lunes, 26 de noviembre de 2018

ANTÍGONA



A lo largo de la vida nos vamos encontrando con personas sabias, de las que aprendemos mucho, todos los días; no sólo conocimientos sino también a sobrellevar diferentes emociones. También vamos coincidiendo con gente buena que, sin ánimo de lucro dan lo que tienen, afecto, tiempo, saber, a los demás. Yo he tenido la suerte de conocer a José Antonio, no quiero poner su apellido porque sé que no le gustaría, pero él es sabio y bueno. Normalmente la vida no deja de poner dificultades a estas personas, pero como son inteligentes, saben solucionarlas a pesar del dolor y de la soledad experimentados. Pues bien, José Antonio, creo haberme referido a él aquí, en alguna ocasión, es un amigo, un buen amigo que, a pesar de no compartir una vida fuera del ámbito laboral, siempre me ha dado la ayuda que he necesitado. Espero haberle aportado algo, porque él me ha ayudado a ser mejor persona, más justa. Y ahora tengo que agradecerle un regalo, valiosísimo, la obra Antígona, según él su personaje preferido de la Antigüedad… ¡y el mío también! al menos uno de mis favoritos; de hecho cuando representamos Malas, me permití la licencia de añadir a Antígona, personaje que no aparece en la obra de Galindo Abellán, pero yo contaba con una actriz más que quería salir.

Sí, Antígona, como personaje denota fuerza, pasión, justicia, amor y una gran conciencia del vínculo fraternal. Antígona es un mito, es la representación del inconformismo ante el poder, de llevar hasta el final sus convicciones pase lo que pase, aunque se sienta sola y dolorida en lo más profundo de su alma.

Como obra teatral Sófocles demuestra una vez más la importancia de la representación, cuya máxima finalidad, como ya vimos en Edipo rey, es emocionar y conmover al espectador ¡Cómo es posible transmitir tanto en tan poco tiempo!

Si tuviera que nombrar al personaje principal, quizás no elegiría a Antígona, a pesar de que la obra lleve su nombre como era costumbre en la antigua Grecia, a pesar de que todo gira en torno a la desobediencia de ella; pero el resto de personajes están pensados para exponer una fuerza tal que entre todos aumentan el poder de convencimiento que sentimos con Antígona, y contribuyen a la vitalidad de la expresión. Son capaces de determinar las emociones ante unos espectadores que necesitan informaciones provenientes de indicios o situaciones. Y este papel lo representan tanto Corifeo «¡Oh adivino, qué profecía tan veraz realizaste!» como el que tiene un papel deuteragonista (o de segundo orden) como es el caso del Mensajero «Pues cuando los hombres traicionan sus alegrías, no creo yo que un hombre así esté vivo, sino que considero que es un cadáver que respira». El Mensajero nos está avisando de que Creonte sufrirá la mayor de las desgracias, estar muerto en vida. Algo totalmente actual; tiene gracia, han pasado 26 siglos desde que fue escrita la obra y los hombres seguimos traicionando a aquello o aquéllos que nos hacen felices, por ambición, por dinero, por soberbia… da igual, somos capaces de buscarnos el no ser por no comprender a quienes nos quieren y nos llevan la contraria por nuestro bien.

Si tenemos esto en cuenta Creonte sería el verdadero protagonista, Antígona sería la heroína, Hemón y Eurídice, héroes que no claudican ante el soberbio y lo castigan dejándolo con su dolor «le miró de arriba abajo con ojos salvajes el hijo, le escupió a la cara y, sin dar respuesta alguna, saca el doble filo de la espada […] embute en sus costillas la espada hasta la mitad, y con brazo débil, aún en sus cabales, se abraza a la doncella […] y yace, cadáver sobre cadáver».

Hasta tres enfrentamientos tiene Creonte con aquéllos que intentan hacerle ver que no se puede desafiar a la ley divina (hoy diríamos al sentido común). El primero, con Antígona; en este enfrentamiento Creonte es el representante de la antítesis entre el obrar humano y la voluntad del poder superior. Antígona es la heroína que sigue su camino hasta el final, plenamente convencida de que va a morir al oponerse a la ley terrenal; aun así lo hace y con ello aumenta su valor moral. Antígona se encuentra sola tal y como nos enteramos en el Prólogo, cuya función era poner en situación al espectador de todo lo ocurrido antes de la obra en sí, de forma que pudiera seguirla sin dificultad

ANTÍGONA.- Ismene, hermana mía entrañable, ¿acaso conoces de las desgracias de Edipo alguna que Zeus no culmine en nuestra vida?
[…]
ISMENE.- …desde que las dos quedamos privadas de nuestros dos hermanos, muertos en un solo día por matanza mutua
[…]
ANTÍGONA.- ¿No sabes que en los funerales de nuestros hermanos Creonte honra a uno y deshonra al otro? […] Al cadáver de Polinices […] insepulto, tesoro dulce para las aves rapaces
[…]
ISMENE.- ¿Piensas enterrarle, cosa prohibida a la ciudad?

En este Prólogo no sólo somos conscientes del dolor de la familia; Edipo, su madre y mujer, los hermanos han muerto, sólo quedan ellas que no son más que mujeres «y no podemos luchar contra hombres». También queda reflejado el carácter fuerte y bondadoso de Antígona, rebelde ante las injusticias y consecuente con sus sentimientos «¡Corazón ardiente tienes en cosas que hielan!».

Antígona le reprocha a Ismene que se deje llevar por el temor (aunque lo entiende) de la ley humana, antes que seguir la ley divina «mantente en el desprecio de lo que los dioses aprecian».

Antígona ya en el Prólogo aparece como el héroe, el centro de la tragedia; sin ser sobrehumana, sus cualidades principales como el amor, el valor y el sentido de la justicia la hacen estar por encima de los demás. Ella es, además, la que marca el centro de interés de la obra: la voluntad férrea, las decisiones y el destino. Y sobre estas propiedades girará el argumento.

Al Prólogo le sigue un Párodo; no es sino la entrada del coro que a base de estrofas y antístrofas cantan y danzan en avance y retroceso, de forma que nos enteramos con mayor claridad de lo ocurrido. El lenguaje cambia, se hace más lírico, abundan las metáforas «cubierto con ala de nieve blanca», los epítetos épicos «al guerrero de Argos de blanco escudo», las perífrasis «excepto los malhadados que, de un solo padre y de una sola madre nacieron, blandieron el uno contra el otro sus lanzas muy poderosas, y tuvieron ambos la suerte de una muerte común», las aliteraciones «aborrece las fanfarrias» y las paranomasias «suerte-muerte» de forma que el ritmo es continuado, perfecto para mantener la atención del espectador.

Después la obra queda perfectamente dividida en 5 Episodios alternados con 5 Estásimos.

En los Episodios surgen los diálogos entre los personajes, que Sófocles aumenta hasta tres, algo que aporta asimismo ligereza y ritmo. En el primer Episodio hablan Creonte con Corifeo y un Guardián. Creonte dicta el destino de Polinices «que nadie le honre con una tumba ni llore […] y sea su cadáver comido y mutilado por perros y aves». Aparece el guardián, afectado por lo ocurrido y temeroso de lo que pueda sucederle al mensajero «Vengo aferrado a la esperanza de que nada más ha de pasarme que lo que el destino me guarda» pues «alguien enterró el cadáver», y Corifeo, con un punto de sensatez advierte de que el enterramiento pudo ser justo «que esta acción haya sido impulsada por los dioses es lo que me sugiere la reflexión desde hace rato». Las ideas de estos tres personajes quedan expuestas. Ahora se desvelan (en el coro, que ya no danza) los pensamientos del autor en el Estásimo. Sófocles se apoya en el Coro para plantear las habilidades del hombre, tanto manuales «A la imperecedera, infatigable Tierra […] desgasta con los arados […] a la raza de las aves tornadizas acorrala y apresa […] Domina […] al caballo de espesas crines», como cognitivas «Y el lenguaje y el pensamiento etéreo y los sentimientos sociales aprendió». Asimismo deja muy claras sus ideas políticas y religiosas «en tanto respete las leyes del país y la justicia comprometida con los dioses».

En el siguiente Episodio observamos la cobardía humana. Los guardianes han apresado a Antígona y, aunque apenados «es doloroso llevar a los amigos a la desgracia. Pero es natural que todo esto me importe menos que mi salvación», confiesan que el miedo a la muerte es más fuerte que el honor. Ahora surge el primer enfrentamiento de Creonte con Antígona, quien lo acusa de no respetar las leyes divinas y al que advierte que prefiere la desgracia mayor a vivir entre injusticias «Pues quien como yo vive entre muchos males, ¿cómo no ha de obtener ganancia con morir?». La valentía de Antígona cobra fuerza con el quiasmo empleado por Corifeo «¡Claro está que la muchacha es un fiero vástago de un padre fiero!». Pero Creonte no se aviene a razones «Más no debe tener el bueno la suerte del malo» y menos si son presentadas por un ser inferior «¡Pues vete bajo tierra y, si has de amar, ama a los de allá! Mientras yo viva no me mandará una mujer».

Antígona aceptará su destino pero no la humillación, por eso, antes de morir de hambre en la tumba se ahorca. En el siguiente Estásimo, la voz de Sófocles, a través del coro, advierte del valor de la familia «que lo malo parece bueno a quien un dios encamina sus entrañas a la desgracia, y actúa un tiempo mínimo fuera de la desgracia». Curioso pensamiento que, como tantos otros, fue después aceptado por la Biblia «Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas…».

En el tercer Episodio surge el enfrentamiento entre Creonte y su hijo Hemón, pues intenta que reniegue de Antígona, su prometida, por haberlo desobedecido «Ea, despréciala como a enemigo y deja que esta muchacha se case con uno en el Hades […] en absoluto hay que dejarse vencer por una mujer»; la cosificación de la mujer sigue patente, pero Hemón razona y argumenta sobre la bondad de Antígona y sobre el dolor que le causará al pueblo «¿No es ella digna de un honor áureo? Tal es el rumor oscuro que en silencio se propaga»; la fuerza del oxímoron no convence a Creonte, por lo que Hemón le advierte de que se quedará solo «¡Bien gobernarías tú solo en una ciudad desierta! […] Bien, ella morirá y tras morir destruirá a alguien».

En el siguiente Estásimo, Sófocles se hace eco (mediante el coro) del poder del amor y del destino «te estrellaste, oh hija, y alguna prueba paterna estás pagando».

Antígona confiesa, mediante antítesis, su dolor absoluto en el cuarto Episodio «Cierto es que por ser piadosa me he atraído la fama de impía […] ¡Contemplad […] por qué clase de hombres estoy sufriendo, por haber sido piadosa con la piedad!».

En el quinto Episodio llega el tercer enfrentamiento, ahora Creonte lidia con Tiresias, quien le advierte de la importancia del destino «por tu decisión contaminada está la ciudad». Aunque la obra es independiente, cierra la maldición de Edipo, el tiempo es circular y los males regresan una y otra vez por la insensatez de los gobernantes «ya no completarás muchos giros del sol antes de que tú mismo entregues un muerto de tus propias entrañas a cambio de otros muertos que de los de arriba has arrojado abajo».

En el quinto Estásimo el Coro se dirige a Baco (patrón de la agricultura y el teatro) para que imponga justicia. Y la justicia le llega a Creonte por su tiranía.

En el Éxodo, Corifeo es el encargado, como en toda la obra, de avisar al público, mediante una ticoscopia para que pueda “ver” lo que ocurre fuera de escena «Y estoy viendo al tiempo a Eurídice desdichada, de sus mansiones sale». De sus palabras se deduce la tragedia final, completa, la soledad y el dolor absoluto del que será víctima Creonte. Baco ha oído las intercesiones y ha impuesto justicia, una justicia implacable, como todas las divinas. Ahora lo llamaríamos justicia poética pues está claro que el mito es Antígona, la noble, la leal, la coherente; y del tirano Creonte nadie se acuerda, todo «consecuencia de sus propios errores».

Obra escrita en el siglo V a.C. Antígona es hoy, con el auge de las teorías feministas, abanderada del verdadero valor de la vida. Una vida en la que no podemos realizarnos según una justicia para todos, no es vida.

Gracias, Sófocles, por este legado.

Gracias, José Antonio, por tu amistad.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

¡CORRE!



Hay algo que impacta absolutamente en Corre, casi tanto o más que las palabras, y algunas son muy duras. Los gestos; son fundamentales. Podríamos asegurar que teniéndolos solo en cuenta alcanzaremos a definir a cada uno de los personajes que están en escena. Emma, continuamente demuestra su tensión, a veces intenta disimularla o controlarla mediante gestos adaptadores «(…Se lleva las manos a los ojos. Resopla […] de pie, se toca la falda compulsivamente. Se sienta, luego se levanta, se vuelve a sentar. Se suelta el pelo que lleva recogido con una pinza y lo sujeta más fuerte. Abre el bolso, comprueba…)». Con el paso de la obra, éste es el comienzo, iremos constatando que el estrés ha constituido la característica de Emma, siempre, durante toda su vida.

Emma es la hermana mayor de Kico, de 33 años, encarcelado más tiempo que en libertad, ha pasado toda su vida huyendo, de sus padres, de la policía, de la gente. Los hermanos se encuentran en la cárcel después de tres años sin verse y sus miradas lo dicen todo «El hombre cruza una mirada con Emma. Sus ojos se encogen hasta convertirse en una ranura. Luego se dirige hacia el cristal que los separa y se sienta.»

Este contacto efímero visual consigue regular la comunicación aunque el guiño de Kico despiste a Emma pues su falta de visión hace que pretenda enfocar para ver bien a su hermana, y puede que ella lo entienda como una interrogación ante su persona, como un desconocimiento hacia ella o como un signo de ironía, de ahí que cuando Kico acerca la mano al cristal «Ella da un respingo hacia atrás». La emoción que Kico ha demostrado al estar junto a su hermana sólo consigue incrementar el miedo de ésta. Estamos ante una relación tumultuosa, de eso no cabe duda; si los sonidos previos a la entrada de Kico han fomentado la angustia en el espectador «se oyen pasos que aumentan de velocidad hasta convertirse en pies que corren […] se mezcla con una sirena de policía. En off, un frenazo brusco. Luego un portalón de hierro que se cierra. Y luego el sonido de unos cerrojos. Más cerrojos…», la reunión de ambos prepara al espectador para una colisión total.

Emma no se aviene a las peticiones o exigencias de su hermano; sus gestos reguladores «Emma le mira esperando que acabe lo que parece un chiste» pretenden que la interacción sea fría y sin embargo predominan en Kico gestos emblemáticos «Sorpresa en el rostro de Kico» que consiguen apaciguar la tensión, aunque sea por momentos y, sobre todo, gestos emotivos «Kico entra en la sala con una sonrisa en la boca […] El chico lleva el pelo un poco más arreglado…» mediante los que pretende reconciliarse, no sólo con su hermana, sino con el mundo. Reconciliación que en ocasiones nos parece imposible al observar los movimientos y gestos reguladores de Kico que facilitan lo que pretende comunicarnos «Su gesto contraído, los ojos entrecerrados, la cabeza gacha. Una lágrima cae silenciosa hasta el borde de los labios. De un manotazo se la quita y se pone en pie. Arranca a correr […] y se estampa contra la pared […] hasta estamparse con la pared contraria. Y otra vez. Y otra». Por último, el gesto emblemático del abrazo, de la paz, del cariño, queda sin efectuarse por causa del entorno. De una forma u otra las circunstancias de estas dos personas las han obligado a sufrir, a intentar quererse sin conseguirlo «Parece que se van a abrazar, pero suena el timbre de final de visita. Kico se levanta bruscamente».

Sólo cuando cambia el ambiente «Espacio neutro» podemos atisbar un rayo de esperanza para estos hermanos que quieren, sobre todo y cada uno a su manera, cambiar su vida, su suerte «Kico se prepara para la competición. Estira los músculos, salta, intenta relajar el cuerpo […] se prepara y: Suena el silbato. Kico sale como una liebre».

«Emma arrastra una maleta. Mira al cielo. Por fin ha salido el sol. Sonríe antes de echar a andar».

Indudablemente, Corre es una obra corta, pero de gran potencia espectacular. El decorado es casi inexistente, una mampara de cristal que podría, a su vez, indicar los dos espacios en los que se desarrolla la obra, que corresponden al entorno de ambos hermanos y que a veces se mezclan, pues se representa al mismo tiempo lo que cada uno de ellos está viviendo en su espacio, afianzando de esta manera la tragedia interior que se instaló en ellos de pequeños y de la que no han podido salir.

Así pues, los gestos y las palabras, la esencia del teatro, a la que estamos volviendo en la actualidad, es lo que predomina en el espectáculo. Las palabras constituyen, más que diálogos, reflexiones en voz alta sobre la vida dolorosa y cruel que muchas personas deben afrontar, por eso, de otros posibles personajes, como el marido de Emma, con quien ella habla aunque él no aparezca ni oigamos sus réplicas, sólo percibamos su intolerancia, orgullo y soberbia

Ya no soy profesora de música. Nunca más.

No, enfadada no. Ya he asumido que pidieras el traslado sin consultarme.

Asimismo la asistenta social de Kico, a través de las respuestas de éste, nos desvela la ineficacia de su buena voluntad,

¡Es que no lo entiendo! ¡Hasta los violadores tienen permiso!

¿Qué tengo que hacer, violar o poner una bomba la próxima vez para que me dejen salir dos putos días?

o el entrenador de la cárcel, que consigue sacar lo peor de cada uno de los reclusos

¿Entonces cómo lo sabe el míster? Cuando vas a comprarle esa mierda que te fumas, te vas de la lengua.

Pues quiere que le rompa los brazos a un tío que no le paga.

¿Y a que no sabes cómo se llama?

Se llama Alex García y eres tú, imbécil.

Estos personajes no salen en escena, son meros recursos para conocer mejor las condiciones que marcan al ser humano. Situaciones a las que unos, tras afrontarlas son capaces de superar, otros no; en cualquier caso, el rayo de esperanza de Corre reside en que aunque no se consiga salir del agujero hay que intentarlo, debemos escapar de todo lo dañino que nos rodea para no caer en la humillación, en el no ser.

No hace falta que me expliques nada. Que me fío. Sólo dime dónde firmo.

¿Eres sordo o qué?

Dile que la culpa es de mi mala cabeza.

Dile que yo quiero portarme bien, pero hay otro yo que no me deja.

Yolanda García Serrano logra, desde el principio, que en Kico veamos el reflejo del perdedor aunque ese perdedor se muestre de manera tan profunda que indefectiblemente empatizamos con él; sus gestos y palabras lo sitúan en la más absoluta soledad y lo que es peor en el más trágico de los abandonos; no se siente parte de nada ni de nadie «…quién te ha dicho que estaba aquí, tu madre?», aunque es lo que ha deseado toda la vida; por eso, a pesar de que su madre les hizo, de pequeños, más daño del que pudieron soportar, en el fondo Kico lamenta que esa relación —inexistente— se haya perdido para siempre con la muerte de quien le dio la vida; ahora es inevitable, nunca podrá tener el cariño de una madre «¡lo sabía, joder, lo sabía! ¿Sabes por qué? Por el frío ¿Te acuerdas que yo nunca tengo frío? Pues tuve que pedir una manta».

En esa familia que les tocó, Kico parece que fue quien sufrió más físicamente, y Emma, más fuerte que su hermano, consiguió escapar del miedo psicológico del que fue víctima; de hecho, entre ambos mantienen la amarga ironía de los perdedores. Da igual que ella fuera insultada, agredida y amenazada por su hermano; lo quiere, sabe que es así por cómo lo ha tratado la vida y sabe que aunque su postura haya sido la de un bravucón en realidad es débil; no ha podido soportar el dolor, por lo que responde de la misma manera que han hecho con él. Emma sabe que Kico debe tener a alguien a su lado para que lo guíe pues él solo no va a poder reconducir su camino «Yo soy mejor de lo que soy. Lo mío ha sido mala suerte». Emma quiere que su hermano huya de la situación en la que se encuentra y corra hasta hallarse a salvo de toda la miseria que lo rodea «¡Corre! ¡Kico, corre! ¡Manda a la mierda a la mala suerte! ¡Corre!».

Emma ha sabido esquivar los golpes y labrarse un futuro, ha sido más lista, se ha escondido de su madre y se ha refugiado en ella misma, corriendo hacia delante, hacia la libertad, pero la atan a la realidad las reflexiones de su hermano «Estar en la cárcel no significa nada. Hay más malas personas fuera de la cárcel que dentro», y siente pena por él, más que por ella, que no ha hecho otra cosa que sufrir; siente pena por esa escoria maltratada, inmaduro y a pesar de todo, simpático y buena persona. Siente amargura y dolor porque ni siquiera su marido entiende que es su hermano y que necesita verlo. Siente angustia cuando se da cuenta de que ambos han de soltar los cabos si no quieren dañarse durante toda la vida y, a pesar de todo, la marca que llevan es tan profunda que no podrán salir a flote. García Serrano instala en el espectador la desolación al ver cómo algunas personas están predeterminadas al sufrimiento y a ser machacadas o humilladas por quienes se saben superiores.

EMMA.- (a su marido) No me hagas elegir. No me hagas elegir. Es injusto.

KICO.-   (al entrenador de la cárcel) ¡No me jodas, míster! ¡No puedes ser tan…
              […]
              Vale. Vale. Voy “pallá”

Aun así, nos queda la esperanza de que esa suerte, que no existe, cambie, y tomen las decisiones adecuadas para que el futuro les sonría. Lo importante es no quedarse quieto a parar los golpes, lo importante es caminar hacia un nuevo destino.

domingo, 18 de noviembre de 2018

LOS TIEMPOS DEL ODIO



Hace tiempo leí El peso del corazón, protagonizada por la tecno-replicante Bruna Husky, y sus páginas me atrajeron sobremanera porque en más de una ocasión me recordaron, creo que lo dije en este blog, a uno de mis personajes favoritos, hasta ahora, de Rosa Montero, Leola, la niña medieval que lucha y encuentra las felicidad en una comunidad paralela donde predomina el amor. Ahora he terminado Los tiempos del odio y me he quedado impresionada ¿cómo es posible que, sin gustarme la ciencia ficción sea capaz de leer estas novelas? y, lo más importante, ¿cómo es posible que me atraigan tanto? La respuesta, creo, está en la propia autora pues ha conseguido crear un personaje universal, un espacio global y un tiempo absoluto.

Bruna, se rodea en esta entrega de seres raros; si ya estaba con Yiannis, su incondicional amigo archivero depresivo al que le colocaron una bomba de endorfinas para equilibrar su ánimo, que le quita la angustia pero lo deja demasiado optimista ante la realidad, también se relacionaba con su querido policía humano Paul Lizard, con quien mantiene una relación algo tumultuosa; su mascota bubi, un peludo extraterrestre que la adora, y Gabi, una niña rusa que tuvo la mala suerte de nacer en la Zona Cero, aquélla en la que reside la escoria del planeta, humanos que sufren desde pequeños todo tipo de vejaciones; los traumas de Gabi le traen a Bruna más de un disgusto, pero es lo que tiene la convivencia y este grupo tan diferente es lo más parecido a la familia que una tecnohumana de combate podría soñar en conseguir.

Pues si Bruna no esperaba más de la vida, ésta es imprevisible, así que lo que a ella le parecía un horror, «tres años, tres meses y dieciséis días», el tiempo que le quedaba de vida hasta que el Tumor Total Tecno la destrozara de forma cruel sin ningún tipo de paliativo para el dolor, se transforma en la novela en algo secundario. Es verdad que el paso del tiempo es obsesivo, pero ahora no teme tanto por lo que le queda a ella sino a su amado Lizard, aquél que en El peso del corazón le salvó la vida y se instaló en ella hasta conseguir que los sentimientos aflorasen en un ser no preparado para ellos «no se acercaba a Lizard, se zambullía en él […] machihembrados y convertidos en un único animal, ella era inmortal». Las metáforas, las palabras nuevas, incluso la animalización de ambos juntos aportan una fuerza increíble al escrito, la fuerza de Rosa Montero, no cabe duda, su defensa hacia el ser como tal, sin importar su forma, su procedencia, su religión, sólo el ser y los sentimientos que puede albergar.

Pues sí, ahora es Lizard quien se encuentra en peligro inminente; secuestrado por terroristas que «estaban por debajo de los veinticinco años. Pero la edad había ido bajando progresivamente […] dieciocho, diecisiete. Menores», es amenazado junto a los demás rehenes de muerte, uno cada día, degollado, si los gobiernos no se avienen a las peticiones. En principio, éstas son bastante sensatas «Ésta es una guerra […] la guerra contra el abuso y la explotación», pero dicho esto, cogieron a un rehén y le cortaron el cuello con un cuchillo «y la víctima se retorcía y chillaba de modo insoportable, hasta que el alarido se convirtió en un estertor gorgoteante».

A partir de ahí a Bruna se le encoge el alma que, supuestamente no tiene. Sólo vive para encontrar a Lizard «el número de víctimas en manos de los terroristas había subido a diecinueve. Bruna sonrió con amargura: qué terrible alegrarse de que hubieran secuestrado a más personas. Pero eso aumentaba las posibilidades de Lizard». En poco tiempo deberá ir a Cosmos, pues parece que es allí donde están confinados los rehenes, vuelve tras estar a punto de perder la vida; allí no se encuentran; debe descodificar un plano que Lizard ha dejado con una posible pista, hasta dar con el grupo. Pero Bruna Husky no puede pilotar la nave que la llevará a Cosmos y rastrearlo a la vez; no sabe descifrar las coordenadas ni el dibujo del pájaro negro que las acompaña en esa señal. No importa, porque a esta familia de seres grotescos, que considera suya, se unen otros tres, no menos estrafalarios: Ángela, una mujer fea aunque con una inteligencia superdotada, tan falta de afecto que se tatúa en la piel el nombre de todos aquellos que admira y por los que siente amor «—Sin amor no merece la pena vivir» Con estas palabras, Ángela abre la novela, y será la encargada de cerrarla demostrando que llevaba razón. También aparece de la nada Barri Aznárez «La melena, corta y castaña, estaba entreverada de canas, cosa poco habitual. Era alta para ser humana, quizá 1,80, y desde luego estaba excedida de peso […] Sin operar, unos cincuenta años». Barri se escapó de casa cuando era pequeña y en la actualidad pertenece a «Los Nuevos Antiguos», una secta que vela por mantener la información de los libros. Barri sabe todas las curiosidades ocurridas en el mundo; es la hermana de Lizard, a quien éste le hizo llegar los documentos que más tarde descifrarán para poder salvarlo.

Y por último, casi se instala en casa de Yiannis, Emma, la primera amiga de Gabi; otra rareza, pues la pequeña rusa continuaba siendo huraña con todos, y sin embargo encuentra a «una pizca de persona, toda piernas y brazos delgadísimos. Tenía la piel de una blancura insana, casi traslúcida, los ojos redondos y azules, el pelo castaño muy corto. Se la veía muy frágil al lado de la recia Gabi».

Así pues, en esta nueva entrega de Bruna Husky, la familia crece; el argumento cada vez se acerca más a la realidad y se aleja de la ficción; es cierto que hay androides, humanos, robots, tecnohumanos y hasta polimorfos, otra variedad más que nos recuerda que la tradición sexual hombre-mujer se va ampliando con la libertad del ser humano «Natvel no era andrógino sino polimorfo. Su sexualidad estaba en constante cambio, en una resbaladiza alternancia en apariencias […] Seguro que esa falta de fijación del género era un desorden producido por los saltos de la teleportación». No se nos escapa la ironía del “desorden de género” que actualmente muchos habitantes de nuestra “moderna” sociedad se empeñan en borrar, por muy avanzados que digamos estar.

Los tiempos del odio compone una metáfora de la actualidad; en el nuevo planeta existe un universo paralelo donde la radiación hace estragos, donde los más pobres viven hacinados en condiciones infrahumanas.

Los que tienen más suerte, como Yiannis, deben medicarse constantemente para poder sobrellevar la realidad sin caer en la depresión.

Los jóvenes, de mentes aún por formar son manipulados con drogas y otros atractivos que los enganchan, con el único objetivo de cumplir los intereses ambiciosos de unos cuantos.

Los más fríos, calculadores, fruto experimental de una sociedad que les ha hecho daño, como Bruna, al conseguir de ellos una réplica del ser humano primitivo, tienen sentimientos, generalmente de odio; pero esa animadversión va transformándose en empatía e incluso en amor. Aunque les cueste reconocerlo todos los seres “monstruosos” que parecían exentos de ternura, demuestran lo contrario cundo sienten amor cerca de ellos. De esta forma, Ángela se transforma, deja de tartamudear, deja de sentirse inferior por su físico y por esa mente especial que, los gobernantes, han conseguido que crea ser una desequilibrada «Lo que demuestra por si hubiera alguna duda, que no ha sido una explosión solar, sino un atentado —dijo Gayo con la voz seria y segura de su otro yo». A Bruna deja de obsesionarle el paso del tiempo y la muerte al tener cerca a Lizard «Bruna buscó rápidamente a Lizard y sus miradas se trenzaron […] Se acariciaron con los ojos y cayeron uno dentro del otro, como solamente lo habían conseguido antes en el éxtasis del sexo. Morir con él, por lo menos. Morir junto a él sería un consuelo».

Gabi es otra persona cuando se da cuenta de quiénes le han dado amor

…mientras la rusa le arreaba dos bofetones a la pequeña terrorista y se sentaba sobre ella, inmovilizándola.
—¡Por qué has hecho esto, por qué has hecho esto! gritaba Gabi, con la voz estrangulada por la ira y las lágrimas.

La ternura y el cariño de Paul Lizard consigue que, a pesar de que «estaba avejentado, demacrado» a «la rep nunca le había parecido más guapo».

Barri, a pesar de haber sido maltratada en su infancia, de no haber estado con sus padres, es capaz, por amor a su hermano, de enfrentarse a quien sea con los medios más rudimentarios «Una llave, tres puñetazos, una patada a los genitales, dos codazos, y un golpe final en el cuello. El tipo se desplomó. Barri Aznárez […] —Si no llego a venir contigo estás frita. Vaya mierda de rep de combate que eres…».

Incluso las dos rep, Bruna y Kai, experimentan algo parecido al cariño al saberse objetivos terroristas. Ambas han luchado por los mismos ideales (que les han impuesto al programarlas) y junto a Lizard; aunque a veces los celos de Bruna hacia Kai fuesen evidentes por trabajar ésta en la comisaría. Pero ahora perciben que están en el punto de mira, por lo que aparece entre ellas un apego verdadero «…volveremos por aquí. Quizá de madrugada. —De acuerdo […] La inspectora le puso una mano en el hombro a Bruna. Extraño gesto de contacto entre dos tecnos de combate».

Sin embargo, en Los tiempos del odio la esperanza no se pierde; a pesar de asistir a escenas de verdadera dureza, de crueldad indescriptible y de un acervo abominable, hay un rastro de esperanza que, aunque Bruna no quiera ni oír hablar de él, Yannis está trabajando en ello

No sé, a lo mejor conseguimos volcar toda tu memoria real, todo lo que tú eres en otro cuerpo… A lo mejor conseguimos que no tengas que morir en tu TTT.
Si hubiera tenido fuerzas, la rep habría soltado una carcajada. Pero no tenía energías ni para reír y tampoco para soportar los delirios del archivero

Creo que he desvelado lo justo, pero esta novela ha conseguido sacar de mí lo mejor que llevo dentro, porque la fuerza, la personalidad, el sentido del humor, de la justicia, la pasión por la naturaleza, la confianza en el ser humano, la obligación de igualdad entre todos los que pertenecemos a este mundo, la insistencia en luchar por un lugar mejor, sin fronteras ni ataduras es lo que define a Rosa Montero, tanto en su labor periodística como en sus novelas. Su simple presencia transmite paz. En Los tiempos del odio encontramos a Rosa Montero, más que nunca es ella, y nos demuestra que todo puede cambiar, tanto para lo bueno como para lo malo, de ahí que, a veces advierta hacia dónde puede ir nuestra sociedad, que ya está cabalgando como en el Apocalipsis, los

que anhelan una dictadura derechista y para mí representan el caballo rojo, que es la Guerra; y los terroristas del EJI, el caballo bayo, la Muerte totalitaria y dogmática.
—Entonces los partidarios de los EUT son el caballo negro ¿no? Representan el Hambre —dijo con tranquilidad una vocecita
[…]
—Sí… ejem… Es verdad que nuestro sistema democrático es injusto e hipócrita… Y desigual y corrupto y…

Rosa Montero no se calla, continúa denunciando —aunque sea aquí, en un futuro— a nuestra sociedad desorbitada, por eso, en bastantes ocasiones, aparece una función didáctica que nos avisa dónde podemos encontrar la sensatez, la paz; sobre todo en la cultura, que ha existido desde siempre «una mafia buena por así decirlo… Buscaban el conocimiento, la armonía, los misterios del universo… Supuestamente comenzó en el siglo XIV con un alemán llamado Rosenkrentz…».

Y este es el mensaje de la autora. Todos moriremos, unos antes que otros; Rosa Montero también, es lo que trae la vida, pero su memoria será volcada en todos aquellos que la leamos, las buenas ideas de las buenas personas, el saber, la tolerancia pasará a través de ella a muchas generaciones. Gracias, Rosa, por legarnos lo mejor de ti. Ojalá todos te lean y nos impregnemos de lo que representas.

domingo, 4 de noviembre de 2018

EL PATO SALVAJE



Hay que leer, o escuchar y visualizar atentamente El pato salvaje para darse cuenta de que es una obra de madurez de Ibsen. No cabe duda de que Casa de Muñecas obtuvo un merecido éxito por el giro que da al comportamiento femenino en su hogar. Pero El pato salvaje es algo más filosófica que la anterior; participa de las características de aquella y, además, contiene grandes dosis de existencialismo.

El argumento podríamos resumirlo de forma breve, Ekdal, un teniente retirado, se asocia con el empresario Werle para llevar a cabo un proyecto en el que deberán talar árboles de un bosque. Werle pone al mando a Ekdal, de forma que éste queda como único responsable de la extorsión y va a la cárcel. Al salir de ella, degradado también de su cargo militar Werle lo ayuda sin que quede constancia; hace que su hijo estudie fotografía y se dedique a ello y le ofrece una chica para fundar una familia. Así Hialmar Ekdal y Gina forman un hogar en el que viven con su hija Eduvigis, el padre Ekdal y un desván (lo incluyo como parte de la familia porque creo que es de lo más importante) en el que el viejo tiene gallinas, conejos, arbolitos de Navidad, una bañera y un pato salvaje que recuperaron tras ser herido en un ala y engancharse en las algas del fondo del lago.

Como podemos ver el hogar es una farsa, nada es lo que parece, Ekdal padre vive prácticamente encerrado en su “bosque” artificial donde se dedica a cazar “osos” (conejos) y a cuidar al pato salvaje, animal que le regala a su nieta Eduvigis.

Por su parte, Werle piensa casarse de nuevo y llama a su hijo Gregorio, a quien no ha visto desde que murió su madre, pues él se fue de casa. Gregorio invita a su amigo Hialmar a la fiesta y ahí empieza a darse cuenta de la mentira que rodea a todos y de que el mayor culpable es su propio padre, por lo que decide abandonar no sólo su casa sino el trabajo en la fábrica de su progenitor, para instalarse en casa de Hialmar.

No he querido desvelar nada pero sí quiero analizar algunas coincidencias con Casa de Muñecas. Para empezar, encontramos en el título lo que define al protagonista de cada obra, pues si Nora se sentía atrapada sin poder actuar de forma libre en su propio hogar, como si de una muñeca se tratase, Ekdal es el propio pato salvaje que tiene recluido en su desván. Algo intuimos al comienzo de la obra cuando Werle describe a su hijo la situación del que antes era su amigo «Cuando se decretó la libertad de Ekdal, era él un hombre al agua. Hay personas que, después de hundirse, no vuelven a la superficie jamás a causa de la perdigonada que llevan consigo». Expresión muy parecida a la que el propio Ekdal contará después al hijo de Werle sobre el porqué tienen al pato: «Siempre hacen lo mismo los patos salvajes; se sumergen hasta el fondo, aferrándose con el pico a las algas y a las excrecencias del fango y ya no salen más a la superficie». En ambos casos, Ekdal y el pato, fueron rescatados gracias a Werle, pues tal y como afirma, «He proporcionado a Ekdal trabajos de copia en la oficina, y se las pago a precio mucho más alto que el estipulado» y en cuanto al pato «Volvió porque su padre de usted tenía un perro muy listo, que se sumergió detrás del pato y le sacó a flote».

Así pues, ambos, Ekdal y el pato, dos seres poderosos, libres, se ven de pronto, y por una desdichada circunstancia, privados de libertad para siempre. Cuando Ekdal se encuentra solo vuelve a retomar sus años de gloria «Cada vez que celebramos una fiesta íntima […] se presenta el pobre viejo con su uniforme de teniente, que le recuerda los años dichosos. Y no bien llaman a la puerta, se le muda el semblante y huye a toda prisa a su habitación para que nadie lo vea». El pato, por su parte, en el desván «Está muy contento, sí. ¡Hasta ha engordado! y todavía no lleva aquí tiempo suficiente para olvidar su condición salvaje».

Otra semejanza entre las obras es la condición fuerte de las mujeres. En esta obra son tres, Gina, consciente de vivir una mentira y sin embargo le hace frente e intenta ser feliz. Ella es la que se encarga de Hialmar, de su padre y de su hija; lleva sobre sus hombros el peso de la casa, de la vida de todos aunque sepa que es pura fachada y advierta a su marido de que sus fantasías y las de Ekdal no traerán nada bueno

GINA.-   ¡Otra vez los disparos!
              […]
              El abuelo y tú acabaréis causando una desgracia con vuestra pintola
HIALMAR.- Estoy harto de enseñarte que el nombre del arma es pistola
GINA.-   Es igual

Gina no ha recibido estudios y sin embargo ayuda a su marido con la fotografía «Sí, despreocúpense. Cumplo siempre lo que prometo. Cuenten ustedes con la primera docena para el lunes», y es capaz de intervenir cuando la conversación toma en su caso un derrotero que no le interesa «(Se interpone). Modérese, Relling. Y a usted, señor Werle, le advierto que quien ha ensuciado la estufa de la manera que lo ha hecho usted, no tiene autoridad para mencionar la fetidez.». Gina es consciente de la falsedad de su matrimonio, de la locura de su suegro, de la desgracia de su hija y de la estupidez de su marido, pero no ceja en el empeño de vivir en paz, y hace lo imposible para que todos los que están en esa casa sean relativamente felices «Ya tendrá tiempo más tarde. Ahora lo primero es calmar a la niña (Sale por la puerta de la escalera)». Pero a veces sus fuerzas flaquean y desea el mal a aquél que considera responsable, aunque aluda al pato, en vez de nombrar a la persona «¡Maldito pato salvaje! Hay que tomarse molestias para verle contento».

Eduvigis es su hija, símbolo de la inocencia y portadora de otra de las características de Henrick Ibsen: el determinismo hereditario «Corre peligro de perder la vista, amigo mío»

GINA.-   También padecía de la vista la madre de Hialmar
HIALMAR.- Lo dice mi padre; pero yo no lo recuerdo en absoluto

Precisamente, el vivir en una mentira hace que Eduvigis dude de si su padre lo es en realidad «Mamá, no puedo más. ¡Me muero! ¿Qué le hice? Mamá, haz que vuelva». Y será esto, la mentira en la que vive la que consiga el desenlace fatal para toda la familia. Ella no ha conocido otra cosa que su casa, debido a su ceguera progresiva no va al colegio ni mantiene relación con la realidad, para Eduvigis su verdad es la ilusión que se ha forjado, el desván es «la profundidad de los mares» el lugar donde van a morir los patos y donde decide hacerlo ella misma al confirmar su desgracia. Valiente y víctima a la vez prefiere que Hialmar viva en paz, sin sospechar que eso no será posible. Eduvigis es otra constante del autor, representa la inocencia, como el doctor Rank en Casa de muñecas, que debe pagar por los excesos de su padre. En El pato salvaje, de nuevo los excesos por la comida, la bebida y el sexo serán los pecados que no quedarán redimidos sino volcados en el hijo, el ser más débil.

Si en Casa de muñecas, la señora Linde o el usurero Krogstad, son personajes secundarios, apenas sin importancia en la representación pero de gran relevancia en el contenido, en El pato salvaje, la señora Soerby es el personaje confidente (de nuevo una constante en el teatro ibseniano), quien llega a destapar la mentira en la que están viviendo. Entra en casa de Hialmar para traer la felicidad a Eduvigis aunque, sin pretender causar daño alguno, consigue que la fatalidad caiga sobre la familia; no todo el mundo está dispuesto a vivir según la realidad, ella representa la bondad, la verdad, cualidades que, en ocasiones, no sirven a quien basa su vida en el engaño.

El pato vive encerrado en un desván que simula un bosque libre, sin ser consciente ha sido privado de libertad, es desgraciado aunque sirva de consuelo a otros. Del mismo modo todos los que viven en esa casa están condenados, apenas sin darse cuenta, a no salir de ella, a quedar privados de libertad, por lo que inventan un mundo en el que son felices, pero todo es fachada. El padre Ekdal vive su mentira solo, al no enfrentarse a la vida irá, poco a poco, siendo derrotado.

Hialmar es un personaje débil, pusilánime; en el fondo sabe que es un fracasado, por eso reniega de su padre al verlo en la fiesta que da el señor Werle y donde es invitado por su hijo Gregorio. Para asistir debe pedir un traje y luego es feliz al llegar a casa contando lo que han comido y de lo que han hablado, algo que no es cierto puesto que apenas se relaciona «¿Y qué quieres que diga?». De hecho su presencia molesta a Werle y él se da cuenta «¡Éramos trece a la mesa! […] Sí, con él. Antes éramos doce». Hialmar es el número que producirá el caos, que traerá la mala suerte sólo por no haberse impuesto desde un principio y defender sus derechos, por su cobardía ante el poderoso, por decidir sobrevivir, mintiéndose a sí mismo, a costa de los demás; por ser un conformista que vive sin proyectos, sin ánimo de cambiar nada. Él, como el pato, también ha resultado herido, aunque psicológicamente, y vive encerrado en su casa, cuidado y mantenido, de forma indirecta, por su padre. Por eso el pato salvaje no es sacrificado al final de la obra. Todos seguirán presos simbólicamente en una casa en la que dependerán del otro porque en realidad no pueden hacer otra cosa.

Por el contrario, Gregorio es fuerte, no se deja amilanar por las exigencias de su padre y prefiere renegar de él. El problema es que intenta imponer su proyecto de vida íntegra a los demás y cuando pretende que Hialmar lo lleve a cabo, la debilidad de éste podrá sobre la fuerza de Gregorio; así pues este antihéroe, aunque triunfa durante algunos momentos aplicando su forma de pensar, caerá también al darse cuenta de su fracaso.

Gregorio descubre el secreto que impera en la familia, quiere avisar a Hialmar de por qué su padre es el benefactor, pero nadie tiene derecho a erigirse en embajador de la verdad, tal y como recuerda el doctor Relling, alter ego de Ibsen «¡La vida podría ser bastante agradable si nos dejaran en paz esos personajes que van de puerta en puerta reclamando el cumplimiento de las exigencias del ideal…!». Relling es consciente del ambiente opresor y falso en el que se desenvuelve la familia, por eso se opone a la relación que Gregorio quiere reanudar con Hialmar, presintiendo que quizá la mentira sirva en algunas personas para seguir viviendo y poder eliminar el determinismo hereditario.

Gregorio, con su pretendida justicia se transforma en un personaje irritante de quien se espera la tragedia final, tragedia que arrastrará a todos aunque Gina, en su dolor, mantenga la esperanza de seguir siendo feliz «Nos ayudaremos el uno al otro. Porque ahora sí es la hija de los dos».

Ibsen refleja en El pato salvaje la soledad del individuo frente a la sociedad, consiguiendo crear en la propia persona un conflicto entre realidad e ilusión.

Es una obra simbólica, de gran tensión dramática no sólo por el diálogo, el espacio es lo verdaderamente opresor. Los personajes se preocupan por la existencia humana pretendiendo dar una respuesta a los problemas, pero no la hay; en realidad el mundo es lo que cada uno cree de él; nada existe en sí mismo excepto el pensamiento, lo demás es ilusión, así pues el hombre sólo existe en función de la libertad que crea tener. La existencia es un absurdo del que sólo se puede salir a través de la muerte, real (como en esta obra) o social (como en Casa de muñecas).

La obra de Ibsen, y ésta en especial, es todo un clásico pues tiene las características de los clásicos como Edipo Rey; la acción arranca poco antes del desenlace; los fantasmas del pasado remueven el presente destruyendo el futuro; la verdad queda desvelada de forma inoportuna para empeorar la realidad. Pero lo que determina al hombre no es su destino trágico sino su insignificancia.

¿Estoy comparando a Sófocles con Ibsen? No lo sé. Son dos grandes del teatro y del pensamiento.