sábado, 8 de marzo de 2025

DIÁLOGO Y VALORACIÓN

Muchísimas gracias, Babelio, porque de nuevo habéis conseguido estimular mi cerebro con una nueva lectura. En esta ocasión he tenido la impresión de volver a estudiar; recordaba algunos conceptos pero me he asombrado con lo aprendido y sobre todo con lo que he reflexionado durante el análisis de Diálogo y valoración. El libro de José M. Ramírez es un estudio ensayístico sobre el lenguaje y la comunicación y, aunque parezca increíble, es un canto a la paz entre los hombres, porque no hay nada mejor que dialogar para modelar y regular nuestro propio pensamiento, para poder empatizar con los demás y conocerlos. Por lo que también agradezco que haya personas como este autor, capaces de analizar el lenguaje como una actividad cotidiana del hombre, y agradezco a Lingua & Semiosis (La vieja factoría) que publique este estudio.

Ojalá yo sea capaz de resumirlo con claridad.

Diálogo y valoración está dividido en tres partes:

La primera es un recorrido por la historia para conocer algunas teorías de lingüistas y filósofos que han estudiado el lenguaje.

La naturaleza de los valores se estudia de manera objetiva en una rama de la filosofía, la axiología. Qué es lo bueno o lo importante son preguntas constantes en el hombre, por lo que valorar forma parte del acto comunicativo, es decir, la axiología también está presente en la lingüística porque filosóficamente es incompleta: no todos pueden valorar algo que no conocen; al incluir el lenguaje, sí podemos valorar diferentes preguntas u opiniones. Hacemos juicios de valor, donde entran las emociones, son subjetivos, mientras que los juicios de la lógica son intelectuales, imparciales.

Desde la Antigüedad, la sociedad ha dado valor a las entidades que formaban parte de ella, valores que se pretendían objetivos y que estaban considerados como la normativa por la que se regía dicha sociedad. Los filósofos de la Antigüedad estudiaron la valoración. Mientras Protágoras concedía al hombre la capacidad de valorar la realidad con cierta base pragmática: según la situación, para unos es bello y para otros no, Platón creía que las cosas tenían naturaleza estable, luego no todos los hombres podrían medirlas La dicotomía objetivo – subjetivo llegó hasta el siglo XIX con el positivismo de Augusto Comte, pero deja poco espacio para la pragmática pues reduce las leyes que conforman el mundo a la observación y experimentación (falta valorar y jerarquizar).

La pragmática aporta la visión interactiva de la conciencia. Al darse un proceso social interactivo llegamos a la autoconciencia, es decir, nos formamos individualmente según la comunicación social. El lenguaje es la base de la comunicación.

Morris propone tres perspectivas de estudio en la comunicación: la semántica, que estudia el significado de los signos, la sintaxis, la relación entre ellos y la pragmática, la interpretación que hacemos.

Dewey se introduce en la Teoría de la valoración y afirma que no solo pertenece a la filosofía sino también a la lingüística. Saussure es quien da nombre a la Lingüística, como ciencia de la lengua y distingue entre lengua (social) y habla (individual).

El lenguaje queda explicado por la lengua y su contexto. El signo lingüístico adquiere su valor según la relación entre el significante y el significado, tiene carácter lineal, es arbitrario, inmutable y mutable en el tiempo; el valor deriva de la oposición de un signo con los que le preceden y siguen en el contexto.

Bally introdujo la estilística, y se centró en el lenguaje cotidiano en donde los sentimientos son fundamentales. Los juicios de valor son, por lo tanto, subjetivos, por lo que el lenguaje falsea la realidad sin proponérselo. Modificamos la lengua al hablar para influir en el interlocutor.

Bajtin y Voloshinov tienen en cuenta el diálogo: Todo texto es un diálogo porque implica una esfera sociocultural en la que interactuamos. Para la comprensión influyen los saberes compartidos y la experiencia previa. El diálogo se re-valoriza con el tiempo porque interviene la ideología social: ideas, creencias, pensamientos que representan la verdad para un grupo. Voloshinov establece la ideología en lingüística: los signos tienen un valor, se emiten con una intención interpretada por el receptor según el contexto en el que se enmarque el enunciado.

Habermas se centra en la valoración como el motor del lenguaje. A través del diálogo y la valoración vamos conociendo y transformando el mundo. El diálogo y la valoración influyen en el pensamiento, pero hemos de tener en cuenta la teoría de la estimulación porque al valorar empleamos el afecto.

Van Dijk tiene en cuenta el modelo contextual comunicativo que abarca a los interlocutores, lo valorado, el propósito, el entorno, los valores sociales, la ideología individual y social, el espacio, tiempo, canal… Todo influye en la comunicación. Es cierto que no todos valoramos algo de la misma manera pero, en general, hay unos valores sociales que marcan la verdad de los conceptos que nos rodean.

José M. Ramírez propone una hipótesis axiológica para desentrañar la estructura de los valores que intervienen en una comunicación. A través de estos valores nos comunicamos y conformamos nuestra verdad, puede no coincidir, pero seguro que mejoraremos la comunicación, nos entenderemos mejor.

El autor afirma que el lenguaje es característico del ser humano. Los hombres hemos de tener en cuenta dos valores que nos ayudan a reflexionar, imaginar y producir la réplica: la semejanza y la autonomía.

En la Parte II, Ramírez analiza seis obras diferentes de Ramón y Cajal en las que sigue una estrategia discursiva: todo está sujeto a valoraciones. Incluso la rectitud normativa va cambiando con el tiempo, por lo que la verdad proposicional también puede hacerlo. Hay que tener en cuenta tres funciones en el discurso: la estimativa, la autorreguladora y la motivadora, según tres principios de valor clásicos: Verdad – Bien – Belleza.

En la Parte III se expanden estos tres principios o esferas de valor en el pensamiento y la comunicación.

José M. Ramírez concluye, de los trabajos de Ramón y Cajal, que la valoración individual puede cambiar según el género del texto y algunas valoraciones se explican según un modelo contextual que sirve de interfaz entre lo que sabemos y relatamos. En todos los textos abundan las apreciaciones estéticas individuales, por lo que los valores ideológicos van cambiando, es decir la ideología no es un sistema sino un proceso. No todo sistema es ideológico. Los valores sociales aparecen cuando se abre y cierra un sistema, están en la interacción y permiten juzgar, autorregular y motivar nuestra conducta.

Las esferas de valor (o ámbitos donde se agrupan los valores) eran tres, pero Ramírez recuerda que no hay que olvidar la funcionalidad y la esfera de transformación de la realidad. Teniendo esto en cuenta, nuestro doctor en filología asegura que hemos de tener en cuenta una esfera de valor que reúna todos los factores humanos necesarios para la comunicación: la asequibilidad de conceptos a los que nos referimos, la usabilidad…; como los factores se multiplicarían en cada situación, Ramírez propone como esfera de valor: el diálogo, porque rodea a los interlocutores, agrupa su intercambio semiótico, normaliza el intercambio…, podría llamarse semioesfera dialógica e influye en las demás esferas de valor (porque el verdadero significado de una comunicación concreta depende de ella).

De alguna manera volvemos a Saussure: los enunciados son adecuados para los que pueden interpretarlos. La producción y comprensión van unidas; son procesos que dependen de la mutua valoración de los interlocutores.

Si entendemos la sociedad como contexto se puede concluir, según Ramírez (y yo estoy totalmente de acuerdo), que los que formamos parte de ella hemos de dialogar partiendo de la base de que todos somos iguales y gozamos de libertad. Todos formamos parte de una sociedad humanista que se comunica. En esta sociedad (¿utópica según lo que estamos viendo?) se valorará el diálogo como lo que es: un intercambio semiótico de valores.

¡Bravo!

sábado, 1 de marzo de 2025

RUMBO SUR

Puede que no haya entendido bien los relatos, probablemente las sutilezas del autor me pasen desapercibidas; estoy segura de que Guido Finzi pretendía exponer en Rumbo Sur algún pensamiento filosófico sobre lo dura que es la vida, la soledad del ser humano o lo costoso que supone ser un hombre en la sociedad actual. Pero he leído todos los relatos y en la mayoría he encontrado misoginia o machismo, también xenofobia en algunos. No obstante soy partidaria de leer de todo para entender otros pensamientos diferentes al mío, por eso postulé por este libro en Masa Crítica de Babelio y por eso, una vez más, estoy agradecida por el regalo y la oportunidad de conocer a este autor.

Los 43 relatos que conforman este libro ocupan apenas 190 páginas. La expresión es concisa, a veces tanto que se echa en falta algún dato más porque cuando la lectura se va a poner interesante, corta el relato. Es el caso de Matador, en el que tras mostrar una ficha del protagonista, algo superficial, expone un hecho que sirve de nudo bastante sugestivo: «El tipo viene comprobando cómo la gente que detesta va muriendo de diferentes cánceres […] El pendejo al que descubrió pintando una esvástica en la pared del edificio donde vivían sus padres o el maricón que le miraba lo que tenía entre las manos mientras orinaba…». Probablemente el relato es ese, al menos su mensaje porque el autor prefiere no contar cómo sabe ese secreto «es algo que queda entre los dos» y pide que todo siga en secreto «porque nadie va a creerles. La gente no es tan crédula. ¿O sí?»

Es cierto que algunos comienzos atraen, por el punto irónico de los que engloban descripciones bastante atractivas, capaces de evocar vivas imágenes que seducen al lector con la lírica que encierran, «Apoyado en la barra, con mi cinzano a mi diestra y disfrutando del analgésico ruido provocado por el chaparrón que caía afuera, me entretenía buscando apellidos fonéticamente interesantes en las esquelas de La Nación».

Y los lectores intuimos algo sugestivo en la continuación, derivado de la lluvia o de la esquela y, sin embargo, lo que sucede es que, casi siempre, el protagonista se topa con mujeres despampanantes que dan pie a la trama, como si las mujeres normales no fuesen capaces de despertar ningún interés. Estas mujeres no solo avivan su imaginación; en la mayoría de los casos son recuerdos vividos, por lo que llama la atención la vida sexual tan agitada de los protagonistas.

En fin, creo que el problema es la mujer o la convivencia que el protagonista tiene con ellas, porque los últimos cinco relatos (sin personajes femeninos) son, creo, los mejores. El resto podrían ser acontecimientos que se cuentan entre amigos mientras toman un café juntos. Son relatos de encuentros casuales y la reacción que despiertan esos encuentros; podrían ser historias reales o basadas en la sospecha de habladurías.

El zurdo Villalta nos sobrecoge con la vida de un chaval del estrato más bajo de la sociedad que llega a ser encumbrado por su habilidad en el fútbol…, hasta que sufre un accidente en la rodilla. Muy profesional critica a los gorilas que solo saben obedecer por dinero, sin pensar. 

La relación con los judíos y el sufrimiento por el que han pasado a lo largo de la historia se ve reflejado en los dos últimos relatos, Courage y Aparición nocturna.

En estos relatos el destino aparece irremediablemente determinista, aportando a la historia cierta pátina existencialista; pero en cuanto aparece una mujer, lo hace también la soledad que provoca en el protagonista, probablemente por el comportamiento machista que muestra con ellas, el caso es que en ningún momento el hombre admite que le preocupa lo que piensan o sienten las mujeres, más bien suponen una carga de la que hay que desprenderse antes o después, no importan las consecuencias. Por eso se queda solo, no importa si es él quien las echa de su lado o son ellas las que se van. «No me respondió. Simplemente me dedicó una enigmática sonrisa a través de la ventanilla, y desapareció entre el tráfico».

La mayoría de mujeres son personajes complejos en mayor o menor medida, que luchan con problemas de identidad, mujeres que de alguna forma le piden ayuda y lo que consiguen es ignorancia por su parte, «se lo di, con las últimas cifras cambiadas, y la vi desaparecer hacia la calle» o desprecio absoluto. No las ayuda, no perdona, es rencoroso y las ofende con sus palabras, «¿qué carajo me querés decir con eso?, ¿te pensás que ando tan mal como para querer volver a estar con una turra como vos?».

Me ha quedado una sensación rara al leer Rumbo Sur porque hay un protagonista que normalmente se llama como el autor, Guido Finci, que como él es escritor. periodista y que viaja por el mundo contándole a sus amigos sus “penas" y vanagloriándose de sus conquistas amorosas, sin darse cuenta de que lo que queda de manifiesto en esos cuentos no es amor.

Como buen hombre tradicional, religioso, cuando se ve apurado apela a Dios y a su ayuda celestial, pero ni siquiera así es capaz de cumplir las promesas que le hace «Presa de la culpa encendí velas en casa […] acudí a la sinagoga a prometer a Dios que si se salvaba, no solo iba a dejar de verme con Graciela, sino que abandonaría cualquier afán donjuanesco en lo que me restara de vida […] hasta hoy, a escasas cuadras de la casa de Graciela con una erección que no se me va».

No cumple las promesas porque no se puede unir el respeto a los seres queridos, a la mujer, con la superstición religiosa. El hombre se apoya en tópicos para eludir responsabilidades.

Lo siento pero he visto en estos relatos la imagen de un machismo que debemos eliminar de la sociedad. Tanto las mujeres como los hombres somos mucho más que un envase.

sábado, 22 de febrero de 2025

LA CABEZA PERDIDA DE DAMASCENO MONTEIRO

Esta es una  novela corta, que se lee rápido porque el argumento es muy interesante. Durante la lectura tenemos la impresión de que todo podía formar parte de la realidad y, al final, somos conscientes de que realidad y ficción no son tan diferentes. Antonio Tabucchi consiguió, después de escribir La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, que se reabriese el caso. Tuvo que ser un duro golpe para los poderes públicos del estado portugués de finales del siglo XX. Y, sin embargo, el suceso es tan actual que asusta; podría formar parte de la cotidianeidad de España, Europa, América… No avanzamos. La justicia no es la misma para los que tienen dinero o para los que no; para quienes, a pesar de los derechos conseguidos, piensan de forma distinta al juez que lleva el caso; para los que viven o no según las reglas de una normalidad que se va quedando obsoleta.

No conocía a Antonio Tabucchi, no había leído nada de él y es un referente de la literatura italiana del siglo XX. Leyendo esta novela nos damos cuenta de por qué recibió un Premio de periodismo en España y somos conscientes de su afán por mantener viva la memoria, no solo la histórica, también la personal. Es importante recordar de dónde venimos y cuáles son los verdaderos valores que tuvimos en la infancia, porque serán los que marquen nuestro comportamiento.

En La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, Manolo, el jefe de un clan gitano que vive a las afueras de Oporto, se encuentra una madrugada el cuerpo sin cabeza de un hombre. Él no puede denunciarlo en comisaría porque no lo van a creer, pero al Acontecimiento, un periódico de Lisboa, llega la noticia. El director envía a cubrir el caso a Firmino, con una dieta ajustada y la estancia pagada en la pensión de doña Rosa, una mujer que apenas sale a la calle pero está al corriente de todo lo que pasa en Oporto y conoce a todos los que pueden ayudar al periodista para esclarecer los hechos. Firmino se va encontrando con gente valiente que no tiene miedo a declarar. La cabeza es pescada en el río y el primero que tiene opción a fotografiarla, antes de llevarla a comisaría, es nuestro periodista. También encuentra al compañero del muerto, quien propicia la identificación del cadáver y explica quién, cuándo y por qué lo mataron.

Doña Rosa pone en contacto al plumilla del Acontecimiento con el mejor abogado de aquellos a los que la justicia no va a hacerles caso, Loton, apodado así por su parecido con el actor Charles Laughton, quien le va indicando a Firmino a quién debe entrevistar y cuándo publicar las entrevistas, de manera que a la hora del juicio todo el mundo haya podido saber lo ocurrido.

Tabucchi refleja en Loton la búsqueda de la identidad humana y la suya propia a través de la memoria. El abogado se siente diferente al resto de la mayoría: obeso, de familia adinerada, sin verdaderos amigos, es un estudioso de Pessoa y Borges. Loton, que es incapaz de vivir en plenitud a causa de su físico y su infancia desamparada, intenta que su naturaleza y experiencia sean el portavoz de los necesitados, de los marginados exentos de credibilidad social; imbuido de cierto determinismo existencialista, considera que la identidad humana se forma entre la realidad y la ficción, tomando los sueños y los recuerdos como partes de esa ficción que no es sino una alteración de lo que hemos vivido en realidad. Partiendo de esta premisa va desentrañando el posible acontecimiento y las causas. Los recuerdos no son lo que pasó sino retazos que la memoria evoca intercalando lo imaginado o soñado en lo vivido, «los sueños no se explican, no suceden en el mundo de lo formulable como quiere hacernos creer el doctor Freud, solo quería decirle que el tiempo puede empezar así, dentro de nuestros sueños».

La novela participa de una estética reflexiva y crítica porque a una fantástica literatura se unen otros géneros como el ensayístico y el periodístico. Las entrevistas que Firmino refleja en su periódico son un ejemplo de entereza, propia del periodismo contrastado y valiente y que empieza a echarse en falta.

El estilo es reflejo de la complejidad de la existencia. Leyendo a Tabucchi nos damos cuenta de que la vida hay que ordenarla continuamente porque nuestra realidad no es predecible, no hay un orden que nos ampara a todos, por lo que para seguir adelante debemos reordenar nuestro entorno y, sobre todo, nuestro propio espacio personal. Loton le hace ver a Firmino que el sentido de la vida está en nuestra constante reflexión: el tiempo y el espacio son irrelevantes, todo es ambiguo; ni siquiera podemos valorar la ausencia o la muerte por nosotros mismos sino por el reflejo que vemos en los otros. La novela expone que no se puede conocer la realidad porque siempre la vemos a través de filtros perceptuales de los otros o de los nuestros individuales. Por eso las descripciones son lentas y van cargadas de digresiones sobre el paso del tiempo, las diferentes expectativas y los cambios en la realidad, «pero él era viejo sólo en el alma y en la mente, en el cuerpo no, porque conservaba todavía su virilidad, solo que con su mujer su virilidad era inútil, porque ella era una mujer vieja».

Además de la injusticia que supone la impunidad de que se revisten los poderosos, Tabucchi destaca la bondad de los hombres rectos, que en muchos casos se confunde con ingenuidad; Doña Rosa es una maestra de ello, también el director del periódico, el amigo de Damasceno y, por supuesto nuestros protagonistas Firmino y Loton.

En esta certeza de injusticia y confusiones de realidad que marcan un estilo lento y reflexivo, aparecen con asiduidad pequeños rastros de humor, fruto, no cabe duda, del optimismo y la esperanza en el futuro del autor.

El humor critica la superioridad de los ricos; refleja la objetividad de la que tratan de hacer gala algunos personajes humildes, como doña Rosa o Manolo el gitano, cuando hablan de sí mismos en tercera persona. Humor contrastivo entre la flema del director del periódico y la ansiedad del novato, que marca los cambios entre madurez y juventud. Humor para poner de relieve la escasez de medios con que cuenta el periódico. Humor negro que, dados los acontecimientos, raya en el absurdo «En el periódico respondía el contestador automático. Firmino dejó un mensaje para el director. —Soy Firmino, la testa del decapitado ha sido repescada en el río por un pescador de cadáveres. La he fotografiado…».

La resignación de los pobres ante la falta de comodidades y de cultura es uno de los temas que engloba este existencialismo. El racismo, las artimañas policiales y la tortura unidos al poder y a la religión están también presentes, «el concepto es básicamente el mismo: yo no soy responsable […] me lo ha ordenado mi capitán […] me lo ha ordenado mi general; o bien el estado. O bien Dios».

Temas distintos, con mayor o menor grado de profundidad, quedan tratados en La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, desde el desajuste inmobiliario de finales del siglo XX hasta los sueños y el paso del tiempo, desde la búsqueda del bienestar material hasta la búsqueda de la identidad humana. Porque lo que Antonio Tabucchi deja claro es la universalidad de la literatura: «en literatura todo está relacionado con todo».

domingo, 16 de febrero de 2025

ANIMALES DIFÍCILES

Siempre es reconfortante leer a Rosa Montero; su imaginación va más allá de la realidad que encontramos en páginas de ciencia ficción incluso, como es el caso de su última novela, la última (por ahora) de la saga de Bruna Husky, Animales difíciles.

Bruna es una androide re-reprogramada. Primero la hicieron como rep de combate, alta, fuerte, poderosa… pero su ingeniero le introdujo su memoria humana por lo que Bruna estaba dotada de unos sentimientos que, todo hay que decirlo, no tienen todos los hombres.

Por causas de su trabajo, a punto de morir, es salvada por el inspector Lizard in extremis.

Ahora, en Animales difíciles, aparece reconstruida de nuevo como rep de cálculo. Su cuerpo no es el que era, pequeño, sin fuerzas, casi invisible para los demás. Tampoco su cerebro, capaz de investigar lo que sea, resolver mentalmente cualquier problema matemático, geométrico o físico y recordar en momentos clave hechos definitivos para la humanidad, ocurridos tiempo atrás, miles de años incluso. Husky lo recuerda todo y nos lo recuerda, porque no es bueno vivir con pretensiones de progreso o poder cuando se ataca sin piedad a los más vulnerables, a los que no tienen nada. Porque las limpiezas étnicas no han traído más que sufrimiento y, además, no han dado resultado, aunque insistamos.

En la época de Husky hay una Zona Cero donde se hacinan los humanos de categoría inferior, sin apenas oxígeno para vivir. En la nuestra encontramos demasiadas zonas cero, donde los habitantes menos afortunados mueren sin que los privilegiados resolvamos con efectividad esta situación «Gabi era la niña rusa de la Zona Cero que Husky había rescatado sin querer en una frontera con los territorios contaminados».

Bruna tiene presente más que nunca la memoria histórica. Y como su memoria no deja de funcionar, recuerda su cuerpo anterior, su fuerza, su capacidad de reacción inmediata… y se enfurece con esta Bruna débil que tiene miedo, es insegura y puede ser derrotada con facilidad. La memoria de Rosa Montero y su imaginación y sus señas de identidad y ese temor constante a la muerte que ve tan cercana están en Bruna Husky. Es como si en Animales difíciles, Rosa le hubiera insuflado una parte de sí misma a su protagonista.

También la ha dotado con su capacidad de amar; estoy convencida, por lo que leo de Rosa Montero, de que el amor hacia todo preside su vida, hacia animales, personas, naturaleza… Hablar de Rosa es hablar de amor por la vida y rechazo a las injusticias y a las manifestaciones soberbias de poder.

Desde que leí Historia del rey transparente he intuido a la autora en sus novelas. En esta más que nunca, puede que porque, a pesar de ser ciencia ficción, es la más realista de las que ha escrito. Cuando en 2011 escribió la primera novela de esta saga, Lágrimas en la lluvia ya advirtió de que aunque era ciencia ficción, también se trataba de su novela más realista y política; siguió la línea con El peso del corazón y Los tiempos del odio. Las imágenes de Animales difíciles podrían ocupar las pantallas de un informativo actual.

La autora no se reprime. En el argumento hay un presidente de los EUT, Dong, que en realidad solo se mueve para fortalecer a empresas que le aportarán el control total del universo, que solo les interesa a él y a quienes como él quieren ostentar el poder aunque sea de pequeñas porciones del pastel, «irregularidades laborales, denuncias del trato de favor fiscal y legal que la empresa recibe en todo el mundo, falta de transparencia en sus movimientos […] es una megaempresa terrible, manda más que el gobierno de los EUT, ella es quien pone y quita presidentes, Dong es su esclavo y Ortiz, la esclava de Dong».

Montero está exponiendo una sociedad de 2111 y resulta que la vivimos casi exacta en 2025. Hoy triunfa quien más dinero tiene, la cultura es lo de menos (tenemos políticos que no han estudiado, apenas han trabajado, pero envenenan las conciencias asegurando que solo vale lo que ellos dicen, haciendo creer a las masas que son los elegidos, por lo que deben desprenderse de los que se diferencian en la piel, religión o estatus económico). Es necesario estar ante una sociedad crédula que no razona, para manejarla. Una sociedad que se contente con ser joven; es muy fácil asociar juventud, belleza y bondad «casi nadie, excepto los muy pobres o unos pocos frikis como Yiannis, dejaba que su cuerpo envejeciera tanto sin aplicarle remedios estéticos»

La autora advierte de que en la historia puede triunfar el mal pero es momentáneo, todo se ajusta tarde o temprano porque no puede triunfar el dinero de manera permanente si la gran mayoría no lo tiene.

Rosa Montero remueve conciencias en Animales difíciles, también otros escritores, otros artistas (la entrega de los Premios Goya es una muestra)… el problema es que quienes «eligen esa forma de suicidio que es la ignorancia» no leen, viven aferrados a los bulos que lanzan por las redes sociales «grupos radicales para crear conflictos sociales de los que puedan beneficiarse»; viven adorando a personas que ofrecen imposibles para el bienestar común: «La presidenta […] aprobar un decreto ley que permitiría que todos los ciudadanos de la región española pudieran convertirse en Kéfalos, si ese era su deseo […] nuestro gobierno siempre luchará por la libertad —peroró, enardecida. Y luego pestañeó con coqueta complacencia».

En fin, esto lo estamos viendo y no hemos llegado al siglo XXII ¿A nadie más le da miedo?

Pero afortunadamente Rosa Montero recibió en 2017 el Premio Nacional de las Letras, por su trayectoria literaria y periodística comprometidas y sobre todo esperanzadoras. Por eso en Animales difíciles Husky, acompañada de sus fieles Paul Lizard, Bartolo y el inolvidable archivero Yiannis, abren una puerta a la ilusión y al optimismo, una puerta que nos permitirá vivir en paz. Solo cuando se consiga, podremos ver la muerte como parte de un proceso natural «Es posible que haya perdido el miedo a morir».

En fin, no sé vosotros, yo le daría el Nobel de la Paz a Rosa Montero.

sábado, 8 de febrero de 2025

EL GATO QUE CUIDABA LAS BIBLIOTECAS

No he leído mucha literatura japonesa, pero los libros, que de una forma u otra han llegado a mí, no me han decepcionado. En este caso creo que le falta algo para ser una fábula redonda, puede que sea demasiado largo para este tipo de relatos. Es cierto que, para mí, que llevaba unas expectativas muy altas, ha supuesto una pequeña decepción, sobre todo por Tora, el gato protagonista de El gato que cuidaba las bibliotecas, que en realidad no tiene características de gato ni se mueve como tal. Tampoco es el personaje principal de la acción; le cede el estrellato a Nanami.

Así que aunque Tora habla y razona como una persona y es quien sabe el verdadero problema de la historia, no es el héroe.

Por el contrario, Nanami es una adolescente que, a causa de su asma y de vivir solo con su padre, está excesivamente limitada en sus movimientos. El padre de Nanami trabaja casi todo el día para que ella pueda estudiar en una prestigiosa universidad y se labre un buen futuro en la sociedad.

El autor, Sosuke Natsukawa, no profundiza demasiado en este aspecto, pero intuimos que la sociedad japonesa es más despiadada que la nuestra con todos los que no tienen un título universitario. Sin embargo, esta acción tiene su consecuencia y es que Nanami pasa mucho tiempo sola desde que murió su madre, a pesar de Itsuka, su mejor amiga que, prácticamente no es relevante para la historia. Sabemos que se quieren y se tienen confianza, pero no por lo que hacen entre ellas sino porque lo dice el narrador omnisciente. La soledad de Nanami, rodeada de historias, hará que su imaginación se desborde y le despierte las ganas de empezar a explorar nuevos espacios reales. Nanami pone remedio a sus limitaciones pero, en general, echo en falta algo de profundidad en los personajes y los mensajes que transmiten.

La prosa de Natsukawa nos envuelve en un ambiente nostálgico en donde recordamos obras de todos los tiempos, clásicos de aventuras que llaman a imitar las acciones heroicas de los protagonistas de El viejo y el mar, Huckleberry Finn o la saga de Arsenio Lupin. Protagonistas masculinos que han sido capaces de vencer dificultades y conseguir sus deseos.

Por el contrario, Nanami es una chica y no ha de demostrar fuerza física o atrevimiento con ninguna actividad peligrosa. Ella se da cuenta de que los libros desaparecen de la biblioteca. Un día se le aparece Tora, un gato que le dice lo que debe hacer para recuperarlos «—…es la honestidad lo que va a permitirte recuperar los libros y salir ilesa de este laberinto por el que vamos internándonos […] no dejarte tentar por la mentira».

A partir de ahí, un pasillo luminoso los lleva a un mundo imaginario poblado por «los “hombres grises”. Todos los demás son iguales». El viaje de Nanami es una metáfora de su imaginación, donde se dará cuenta del problema que surgiría en el mundo real si los hombres se vieran privados de esta facultad.

Nanami deberá ir a un castillo imaginario y pasar por las salas del general, del canciller y del rey, en distintas aventuras, para salvar los libros robados.

¿Qué haríamos ante un desastre como este? En El gato que cuidaba las bibliotecas encontramos la respuesta: Un mundo sin literatura sería un mundo triste, gris, porque la realidad es cruel, el paso del tiempo no perdona, todo lo va destruyendo, solo quedan las enseñanzas de los libros, de aquellos que han pasado por situaciones similares o peores, las enseñanzas de nuestros héroes que nos permiten mejorar en cada momento y comprender a los demás «Antes de atravesar la puerta, medio derruida, se detuvo y se volvió para echar un vistazo a sus espaldas, a los libros que habían iluminado su camino».

La lectura es beneficiosa porque nos acerca otras formas de vida, otros colores diferentes a los nuestros, a los que no hay que temer. El hombre tiene una característica común: es egoísta y ambicioso, por eso trabaja para conseguir lo que quiere pero, nunca es bastante y el deseo puede provocar que perjudique a los demás si eso le facilita sus pretensiones. La sociedad se va deteriorando. La lectura es importante, nos hace reflexionar sobre la felicidad y la alegría y dónde encontrarlas.


El rey parecía disfrutar del espectáculo […]

—Al tiempo que yo gano fuerza, el mundo se hace más próspero […] solo en apariencia, porque yo venceré y reinaré. Contemplad el pasaje desolado […] Ese es el mundo en el que la fuerza de los libros se extingue.

El egoísmo de las personas va desapareciendo con la lectura y la cultura que nos aporta.

La falta de lectura solo trae embrutecimiento.

Las personas que aspiran exclusivamente al poder «son manifestaciones particulares de un amplio problema de la naturaleza humana. Para ellos tú representas a quien no encaja en sus esquemas».

Tora se convierte en la voz del autor para advertir de las dificultades a las que se enfrentan los poderosos que quieren manipular a la sociedad. El inconveniente son las personas que leen y están acostumbradas a razonar, que no creen cualquier mentira que se les diga para embaucarlas.

No cabe duda de que El gato que cuidaba las bibliotecas es una lectura totalmente actual que retrata, lamentablemente, algo que ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos ¿Cuándo nos daremos cuenta de que la solución está en las humanidades? La ciencia nos hace evolucionar, ser lo que somos y la literatura nos hace entender por qué somos así; la literatura es la causa de lo que somos. Creo que Natsukawa nos lo transmite con este cuento fabulado.

sábado, 1 de febrero de 2025

MARIANELA

De vez en cuando me gusta volver a los clásicos. Sé que debería hacerlo más a menudo pero no siempre hacemos lo que debemos. En esta ocasión he retomado el realismo, época por la que he sentido predilección desde mi etapa de estudiante. Y he elegido una novela corta de uno de los más grandes de todos los tiempos.

Marianela es una novela patética, en su sentido más etimológico. La tragedia está presente desde el principio en la propia naturaleza, que se cierne sobre el pueblo amenazándolo; en la desgracia de Marianela desde que nació; en la familia Centeno, que no ha conocido otra actividad que el trabajo en la mina y eso le impide llevar una vida más cómoda; en el nacimiento de Pablo que aun teniendo dinero se considera, por su ceguera, una minusválido que no podrá trabajar y que solo causará pena en las mujeres; en el dolor de su padre, el señor de Penáguilas, porque teme que el dinero que posee no baste para «hacer disfrutar a su hijo único las delicias honradas de la buena posición […] Callaron todos, hondamente impresionados por la relación patética y sencilla del bondadoso padre».

La tragedia de Marianela tiene mucho que ver con ese lugar de nuestro cerebro donde reside la belleza de la imaginación. Así lo intuye el doctor Golfín cuando oye cantar a Nela y queda prendado de su voz, «Creeríase que sale de las profundidades de la sierra […] y toda la chusma emparentada con la loca de la casa». El mismo Galdós escribiría después, en 1892, La loca de la casa, una novela que pasó luego a teatro, referida a Victoria de Moncada y sus ideales como mujer. También da título a una obra de Rosa Montero en la que, en 2003, da rienda suelta a su interior en una mezcla de ensayo, autobiografía y novela.

Marianela participa de esta locura en la que están instalados Pablo y Marianela, ambos incapacitados para una sociedad en la que no ajustarse a lo considerado “normal” era un problema de independencia para subsistir. Pablo, a pesar de tener dinero no podrá valerse por sí mismo ni hacer feliz a nadie, sin despertar pena por ser ciego de nacimiento. Nela, huérfana, sin familia, sin nadie, no podrá desenvolverse sola por su apariencia desagradable y deforme, una chica que, por un accidente de pequeña, queda marcada por la fealdad física. Pero, desde que es lazarilla de Pablo. Nela es feliz; se siente querida, útil, valorada…, y se enamora de él, que tantas bellezas le dice. También Pablo se enamora de ella por su voz, su alegría, su destreza al describirle el mundo… Ambos viven en una realidad que han forjado en su imaginación. En esa realidad se prometen amor, «-…serás mi esposa querida…, serás la vida de mi vida, el recreo y el orgullo de mi alma […] -te quiero mucho, muchísimo […] Pero no te afanes por verme…».

Entre ellos y lo real se va a interponer el doctor Teodoro Golfín, eminente oftalmólogo, capaz de dar la vista a Pablo y, con ella, quitar las ilusiones a la pareja.

Creo que este es el asunto principal que Benito Pérez Galdós quiere tratar en la novela: Solo vemos la belleza externa, capaz de destruir cualquier otro tipo de don.

Marianela conserva cierto aire pedagógico, a Galdós le interesa tratar la educación como fenómeno sociocultural; que la sociedad se dé cuenta hasta qué punto es importante la cultura, saber por medio de diferentes ciencias para ir dejando de lado las supersticiones arraigadas, sobre todo en una Iglesia clasista alimentada básicamente por aquellos que ostentan el dinero y la posición social. La relación directa maestro–alumno es importante. Teodoro Golfín se ha dado cuenta de que lo que le falta a Marianela es una recta instrucción para poder desarrollar sus capacidades —que él intuye muchas— «tiene su alma aptitud maravillosa para todo aquello que del alma depende; pero al mismo tiempo está llena de supersticiones groseras; sus ideas religiosas son vagas, monstruosas, equivocadas […] no posee más educación que la que ella se ha dado».

Duro ataque a una sociedad a la que costaba trabajo avanzar, «»que no sabe ser caritativa, sino bailando, toreando y jugando a la lotería, una sociedad anticuada, primitiva, que pensaba que los errores cometidos con una persona pueden ser compensados con promesas en vida u oraciones y oropeles tras la muerte «yo he prometido (a la virgen) que si da vista a mi primo, he de recoger al más pobre que encuentre […] Ya he escogido a mi pobre, María, mi pobre eres tú». Pero Galdós no ceja en su denuncia, por lo que no duda en estampar la verdad, no ya como personaje, como narrador omnisciente que, desde el principio, ha relatado el caso: «los dignos reporteros habían visto visiones. Averiguada la verdad, de ella resultó este libro».

Además de la dura crítica, los lectores nos enamoramos de Nela, tal es el cariño con el que fue creada. La vagabunda, la deforme, la enana, el trasto, María, Marianela, Nela, la huérfana… no tiene un nombre real durante toda la historia; da igual, porque ella no cuenta, es como si no tuviera sentimientos y pudiera ser vapuleada y debiera estar agradecida por cualquier gesto recibido, aunque fuera menor que el que se le daría a un animal, «vio las cestas que a la huérfana servían de cama».

Y es en el estilo, además, donde Pérez Galdós se consagra como uno de los maestros universales. Las descripciones llevan incluidas a veces enumeraciones descendentes, con lo que agranda el cariño que siente por el personaje «se vino corriendo hacia ellos una muchacha, una niña, una chicuela de ligerísimos pies y menguada estatura». En ocasiones las enumeraciones son acumuladas anáforas que agrandan el sentimiento de amor hacia la belleza física o hacia la naturaleza. Otras veces el narrador hace uso de sus conocimientos para demostrar que la religión ha tenido en cuenta la belleza física como retrato del alma, tal como lo prueban las imágenes de la Virgen, «La Humanidad ha visto esta sacra persona con distintos ojos, ora con los de Alberto Durero, ora con los de Rafael Sancio, o bien con los de Van–Dyck y Bartolomé Murillo…».

No solo las descripciones son cultas, el lenguaje técnico es minucioso, tanto para hablar de las minas como para exponer los pasos de la operación del ojo para dar la vista. Esto hace que la finalidad didáctica destaque. Asimismo encontramos la función referencial, clave en la narración; el lector está siempre presente, a él van dirigidos tanto los hechos novelados como las críticas sociales «¿merecerá capítulo aparte? Por si acaso se lo daremos», «penetremos en su pensamiento. Pero antes conviene hacer algo de historia». El narrador utiliza la primera persona del plural para dar su opinión y hacer al lector partícipe de ella «Sin querer hemos ido a parar a nuestra madre Eva, cuando tan lejos está la que dio triunfo a la serpiente de la que aplastó su cabeza».

El realismo narrativo se acrecienta con datos imprecisos, y con el lenguaje vulgar que usan los personajes analfabetos «retólicas», «conceitos».

Asimismo frente a la personificación de la ciencia o incluso de animales, que cobran importancia, se encuentra la cosificación del pueblo analfabeto, «que parecían el carbón humanado». Y si no queda bastante claro, Galdós no duda en emplear metáforas hirientes para quienes no han sido educados, «la familia navegaba ancha y holgadamente por el inmenso piélago de la estupidez».

No cabe duda de la dureza del espíritu del escritor canario; hoy nos sirve también su discurso, por lo que un rastro de pena se instala en nosotros. Menos mal que el humor inteligente nos hace sonreír al leer las ironías hacia las damas de la alta sociedad «descollaba la voz de Sofía como sacerdotisa a quien van a llevar al sacrificio» «—Mira tú, huerfanilla— añadió la Inmaculada (Florentina)», y hace que nuestro corazón se ensanche cuando vemos el cariño con que trata a las personas buenas y estudiosas «Llegose a él Choto y le dijo atropelladamente no sabemos qué […] Golfín, que sabía muchas lenguas, era poco fuerte en la canina y no hizo caso».

sábado, 25 de enero de 2025

PIEL DE CORDERO

Al terminar esta novela me viene a la mente la idea de que parece que la mujer vino al mundo con un único propósito: el conformismo; cualquier intento de rebelión supone un sufrimiento al que sin embargo, cada vez se enfrentan más mujeres.

Empezamos a leer en Piel de cordero el parto de Marina con el corazón encogido. Continuamos leyendo el nacimiento de Catalina sin apenas mover un solo músculo. Terminamos de leer el reencuentro de Elvira y Catalina con una ira que sube desde lo más profundo de nuestras entrañas haciendo que queramos gritar y terminar la novela cuanto antes para enterarnos de si cumple su promesa.

No se puede parar una vez que abrimos la última novela de Ledicia Costas porque nos sumergimos en la naturaleza mágica de una Galicia ancestral, que debe convivir con violencia, denuncias, miedo, tortura y muerte asociados a la Inquisición, en contra de las mujeres (que aunque parezca increíble la tuvimos en España hasta comienzos del siglo XIX).

La trama es envolvente; la autora es capaz de conectar dos épocas diferentes y dos espacios distintos en dos mujeres fuertes, conflictivas, a las que nos rendiremos desde el primer momento. Catalina y Lola son las protagonistas de las dos partes en las que se divide Piel de cordero. Ambas secciones comienzan con el sufrimiento de una mujer. Mujeres separadas por 200 años y unidas por la sangre y el dolor a los que se enfrentan solas; sin embargo las dos están rodeadas por otras que actuarán como tabla de salvación en sus vidas: Marina, Elvira, Angustias, Victoria, Ernes, Sole, Chelo, la madre…

Todas tienen un papel fundamental en el comportamiento y toma de decisiones de las protagonistas, Catalina y Lola. Catalina se ha criado en la aldea de Merlo, a finales del siglo XVIII, con su abuela Elvira, quien le enseña todo lo que sabe sobre plantas y conjuros y, a sus catorce años, llega a ser tan buena como su maestra. A partir de ahí Catalina se verá sola, al amparo de los espíritus de su abuela y su madre, Marina, a quien no conoció, como tampoco conocerá a Lola con la que conectará a través de su hija a principios del siglo XXI.

Piel de cordero es un libro de realidad brutal envuelta en un realismo mágico enternecedor.

La narrativa de Ledicia Costas es desgarradora y al mismo tiempo nos envuelve, nos sentimos parte de esa palabra. Las comparaciones imposibles del narrador se unen a letanías que constantemente se agrandan en el pensamiento de las protagonistas. Una y otra vez se obligan a pensar en personas e injurias; no pueden olvidarlas. Elvira y su nieta Catalina se lo repiten a menudo, no saben leer ni escribir; el lector es, con las repeticiones, consciente de la lista interminable de personas que las necesitaban y odiaban al mismo tiempo, «Eladio, el del ojo retorcido, putas de Satanás; los ministros de la Maldita Inquisición, una colección de agravios; […] Maruja nos dijo locas, no toquéis a mi hija con esas manos puercas […] María, que me dejé penetrar por un animal de carga…».

La vida en Merlo suponía un calvario para las que nacían con cierta sensibilidad, para las que dedicaban su vida a aprender el lenguaje de las plantas porque les estaba prohibida cualquier otra formación. Mujeres apartadas que veían comprometidas sus vidas en cualquier momento. Mujeres que conocían el ambiente avasallador del miedo al poder y al dolor. Mujeres que ayudaban a los demás a pesar de todo.

Los diálogos en esta primera parte, sin marca ninguna, se unen a las exposiciones de un narrador en tercera persona para acrecentar la congoja del lector, inmerso desde el primer momento en ese entorno caótico «…un letrero escrito por un vecino a quien había curado un prurito […] porque era asiduo a la casa de las putas pero, por favor, que esto no llegue a oídos de mi mujer…».

Las comparaciones son constantes. A veces encadenan plantas, animales y humanos de manera tan efectiva que lo vemos todo como una misma naturaleza; la mujer es parte de ella, desde que nace hasta su fin «…como el humus que se conformaba en el bosque, como el canto de las cigarras […] como el instinto de tronzarles el pescuezo […] Entiérrame junto a tu madre […] Planta otro tejo junto al que hay y visítame cuando sientas que necesitas estar cerca de mí».

Las leyendas conviven con una realidad supersticiosa, fruto del miedo y la ignorancia, fruto de la desesperación, porque la creencia en las brujas (o su existencia) llega hasta hoy

—Pues yo te digo que había un cura que la ayudaba…

—Ahora dime que también has ido a esa bruja […]

—Me llevó mamá

En esta novela adictiva hay varios temas que hacen que pensemos en esos niños, no solos los de antaño, privados de infancia, que solo conocen realizar tareas para las que no están preparados o se disponen a realizarlas privándose de la inocencia que debe presidir la niñez.

El tema de la menstruación ha sido tabú hasta no hace mucho. Aun hoy se dan embarazos no deseados por falta de información, por ver un proceso natural como un estigma que hay que sobrellevar en silencio, «no debía quedar en la tela ni rastro del pecado».

El determinismo femenino va desapareciendo; desgraciadamente no en todos los ambientes; todavía hay lugares en los que nacer mujer es una desgracia, «no te librarás de esta sentencia por mucho que pienses que tu vida va a ser diferente a las de tus antecesoras».

El sistema patriarcal que ha reinado siempre ha conseguido anular a la mujer, que se crea o se muestre invisible aun siendo la base fundamental de la sociedad «De quién había que proteger al pueblo en realidad. ¿De las mujeres? […] de las barbaridades que había cometido en el pasado la Santa Inquisición en el nombre de Dios […] Ya no quemaban brujas en las hogueras pero tenían el beneplácito para continuar con las torturas». Todavía hoy la mujer es torturada en algunos lugares en nombre de la religión o bajo el silencio vergonzoso de los estados.

La poesía resalta en tanta inclemencia. Catalina es la bruja de los insectos, rodeada de ellos fortalece su invisibilidad y su poder de transformación. La niña es débil pero puede ser poderosa gracias a su energía constante, la necesita para sobrevivir; se aferra a los insectos para que la ayuden y huye de la Iglesia. Ella, como los insectos en la Biblia, será vista como una plaga abominable que hay que exterminar. Los insectos que protegen a Catalina son la metáfora de su propia fuerza, que irá creciendo conforme sepa más «A medida que cogía soltura leyendo y escribiendo, Catalina se sentía más poderosa». Así pasamos a la importancia de la escritura y la lectura, al placer que se obtiene de ellas. También Lola estará relacionada con el saber, es bibliotecaria, «Soy una privilegiada». A pesar de sentirse bien en su trabajo es consciente de la desigualdad laboral por ser mujer, otro tema aún sin resolver en nuestra sociedad «—…Acaba de contratar a un tío recién licenciado con mejor sueldo que yo. Ya van cuatro». La autora denuncia, a través de Lola, la injusticia salarial que se da en algunas empresas privadas y el caos de algunos hospitales públicos que no tienen más remedio que abandonar casos graves por falta de medios, de personal o de espacio.

Por unas u otras circunstancias el tema de la soledad de la mujer estará presente en la novela, porque es una soledad que está dentro de nosotras y nos reviste de pena «A veces agradeces estar lejos de esa casa envenenada de recuerdos y otras necesitas tu cama, tu manta, eso que para ti es hogar».

sábado, 18 de enero de 2025

SIN HOGAR NI LUGAR

Sin hogar ni lugar forma parte de un trío de novelas referidas a Louis Kehlweiler, apodado el Alemán. Por algo que se me escapa (no he leído las dos anteriores) dejó la policía pero ahora, que se dedica a traducir a Bischmark, sus contactos anteriores le son imprescindibles para buscar pistas cuando lleva un caso entre manos. Como el de Clément Vauquer al que busca la policía porque fue visto durante días rondar dos casas de mujeres jóvenes a las que supuestamente asesinó tras entregarles una maceta donde dejó sus huellas. Clément le pide ayuda a la exprostituta Marthe y ella lo cree, fue su protegido de niño durante cinco años, cuando todos se burlaban de él y lo acosaban.

Marthe pide al Alemán que encuentre la verdad y él lo cobija en una casona ocupada por un viejo policía —Marc Vandoosler— y tres historiadores: Lucien, estudioso y profesor de historia contemporánea; el medievalista y sobrino de Marc, Marcus Vandoosler y el prehistoriador Mathias. Allí dejarán a Clément hasta encontrar al verdadero asesino. Pero a Louis no se le escapa que todo apunta al protegido de Marthe. Aun así es capaz de sacar informes a antiguos compañeros para enterarse de cómo va la investigación «—… quiero saber lo que piensa la policía de estos dos asesinatos […] Puede que ya hayan hecho el retrato robot. Me gustaría verlo».

De esta forma, sin que la policía sea consciente, se despliega en París una batida de búsqueda formada por Marthe y las prostitutas, con una labor muy concreta, Louis y los evangelistas, que luego resultarán claves para desvelar el final y la policía de París, que será fundamental con sus pesquisas y la maquinaria que pone en marcha cuando lo cree necesario.

Lo mejor de la novela es el enredo que va surgiendo a partir de los dos primeros asesinatos, «Era perfectamente posible matarse en el Loira, incluso en estiaje. Pero no lo era menos ahogar a alguien». Van saliendo casos ocurridos en otra ciudad, en otra época e incluso en la actual, cuando Vauquer está bajo la custodia de los evangelistas; algo que por un lado deja a Clément como un héroe y por otro, sigue siendo sospechoso.

Los lectores no sabemos qué pensar ni de quién dudar porque poco a poco aparecen personajes que podrían, o no, ser culpables «La hostia puta. Otra mujer. Louis calculó rápidamente. Había muerto entre las once y media y la una y media… Habían dejado al Podadera en el cementerio hacia las doce menos cuarto […] En cuanto a Clément […] había salido durante dos horas».

Pero Fred Vargas no está dispuesta a dar paso a la evidencia. Cada vez más, los personajes van demostrando aptitudes, actitudes y actividades que podrían señalarlos como culpables. Todos, antes o después están en la lista: el evangelista Lucien porque parece que quiere que apresen cuanto antes a Clément, la vieja Marthe, que actúa como la sombra de su “muñeco”, el jardinero del cementerio, el Podadera, al que Clément aseguró ver en una violación nueve años atrás, el padrastro del exdirector del colegio donde empezaron los asesinatos, un viejo raro, machista, que se recrea e inmortaliza a las víctimas… En fin, llega un momento, que durará hasta el final, que no sabemos quién será el o los asesinos «Si supiéramos comprenderlas […] Es la impronta del asesino, su marca de fábrica, su rostro inevitable. Su firma, de alguna manera».

Pues sí, Fred Vargas es una maestra de la novela negra y deja alguna pista de quién puede ser, pero no nos damos cuenta hasta que no hemos leído Sin hogar ni lugar. Entonces puede que pensemos que el final es un tanto endeble pero en realidad es una trama posible y entretenida.

El trato que da a los personajes es inmejorable; todos adoramos a Louis, con su punto de ironía, sin problemas para mentir a la policía o a quien haga falta si eso le hace saber lo que busca y obtener el favor que quiere «anoche me tomé la libertad de hacer unas cuantas llamadas al ministerio para hablar de ti. Me satisface ver que han dado resultado».

Casi todos los personajes son perfectamente reconocibles gracias a que cada uno tiene una peculiaridad: «Loisel arrastró los pies hasta el armario metálico. Producía un chirrido de patinaje en el linóleo». Las descripciones exageradas consiguen dibujar una sonrisa en el lector.

También la tensa situación que se da en casa de Vandoosler despierta nuestro sentido del humor. En general, Vargas trata con cariño a sus personajes, tanto si es para informarnos de su situación social actual como si es para que descubramos su personalidad a través de sus actos: si tus miserables chorradas de intelectual de mierda llevan al joven Clément a la cadena perpetua, te juro que te vas a comer un ejemplar de tu libro cada sábado […] Cuando el joven pasó delante de él, su corazón se aceleró, como si lo quisiera».

Los protagonistas sienten aprecio entre ellos, se nota y precisamente por eso la lectura es tan cómoda y atrayente. Son buena gente… aunque no todos.

Los lectores leemos con ganas las comparaciones irónicas con las que el narrador describe situaciones, «¡El comisario, flexible como un leño, no quería soltar su información!».

Las afirmaciones con las que se acusan unos a otros favorecen la lectura ágil y desenfadada por la imposibilidad que retratan, «… eres un cagueta compulsivo, Marc, y que habrías hecho un papel deplorable como soldado de trinchera».

Y es que los diálogos son originales, el humor que desprenden está oculto; a veces, algo perverso, pero siempre risueño; con esto consigue una prosa detallada y ágil al mismo tiempo. En las conversaciones encontramos oxímoros, contradicciones o ironías, por lo que nunca sabemos lo que piensan realmente unos de otros; no hay grandes golpes de efecto pero está claro que la atención del lector, y la tensión, no decae:

—…veo que planchas vestidos. ¿Hay una mujer en la casa o qué?

—¿Tan asombroso sería? —preguntó Lucien con arrogancia.

—No —contestó rápidamente Louis—. Pero… es por él, por Vauquer.

—Creía que era presuntamente inocente —dijo Lucien—. Así que no hay de qué preocuparse.

Son personajes logrados. Incluso los secundarios. Sigo encontrando en Fred Vargas el amor hacia los marginados, aunque en ocasiones no les falta ironía en los epítetos con los que son nombrados; encontramos al “Pastelero Valiente”, a quien conforme hablan con él pasan a nominar a lo largo de la trama como el “Pastelero Muy Medianamente Valiente”, el “Pastelero Cobarde” y el “Pastelero Miedica”.

Indudablemente el amor hacia los niños está en Marthe, que seguirá viendo a Clément como su muñeco, y el cariño hacia los animales lo ostenta, sobre todo, Louis, quien habla con su sapo Bufo cuando tiene que aclarar sus pensamientos «—Lárgate, Bufo— dijo Louis cogiéndolo con delicadeza. Estás sobrepasando tus derechos de anfibio».

Sin hogar ni lugar tiene un argumento perfecto y una trama adictiva en la que nunca dejas de señalar a los posibles asesinos. Las causas que llevan a cometer los crímenes son perfectamente realistas, aunque la historia sea fantástica —creo que son los personajes los que la dotan de imaginación—. Solo hay un punto feminista, o antifeminista, que rechina al final, justamente por tratarse de su autora, pero no me pongo tiquismiquis cuando he disfrutado tanto.