Por nuestra parte seguiremos leyendo y comentando con todo el que quiera asomarse por aquí.
Nuestro rincón del recuerdo lo dedicaremos este año a Ana María Matute de cuyo nacimiento se cumplen cien años.
Felices lecturas y un abrazo para todos.
Por nuestra parte seguiremos leyendo y comentando con todo el que quiera asomarse por aquí.
Nuestro rincón del recuerdo lo dedicaremos este año a Ana María Matute de cuyo nacimiento se cumplen cien años.
Felices lecturas y un abrazo para todos.
Agradezco
enormemente, como siempre, a Babelio, la oportunidad que me da de conocer
nuevos escritores, nuevas tendencias y nuevas lecturas. Me gusta participar en Masa crítica y procuro hacerlo en todos
los géneros para estar un poco al día de diferentes literaturas. Masa crítica infantil y juvenil me
atrae, lógicamente por razones familiares, así que en esta ocasión el cuento Un
botón me trajo el recuerdo de la canción «Debajo de un botón» que le he cantado a mis hijos cuando eran
pequeños y lo sigo haciendo con mis nietos. Un
botón, por el texto persuasivo de Babelio, es un cuento para niños muy
pequeños.
Asimismo en la contraportada podemos comprobar que es idóneo para edades entre uno y tres años, por lo que me decidí a pedirlo y me tocó. Gracias.
Al
tenerlo en mis manos me di cuenta de que no hay más argumento: a Rita le falta
un botón del vestido con el que iba a bailar y debe encontrarlo para su
actuación. La letra y las imágenes intentan que los niños lo busquen con ella,
sin embargo los dibujos son más indicados para niños mayores de un año pues,
aunque sencillos, no reflejan con suficiente claridad lo expresado en el texto,
el armario donde debe buscar apenas se ve y cuando dice que lo busca arriba y
abajo, las ilustraciones se refieren a las acciones inversas.
Rita
pasa por las emociones de sorpresa, tristeza y rabia hasta que cae dormida
antes de encontrarlo. Sí hay sorpresa final.
Pero
el cuento tiene las páginas muy finas, algo que costará trabajo manejar a un
niño pequeño sin romperlas y es una pena porque los dibujos son preciosos, en
tonos suaves, color pastel, fomentan la relajación. Igual que la música,
maravillosa, donde podemos deleitarnos con fragmentos del Arabesque nº1 del maestro decimonónico Claude Debussy o del Aria la Bergamasca del compositor Marco
Uccellini. Asimismo es una gozada recordar una parte de Singin’in the rain del
letrista Arthur Freed y el compositor Nacio Herb Brown.
Todas,
piezas fabulosas que invitan a la tranquilidad. Junto a ellas otras no menos
importantes del famoso musicoterapeuta actual Santi Serratosa y de la pedagoga
de la música y el movimiento Marta Canellas, a quien acompañan las letras
escritas y cantadas por Anna Vega.
Encontramos,
intercalados entre las piezas musicales, sonidos de pasos apresurados y de
diversos objetos que mueve la protagonista para encontrar su botón.
Todo
un conjunto inmejorable; sin embargo, aunque el contenido es ideal para niños
pequeños, la forma no lo acompaña, tanto por el tamaño del cuento, pequeño y
con hojas finas, como por la posibilidad de oír la música, solo a través de un
CD. He visto cuentos para los pequeños que, con páginas gruesas, llevan la
música incorporada y el sonido es francamente bueno.
Solo
hago este apunte porque hubiera sido fantástico que el propio niño pudiese
manipular su regalo.
Por cierto, la idea de poner las siluetas de los protagonistas y de algunos objetos de Un botón al final, para que los niños las rellenen con colores, es muy buena y completa la atención didáctica de la Editorial Bellaterra Música.
Creo
que está de moda la literatura asiática de confort; las historias sencillas
perfectas para pasar una tarde en casa sin preocupaciones. La coreana Hwang Bo-Reum ha dado en el clavo con
su novela reanimadora y ha conseguido vender más de tres millones de ejemplares
por todo el mundo.
Bienvenidos a la librería Hyunam-Dong es un libro optimista donde hay una protagonista, Yeongju,
que abandona la vida que llevaba en una gran empresa, casada y con un futuro
brillante según la tradición. Su matrimonio iba bien cara a los demás, pero
ella era infeliz porque no se sentía realizada a pesar de sus éxitos laborales;
constantemente debía preocuparse por su marido, estar segura de que no le
faltase nada, de que todo estuviese a su gusto, sin pedirle nada a cambio. Solo
así su relación se mantenía firme.
Un
día decide no hacer nada más por un hombre que no la considera, al menos, como
igual, así que le pide el divorcio y, tras aguantar los reproches de su
familia, abre una librería. Allí conoce a gente que la ayuda a cambio de nada y
se conocerá a sí misma mediante el trabajo y la ilusión de mantener su negocio
y conseguir que prospere sin considerar el esfuerzo que supone como si fuese
una tortura.
El
libro entra dentro de las “ficciones curativas” ideales para quienes creen
escrupulosamente en el poder sanador de la literatura. Es una autoayuda
novelada. Sus personajes tienen claro qué no quieren y qué sí.
La
librería es el centro neurálgico que les hace descubrir facetas de sí mismos
que no conocían; facetas en donde la angustia e intranquilidad se sustituyen
por la lectura, por la reflexión, la empatía hacia el otro y el amor por uno
mismo.
A
lo largo de la lectura nos damos cuenta de la relación que tenemos con los
libros y sus causas, desde la catarsis hasta el fortalecimiento personal «Abstraerse en los sentimientos de los
personajes le permitía descansar de los suyos. Lloraba, sufría y se volvía más
fuerte con ellos». Con un estilo lento, reposado, Bo-Reum saca a la luz una
serie de temas como la necesidad de aceptación del ser humano, de amistad, de
respeto: «Yeongju insistía en que se
tomaran un descanso. Ignorando el desorden de los estantes, cortaba un poco de
fruta junto al fregadero y, como si lo hubieran planeado, Minjun ya tenía el
café listo cuando ella le pasaba un plato».
No
se puede decir que haya personajes principales a excepción de la protagonista;
el resto son personajes episódicos que aparecen de forma anecdótica con un
problema determinado, que se arreglará a lo largo de la novela, porque en
realidad los personajes destacan diferentes tipos de problemas cotidianos que
en un principio nos bloquean, pero son fáciles de solucionar si se los enfoca
desde otro punto de vista. La madre de Minjun no acepta que no busque un
trabajo acorde a sus estudios universitarios; Mingheol no quiere estudiar, lo
que en una sociedad competitiva es un contratiempo tanto social como económico,
la preocupación de Wooshik, su madre, desaparecerá cuando vea que Mingheol es
feliz con otras alternativas.
Jini
no es dichosa en su matrimonio, hasta que al hablar con Minjun descubre que no
tiene ninguna obligación de seguir atada a “ese hombre”: «Era bueno como amante. Podríamos haber sido conocidos sin más. No es
alguien con quien querría vivir, aunque no tenía forma de saberlo hasta que nos
casamos». Jungsuh se ha dado cuenta de que en las empresas privadas en las
que ha trabajado, no se ha visto recompensada aunque no se decidía a dejarlas
por miedo a ser rechazada «Muchos colegas
se mostraban amables mientras pisaban a otros para ascender. Y aquellos que no
pisoteaban miraban con indiferencia desde la banda». Ahora Jungsuh se
sienta en la librería y teje constantemente solo porque le hace sentir bien,
hasta que la convencen de que su labor puede ser beneficiosa para ella misma y
para la librería.
La autora usa a veces la primera persona con una intención reguladora, para persuadir al lector a que conecte con la protagonista, se ponga en su lugar y se conciencie de que sus problemas no lo son tanto, de que todo tiene solución «A veces siento desesperanza al pensar que no valgo nada […] termino haciendo daño a los demás o poniéndolos tristes. Nos sonreímos al tiempo que nos lastimamos».
No solo los diálogos entre los personajes tienen una finalidad motivadora, Hwang Bo-Reum se vale de películas o música inspiradoras, así como novelas que ayudan a pensar para que, en un momento determinado de depresión, sepamos que hay lecturas reconfortantes que nos llevan de manera individual a encontrar el sentido de la vida. Los beneficios de la lectura, así como el buen uso de las redes sociales, se dejarán ver en nuestra felicidad.
Viernes, 17.02 h │Instagram
¡Caray! no esperábamos que el ganchillo fuera tan popular. Solo quedan 33. 😊
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En
Bienvenidos a la librería Hyunam-Dong,
Yeongju abre una librería, el sueño que siempre ha tenido, pero nos hace ver
que para que ese negocio salga a delante y prospere necesita mucho esfuerzo, un
trabajo constante y alegría para llevarlo a cabo. Se da cuenta de que si
abandona, si se conforma con lo que tiene puede llegar un momento en que tenga
que cerrar, porque ese negocio se quedará obsoleto. Necesita ideas nuevas para
mejorarlo y solucionar los problemas que le salgan al paso. Debe querer su
negocio y a los que trabajan en él y debe permitir que los que la rodean la
ayuden así como ayudarlos a ellos para que se sientan contentos. En un ambiente
armónico será feliz a pesar de los sacrificios. Todo lo que la rodea, personas
o instrumentos pueden facilitarle los progresos o impedírselos según la
relación que establezca con ellos.
La
librería Hyunam-Dong se transforma en una metáfora de la vida. Es un valioso
regalo que se puede gastar con el mal uso que hacemos de ella o, por el
contrario expandirse y convertirse en algo productivo, en un espacio-tiempo
fértil que nos hace felices, donde sentirnos bien con nosotros mismos y lo que
tenemos «Cada vez que leía un libro
anotaba sus pensamientos en una tarjeta que luego metía entre las páginas […]
su prioridad era crear una librería que luciera […] los vecinos cercanos
dejaron de lanzar miradas dubitativas a la tienda».
¡Cómo
he disfrutado con esta novela! Tanto, que me he propuesto retomar obras del
siglo XIX que leí hace tiempo.
Hetty Gray. Hija de nadie
es un novelón victoriano donde pasamos de la angustia a la sonrisa, de la pena
a la alegría, de la rabia por la injusticia social a la paz que nos invade al
sentir la justicia poética que entrevemos, aunque estemos seguros de que eso no
pertenece a la realidad, o al menos es muy difícil.
Pero
Rosa Mulholland fue capaz, en 1883,
de retratar una forma de vida en la que la clase social elevada tenía todos los
derechos, los pobres solo podían aspirar a la caridad. La protagonista,
encontrada en una playa cuando era un bebé, no tiene nombre, no lo saben. El
matrimonio Kane supone que fue superviviente de un naufragio. Como nadie la
requiere y la niña llevaba bordadas en su vestidito las letras H. G., deciden
llamarla Hetty Gray.
A
pesar de ser muy pobres, cuidan a la niña, que va desarrollando grandes dotes
comunicativas y un amor inmenso por la naturaleza. Hetty vive feliz hasta que
la señora Rushton, una viuda de la clase alta, decide quedarse con ella por lo
guapa y simpática que es. La presenta en fiestas y la hace que actúe, imite o
cante para los demás, quienes le dedican grandes elogios. Hetty sigue feliz,
aunque eche de menos la libertad y los abrazos de los que disfrutaba con la
señora Kane.
Cuando
Rushton muere, Hetty se queda sola y sin nada. La familia de la fallecida
decide mantenerla en su casa, en la zona de servicio, y darle una educación
para que de mayor sea institutriz.
Hetty
deberá tragarse su orgullo, ser humilde y aguantar los caprichos de las que
antes eran sus “primas”, «Vivirás en
nuestra casa […] disfrutarás de la comodidad y protección de nuestro hogar.
Pero claro, no puedes esperar tener el mismo futuro que ellas».
Pero
es una novela y tras muchos sufrimientos, al cabo de los años, la vida puede
dar un giro. Es cierto que el argumento es previsible. Es la literatura por
excelencia de finales del siglo XIX. Pero Mulholland consiguió cautivar no solo
a los lectores. Tuvo la aprobación de Dickens y las facilidades que se le
presentaron al pertenecer a una familia acomodada.
Hay
algo de la autora en Hetty; como a ella, le gustaba el arte en general y en
particular la pintura. A pesar de ser un melodrama, lo que se deja ver en la
importancia de las relaciones familiares y en las dosis de misterio que van
quedando en el argumento, la protagonista tiene un carácter romántico, de
espíritu libre, fuerte, no se deja doblegar tan fácilmente y se lamenta de su
injusta situación. Una circunstancia marcada por las diferencias extremas entre
las clases sociales; la rabia de pertenecer a la más alta hasta que de un día
para otro estás abajo de nuevo.
Sin
embargo, el buen hacer de la institutriz, su inteligencia y el trabajo bien
hecho son el patrimonio de una clase media, por el que la mujer será capaz de
mantener autonomía. En esta clase media intentan educar a Hetty y en ella es
donde adquiere responsabilidad y sentido del deber que, por supuesto va ligado
a la aceptación de la autoridad de la clase alta.
La
señorita Davis, institutriz de la familia, está preocupada por el esfuerzo y la
moral de Hetty. La autora deja expuestos sus deseos por las mejoras sociales y
la compasión, algo que valdrá a algunos desprotegidos para escalar socialmente.
La voluntad de transformar el mundo se deja ver aunque puede que Mulholland no
se atreviese del todo a retratar a una Hetty artista como era su deseo y
solucione su problema con una anagnórisis triunfal digna de las tragedias
griegas, sin incluir el fanatismo de aquellas.
La autora utiliza los adjetivos de tal forma que el narrador parece mostrarnos una fotografía de lo que cuenta «Un par de caballos grandes y fuertes, grises y bayos, con crines y cola tupidas, se acercaron a la puerta de la fragua trotando ruidosos».
Las
comparaciones populares acercan el pueblo al lector. Todos los campesinos
tienen buenos sentimientos frente al egoísmo de los adinerados «¡Esta chiquilla tiene el valor de un
ejército! ¡Vete de aquí, mocosa, si no quieres que te asen esos rizos tan
bonitos que tienes como si fueran un ganso por San Miguel! Y no necesitas más
chispas en los ojos, ya te brillan lo suficiente como para iluminar una fragua
por sí mismos».
Tanto
los símiles como las hipérboles empleadas por las gentes del campo muestran el
cariño y protección que recibe Hetty cuando vive con los Kane. El entorno libre
de la naturaleza también cobra su importancia, con personificaciones, frente al
opresivo que después experimentará en la mansión, «…saltando entre la hierba, rodeada de margaritas de corazón de oro y
cara de luna y de amapolas de ojos negros, con capuchas escarlata».
Los
contrastes son evidentes; para dejar constancia, los personajes encargados de
Hetty son totalmente antinómicos. El ambiente que respira con la señora Rushton
es desolador, por lo que sufre constantemente; le falta el cariño y la atención
que todo niño necesita «Era un cuarto de
jugar sin madre, sin nada, donde la única cuidadora era la criada […] Acomodaba
a Hetty sin muchos miramientos en una silla y la dejaba allí, sola, con la
puerta cerrada». Hetty va creciendo temerosa, desconfiada y sintiéndose
inferior a todos lo que la rodean.
Sin
embargo nuestra protagonista es el prototipo de la bondad por lo que, con ayuda
de la institutriz, conseguirá que mediante sus actos, convertidos en lecciones
morales, todos se porten correctamente.
La
autora regala a Hetty la felicidad y, cuando en su rostro se refleja la
esperanza y la alegría, aquellos que la tildaron de arisca ven ahora bondad «—Me alegro de oír que me estoy volviendo
buena. Hay algo que me hace muy feliz». Parece que Mulholland no quisiera
desviarse del tópico impuesto para las mujeres: solo las guapas y felices son
buenas. Sin embargo se resiste a terminar sin una crítica a los poderes que la
clase alta asignaba «—Dilo como quieras,
Phyllis —repuso— Hetty es una artista y la obligarán a ser institutriz».
Novela fantástica que, basada en la maravillosa edición de Libros de seda, podría ocupar las pantallas como otro de los grandes melodramas del cine.
Había
leído algo de Pombo hace tiempo, pero dos buenos amigos, Mª Carmen y Jesús, han
hecho que me dé cuenta de la profundidad de este autor al regalarme su último
libro. ¡Gracias!, comentaré con vosotros El exclaustrado, por supuesto, pero
quiero ofrecer aquí un adelanto.
Juan
Cabrera es un monje benedictino que decide abandonar la orden cuando se da
cuenta de que no actúa con libertad sino llevado por las normas del convento y
la moral católica. En realidad la culpa lo lleva torturando un tiempo, desde que
vio a tres novicios en la playa jugando desnudos al fútbol; hecho que denunció
al prior, aunque ciertamente no esperaba que la expulsión de los tres jóvenes
fuese la consecuencia inmediata.
Cabrera
decide recluirse en un piso familiar de Madrid para dedicarse a la reflexión,
al estudio y la escritura. Se cree libre, hasta que la visita de su sobrino
Jaime le hace ver que la libertad está relacionada con la responsabilidad y la
angustia derivada de esa responsabilidad. Junto a Jaime es consciente de que la
verdadera libertad implica empatía con los demás, no es individual, requiere
apoyar y fomentar la responsabilidad social.
Álvaro Pombo utiliza una cita del
propio Sartre para que el narrador haga ver al exclaustrado que «El hombre es libre porque no es sí–mismo,
sino presencia ante sí […] La libertad es precisamente la nada […] obliga a la
realidad humana a hacerse en vez de ser».
Cabrera
se da cuenta, hablando con su sobrino, de que realmente él no ha sido nunca
libre; no se es libre hasta que se determina actuar de una manera en particular
por los demás. Para ello hemos de abandonar nuestra zona de confort y ser
conscientes de nuestros actos en sociedad; estos marcarán nuestra esencia,
nuestra identidad.
El
protagonista no se siente libre porque lo atenaza la culpa. Se considera
responsable de haber truncado la carrera de los tres jóvenes. Su falta de
libertad no estaba en el convento sino en sí mismo.
Cuando
Jaime le dice que su profesor, al que admira, Antón Rubial, lo conoce y le
gustaría hablar con él, se plantea una duda constante en Juan; sabe que Rubial,
uno de los expulsados, le guarda rencor pero intuye que tras una charla pueda
haber un perdón. Finalmente acepta por la insistencia de su sobrino.
El exclaustrado es una novela carente de
acción, el argumento es más una excusa para exponer la relación entre dos
personas con un pasado que los unió y los separó al mismo tiempo. Lo que predominan
son los sentimientos e inquietudes de los personajes, no solo del protagonista
y el antagonista sino también de los opositores–ayudantes que, como están
dibujados de forma dinámica, van cambiando su relación entre ellos y con los
principales. Jaime piensa de su tío que es buena persona hasta que cae en las
redes de Rubial y lo considera un viejo cobarde. Cuando Jaime ve el trato que
Rubial tiene hacia Petri Guillard, su mujer, se da cuenta de cómo son en
realidad cada uno. Petri es un alma inocente, es consciente de ser maltratada
por los clientes del Machupichu y luego, de forma verbal, por su marido. Se
considera inferior; a lo único que aspira es a llevar una vida «normal»,
casada, con un hombre importante que la cuide «Pero Rubial se casó con Petri para hacer un experimento […] yo nunca
me apoyo mucho tiempo en nada, ni siquiera en ti, mi vida. Las llamaban
“periquitas” para subrayar, quizá, que las cuidaban y conservaban enjauladas».
Cuando reconoce que no dejará de ser una periquita del Machupichu para Antón,
queda enamorada de Jaime, hasta que las redes de Rubial continúan creciendo y
los atrapan a los tres. Todos deberán tomar una decisión in extremis. Una decisión que hará de Cabrera un hombre libre
finalmente ante Rubial que quedará marcado por la culpa.
La
trama, a pesar de los cambios de opinión, o quizás por ello, mantiene una
tensión que se va acrecentando con el paso de los capítulos. El planteamiento
es totalmente original pues no esperamos los pasos que van dando ni, por
supuesto, el final, marcado por una justicia poética íntegra.
Los
personajes, en esta novela sin acción, son totalmente dinámicos; de las
reflexiones de los cuatro deducimos la personalidad de cada uno. Las relaciones
entre ellos oscilan entre lo real y el pensamiento, entre la humillación y el
mantenimiento de la dignidad. La diferencia entre lo que es y lo que creemos
que es se da a lo largo de la novela y el narrador, omnisciente, cambia de
punto de vista para que los lectores seamos testigos de lo que sucede a cada
personaje.
Mientras
leemos tenemos la impresión, a veces, de estar ante un tratado filosófico
existencialista; las continuas muestras de humor e ironías nos advierten de que
es una novela y Álvaro Pombo un escritor único, capaz de mantener nuestra
atención y acrecentar la tensión hasta el final: «—…¿A qué teología se refiere usted, Cabrera? —A la suya, padre, lo
cierto es que no puedo seguir pensando en Dios aquí. Me siento contrahecho.
¡Enclaustrado, vaya, valga la redundancia! Al decir esto último, se sintió
Cabrera ingenioso, malicioso, flippant».
Los
toques de humor y las citas a Sartre o Bernardo de Claraval conviven a la
perfección con las frases casi proverbiales, del todo inspiradoras, del
narrador cuando adopta la perspectiva de Cabrera lo que lo deja como en un alter ego del propio Pombo «El riesgo es siempre la humildad, la soberbia
no conoce riesgos nunca». Cabrera se arriesga a pesar de sus dudas porque
es humilde y solo así elimina la culpa que lo atosiga.
Álvaro
Pombo arriesga con palabras coloquiales y cultas, con anáforas, con
paralelismos anafóricos, con alusiones a los grandes filósofos, con antónimos,
con oraciones explicativas que inciden una y otra vez en la duda, el miedo, la
soledad, el rencor, la culpa o la valentía del alma humana, lo que es realmente
nuestra esencia o lo que suponemos; lo que nos hace personas no es otra cosa
que la libertad, es lo que nos permite forjarnos a nosotros mismos. Desde esta
premisa somos responsables de nuestra vida cuando somos libres.
«El texto de la escritura
[…] exasperó siempre a Cabrera. Le parece inexacto decir eso. Le parece injusto
decirlo […] le llevó a desconfiar cada vez más de la teoría de la gracia de
Dios que presupone ese texto. Si todo es gracia, ¿dónde quedamos en realidad
nosotros, los hombres?».
Merece la pena leer al último Premio Cervantes para profundizar más en nosotros mismos, para reflexionar y ser consecuentes con lo que hacemos.