La
versión de Judas
es un libro redondo. Compuesto por diez cuentos, es ideal para leer durante un
rato o pasar toda una tarde entretenida porque, aunque Manuel Moyano mantiene un estilo tradicional, cada cuento es
diferente y tiene sus propias características.
Los
espacios donde se desarrollan las historias van desde los más lejanos, como la
selva amazónica hasta otros muy cercanos como Castilla. Los argumentos también
fluctúan entre verosímiles e imaginarios, pero en todos hay un riesgo, más o menos
explícito, del que normalmente somos alertados al principio «En aquella guerra solo hubo una baja. Se
llamaba Mamadou».
Los
protagonistas de estas historias no son héroes y el final no es feliz, pero
siempre mantenemos la esperanza de que lo sea. La inquietud con la que leemos
no decae, si bien casi siempre es una tensión relajada, si esto es posible, que
permite querer llegar al final de forma cómoda, aunque nos llevemos más de una
sorpresa.
El
estilo de Moyano intercala oraciones cortas que aseguran la lectura rápida, en
otras más largas que nos permiten ahondar en lo expuesto mientras lo
saboreamos. Es una marca del autor. Leí El imperio de Yegorov y tuve la
misma sensación. Es una de sus peculiaridades, su voz narrativa definida, que
juega con el lenguaje para mantenernos enganchados en todo momento. Y conoce la
lengua hasta el punto de que nos presenta una narración sin censuras a la hora
de elegir términos científicos de cualquier materia, seguro de que el contexto
nos ayudará a entenderlo. Esto acerca a los cuentos a aquellos tradicionales,
provenientes de ambientes lejanos con personajes dotados de cierta magia o
misterio que, en algún momento, dejarán salir el terror que llevan dentro.
Son
historias que nos recuerdan a las góticas de Lovecraft aunque exentas del duro
cinismo del estadounidense. Moyano establece sus propios símbolos para afianzar
la idea de una humanidad constantemente amenazada, en peligro, «desembarcamos en una playa con forma de hoz
[…] Desnudos, reverberantes de sal por todo su cuerpo, nos condujeron hasta su
poblado como lo haría una rehala de perros. Adoraban al fuego» (La ciudad soñada); «los espejos que colgaban de las paredes
estaban cubiertos con paños […] bruscamente, el silencio se vio roto por una
voz […] aquella voz procedía del subsuelo» (La casa de la calle Ulloa).
No
cabe duda de que el verdadero referente de Moyano es Poe. Los cuentos
establecen las dificultosas relaciones humanas, la locura a la que podemos
llegar si nos sentimos perseguidos por algo, real o no, y la escasez de medios
de que disponemos para huir de esos fantasmas «Todavía continué vagando durante horas por el tren, mientras daba
vueltas a una idea que hasta ese momento había querido descartar: la de
arrojarme en marcha» (La bufanda
roja).
En
La versión de Judas lo
sobrenatural convive con la realidad hasta formar parte de ella: la noche es
importante y los espacios cerrados, algo que aumentará la claustrofobia y
animosidad de los propios personajes. El ambiente triste y misterioso
contribuye a la inquietud del protagonista: «Una
dama alta y melancólica…» «cuando ya había caído la noche» «cierta noche […] me
vi conducido a un callejón sin salida», aunque Moyano pueda dar un giro de
tuerca y conseguir que hoy, en una época actual, su protagonista pueda tener un
final distinto al esperado.
Si
repasamos los diez cuentos observamos otra característica propia de Moyano: la
certificación de la fugacidad de la vida y la forma absurda con que la mayoría
de veces nos empeñamos en afrontarla, casi siempre pretendiendo sobresalir en
una sociedad que se mantiene de espaldas al individuo. En Así murió Mamadou, todo sucede de manera casual pero el porqué
de ese hecho fortuito es el resultado de querer ser los mejores, tener más que
nadie, a pesar de caer la mayoría de las veces en el ridículo para conseguirlo.
También
en El orgullo de Riopanza
destacan las ganas de sobresalir, sin embargo el temor de enfadar a unos u
otros vecinos que mantienen cargos importantes hará que desviemos nuestros
propósitos en historias de humo, sin tener en cuenta que nos movemos en una
sociedad que favorece el individualismo; los paralelismos antitéticos «Fumador compulsivo, bebedor secreto»
son sugerentes efectos rítmicos que enfatizan a los adjetivos igualándolos; de
esta forma el compulsivo-secreto nos da idea irónica del protagonista, que se
reafirma con los disparates que pretende hacer pasar por reales sin ninguna
base científica, «los naturales de
Riopanza fuesen descendientes de aquellos míticos habitantes de la Antigüedad» (de
La Atlántida). La necesidad de
figurar es llevada a tal extremo que premiamos actos que poco después caerán en
el olvido, pero todo vale si se hace ruido mediático, «los respectivos lugares de nacimiento de ambos mitos habían sido
convertidos en casas-museo que nunca visitaba nadie». Es la hipocresía
social a la que nos hemos acostumbrado, que durará justo lo que dure el ser
humano porque su memoria no prevalecerá: todo es fugaz. «Sus peticiones fueron desoídas: no solo se le enterró de cuerpo entero
sino que su obra […] nunca visita nadie».
Creo que el cuento que mejor representa esta mentira que es la sociedad actual es el que da título al libro La versión de Judas. El humor y la sátira están presentes en las páginas pues hay un nuevo Jesucristo dispuesto a triunfar ya que es conocedor de sus errores anteriores, el primero, «salir a la luz en una época de tinieblas, cuando el hombre apenas había empezado a perder los hábitos del mono» y el segundo error «rodearme de un hatajo de indigentes y pelagatos». El humor está servido en el cuento aunque la ironía social es patente «transformarnos a todos en una legión de majaderos felices, de cretinos eufóricos». Pues así estamos. Lo importante es el momento de gloria, es lo que nos reconforta, nada de problemas aunque en el fondo vivamos en una bomba mediática a punto de estallar: «Los actos y las palabras solo tenían justificación en tanto y cuanto habían de terminar siendo frases del Libro. El número de los Centinelas se multiplicó y su presencia infestó el aire».