Voy
a empezar la crítica de esta novela con algo que no tiene que ver con ella,
pero sí con la escritura. Y es que, de vez en cuando, se cuelan faltas de
ortografía que, por ser cada vez más habituales, llegará un momento en que no
se vean como faltas. Probablemente el culpable sea el corrector del ordenador,
no digo que no, pero precisamente por eso debemos tener cuidado al escribir
expresiones que suenan igual pero se escriben diferente. Es el caso de «si no» y «sino». La conjunción sino contrapone la negación dicha con
una afirmación, es fácil utilizarla puesto que podemos sustituirla por pero,
incluso si se elimina de la oración no pasa nada «No quiero esto, (sino) lo otro». Pero la expresión si no
refleja una condición en la que la negación de un concepto depende de otro (y
no se puede quitar). Dicho esto, en la oración «Una buena réplica a tiempo alarga los sentidos, sino de qué
Moriarty» hemos de ser conscientes de que debiera escribirse separado.
Tenemos que esforzarnos un poco para preservar nuestra lengua, poco a poco
menos rica en acepciones.
Dicho
esto hay que reconocer que Carvalho: problemas de identidad ha
superado con creces las expectativas que tenía de este personaje. Es la parte
más emotiva de la novela. El personaje. Carvalho cobra vida propia, o mejor
dicho Carlos Zanón convierte a este
personaje de Vázquez Montalbán en un ser real que, en su día conoció a El Escritor, vivió en su mismo edificio
y le aportó ideas sobre él mismo y los casos que llevaba, para crear al
detective más famoso de la ficción española durante casi cuatro décadas.
Está
claro que Manuel Vázquez Montalbán fue un genio, culto, comprometido, buena
persona y valiente, pues no dudó en denunciar mediante artículos periodísticos,
ensayos, poemas y novelas todos los desmanes del franquismo y la democracia.
Mediante el detective Pepe Carvalho compuso una crónica sociopolítica y cultural
del momento. Así, pudo denunciar la crisis del partido comunista en Europa, la
desmesura en los gastos de la olimpiada celebrada en Barcelona o el poder del
dinero y las sectas.
Por
todo esto, porque Pepe Carvalho tenía una identidad, y su autor también, veía
difícil acometer la empresa de traerlo de nuevo a las letras. Y Carlos Zanón lo
ha conseguido. Carvalho regresa tomando vida propia y recordando constantemente
a aquél que lo creó «Muy a menudo me
pregunto qué pensaría El Escritor de esto y aquello. ¿Qué diría de todo esto
que sucede ahora en esta ciudad […] Hablar con él me tranquilizaba».
Regresa,
si cabe, más duro. El estilo áspero, cortante, refleja con toques naturalistas
la desapacible vida del detective y los casos a los que debe enfrentarse;
leídos tienen un punto de hiperrealismo que se convierten en descripciones
esperpénticas a veces. Reflexionados, son un triste reflejo de la realidad
actual
”—¿usted
qué piensa, señorpepecarvalho?”—, pero sólo sé todo lo que me callo.
Como,
por ejemplo, que las putas de la montaña no son material deseable para locales
de alterne en red alguna […] producto nacional, la mayor parte […] que se quedaron
atrás […] demuestran que a esta maravillosa ciudad siempre se le ha dado muy
bien guardar el barrido bajo la primera alfombra que se le presentara, ya fuese
el colaboracionismo franquista, Andorra o el Palau de la Música.
Este
es el punto de unión entre los dos catalanes y hay que reconocer que Zanón ha
concebido un homenaje épico para su antecesor.
Pepe
Carvalho sale de las páginas literarias y recuerda a su creador, con alegría
pues le dio buenos ratos, con nostalgia pues hace veinte años que no tiene en
quién apoyarse, «Felices en Roma, Siria o
en Bankok, pero lejos del aeropuerto, que allí se me quedó un amigo». Este
dativo ético puede ser engañoso. Sí es nostálgico. Sin embargo, a pesar de sus 63
años, de su enfermedad, posiblemente grave, que no lo deja comer, de su soledad
desde que decidió dejar a Charo para no hacerle daño, sigue siendo inteligente,
culto y lúcido. Precisamente por eso comienza poniendo al lector sobre aviso de
quién fue su autor, continúa aludiendo a obras de Vázquez Montalbán y a cómo
ese personaje llegó a la televisión «Conocí
a Poncela y a Charo López, eso sí, con la que intimé y sufrí, y con la que
también sufrió la otra Charo».
Puede
que debido a la edad, o al bagaje que lleva a sus espaldas, su cinismo ha
alcanzado cotas insospechadas, pero esto es superficial, cara a la galería; en
su intimidad está cansado, ha perdido parte de la ilusión por vivir «Solo tengo unas tremendas y apabullantes
ganas de estar solo […] Esconder la cabeza entre las manos y tratar de
recolocar las cosas, la información, las cartas escondidas, y luego borrarlo
todo, borrarme a mí, borrar hasta el recuerdo de haber querido entender algo».
La
integridad que aún mantiene pretende ocultarla bajo una capa de sarcasmo que
sacude a quienes quiere y les hace daño, aunque el gran corazón que lo ha
caracterizado siempre aparece tímidamente, como sin querer, para mantener la
fama de su personaje, que reconoce la buena comida aunque ahora no disfrute con
ella, que le sigue gustando beber y lo hace, a pesar de que no le sienta bien.
Pepe
Carvalho ha vuelto más solo que nunca, no tiene a El Escritor, «Ojalá estuviera aquí ahora», no tiene a
Bromuro, no tiene a Charo y Biscúter, más adaptado socialmente, se ha enrolado
a Master Cheff. «—Ya sé lo que es. Sé
perfectamente lo que es. Lloros, publicidad, risas, competición, vejaciones,
vanidad, escarnio, montaje, cretinismo, fama, estupidez: o sea, pura
televisión».
Es
cierto que Estefanía, su nueva secretaria, lo espolea de cuando en cuando y lo
hace sentir vivo, pero básicamente se enfrenta solo a los dos casos que se le
presentan, el de una prostituta retrasada a la que han asesinado y enterrado en
Montjuic y el del homicidio de la abuela y la hermana de Amèlia, actriz
frustrada que mantiene una doble relación, con Max, posesivo e hiperprotector y
con Manel, guardia imputado por violencia. Además lleva a sus espaldas el caso
de su novia Zombie, una drogadicta, mujer de un asesor presidencial, que le
exige verla o dejarla según su conveniencia o la de su marido. Mala relación en
la que, a pesar de saber que lleva las de perder, se mete hasta el fondo porque
confunde atracción o pena con amor. Pero ya se sabe, el gobierno es intocable.
Esto es lo esencial de Carvalho, y el de Carlos Zanón no lo ha perdido; casi más que
los casos que lleva entre manos importa la autopsia certera que realiza a la
sociedad actual «Mantiene el menda una
dignidad afectada, del tipo “nada de lo que dicen de mí es cierto y el tiempo
me dará la razón”, muy habitual en políticos corruptos, banqueros a la
defensiva y monarcas eméritos».
Una
de las técnicas más oportunas para conseguir el pertinente análisis es el uso
del monólogo interior cargado de intención crítica, «del que fui guardaespaldas mientras bajaba a pillar heroína a los
negratas, perdón negros».
Las
digresiones se introducen en los casos actuales para ponernos al día de su
ausencia «Rechacé lo de Ámsterdam y acabé
en Nueva York», al tiempo que recuerdan a una pintura de diferentes
entornos en la que la documentación artística destaca sobre todo «Decían que Elvis en persona llamaba a Doc
cuando alguna frase en alguna canción no le parecía adecuada». Casi siempre
contienen un flujo de conciencia en segunda persona que se mezcla en la primera
para, con efecto ambiguo, describir el estado del personaje y el del ambiente «todo el mundo grita por todo, así que no
sabes qué está pasando hasta que ya no pasa nada o es demasiado tarde para
evitar que pase».
El
estilo es indudablemente ágil, a pesar o precisamente por las digresiones,
sugerente, en donde la expresividad, siempre presente es a veces tierna,
incluso cuando está revestida de una capa dura. De esta forma, mediante
pinceladas sueltas define a los personajes, «La
Briongos. Ahora no recuerdo si la he despedido o se ha marchado ella o ha sido
una de las broncas de siempre con Biscúter […] chaleco antibalas de uno y
otro».
La
narración también cobra dinamismo cuando elide palabras, incluso frases,
consiguiendo que quede lo más escueta posible, casi descriptiva, lo que unido
al diálogo parece un guión cinematográfico «Carcajada.
Aguanto el chaparrón. Hace que lee una noticia. Mira por debajo de su flequillo
donde yo debo tener los ojos pero yo opto por evitarla. Son sus maneras de
coquetear».
El
realismo está presente de forma constante, las largas descripciones en las que
se unen sin transición personas, tiendas, anuncios, despersonalizan a la
sociedad; asimismo, en medio de tanto realismo las metáforas abandonan su
sentido figurado y dan impresión de realidad «Una virgen pagana, en tres azules, hermosa hasta para cambiarse uno de
religión, sale del Súper barato». Las comparaciones imposibles devienen en enumeraciones
que concluyen de forma rotunda antes de dar paso a la crítica mordaz social,
política o educativa «vejaciones,
insultos, palizas, acoso por las redes, en los recreos, en las salas de
gimnasio, tierra, mar y aire. Linchamiento y escarnio».
La
dureza se vuelve más cruda cuando, en esta polifonía narrativa, la primera
persona es tomada por otro personaje que además está muerto y, desde su más
allá hace sentir aquí el dolor, la humillación, la angustia hasta que el lector
empatiza y se da cuenta de que también le falta el aire. De hecho, las
narraciones, a veces naturalistas, rozando lo esperpéntico por la inclemencia
reinante, retratan a una sociedad de tercera en la que el personaje manifiesta
su desprecio y rencor hacia quienes blanquean sus actos con grandes eventos o
miran hacia sí mismos:
Estamos
aquí esperando a un tío que mató a un desgraciado que atravesó todo el puto
continente africano para vender mantas y mandar dinero a su puta tribu […] y tú
me preguntas de qué modo puedes superar ese dolor tan grande que tu novia
uruguaya te produce porque igual tiene un lío con otro tipo
Igualmente
la mezcla de personas narrativas provoca un efecto hipnotizador en el lector;
al pasar de la primera persona al narrador autodiegético consigue hacernos
partícipes de lo que ocurre al tiempo que el protagonista adquiere mayor
profundidad psicológica «Temo que ella
haya llamado y temo que no lo haya hecho. ¿Cómo te encerraste en su mundo
desquiciado?».
Y si
el estilo es perfecto, no cabe duda de que el uso variado del lenguaje ayuda.
Los términos poéticos catalanes, virolai,
se unen a otros científicos, glucógeno,
y a otros actuales pertenecientes a la informática, troles; incluso a veces los acrónimos están expuestos tal como se
usan «con su PIN, su PUK y su santísima
madre». En un mismo diálogo puede darse la mezcla de ambas lenguas, catalán
y español (¿en un intento de certificar la convivencia?)
—Quina
edat té?
—Muchos
Hay
metonimias que recuerdan constantemente su soledad «me tienta acompañarme de algún crianza, pero hoy quiero anestesia
rápida y escocesa». Y metáforas cosificadoras que inciden en su falta de
ganas de existir «no soporto tanta
profundidad. No sin estar macerado».
La
falta de civismo queda perfectamente retratada en las metáforas animalizadoras
y empequeñecedoras «unos cuantos
semáforos que ni las manadas de turistas ni los indígenas respetan, como si […]
los coches se convirtieran en inofensivas sillas de ruedas de lisiados».
Por otro lado, las personificaciones aportan importancia a la ciudad como
personaje «empieza a tiritar el alumbrado
eléctrico». Y abundan las metáforas irónicas que devienen en nostálgicas «Saco mi viejo Focus color plateado con todas
las estelas posibles de las columnas del parking».
Mediante
elipsis agiliza el ritmo narrativo para recobrar su protagonismo con el estilo
indirecto; todos los recursos son válidos si afianzan la importancia de la
situación, incluso el polisíndeton con el que ralentiza la noche hasta que
influye en el estado de ánimo del personaje «y
me intercalo y me barajo entre un bar gay y otro bar menos gay y otro
abiertamente no gay y en cada uno me meto un Ardbeg…».
La
ironía cargada de crítica hacia determinados espacios televisivos se refuerza
con neologismos populares «Es barricidio».
Y
por supuesto el humor está presente en todas sus variedades, siempre escondiendo,
o no, la crítica pertinente: El triste, que se refleja en metáforas
esperpénticas «dice una de las mujeres
pintarrajeada por su peor amiga del Imserso y vestida por la peor de EGB».
El negro, con el que critica la falta de implicación social «debe estar poniendo multas en rotondas o
lanzando a manteros por terraplenes». El irónico, del que se vale para
retratar a un amigo «Su mujer se llama
Josefina y es procuradora. Nunca he conocido a la tal Josefina. Igual es la
Chica de la Curva». Humor en el empleo de conectores que advierten el
cambio en la función de algunos establecimientos «Paso al lado del quiosco, abierto, donde se vende de todo, y también
revistas y periódicos». Humor en los hipocorísticos, «Biscu», en los motes sugerentes «Jeremías de plastilina» y en los acortamientos «píllamelo en el Paqui». Humor en los
diálogos con Biscúter pues consigue el efecto contrario que pretende, marcar el
cariño que se tienen
—¿Le
dijiste que cobramos primera visita?
—No.
Me dio mucha pena. No paraba de llorar.
—Genial.
El mes que viene te pagaré yo con lágrimas.
Sarcasmo
para que no olvidemos quién es ni lo que piensa de la sociedad «...a la mitad de los catalanes que aún no
se decidían a arrancarse de sus cuerpos la posesión diabólica que supone ser
españoles con lo sucio, pobre y chillón que es ser español». Y humor al más
puro estilo de los Hermanos Marx con el que se define a la perfección
—Y
al parecer no tienes coartada
—No
—Vaya
—Estuve
viendo el culebrón de TV3. Si eso te sirve
—Si
cuando te juzguen somos independientes, sí
—Joder,
Pepe
—¿Pepe?
—Ovidio
es Pepe en latín
Y
así, rodeado de humor, ironía, sarcasmo, nuestro Pepe Carvalho honra no sólo a
Vázquez Montalbán en todo momento; otros escritores aparecen abiertamente, o a
través de sus obras, como reconocimiento a la buena literatura: Galdós «galdosiano», Gabriel Celaya «un arma cargada de futuro», Baudelaire «hastío o esplín», Tomas Mann «mientras se me derrite el maquillaje bajo
sol cubano», Marsé «la oscura
historia de la prima Amelia» o Bécquer «poseerla
después de abatirla […] encerrada ella en una torre».
Excelente
novela, excelente Carvalho de otro excelente escritor.
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