Estamos
ante la novela de una autora con cierta trayectoria narrativa que, hasta ahora,
ha interactuado con los lectores de formas diferentes sin llegar a perder su
voz. Las tonalidades de su prosa han variado, asimismo, desde lo más íntimo,
como en Locos e inocentes, hasta lo amoroso de Arrebol o lo serio y
sensual de Indómita Aurora.
Todo
es posible con Estela Melero Bermejo.
Su creatividad constante la lleva a entablar distintas actitudes con el
narrador aunque mantiene cierta posición crítica que comunica al lector. En
esta ocasión parece que la relación autora-narrador se ha distanciado; de
hecho, en Ara Christi lo importante no es el narrador sino los
personajes; en un principio tenemos la impresión de que tampoco interesa
demasiado qué piensan; los sucesos ocurren tan deprisa que lo único
significativo es la acción.
Por
sus diálogos, constantes, nos enteramos solo de lo que ellos están dispuestos a
referir
—Me
lo puede usted contar, si quiere.
—Ahora
no. Vamos a hacer nuestro trabajo.
En
este sentido se deja ver cierto estilo paradójico en el que los datos se van
enredando sin que queden aclarados pero conforman una lectura fácil, directa,
marcada por personajes definidos con poca profundidad psicológica. Esto da como
resultado una historia rápida que pierde detalles por el camino pero
entretiene; mantiene intrigado al lector con el ritmo ágil de una trama que se
va tejiendo con los hilos de la ambigüedad, «La
única razón para que se encuentre ahora sentado al borde del saliente de una
terraza con medio cuerpo hacia afuera».
Hay
que llegar al final.
La
teniente de la policía judicial Dunia de Castro, recibe un aviso sobre el
cadáver de una mujer encontrado en la partida de Ara Christi, mutilado en las
zonas sexuales que luego han rellenado con plomo incandescente.
Al
completo desconcierto del hecho se le añade la incorporación de Aitor al equipo
para cubrir la baja de un compañero fallecido seis meses antes por, lo que
Dunia considera, una negligencia en la actuación del equipo, sobre todo de la
forense. Asimismo la actitud de su marido ante el trabajo que ella ha de
desempeñar no es de ayuda. Los reproches de Ramón hacia sus deberes como madre
y ama de casa llegan al extremo de que Dunia se siente atemorizada por las
represalias que pueda tomar. Todos estos problemas hacen que la teniente de
Castro no esté en su mejor momento; sin embargo no duda en seguir las pistas
para esclarecer lo que empezó siendo un asesinato, al parecer ritual, y termina
con la certeza de un asesino en serie. El equipo de Campo de Alba llegará a
desentrañar el porqué de los crímenes y los lectores podremos unirlos a otra
historia que comenzó cuarenta años atrás.
Ara Christi es un cúmulo de
circunstancias difíciles ocurridas en dos épocas diferentes en las que también
se cruzan espacios donde los personajes viven al límite.
Por
un lado tenemos la comunicación tóxica que Sebastián mantiene con Amelia, Berta
y la niñera.
Por
otro, las relaciones tempestuosas entre Laura, José Luis, Nora, Miguel, María
Villar y Sofía no auguran días felices, «se
había enganchado a las pastillas, se había intentado suicidar… Quién sabe si se
le cruzaron los cables».
Estela
Melero, con un estilo cercano a la técnica del iceberg, consigue que en esta
novela solo asome lo esencial: el maltrato, el trato dañino que le damos a
quienes nos rodean por considerarnos superiores, por creernos con derecho sobre
los otros. Esta técnica permite que apenas haya descripciones de los
personajes, ni físicas, ni psicológicas. No importa; nos iremos enterando a
pesar de lo no dicho. Los silencios con los que se cierran los capítulos,
cortos, desesperadamente cortos para un lector que imbuido en la historia se
queda con ganas de saber más; la nueva información que abre otros lugares,
otras épocas y que intuimos conectada a lo anterior pero no sabemos hasta
dónde, conseguirán que al final encajen los hechos y se revele el tema
principal del argumento: Traumas y consecuencias del maltrato.
Únicamente cuando acabamos la novela somos conscientes de los detalles antes mencionados, elementos que, diseminados, han ido reforzando la idea:
Tradiciones,
que han pasado a tópicos pero aún persisten, como las diferencias entre gitanos
y guardias civiles. Pertenece al ámbito de lo real que la policía ha abierto
las puertas a cualquier etnia, pero la familia política de Dunia no lo siente
así, sigue anclada en una lucha de años y no oculta su rechazo hacia la mujer
que eligió Ramón para compartir la vida «los
cubrió de vergüenza por ser guardia civil, por traer al mundo una niña enferma
a la que se han negado a conocer, por no ser una gitana de las que hacen
puchero los domingos».
El
romanticismo como arma potente para controlar a la mujer. Sebas combina el
cariño que da a varias mujeres con el despecho cuando se cansa de alguna de
ellas. Sus parejas se humillan sin darse cuenta hasta que él decide poner fin a
la relación. Sebas sabe cómo insistir para conseguir lo que desea, aunque se
haga daño incluso a sí mismo. Es impulsivo y mantiene una falta de empatía
total, lo que favorece la tensión en sus relaciones, «Ella se exige más paciencia. Más entrega. Debe compensar demasiadas
cosas. Se apena por él […] Piensa que las cosas mejorarán». Pero nada
mejora con un psicópata; a su lado las mujeres están dispuestas a todo, incluso
anteponen cualquier circunstancia de su relación a sus vidas personales,
vocacionales o laborales, «Se extraña de
sus palabras. Pero no le hace esperar. En dos días estará junto a él de nuevo».
La
mentira como norma en la convivencia marca una senda peligrosa que desemboca en
tesituras de las que los implicados no sabrán salir; son incapaces de resolver
cualquier contratiempo a no ser con una actuación absurda o criminal. Cuando la
relación se asienta en una base fingida sólo puede terminar con violentas
consecuencias. Y cuando el amor hacia los hijos se sustituye por el egoísmo o
el maltrato, estos quedarán marcados para siempre.
Dunia
se enfrenta a personas trastornadas incapaces de resolver sus emociones sin
ensañamiento.
En
Ara Christi, Estela Melero denuncia
el cinismo y la dureza que existe en las distintas religiones, y que
curiosamente van dirigidos hacia la mujer «Reza
en silencio por ella»; simbolismos crueles, ritos implacables que,
amparándose en un contexto alegórico, le sirven a la autora para recordarnos
que aún imperan las falsas apariencias, poderes que rigen intereses ocultos
evidentes: que el hombre no pierda el dominio sobre el sexo femenino.
La religión es una fuerza temática en la que destacan contenidos crípticos. El título de la novela encierra el significado oculto que conlleva cualquier altar; nada destinado a ofrecer o sacrificar puede ser la parte importante de una religión. Esta ha de basarse en la ayuda, la sinceridad y el amor pero, sobre todo, en la razón. Los personajes de Ara Christi no lo sienten así, se dejan llevar por sus emociones, por eso su final será irremediablemente trágico. Los lectores permanecemos reflexionando sobre cuál hubiera sido nuestra actuación.
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