sábado, 21 de agosto de 2021

NAUSICANA BLUES

Está claro que soy afortunada. Conozco a mucha gente buena, inquieta, que se preocupa por que haya un mundo mejor. Es reconfortante hablar con personas que buscan el lado bueno y, sobre todo, que intentan que todos podamos ver ese lado bueno. Dos de esas personas son Ana y Rafa, compañeros durante mucho tiempo en el instituto. Y amigos.

Pues el otro día, revisando estanterías, tropecé con Nausicana Blues, un librito que Rafa escribió en 2012, después de haber estado de profesor de español en un instituto de Texas durante un año. Aún no había visto la luz el blog Aurisecular, por eso no comenté la obra en su día. Hoy le ponemos arreglo ya que merece ser leída.

Rafael Pérez Bielsa ha escrito la historia de Scott Saberton, un inmigrante de Barbados que llega a la localidad —ficticia— de Nausicana, en el estado de Texas, buscando la oportunidad para realizar su sueño americano. Pero le va a costar trabajo. Scott no es del todo consciente de que su vida tiene poco valor desde que se le ocurrió nacer negro (hay algunos que tienen cada idea…). Por supuesto, ese valor bajó en picado al pretender formar parte de los EE.UU. y nada menos que en Texas.

Podríamos resumir la historia de Scott como «Cuando nada sale bien». Conocemos al protagonista en un domingo, con un calor sofocante y un plan: hacer la colada. Mientras espera para poder meter la ropa en la secadora se acerca a una gasolinera a comprar cervezas, pero aún no es mediodía, hora mágica para encontrarse con ciertos efluvios reconfortantes, así que el empleado lo denuncia y la policía lo acusa de intentar «comprar alcohol, insultando a Dios y se había resistido a las fuerzas del orden». Así pues, le colocan un GPS en el tobillo y lo dejan sin ahorros al tener que pagar una multa para no entrar en la cárcel.

Scott recibe la advertencia de no renovar su contrato si mantiene su actitud rebelde ante las normas, y las amenazas de sus compañeros si no se aviene a cometer un delito por ellos. Todo es posible si eres negro. Y ahí comienza su aventura, con la amenaza de los hermanos Esparza, de la que lo libran los miembros de una fraternidad religiosa «Nuestra Iglesia», fundada porque «los permisos necesarios para la creación de una nueva iglesia eran infinitamente más sencillos que los necesarios para abrir un local que sirviera alcohol y tuviera música en directo» dos condiciones aceptadas legalmente en la casa del Señor y prohibidas en el resto de establecimientos. Scott deberá pagar el favor realizando todo tipo de trabajos delictivos para la comunidad.

Pero a este barbadense no se le ocurre otra cosa que pretender investigar la poligamia, pedofilia y selección de embriones que el reverendo Williams lleva a cabo amparándose en su congregación de rubios blanquísimos, Tu Iglesia. Los formantes de Nuestra Iglesia, todos negros, saben que no tienen nada que hacer frente a la supremacía blanca, por lo que Scott se encuentra solo ante un final que no augura nada bueno, «si los hermanos Esparza no hubieran buscado una puerta para su camioneta en aquel desguace, habría muerto con toda seguridad».

Pero nunca se sabe.

Hay cierto humor en la forma de contar de Rafael Pérez, cierta ironía, porque el autor no pretende hacer reír, sino dar testimonio de las dificultades de los emigrantes, sobre todo cuando pasan a ser inmigrantes a los que, por el color de su piel, se les recortan casi todos los derechos y solo son valorados cuando consiguen beneficios para los oriundos del lugar. El humor tiene una peculiaridad, consigue resaltar avasallamientos o injusticias al tiempo que ayuda a paliarlos, por eso Rafa no duda en relatar situaciones verdaderamente graves desde una actitud positiva, con el ingenio irónico que pone en evidencia la condición del ser humano, la inocente del doblegado y la injusta de los opresores «Por otra parte, las cámaras de seguridad de los cajeros grabaron a unos sospechosos individuos enmascarados que durante más de 15 minutos permanecieron en cuclillas junto a dichos cajeros».

Nausicana Blues podría haber sido una novela larga, plagada de escenas violentas, muertes escabrosas, violaciones encubiertas, torturas llevadas a cabo por fanáticos sectarios, pero es una novela corta caracterizada por un estilo sobrio «El dolor era penetrante, violento, sin comparación con nada que hubiese sentido antes […] Su cuerpo, empapado en todo tipo de fluidos corporales, producía un hedor insoportable que le provocaba continuas náuseas». El narrador expone los hechos de forma directa y clara; apenas deja afluir los sentimientos, como si quisiera dar fe, simplemente, de la vida que algunos llevan; y cuestiona la realidad desde un punto de vista original pues aunque intenta ser neutral, sin que su opinión salga a la luz, en ocasiones aparece, en las preguntas retóricas que enfatizan sus reflexiones. La voz del protagonista se refleja entonces en la ira del narrador «¿En qué coño estaba pensando cuando se le ocurrió venir a los Estados Unidos?».

La narración es rápida, el ritmo se convierte en recurso específico del lenguaje literario, que aporta cierta desenvoltura a la hora de contar multitud de ideas que parecen simultáneas: el racismo usual, el apoyo de bandas racistas a determinadas sectas, tradiciones paganas apropiadas por la iglesia que evidencian claros intereses de dominio y poder… Y es que son simultáneas, todo tiene lugar al mismo tiempo, es el día a día de los desfavorecidos. Solo alguna vez detalla ciertas costumbres para matizar lo que le interesa, como las posturas de desconfianza que la tradición más irracional tomaba, o toma, hacia quienes molestaban por el simple hecho de vivir en la escasez o por tener pensamientos que se desmarcaban de la mayoría, «Su aspecto empezaba a ser lamentable y en cualquier momento algún ayudante del sheriff lo detendría por acosador, merodeador o indigente».

El apoyo y la sumisión a quienes ostentan el poder llegaban a límites extremos, como las delaciones encubiertas que, con toda tranquilidad, se llevaban a cabo no para avisar de algún delito sino por venganza, «para presentar denuncias o quejas sin tener que identificarte […] podías conseguir una recompensa».

Asimismo, en la narración lineal encontramos alguna digresión o alguna analepsis cuando interesa presentar a un personaje nuevo para el lector al que, sin embargo, Scott ya conocía y que además de ayudarlo en su periplo desvelará determinadas costumbres de otros lugares «le invitó a la celebración de los quince años de su hija Guadalupe».

El narrador no se identifica con el protagonista, Rafael Pérez, tampoco, pero empatiza con él, por eso pone de manifiesto la vida dura de ciudades cerradas y encerradas en sus costumbres; dureza para quienes han nacido en esas ciudades, que se convierte en crueldad para los inmigrantes que solo quieren ver cumplido el sueño de trabajar y vivir como una persona cualquiera.

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