Cuando vemos la
portada de Mi amigo para toda la vida quedamos fascinados por la carita
que la llena. Inmediatamente nos conquista y, en conjunción con el título,
deseamos también nosotros tener un amigo como Elvis.
Estefan es un
viudo, ya mayor, bastante asocial, de carácter agrio, que intenta sobrevivir
como puede sin tener demasiado contacto con el resto del mundo. La única que lo
entendía era Dolores, su mujer y, desde que no está, Estefan no hace ningún
esfuerzo por aceptar a los demás ni introducir novedades en su existencia. Su
vida es rutinaria, repetitiva, triste y malhumorada. Él se muestra a los demás
como egoísta «Si no tiene dinero, ¿a qué
trae un hijo al mundo?», racista «Allí
holgazaneaba el culpable, ese reponedor bajito y nervioso, colombiano o a saber»,
sin corazón. Vive una realidad en la que todo adquiere un talante impreciso y
agotador. No hay nada claro que rodee a Estefan, incluso el narrador, que
mantiene su punto de vista, cuenta la historia en tercera persona, intentando
una objetividad que se va difuminando ante nosotros. Observamos que la
inseguridad es la que acompaña al protagonista, causándole un estado de alerta
constante, de temor y aislamiento: «—Siguen
donde siempre, don Estefan —le dijo con ese acento de a saber dónde». Su
rutina queda legible con frases cortas que conforman una secuencia, metáfora
lingüística de lo obsesivo que nos mantiene atados a su verdad, a su forma de
vivir que, como las palabras, se va acortando hasta conformar su espacio más
inmediato «Estefan abandonó el baño.
Bata. Calzoncillo. Calcetines. Pasó junto a la cama sin hacer. “Cama. Ce, a,
eme, a”».
La sobrina de
Estefan está preocupada; siente que su tío no está bien, la pérdida de memoria
y la falta de conexión con la realidad son evidentes desde la muerte de Dolores,
por lo que adopta para él un perro de una organización dedicada a que los
ancianos necesitados no se sientan solos. Así llega Elvis a la vida de Estefan
y, aunque al principio lo rechaza, se va habituando a él, siente que lo ayuda a
disfrutar; le trae recuerdos que permiten reconocer sus actos: mejora sus
relaciones interpersonales y su estado de ánimo, aunque no logra evadirse de su
verdadero sentimiento: la soledad.
Cuando entra en
juego Araceli, su vida da otro giro pues ella actúa como una segunda Dolores,
le advierte de sus errores, de aquellos comportamientos que no lo dejan ser
feliz. Con la llegada de Dolores vamos descubriendo que nada es lo que parece.
La intriga va en aumento. Poco a poco van apareciendo elementos que se adentran
en lo extraordinario, nuestra inquietud aumenta con el ritmo de la novela.
Estefan es víctima de una pesadilla de la que no logra liberarse, un temor que
bloquea su razonamiento. Elvis, un torbellino que todo lo celebra, queda
también atrapado, por momentos, en la angustia «Cuando Elvis lo despertó pegado a su oreja y pisoteando la almohada,
encendió la lamparita y descubrió […] Al anunciarse la madrugada, mientras
Elvis mordía la zapatilla del pie izquierdo, supo que comenzaba la cuenta atrás
para las 14:10».
Elvis llega a la
vida de Estefan para recordarle que no es posible liberarse de su trauma; se lo
recuerda hasta tres veces al día, consiguiendo que entre los dos se dé una relación
de atracción-rechazo, mientras los lectores nos preguntamos si es posible vivir
atemorizados siempre, si es posible no vivir en paz con nosotros mismos. Más
allá de las salidas y el cuidado que le proporciona a Elvis, la tristeza de
Estefan es habitual, vive angustiado por unas visiones que pueden ser fruto de
una enfermedad, de las que solo había sido reconfortado por su madre, cuando
adolescente y por Dolores desde que la conoció. Ahora, Elvis lo insta a
gestionar él mismo sus emociones.
Las apariciones
reflejan a víctimas y el lugar donde murieron, en principio suicidándose. Estefan
va asumiendo, en su propia tristeza, el tormento de otros.
Los lectores nos
vamos preguntando ¿por qué siguen ahí esos fantasmas? ¿Es una característica de
Estefan que ha revivido con Elvis? ¿Es Elvis el aviso de que va a morir? «Encendió la lamparita: 24:15. Quedó
paralizado […] los lloriqueos de Elvis, en la cocina, no transmitían peligro
sino otra cosa, una mezcla de excitación y tristeza».
No solo Elvis, el
comportamiento de Araceli es, cuando menos, raro. A veces tenemos la impresión
de estar ante un fantasma futuro, otras es como el espejo de la propia Dolores;
pero no es ella, Estefan lo sabe y, aunque lo atrae y le ayuda a sacar de nuevo
aspectos positivos de su forma de ser, no la acepta como pareja.
Paco Santos
juega en Mi amigo para toda la vida
con el factor sorpresa como no lo había hecho antes. La intriga va in crescendo hasta llegar al suspense y
de ahí al terror. Los lectores quedamos inmóviles inundados de una sensación de
“espera, no puede ser. Voy hacia atrás”. Y releemos. E intentamos entender en
esa lluvia que persigue a Estefan una metáfora de la tristeza y soledad que
siente ante su nueva realidad, una vida poblada de recuerdos «A Estefan le gustaba la lluvia. La excusa
ideal para no ir a ninguna parte». Intentamos buscarle un sentido a la
orden que, repetidamente, da a su perro cada vez que lo suelta. Pero para eso hemos
de llegar al final.
Su depresión se
mezcla con la pérdida de memoria y la ansiedad ante posibles recuerdos; esto
degenera en un deterioro cognitivo que le hace perder el contacto con la
existencia. Estefan vive como normal todo lo que le ocurre: que alguien le deje
un perro en su casa sin previo aviso, que ese perro lo marque como otro de sus
territorios «En la camisa descubrió una
mancha amarillenta justo donde había apretado a Elvis contra su pecho». Un
perro al que adora pero lo llama con diferentes epítetos negativos: «puñetero, chucho, estropajo negro, saboteador,
zapatillófago peludo, cochino, rata negra, aspersor de pis, la peste negra,
satanás». Como el propio demonio tiene varios nombres que van despistando
en según qué momentos. Porque realmente Elvis se hace imprescindible no solo
para él, también para Araceli «—Recuerda
que encabezo la línea sucesoria. Debo asegurarme de que no recibo al animal en
los huesos», y para los jugadores de petanca con los que Estefan empieza a
relacionarse de nuevo, «a esa mancha
amarillenta […] tan similar a la que ese cochino había dejado en la camisa del
jugador de petanca».
El protagonista se
aviene al juego de revelación de información que le interesa al narrador, de
nuevo esa fusión protagonista-narrador. Las apariciones que tiene le sirven
para resolver una experiencia traumática de su adolescencia. A pesar del terror
que le producen esas apariciones trata de analizarlas de manera científica,
intenta averiguar sus causas y encontrar una solución, y justicia:
—¿Me
va a decir que también se suicidó?
—Eso
le pregunto yo, ¿también se suicidó?
Cuando
el comisario alzó las manos, quedaron dos cercos de sudor sobre la mesa.
Paco Santos
describe en esta novela los pensamientos, los trastornos, los motivos del
comportamiento del protagonista.
Estefan se va
relajando al tiempo que aumentan las visiones. La mancha de orina de Elvis es
un estigma, una huella que imprime en todos aquellos que estarán de alguna
forma bajo su dominio; le hecho, es el perro el que dicta cómo ha de rehacer su
vida.
El estilo de Paco
Santos es fiel al humor, al sarcasmo incluso, a las metáforas y las
personificaciones, a repeticiones que denotan la misma sensación en espacios
diferentes. Lo lectores quedamos cautivados desde el principio porque pasamos
de las sensaciones externas a internarnos en la personalidad del protagonista y
en nuestros propios sentimientos. Descubrimos que no hay tanta diferencia en
las emociones de quienes están dañados por la soledad, por la falta de cariño;
los afectados se unen a través de las consecuencias en el mismo final.
Los recuerdos del
protagonista son reflexiones del autor, experiencias de los lectores que vemos
reflejadas en las páginas y experimentamos una catarsis liberadora, como el
canario que vuelve a cantar al encontrarse a un igual, como Araceli, espejo de
Dolores que logra cierta felicidad en Estefan cuando descubre, por fin, de lo
que es capaz por amor.
Elvis ayuda a Estefan a desarrollar su inteligencia emocional. Paco Santos, en una mezcla de novela negra, de terror, sobrenatural y literatura psicológica, nos descubre nuestros propios sentimientos, nuestros propios conflictos y la capacidad para entender a los demás.
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