martes, 4 de octubre de 2016

LAS MIL Y UNA HISTORIAS DE A.J. FIKRY

Compré Las mil y una historias de A.J. Fikry porque me gustó lo que leí en la contraportada «Esta es una historia de genuino amor libresco, destinada a todos aquellos que abren los libros para oler sus páginas y acarician el lomo cuando los dejan en la estantería». La portada también me atrajo aunque me hizo sospechar que iría dedicada al público juvenil.

Y, efectivamente, este es uno de los casos en que he acertado de pleno. La novela, si hubiera que elegir un calificativo, es maravillosa, con la acepción que se da a los cuentos maravillosos, es decir perteneciente a un mundo donde lo imposible parece posible.

Y no es que en ese mundo exista magia, habiten duendes, hechizos o genios buenos o malévolos, es que Alice Island, lugar donde ocurren los hechos, evoca un universo ingenuo y deslumbrante donde todo está tocado por un punto fantástico.

A.J. Fikry es un joven librero algo atípico. Atormentado desde la muerte de su esposa en un accidente de tráfico, regenta la librería, en la que habían puesto sus sueños cuando se casaron, con un carácter duro, huraño, sin concesiones a nada ni a nadie, ni siquiera a él mismo. Pero un día aparece en el local una niña pequeña que lo cautiva de tal modo que, ya a las veinticuatro horas, le propone a la policía adoptarla. La niña se llamará Maya Tamerlán, en honor a un libro valiosísimo de Poe, que le acaban de robar.

Maya conseguirá que su padre se relacione con el pueblo, abra las puertas de la librería para actos culturales y se case con Amelia, una representante de la editorial Pterodactyl, de la que se enamora. Cuando A.J. Fikry consigue tener una vida plena y feliz, Maya se convertirá, por razones del destino, en el hada protectora de Amelia, su madre desde hace años, con quien abandonará el pueblo una vez se aseguran dejar la librería en manos del buen policía Lambiase y su nueva mujer Ismay, cuñada de Fikry. Los poderes benefactores de la librería seguirán actuando en Alice Island.

Creo que cuando Gabrielle Zevin escribió Las mil y una historias de A.J. Fikry no se planteó si los hechos podían suceder realmente en un lugar; simplemente elaboró una historia en la que el verdadero protagonista es el libro en general, y la novela en todas sus acepciones en particular. Y puesto que a un relato todo le viene bien, no nos planteamos que el carácter de Fikry cambie tan pronto, o que la niña se adapte maravillosamente a su nuevo hogar y padre, o que éste pueda adoptarla sin ninguna dificultad, o que el policía anteponga su amor a la investigación de un robo, o que nadie en el pueblo se cuestione la “rara” actitud del escritor que acude a la librería a firmar libros, o que el marido malísimo de Ismay muera en un accidente de coche, igual que le ocurrió a su hermana, para solucionar la vida de dos personas. Los sucesos de la novela forman un conjunto perfectamente coherente dentro de ese relato imaginario.

La estructura de la novela es totalmente original. De hecho, lo que más nos hace pensar son los comentarios que A.J. Fikry, a modo de dedicatoria, realiza a Maya en los libros que abren los capítulos.

Los autores de dichos libros o relatos, son, en general, los grandes de la literatura de habla inglesa, y Fikry escribe algún recuerdo de ese libro, que el lector puede ver conectado al argumento. De ahí Las mil y una historias de A.J. Fikry. Son trece capítulos, encabezados por trece títulos diferentes y doce autores, pues Roald Dahl, no podía ser otro, abre y cierra la novela, incluso en este matiz se da la estructura cerrada, por lo que de ningún modo podemos separar a estos autores con sus obras de la propia novela. Los trece capítulos están divididos a su vez en dos partes, en la segunda observamos una cierta diferencia. Maya es adolescente, más independiente, demuestra que puede ser autosuficiente, mientras que A.J. empieza a deteriorare. Indicio que, al final de la novela, certificaremos como consecuencia del transcurrir de la vida.

El primer capítulo Cordero asado conecta con Las mil y una historias... de la forma más sencilla, también A.J. se prepara la cena a partir de carne congelada, pero esto es una excusa para identificarse con la soledad de la protagonista del relato de Dahl.

El segundo, Un diamante tan grande como el Ritz, novela corta del perteneciente a la generación perdida americana F. Scott Fitzgeral, alude a la pérdida millonaria que Fikry sufrió con el robo de su Tamerlán.

El tercer capítulo, La fortuna de Roaring Camp, de Bret Harte, pone en paralelo la adopción de Maya con la del bebé indígena al que el campamento minero pone por nombre “Fortuna”.

Todo un mundo, del maestro actual del relato corto norteamericano, Richard Bausch, presenta a una niña que vive sola con su abuelo y debe saltar el potro en una exhibición del colegio. Asimismo Maya va aprendiendo nuevas cosas con su padre.

Un hombre bueno es difícil de encontrar, de la escritora Flannery O’Connor alude a como Fikry encuentra a Amelia, con la que conecta y descubre su personalidad a través de los libros que lee.

La célebre rana saltarina del condado de Calaveras está considerada como una historia humorística de Mark Twain, aunque personalmente creo que es cruel y despiadada —puede que el humor del siglo XIX fuera muy diferente al actual—, sin embargo Zevin, la une a su novela a través del nombre del protagonista: el falso predicador Leónidas Smiley tiene algo de irrisorio del falso escritor Leon Friedman, quien protagoniza un suceso deleznable en Island Books.

Para el día en que se casan A.J. y Amelia, día en el que el infiel Daniel muere en un accidente de coche cuando regresaba a su casa con su mujer Ismay, Gabrielle Zevin ha elegido, oportunamente como relato referencial, Las chicas con sus vestidos de verano, de Irwin Shaw.

La segunda parte se abre con alusiones al futuro, de ahí que la feminista y activista contra la guerra Grace Paley sea la encargada de recordarnos, en Una conversación con mi padre, la mejor manera de escribir una historia. Al igual que los protagonistas de Paley, A. J. y su hija no se ponen de acuerdo, Maya comienza a dar señales, con sus catorce años, de inconformismo e independencia.

J. D. Salinger relata el suicidio de un joven en Un día perfecto para el pez banana. De la misma forma, en este capítulo, Maya queda finalista en un concurso de relatos con Un viaje a la playa donde imagina cómo y por qué su madre biológica Marian Wallace tuvo que abandonarla para ahogarse después en el mar.

El corazón delator, de E.A. Poe, da pie a que el policía Lambiase descubra el paradero del Tamerlan.

Aimee Bender escribió en 2005 un cuento tristísimo sobre el dolor de ser diferente, Cabeza de plancha, que recuerda al horror que tuvo que padecer Marian Wallace al darse cuenta de que para que su hija pudiera sobrevivir ella debería desaparecer.

Uno de los hombres clave del Realismo Sucio norteamericano, Raymond Carver, es el elegido para que, al leer De qué hablamos cuando hablamos de amor, Maya y Amelia recuerden el amor y la unión tan fuerte que tuvieron con A.J.

Por último, cierra Roald Dahl la novela con El librero, no podía ser otro, para recordarnos que mientras existan libros existirá la vida porque los libros permitirán conectar con todo lo demás a quienes se rodeen de ellos.

Una estructura redonda, un argumento redondo que se lee fácilmente. Las descripciones son acertadas a pesar de ser escuetas «Tiene más de sesenta años y, aunque no está gorda, le cuelga la piel, como si con el tiempo se le hubiesen encogido los huesos. Sus dedos siempre enjoyados parecen tener una articulación de más».

También los diálogos, breves, son propicios para destacar el humor, la inocencia, o la bondad de los personajes

—¡Hola, preciosa! ¿Cómo estás?
—Adoptada —responde ella
—Caramba, qué palabreja —Lambiase mira a A.J.—
[...]
—[...] Además creo que yo debería ser su padrino —dice Lambiase
—¿Y eso qué implicaría exactamente?
—A ver, pongamos que tiene doce años y la pillan robando en unos almacenes. yo podría mover algunos hilos
—Maya nunca haría algo así.
—Eso piensan todos los padres —afirma Lambiase—. Básicamente, yo te echaría una mano

Sin embargo los diálogos serios que marcan las relaciones son muy flojos, por lo que no profundiza. Los personajes son bastante planos; es cierto que evolucionan, pero llegamos a esa conclusión casi de improviso, apenas podemos reflexionar en los cambios, incluso algunos de esos cambios parecen introducidos de forma poco natural. Es ahí donde tenemos la impresión de estar ante literatura juvenil, los hechos ocurren y no se cuestionan. El paso del tiempo, como en los cuentos, se marca directamente. «Se desviste con la luz encendida. Quiere que vea cómo es una mujer de cincuenta y un años». De hecho, el estilo del cuento que escribe Maya, con catorce años, es el mismo que el del resto de la novela. Aun así, creo que se puede leer, las dedicatorias de A.J. a su hija son maravillosas y nos revelan todo lo que necesitamos saber del protagonista

Un día a lo mejor consideras la posibilidad de casarte. Elige a alguien que piense que eres la única persona que hay en la habitación.

Nos recuerdan todo lo que podemos extraer de la literatura


Sabes todo lo que necesitas saber de una persona con la respuesta a la pregunta: ¿Cuál es tu libro preferido?