sábado, 5 de julio de 2025

TAMBIÉN ESTO PASARÁ

La novela También esto pasará apenas tiene argumento. La madre de Blanca ha muerto tras un largo periodo de sufrimiento, debido a un cáncer, y ella experimenta el vacío de la separación definitiva. A su mente acuden recuerdos de experiencias familiares. Fue una niña que tuvo una infancia sin preocupaciones económicas y que disfrutó de una madre un tanto peculiar, generosa incluso con los que no conocía «mi padre comentó que tenía problemas de dinero. No eran amigos, pero charlaban […] le preguntó cuánto dinero necesitaba y se lo dio», pero egoísta con su familia, probablemente porque nunca dejó de hacer lo que le gustaba, sentimiento que se agudizó con los años y la enfermedad: «La enfermedad, el dolor, que algunos médicos aseguraban que te inventabas, te convirtieron en un monstruo de egoísmo».

Acaso el excesivo individualismo de su madre hizo que Blanca se sintiera sola en sus momentos más importantes, consiguiendo incluso silenciar situaciones que una hija nunca puede ocultar a su madre. Blanca experimentó la soledad, el desarraigo hacia su madre, en muchas de sus vivencias, «el día que me dijiste que, tal vez, si no me venía la regla pronto, tendríamos que ir al médico y que te contesté, tan tranquila, que hacía dos años que tenía la regla y que no te lo había dicho porque no  era asunto tuyo».

La infancia de Blanca y su adolescencia no debieron de ser felices. No puede ser feliz una niña, hija única además, que no ha compartido con su madre los instantes cruciales de su vida. No soy psicóloga, pero intuyo que tantos remordimientos de Blanca ante la ausencia irrevocable de la madre son fruto de la falta de expresiones cariñosas, de momentos íntimos, de detalles recibidos. La protagonista tiene 48 años y aún no ha madurado «dos hijos, dos matrimonios, varias relaciones, varios pisos, varios trabajos».

La madre no la ayudó a resolver sus momentos decisivos, por eso ahora a ella le cuesta soportar una de las experiencias más duras, por eso necesita que otros la tengan en cuenta y la afiancen a la realidad, «no tengo ganas de otro pésame […] Y, sin embargo, me siento muy erguida, me quito las gafas de sol y me subo un poco el vestido». Necesita la aprobación de los demás, que sean otros quienes la hagan sentir bien, querida, admirada, deseada, imprescindible.

La literatura de Milena Busquets es reflexiva, la autora nos introduce en una novela de vivencias, aunque la encuentro algo superficial. Quizás el lenguaje tan cotidiano, tan evidente, los razonamientos triviales de la protagonista sean los responsables de que eche en falta un indiscutible vuelo poético en la reflexión.

Blanca ha experimentado numerosas relaciones sexuales, se ha enamorado en varias ocasiones y sin embargo su aventura no es apasionante, no contagia emociones. Creo que, probablemente, su dolor pasará pronto a pesar de que está acostumbrada, como lo estuvo su madre, a tenerlo todo sin sufrir demasiadas dificultades. Son personas de alta clase social a las que todo va bien, nunca han asumido el fracaso, por lo que ven aquello que no tiene arreglo, como la enfermedad o la muerte, como algo insoportable.

Milena Busquets ha encadenado pensamientos en torno a la muerte de su madre pero les falta cierto punto de vista íntimo. Echo de menos experiencias intuitivas, vitales entre madre e hija. Creo que la vivencia de Blanca no invita a la reflexión del lector, al menos desde mi recepción. En ningún momento me he sentido identificada con la protagonista. Puede que la autora pretendiera eso, que entendiéramos la soledad, la culpa, el remordimiento que provoca la falta de afecto, el dolor al darnos cuenta de que ya es tarde. Solo así tiene sentido que los sueños que se presentan con la persona que debía de ser la más importante en nuestra vida se transformen en pesadillas y generen respuestas caóticas. Pero hasta lo más traumático pasa.

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