¿Hasta
qué punto alguien puede sentirse identificado con el protagonista de una
novela, teniendo en cuenta que apenas hay puntos en común? Físicamente nos
vemos más favorecidos; sus costumbres, más bien solitarias, tampoco son de
desear, no come bien (o no lo hace directamente), no viste bien (o no
acostumbra), no vive rodeado de comodidades… Moralmente… ahí está la clave. Su
sentido de la justicia, del deber y de la lealtad es lo más preciado que un
hombre pueda desear. Por eso no importa que regente una librería a la que apenas
entra nadie, tampoco que no quiera desprenderse de según qué libros, ni que
viva en la trastienda en un desorden que se va acrecentando poco a poco, porque
sus prioridades son otras, reflexiona sobre los problemas sociales hasta dar
con soluciones evidentes, enarbola la honestidad como sentimiento innato y la
amistad supone para él un valor incondicional. Cuando vamos siendo conscientes
de esto es cuando empatizamos con Narcís. En lo más profundo de nosotros
quisiéramos ser como él, tener su escala de valores, pero eso es imposible
porque Narcís es un ser mítico, «Narcís
era un ser de letras y humo, pero sobre todo de humo».
Creo
que esta es la característica fundamental de El mérito de ser detective y no
fumar. El autor ha creado un personaje redondo que aparece ante
nosotros sin pudor, tal como es, despojado de vestiduras y lleno de saber.
Leemos cómo se comporta en la trama y tenemos la impresión, o la ilusión, de
que hay algo de nosotros en sus ademanes, en su pensamiento, en sus
sentimientos, hasta que somos conscientes de que Paco Santos ha dejado algo de Narcís en cada uno de nosotros. Aquí
reside la grandeza de este antihéroe: forma parte del ser humano. Es parte de
la Historia, la parte buena de la Historia. Desde su pequeño espacio, Fahrenheit
451, viaja por todo el mundo y a cualquier época. Su librería es donde se dan
cita personajes reales del siglo XV para enlazarse a los del XVIII y a los del
XXI. Y todos conviven con los reales del argumento y los ficticios. Imposible
juntar tantos fragmentos de tiempo y espacio. Por eso, cuando la situación
llega al caos absoluto, Narcís deberá purificarse en su Fahrenheit 451, el
cronotopo cero que le permite resurgir de las cenizas...
De
hecho no es la primera vez que el mito renace «Me da por pensar que Narcís es ese indígena reencarnado, y me lo
imagino saliendo desnudo del chambao ruinoso de su librería, para regresar a
los mares de su paraíso».
Paco Santos no permite que la vida de su personaje cambie en absoluto, de ahí el caos en donde todo queda destruido, Pero los fragmentos de Partagás, de Sherlock Holmes, de Miss Marple, de Vázquez Montalbán, del investigador innominado de Eduardo Mendoza, de Goya… que habían quedado diseminados se reconstruyen purificados
Y
cuando la cristalera del escaparate reventó por el calor, una nube densa y
negra se vino encima de León y de quienes le rodeaban.
León
echó la cabeza atrás y abrió la boca para tragar el humo hasta quedar sin
aliento.
Como
el título señala, la novela es detectivesca, es una novela negra que gira en
torno al tabaco. No es de extrañar que el primer capítulo se desarrolle en la
consulta del cardiólogo «—La última
calada no se olvida […] y la salita se nubló con el humo de la nostalgia».
Será en este primer enclave donde conozcamos a León Hormiga, está claro que es
un perdedor. Es interesante y humorística la clasificación de la humanidad que
realizan los enfermos, según sus preferencias a la hora de fumar
—¿Y
ese quién es?
—Fumador
de pipa
—Un
maníaco –aclaró Armonía.
—Filósofo
y matemático
—Lo
que yo decía
los
amigos de la picadura […] fumadores de baja estofa […] desclasados […] en el
grupo genérico de los toxicómanos
En este primer encuentro con la novela
no dejamos de sonreír, pues el humor es constante en las igualaciones de
términos dispares, en las respuestas de doble sentido, en la rendición de
nuestros hábitos en favor de la salud «cuando
me llegue la hora me iré para el otro barrio con un caramelo de eucalipto»,
en las imágenes religiosas hiperbólicas, en las citas modificadas de escritores
relevantes y, por supuesto, en la triste situación familiar de León, adoptado
por la familia Hormiga «Y León nunca
había sabido […] si la elección de semejante nombre […] respondía a una burla
cruel».
Una vez conocemos a León, aparecen su
hermano Rodrigo, al frente de la agencia de detectives Hormiga, un homófobo,
machista, intolerante, cuyo único fin es conseguir dinero y poder «Maricones eran León y Narcís, y los
fumadores y los que perdían el tiempo leyendo», y su amigo Narcís quien «en adánica desnudez […] su negocio en una
de las zonas más céntricas de la ciudad […] exhibiendo ante León su cuerpo
desclasado y desgrasado como las lonchas de pavo que enrollaba tan
esmeradamente y que tal vez eran las culpables de que su busto recordase a un
ave de corral».
Hay otros personajes cuya función
principal es afianzar las características de estos tres. Rodrigo chantajea a
León para que haga lo que quiere a cambio de la entrega de un sobre azul en el
que figura el nombre de su verdadera madre. De esta forma, se encuentra
investigando un crimen con la ayuda imprescindible de Narcís que «regentaba una librería pero bien podía
haberse dedicado al negocio del tabaco. En lo relativo a puros, no había nada
que él no supiera».
El asesinado es Ángel María Poyet,
cuya familia estaba fusionada, por negocios en Cuba, con los McNeill. En el
siglo XIX un McNeill se unió a Pedro Mató, otro empresario que mandó asesinar a
Jaime Partagás, potentado dueño de una fábrica de tabacos que acusó a McNeil de
robarle una valiosa caja.
En la actualidad, Ángel Mª muere
fumando un partagás procedente de la humidificadora Dunhill en Nueva York,
desaparecida en 1985. Los puros fueron devueltos a sus dueños y subastados lo
que no se reclamaron. El número del puro de Ángel Mª pertenecía a los McNeill
pero la puja de la subasta se la llevó el padre del muerto. Ricardo Hormiga, al
tanto del valor de la caja de cigarros quiere hacerse con ellos, y aquí es
donde utiliza a su hermanastro León. El asunto se va complicando con nuevos
personajes como Conrado, un experto en arte que desvela, sin saberlo, quién es
el asesino de Poyet y qué quería, «los
filetes de la duquesa». Narcís, soluciona los crímenes y consigue cambiar
la suerte de León, que nace a una nueva vida.
La narración en tercera persona está
plagada de anotaciones que resuelven las dudas del lector cuando se enfrenta a
los comentarios de expertos como Narcís o Conrado. De esta forma, El mérito de ser detective y no fumar
está llena de alusiones a escritores admirados por Paco Santos quien, en el
contenido de su obra, recuerda al compromiso moral que transmitieron Cabrera
Infante o José Martí, ambos luchadores, con la palabra, por la libertad del ser
humano. También Narcís se vale de la memoria histórica para reivindicar la
libertad y el entusiasmo por saber.
El homenaje a Pérez Galdós es evidente
en la descripción de ambientes; la consulta del cardiólogo es un ejemplo, en
donde las conversaciones se detallan con expresiones populares, con ilaciones
absurdas, en un ambiente distendido y apasionado al mismo tiempo. Santos, como
Galdós, encuentra el detalle significativo hasta mostrarnos una pintura
realista de la sociedad actual. Intuimos en los protagonistas el alma del ser
humano, tanto del perdedor como del que se presiente ganador «Dime cuándo te he mentido. Siempre te he
dicho que eres un mierda […] Te crees que todo va a cambiar cuando abras el
jodido sobre».
La ironía, en ambos escritores, es el
arma más empleada para criticar a una sociedad progresista y desalmada, «las damas de la Corte, allá por la primera
mitad del siglo diecinueve, se entregaban a conductas poco decorosas para los
preceptos morales de la época, tendencia que ha debido de ser común a los
salones palaciegos de todas las épocas». No solo la monarquía… la iglesia,
los médicos, los empresarios, los mafiosos, nadie escapa a la prosa cáustica de
Paco Santos que ataca con sarcasmo a un gobierno hipócrita que se deja manejar
por quienes tienen el dinero, permitiendo barbaridades, como adulterar el tabaco
para luego denostarlo cuando las consecuencias son irreparables en la sociedad.
El narrador nos deleita con una
composición rigurosa, dinámica y expresiva, con imprecaciones que delatan la
ira del protagonista «—A tomar por culo
–sentenció», con sinónimos contextuales que desprestigian determinadas
profesiones «hombre de las patillas,
jayán barriobajero, el bigardo de la puerta, maromo, el portero», con
adjetivos equivalentes poco usuales pero totalmente gráficos «blancura marfilina», «la uniformidad ártica», con
interjecciones humorísticas y detalladas enumeraciones concatenadas que aportan
una espectacular fuerza a Narcís, teniendo en cuenta que su físico y su mente
son antagónicos; el librero erudito, amante del tabaco, es rebelde, intrépido a
pesar de su escasa acción «—¡Por
Partagás, amigo mío! ¡Por Partagás!». Pero como los grandes personajes de
la novela decimonónica está abocado al fracaso, es un antihéroe que deja
traslucir su pesimismo en la disección que hace de la realidad social a través
del tabaco y la lectura, «—No soporto su
manera de fumar».
En realidad la novela es un homenaje
al acto de leer y escribir, en las anotaciones a pie de página circulan todos
los grandes literatos, artistas en general que tienen que ver con la novela
negra o la industria del tabaco. En cuanto a las imágenes, aportan calidad a la
cuidada edición tanto las fotos de grandes fumadores que abren cada capítulo,
como las que aluden a la fabricación del tabaco. Muy acertado presentarlas en
blanco y negro pues terminan de envolver la historia en el aire decadente, mágico-real
que predomina.
Por supuesto, las alusiones al título
refuerzan la magia, «como si el hecho de
no fumar resultase incongruente con la labor detectivesca», y el guiño a la
anterior novela del autor confirma una de sus preocupaciones, «el olor a tabaco que desprendía León […] y
que provocaba que, apenas ponía un pie en la sala, todos los pacientes
torcieran el gesto…».
Leí Confidencias de un apestado,
y al analizar El mérito de ser detective
y no fumar encuentro que ambas novelas exponen la capacidad de Paco Santos
para reflejar en sus personajes el conocimiento profundo que tiene del ser
humano. Narcís es un amante de la justicia que a través de los libros recorre
el mundo y puede descubrir lo que había detrás del asesinato de Ángel Mª Poyet
y detrás del asesinato de Partagás en 1868. Sabe también el comportamiento que
han desarrollado determinadas instituciones, por lo que se nos escapa una
sonrisa (y un improperio y una lágrima de impotencia) ante la ironía que lanza
a la actualidad, similar a la de Goya en sus pinturas «la escena muestra un alto en el camino de varios guardas de rentas de
tabaco […] Goya retrata sin ningún género de dudas a un grupo de
contrabandistas».
Novela redonda de un escritor completo, intrigas, amor, amistad, cultura, asesinatos, filosofía, humor… Determinados libros deberían ser lectura obligatoria en los institutos para que los adolescentes se formen imágenes ajustadas a la realidad.
Gracias, Beatriz, por el tiempo y el cariño dedicados a EL MÉRITO DE SER DETECTIVE Y NO FUMAR. Como señalas al final de tu análisis, el libro constituye un homenaje a los libros: tus palabras también. Un placer saborear contigo esta bocanada literaria...
ResponderEliminarMuchas gracias siempre a quienes sois capaces de expresar tanto en una novela y conseguir que reflexionemos con los personajes. Son momentos decisivos para los lectores.
ResponderEliminar¡Seguimos en contacto!
Muy interesante. Tengo que leerlo. 🤖
ResponderEliminarCuando lo hagas, dime qué te parece.
ResponderEliminar¡Un abrazo!