Puede
que no haya entendido bien los relatos, probablemente las sutilezas del autor
me pasen desapercibidas; estoy segura de que Guido Finzi pretendía exponer en Rumbo Sur algún
pensamiento filosófico sobre lo dura que es la vida, la soledad del ser humano
o lo costoso que supone ser un hombre en la sociedad actual. Pero he leído
todos los relatos y en la mayoría he encontrado misoginia o machismo, también
xenofobia en algunos. No obstante soy partidaria de leer de todo para entender
otros pensamientos diferentes al mío, por eso postulé por este libro en Masa
Crítica de Babelio y por eso, una vez más, estoy agradecida por el regalo y la
oportunidad de conocer a este autor.
Los
43 relatos que conforman este libro ocupan apenas 190 páginas. La expresión es
concisa, a veces tanto que se echa en falta algún dato más porque cuando la
lectura se va a poner interesante, corta el relato. Es el caso de Matador, en el que tras mostrar
una ficha del protagonista, algo superficial, expone un hecho que sirve de nudo
bastante sugestivo: «El tipo viene
comprobando cómo la gente que detesta va muriendo de diferentes cánceres […] El
pendejo al que descubrió pintando una esvástica en la pared del edificio donde
vivían sus padres o el maricón que le miraba lo que tenía entre las manos
mientras orinaba…». Probablemente el relato es ese, al menos su mensaje
porque el autor prefiere no contar cómo sabe ese secreto «es algo que queda entre los dos» y pide que todo siga en secreto «porque nadie va a creerles. La gente no es
tan crédula. ¿O sí?»
Es
cierto que algunos comienzos atraen, por el punto irónico de los que engloban
descripciones bastante atractivas, capaces de evocar vivas imágenes que seducen
al lector con la lírica que encierran, «Apoyado
en la barra, con mi cinzano a mi diestra y disfrutando del analgésico ruido
provocado por el chaparrón que caía afuera, me entretenía buscando apellidos
fonéticamente interesantes en las esquelas de La Nación».
Y
los lectores intuimos algo sugestivo en la continuación, derivado de la lluvia
o de la esquela y, sin embargo, lo que sucede es que, casi siempre, el
protagonista se topa con mujeres despampanantes que dan pie a la trama, como si
las mujeres normales no fuesen capaces de despertar ningún interés. Estas
mujeres no solo avivan su imaginación; en la mayoría de los casos son recuerdos
vividos, por lo que llama la atención la vida sexual tan agitada de los protagonistas.
En
fin, creo que el problema es la mujer o la convivencia que el protagonista
tiene con ellas, porque los últimos cinco relatos (sin personajes femeninos)
son, creo, los mejores. El resto podrían ser acontecimientos que se cuentan
entre amigos mientras toman un café juntos. Son relatos de encuentros casuales
y la reacción que despiertan esos encuentros; podrían ser historias reales o
basadas en la sospecha de habladurías.
El zurdo Villalta nos sobrecoge con la
vida de un chaval del estrato más bajo de la sociedad que llega a ser
encumbrado por su habilidad en el fútbol…, hasta que sufre un accidente en la
rodilla. Muy profesional
critica a los gorilas que solo saben obedecer por dinero, sin pensar.
La
relación con los judíos y el sufrimiento por el que han pasado a lo largo de la
historia se ve reflejado en los dos últimos relatos, Courage y Aparición
nocturna.
En
estos relatos el destino aparece irremediablemente determinista, aportando a la
historia cierta pátina existencialista; pero en cuanto aparece una mujer, lo
hace también la soledad que provoca en el protagonista, probablemente por el
comportamiento machista que muestra con ellas, el caso es que en ningún momento
el hombre admite que le preocupa lo que piensan o sienten las mujeres, más bien
suponen una carga de la que hay que desprenderse antes o después, no importan
las consecuencias. Por eso se queda solo, no importa si es él quien las echa de
su lado o son ellas las que se van. «No
me respondió. Simplemente me dedicó una enigmática sonrisa a través de la
ventanilla, y desapareció entre el tráfico».
La
mayoría de mujeres son personajes complejos en mayor o menor medida, que luchan
con problemas de identidad, mujeres que de alguna forma le piden ayuda y lo que
consiguen es ignorancia por su parte, «se
lo di, con las últimas cifras cambiadas, y la vi desaparecer hacia la calle»
o desprecio absoluto. No las ayuda, no perdona, es rencoroso y las ofende con
sus palabras, «¿qué carajo me querés
decir con eso?, ¿te pensás que ando tan mal como para querer volver a estar con
una turra como vos?».
Me
ha quedado una sensación rara al leer Rumbo
Sur porque hay un protagonista que normalmente se llama como el autor,
Guido Finci, que como él es escritor. periodista y que viaja por el mundo
contándole a sus amigos sus “penas" y vanagloriándose de sus conquistas
amorosas, sin darse cuenta de que lo que queda de manifiesto en esos cuentos no
es amor.
Como
buen hombre tradicional, religioso, cuando se ve apurado apela a Dios y a su
ayuda celestial, pero ni siquiera así es capaz de cumplir las promesas que le
hace «Presa de la culpa encendí velas en
casa […] acudí a la sinagoga a prometer a Dios que si se salvaba, no solo iba a
dejar de verme con Graciela, sino que abandonaría cualquier afán donjuanesco en
lo que me restara de vida […] hasta hoy, a escasas cuadras de la casa de
Graciela con una erección que no se me va».
No
cumple las promesas porque no se puede unir el respeto a los seres queridos, a
la mujer, con la superstición religiosa. El hombre se apoya en tópicos para
eludir responsabilidades.
Lo siento pero he visto en estos relatos la imagen de un machismo que debemos eliminar de la sociedad. Tanto las mujeres como los hombres somos mucho más que un envase.
Ay, sí. Leí estos relatos de Guido Finzi hace varios años. Aprecié su ligereza y sentido de la ironía. Es cierto que no le pido a todo lo que leo que tenga la empatía de un Crimen y Castigo. Intento antes que nada y sobre todo ponerme en la intención del autor. Sin ese mínimo esfuerzo de lectura, ¿es posible entender y disfrutar un texto? No comparto los calificativos de machista y tradicionalista o religioso dirigidos a un autor que juega y provoca. Si usted puede aplicar esas etiquetas a un escritor como Guido Finzi, es que son demasiado amplias. Qué apelativo reservar entonces para los que sí puedan defender el machismo y qué sé yo, el integrismo religioso. Muy estrecha será una bolsa de progresía en la que no quepa un autor como Guido Finzi. Saludos
ResponderEliminarSiento mucho que le haya disgustado tanto mi análisis de Rumbo sur, no he pretendido ofender a nadie, sí ensalzar la inteligencia de la mujer, que la he visto un tanto limitada, como la del hombre en su pensamiento respecto de ella. Todo texto contiene un mensaje que se ajusta a la verdad de un lugar y una época. Probablemente a finales del siglo XX no se considerasen estos relatos patriarcales, pero hoy sí; bajo mi punto de vista, tan respetable como el suyo o como el del autor, tienen un punto machista al referirse a la mujer. El comportamiento de los protagonistas hacia ellas no es el mismo que hacia los hombres. Por eso los encuentro machistas. Un término que, como el de integrismo, no admite gradación. O se es machista, o integrista, o no.
ResponderEliminarLo bueno de las lecturas es que nos ayudan a reflexionar. Seguimos leyendo.
Pues sí, una virtud de la lectura es que nos ayuda a reflexionar y a ver gamas de grises, abandonando maniquesísmos y otros sesgos. Créame que no pretendía hacerla cambiar de opinión. Me basta con que otras lectoras cuenten también con una opinión distinta. Saludos y felicidades por su blog
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