Está
claro que soy afortunada. Conozco a mucha gente buena, inquieta, que se
preocupa por que haya un mundo mejor. Es reconfortante hablar con personas que
buscan el lado bueno y, sobre todo, que intentan que todos podamos ver ese lado
bueno. Dos de esas personas son Ana y Rafa, compañeros durante mucho tiempo en
el instituto. Y amigos.
Pues
el otro día, revisando estanterías, tropecé con Nausicana Blues, un
librito que Rafa escribió en 2012, después de haber estado de profesor de
español en un instituto de Texas durante un año. Aún no había visto la luz el
blog Aurisecular, por eso no comenté la obra en su día. Hoy le ponemos arreglo
ya que merece ser leída.
Rafael Pérez Bielsa ha escrito la historia de Scott
Saberton, un inmigrante de Barbados que llega a la localidad —ficticia— de
Nausicana, en el estado de Texas, buscando la oportunidad para realizar su
sueño americano. Pero le va a costar trabajo. Scott no es del todo consciente
de que su vida tiene poco valor desde que se le ocurrió nacer negro (hay
algunos que tienen cada idea…). Por supuesto, ese valor bajó en picado al
pretender formar parte de los EE.UU. y nada menos que en Texas.
Podríamos
resumir la historia de Scott como «Cuando
nada sale bien». Conocemos al protagonista en un domingo, con un calor
sofocante y un plan: hacer la colada. Mientras espera para poder meter la ropa
en la secadora se acerca a una gasolinera a comprar cervezas, pero aún no es mediodía,
hora mágica para encontrarse con ciertos efluvios reconfortantes, así que el
empleado lo denuncia y la policía lo acusa de intentar «comprar alcohol, insultando a Dios y se había resistido a las fuerzas
del orden». Así pues, le colocan un GPS en el tobillo y lo dejan sin
ahorros al tener que pagar una multa para no entrar en la cárcel.
Scott
recibe la advertencia de no renovar su contrato si mantiene su actitud rebelde
ante las normas, y las amenazas de sus compañeros si no se aviene a cometer un
delito por ellos. Todo es posible si eres negro. Y ahí comienza su aventura,
con la amenaza de los hermanos Esparza, de la que lo libran los miembros de una
fraternidad religiosa «Nuestra Iglesia»,
fundada porque «los permisos necesarios
para la creación de una nueva iglesia eran infinitamente más sencillos que los
necesarios para abrir un local que sirviera alcohol y tuviera música en directo»
dos condiciones aceptadas legalmente en la casa del Señor y prohibidas en el
resto de establecimientos. Scott deberá pagar el favor realizando todo tipo de
trabajos delictivos para la comunidad.
Pero
a este barbadense no se le ocurre otra cosa que pretender investigar la
poligamia, pedofilia y selección de embriones que el reverendo Williams lleva a
cabo amparándose en su congregación de rubios blanquísimos, Tu Iglesia. Los
formantes de Nuestra Iglesia, todos negros, saben que no tienen nada que hacer
frente a la supremacía blanca, por lo que Scott se encuentra solo ante un final
que no augura nada bueno, «si los
hermanos Esparza no hubieran buscado una puerta para su camioneta en aquel
desguace, habría muerto con toda seguridad».
Pero
nunca se sabe.
Hay
cierto humor en la forma de contar de Rafael Pérez, cierta ironía, porque el
autor no pretende hacer reír, sino dar testimonio de las dificultades de los emigrantes,
sobre todo cuando pasan a ser inmigrantes a los que, por el color de su piel,
se les recortan casi todos los derechos y solo son valorados cuando consiguen
beneficios para los oriundos del lugar. El humor tiene una peculiaridad,
consigue resaltar avasallamientos o injusticias al tiempo que ayuda a
paliarlos, por eso Rafa no duda en relatar situaciones verdaderamente graves
desde una actitud positiva, con el ingenio irónico que pone en evidencia la
condición del ser humano, la inocente del doblegado y la injusta de los
opresores «Por otra parte, las cámaras de
seguridad de los cajeros grabaron a unos sospechosos individuos enmascarados
que durante más de 15 minutos permanecieron en cuclillas junto a dichos cajeros».
Nausicana Blues podría haber sido una novela larga,
plagada de escenas violentas, muertes escabrosas, violaciones encubiertas,
torturas llevadas a cabo por fanáticos sectarios, pero es una novela corta
caracterizada por un estilo sobrio «El
dolor era penetrante, violento, sin comparación con nada que hubiese sentido
antes […] Su cuerpo, empapado en todo tipo de fluidos corporales, producía un
hedor insoportable que le provocaba continuas náuseas». El narrador expone
los hechos de forma directa y clara; apenas deja afluir los sentimientos, como
si quisiera dar fe, simplemente, de la vida que algunos llevan; y cuestiona la
realidad desde un punto de vista original pues aunque intenta ser neutral, sin
que su opinión salga a la luz, en ocasiones aparece, en las preguntas retóricas
que enfatizan sus reflexiones. La voz del protagonista se refleja entonces en
la ira del narrador «¿En qué coño estaba
pensando cuando se le ocurrió venir a los Estados Unidos?».
La
narración es rápida, el ritmo se convierte en recurso específico del lenguaje
literario, que aporta cierta desenvoltura a la hora de contar multitud de ideas
que parecen simultáneas: el racismo usual, el apoyo de bandas racistas a
determinadas sectas, tradiciones paganas apropiadas por la iglesia que
evidencian claros intereses de dominio y poder… Y es que son simultáneas, todo
tiene lugar al mismo tiempo, es el día a día de los desfavorecidos. Solo alguna
vez detalla ciertas costumbres para matizar lo que le interesa, como las
posturas de desconfianza que la tradición más irracional tomaba, o toma, hacia
quienes molestaban por el simple hecho de vivir en la escasez o por tener
pensamientos que se desmarcaban de la mayoría, «Su aspecto empezaba a ser lamentable y en cualquier momento algún
ayudante del sheriff lo detendría por acosador, merodeador o indigente».
El
apoyo y la sumisión a quienes ostentan el poder llegaban a límites extremos,
como las delaciones encubiertas que, con toda tranquilidad, se llevaban a cabo
no para avisar de algún delito sino por venganza, «para presentar denuncias o quejas sin tener que identificarte […]
podías conseguir una recompensa».
Asimismo,
en la narración lineal encontramos alguna digresión o alguna analepsis cuando
interesa presentar a un personaje nuevo para el lector al que, sin embargo,
Scott ya conocía y que además de ayudarlo en su periplo desvelará determinadas
costumbres de otros lugares «le invitó a
la celebración de los quince años de su hija Guadalupe».
El narrador no se identifica con el protagonista, Rafael Pérez, tampoco, pero empatiza con él, por eso pone de manifiesto la vida dura de ciudades cerradas y encerradas en sus costumbres; dureza para quienes han nacido en esas ciudades, que se convierte en crueldad para los inmigrantes que solo quieren ver cumplido el sueño de trabajar y vivir como una persona cualquiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario