Otro
clásico que no falla, Molière, un hombre de gran talento cómico que, a pesar de
tener en su contra a toda la iglesia, parte de la nobleza y algunas compañías
teatrales de su tiempo, alcanzó la simpatía y el reconocimiento del propio Luis
XIV, de hecho gozó hasta su muerte de un sueldo como director de la corte de
Versalles, dado por el rey.
Fue
acusado de obsceno e irreverente por sus comedias. Tartufo, por ejemplo, tuvo
prohibida su representación durante años, y sin embargo el teatro se llenaba en
el siglo XVII cada vez que estaba en cartel una de las obras de Molière. Lo
curioso es que hoy también se llena.
¿Cómo
es posible que más de trescientos años después sigamos riendo con las comedias
de Jean-Baptiste Poquelin?
La
respuesta es sencilla, no han perdido nada de la frescura inicial y, lo más
importante, son perfectamente trasladables a nuestra sociedad actual; cualquier
comedia de Molière es exagerada, histriónica, de ridículos hiperbólicos: El enfermo imaginario (curioso que la
compusiera estando ya enfermo de tuberculosis), Tartufo, El médico a palos... no son más que ejemplos desmedidos de
hipocondríacos, hipócritas o incompetentes; caracteres universales que, por
desgracia seguirán existiendo mientras el hombre sea hombre.
No
había leído El burgués gentilhombre, tampoco la he visto representada, pero
pasé una tarde de las más divertidas últimamente al leerla. El diálogo ágil,
plagado de ironías, de dobles sentidos y de directas acusaciones consigue que
hoy nos enfrentemos a ella sin tener la impresión de estar ante algo obsoleto.
Lo que en un principio fue pensado como comedia-ballet, encargada por el propio
rey como pieza teatral y de ballet, para diversión de la corte, hoy podría ser
representada como moderno musical. Un musical delicioso en el que la risa es la
protagonista. El tono que predomina durante toda la obra es festivo, por lo
que, en principio, puede parecer que nos enfrentamos a una obra de menor
trascendencia que la que encontramos en las grandes tragedias; los personajes
no luchan contra un fatídico destino como en Romeo y Julieta, sino que
quieren alcanzar una serie de privilegios casi superficiales, y sin embargo el
lenguaje desenfadado oculta feroces críticas a las falsas amistades, a todos
aquellos que, olvidando lo que realmente tienen de bueno, como la familia o la
vida tranquila, se lanzan a una existencia vacía y superficial que promete ser
próspera y glamurosa, porque lo que prima es que, Sus bolsillos están llenos de discreción
El burgués gentilhombre es una llamada a la búsqueda de la
honradez, a la moderación de pasiones y excesos. Si en el siglo XVII denunció
los defectos de la corte, como la falta de dinero, mediante ironías
humorísticas, Gracias a él podremos
darnos a conocer en la corte; él pagará por los demás y éstos elogiarán por él;
hoy nos recuerda que es mejor disfrutar de lo que somos y sentirnos
orgullosos de nuestros orígenes, que hacer el ridículo con pretensiones de fama
o grandeza. En este sentido es una obra didáctica; alerta del peligro que
corremos si nos dejamos adular por toda una cohorte de aprovechados y
oportunistas cuya única finalidad es conseguir beneficios sin el menor
escrúpulo hacia la profesión que ejercen.
MAESTRO
DE MÚSICA.- [...] M. Jourdain, con sus ínfulas de cortesano, que se le han
subido a la cabeza, es para nosotros una finca.
El burgués gentilhombre es una sátira contra las ansias
desmedidas de grandeza. Sin embargo esta intención viene rodeada de una
finalidad evasiva y de diversión, no debemos olvidar que la obra iba dirigida a
la corte y que quien sale más ridiculizado es Jourdain, el hijo de un tendero
que pretende entrar en ella a toda costa. Nos reímos de Jourdain y su falta de
exquisitez, de delicadeza, de conocimientos...
No
es una tontería este baile. Además esa gente se zarandea bien.
Pero
entre líneas, de forma implícita se posa la falta de delicadeza, de
conocimientos y de realidad que ostenta la nobleza, puesto que este burgués
gentilhombre confunde el ser con el parecer, pierde el sentido de la realidad.
Jourdain no tiene malas intenciones, llevado por un desmesurado afán de quedar
bien en la alta sociedad, termina siendo un necio que confunde la dignidad con
el dinero, por eso no alcanza a ver la burla final cuando (para no cometer más
imprudencias) deben nombrarlo «Mamamuqui» que, según la farsa ideada por
Covielle, «en nuestro idioma quiere decir
paladín [...] no hay distinción de más alta nobleza en el mundo».
Y
así, «(la ceremonia turca para armar
caballero a Jourdain se realiza bailando al son de la música)», por un
momento nuestro protagonista recuerda a aquel otro hidalgo que fue armado
caballero para fines más nobles que la pretensión de entrar en la nobleza.
Los
personajes son arquetipos, representan las debilidades de la naturaleza humana,
por lo que, en su conjunto, forman un retrato de la sociedad. Sólo con oírlo un
par de veces descubrimos en Donante a la nobleza sin escrúpulos
Tenía
verdadera impaciencia de veros. Sois el hombre a quien más estimo en el mundo,
y esta mañana he vuelto a hablar de vos en la cámara de su majestad [...]
He
venido a que ajustemos nuestras cuentas [...]
¡Justo,
justo! ¡Quince mil ochocientas libras! [...] agregad ahora doscientos doblones
que me vais a dar y tendremos diez y ocho mil francos en cuenta redonda que os
pagaré en la primera ocasión.
Los
profesores de música, danza y filosofía, representan a la base humanística de
la sociedad, que incongruentemente sólo se preocupa por vivir bien. El trabajo
docente no es vocacional sino una excusa para ganar dinero.
Con
el lenguaje quedan todos ridiculizados. El maestro de esgrima deja en
entredicho una de las disciplinas más solicitadas por la nobleza «todo el secreto de la esgrima consiste
solamente en dos cosas: en dar y en no recibir».
El
sastre encabeza al sector comercial con intereses muy alejados de ofrecer un
buen servicio. Lo que más interesa a la gente de la ciudad es el
enriquecimiento personal y el ascenso social.
JOURDAIN.-(Reparando en el traje que
trae puesto el maestro sastre) —¡Ah, demonio! ¿Qué es esto señor sastre? Esta
tela es mía; la que os llevé para el último traje que me hicisteis. La conozco
muy bien.
MAESTRO SASTRE.- Es que la tela me
pareció de un gusto tan extraordinario que quise tener yo un traje igual.
Por
el contrario, los criados son el símbolo del pueblo llano, y en el contraste
entre ellos y los personajes anteriores se puede ver reflejado el tópico “menosprecio
de la corte, alabanza de aldea”, usual en el Renacimiento y Barroco. La
sirvienta Nicole representa el sentido del humor y la espontaneidad de los
habitantes del campo
NICOLASA.- Perdóneme el señor; pero es
que no puedo contener la risa viéndole tan ridículo ¡Ji,ji,ji!
[...]
NICOLASA.- Por lo menos, no deberíais
dejar entrar a cierta gente.
Covielle
no es sólo el sirviente de Cleonte sino que simboliza la inteligencia y el
sentido común del pueblo, al urdir la trama con la que finalmente engañan a Jourdain.
Los
enamorados son, como no podía ser de otra manera, fieles y de comportamiento
intachable
MME. JOURDAIN.- ¡Estas extravagancias
os han hecho perder el juicio! Y todo ello viene desde que os dio por la
nobleza.
[...]
CLEONTE.- Señor [...] os suplico que
me concedáis ser vuestro yerno.
JOURDAIN.- Antes de responderos os
suplico que me digáis si sois noble.
CLEONTE.- [...] os digo francamente
que no soy noble.
JOURDAIN.- Dadme la mano ... Mi hija
no es para vos.
Cleonte
sólo consiente en engañar a Jourdain para conseguir casarse con su enamorada,
quien a pesar de ser la fragilidad misma de la inocencia se aviene a mentir a
su padre sólo por una vez, para obtener la felicidad con Cleonte.
Por
último, el personaje de Madame Jourdain es sumamente curioso; cuando Molière
escribió la comedia pensó en un hombre para representar a Mme. Jourdain y, sin
embargo, en ningún momento queda en ridículo, antes al contrario representa la
cordura y la razón que le falta a su marido, y no teme decirle constantemente
que se están riendo de él, aunque reciba por respuestas insultos y amenazas.
¡Malditas
sean todas las mujeres! ¡No han de callar jamás, y cuando abren la boca es para
echarlo todo a perder! [...] Si vuestro padre fue tendero, peor para él [...] Y
basta ya: lo único que he de manifestaros es que quiero tener un yerno noble.
Comedia
divertida en la que predomina el lenguaje coloquial, con frases hechas «habla a tontas y a locas», «dar un mal paso»
expresiones populares «te toma por una
vaca de leche» e insultos que apenas ofenden «Es un verdadero truhan» pero que espolean a la nobleza y sus
intereses «¡Os chupará hasta el último
maravedí».
El
vocabulario es totalmente actual y mantiene la ingenuidad del juego infantil en
escenas como la del turco, donde Cleonte y Covielle hablan con palabras
inventadas que, de forma llamativa, algunas pasaron a formar parte de
expresiones populares francesas.
Es
cierto que el pueblo lo admiró y sin embargo, por ser comediante, no fue
elegido miembro de la Academia Francesa, ni recibió los últimos sacramentos
antes de morir. Fue sepultado de noche sin ningún tipo de ceremonia. Hoy la
lengua francesa es la lengua de Molière y, al crear arquetipos, sus comedias
están de plena actualidad por la crítica social que desprenden.