miércoles, 26 de julio de 2023

AQUILES EN TIKTOK


He de agradecer de nuevo a Babelia, y su última edición de Masa Crítica, que me haya dado la oportunidad de reflexionar sobre la sociedad actual y los valores que la distinguen, así como qué virtudes son aplaudidas por los ciudadanos.

Cuando elegí leer Aquiles en TikTok pensaba que su autor analizaría las cualidades de este héroe griego e imaginaría su comportamiento en las redes sociales. Pero esto, en realidad, sería imposible porque el concepto de “ciudadano” ha cambiado completamente desde la Grecia Clásica hasta nuestros días. Eduardo Infante lo sabe, por eso nos recuerda que aunque se cuenten como ciudadanos los que viven en una ciudad, en realidad hay que aprender a serlo, «Nadie nace con las habilidades para ser ciudadano, eso es algo que se aprende con esfuerzo y ejercicio. Nadie delibera, discierne, juzga, dialoga, negocia, consensúa y argumenta de forma espontánea […] ¿Alguien imagina poder tocar el piano aprendiendo únicamente a identificar las partes del instrumento o su historia?».

Mientras leía este ensayo recapacitaba sobre cómo funcionan nuestras ciudades y sus habitantes. A poco que ahondemos da miedo pensar que muchos de aquellos que aspiran a representarnos no sólo no han aprendido a argumentar siquiera sino que se niegan a prepararse. ¿Cómo van a luchar por conseguir derechos elementales para todos, los que están dominados por el odio? ¿Los que se dejan llevar por el ansia de poder?

El autor llega a la conclusión de que vivimos en una sociedad infeliz porque no trabajamos para la común unidad sino para uno mismo, porque no buscamos asentar unos valores sino que priman los de usar y tirar. Hoy lo que se hizo o dijo ayer pertenece al pasado, hay que superarlo.

Los niños y adolescentes se dejan llevar por la notoriedad del momento; lo ven habitualmente en las redes y piensan que siguen a un vencedor y que haciendo lo mismo que él tendrán éxito. Es curioso, pero casi todos los que cuentan con más seguidores son los que no hacen nada que suponga un esfuerzo para el bien común. Esto es lo que prima en la sociedad actual y es difícil ser feliz cuando no hemos trabajado para serlo. Eduardo Infante recuerda la definición de felicidad que da Aristóteles y llega a la conclusión de que «Lo propio del hombre, lo que lo dignifica del resto de los seres vivos, es la capacidad para razonar su acción […] solo aquellos seres que pueden ofrecer razones pueden actuar movidos por razones». Esto es duro, no es fácil dotar de razón a todo lo que hacemos porque en muchos casos nos dejamos llevar por las emociones, algo que sí compartimos con otros seres vivos que demuestran compasión o temor. Infante recurre al Estagirita y recuerda que «Aquel hombre que desempeñe correctamente la función específica del ser humano debe ser considerado un hombre bueno». Nuestra conclusión es que si todos nos esforzamos en actuar razonando, en ser hombres buenos, llegaremos a construir una sociedad feliz.

La felicidad cuesta trabajo; no significa que obtengamos lo que queremos sin un mínimo de sacrificio, no significa que les demos a los niños lo que pidan sin exigirles que trabajen, porque lo que no supone esfuerzo no se valora y lo que no valoramos lo despreciaremos antes o después.

El autor hace una llamada a las metodologías actuales que «cuestionan los contenidos y la figura del docente, y prometen éxito». A la larga no darán resultado. Puede que el niño quede obnubilado por trabajar de forma independiente con las nuevas tecnologías, puede que se divierta con proyectos entretenidos, puede que se sienta imbatible con su aprendizaje autónomo… pero esto no es del todo real; los que hemos trabajado en la enseñanza hemos sido testigos de una caída angustiosa del rendimiento académico. Año tras año los contenidos van disminuyendo y la figura del profesor va siendo sustituida por otras formas de trabajo on line. El resultado es una cantidad alarmante de chicos descontentos que no saben bien cómo dirigir su vida y que, además, son incapaces de razonar, cuando llegan a adultos, qué ha ido mal.

Aquiles en TikTok nos muestra una sociedad que premia a los «idiotes», que no son sino aquellos que se desentienden de lo público para preocuparse solo de sus asuntos. Resulta curioso que hoy tengamos como modelo a quienes escalan en la sociedad sin esfuerzo, mintiendo o robando, y en la Grecia Antigua el modelo fuera Sócrates, un hombre cuya principal virtud fue la sabiduría y aun así pasó su vida intentando aprender cosas nuevas. Los ciudadanos atenienses valoraban «El valor mostrado en la violenta batalla de Potidea», «el ascetismo, la moderación y la resistencia […] en las duras noches de Tracia» y cómo defendía la democracia «con sus preguntas y su ironía en el Ágora». Sócrates quería la virtud para todos los ciudadanos; cree que la mayor virtud en una democracia es la tolerancia y está en el término medio. Nosotros deberíamos considerarlo.

Eduardo Infante nos recuerda que la felicidad hay que perseguirla durante toda la vida y es un camino fatigoso no apto para influencers que no nos pueden anunciar algo bueno, sino que ellos mismos son el anuncio; los influencers se deshumanizan al convertirse en publicidad y los seguidores también. La función del tiktoker es entretener, «retener, dominar»; «cuando dejamos que se nos entretenga perdemos el control de nuestra atención». Está claro que la sociedad actual ha cambiado el concepto de modelo y deberíamos replantear cómo entender la educación o la política y reflexionar lo que ocurre cuando lo que interesa no es crear una ciudadanía competente: «confrontación, la descalificación, la demagogia, el populismo, la posverdad, el linchamiento y un triste y largo etcétera». Da miedo; la historia ha vivido ya esta situación, ¿la estamos sufriendo de nuevo o estamos a tiempo de evitarla? ¿Podremos retomar el concepto de hombre ideal de la educación homérica? El autor recuerda que los padres podemos enseñar a los hijos a ser virtuosos con el trato afectivo; también los profesores, siguiendo al maestro, «Francisco Giner de los Ríos aprendió de Sócrates que, en la formación del carácter, el factor decisivo es la personalidad virtuosa de un maestro que educa, no con sermones, sino mediante el trato». Los niños imitan y no pueden hacerlo de un ordenador; con el uso desmedido de aparatos las emociones van desapareciendo y las habilidades para adquirir conocimientos complejos también, por falta de atención.

«No se trata de satanizar las pantallas, pero […] no son adecuadas para niños y adolescentes. Tampoco los automóviles son en sí una tecnología mala, pero nadie en su sano juicio pondría a un niño al volante».

Sería bueno que filósofos como Eduardo Infante tuvieran millones de seguidores actualmente, aunque solo fuera para no repetir errores del pasado.

miércoles, 19 de julio de 2023

ARA CHRISTI

Estamos ante la novela de una autora con cierta trayectoria narrativa que, hasta ahora, ha interactuado con los lectores de formas diferentes sin llegar a perder su voz. Las tonalidades de su prosa han variado, asimismo, desde lo más íntimo, como en Locos e inocentes, hasta lo amoroso de Arrebol o lo serio y sensual de Indómita Aurora.

Todo es posible con Estela Melero Bermejo. Su creatividad constante la lleva a entablar distintas actitudes con el narrador aunque mantiene cierta posición crítica que comunica al lector. En esta ocasión parece que la relación autora-narrador se ha distanciado; de hecho, en Ara Christi lo importante no es el narrador sino los personajes; en un principio tenemos la impresión de que tampoco interesa demasiado qué piensan; los sucesos ocurren tan deprisa que lo único significativo es la acción.

Por sus diálogos, constantes, nos enteramos solo de lo que ellos están dispuestos a referir


—Me lo puede usted contar, si quiere.

—Ahora no. Vamos a hacer nuestro trabajo.

En este sentido se deja ver cierto estilo paradójico en el que los datos se van enredando sin que queden aclarados pero conforman una lectura fácil, directa, marcada por personajes definidos con poca profundidad psicológica. Esto da como resultado una historia rápida que pierde detalles por el camino pero entretiene; mantiene intrigado al lector con el ritmo ágil de una trama que se va tejiendo con los hilos de la ambigüedad, «La única razón para que se encuentre ahora sentado al borde del saliente de una terraza con medio cuerpo hacia afuera».

Hay que llegar al final.

La teniente de la policía judicial Dunia de Castro, recibe un aviso sobre el cadáver de una mujer encontrado en la partida de Ara Christi, mutilado en las zonas sexuales que luego han rellenado con plomo incandescente.

Al completo desconcierto del hecho se le añade la incorporación de Aitor al equipo para cubrir la baja de un compañero fallecido seis meses antes por, lo que Dunia considera, una negligencia en la actuación del equipo, sobre todo de la forense. Asimismo la actitud de su marido ante el trabajo que ella ha de desempeñar no es de ayuda. Los reproches de Ramón hacia sus deberes como madre y ama de casa llegan al extremo de que Dunia se siente atemorizada por las represalias que pueda tomar. Todos estos problemas hacen que la teniente de Castro no esté en su mejor momento; sin embargo no duda en seguir las pistas para esclarecer lo que empezó siendo un asesinato, al parecer ritual, y termina con la certeza de un asesino en serie. El equipo de Campo de Alba llegará a desentrañar el porqué de los crímenes y los lectores podremos unirlos a otra historia que comenzó cuarenta años atrás.

Ara Christi es un cúmulo de circunstancias difíciles ocurridas en dos épocas diferentes en las que también se cruzan espacios donde los personajes viven al límite.

Por un lado tenemos la comunicación tóxica que Sebastián mantiene con Amelia, Berta y la niñera.

Por otro, las relaciones tempestuosas entre Laura, José Luis, Nora, Miguel, María Villar y Sofía no auguran días felices, «se había enganchado a las pastillas, se había intentado suicidar… Quién sabe si se le cruzaron los cables».

Estela Melero, con un estilo cercano a la técnica del iceberg, consigue que en esta novela solo asome lo esencial: el maltrato, el trato dañino que le damos a quienes nos rodean por considerarnos superiores, por creernos con derecho sobre los otros. Esta técnica permite que apenas haya descripciones de los personajes, ni físicas, ni psicológicas. No importa; nos iremos enterando a pesar de lo no dicho. Los silencios con los que se cierran los capítulos, cortos, desesperadamente cortos para un lector que imbuido en la historia se queda con ganas de saber más; la nueva información que abre otros lugares, otras épocas y que intuimos conectada a lo anterior pero no sabemos hasta dónde, conseguirán que al final encajen los hechos y se revele el tema principal del argumento: Traumas y consecuencias del maltrato.

Únicamente cuando acabamos la novela somos conscientes de los detalles antes mencionados, elementos que, diseminados, han ido reforzando la idea:

Tradiciones, que han pasado a tópicos pero aún persisten, como las diferencias entre gitanos y guardias civiles. Pertenece al ámbito de lo real que la policía ha abierto las puertas a cualquier etnia, pero la familia política de Dunia no lo siente así, sigue anclada en una lucha de años y no oculta su rechazo hacia la mujer que eligió Ramón para compartir la vida «los cubrió de vergüenza por ser guardia civil, por traer al mundo una niña enferma a la que se han negado a conocer, por no ser una gitana de las que hacen puchero los domingos».

El romanticismo como arma potente para controlar a la mujer. Sebas combina el cariño que da a varias mujeres con el despecho cuando se cansa de alguna de ellas. Sus parejas se humillan sin darse cuenta hasta que él decide poner fin a la relación. Sebas sabe cómo insistir para conseguir lo que desea, aunque se haga daño incluso a sí mismo. Es impulsivo y mantiene una falta de empatía total, lo que favorece la tensión en sus relaciones, «Ella se exige más paciencia. Más entrega. Debe compensar demasiadas cosas. Se apena por él […] Piensa que las cosas mejorarán». Pero nada mejora con un psicópata; a su lado las mujeres están dispuestas a todo, incluso anteponen cualquier circunstancia de su relación a sus vidas personales, vocacionales o laborales, «Se extraña de sus palabras. Pero no le hace esperar. En dos días estará junto a él de nuevo».

La mentira como norma en la convivencia marca una senda peligrosa que desemboca en tesituras de las que los implicados no sabrán salir; son incapaces de resolver cualquier contratiempo a no ser con una actuación absurda o criminal. Cuando la relación se asienta en una base fingida sólo puede terminar con violentas consecuencias. Y cuando el amor hacia los hijos se sustituye por el egoísmo o el maltrato, estos quedarán marcados para siempre.

Dunia se enfrenta a personas trastornadas incapaces de resolver sus emociones sin ensañamiento.

En Ara Christi, Estela Melero denuncia el cinismo y la dureza que existe en las distintas religiones, y que curiosamente van dirigidos hacia la mujer «Reza en silencio por ella»; simbolismos crueles, ritos implacables que, amparándose en un contexto alegórico, le sirven a la autora para recordarnos que aún imperan las falsas apariencias, poderes que rigen intereses ocultos evidentes: que el hombre no pierda el dominio sobre el sexo femenino.

La religión es una fuerza temática en la que destacan contenidos crípticos. El título de la novela encierra el significado oculto que conlleva cualquier altar; nada destinado a ofrecer o sacrificar puede ser la parte importante de una religión. Esta ha de basarse en la ayuda, la sinceridad y el amor pero, sobre todo, en la razón. Los personajes de Ara Christi no lo sienten así, se dejan llevar por sus emociones, por eso su final será irremediablemente trágico. Los lectores permanecemos reflexionando sobre cuál hubiera sido nuestra actuación.

miércoles, 12 de julio de 2023

NEGRA Y OSCURA

Hay momentos en los que una persona debe dar marcha atrás para llevar a cabo algo que se dijo que no haría jamás. Eso me ha ocurrido a mí y lo agradezco enormemente. Me encanta la forma de escribir de Rosa Sanmartín; he disfrutado, sobre todo, con Te parecerá raro, aunque Un brindis por el desamor y Cuando la vida te alcance son novelas recomendadas que alientan a la mujer a llevar una vida plena sin la necesidad de tener un hombre a su lado. El estilo de Rosa es ágil y su narrativa nos introduce en la historia desde el primer momento. Sin embargo estuve dudando leer su última novela, Negra y oscura porque, al contrario que a la mayoría, la acumulación de imágenes violentas no me ha insensibilizado. Sufro muchísimo cada vez que recuerdo las atrocidades cometidas por antepasados nuestros contra nosotros mismos. ¡Qué equivocada estaba! Nunca agradeceré bastante a Rosa Sanmartín que haya escrito una novela sobre este episodio de la historia española, en el que la oposición de modelos diferentes de gobierno y cultura enfrentó a familias y marcó no sólo una lucha ideológica sino también de clases.

La autora se introduce en la Valencia rural y va mostrando el día a día de un pueblo desde que comenzaron las primeras revueltas hasta que, años más tarde, la guerra había terminado oficialmente pero el odio, la intransigencia, el miedo a que los vendidos se rebelaran impuso en España otra lucha más cruenta si cabe porque las barbaridades de los vencedores quedaban encubiertas.

Pues bien calladitos estuvieron durante los tres años

—Como ahora nosotros. Por miedo

—[…]

—…En el pueblo sabíamos muy bien los que éramos de un bando y los que eran de otro […]

—…Pero al final, muertos

—Estábamos en guerra

—¿Y ahora no?

—Pues sí, también, para qué negarlo. Esto no se ha acabado.

Sanmartín refleja el problema que surgió entre amigos, conocidos, incluso familiares. Al final, todos debían pensar de la misma manera si no querían romper los lazos.

Fue una época en la que los razonamientos no tenían lugar, era una imposición constante; un determinismo en el que no cabía la esperanza, «Quiero salir de aquí para sentirme menos pobre»; un paternalismo de los vencedores que no era sino amenaza, «Somos amigos. Pero esta vez no he podido»; un menosprecio por la mujer para encubrir el temor a que se mostrara libre, «Te avisé desde el principio. […] Átala en corto».

Negra y oscura son casi quinientas páginas que se leen en un suspiro, la narración de Rosa Sanmartín es inconfundible aunque en esta novela ha aparecido la gran autora que apuntaba; el narrador en tercera persona omnisciente se une al monólogo interior de los personajes, llegando a ser la voz interna de cada uno de forma que los puntos de vista van cambiando y, aunque el protagonista es Luis, el que se va a luchar, pensando en que será una revuelta de unos días, sin haber cogido antes un arma, la protagonista emerge de la primera frase de la novela, esa con la que Rosa abre la puerta al mundo de Negra y oscura. Una frase que alude al tiempo, a la clase social y a la actitud de la mujer a la vez que anticipa el conflicto «Las gotas de sudor empapan la camisa de Dolores […] Un cubo de hierro en cada mano […] Y ella, sonrisa y brazos fuertes […] saluda a las vecinas. Mujeres de negro». Las verdaderas protagonistas son las mujeres que se quedan llevando la casa, soportando la ausencia de los hijos, de los enamorados, sin saber si volverán o no, viviendo, ya para siempre, estigmatizadas por el miedo, «Acelera el paso mientras piensa qué sería de los pequeños si ella muriera tirada sobre los adoquines».

El estilo de Negra y oscura es, como sus personajes, natural; Rosa Sanmartín consigue que oigamos a Dolores, A Amparo, a Ramona, a Carmen contar sus propias historias; entre todas conforman la historia de la mujer en la guerra, valiente, temerosa, heroica…

El título salpica la trama en diferentes ocasiones y alude en su forma al estilo de la autora y en su contenido, al dolor de la vida y la gente. Título claro, paradójicamente cortante como la narración plagada de oraciones breves, rápidas, que se introducen en la mente del lector como disparos. Llamadas de atención que provocan sorpresa y desazón; la misma que sienten los personajes hacia la mitad de la novela, cuando pintan las fachadas del pueblo y todas quedan negras y oscuras para impedir que desde los aviones las distingan los nacionales:

—…y la encuentra consumida, encinta, limpiando la fachada del hogar […]

—He traído la pintura

—Todo se pone negro, ¿verdad?

—Si el negro me salva la vida, no me importa

Negra y oscura es la historia de gente humilde que, en 1936, estaba dispuesta a empezar a vivir y se le quedaron truncadas las esperanzas, las posibilidades. Gente que vivió deprisa, sin tiempo a paladear la juventud, la infancia; gente a la que las horas pasaron lentas, los días interminables y cuando se vinieron a dar cuenta, sus vidas habían dado un vuelco impensable.

Vidas reales que pasan a formar parte de una ficción. Negra y oscura mezcla noticias de los diferentes periódicos de la época con la trama de los personajes; el estilo mezcla expresiones cultas y locuciones de la zona en un lenguaje coloquial, dando como resultado una narración convincente, atractiva, que llama al interés y a la simpatía hacia unas personas sencillas, con cierto toque de ingenuidad «Me cago en dena, están todos chiflados, dicen otros […] ¿Qué pasó? Pues lo de los petardos en la tribuna de Azaña ¡Si fueran de nuestra tierra no se extrañarían tanto! Coño, Paco, pero son de Madrid».

La narración es de ritmo ágil; la frase corta, la supresión de indicaciones del diálogo a veces, la omisión de puntos suspensivos otras, consiguen una naturalidad total en la escritura y consagran a Rosa Sanmartín como escritora.

Esta novela abarca todos los géneros, como su título indica es negra, aunque en ella los asesinatos quedan sin resolver, o al menos sin castigo; es una novela costumbrista, a través de la cual somos conscientes de las expectativas tan diferentes a las actuales, «Estamos en la mitad de nuestra vida —¡Ya te gustaría! ¿Vas a vivir noventa años?»; es una novela política de una época no tan alejada en el tiempo y tan diferente en las actuaciones de los trabajadores, «Bastante hacemos aguantando en la calle con las huelgas generales». Una novela que consigue replantearnos nuestra actitud y pensar en qué seríamos capaces de hacer si nos quitasen nuestra libertad de actuación, si nos viésemos de nuevo sometidos a la censura.

El 18 de julio de 1936 supuso uno de los momentos más devastadores para España; uno de los hechos más traumáticos que han marcado nuestra historia reciente y que aún nos envuelve. Negra y oscura debería ser de obligada lectura para todos, solo así, ahora, entenderíamos que con la violencia y la imposición no se llega a ningún sitio pues sólo implica retroceso.

Agradezco a Rosa Sanmartín su escritura. Le doy gracias por haberme hecho sentir partícipe de su historia.

sábado, 1 de julio de 2023

TRABALENGUAS PARA MUDOS

Nuestro mundo no tendría lugar sin palabras; ellas forman relatos que representan nuestra razón, que nos refieren como seres humanos; sin ellas no existirían las relaciones sociales por lo que el pensamiento se destruiría y también, por supuesto, las ideas. Paco Santos lo sabe y escribe un libro en el que la importancia de la palabra está en consonancia con el ser humano. También lo sabe Rubén Toledano pero al ser consciente de que «con las palabras puede tejerse un sudario de muerte», le encarga a un corazón puro un poema capaz de llegar al origen de la palabra y formado por «palabras con las que Dios creó el mundo».

En Trabalenguas para mudos, Alonso Toledano no mantiene relaciones, no piensa, no tiene palabras, no las oye, se deja llevar por gritos de terror, de ahí que a su alrededor sólo exista destrucción. A Alonso se le ha privado del don de la palabra, tampoco puede recordar, sólo oye sonidos sin significado estipulado.

La historia comienza treinta años antes de los hechos que se narran en el devenir de la novela; esto permite a los lectores conocer mejor el argumento: El pequeño Diego Toledano murió al caer por la escalera de su casa. En ese momento también estaban su hermanastro Alonso, sus padres, Rubén y Lizabeta, el rabino Abe Nami y una sirvienta; nadie puede certificar exactamente lo ocurrido por lo que el inspector Lago, encargado del caso, continúa acumulando notas durante más de veinte años, hasta que se jubila, porque cree que hay algo muy oscuro detrás de todo, «La señorita Naranjo expresa su estupor ante el grito proferido por la madre del niño […] “Monstsruo”».

Nada es lo que parece. Tampoco la historia. El génesis tuvo lugar bastante antes. El inspector Gardel, llevado por la curiosidad, seguirá los pasos de Lago para aclarar los hechos. Al mismo tiempo, un escritor ignorado escribe una novela, El cabalista descabalado, en la que esos hechos aparecen no como parte de la realidad sino de la ficción de su autor.

Treinta años dan para mucho y en ellos Paco nos embarca en una aventura que nos lleva a Praga, Filadelfia y hasta una isla exótica donde nos saca de nuestro estado de confort para meternos de lleno en la novela de la novela en la que un protagonista no puede comunicarse con palabras pero consigue enloquecer a su autor, «Rubén Toledano era de carne y hueso, sí, pero por sus venas corría mi tinta […] ¡Yo soy tu señor!».

Cuatro vías informativas abre Paco Santos: la del narrador de Trabalenguas para mudos, que no es la misma de la del poema Trabalenguas para mudos, la de los informes policiales y la del escritor de El cabalista descabalado.

La metaliteratura está presente en la novela de Paco, algo que permite a los personajes pasar de una historia a otra; Alonso está autorizado a cambiar de actitud según si es o no paciente del hospital psiquiátrico. Como enfermo al cuidado del doctor Altobelli, el escritor anónimo dará muestras de su pérdida de razón. El inspector Gardel nos llevará a Rosita, la viuda del inspector Lago, que desvelará asuntos clave en el caso sólo descifrables por los lectores que navegamos en este caos; porque la novela es como un río que fluye para traer recuerdos que empezaban a olvidarse, para que seamos conscientes de que todo vuelve, de que podemos caer en el mismo lugar y en las mismas circunstancias. La historia de Trabalenguas para mudos trae la recuperación del pasado, un pasado peligroso al que volvemos constantemente porque en realidad no se ha ido. La vida es un oscuro misterio que sólo adquiere sentido a través de la palabra en el proceso de la escritura.

En realidad es lo que sobrevive al ser humano; es lo que ayuda a comprender qué es lo que vemos. Las palabras crean un mundo alternativo y en esa otredad aparecen expresiones difíciles de pronunciar que forman un mundo heredado, de historia más o menos incierta pero aceptada. Los trabalenguas constituyen parte de ese mundo; algunos carecen de sentido, como los sonidos que oye Alonso, por lo que es incapaz de mantener una relación real en el mundo real «y se lanzó a la carrera hacia su compañero de juegos […] Pero Alonso, su hermanastro, no se inmutó por más que intentase desasirlo de las piernas del rabino».

Alonso es un ser fantástico, creado por el afán de un hombre para convertirse en dios. Y todas las creaciones de aquellos que se consideran por encima del bien y del mal, capaces de concebir algo a su imagen y semejanza, no salen bien; normalmente se rebelan contra su creador al no sentirse igual a él. Adán se rebeló ante la vida otorgada. También el monstruo de Frankenstein tuvo efectos desastrosos. El Golem, fabricado para defender a los judíos, ha sido su pesadilla a pesar de que la cábala intente explicar la relación entre Dios y su creación. Porque en el fondo, Adán, el Golem, Frankenstein, Alonso, son autómatas, símbolos del automatismo de los hombres que se pronuncian contra la soberbia del ser humano cuando se cree con derecho a hacer lo que le está vedado.

A través de la narrativa de Paco Santos exploramos su propio universo, en el que la parodia se ofrece como alternativa con identidad propia que a su vez puede ser la identidad del autor, algo compleja, ya que con su palabra desacraliza el marco especial en el que se desarrolla la novela: «Y entonces ese hombre, pretérito jefe mío e idiota vitalicio, comenzó a hablarme de la crisis de la edad, de las bondades del ciclismo y de la oportunidad de reencontrarme con mi niño interior […] No dejé de sonreír al mentecato con tanta cortesía como le sonrío a usted»

En el estilo inconfundible encontramos comparaciones irónicas de esos seres semejantes a dios «tan grácil como el granito»; expresiones hiperbólicas imposibles «en las márgenes de ese río en bancarrota de truchas»; expresiones escatológicas, que definen al loco cuyo libro no es aceptado, salpicadas de vocabulario culto y formal impropio de situaciones cotidianas «¡Todo menos chupársela, doctor […] No lloriquee usted, comemierda […] la exención de mi inminente venganza»; acumulación de aclaraciones que enredan (mediante la lectura) aún más la mente enredada de escritores ignorados con antónimos, sinónimos contextuales, enumeraciones, encadenamiento de ideas y similicadencias «El cabalista descabalado es (de momento) una obra omitida y yo permanezco (por ahora) maniatado, amordazado y a buen recaudo […] despierto […] adormecerme […] Garín de la Mota, que mota de polvo será […] doctor Sífilis Causa por la Universidad Putatiense».

Las escenas más rocambolescas de Trabalenguas para mudos permiten la reflexión sobre la condición humana y la sociedad disparatada en la que vivimos.

Por eso encontramos, entre los subtemas, los problemas que debe afrontar un escritor: «los plazos habituales […] de las editoriales, […] los tediosos prolegómenos para acordar las condiciones del contrato […] las pruebas de las galeradas […] la distribución nacional e internacional»; la calidad de lo publicado en general «con el fin de arrancar las últimas páginas de los libros mediocres (que equivalen casi a la totalidad)»; el interrogante sobre qué es más real, el mundo en que vivimos o el creado en la imaginación, ¿vivimos con quienes nos rodean o con lo que pensamos de ellos? «doctor García García, alias Secuaz Secuaz […] doctor García García, alias Esbirro Esbirro […] doctor García García, alias Compinche Compinche […] doctor García García, alias Bellaco Bellaco […] doctor García García, alias Rastrero Rastrero […] el Omisionista».

Vivimos en un mundo en el que la palabra ya no es fuente de verdad y los creadores de palabras son prescindibles, olvidados por los que se sienten superiores. Un mundo en el que entender la palabra supone un esfuerzo, por eso el creador de Alonso prefiere aleccionarlo con sonidos aterradores; su respuesta, efectiva, siembra la destrucción a su paso.

Los nombres pueden variar, Adán, el Golem, Frankenstein, Alonso, Bocajarro… da igual, seguirán aniquilando porque han sido creados no desde el amor sino desde la soberbia de la exclusividad. Cuando Rubén Toledano es consciente de eso intenta que alguien ínfimo, bondadoso, conforme su propio Golem, el Trabalenguas para mudos. La diferencia entre < y Paco Santos es que la creación de éste está dotada del alma de su autor.