sábado, 22 de febrero de 2025

LA CABEZA PERDIDA DE DAMASCENO MONTEIRO

Esta es una  novela corta, que se lee rápido porque el argumento es muy interesante. Durante la lectura tenemos la impresión de que todo podía formar parte de la realidad y, al final, somos conscientes de que realidad y ficción no son tan diferentes. Antonio Tabucchi consiguió, después de escribir La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, que se reabriese el caso. Tuvo que ser un duro golpe para los poderes públicos del estado portugués de finales del siglo XX. Y, sin embargo, el suceso es tan actual que asusta; podría formar parte de la cotidianeidad de España, Europa, América… No avanzamos. La justicia no es la misma para los que tienen dinero o para los que no; para quienes, a pesar de los derechos conseguidos, piensan de forma distinta al juez que lleva el caso; para los que viven o no según las reglas de una normalidad que se va quedando obsoleta.

No conocía a Antonio Tabucchi, no había leído nada de él y es un referente de la literatura italiana del siglo XX. Leyendo esta novela nos damos cuenta de por qué recibió un Premio de periodismo en España y somos conscientes de su afán por mantener viva la memoria, no solo la histórica, también la personal. Es importante recordar de dónde venimos y cuáles son los verdaderos valores que tuvimos en la infancia, porque serán los que marquen nuestro comportamiento.

En La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, Manolo, el jefe de un clan gitano que vive a las afueras de Oporto, se encuentra una madrugada el cuerpo sin cabeza de un hombre. Él no puede denunciarlo en comisaría porque no lo van a creer, pero al Acontecimiento, un periódico de Lisboa, llega la noticia. El director envía a cubrir el caso a Firmino, con una dieta ajustada y la estancia pagada en la pensión de doña Rosa, una mujer que apenas sale a la calle pero está al corriente de todo lo que pasa en Oporto y conoce a todos los que pueden ayudar al periodista para esclarecer los hechos. Firmino se va encontrando con gente valiente que no tiene miedo a declarar. La cabeza es pescada en el río y el primero que tiene opción a fotografiarla, antes de llevarla a comisaría, es nuestro periodista. También encuentra al compañero del muerto, quien propicia la identificación del cadáver y explica quién, cuándo y por qué lo mataron.

Doña Rosa pone en contacto al plumilla del Acontecimiento con el mejor abogado de aquellos a los que la justicia no va a hacerles caso, Loton, apodado así por su parecido con el actor Charles Laughton, quien le va indicando a Firmino a quién debe entrevistar y cuándo publicar las entrevistas, de manera que a la hora del juicio todo el mundo haya podido saber lo ocurrido.

Tabucchi refleja en Loton la búsqueda de la identidad humana y la suya propia a través de la memoria. El abogado se siente diferente al resto de la mayoría: obeso, de familia adinerada, sin verdaderos amigos, es un estudioso de Pessoa y Borges. Loton, que es incapaz de vivir en plenitud a causa de su físico y su infancia desamparada, intenta que su naturaleza y experiencia sean el portavoz de los necesitados, de los marginados exentos de credibilidad social; imbuido de cierto determinismo existencialista, considera que la identidad humana se forma entre la realidad y la ficción, tomando los sueños y los recuerdos como partes de esa ficción que no es sino una alteración de lo que hemos vivido en realidad. Partiendo de esta premisa va desentrañando el posible acontecimiento y las causas. Los recuerdos no son lo que pasó sino retazos que la memoria evoca intercalando lo imaginado o soñado en lo vivido, «los sueños no se explican, no suceden en el mundo de lo formulable como quiere hacernos creer el doctor Freud, solo quería decirle que el tiempo puede empezar así, dentro de nuestros sueños».

La novela participa de una estética reflexiva y crítica porque a una fantástica literatura se unen otros géneros como el ensayístico y el periodístico. Las entrevistas que Firmino refleja en su periódico son un ejemplo de entereza, propia del periodismo contrastado y valiente y que empieza a echarse en falta.

El estilo es reflejo de la complejidad de la existencia. Leyendo a Tabucchi nos damos cuenta de que la vida hay que ordenarla continuamente porque nuestra realidad no es predecible, no hay un orden que nos ampara a todos, por lo que para seguir adelante debemos reordenar nuestro entorno y, sobre todo, nuestro propio espacio personal. Loton le hace ver a Firmino que el sentido de la vida está en nuestra constante reflexión: el tiempo y el espacio son irrelevantes, todo es ambiguo; ni siquiera podemos valorar la ausencia o la muerte por nosotros mismos sino por el reflejo que vemos en los otros. La novela expone que no se puede conocer la realidad porque siempre la vemos a través de filtros perceptuales de los otros o de los nuestros individuales. Por eso las descripciones son lentas y van cargadas de digresiones sobre el paso del tiempo, las diferentes expectativas y los cambios en la realidad, «pero él era viejo sólo en el alma y en la mente, en el cuerpo no, porque conservaba todavía su virilidad, solo que con su mujer su virilidad era inútil, porque ella era una mujer vieja».

Además de la injusticia que supone la impunidad de que se revisten los poderosos, Tabucchi destaca la bondad de los hombres rectos, que en muchos casos se confunde con ingenuidad; Doña Rosa es una maestra de ello, también el director del periódico, el amigo de Damasceno y, por supuesto nuestros protagonistas Firmino y Loton.

En esta certeza de injusticia y confusiones de realidad que marcan un estilo lento y reflexivo, aparecen con asiduidad pequeños rastros de humor, fruto, no cabe duda, del optimismo y la esperanza en el futuro del autor.

El humor critica la superioridad de los ricos; refleja la objetividad de la que tratan de hacer gala algunos personajes humildes, como doña Rosa o Manolo el gitano, cuando hablan de sí mismos en tercera persona. Humor contrastivo entre la flema del director del periódico y la ansiedad del novato, que marca los cambios entre madurez y juventud. Humor para poner de relieve la escasez de medios con que cuenta el periódico. Humor negro que, dados los acontecimientos, raya en el absurdo «En el periódico respondía el contestador automático. Firmino dejó un mensaje para el director. —Soy Firmino, la testa del decapitado ha sido repescada en el río por un pescador de cadáveres. La he fotografiado…».

La resignación de los pobres ante la falta de comodidades y de cultura es uno de los temas que engloba este existencialismo. El racismo, las artimañas policiales y la tortura unidos al poder y a la religión están también presentes, «el concepto es básicamente el mismo: yo no soy responsable […] me lo ha ordenado mi capitán […] me lo ha ordenado mi general; o bien el estado. O bien Dios».

Temas distintos, con mayor o menor grado de profundidad, quedan tratados en La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, desde el desajuste inmobiliario de finales del siglo XX hasta los sueños y el paso del tiempo, desde la búsqueda del bienestar material hasta la búsqueda de la identidad humana. Porque lo que Antonio Tabucchi deja claro es la universalidad de la literatura: «en literatura todo está relacionado con todo».

domingo, 16 de febrero de 2025

ANIMALES DIFÍCILES

Siempre es reconfortante leer a Rosa Montero; su imaginación va más allá de la realidad que encontramos en páginas de ciencia ficción incluso, como es el caso de su última novela, la última (por ahora) de la saga de Bruna Husky, Animales difíciles.

Bruna es una androide re-reprogramada. Primero la hicieron como rep de combate, alta, fuerte, poderosa… pero su ingeniero le introdujo su memoria humana por lo que Bruna estaba dotada de unos sentimientos que, todo hay que decirlo, no tienen todos los hombres.

Por causas de su trabajo, a punto de morir, es salvada por el inspector Lizard in extremis.

Ahora, en Animales difíciles, aparece reconstruida de nuevo como rep de cálculo. Su cuerpo no es el que era, pequeño, sin fuerzas, casi invisible para los demás. Tampoco su cerebro, capaz de investigar lo que sea, resolver mentalmente cualquier problema matemático, geométrico o físico y recordar en momentos clave hechos definitivos para la humanidad, ocurridos tiempo atrás, miles de años incluso. Husky lo recuerda todo y nos lo recuerda, porque no es bueno vivir con pretensiones de progreso o poder cuando se ataca sin piedad a los más vulnerables, a los que no tienen nada. Porque las limpiezas étnicas no han traído más que sufrimiento y, además, no han dado resultado, aunque insistamos.

En la época de Husky hay una Zona Cero donde se hacinan los humanos de categoría inferior, sin apenas oxígeno para vivir. En la nuestra encontramos demasiadas zonas cero, donde los habitantes menos afortunados mueren sin que los privilegiados resolvamos con efectividad esta situación «Gabi era la niña rusa de la Zona Cero que Husky había rescatado sin querer en una frontera con los territorios contaminados».

Bruna tiene presente más que nunca la memoria histórica. Y como su memoria no deja de funcionar, recuerda su cuerpo anterior, su fuerza, su capacidad de reacción inmediata… y se enfurece con esta Bruna débil que tiene miedo, es insegura y puede ser derrotada con facilidad. La memoria de Rosa Montero y su imaginación y sus señas de identidad y ese temor constante a la muerte que ve tan cercana están en Bruna Husky. Es como si en Animales difíciles, Rosa le hubiera insuflado una parte de sí misma a su protagonista.

También la ha dotado con su capacidad de amar; estoy convencida, por lo que leo de Rosa Montero, de que el amor hacia todo preside su vida, hacia animales, personas, naturaleza… Hablar de Rosa es hablar de amor por la vida y rechazo a las injusticias y a las manifestaciones soberbias de poder.

Desde que leí Historia del rey transparente he intuido a la autora en sus novelas. En esta más que nunca, puede que porque, a pesar de ser ciencia ficción, es la más realista de las que ha escrito. Cuando en 2011 escribió la primera novela de esta saga, Lágrimas en la lluvia ya advirtió de que aunque era ciencia ficción, también se trataba de su novela más realista y política; siguió la línea con El peso del corazón y Los tiempos del odio. Las imágenes de Animales difíciles podrían ocupar las pantallas de un informativo actual.

La autora no se reprime. En el argumento hay un presidente de los EUT, Dong, que en realidad solo se mueve para fortalecer a empresas que le aportarán el control total del universo, que solo les interesa a él y a quienes como él quieren ostentar el poder aunque sea de pequeñas porciones del pastel, «irregularidades laborales, denuncias del trato de favor fiscal y legal que la empresa recibe en todo el mundo, falta de transparencia en sus movimientos […] es una megaempresa terrible, manda más que el gobierno de los EUT, ella es quien pone y quita presidentes, Dong es su esclavo y Ortiz, la esclava de Dong».

Montero está exponiendo una sociedad de 2111 y resulta que la vivimos casi exacta en 2025. Hoy triunfa quien más dinero tiene, la cultura es lo de menos (tenemos políticos que no han estudiado, apenas han trabajado, pero envenenan las conciencias asegurando que solo vale lo que ellos dicen, haciendo creer a las masas que son los elegidos, por lo que deben desprenderse de los que se diferencian en la piel, religión o estatus económico). Es necesario estar ante una sociedad crédula que no razona, para manejarla. Una sociedad que se contente con ser joven; es muy fácil asociar juventud, belleza y bondad «casi nadie, excepto los muy pobres o unos pocos frikis como Yiannis, dejaba que su cuerpo envejeciera tanto sin aplicarle remedios estéticos»

La autora advierte de que en la historia puede triunfar el mal pero es momentáneo, todo se ajusta tarde o temprano porque no puede triunfar el dinero de manera permanente si la gran mayoría no lo tiene.

Rosa Montero remueve conciencias en Animales difíciles, también otros escritores, otros artistas (la entrega de los Premios Goya es una muestra)… el problema es que quienes «eligen esa forma de suicidio que es la ignorancia» no leen, viven aferrados a los bulos que lanzan por las redes sociales «grupos radicales para crear conflictos sociales de los que puedan beneficiarse»; viven adorando a personas que ofrecen imposibles para el bienestar común: «La presidenta […] aprobar un decreto ley que permitiría que todos los ciudadanos de la región española pudieran convertirse en Kéfalos, si ese era su deseo […] nuestro gobierno siempre luchará por la libertad —peroró, enardecida. Y luego pestañeó con coqueta complacencia».

En fin, esto lo estamos viendo y no hemos llegado al siglo XXII ¿A nadie más le da miedo?

Pero afortunadamente Rosa Montero recibió en 2017 el Premio Nacional de las Letras, por su trayectoria literaria y periodística comprometidas y sobre todo esperanzadoras. Por eso en Animales difíciles Husky, acompañada de sus fieles Paul Lizard, Bartolo y el inolvidable archivero Yiannis, abren una puerta a la ilusión y al optimismo, una puerta que nos permitirá vivir en paz. Solo cuando se consiga, podremos ver la muerte como parte de un proceso natural «Es posible que haya perdido el miedo a morir».

En fin, no sé vosotros, yo le daría el Nobel de la Paz a Rosa Montero.

sábado, 8 de febrero de 2025

EL GATO QUE CUIDABA LAS BIBLIOTECAS

No he leído mucha literatura japonesa, pero los libros, que de una forma u otra han llegado a mí, no me han decepcionado. En este caso creo que le falta algo para ser una fábula redonda, puede que sea demasiado largo para este tipo de relatos. Es cierto que, para mí, que llevaba unas expectativas muy altas, ha supuesto una pequeña decepción, sobre todo por Tora, el gato protagonista de El gato que cuidaba las bibliotecas, que en realidad no tiene características de gato ni se mueve como tal. Tampoco es el personaje principal de la acción; le cede el estrellato a Nanami.

Así que aunque Tora habla y razona como una persona y es quien sabe el verdadero problema de la historia, no es el héroe.

Por el contrario, Nanami es una adolescente que, a causa de su asma y de vivir solo con su padre, está excesivamente limitada en sus movimientos. El padre de Nanami trabaja casi todo el día para que ella pueda estudiar en una prestigiosa universidad y se labre un buen futuro en la sociedad.

El autor, Sosuke Natsukawa, no profundiza demasiado en este aspecto, pero intuimos que la sociedad japonesa es más despiadada que la nuestra con todos los que no tienen un título universitario. Sin embargo, esta acción tiene su consecuencia y es que Nanami pasa mucho tiempo sola desde que murió su madre, a pesar de Itsuka, su mejor amiga que, prácticamente no es relevante para la historia. Sabemos que se quieren y se tienen confianza, pero no por lo que hacen entre ellas sino porque lo dice el narrador omnisciente. La soledad de Nanami, rodeada de historias, hará que su imaginación se desborde y le despierte las ganas de empezar a explorar nuevos espacios reales. Nanami pone remedio a sus limitaciones pero, en general, echo en falta algo de profundidad en los personajes y los mensajes que transmiten.

La prosa de Natsukawa nos envuelve en un ambiente nostálgico en donde recordamos obras de todos los tiempos, clásicos de aventuras que llaman a imitar las acciones heroicas de los protagonistas de El viejo y el mar, Huckleberry Finn o la saga de Arsenio Lupin. Protagonistas masculinos que han sido capaces de vencer dificultades y conseguir sus deseos.

Por el contrario, Nanami es una chica y no ha de demostrar fuerza física o atrevimiento con ninguna actividad peligrosa. Ella se da cuenta de que los libros desaparecen de la biblioteca. Un día se le aparece Tora, un gato que le dice lo que debe hacer para recuperarlos «—…es la honestidad lo que va a permitirte recuperar los libros y salir ilesa de este laberinto por el que vamos internándonos […] no dejarte tentar por la mentira».

A partir de ahí, un pasillo luminoso los lleva a un mundo imaginario poblado por «los “hombres grises”. Todos los demás son iguales». El viaje de Nanami es una metáfora de su imaginación, donde se dará cuenta del problema que surgiría en el mundo real si los hombres se vieran privados de esta facultad.

Nanami deberá ir a un castillo imaginario y pasar por las salas del general, del canciller y del rey, en distintas aventuras, para salvar los libros robados.

¿Qué haríamos ante un desastre como este? En El gato que cuidaba las bibliotecas encontramos la respuesta: Un mundo sin literatura sería un mundo triste, gris, porque la realidad es cruel, el paso del tiempo no perdona, todo lo va destruyendo, solo quedan las enseñanzas de los libros, de aquellos que han pasado por situaciones similares o peores, las enseñanzas de nuestros héroes que nos permiten mejorar en cada momento y comprender a los demás «Antes de atravesar la puerta, medio derruida, se detuvo y se volvió para echar un vistazo a sus espaldas, a los libros que habían iluminado su camino».

La lectura es beneficiosa porque nos acerca otras formas de vida, otros colores diferentes a los nuestros, a los que no hay que temer. El hombre tiene una característica común: es egoísta y ambicioso, por eso trabaja para conseguir lo que quiere pero, nunca es bastante y el deseo puede provocar que perjudique a los demás si eso le facilita sus pretensiones. La sociedad se va deteriorando. La lectura es importante, nos hace reflexionar sobre la felicidad y la alegría y dónde encontrarlas.


El rey parecía disfrutar del espectáculo […]

—Al tiempo que yo gano fuerza, el mundo se hace más próspero […] solo en apariencia, porque yo venceré y reinaré. Contemplad el pasaje desolado […] Ese es el mundo en el que la fuerza de los libros se extingue.

El egoísmo de las personas va desapareciendo con la lectura y la cultura que nos aporta.

La falta de lectura solo trae embrutecimiento.

Las personas que aspiran exclusivamente al poder «son manifestaciones particulares de un amplio problema de la naturaleza humana. Para ellos tú representas a quien no encaja en sus esquemas».

Tora se convierte en la voz del autor para advertir de las dificultades a las que se enfrentan los poderosos que quieren manipular a la sociedad. El inconveniente son las personas que leen y están acostumbradas a razonar, que no creen cualquier mentira que se les diga para embaucarlas.

No cabe duda de que El gato que cuidaba las bibliotecas es una lectura totalmente actual que retrata, lamentablemente, algo que ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos ¿Cuándo nos daremos cuenta de que la solución está en las humanidades? La ciencia nos hace evolucionar, ser lo que somos y la literatura nos hace entender por qué somos así; la literatura es la causa de lo que somos. Creo que Natsukawa nos lo transmite con este cuento fabulado.

sábado, 1 de febrero de 2025

MARIANELA

De vez en cuando me gusta volver a los clásicos. Sé que debería hacerlo más a menudo pero no siempre hacemos lo que debemos. En esta ocasión he retomado el realismo, época por la que he sentido predilección desde mi etapa de estudiante. Y he elegido una novela corta de uno de los más grandes de todos los tiempos.

Marianela es una novela patética, en su sentido más etimológico. La tragedia está presente desde el principio en la propia naturaleza, que se cierne sobre el pueblo amenazándolo; en la desgracia de Marianela desde que nació; en la familia Centeno, que no ha conocido otra actividad que el trabajo en la mina y eso le impide llevar una vida más cómoda; en el nacimiento de Pablo que aun teniendo dinero se considera, por su ceguera, una minusválido que no podrá trabajar y que solo causará pena en las mujeres; en el dolor de su padre, el señor de Penáguilas, porque teme que el dinero que posee no baste para «hacer disfrutar a su hijo único las delicias honradas de la buena posición […] Callaron todos, hondamente impresionados por la relación patética y sencilla del bondadoso padre».

La tragedia de Marianela tiene mucho que ver con ese lugar de nuestro cerebro donde reside la belleza de la imaginación. Así lo intuye el doctor Golfín cuando oye cantar a Nela y queda prendado de su voz, «Creeríase que sale de las profundidades de la sierra […] y toda la chusma emparentada con la loca de la casa». El mismo Galdós escribiría después, en 1892, La loca de la casa, una novela que pasó luego a teatro, referida a Victoria de Moncada y sus ideales como mujer. También da título a una obra de Rosa Montero en la que, en 2003, da rienda suelta a su interior en una mezcla de ensayo, autobiografía y novela.

Marianela participa de esta locura en la que están instalados Pablo y Marianela, ambos incapacitados para una sociedad en la que no ajustarse a lo considerado “normal” era un problema de independencia para subsistir. Pablo, a pesar de tener dinero no podrá valerse por sí mismo ni hacer feliz a nadie, sin despertar pena por ser ciego de nacimiento. Nela, huérfana, sin familia, sin nadie, no podrá desenvolverse sola por su apariencia desagradable y deforme, una chica que, por un accidente de pequeña, queda marcada por la fealdad física. Pero, desde que es lazarilla de Pablo. Nela es feliz; se siente querida, útil, valorada…, y se enamora de él, que tantas bellezas le dice. También Pablo se enamora de ella por su voz, su alegría, su destreza al describirle el mundo… Ambos viven en una realidad que han forjado en su imaginación. En esa realidad se prometen amor, «-…serás mi esposa querida…, serás la vida de mi vida, el recreo y el orgullo de mi alma […] -te quiero mucho, muchísimo […] Pero no te afanes por verme…».

Entre ellos y lo real se va a interponer el doctor Teodoro Golfín, eminente oftalmólogo, capaz de dar la vista a Pablo y, con ella, quitar las ilusiones a la pareja.

Creo que este es el asunto principal que Benito Pérez Galdós quiere tratar en la novela: Solo vemos la belleza externa, capaz de destruir cualquier otro tipo de don.

Marianela conserva cierto aire pedagógico, a Galdós le interesa tratar la educación como fenómeno sociocultural; que la sociedad se dé cuenta hasta qué punto es importante la cultura, saber por medio de diferentes ciencias para ir dejando de lado las supersticiones arraigadas, sobre todo en una Iglesia clasista alimentada básicamente por aquellos que ostentan el dinero y la posición social. La relación directa maestro–alumno es importante. Teodoro Golfín se ha dado cuenta de que lo que le falta a Marianela es una recta instrucción para poder desarrollar sus capacidades —que él intuye muchas— «tiene su alma aptitud maravillosa para todo aquello que del alma depende; pero al mismo tiempo está llena de supersticiones groseras; sus ideas religiosas son vagas, monstruosas, equivocadas […] no posee más educación que la que ella se ha dado».

Duro ataque a una sociedad a la que costaba trabajo avanzar, «»que no sabe ser caritativa, sino bailando, toreando y jugando a la lotería, una sociedad anticuada, primitiva, que pensaba que los errores cometidos con una persona pueden ser compensados con promesas en vida u oraciones y oropeles tras la muerte «yo he prometido (a la virgen) que si da vista a mi primo, he de recoger al más pobre que encuentre […] Ya he escogido a mi pobre, María, mi pobre eres tú». Pero Galdós no ceja en su denuncia, por lo que no duda en estampar la verdad, no ya como personaje, como narrador omnisciente que, desde el principio, ha relatado el caso: «los dignos reporteros habían visto visiones. Averiguada la verdad, de ella resultó este libro».

Además de la dura crítica, los lectores nos enamoramos de Nela, tal es el cariño con el que fue creada. La vagabunda, la deforme, la enana, el trasto, María, Marianela, Nela, la huérfana… no tiene un nombre real durante toda la historia; da igual, porque ella no cuenta, es como si no tuviera sentimientos y pudiera ser vapuleada y debiera estar agradecida por cualquier gesto recibido, aunque fuera menor que el que se le daría a un animal, «vio las cestas que a la huérfana servían de cama».

Y es en el estilo, además, donde Pérez Galdós se consagra como uno de los maestros universales. Las descripciones llevan incluidas a veces enumeraciones descendentes, con lo que agranda el cariño que siente por el personaje «se vino corriendo hacia ellos una muchacha, una niña, una chicuela de ligerísimos pies y menguada estatura». En ocasiones las enumeraciones son acumuladas anáforas que agrandan el sentimiento de amor hacia la belleza física o hacia la naturaleza. Otras veces el narrador hace uso de sus conocimientos para demostrar que la religión ha tenido en cuenta la belleza física como retrato del alma, tal como lo prueban las imágenes de la Virgen, «La Humanidad ha visto esta sacra persona con distintos ojos, ora con los de Alberto Durero, ora con los de Rafael Sancio, o bien con los de Van–Dyck y Bartolomé Murillo…».

No solo las descripciones son cultas, el lenguaje técnico es minucioso, tanto para hablar de las minas como para exponer los pasos de la operación del ojo para dar la vista. Esto hace que la finalidad didáctica destaque. Asimismo encontramos la función referencial, clave en la narración; el lector está siempre presente, a él van dirigidos tanto los hechos novelados como las críticas sociales «¿merecerá capítulo aparte? Por si acaso se lo daremos», «penetremos en su pensamiento. Pero antes conviene hacer algo de historia». El narrador utiliza la primera persona del plural para dar su opinión y hacer al lector partícipe de ella «Sin querer hemos ido a parar a nuestra madre Eva, cuando tan lejos está la que dio triunfo a la serpiente de la que aplastó su cabeza».

El realismo narrativo se acrecienta con datos imprecisos, y con el lenguaje vulgar que usan los personajes analfabetos «retólicas», «conceitos».

Asimismo frente a la personificación de la ciencia o incluso de animales, que cobran importancia, se encuentra la cosificación del pueblo analfabeto, «que parecían el carbón humanado». Y si no queda bastante claro, Galdós no duda en emplear metáforas hirientes para quienes no han sido educados, «la familia navegaba ancha y holgadamente por el inmenso piélago de la estupidez».

No cabe duda de la dureza del espíritu del escritor canario; hoy nos sirve también su discurso, por lo que un rastro de pena se instala en nosotros. Menos mal que el humor inteligente nos hace sonreír al leer las ironías hacia las damas de la alta sociedad «descollaba la voz de Sofía como sacerdotisa a quien van a llevar al sacrificio» «—Mira tú, huerfanilla— añadió la Inmaculada (Florentina)», y hace que nuestro corazón se ensanche cuando vemos el cariño con que trata a las personas buenas y estudiosas «Llegose a él Choto y le dijo atropelladamente no sabemos qué […] Golfín, que sabía muchas lenguas, era poco fuerte en la canina y no hizo caso».