martes, 23 de marzo de 2021

EL MÉRITO DE SER DETECTIVE Y NO FUMAR



¿Hasta qué punto alguien puede sentirse identificado con el protagonista de una novela, teniendo en cuenta que apenas hay puntos en común? Físicamente nos vemos más favorecidos; sus costumbres, más bien solitarias, tampoco son de desear, no come bien (o no lo hace directamente), no viste bien (o no acostumbra), no vive rodeado de comodidades… Moralmente… ahí está la clave. Su sentido de la justicia, del deber y de la lealtad es lo más preciado que un hombre pueda desear. Por eso no importa que regente una librería a la que apenas entra nadie, tampoco que no quiera desprenderse de según qué libros, ni que viva en la trastienda en un desorden que se va acrecentando poco a poco, porque sus prioridades son otras, reflexiona sobre los problemas sociales hasta dar con soluciones evidentes, enarbola la honestidad como sentimiento innato y la amistad supone para él un valor incondicional. Cuando vamos siendo conscientes de esto es cuando empatizamos con Narcís. En lo más profundo de nosotros quisiéramos ser como él, tener su escala de valores, pero eso es imposible porque Narcís es un ser mítico, «Narcís era un ser de letras y humo, pero sobre todo de humo».

Creo que esta es la característica fundamental de El mérito de ser detective y no fumar. El autor ha creado un personaje redondo que aparece ante nosotros sin pudor, tal como es, despojado de vestiduras y lleno de saber. Leemos cómo se comporta en la trama y tenemos la impresión, o la ilusión, de que hay algo de nosotros en sus ademanes, en su pensamiento, en sus sentimientos, hasta que somos conscientes de que Paco Santos ha dejado algo de Narcís en cada uno de nosotros. Aquí reside la grandeza de este antihéroe: forma parte del ser humano. Es parte de la Historia, la parte buena de la Historia. Desde su pequeño espacio, Fahrenheit 451, viaja por todo el mundo y a cualquier época. Su librería es donde se dan cita personajes reales del siglo XV para enlazarse a los del XVIII y a los del XXI. Y todos conviven con los reales del argumento y los ficticios. Imposible juntar tantos fragmentos de tiempo y espacio. Por eso, cuando la situación llega al caos absoluto, Narcís deberá purificarse en su Fahrenheit 451, el cronotopo cero que le permite resurgir de las cenizas...

De hecho no es la primera vez que el mito renace «Me da por pensar que Narcís es ese indígena reencarnado, y me lo imagino saliendo desnudo del chambao ruinoso de su librería, para regresar a los mares de su paraíso».

Paco Santos no permite que la vida de su personaje cambie en absoluto, de ahí el caos en donde todo queda destruido, Pero los fragmentos de Partagás, de Sherlock Holmes, de Miss Marple, de Vázquez Montalbán, del investigador innominado de Eduardo Mendoza, de Goya… que habían quedado diseminados se reconstruyen purificados


Y cuando la cristalera del escaparate reventó por el calor, una nube densa y negra se vino encima de León y de quienes le rodeaban.

León echó la cabeza atrás y abrió la boca para tragar el humo hasta quedar sin aliento.

Como el título señala, la novela es detectivesca, es una novela negra que gira en torno al tabaco. No es de extrañar que el primer capítulo se desarrolle en la consulta del cardiólogo «—La última calada no se olvida […] y la salita se nubló con el humo de la nostalgia». Será en este primer enclave donde conozcamos a León Hormiga, está claro que es un perdedor. Es interesante y humorística la clasificación de la humanidad que realizan los enfermos, según sus preferencias a la hora de fumar


—¿Y ese quién es?

—Fumador de pipa

—Un maníaco –aclaró Armonía.

—Filósofo y matemático

—Lo que yo decía

 

los amigos de la picadura […] fumadores de baja estofa […] desclasados […] en el grupo genérico de los toxicómanos


En este primer encuentro con la novela no dejamos de sonreír, pues el humor es constante en las igualaciones de términos dispares, en las respuestas de doble sentido, en la rendición de nuestros hábitos en favor de la salud «cuando me llegue la hora me iré para el otro barrio con un caramelo de eucalipto», en las imágenes religiosas hiperbólicas, en las citas modificadas de escritores relevantes y, por supuesto, en la triste situación familiar de León, adoptado por la familia Hormiga «Y León nunca había sabido […] si la elección de semejante nombre […] respondía a una burla cruel».

Una vez conocemos a León, aparecen su hermano Rodrigo, al frente de la agencia de detectives Hormiga, un homófobo, machista, intolerante, cuyo único fin es conseguir dinero y poder «Maricones eran León y Narcís, y los fumadores y los que perdían el tiempo leyendo», y su amigo Narcís quien «en adánica desnudez […] su negocio en una de las zonas más céntricas de la ciudad […] exhibiendo ante León su cuerpo desclasado y desgrasado como las lonchas de pavo que enrollaba tan esmeradamente y que tal vez eran las culpables de que su busto recordase a un ave de corral».

Hay otros personajes cuya función principal es afianzar las características de estos tres. Rodrigo chantajea a León para que haga lo que quiere a cambio de la entrega de un sobre azul en el que figura el nombre de su verdadera madre. De esta forma, se encuentra investigando un crimen con la ayuda imprescindible de Narcís que «regentaba una librería pero bien podía haberse dedicado al negocio del tabaco. En lo relativo a puros, no había nada que él no supiera».

El asesinado es Ángel María Poyet, cuya familia estaba fusionada, por negocios en Cuba, con los McNeill. En el siglo XIX un McNeill se unió a Pedro Mató, otro empresario que mandó asesinar a Jaime Partagás, potentado dueño de una fábrica de tabacos que acusó a McNeil de robarle una valiosa caja.


En la actualidad, Ángel Mª muere fumando un partagás procedente de la humidificadora Dunhill en Nueva York, desaparecida en 1985. Los puros fueron devueltos a sus dueños y subastados lo que no se reclamaron. El número del puro de Ángel Mª pertenecía a los McNeill pero la puja de la subasta se la llevó el padre del muerto. Ricardo Hormiga, al tanto del valor de la caja de cigarros quiere hacerse con ellos, y aquí es donde utiliza a su hermanastro León. El asunto se va complicando con nuevos personajes como Conrado, un experto en arte que desvela, sin saberlo, quién es el asesino de Poyet y qué quería, «los filetes de la duquesa». Narcís, soluciona los crímenes y consigue cambiar la suerte de León, que nace a una nueva vida.

La narración en tercera persona está plagada de anotaciones que resuelven las dudas del lector cuando se enfrenta a los comentarios de expertos como Narcís o Conrado. De esta forma, El mérito de ser detective y no fumar está llena de alusiones a escritores admirados por Paco Santos quien, en el contenido de su obra, recuerda al compromiso moral que transmitieron Cabrera Infante o José Martí, ambos luchadores, con la palabra, por la libertad del ser humano. También Narcís se vale de la memoria histórica para reivindicar la libertad y el entusiasmo por saber.

El homenaje a Pérez Galdós es evidente en la descripción de ambientes; la consulta del cardiólogo es un ejemplo, en donde las conversaciones se detallan con expresiones populares, con ilaciones absurdas, en un ambiente distendido y apasionado al mismo tiempo. Santos, como Galdós, encuentra el detalle significativo hasta mostrarnos una pintura realista de la sociedad actual. Intuimos en los protagonistas el alma del ser humano, tanto del perdedor como del que se presiente ganador «Dime cuándo te he mentido. Siempre te he dicho que eres un mierda […] Te crees que todo va a cambiar cuando abras el jodido sobre».

La ironía, en ambos escritores, es el arma más empleada para criticar a una sociedad progresista y desalmada, «las damas de la Corte, allá por la primera mitad del siglo diecinueve, se entregaban a conductas poco decorosas para los preceptos morales de la época, tendencia que ha debido de ser común a los salones palaciegos de todas las épocas». No solo la monarquía… la iglesia, los médicos, los empresarios, los mafiosos, nadie escapa a la prosa cáustica de Paco Santos que ataca con sarcasmo a un gobierno hipócrita que se deja manejar por quienes tienen el dinero, permitiendo barbaridades, como adulterar el tabaco para luego denostarlo cuando las consecuencias son irreparables en la sociedad.

El narrador nos deleita con una composición rigurosa, dinámica y expresiva, con imprecaciones que delatan la ira del protagonista «—A tomar por culo –sentenció», con sinónimos contextuales que desprestigian determinadas profesiones «hombre de las patillas, jayán barriobajero, el bigardo de la puerta, maromo, el portero», con adjetivos equivalentes poco usuales pero totalmente gráficos «blancura marfilina», «la uniformidad ártica», con interjecciones humorísticas y detalladas enumeraciones concatenadas que aportan una espectacular fuerza a Narcís, teniendo en cuenta que su físico y su mente son antagónicos; el librero erudito, amante del tabaco, es rebelde, intrépido a pesar de su escasa acción «—¡Por Partagás, amigo mío! ¡Por Partagás!». Pero como los grandes personajes de la novela decimonónica está abocado al fracaso, es un antihéroe que deja traslucir su pesimismo en la disección que hace de la realidad social a través del tabaco y la lectura, «—No soporto su manera de fumar».

En realidad la novela es un homenaje al acto de leer y escribir, en las anotaciones a pie de página circulan todos los grandes literatos, artistas en general que tienen que ver con la novela negra o la industria del tabaco. En cuanto a las imágenes, aportan calidad a la cuidada edición tanto las fotos de grandes fumadores que abren cada capítulo, como las que aluden a la fabricación del tabaco. Muy acertado presentarlas en blanco y negro pues terminan de envolver la historia en el aire decadente, mágico-real que predomina.

Por supuesto, las alusiones al título refuerzan la magia, «como si el hecho de no fumar resultase incongruente con la labor detectivesca», y el guiño a la anterior novela del autor confirma una de sus preocupaciones, «el olor a tabaco que desprendía León […] y que provocaba que, apenas ponía un pie en la sala, todos los pacientes torcieran el gesto…».

Leí Confidencias de un apestado, y al analizar El mérito de ser detective y no fumar encuentro que ambas novelas exponen la capacidad de Paco Santos para reflejar en sus personajes el conocimiento profundo que tiene del ser humano. Narcís es un amante de la justicia que a través de los libros recorre el mundo y puede descubrir lo que había detrás del asesinato de Ángel Mª Poyet y detrás del asesinato de Partagás en 1868. Sabe también el comportamiento que han desarrollado determinadas instituciones, por lo que se nos escapa una sonrisa (y un improperio y una lágrima de impotencia) ante la ironía que lanza a la actualidad, similar a la de Goya en sus pinturas «la escena muestra un alto en el camino de varios guardas de rentas de tabaco […] Goya retrata sin ningún género de dudas a un grupo de contrabandistas».

Novela redonda de un escritor completo, intrigas, amor, amistad, cultura, asesinatos, filosofía, humor… Determinados libros deberían ser lectura obligatoria en los institutos para que los adolescentes se formen imágenes ajustadas a la realidad.

4 comentarios:

  1. Gracias, Beatriz, por el tiempo y el cariño dedicados a EL MÉRITO DE SER DETECTIVE Y NO FUMAR. Como señalas al final de tu análisis, el libro constituye un homenaje a los libros: tus palabras también. Un placer saborear contigo esta bocanada literaria...

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias siempre a quienes sois capaces de expresar tanto en una novela y conseguir que reflexionemos con los personajes. Son momentos decisivos para los lectores.
    ¡Seguimos en contacto!

    ResponderEliminar
  3. Cuando lo hagas, dime qué te parece.
    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar