lunes, 23 de junio de 2025

LA COMEDIA DE LOS ERRORES

Pocas comedias habrán sido más adaptadas que Los gemelos desde que Plauto la escribiera allá por el siglo III antes de nuestra era. En realidad él se basó en otra griega, anterior, de la que no se conserva nada. El éxito de esta obra teatral se debe, probablemente, a que los equívocos que presenta son emblemáticos del ser humano. El problema de la identidad, cómo nos vemos nosotros o cómo nos ven los demás, no tener claro si lo que estamos viviendo pertenece al mundo real o a la imaginación.

En Los gemelos, un mercader de Siracusa va con sus hijos gemelos a unos juegos, donde pierde a Menecmo. Poco después muere de pena. Menecmo ha sido adoptado por otro rico mercader, del que hereda su fortuna. Ahora vive en Epidamno y está casado infelizmente, por lo que tiene una amante. Por su parte, la madre de Sosicles, el otro gemelo, le cambia el nombre en recuerdo del niño desaparecido y al morir ella, Menecmo II viaja para encontrar a su hermano. Cuando llega a Epidamno se suceden las confusiones y los enredos entre los criados de los hermanos Menecmos, la mujer, la amante y los vecinos, hasta que tiene lugar la anagnórisis final y ambos regresan a Siracusa. La obra de Plauto gana en comicidad a la griega; los personajes son jóvenes alocados, alcahuetes y cortesanos.

Esto le dio pie a William Shakespeare en el siglo XVII para escribir La comedia de los errores, donde dobla el enredo con dobles parejas de gemelos. La familia del mercader Egeonte, de Siracusa, tiene gemelos y compran otros gemelos recién nacidos a una familia necesitada, para que sean los sirvientes de los niños. En un viaje en barco, naufragan y cada progenitor queda con un niño y su esclavo.

Egeonte llega a Éfeso siguiendo a su hijo Antífolo que partió en busca de su hermano. Allí debería ser ejecutado, por saltarse la ley que prohibía pisar la ciudad a los de Siracusa, pero al contar su triste historia le dan 24 horas para pagar una multa a cambio de su vida. En este día sucederá todo.

El parecido entre los dos hijos y sus respectivos gemelos, Antífolo y Dromio de Siracusa y Antífolo y Dromio de Éfeso, genera grandes confusiones entre los habitantes y la propia esposa de Antífolo de Éfeso, Adriana, que vive con su hermana Luciana, dando pie al extrañamiento de esta cuando Antífolo de Siracusa intenta enamorarla y ella lo toma por su cuñado. Si la situación de Plauto era descabellada, Shakespeare la complica aún más. El esquema teatral fue respetado sin embargo; lo que afirmó en Inglaterra la perfección  del teatro clásico en su división en cinco actos.

También mantiene el efecto cómico en el uso del doble, algo que permite romper el orden establecido y crear el enredo cuando Adriana cree que ya no le gusta a su marido. Las confusiones son hiperbólicas al coincidir en escena el amo y el criado del otro. Sin embargo, el bardo de Avon sigue siendo fiel a su norma en el teatro: la libertad desenfrenada se castiga con la desgracia. Por eso, los personajes de La comedia de los errores no mienten, se equivocan, llevan buenas intenciones; esto les asegurará un final feliz, aunque nunca antes de experimentar el recurso de la anagnórisis clásica. Cuando se juntan los cuatro en escena es cuando se reconocen y se reencuentran con sus padres. El descubrimiento familiar pone fin a las circunstancias de la separación que habían desembocado en un ritmo trepidante durante la representación.

El desarrollo del enredo es la base de la comedia, sin embargo no podemos dejar a un lado la riqueza de lenguaje exhibida por el gran autor inglés que intercala en el lenguaje cotidiano y hasta soez, bellas metáforas o expresiones poéticas «querellas intestinas y mortales», «desfallecida por la dulce carga que llevan las mujeres».

Los recursos literarios son variados aunque destaquen los antónimos para reforzar las confusiones: «de qué regocijarnos y de qué afligirnos». Estos términos contrastivos e hiperbólicos consolidan el tema principal: El destino del ser humano, «Desventurado Aegón, a quien los hados han marcado para probar el colmo de la desgracia».

Los enredos se suceden encadenándose unos con otros hasta llegar a un encuentro desmedido en el que la ocultación de la personalidad tiene lugar con todos en escena separados por una puerta, por lo que no ven la apariencia del otro. Esto da lugar a un pasaje humorístico exagerado en el que todos insultan a Antífolo de Éfeso pensando que es un impostor.

Destaca, pues, la creación de personajes memorables; la doble identidad permite explorar las virtudes y defectos de los hombres: (Los marineros) «buscaron salvación en nuestro bote y nos abandonaron dejándonos el barco a punto de hundirse». El poder y la ambición también quedan en entredicho, «Tus géneros, vendidos al más alto precio, no pueden subir cien marcos; por consiguiente la ley te condena a morir».

Cuando comparecen en escena Antífolo y Dromio de Siracusa con Adriana y Luciana, surge, en el enredo de la confusión, la relación que solía ser habitual en los matrimonios de la época: Adriana saca a relucir los celos (por la poca confianza en ella misma y la poca libertad de ellas frente a la del hombre), Antífolo muestra el poco interés que tiene hacia “su mujer”, Luciana expone la rabia por cómo está siendo tratada su hermana y Dromio exterioriza la incomprensión hacia los que tienen cierta consideración social:


Adriana.- …si tú y yo somos uno y faltas a tus votos, yo asimilo el veneno de tu carne y me prostituye tu contagio…

Antífolo de S.- ¿Me hablas a mí, bella dama? ¡Si no te conozco!

Luciana.- ¡Vaya, cuñado, cómo cambian las cosas! […] a Dromio le pidió mi hermana que te llevara a comer.

Antífolo de S.- ¿A Dromio?

Dromio.- ¿A mí?

La doble identidad es perfecta para reflexionar sobre la vida, hasta dónde llega lo real y empiezan los sueños. Antífolo se lamenta de algo que tampoco entendió nuestro Segismundo «¿Qué error nos engaña los ojos y los oídos?».

Lo sensato, para Antífolo, es dejarse llevar por los hados y las circunstancias «Haré lo que digan sin protesta alguna y así, en esta niebla, viviré aventuras».

También entre las dos hermanas describen el papel social del hombre, ansiado por algunas mujeres e ironizado por otras.


Luciana.- Los hombres, más cercanos de la divinidad, dueños de todas esas criaturas soberanos del mundo y de los vastos y turbulentos mares, dotados de alma y de inteligencia, de un rango más elevado que los pájaros y los peces, son los dueños de sus esposas, y sus señores. Que vuestra voluntad sea, pues, sometida a sus acuerdos.

Adriana.- ¿Es esta esclavitud lo que os impide casaros?

En medio del humor y la ironía, la sociedad queda plasmada con sus vicios y sus virtudes, las relaciones entre amo y criado son recurrentes y ayudándose de las reiteraciones alargan las razones, injustas para el más débil


Dromio.- …Pero por gracia, señor ¿Por qué me golpeáis?

Antífolo.- ¿No lo sabes?

Dromio.- No sé nada, señor, sino que soy golpeado.

Antífolo.- ¿Quieres que te diga por qué?

Dromio.- Sí, señor, el por qué. Porque todo por qué tiene su por qué.

Los criados son vapuleados, insultados y animalizados, y Shakespeare no duda en exagerar estos rasgos con degradantes hipérboles que provocan la hilaridad entre el público.


De pies a cabeza mide igual que de cadera a cadera, señor, es redonda como el globo de la tierra, y en ella podríamos hallar varios países.

Todos coinciden en el escenario casi al final del Acto V aún con el enredo sin resolver; deberá aparecer la abadesa del convento con una sorpresa que desembocará en el reconocimiento final y en el restablecimiento del orden.

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