sábado, 8 de marzo de 2025

DIÁLOGO Y VALORACIÓN

Muchísimas gracias, Babelio, porque de nuevo habéis conseguido estimular mi cerebro con una nueva lectura. En esta ocasión he tenido la impresión de volver a estudiar; recordaba algunos conceptos pero me he asombrado con lo aprendido y sobre todo con lo que he reflexionado durante el análisis de Diálogo y valoración. El libro de José M. Ramírez es un estudio ensayístico sobre el lenguaje y la comunicación y, aunque parezca increíble, es un canto a la paz entre los hombres, porque no hay nada mejor que dialogar para modelar y regular nuestro propio pensamiento, para poder empatizar con los demás y conocerlos. Por lo que también agradezco que haya personas como este autor, capaces de analizar el lenguaje como una actividad cotidiana del hombre, y agradezco a Lingua & Semiosis (La vieja factoría) que publique este estudio.

Ojalá yo sea capaz de resumirlo con claridad.

Diálogo y valoración está dividido en tres partes:

La primera es un recorrido por la historia para conocer algunas teorías de lingüistas y filósofos que han estudiado el lenguaje.

La naturaleza de los valores se estudia de manera objetiva en una rama de la filosofía, la axiología. Qué es lo bueno o lo importante son preguntas constantes en el hombre, por lo que valorar forma parte del acto comunicativo, es decir, la axiología también está presente en la lingüística porque filosóficamente es incompleta: no todos pueden valorar algo que no conocen; al incluir el lenguaje, sí podemos valorar diferentes preguntas u opiniones. Hacemos juicios de valor, donde entran las emociones, son subjetivos, mientras que los juicios de la lógica son intelectuales, imparciales.

Desde la Antigüedad, la sociedad ha dado valor a las entidades que formaban parte de ella, valores que se pretendían objetivos y que estaban considerados como la normativa por la que se regía dicha sociedad. Los filósofos de la Antigüedad estudiaron la valoración. Mientras Protágoras concedía al hombre la capacidad de valorar la realidad con cierta base pragmática: según la situación, para unos es bello y para otros no, Platón creía que las cosas tenían naturaleza estable, luego no todos los hombres podrían medirlas La dicotomía objetivo – subjetivo llegó hasta el siglo XIX con el positivismo de Augusto Comte, pero deja poco espacio para la pragmática pues reduce las leyes que conforman el mundo a la observación y experimentación (falta valorar y jerarquizar).

La pragmática aporta la visión interactiva de la conciencia. Al darse un proceso social interactivo llegamos a la autoconciencia, es decir, nos formamos individualmente según la comunicación social. El lenguaje es la base de la comunicación.

Morris propone tres perspectivas de estudio en la comunicación: la semántica, que estudia el significado de los signos, la sintaxis, la relación entre ellos y la pragmática, la interpretación que hacemos.

Dewey se introduce en la Teoría de la valoración y afirma que no solo pertenece a la filosofía sino también a la lingüística. Saussure es quien da nombre a la Lingüística, como ciencia de la lengua y distingue entre lengua (social) y habla (individual).

El lenguaje queda explicado por la lengua y su contexto. El signo lingüístico adquiere su valor según la relación entre el significante y el significado, tiene carácter lineal, es arbitrario, inmutable y mutable en el tiempo; el valor deriva de la oposición de un signo con los que le preceden y siguen en el contexto.

Bally introdujo la estilística, y se centró en el lenguaje cotidiano en donde los sentimientos son fundamentales. Los juicios de valor son, por lo tanto, subjetivos, por lo que el lenguaje falsea la realidad sin proponérselo. Modificamos la lengua al hablar para influir en el interlocutor.

Bajtin y Voloshinov tienen en cuenta el diálogo: Todo texto es un diálogo porque implica una esfera sociocultural en la que interactuamos. Para la comprensión influyen los saberes compartidos y la experiencia previa. El diálogo se re-valoriza con el tiempo porque interviene la ideología social: ideas, creencias, pensamientos que representan la verdad para un grupo. Voloshinov establece la ideología en lingüística: los signos tienen un valor, se emiten con una intención interpretada por el receptor según el contexto en el que se enmarque el enunciado.

Habermas se centra en la valoración como el motor del lenguaje. A través del diálogo y la valoración vamos conociendo y transformando el mundo. El diálogo y la valoración influyen en el pensamiento, pero hemos de tener en cuenta la teoría de la estimulación porque al valorar empleamos el afecto.

Van Dijk tiene en cuenta el modelo contextual comunicativo que abarca a los interlocutores, lo valorado, el propósito, el entorno, los valores sociales, la ideología individual y social, el espacio, tiempo, canal… Todo influye en la comunicación. Es cierto que no todos valoramos algo de la misma manera pero, en general, hay unos valores sociales que marcan la verdad de los conceptos que nos rodean.

José M. Ramírez propone una hipótesis axiológica para desentrañar la estructura de los valores que intervienen en una comunicación. A través de estos valores nos comunicamos y conformamos nuestra verdad, puede no coincidir, pero seguro que mejoraremos la comunicación, nos entenderemos mejor.

El autor afirma que el lenguaje es característico del ser humano. Los hombres hemos de tener en cuenta dos valores que nos ayudan a reflexionar, imaginar y producir la réplica: la semejanza y la autonomía.

En la Parte II, Ramírez analiza seis obras diferentes de Ramón y Cajal en las que sigue una estrategia discursiva: todo está sujeto a valoraciones. Incluso la rectitud normativa va cambiando con el tiempo, por lo que la verdad proposicional también puede hacerlo. Hay que tener en cuenta tres funciones en el discurso: la estimativa, la autorreguladora y la motivadora, según tres principios de valor clásicos: Verdad – Bien – Belleza.

En la Parte III se expanden estos tres principios o esferas de valor en el pensamiento y la comunicación.

José M. Ramírez concluye, de los trabajos de Ramón y Cajal, que la valoración individual puede cambiar según el género del texto y algunas valoraciones se explican según un modelo contextual que sirve de interfaz entre lo que sabemos y relatamos. En todos los textos abundan las apreciaciones estéticas individuales, por lo que los valores ideológicos van cambiando, es decir la ideología no es un sistema sino un proceso. No todo sistema es ideológico. Los valores sociales aparecen cuando se abre y cierra un sistema, están en la interacción y permiten juzgar, autorregular y motivar nuestra conducta.

Las esferas de valor (o ámbitos donde se agrupan los valores) eran tres, pero Ramírez recuerda que no hay que olvidar la funcionalidad y la esfera de transformación de la realidad. Teniendo esto en cuenta, nuestro doctor en filología asegura que hemos de tener en cuenta una esfera de valor que reúna todos los factores humanos necesarios para la comunicación: la asequibilidad de conceptos a los que nos referimos, la usabilidad…; como los factores se multiplicarían en cada situación, Ramírez propone como esfera de valor: el diálogo, porque rodea a los interlocutores, agrupa su intercambio semiótico, normaliza el intercambio…, podría llamarse semioesfera dialógica e influye en las demás esferas de valor (porque el verdadero significado de una comunicación concreta depende de ella).

De alguna manera volvemos a Saussure: los enunciados son adecuados para los que pueden interpretarlos. La producción y comprensión van unidas; son procesos que dependen de la mutua valoración de los interlocutores.

Si entendemos la sociedad como contexto se puede concluir, según Ramírez (y yo estoy totalmente de acuerdo), que los que formamos parte de ella hemos de dialogar partiendo de la base de que todos somos iguales y gozamos de libertad. Todos formamos parte de una sociedad humanista que se comunica. En esta sociedad (¿utópica según lo que estamos viendo?) se valorará el diálogo como lo que es: un intercambio semiótico de valores.

¡Bravo!

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