viernes, 25 de marzo de 2016

LOS BESOS EN EL PAN

No hay duda de que hay personas que tienen un don especial para comunicar, ya sea sentimientos, anécdotas, sucesos o simples noticias. En este grupo de personas se encuentra Almudena Grandes, contadora de historias por excelencia. En poco más de 300 páginas, la autora expone la crisis que asola a nuestro país, con altibajos desde la guerra y de forma continuada desde un presente que dura ya más de lo soportable.

Grandes cuenta en Los besos en el pan la situación de un barrio madrileño y cómo la ayuda de los vecinos es fundamental para salir adelante. Sin embargo, he echado en falta un argumento. Y por supuesto he echado en falta una crítica más directa, una denuncia, incluso, a esta situación bochornosa por la que nos ha tocado pasar.

Puede que sea una novela coral, en la que el protagonista es un barrio cualquiera, metáfora de un país concreto, y el narrador, desde la observación directa, simplemente describe situaciones reales. Como las condiciones por las que pasa la mayoría de ciudadanos son escasamente beneficiosas, el transcurso de la vida de todos los personajes de la novela es fundamentalmente afectivo, sensible. De esta manera Los besos en el pan funciona a modo de catarsis en el lector, que se implica emocionalmente a la vez que purifica su interior mediante la compasión. Es cierto que la autora consigue una implicación afectiva, pero también lo es que falta un juicio crítico, racional al problema presentado.

Cuando nos enfrentamos a una novela, lo primero que hacemos es establecer un pacto ficcional con el narrador, en el que aceptamos lo leído y lo enjuiciamos a pesar de su evidente falsedad. No hay falsas evidencias en esta novela pero, lo menos apasionante es que apenas hay un resquicio para juzgar a los personajes o las acciones de éstos. No hay término medio, al menos no lo he encontrado; dos conceptos forman el eje sobre el que gira la novela: el bien, encarnado en los personajes y sus actuaciones solidarias y el mal, que viene de fuera y es el causante de esa forma de actuar. La realidad del barrio, de España, se reduce a una oposición radical entre lo bueno y lo malo. Al leerla se me venía a la mente de forma casi constante la novela costumbrista (de hecho he encontrado algunas similitudes con Juanita la larga) y el maniqueísmo subyacente. El ensalzamiento de valores tradicionales, transformados y acomodados a una nueva realidad que permite familias elementales, monoparentales, simultáneas o compuestas. En todas ellas predomina una moral colectiva que funciona como guía para obrar de forma correcta.

Es posible que Los besos en el pan tuviera como finalidad conformar un alegato a la solidaridad, sin embargo le faltan los argumentos en contra, la lucha no conformista ante situaciones vejatorias, la multiplicidad de registros, representantes de ese personaje múltiple, para conseguir una profundidad psicológica que, lamentablemente carece.

Pero si es cierto que la mayoría de situaciones son tópicas, y los protagonistas también, la narración fluye rápida, plena de giros, de preguntas indirectas, de pensamientos anafóricos, de enumeraciones asindéticas; la introducción del diálogo en la narración, tanto de forma directa o indirecta, consigue agilidad. Asimismo las historias se cuentan desde la visión del protagonista, lo que favorece la situación del lector ante lo que ocurre, ya que puede cambiar sin dificultad de suceso aunque al principio de cada episodio aparezcan personajes diferentes. Unos apartados se enlazan con otros para conseguir el retrato vivo, actual de nuestro país: matrimonios separados que rehacen su vida, otros que no la pueden rehacer a causa del paro, familias en las que alguno de sus miembros es corrupto, el que es retribuido por trabajos muy inferiores a su preparación, el que debe trabajar para quien hizo quebrar su negocio, el desahuciado, el inmigrante, el explotador y los explotados sin posibilidad de quejarse, el funcionario que ya no tiene nada asegurado porque cada vez hay menos apoyo al establecimiento público, el maltratador y las maltratadas…

Y ante todo esto he visto como solución la bondad y solidaridad del desfavorecido. Pues yo me resisto a creerlo. 

domingo, 6 de marzo de 2016

HISTORIA DE UN CANALLA

Es la primera vez que leo una novela de Julia Navarro. Conocía a esta autora en su labor periodística; durante una temporada cuatro mujeres, entre ellas Navarro, se turnaron semanalmente, creo que en Mujer Hoy, para ofrecernos artículos de temas variados. Historia de un canalla me ha sorprendido y Julia Navarro también. Su sintaxis es perfecta; ha supuesto una satisfacción no encontrar leísmos o laísmos tan habituales en expresiones actuales o leer el plural de las siglas sin la ‘s que muchos se empeñan en poner «¿cuántas ONG nos han encargado…?», y un alivio ante el estilo ágil, ante el vocabulario coloquial no exento de tecnicismos. La novela se lee con facilidad lo que supuso un regocijo al ver que estaba compuesta de 863 páginas.

A lo largo de todas ellas he ido modificando mi pensamiento. No sabía nada del argumento, así que al leer el título lo asocié a un sinvergüenza. Una vez que empecé la historia estaba segura de estar ante uno de esos niños de conducta agresiva por causa de la genética. De hecho, creo que es ésta la razón de que no tolerase las caricias o abrazos de su madre antes de que naciera su hermano. Por supuesto, la crueldad fue en aumento al tener lugar una interacción genético-ambiental, ya que, si bien su entorno era ideal él no sentía formar parte del mismo. Y de nuevo la genética es la responsable, pues Thomas, nuestro protagonista, parece que sólo ha heredado los rasgos hispanos de su madre, mientras que su hermano Jaime es igual que su padre, un norteamericano típico, alto, rubio, guapo… Así que, el estrés que sus celos le causaban sirvió como activador de los efectos negativos del “gen de la agresión”.

Asimismo la genética no lo ha hecho demasiado inteligente, cualidad que ha suplido con una fuerte tendencia al egoísmo; Thomas requiere atención constante y complacencia absoluta «La señorita Adeline era una buena maestra […] pero yo la aborrecía […] Todo en ella me molestaba […] Yo solía quejarme a mi padre de la señorita Adeline. Le decía que me tenía manía. Mi padre me creía […] le pedía a mi madre que hablara con ella […] “si le regaña es porque se lo merece” […] Preparé meticulosamente mi venganza […] yo mismo me golpeé la cabeza contra la pared […] Cuando regresé al colegio la señorita Adeline ya no estaba, la habían despedido…»

Y al terminar la novela he podido constatar que Thomas adquiere, con cada derribo a los otros, un comportamiento autodestructivo que se va convirtiendo en obsesión y lo lleva a la muerte.

Poco a poco su personalidad se va formando ayudado por aquellos que tiene a su alrededor y que esperan conseguir algo; pero él no engaña a nadie, no es afecto o comprensión lo que les ofrece, es dinero a cambio de sus deseos sean cuales sean, sin importarle las consecuencias.

Se va enfrentando a los peligros de la adolescencia y la juventud sin que le pase nada, pero causando dolor, destrucción y muerte a su alrededor. «Dudé unos segundos pero terminé diciéndole que subiera al coche. Allá ella. La dejaría en la carretera dos kilómetros más adelante. Después me iría. Que volviera como pudiera.
Tía Emma me dio la noticia a la mañana siguiente. Lisa Ferguson había aparecido muerta en el cuarto de baño con una jeringuilla en el brazo.»

El chantaje le funciona «…quizá era mejor mantener el ancla en aquella casa pero, eso sí, haciéndoles sentir a él y al resto de la familia que estaban en deuda conmigo por su engaño.»

Tiene dinero, apoyo incondicional de su familia, que teme alguna barbaridad, y arrestos para enfrentarse a todo. No tiene miedo a nada «¿Sabes tía?, me has dado una idea genial. Me tomaré un año sabático. Me gustaría viajar un tiempo por Europa».

Poco a poco va mostrando un comportamiento autodestructivo indirecto, un CAI de manual pues, a la búsqueda de placer inmediato y la poca tolerancia a la frustración «…me daba cuenta de que Esther se estaba convirtiendo en una obsesión […] si quería lograr que aceptara mi propuesta matrimonial tendría que actuar como un estúpido enamorado.», añade una tendencia a la negación, angustia de pérdida de lo buscado, «—Es casa de los Spencer. Primero fue mi casa, luego de tu padre y ahora lo será de Jaime— dijo sosteniéndome la mirada. Sus palabras me hirieron profundamente…» omnipotencia, «La primera novedad es que los señores aceptan mi plan, la segunda novedad es que a partir de ahora mando yo en el proyecto […] y he decidido prescindir de ti.» falta de planes a largo plazo, necesidad de estimulación constante, «No hay nada más placentero que engañar a un novio delante de sus narices, ¿no te parece? […] La empujé hasta un banco y la obligué a tenderse sobre el mármol; luego me tendí sobre ella. No dijo ni una palabra. Cerró los ojos. El único placer que yo sentía era el de pensar que alguien podía sorprendernos…» relaciones interpersonales superficiales «Salí de casa dando un portazo. Sabía que estaba actuando mal, que Jaime tenía razón y que lo menos que le debía a John era darle consuelo. Pero hui de una escena que se me hubiera antojado pesada» y fuerte sentimiento de individualismo. «Por ahora no quiero socios, pero me vendrá bien contar con alguien que se implique en el negocio. Así no tendré que preocuparme por pasar todo el tiempo que necesite en Nueva York.»

Todas estas conductas, repetidas una y otra vez, constituyen el factor más importante de riesgo para Thomas, pue lo irán devastando conscientemente.

La estructura de la novela es muy simple. Hay un preámbulo, en el tiempo presente del narrador protagonista, desde el que anuncia que se está muriendo y que esa noche, en la cama, se dispone a hacer un balance de su vida; una vida sin escrúpulos según él mismo advierte y de la que tiene claro lo que no debería haber hecho. Seguidamente, el tiempo narrativo cambia al pasado y el neoyorquino Thomas Spencer recuerda su INFANCIA , de la que destaca el odio hacia su millonaria familia y hacia los que lo rodeaban, causando la desgracia a su profesora, a algunos compañeros, y a sus propios padres ya que sembró en ellos la duda y los celos hasta casi conseguir que rompieran su relación.

En la JUVENTUD se va a Londres y comienza su vida como publicista, descubre que le gusta el riesgo, la independencia, vivir al límite con todo tipo de lujos y el sabor del triunfo. Durante esta etapa triunfa en el mundo de la publicidad, extorsionando a quien se interponga en el camino trazado para lograr su objetivo; es cómplice moral de asesinatos, sin importarle nada. Vuelve a Nueva York a ver a su madre antes de morir, quien le confiesa que él fue fruto de una violación por parte de un compañero de universidad. El odio hacia su familia se acrecienta y desde entonces les hará pagar la mentira en la que ha vivido y los chantajeará durante toda su vida. Se reencuentra con Esther —compañera de estudios publicitarios— y siente atracción por la seguridad que le transmite, por lo que se propone no dejarla escapar. Mientras su vida laboral va en ascenso, su vida personal entra en decadencia, bebe, fuma, come mal y maltrata a las prostitutas con las que se acuesta, las chantajea y les ocasiona daños físicos y psíquicos irreparables. Hasta cuatro mujeres pierden la vida, instadas por él y, sin embargo no pueden nunca demostrarle ningún tipo de implicación.

En la MADUREZ, muere su padre a quien ya no consideraba como tal. Consigue que Esther se case con él (después de pedírselo más de cinco veces) mediante chantaje económico y emocional, sin importarle que no exista el amor, y que ella en realidad quiera a su hermano Jaime. Esther resulta ser clave para ampliar el negocio, pues abren una sucursal en Nueva York con un éxito tremendo. Paralelamente aumenta su sed de sexo y sadismo, y descarga sus instintos sobre todo el que no le obedezca.
Se sabe poco agraciado y disfruta dominando a mujeres jóvenes y bellas que aceptan sumisas sus deseos, a veces por dinero, siempre por miedo.

Y el DECLIVE, en el que su comportamiento sádico y maltratador con las mujeres se vuelve obsesivo, y su actitud autodestructiva también. Sabe que su mujer y su amante lo están envenenando pero no puede dejarlas; prefiere prepararlo todo para hacerles daño aun después de muerto «Gozo de antemano con su sufrimiento».

El desenlace del argumento tiene lugar UN AÑO DESPUÉS; el narrador cambia a tercera persona para informarnos de que tras meses de investigación, no han podido demostrar que se hubiese cometido ningún asesinato. Por fin, ha terminado el calvario de las mujeres que estuvieron con Thomas al final de su vida.

A todas las mujeres que han tenido relación con él les ha hecho daño; su sadismo ha ido en aumento aunque las razones para el maltrato han sido diferentes. A su madre la destroza porque la desprecia por hacerlo inferior físicamente y se aprovecha al ver que ella siente que su hijo está pagando por su falta. Ofende a su profesora simplemente porque lo amonesta; él siembra la cizaña y se quita de en medio, dejando a otros la responsabilidad de abatirla. Esta actuación sádica y cobarde es la que adopta con las amas de casa que se prostituyen para salvar a sus familias; con Lisa, a quien ayuda a drogarse; con Esther, al conocerla, a quien no libra de las falsas acusaciones; a su compañera de instituto, a la que engaña y después consigue que parezca culpable de seducirlo… Todas, buenas personas y con las que no va más allá. Es una actuación rápida —aunque siempre meticulosamente preparada—. Será después, en su periodo adulto, cuando no deje marchar a quien le interese; lleva a Yoko y a Constance a la muerte, destroza a Nataly y lo intenta con Esther, quien reaparece en su vida, y le ofrece la seguridad que no le ha dado nadie. No puede permitir que se vaya de su lado; Esther no lo quiere, pero le gusta el dinero, vivir bien, por lo que acepta llevar una vida íntima miserable a cambio de reconocimiento social y profesional. Desde ese momento Esther juega un papel parecido, es embustera, manipuladora; todo vale para salvar a los clientes, por eso se muestra cruel con la esposa de Roy Parker, Suzi, y la chantajea emocionalmente para que acepte las condiciones rastreras de su marido. Por fin Thomas encuentra alguien a su altura; el resto es un pulso entre ambos.


Interesante la novela aunque algo melodramática en ocasiones, y sobre todo, demasiado larga. Sin embargo, hay asuntos que se quedan sin resolver; la estancia en España promete un giro que no ocurrirá; al final no sabemos qué sucederá con las prospecciones petrolíferas. El contrato final con Brown y Lerman también queda poco explícito. Si estos supuestos se hubieran nombrado solamente, la novela adquiriría mayor dinamismo; a veces nos quedamos pensando en que un hecho, importante en su vida, tendrá consecuencias posteriores, pero no es así, no se vuelve a nombrar. Por el contrario, la frecuencia con que determinados asuntos —sobre todo familiares— se repiten una y otra vez, incluso con las mismas palabras, consigue cierto cansancio en su lectura. Así pues me quedo con el argumento, que me parece interesante y con la forma de escribirlo; la trama queda dilatada en exceso.