. Es la realidad que golpea constantemente, acompañando al individuo, pero esta realidad no es otra que su propia angustia, forma parte de él y constantemente lo oprime; la ley, corrompida, campa a su antojo, expuesta también a las consecuencias de la opresión «El policía se lo echó a la bolsa de atrás del pantalón […] y ufano, dijo: usted encárguese de que las méndigas plagas no le hagan la vida imposible y yo aquí me encargo de que ni un alabestrado le vuelva a robar sus herbicidas. Ta’güeno, dijo don Chema».

Los personajes de El Nuevo se mueven en circunstancias reales de miseria. Leemos un cuento y pensamos que no se puede caer más bajo. Y entonces leemos el siguiente. Las condiciones literarias de supervivencia son tan reales que nos permiten analizar el condicionamiento que define a cada ser humano. Hay quienes solo conocen el dolor y el miedo desde que nacen. No pueden luego aportar otra cosa. Para Guedea, una anécdota como un cumpleaños o un entierro es el detonante para desvelar toda una vida; asimilamos lo sucedido pero no tenemos claro la repercusión. Ni siquiera los protagonistas están seguros de sus actos; todo forma parte de una pesadilla, de una terrible angustia, «es que usted me puso tanto a matar, que ahora ya no sé hacer otra chingada cosa […] Bosques miró al interior de los ojos de Camachín con extrañeza. En realidad era la primera vez que no sabía lo que tenía que hacer».

La narración de Rogelio Guedea no es lineal; a veces aparecen analepsis otras, el presente es una fotografía fija del pasado y del futuro. Nos movemos en un sincronismo; la simultaneidad de planos despliega el caos de la violencia; la vida pende de un hilo en cualquier momento porque el ser humano es imprevisible «Nadie supo en qué momento el cuerpo de Chavira que flotaba por detrás de la reventazón, desapareció».

El autor narra para el pueblo con un estilo coloquial. Los refranes, los dichos populares conviven con mexicanismos y vulgarismos: «a moco tendido», «bien sabía que a ojo del amo engorda el caballo», «lo están poniendo como palo de gallinero», «cuanti más…». El folclore se camufla hasta desembocar en lo abstracto del destino; una fatalidad de la que solo se puede salir mediante la muerte. Es la libertad para los inocentes. El destino impide así que los más puros se enfrenten al infierno que les pertenece.

El realismo sucio que rodea a El Nuevo se transforma en un realismo mágico cargado de lenguaje evocador, denunciante. Es la literatura comprometida de Guedea «Cuca era un pajarito y así, su cuerpo flotaba como flota un velo de novia sobre el viento».

En El Nuevo no hay verdaderas familias, aunque sean interminables, ni verdadera policía, aunque esté en todos los caminos, ni verdadera justicia. Todo es una metáfora despectiva que convierte la vida del ser humano en una pesadilla amoral. Metáforas explícitas que aparecen cargadas de connotaciones agresivas que animalizan al hombre. No hay equívocos en la interpretación subjetiva. El significado del contexto juega un importante papel en la crítica sociocultural donde se suceden fotogramas como si la existencia formase parte de un cómic en el que a pesar de los elementos fantásticos, los personajes portan características humanas y se mueven en situaciones reales. Guedea explora el dolor, el terror, la muerte como partes de la condición humana, vividas en la existencia y generadas en el sueño, aunque a veces los protagonistas no sepan si todo sucedió al revés. Cualquier cosa puede pasar cuando la frontera entre lo real y lo mágico queda rota. Es un mundo machista donde la mujer permanece invisible, desvalida aunque no lo sea «la mujer, una hilacha, se disolvió en el aire», soportando las condiciones más duras sin quejarse, sin tener derechos médicos o jurídicos, es el desecho de los desechados, una cosa que se puede vapulear al antojo de quien quiera «un espantajo de mujer, un vestido deshilachado, colgando de un tendedero», algo sobre lo que el hombre tiene derecho a decidir qué hará en cada momento.

Con términos coloquiales el narrador refuerza la condición indefensa de los proletarios. Las enumeraciones asindéticas alargan lo que interesa en cada momento. Todo lo que rodea al pequeño pueblo de El Nuevo es exagerado, hiperbólico, la familia, la tradición, el odio, la corrupción y la bondad. Los detalles contrastivos evidencian la pobreza. Las reduplicaciones de términos alargan el dolor o la sensación de vivir algo irreal. El narrador en tercera persona omnisciente, confunde su voz con la de algún personaje y la narración cambia a primera persona al no separar con guiones las voces del discurso.

Las reglas sintácticas pueden romperse, también las sociales. El autor juega, así mismo, con los tiempos verbales en la narración, usando el condicional cuando le interesa que lo ocurrido adquiera un aspecto imperfectivo «Sí, licenciado, diría ella».

Y, por supuesto, las repeticiones anafóricas permanecen en los lectores como una letanía incesante que coloca la muerte como una tragedia antigua y habitual en la vida de El Nuevo.

Contrastes irónicos denunciantes. Una prosa demoledora, indispensable porque, entre otras razones, clama por los derechos humanos para todos aquellos que no los tienen. Se los negamos.

martes, 5 de agosto de 2025

R

He terminado R, una novela que ya tenía un punto a su favor: está editada por Talentura. Me encanta la editorial y el interés que pone a nuevos y buenos escritores. Además, en este caso, era una prueba de fuego porque la novela histórica no es mi género favorito; de hecho, suelo ser bastante dura y exigente con ella. Pero R se introduce el mismo tiempo en la novela fantástica, así que me decidí a leerla movida por la curiosidad.

Sin embargo, creo que el protagonista, Rembrandt, uno de los pintores que más admiro, queda dañado por esa fantasía. Me apasiona el Barroco que, conocido como el Siglo de Oro español, representa el siglo de oro europeo de las artes. Tanto el Renacimiento como el Barroco nacieron en Italia pero se extendieron pronto por los países de alrededor. Aún hoy seguimos teniendo como maestros indiscutibles a los que brillaron en aquella época. Y adaptamos o interpretamos sus obras.

Ernesto Tubía elige el siglo XVII para su novela y su protagonista es el maestro del claroscuro, Rembrandt, influenciado sin duda por la técnica caravaggesca. Y superó al maestro pues, el detalle de las figuras sobre un fondo oscuro resalta con fuerza la expresividad y emotividad de sus pinturas. Está claro que el siglo XVII es la época de los contrastes en la que la magnificencia de las obras de arte convive con la pobreza del pueblo; la inseguridad ciudadana era evidente pues los recursos destinados a ello eran insuficientes y la corrupción eclesiástica habitual y manifiesta. En este sentido, la novela de Tubía es un reflejo histórico de la realidad; las largas descripciones nos introducen en un ambiente insalubre y amenazante. El narrador, omnisciente, no descarta los gestos para reforzar el carácter y la forma de trabajar del protagonista, «Jan abrió las manos a ambos lados, reprochándole, como solía tener por costumbre, a Rembrandt su carácter hosco con cualquiera que no supiera sujetar un pincel o fusionar el blanco de plomo con aceite de linaza, para lograr el aceite negro con el que realizaba sus obras».

La novela es un retrato del siglo XVII en Leiden; un retrato desolador, opresivo, pesimista que sigue un hilo argumental coherente. He echado en falta algo de sentimentalismo con el que conmovernos, con el que sentir admiración, odio, pena por los dos pintores.

El tratamiento de los personajes es bastante duro, sobre todo con los protagonistas, aunque encuentro que les falta algo de fuerza para conectar con el lector. Jan no termina de creer en Rembrandt, de hecho, teme por su vida en más de una ocasión y, en vez de apelar al cariño que se tienen, lo hace a su valía como pintor; solo por eso debe ser absuelto de morir. La amistad a la que recurre en un momento, se transformará en desconfianza «Y algún día […] moriremos riendo, borrachos, ebrios de gloria, sabiendo que hoy, en este preciso momento, fue cuando cambiamos tu historia, acabamos con las andanzas de un asesino y encontramos el camino hacia la libertad». De hecho, en ocasiones da la impresión de que él se sabe uno de los mejores, aunque envidia a Rembrandt por no poder superarlo. Y Rembrandt, a pesar de que está descrito como el artista más importante de los Países Bajos de la Edad de Oro neerlandesa, no muestra la humildad que lo caracterizó en su vida y quedó reflejada en sus retratos. En R, el protagonista es autor, supuestamente, de una serie de crímenes atroces y ni siquiera es sospechoso. No hay caso, por lo tanto no hay investigación, por lo que no puedo asegurar que sea una novela negra. La historia se distorsiona a través de hipérboles e invenciones truculentas al máximo.

Es absurdo pedir veracidad a una novela histórica; precisamente son estas invenciones las que aportan cierto carácter fantástico, crudo, oscuro, transmisor de horror y espanto que permanece, no tiene solución. Estamos ante un ser maligno, sobrenatural que habita en una realidad irracional aunque él la ocupe sin ser consciente de sus actos; es como un Dr. Jeckyll que no puede controlar a Mr. Hyde cuando ocupa su cuerpo. El conflicto entre el bien y el mal está presente pero no aparece la lucha, R opta por que prevalezca el lado oscuro, el fantástico, el diabólico, de forma que Rembrandt es casi inexistente, alguien moralmente ambiguo cuya actitud apunta ser consecuencia de la actitud de su padre, una bestia sin corazón capaz de hacer un daño irreparable a su familia, a pesar de que en la novela solo se especifique un hecho y después no sepamos qué fue de ella.

Solo el estudio que alquilan los pintores protagonistas vincula a Rembrandt directamente con el lado oscuro de su progenitor. Algo que contrasta con la realidad y con alguna de las disertaciones sobre la vida del pintor, de las que se deduce una infancia feliz y despreocupada. Si cuando Rembrandt nace, su padre asume que supondrá otra ayuda para su negocio, más tarde nos enteramos de que «Su familia había sufragado, tanto sus excentricidades de pequeño como los estudios con los mejores pintores del país, en su búsqueda por convertirse en uno de los más grandes pintores flamencos».

El protagonista de la novela es un personaje fantástico; deambula por los barrios más bajos de la ciudad y a nadie le extraña; en su entorno tiene lugar una serie de crímenes que nadie se molesta en investigar. Las primeras señales terroríficas se desarrollan en la pocilga adecentada, algo que conecta de forma siniestra con su origen.

R es una novela con cierto punto adictivo, nos sumerge para conocer la parte más terrible de lo inexplicable, allí donde encontramos significados que nos hacen dudar de nuestra humanidad y que, sin embargo, acaban profundizando más en ella. Con esa humanidad de Rembrandt me quedo. R es una novela fantástica que pasa a formar parte de la cultura del miedo, que nos atrae porque está construida basándose en ocultismos y leyendas.

sábado, 26 de julio de 2025

WILT

Hacía tiempo que no lo pasaba tan bien con una novela; no solo porque es disparatada, divertida, hiperbólica en todos los aspectos, también porque el uso de la lengua es increíble: comparaciones, metáforas, juegos de preguntas y respuestas… El autor no da tregua a las escenas ingeniosas, consiguiendo que para demostrar su inocencia, el protagonista haga brillar su inteligencia hasta lo más alto y deje la de gran parte de los personajes bajo mínimos.

Podríamos decir que Wilt es una novela negra ya que la trama principal es la desaparición de la señora Wilt y el desenterramiento de un cuerpo de mujer, con ropa de la señora Wilt, en la ampliación del instituto donde trabaja Wilt. Pero no hay muerte en realidad, ni violencia; tampoco sufrimiento, a no ser el de la propia policía y del director del instituto, que ven peligrar sus carreras.

Sí hay, prácticamente a lo largo de toda la novela, humor negro, pues Tom Sharpe se vale de la ironía para tratar temas serios como el matrimonio, la investigación policial, el hacer de la Iglesia, la importancia concedida a la enseñanza en la formación profesional y los verdaderos intereses de la clase alta y culta; el pensamiento holístico de los Pringsheim queda como una caricatura mordaz de lo que representó en los años 70 la new age, pues aparecen como humanistas superficiales sin ánimo de trabajar; vividores acostumbrados a tenerlo todo apelando a una falsa espiritualidad.

En Wilt hay tensión y según leemos, la incertidumbre va en aumento. El protagonista se va enredando cada vez más hasta hacernos creer que no podrá salir del atolladero, pero lo hace. Su ingenio llega a límites insospechados mientras confiesa situaciones que, de tan inimaginables, son esperpénticas.

Henry Wilt es un profesor anodino que da clases en la Escuela de Artes y Oficios y, durante 10 años ostenta el cargo de auxiliar. Lleva tiempo esperando un ascenso, pero los intereses de la Escuela van encaminados a convertirse en Politécnico, por lo que, en contra del director de Humanidades, el señor Morris, se priorizarán estudios dobles «licenciatura especial conjunta en Estudios Urbanos y Poesía Medieval […] Y así por quinto año consecutivo se olvidó el ascenso de Wilt».

Su matrimonio tampoco funciona bien. Inmerso en la rutina, se aviene a los intereses de Eva, su mujer, a la que le «influían demasiado fácilmente la riqueza, el estatus intelectual y las nuevas amistades». Wilt acepta todos los cambios y actividades que se busca Eva, mientras piensa que asesinarla sería una buena opción. Tras una fiesta organizada por los intelectuales señores Pringstheim, Wilt tiene la oportunidad de ensayar cómo podría deshacerse del cadáver con una muñeca hinchable. Pero Eva desaparece con los Pringstheim sin que él lo sepa y Wilt es acusado de asesinato.

Tom Sharpe utiliza el humor, la ironía y el sarcasmo para resaltar los vicios de la sociedad. Los lectores reflexionamos sobre la naturaleza humana, tan cambiante cuando pertenece a un colectivo, mientras reímos. Nos reímos de las situaciones, nos reímos de los personajes ridiculizados y nos reímos de sus defectos que vemos como un reflejo de los nuestros.

El estilo de este autor es mágico. Juega con el lenguaje como quiere, con comparaciones antitéticas conclusivas, «Eva Wilt desnuda a las ocho en punto de la mañana era una visión casi tan sorprendente como Eva Wilt borracha, fumando y vestida con un pijama amarillo limón a las seis en punto de la tarde. Y menos excitante incluso». Con antónimos que definen a la misma persona, «saber que Eva, que había sido toda su vida tan insoportable, fuese a soportar una vez muerta el peso de un edificio de hormigón de varias plantas». Con metáforas soeces «—…¿Lustrar su perlita? ¿Dónde demonios aprendiste semejante expresión? —Carne Uno —dijo Wilt, se levantó y se sirvió otra taza de café en la máquina». Con paronomasias expresivas que adquieren significado por sí solas «Estaban todas encadenadas, las condenadas» (las bicicletas). Con la segunda persona objetivadora expresa el estado de ánimo del que se quiere distanciar «Eso, eso, échale la culpa a la ginebra —murmuró Wilt, mientras entraba torpemente en el coche»; de hecho la voz del narrador, en tercera persona, hace uso de interrogaciones retóricas con las que se iguala al protagonista «¿Qué sentido tenía todo aquello? De acuerdo, Eva era una vaca idiota que le hacía la vida imposible…». Con alusiones literarias en conversaciones cotidianas, que ridiculizan más el ambiente intelectual «…nos dejas empantanados donde nadie en su sano juicio metería un barco ¿Quién te crees que va a subir hasta aquí? ¿Juan Salvador Gaviota?».

Con palabras que tienen la misma fonética pero los significados son diferentes, aunque colocados de forma repetitiva aumentan su valor despreciativo «no es un lameculos […] si no lames culos, no vas a ninguna parte». Con evidencias hiperrealistas que, de tan minuciosas, resultan increíbles


—¿Una mujer? —preguntó— ¿Qué? ¿En ese agujero? ¿Y qué hace ahí abajo?

El capataz le miró diabólicamente —¿Que qué hace? —gritó— ¿Qué crees tú que podría estar haciendo? ¿Qué puede estar haciendo si acabas de echarle veinte toneladas de hormigón líquido? Ahogándose, qué coño va a estar haciendo…

No hay desperdicio en los diálogos; son fantásticos. Aportan agilidad a la novela y dejan que la narración adquiera un ritmo dinámico, trepidante, pues las situaciones desesperadas se suceden hasta llegar a lo más desesperante, afiladas caricaturas de la realidad policial, eclesiástica y educativa.

No hay juicios morales en Wilt; los personajes actúan para que el lector ría mientras asume algo totalmente surrealista como parte de la realidad. Es cierto que la referencia es real pero el toque fantástico acerca la novela a la literatura del absurdo. Los personajes son arquetipos: el mal policía, la mujer soñadora que aspira a que su marido le ofrezca una vida confortable, el clérigo borracho, los snobs que viven a costa de los demás, los profesores, más preocupados por su posición social y económica que por los intereses de los alumnos… Todos son predecibles en su comportamiento, apenas cambian a lo largo de la historia. Todos excepto Wilt; el protagonista experimenta un crecimiento personal y social capaz de afrontar los reveses de la vida y salir airoso. La estupidez de unos hace que su ingenio se intensifique hasta quedar como reflejo del propio autor. También Sharpe fue encarcelado, acusado de subversivo, también trabajó como profesor de Historia en la Universidad de Arte y Tecnología en Cambridge, donde tomó notas de alumnos para algunos de sus personajes más necios y brutos.

Está claro que las mejores novelas salen de mentes abiertas, tolerantes y trabajadas. Mentes que saben reírse incluso de sí mismas «…los profesores de Humanidades no son como los demás hombres. O empiezan ya siendo raros, o acaban siéndolo. Es algo que se debe a la naturaleza de su trabajo».

sábado, 19 de julio de 2025

MI AMIGO PARA TODA LA VIDA

Cuando vemos la portada de Mi amigo para toda la vida quedamos fascinados por la carita que la llena. Inmediatamente nos conquista y, en conjunción con el título, deseamos también nosotros tener un amigo como Elvis.

Estefan es un viudo, ya mayor, bastante asocial, de carácter agrio, que intenta sobrevivir como puede sin tener demasiado contacto con el resto del mundo. La única que lo entendía era Dolores, su mujer y, desde que no está, Estefan no hace ningún esfuerzo por aceptar a los demás ni introducir novedades en su existencia. Su vida es rutinaria, repetitiva, triste y malhumorada. Él se muestra a los demás como egoísta «Si no tiene dinero, ¿a qué trae un hijo al mundo?», racista «Allí holgazaneaba el culpable, ese reponedor bajito y nervioso, colombiano o a saber», sin corazón. Vive una realidad en la que todo adquiere un talante impreciso y agotador. No hay nada claro que rodee a Estefan, incluso el narrador, que mantiene su punto de vista, cuenta la historia en tercera persona, intentando una objetividad que se va difuminando ante nosotros. Observamos que la inseguridad es la que acompaña al protagonista, causándole un estado de alerta constante, de temor y aislamiento: «—Siguen donde siempre, don Estefan —le dijo con ese acento de a saber dónde». Su rutina queda legible con frases cortas que conforman una secuencia, metáfora lingüística de lo obsesivo que nos mantiene atados a su verdad, a su forma de vivir que, como las palabras, se va acortando hasta conformar su espacio más inmediato «Estefan abandonó el baño. Bata. Calzoncillo. Calcetines. Pasó junto a la cama sin hacer. “Cama. Ce, a, eme, a”».

La sobrina de Estefan está preocupada; siente que su tío no está bien, la pérdida de memoria y la falta de conexión con la realidad son evidentes desde la muerte de Dolores, por lo que adopta para él un perro de una organización dedicada a que los ancianos necesitados no se sientan solos. Así llega Elvis a la vida de Estefan y, aunque al principio lo rechaza, se va habituando a él, siente que lo ayuda a disfrutar; le trae recuerdos que permiten reconocer sus actos: mejora sus relaciones interpersonales y su estado de ánimo, aunque no logra evadirse de su verdadero sentimiento: la soledad.

Cuando entra en juego Araceli, su vida da otro giro pues ella actúa como una segunda Dolores, le advierte de sus errores, de aquellos comportamientos que no lo dejan ser feliz. Con la llegada de Dolores vamos descubriendo que nada es lo que parece. La intriga va en aumento. Poco a poco van apareciendo elementos que se adentran en lo extraordinario, nuestra inquietud aumenta con el ritmo de la novela. Estefan es víctima de una pesadilla de la que no logra liberarse, un temor que bloquea su razonamiento. Elvis, un torbellino que todo lo celebra, queda también atrapado, por momentos, en la angustia «Cuando Elvis lo despertó pegado a su oreja y pisoteando la almohada, encendió la lamparita y descubrió […] Al anunciarse la madrugada, mientras Elvis mordía la zapatilla del pie izquierdo, supo que comenzaba la cuenta atrás para las 14:10».

Elvis llega a la vida de Estefan para recordarle que no es posible liberarse de su trauma; se lo recuerda hasta tres veces al día, consiguiendo que entre los dos se dé una relación de atracción-rechazo, mientras los lectores nos preguntamos si es posible vivir atemorizados siempre, si es posible no vivir en paz con nosotros mismos. Más allá de las salidas y el cuidado que le proporciona a Elvis, la tristeza de Estefan es habitual, vive angustiado por unas visiones que pueden ser fruto de una enfermedad, de las que solo había sido reconfortado por su madre, cuando adolescente y por Dolores desde que la conoció. Ahora, Elvis lo insta a gestionar él mismo sus emociones.

Las apariciones reflejan a víctimas y el lugar donde murieron, en principio suicidándose. Estefan va asumiendo, en su propia tristeza, el tormento de otros.

Los lectores nos vamos preguntando ¿por qué siguen ahí esos fantasmas? ¿Es una característica de Estefan que ha revivido con Elvis? ¿Es Elvis el aviso de que va a morir? «Encendió la lamparita: 24:15. Quedó paralizado […] los lloriqueos de Elvis, en la cocina, no transmitían peligro sino otra cosa, una mezcla de excitación y tristeza».

No solo Elvis, el comportamiento de Araceli es, cuando menos, raro. A veces tenemos la impresión de estar ante un fantasma futuro, otras es como el espejo de la propia Dolores; pero no es ella, Estefan lo sabe y, aunque lo atrae y le ayuda a sacar de nuevo aspectos positivos de su forma de ser, no la acepta como pareja.

Paco Santos juega en Mi amigo para toda la vida con el factor sorpresa como no lo había hecho antes. La intriga va in crescendo hasta llegar al suspense y de ahí al terror. Los lectores quedamos inmóviles inundados de una sensación de “espera, no puede ser. Voy hacia atrás”. Y releemos. E intentamos entender en esa lluvia que persigue a Estefan una metáfora de la tristeza y soledad que siente ante su nueva realidad, una vida poblada de recuerdos «A Estefan le gustaba la lluvia. La excusa ideal para no ir a ninguna parte». Intentamos buscarle un sentido a la orden que, repetidamente, da a su perro cada vez que lo suelta. Pero para eso hemos de llegar al final.

Su depresión se mezcla con la pérdida de memoria y la ansiedad ante posibles recuerdos; esto degenera en un deterioro cognitivo que le hace perder el contacto con la existencia. Estefan vive como normal todo lo que le ocurre: que alguien le deje un perro en su casa sin previo aviso, que ese perro lo marque como otro de sus territorios «En la camisa descubrió una mancha amarillenta justo donde había apretado a Elvis contra su pecho». Un perro al que adora pero lo llama con diferentes epítetos negativos: «puñetero, chucho, estropajo negro, saboteador, zapatillófago peludo, cochino, rata negra, aspersor de pis, la peste negra, satanás». Como el propio demonio tiene varios nombres que van despistando en según qué momentos. Porque realmente Elvis se hace imprescindible no solo para él, también para Araceli «—Recuerda que encabezo la línea sucesoria. Debo asegurarme de que no recibo al animal en los huesos», y para los jugadores de petanca con los que Estefan empieza a relacionarse de nuevo, «a esa mancha amarillenta […] tan similar a la que ese cochino había dejado en la camisa del jugador de petanca».

El protagonista se aviene al juego de revelación de información que le interesa al narrador, de nuevo esa fusión protagonista-narrador. Las apariciones que tiene le sirven para resolver una experiencia traumática de su adolescencia. A pesar del terror que le producen esas apariciones trata de analizarlas de manera científica, intenta averiguar sus causas y encontrar una solución, y justicia:


—¿Me va a decir que también se suicidó?

—Eso le pregunto yo, ¿también se suicidó?

Cuando el comisario alzó las manos, quedaron dos cercos de sudor sobre la mesa.

Paco Santos describe en esta novela los pensamientos, los trastornos, los motivos del comportamiento del protagonista.

Estefan se va relajando al tiempo que aumentan las visiones. La mancha de orina de Elvis es un estigma, una huella que imprime en todos aquellos que estarán de alguna forma bajo su dominio; le hecho, es el perro el que dicta cómo ha de rehacer su vida.

El estilo de Paco Santos es fiel al humor, al sarcasmo incluso, a las metáforas y las personificaciones, a repeticiones que denotan la misma sensación en espacios diferentes. Lo lectores quedamos cautivados desde el principio porque pasamos de las sensaciones externas a internarnos en la personalidad del protagonista y en nuestros propios sentimientos. Descubrimos que no hay tanta diferencia en las emociones de quienes están dañados por la soledad, por la falta de cariño; los afectados se unen a través de las consecuencias en el mismo final.

Los recuerdos del protagonista son reflexiones del autor, experiencias de los lectores que vemos reflejadas en las páginas y experimentamos una catarsis liberadora, como el canario que vuelve a cantar al encontrarse a un igual, como Araceli, espejo de Dolores que logra cierta felicidad en Estefan cuando descubre, por fin, de lo que es capaz por amor.

Elvis ayuda a Estefan a desarrollar su inteligencia emocional. Paco Santos, en una mezcla de novela negra, de terror, sobrenatural y literatura psicológica, nos descubre nuestros propios sentimientos, nuestros propios conflictos y la capacidad para entender a los demás.

sábado, 12 de julio de 2025

LECCIONES DE AMOR EN BALI

Está claro que al hablar no nos comportamos igual si tenemos delante una cámara. Al hacernos una foto, posamos para que se refleje lo mejor de nosotros mismos. Al grabarnos en vídeo nos esforzamos en vocalizar, mantener la postura correcta, sonreír y mostrar naturalidad. Las ideas han de estar organizadas si pretendemos quedar satisfechos con el resultado.

Esto es lo que le ocurre a la protagonista de Lecciones de amor en Bali, Marina, que decide grabar un vlog para beneficiarse a sí misma y conseguir mayor autoestima, «se siente paralizada y sin ideas. Además su sentido del ridículo no para de aguijonearla como si le hubiera salido un horrible grano en la barbilla».

Miguel Griot es un defensor de los derechos humanos; lo descubrimos en Iqbal Masih, lágrimas, sorpresas y coraje, cuando nos sensibilizó para promover la inserción social al mismo tiempo que denunciaba la esclavitud infantil. La obra de Iqbal Masih constituye una mezcla de novela y documento periodístico, no apto para acallar conciencias, totalmente recomendable.

En Once contra uno, el autor experimenta con la representación teatral para advertir a los jóvenes de las condiciones sociales que algunos deben afrontar y de la presunción de inocencia de todos, da igual la raza, etnia, religión o nivel social, hasta que no se demuestre lo contrario.

Con El plan A, Miguel Griot es consciente de vivir en una sociedad en la que lo importante es la imagen y el qué dirán, por lo que propone diferentes maneras de enfrentarse a la vida según hayas o no triunfado. Datos reales y psicológicos encuadrarán esta obra como una autoayuda.

En Lecciones de amor en Bali, Griot se mantiene fiel a su forma de vida y a su literatura. Ahora la autoayuda no viene sola; también en los demás podemos encontrar la seguridad que nos falta para actuar y ser felices.

En esta ocasión, Marina es una joven, hija de divorciados que vive rodeada de posibilidades económicas, pero su inseguridad emocional hace que no se sienta a gusto consigo misma. Decide empezar un vlog aprovechando unas vacaciones en Bali, residencia donde su padre está trabajando como ingeniero. Pero algo dará la vuelta a su vida. Nada es lo que ella creía. Necesitará la ayuda de personas cuya lucha tiene que ver con la supervivencia, no con los problemas más superficiales a los que ella estaba acostumbrada. Traficantes de arena, corrupción policial y estatal, amenazas de muerte… Las islas paradisíacas de Indonesia pueden ser un infierno para muchos de sus habitantes «Sin el menor disimulo el funcionario coge el sobre, lo abre y lo cuenta». Cuando Marina es consciente de la realidad, no duda en creer en ella misma, aprovechar la ayuda que le ofrecen sus verdaderos amigos y poner su granito de arena para salvar el planeta y de paso adquirir seguridad en sí misma.

El diseño de esta historia está conformado, entre otras razones, para encontrar lo positivo en el uso de las redes sociales «grabar este vídeo y subirlo a YouTube equivale a salir de mi zona de confort». Y por supuesto, para apoyar a los adolescentes en su desarrollo personal y social. Que sean conscientes de la importancia de tener autoestima y establecer relaciones que impliquen tomar decisiones, para llegar a experimentar una vida con éxitos que merecen la pena.

Con la ayuda del vlog, Marina es capaz de superar sus sentimientos negativos, la inseguridad que siempre la ha acompañado y llegar a valorarse realmente.

A través de las redes sociales conecta con sus seguidores mientras fortalece su identidad.

A través de los vídeos que graba, facilita la comunicación y la interacción con jóvenes de todas las partes del mundo. Marina se siente acompañada, a pesar de la distancia, y poco a poco percibe que su labor está siendo fundamental en la conservación del planeta «vuestra labor de difusión será fundamental, que compartáis mis vídeos […] hará que mucha más gente sea consciente de lo que está pasando».

Lo curioso es que al tener una meta concreta ella se valora más; esto da sentido a la pregunta que constantemente se hace: «¿Qué haría una persona que se ama». La novela es un ejemplo perfecto para explicar este concepto algo abstracto para los jóvenes, ¿qué quiere decir quererse a uno mismo? Al leer Lecciones de amor en Bali encontramos la respuesta, y no tiene que ver con lo que ahora está tan a la orden del día. Quererse a sí mismo no es cuidar el cuerpo sometiéndolo a entrenamientos de ejercicios y dieta incansables. Quererse a sí mismo es encontrarnos bien donde quiera que estemos, lo que implica no dañar a nadie ni a nada. Vivimos rodeados de naturaleza que nos proporciona recursos increíbles e influye en nuestra forma de vida. Vivimos abrazados por gente que merece nuestro apoyo y cariño.

A largo de la novela, Marina se da cuenta de lo maravilloso que tiene a su alrededor y del peligro que corre ese paisaje, por lo que decide compartir sus grabaciones para que lleguen a todos los rincones del mundo. Marina utiliza las redes sociales con el fin de que otros jóvenes se movilicen y actúen según sus posibilidades «Por eso os invito a que […] reaccionéis a esta vídeo de forma más creativa. Salid de casa, id a la playa […] al parque o al bosque […] hasta que descubráis algo que os llame la atención […] haceos una foto para subirla a las redes sociales con la etiqueta #NoTienePrecio y un enlace a este vídeo».

El mensaje que lanza la protagonista rompe barreras geográficas y conecta con todo el mundo, incluidas las autoridades de Bali que a pesar de tener implicados corruptos en el trato de la arena, se disponen con rapidez a encarcelar a cualquier involucrado.

Es cierto que habrá más desfalcos, más corrupción, pero lo importante es dejar en los jóvenes la conciencia de lo que está bien, que no es otra cosa que actuar con lo que nos rodea de la misma forma que actuamos con nosotros mismos.

La importancia de Internet va más allá de subir experiencias personales; es una poderosa herramienta que permite conectar con otros y tener oportunidades de acción que impulsen la creatividad y la autoestima «y cuando terminé de vestirme lo tuve aún más claro […] No quiero que mi autoestima dependa del juicio de otra persona».

Normalmente los jóvenes son inseguros. Marina lo es, por eso cuando es consciente de que sus vídeos son vistos por miles de personas deja salir a flote sus complejos «habrán percibido mi falta de frescura…» pero pone fin a su represión haciéndose ver qué es lo importante. El uso de la tercera persona para referirse a sí misma la ayuda a ver la importancia que ha adquirido, «Esos seguidores está ahí por ti, por cómo eres y por cómo lo cuentas».

El estilo de Miguel Griot engloba términos de la jerga juvenil «pues le interesaba entre cero y nada», «me da mucho yuyu», «sin agobios y de chill»; anglicismos usuales entre los más jóvenes «Oh, yeahhh!»; expresiones de clase social alta «cada tres palabras mete un cool (guay) o un ¿sabes qué te digo?»; apodos localistas «No está mal la bulé» o términos indonesios «marung»; descripciones de acciones, «se muerde el labio y arruga la nariz» que denotan pensamientos o sentimientos; frases repetitivas que promueven la reflexión «¿Qué haría alguien que se ama?»; capítulos cortos, que facilitan un ritmo rápido de lectura; títulos de algunos capítulos como partes de un vídeo blog, concretamente los que tienen como tema central las actividades que Marina graba en algún momento «13 #POTATOHEAD» y que se diferencian en que los demás solo van numerados «14». La presencia de las redes sociales es fundamental, pues, en la historia, de hecho términos como “YouTube” o “deep mets” son usuales.

Lecciones de amor en Bali es algo más que lecciones de amor. Asistimos a los primeros escarceos amorosos, es cierto, de Marina y Ananda, un chico balinés, pero Miguel Griot transmite en la novela el amor por la naturaleza, el amor hacia quienes nos rodean y sobre todo el amor hacia nosotros mismos.

Mediante la lectura seremos conscientes de que hay diferentes formas de vida, relacionadas con los estudios o con el trabajo y todas son perfectamente válidas y respetables: «Venimos de caminos muy distintos (sin duda, el suyo mucho más difícil)».

Tras la lectura nos sentiremos parte de este mundo tan diferente, de tradiciones tan distintas y de personas tan iguales.

sábado, 5 de julio de 2025

TAMBIÉN ESTO PASARÁ

La novela También esto pasará apenas tiene argumento. La madre de Blanca ha muerto tras un largo periodo de sufrimiento, debido a un cáncer, y ella experimenta el vacío de la separación definitiva. A su mente acuden recuerdos de experiencias familiares. Fue una niña que tuvo una infancia sin preocupaciones económicas y que disfrutó de una madre un tanto peculiar, generosa incluso con los que no conocía «mi padre comentó que tenía problemas de dinero. No eran amigos, pero charlaban […] le preguntó cuánto dinero necesitaba y se lo dio», pero egoísta con su familia, probablemente porque nunca dejó de hacer lo que le gustaba, sentimiento que se agudizó con los años y la enfermedad: «La enfermedad, el dolor, que algunos médicos aseguraban que te inventabas, te convirtieron en un monstruo de egoísmo».

Acaso el excesivo individualismo de su madre hizo que Blanca se sintiera sola en sus momentos más importantes, consiguiendo incluso silenciar situaciones que una hija nunca puede ocultar a su madre. Blanca experimentó la soledad, el desarraigo hacia su madre, en muchas de sus vivencias, «el día que me dijiste que, tal vez, si no me venía la regla pronto, tendríamos que ir al médico y que te contesté, tan tranquila, que hacía dos años que tenía la regla y que no te lo había dicho porque no  era asunto tuyo».

La infancia de Blanca y su adolescencia no debieron de ser felices. No puede ser feliz una niña, hija única además, que no ha compartido con su madre los instantes cruciales de su vida. No soy psicóloga, pero intuyo que tantos remordimientos de Blanca ante la ausencia irrevocable de la madre son fruto de la falta de expresiones cariñosas, de momentos íntimos, de detalles recibidos. La protagonista tiene 48 años y aún no ha madurado «dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos».

La madre no la ayudó a resolver sus momentos decisivos, por eso ahora a ella le cuesta soportar una de las experiencias más duras, por eso necesita que otros la tengan en cuenta y la afiancen a la realidad, «no tengo ganas de otro pésame […] Y, sin embargo, me siento muy erguida, me quito las gafas de sol y me subo un poco el vestido». Necesita la aprobación de los demás, que sean otros quienes la hagan sentir bien, querida, admirada, deseada, imprescindible.

La literatura de Milena Busquets es reflexiva, la autora nos introduce en una novela de vivencias, aunque la encuentro algo superficial. Quizás el lenguaje tan cotidiano, tan evidente, los razonamientos triviales de la protagonista sean los responsables de que eche en falta un indiscutible vuelo poético en la reflexión.

Blanca ha experimentado numerosas relaciones sexuales, se ha enamorado en varias ocasiones y sin embargo su aventura no es apasionante, no contagia emociones. Creo que, probablemente, su dolor pasará pronto a pesar de que está acostumbrada, como lo estuvo su madre, a tenerlo todo sin sufrir demasiadas dificultades. Son personas de alta clase social a las que todo va bien, nunca han asumido el fracaso, por lo que ven aquello que no tiene arreglo, como la enfermedad o la muerte, como algo insoportable.

Milena Busquets ha encadenado pensamientos en torno a la muerte de su madre pero les falta cierto punto de vista íntimo. Echo de menos experiencias intuitivas, vitales entre madre e hija. Creo que la vivencia de Blanca no invita a la reflexión del lector, al menos desde mi recepción. En ningún momento me he sentido identificada con la protagonista. Puede que la autora pretendiera eso, que entendiéramos la soledad, la culpa, el remordimiento que provoca la falta de afecto, el dolor al darnos cuenta de que ya es tarde. Solo así tiene sentido que los sueños que se presentan con la persona que debía de ser la más importante en nuestra vida se transformen en pesadillas y generen respuestas caóticas. Pero hasta lo más traumático pasa.

lunes, 30 de junio de 2025

LAS NIÑAS DEL NARANJEL


Hay novelas duras por el contenido. Otras se nos muestran con un lenguaje tan riguroso que también es difícil leerlas. Las niñas del naranjel está escrita con una suavidad casi poética, el ritmo flexible de la prosa le confiere sonoridad lírica, tanto que, en ocasiones, nuestra mente lee intentando poner melodía a los versos de la canción que tenemos ante nuestros ojos. Aunque no deseemos hacerlo, aunque pensemos que no puede ser, que no nos relaja, que es imposible que el entorno que surge pueda aportar alguna protección. Pero lo hace.

Las niñas del naranjel cuenta, a tres voces, la vida de Catalina de Erauso, la Monja Alférez. Ruiz de Alarcón escribió, sobre1626, la vida de esta dama que estuvo a cargo de su tía, en un convento, desde muy pequeña hasta que con 15 años ser escapó en busca de libertad y, como no podía ser de otra manera, la encontró bajo apariencia de hombre, algo que le dio la oportunidad de partir a América y servir al rey. Antonio de Erauso, ahora, se convierte en un soldado de renombre que debe luchar ante todo con su condición sexual hasta que el rey y el propio papa Urbano le dan su bendición y permiten que sea hombre hasta el final de sus días.

Cuatro siglos han pasado y el tema ha atraído a guionistas de cine, escritores de novela y dramaturgos. Todas las adaptaciones tienen un punto que las singulariza pero en todas se destacan los desafíos que tienen que afrontar las personas que no se sienten de acuerdo con su sexo.

En mayo estuve en el corral de comedias de Almagro donde asistí a la representación de La Monja Alférez, a cargo de La Percha Teatro, una compañía joven que en 2024 la estrenó como su segunda producción. Quedé tan maravillada que despertó mi curiosidad. Al poco, Antonio me regaló la novela de Gabriela Cabezón Cámara en la que no hay un ápice del humor teatral. La argentina aborda el tema del travestismo con un punto de irreverencia que lo hace más duro; las dificultades por las que tuvo que pasar Catalina-Antonio como monja, arriero, tendero, soldado, paje…, son terribles. Como uno de los narradores de esta novela, Antonio escribe una carta a su tía, monja, mientras recorre la selva de Perú con Michĩ y Mitãcuña, dos niñas que liberó a punto de morir de hambre y frío; con dos monitos; con una yegua y su cría a la que alimentará y compartirá su leche con las niñas; y con una perra. El grupo se enfrenta ahora a los peligros de los soldados, que buscan a Antonio, y a los de la selva.

Pero una de las mayores aves carroñeras, el jote, sobrevuela los pasos del grupo. La tensión va en aumento ante las dificultades, hasta que estamos seguros de que el jote tendrá su oportunidad con otras víctimas.

La novela va cambiando el foco: el convento, los conquistadores españoles, los indios humillados y Catalina-Antonio que debe enfrentarse, además, a su batalla personal, que confiesa sus pecados a través de la carta a su tía y reclama, a los lectores, una vida normal para aquellos de género no binario. Obra, pues, de total actualidad y universal. Gabriela Cabezón une a la exposión-denuncia del tratamiento indígena y la confluencia de razas, el problema existencial de identidad, la oposición destino-azar y la relación libertad-responsabilidad-caos.

En cuanto a la autora, mantiene el realismo en la descripción de las costumbres aberrantes de los conquistadores, poniendo en tela de juicio quiénes fueron los verdaderos salvajes, dónde residió la barbarie. Sin embargo cuando nos encontramos ante las experiencias del grupo fugitivo, el estilo se baña con la magia latinoamericana de mediados del siglo XX. Mientras el jote los sigue sobrevolando, una yaguaretesa se encarga de dar calor a las niñas por la noche. Los monitos, Tekaka y Kuaru, les traen frutos de los árboles y la yegua, Orquídea, comparte la leche del potrillo. La perrita, Roja, es el componente lúdico.

En esta irrealidad no existe la fantasía. Todo se vive de manera natural. Tampoco el tiempo se sucede de forma lineal; las constantes preguntas de las niñas hacen que Antonio deje de escribir y participe del presente hasta que los recuerdos se le amontonan y necesita sacarlos a la luz de su carta mientras las niñas pasean o juegan por la intrincada selva cantando, para que él pueda localizarlas en cualquier momento y evitarles posibles peligros.

La magia es parte de las vivencias de los personajes que la asimilan con normalidad; el narrador tampoco ofrece explicaciones sobre los hechos, se limita a contarlos, sin embargo estos elementos mágicos tienen significados profundos. Cabezón Cámara explora los sentimientos, mientras rechaza la realidad al cuestionar los poderes de la iglesia y del ejército sobre el pueblo, la supremacía del cristianismo sobre otras religiones saca a la luz otra dimensión de lo humano. Será en este aspecto religioso donde la autora agudice el sarcasmo con un estilo casi documental, la historia se mezcla con la literatura en descripciones bufonescas «El obispo, un querubín enorme, inclinó los rulos rubios que le aureolaban la cara rosada y buscó los ojos del capitán», en afirmaciones sobre la supremacía europea «No saben hacer cuentas los indios esos que hay en la selva», en imágenes que enfatizan lo maravilloso y lo exótico «que este nuevo mundo es viejo y tiene árboles antiguos y antiguas selvas pródigas en delicias». Destaca la perspectiva humanística de Antonio como participante de la conquista, limitándose a contar lo que ve, a obedecer unas veces y a desobedecer otras, cuando las barbaridades son evidentes «Ahí había dos jaulas. Adentro de una, un mono gordo, uno muy flaco y otro raquítico, ya muerto. En la otra una criatura muy pequeña y flaca como un alambre».

La crónica novelada aparece en Las niñas del naranjel en las cartas que Antonio escribe a su tía, pero sobre todo entre los diálogos que mantienen los soldados con los prelados, donde observamos el punto de vista, patente, de los españoles y el encubierto de los nativos.

Asimismo en las descripciones de los personajes la autora visibiliza, a través de la animalización, el carácter de cada uno. No podía ser de otra forma; los que allí estaban eran bestias: «O las indias bautizadas que estarían desfilando a sus habitaciones, arrastradas por las garras de los soldados»; (el obispo) «Enseguida fue presa de las moscas. Posóse una, atrevida […] empezaron a dejar sus huevos en las cavidades del ilustre prelado que vivió una metamorfosis extraordinaria a nido de larvitas».

Con solo dos palabras retrata al capitán como un depredador de los débiles, no ofrece oportunidades, solo espera a tener a todos reunidos para hacerlos desaparecer. Por el contrario, Catalina-Antonio representa la liberación, el orgullo y la fuerza que tuvo en un mundo que le fue hostil, «Antonio tiene perfil de águila y el capitán de oso hormiguero».

La historia es dura, porque realmente lo es entrar en un país y tomarlo por la fuerza. Época terrible que se repite cinco siglos después. No escarmentamos; por eso Gabriela Cabezón elige una literatura casi surrealista, casi de realismo mágico terrorífico. No podemos olvidar el daño que los hombres hemos hecho, para no volver a cometerlo. No podemos obviar el dolor de las personas que no se pueden integrar en la sociedad porque son extrañas de sí mismas; su cuerpo no les pertenece. No debemos permitir que sigan sufriendo humillaciones de los que se creen superiores o normales, sin saber que su actitud no es normal ¿o sí lo saben y les da igual?

Además de esta literatura que cabalga entre la narración, el diálogo, la epístola y la crónica, otros recursos la convierten en una obra lírica: Epanadiplosis para reforzar el sometimiento sarcástico al capitán «De nada, señor, de nada»; Metáforas poéticas que suavizan la barbarie, no de la selva sino de los conquistadores «la luna alumbra un hueco de cielo desmayado ya de naranja» Uso del condicional con el que dificulta la distinción de lo vivido «saldría yo de allí […] iría el lunes a la tienda…»; cambio de vocal en la etimología por asimilación con selva para conseguir un término más natural:


—Eso sólo hácenlo los salvajes

—¿Quién son los selvajes?

[…]

—De la selva somos selvajes

Conectores sin sentido que aportan más sinsentido a las torturas «Como porfían en su ignorancia, les hace dar una vuelta» (en el potro).

El uso de las oraciones cortas aumenta el ritmo, a veces crean una tensión desmedida en el lector, otras enfatizan momentos clave y siempre mantienen el impacto de la dureza argumental «Ha de hacer tronar el escarmiento. Ay. Espira, las ceremonias. Inspira. Ay, los tambores del patíbulo. Espira. Ay, la postura erecta. Inspira…».

En fin, obra dura, difícil de asimilar en su contenido y forma. Pero imprescindible porque, aunque resulte paradójico, la escritura es perfecta, mágica, casi establece una coreografía con las escenas que describe.

lunes, 23 de junio de 2025

LA COMEDIA DE LOS ERRORES

Pocas comedias habrán sido más adaptadas que Los gemelos desde que Plauto la escribiera allá por el siglo III antes de nuestra era. En realidad él se basó en otra griega, anterior, de la que no se conserva nada. El éxito de esta obra teatral se debe, probablemente, a que los equívocos que presenta son emblemáticos del ser humano. El problema de la identidad, cómo nos vemos nosotros o cómo nos ven los demás, no tener claro si lo que estamos viviendo pertenece al mundo real o a la imaginación.

En Los gemelos, un mercader de Siracusa va con sus hijos gemelos a unos juegos, donde pierde a Menecmo. Poco después muere de pena. Menecmo ha sido adoptado por otro rico mercader, del que hereda su fortuna. Ahora vive en Epidamno y está casado infelizmente, por lo que tiene una amante. Por su parte, la madre de Sosicles, el otro gemelo, le cambia el nombre en recuerdo del niño desaparecido y al morir ella, Menecmo II viaja para encontrar a su hermano. Cuando llega a Epidamno se suceden las confusiones y los enredos entre los criados de los hermanos Menecmos, la mujer, la amante y los vecinos, hasta que tiene lugar la anagnórisis final y ambos regresan a Siracusa. La obra de Plauto gana en comicidad a la griega; los personajes son jóvenes alocados, alcahuetes y cortesanos.

Esto le dio pie a William Shakespeare en el siglo XVII para escribir La comedia de los errores, donde dobla el enredo con dobles parejas de gemelos. La familia del mercader Egeonte, de Siracusa, tiene gemelos y compran otros gemelos recién nacidos a una familia necesitada, para que sean los sirvientes de los niños. En un viaje en barco, naufragan y cada progenitor queda con un niño y su esclavo.

Egeonte llega a Éfeso siguiendo a su hijo Antífolo que partió en busca de su hermano. Allí debería ser ejecutado, por saltarse la ley que prohibía pisar la ciudad a los de Siracusa, pero al contar su triste historia le dan 24 horas para pagar una multa a cambio de su vida. En este día sucederá todo.

El parecido entre los dos hijos y sus respectivos gemelos, Antífolo y Dromio de Siracusa y Antífolo y Dromio de Éfeso, genera grandes confusiones entre los habitantes y la propia esposa de Antífolo de Éfeso, Adriana, que vive con su hermana Luciana, dando pie al extrañamiento de esta cuando Antífolo de Siracusa intenta enamorarla y ella lo toma por su cuñado. Si la situación de Plauto era descabellada, Shakespeare la complica aún más. El esquema teatral fue respetado sin embargo; lo que afirmó en Inglaterra la perfección  del teatro clásico en su división en cinco actos.

También mantiene el efecto cómico en el uso del doble, algo que permite romper el orden establecido y crear el enredo cuando Adriana cree que ya no le gusta a su marido. Las confusiones son hiperbólicas al coincidir en escena el amo y el criado del otro. Sin embargo, el bardo de Avon sigue siendo fiel a su norma en el teatro: la libertad desenfrenada se castiga con la desgracia. Por eso, los personajes de La comedia de los errores no mienten, se equivocan, llevan buenas intenciones; esto les asegurará un final feliz, aunque nunca antes de experimentar el recurso de la anagnórisis clásica. Cuando se juntan los cuatro en escena es cuando se reconocen y se reencuentran con sus padres. El descubrimiento familiar pone fin a las circunstancias de la separación que habían desembocado en un ritmo trepidante durante la representación.

El desarrollo del enredo es la base de la comedia, sin embargo no podemos dejar a un lado la riqueza de lenguaje exhibida por el gran autor inglés que intercala en el lenguaje cotidiano y hasta soez, bellas metáforas o expresiones poéticas «querellas intestinas y mortales», «desfallecida por la dulce carga que llevan las mujeres».

Los recursos literarios son variados aunque destaquen los antónimos para reforzar las confusiones: «de qué regocijarnos y de qué afligirnos». Estos términos contrastivos e hiperbólicos consolidan el tema principal: El destino del ser humano, «Desventurado Aegón, a quien los hados han marcado para probar el colmo de la desgracia».

Los enredos se suceden encadenándose unos con otros hasta llegar a un encuentro desmedido en el que la ocultación de la personalidad tiene lugar con todos en escena separados por una puerta, por lo que no ven la apariencia del otro. Esto da lugar a un pasaje humorístico exagerado en el que todos insultan a Antífolo de Éfeso pensando que es un impostor.

Destaca, pues, la creación de personajes memorables; la doble identidad permite explorar las virtudes y defectos de los hombres: (Los marineros) «buscaron salvación en nuestro bote y nos abandonaron dejándonos el barco a punto de hundirse». El poder y la ambición también quedan en entredicho, «Tus géneros, vendidos al más alto precio, no pueden subir cien marcos; por consiguiente la ley te condena a morir».

Cuando comparecen en escena Antífolo y Dromio de Siracusa con Adriana y Luciana, surge, en el enredo de la confusión, la relación que solía ser habitual en los matrimonios de la época: Adriana saca a relucir los celos (por la poca confianza en ella misma y la poca libertad de ellas frente a la del hombre), Antífolo muestra el poco interés que tiene hacia “su mujer”, Luciana expone la rabia por cómo está siendo tratada su hermana y Dromio exterioriza la incomprensión hacia los que tienen cierta consideración social:


Adriana.- …si tú y yo somos uno y faltas a tus votos, yo asimilo el veneno de tu carne y me prostituye tu contagio…

Antífolo de S.- ¿Me hablas a mí, bella dama? ¡Si no te conozco!

Luciana.- ¡Vaya, cuñado, cómo cambian las cosas! […] a Dromio le pidió mi hermana que te llevara a comer.

Antífolo de S.- ¿A Dromio?

Dromio.- ¿A mí?

La doble identidad es perfecta para reflexionar sobre la vida, hasta dónde llega lo real y empiezan los sueños. Antífolo se lamenta de algo que tampoco entendió nuestro Segismundo «¿Qué error nos engaña los ojos y los oídos?».

Lo sensato, para Antífolo, es dejarse llevar por los hados y las circunstancias «Haré lo que digan sin protesta alguna y así, en esta niebla, viviré aventuras».

También entre las dos hermanas describen el papel social del hombre, ansiado por algunas mujeres e ironizado por otras.


Luciana.- Los hombres, más cercanos de la divinidad, dueños de todas esas criaturas soberanos del mundo y de los vastos y turbulentos mares, dotados de alma y de inteligencia, de un rango más elevado que los pájaros y los peces, son los dueños de sus esposas, y sus señores. Que vuestra voluntad sea, pues, sometida a sus acuerdos.

Adriana.- ¿Es esta esclavitud lo que os impide casaros?

En medio del humor y la ironía, la sociedad queda plasmada con sus vicios y sus virtudes, las relaciones entre amo y criado son recurrentes y ayudándose de las reiteraciones alargan las razones, injustas para el más débil


Dromio.- …Pero por gracia, señor ¿Por qué me golpeáis?

Antífolo.- ¿No lo sabes?

Dromio.- No sé nada, señor, sino que soy golpeado.

Antífolo.- ¿Quieres que te diga por qué?

Dromio.- Sí, señor, el por qué. Porque todo por qué tiene su por qué.

Los criados son vapuleados, insultados y animalizados, y Shakespeare no duda en exagerar estos rasgos con degradantes hipérboles que provocan la hilaridad entre el público.


De pies a cabeza mide igual que de cadera a cadera, señor, es redonda como el globo de la tierra, y en ella podríamos hallar varios países.

Todos coinciden en el escenario casi al final del Acto V aún con el enredo sin resolver; deberá aparecer la abadesa del convento con una sorpresa que desembocará en el reconocimiento final y en el restablecimiento del orden.