sábado, 26 de octubre de 2024

LA VERSIÓN DE JUDAS

La versión de Judas es un libro redondo. Compuesto por diez cuentos, es ideal para leer durante un rato o pasar toda una tarde entretenida porque, aunque Manuel Moyano mantiene un estilo tradicional, cada cuento es diferente y tiene sus propias características.

Los espacios donde se desarrollan las historias van desde los más lejanos, como la selva amazónica hasta otros muy cercanos como Castilla. Los argumentos también fluctúan entre verosímiles e imaginarios, pero en todos hay un riesgo, más o menos explícito, del que normalmente somos alertados al principio «En aquella guerra solo hubo una baja. Se llamaba Mamadou».

Los protagonistas de estas historias no son héroes y el final no es feliz, pero siempre mantenemos la esperanza de que lo sea. La inquietud con la que leemos no decae, si bien casi siempre es una tensión relajada, si esto es posible, que permite querer llegar al final de forma cómoda, aunque nos llevemos más de una sorpresa.

El estilo de Moyano intercala oraciones cortas que aseguran la lectura rápida, en otras más largas que nos permiten ahondar en lo expuesto mientras lo saboreamos. Es una marca del autor. Leí El imperio de Yegorov y tuve la misma sensación. Es una de sus peculiaridades, su voz narrativa definida, que juega con el lenguaje para mantenernos enganchados en todo momento. Y conoce la lengua hasta el punto de que nos presenta una narración sin censuras a la hora de elegir términos científicos de cualquier materia, seguro de que el contexto nos ayudará a entenderlo. Esto acerca a los cuentos a aquellos tradicionales, provenientes de ambientes lejanos con personajes dotados de cierta magia o misterio que, en algún momento, dejarán salir el terror que llevan dentro.

Son historias que nos recuerdan a las góticas de Lovecraft aunque exentas del duro cinismo del estadounidense. Moyano establece sus propios símbolos para afianzar la idea de una humanidad constantemente amenazada, en peligro, «desembarcamos en una playa con forma de hoz […] Desnudos, reverberantes de sal por todo su cuerpo, nos condujeron hasta su poblado como lo haría una rehala de perros. Adoraban al fuego» (La ciudad soñada); «los espejos que colgaban de las paredes estaban cubiertos con paños […] bruscamente, el silencio se vio roto por una voz […] aquella voz procedía del subsuelo» (La casa de la calle Ulloa).

No cabe duda de que el verdadero referente de Moyano es Poe. Los cuentos establecen las dificultosas relaciones humanas, la locura a la que podemos llegar si nos sentimos perseguidos por algo, real o no, y la escasez de medios de que disponemos para huir de esos fantasmas «Todavía continué vagando durante horas por el tren, mientras daba vueltas a una idea que hasta ese momento había querido descartar: la de arrojarme en marcha» (La bufanda roja).

En La versión de Judas lo sobrenatural convive con la realidad hasta formar parte de ella: la noche es importante y los espacios cerrados, algo que aumentará la claustrofobia y animosidad de los propios personajes. El ambiente triste y misterioso contribuye a la inquietud del protagonista: «Una dama alta y melancólica…» «cuando ya había caído la noche» «cierta noche […] me vi conducido a un callejón sin salida», aunque Moyano pueda dar un giro de tuerca y conseguir que hoy, en una época actual, su protagonista pueda tener un final distinto al esperado.

Si repasamos los diez cuentos observamos otra característica propia de Moyano: la certificación de la fugacidad de la vida y la forma absurda con que la mayoría de veces nos empeñamos en afrontarla, casi siempre pretendiendo sobresalir en una sociedad que se mantiene de espaldas al individuo. En Así murió Mamadou, todo sucede de manera casual pero el porqué de ese hecho fortuito es el resultado de querer ser los mejores, tener más que nadie, a pesar de caer la mayoría de las veces en el ridículo para conseguirlo.

También en El orgullo de Riopanza destacan las ganas de sobresalir, sin embargo el temor de enfadar a unos u otros vecinos que mantienen cargos importantes hará que desviemos nuestros propósitos en historias de humo, sin tener en cuenta que nos movemos en una sociedad que favorece el individualismo; los paralelismos antitéticos «Fumador compulsivo, bebedor secreto» son sugerentes efectos rítmicos que enfatizan a los adjetivos igualándolos; de esta forma el compulsivo-secreto nos da idea irónica del protagonista, que se reafirma con los disparates que pretende hacer pasar por reales sin ninguna base científica, «los naturales de Riopanza fuesen descendientes de aquellos míticos habitantes de la Antigüedad» (de La Atlántida). La necesidad de figurar es llevada a tal extremo que premiamos actos que poco después caerán en el olvido, pero todo vale si se hace ruido mediático, «los respectivos lugares de nacimiento de ambos mitos habían sido convertidos en casas-museo que nunca visitaba nadie». Es la hipocresía social a la que nos hemos acostumbrado, que durará justo lo que dure el ser humano porque su memoria no prevalecerá: todo es fugaz. «Sus peticiones fueron desoídas: no solo se le enterró de cuerpo entero sino que su obra […] nunca visita nadie».

Creo que el cuento que mejor representa esta mentira que es la sociedad actual es el que da título al libro La versión de Judas. El humor y la sátira están presentes en las páginas pues hay un nuevo Jesucristo dispuesto a triunfar ya que es conocedor de sus errores anteriores, el primero, «salir a la luz en una época de tinieblas, cuando el hombre apenas había empezado a perder los hábitos del mono» y el segundo error «rodearme de un hatajo de indigentes y pelagatos». El humor está servido en el cuento aunque la ironía social es patente «transformarnos a todos en una legión de majaderos felices, de cretinos eufóricos». Pues así estamos. Lo importante es el momento de gloria, es lo que nos reconforta, nada de problemas aunque en el fondo vivamos en una bomba mediática a punto de estallar: «Los actos y las palabras solo tenían justificación en tanto y cuanto habían de terminar siendo frases del Libro. El número de los Centinelas se multiplicó y su presencia infestó el aire».

sábado, 19 de octubre de 2024

LA CORDURA DEL IDIOTA

La palabra idiota viene del griego y en un principio no era un adjetivo irrespetuoso ni insultante; no hacía referencia a la inteligencia de la persona a la que se refería. Se usaba para referirse a alguien de tipo medio, un ciudadano privado, a diferencia del erudito que ocupaba un cargo público. Pero los griegos valoraban mucho la participación cívica por lo que esperaban que no hubiera ciudadanos idiotas. Los que no se implicaban en los debates eran considerados inútiles. Y así se fue convirtiendo en un símbolo de reproche. Quienes solo vivían una vida privada eran idiotas, no eran plenamente humanos. De ahí hemos llegado a convertir idiota en tonto.

También los que tienen perturbadas sus facultades mentales son considerados locos o idiotas.

Hay un idiota en La cordura del idiota, pero es como un idiota griego; el Triste no quiere participar en nada referido a su pueblo, Ascuas, solo pretende vivir tranquilo, cuando lo dejan sus propios demonios, en su casa, y charlar con su amigo Toni Trinidad de trivialidades mientras toman un café. Para el resto del pueblo es el loco.

Toni tampoco se implica demasiado en los asuntos generales de Ascuas donde, en realidad apenas pasa nada, gracias a eso puede desarrollar, más o menos, su labor policial. Toni sí visita a un psiquiatra.

Marto Pariente nos presenta en el primer capítulo a estos dos amigos


—Voy a preparar unas tostadas —dijo después de guardarse el pescado de nuevo en el bolsillo—. ¿Quieres?

—No, tengo que irme.

—¿Se puede saber a dónde vas tan temprano? —me preguntó.

—A ver a un loquero —le dije.

En esta introducción, con cierto toque humorístico, encontramos a los personajes que no parecen estar muy cuerdos, así que habrá que esperar para ver quién es el del título.

Toni Trinidad es un policía que va a la consulta del doctor Barrios todos los jueves, porque no puede ver la sangre. Cuando lo hace, ya sea suya o de los demás, pierde el conocimiento. No obstante, él quiso ser policía en un entorno que, a pesar de parecer tranquilo, el autor lo va desvelando un tanto alterado.

En esta historia conviven diferentes puntos de vista: los de los corruptos, traficantes de drogas, camellos, matones, expresidiarios, soplones, violadores, la mafia… Entre todos ellos, algún personaje de buen corazón tocado por la desgracia.

Vega y Toni vivieron una infancia traumática en un orfanato hasta que un matrimonio, los Tote, se interesaron por ellos. A partir de entonces fueron relativamente felices; su suerte cambió cuando abandonaron la casa Amarilla «Toni […] temía que cuando los Tote leyesen bien el expediente […] los devolverían al orfanato. Pero […] el director de la casa Amarilla agilizó su salida omitiendo que […] Toni cercenó ‘por accidente’ la yugular del jefe de los celadores».

Vega será feliz con su familia hasta que se case con el Chimo, un maltratador que desaparece con el tiempo dejándola deudora de una cantidad exorbitante ante el Colmenero, un usurero sin escrúpulos. Toni deberá salvar a su hermana de las garras del Colmenero y de paso investigar “el suicidio” del Triste, la mañana en que iba a desayunar con él. «Tumbado sobre las sábanas, rumié lo del Triste y me acordé de su pescado en el bolsillo y en cómo se había reído de mí a la que me largaba de su casa».

Nada cuadra en La cordura del idiota, los hechos están expuestos como pequeñas imágenes que se van incluyendo; Marto Pariente elabora, en los noventa capítulos cortísimos, una especie de caleidoscopio para que nosotros vayamos intuyendo el conjunto. Desde el principio. Algo que, como no es del todo seguro, resulta perturbador.

Podemos pensar, al leer esta novela, que la vida es como un caleidoscopio repleto de piezas que, según giran, harán predominar unas formas o colores, unos acontecimientos que nos hacen únicos. Los fragmentos del caleidoscopio de Toni Trinidad son miedo, llanto, dolor, impotencia, amor, familia, amigos, negro, rojo… Son formas infinitas para que veamos la sociedad en la que se mueve. Si el citado artilugio consta de tres espejos, en la novela hay tres personas narrativas: La primera recoge la voz de Toni Trinidad quien, como narrador interno expone de forma subjetiva lo que va ocurriendo; pero es un narrador frío alejado de los hechos y de los sentimientos que le producen.

La segunda persona es la perteneciente a su hermana Vega. Esta se dirige a sí misma y proyecta a su propia intimidad una serie de sucesos que le ocurrieron desde que era pequeña. Vega no tiene en cuenta al lector por eso tampoco refleja su dolor; sin embargo no es necesario, a veces cortar una descripción es mucho más impactante que dar detalles porque requiere que la mente del lector, inmediatamente, se ponga en marcha. Es como si el dolor de Vega lo viviéramos en primera persona los lectores y, totalmente empáticos con ella, exigiéramos una venganza.

Vega se habla a sí misma en presente, aunque los hechos hubiesen sucedido años atrás; es como estar leyendo un guion cinematográfico. Los lectores nos sentimos actores de lo vivido por Vega «Tu marido ha sido detenido. ¿Por maltrato animal? No es posible, dices una y otra vez […] ahora me quiere; sin embargo recuerdas el olor a colonia de niño que usaba el Avellano y los sollozos lastimeros de Trípode. Sientes dudas y náuseas y ganas de vomitar». Vega genera con su narración ambientes claustrofóbicos en lo que nos sentimos atrapados.

Pariente pone en marcha, además, la tercera persona para cuando narran los demás personajes; estos son totalmente objetivos, cuentan lo que ven, lo que viven, sin intervenir directamente en la trama. Para hacerlo, el autor se vale de los diálogos; por ellos, los personajes se convierten en reales, nos los acercan para que los rechacemos la gran mayoría de las veces porque son, en general, despiadados. Es una opción bastante afortunada porque consigue repartir el peso de la narración, además el ritmo se intensifica a pesar de que todo gira con una lentitud pasmosa. Pero los diálogos dinamizan los momentos en los que se producen. Son parlamentos duros aunque a veces están satinados de humor, que mientras vamos imaginando la situación no nos hace gracia, aunque siempre denuncia actos de mala praxis por desgana o incompetencia… El caso es que, en cualquier situación, serán los mismos los que salgan perdiendo.


—Hola.

—Hola, Emergencias. ¿Qué ocurre?

—Mire, estaba por la carretera…

—Un segundo, le paso con la Guardia Civil.

—Hola, buenas tardes.

—Buenas tardes. Me han pasado con ustedes…

—Un momento. Se han debido confundir. Le paso con Tráfico.

[…]

—Dígame qué le ocurre.

—A mí nada. Llamaba porque he visto algo raro en la carretera.

[…]

—Posible conductora de edad avanzada en estado ebrio o enajenada. Informen cuando se encuentren en el punto.

La historia está contada sin demasiadas emociones, es como una película de Tarantino donde el sistema corrupto lo inunda todo. El ambiente de Ascuas, a pesar de ser un pueblo pequeño, es sórdido. Aun así Marto Pariente insiste en el humor, la mayoría de las veces negro; un humor hiriente que no aporta ninguna vía de escape para el lector. Leemos y creemos esa ficción atroz porque esta novela podría ser subgénero de la negra. Es una novela oscura en la que hay personajes malos, menos malos y alguno bueno que no puede obrar bien, es imposible, aunque nos alegremos de ello. Es una crónica verosímil, desgraciadamente, lo que hace que su lectura sea más dura aún. La cordura del idiota se desarrolla en una sociedad desestabilizada, que cada vez va siendo más asumida, en la que prevalece el mundo de los machos y ahí no hay lugar para sensiblerías. La mujer es secundaria; centro de humillación y maltrato, deberá contar con salvadores o milagros que arreglen su situación.

miércoles, 9 de octubre de 2024

NOVELAS AMOROSAS Y EJEMPLARES

Me gusta el Siglo de Oro español, también el inglés pero me ha interesado especialmente estudiar y analizar a los grandes de nuestro Barroco. Gracias, nuevamente, a Babelio y su Masa Crítica he tenido la oportunidad de leer a María de Zayas y he disfrutado descubriendo tanto las características comunes con Ana Caro, Lope, Tirso… como las suyas propias y he de decir que me ha sorprendido porque no hay finales felices en estas Novelas amorosas y ejemplares y la mujer es la protagonista indiscutible.

Por supuesto, Zayas se atiene a las normas renacentistas aún válidas en el siglo XVII. Intuimos la influencia del Decamerón en la estructura del libro. Si Bocaccio escribió diez tandas de cuentos durante 10 días, Zayas coloca a Lisis enferma de amor por causa de don Juan, y es su madre, la discreta Laura, la que propone reunir a sus amigos durante cinco noches para entretenerla. En cada velada contarán dos cuentos, que todos aseguran estar basados en la realidad, «Todo el suceso es verdadero y si no hubiera usado nombres ficticios, los protagonistas serían de muchos conocidos»; además se agasajará con bailes, canciones y comida hasta que regresen a sus casas para volver al día siguiente.

Así pues, el número 10 está presente con toda su simbología religiosa. Sin embargo, algo va a cambiar respecto del Decamerón, pues María de Zayas coloca a Lisis, su protagonista, en una circunstancia parecida a la de Segismundo, de Calderón; esto le permite, no en décimas como era usual para las quejas, sino en romance, dirigir su lamento a la naturaleza, marcando así su soledad social «Escuchad, selvas, mi llanto / oíd, que a quejarme vuelvo…».

También hay cierto recuerdo a Dante y su Divina Comedia, cuando la protagonista sueña con el rostro de su enamorado que «sacando una daga, me dio un golpe tan cruel en el corazón que grité de dolor»; por supuesto este sueño tendrá connotaciones en lo que sucederá después a la dama.

La mitología está presente en casi todas las novelas, como era usual en el Renacimiento al honrar la cultura clásica, lo que demuestra el saber de la autora, y es que María de Zayas tuvo la suerte de pertenecer a una clase social privilegiada que le permitió desenvolverse en círculos cortesanos y literarios y publicar, aunque no le concedieran ningún título militar, literario o eclesiástico, usual en los varones.

Ya en la nota del principio, A quien lo lea, advierte de forma irónica de que es mujer por lo que no aspira más que al perdón «confiando en que si te desagrada podrás disculparme porque nací mujer, no con la obligación de escribir buenas novelas sino con muchos deseos de acertar a servirte». Esta petición incluye que la mujer debería estudiar para poder realizar lo mismo que el hombre en igualdad de condiciones; en Aventurarse perdiendo, Jacinta se lamenta de que su padre haya puesto todo su interés en su hermano «sin que yo le importase lo más mínimo» por lo que pide que esto le sea tenido en cuenta: «una mujer que solo se vale de su talento natural ¿quién duda que merece disculpa en lo malo y alabanza en lo bueno?».

Los tópicos de la belleza renacentista están presentes, como en doña Ana, de El prevenido engañado, «ella y doña Violante, su prima, son las sibilas de España, las dos bellas, discretas, músicas y poetas». Y las quejas del caballero en soledad fruto de divinizar a la dama, como hiciera Garcilaso, las encontramos en La fuerza del amor «…Es posible, amada dueña, que siendo tu aspecto tan agradable, sea tu corazón tan cruel?».

Pero estamos en el Barroco y la mujer está cansada de girar en torno al hombre, se resiste a seguir ocupando el lugar de sumisión y obediencia, por eso, nuestra autora está dispuesta a dotar a sus protagonistas de valor, son capaces de vestirse de hombre para restaurar su honra, así lo hace Jacinta y también La burlada Aminta que, como si fuera Jacinto, en un claro giro irónico entra a servir a don Jacinto para vengar su honor y lo lleva a cabo a la manera de los caballeros «y volviendo a darle otras tres puñaladas, envió su alma a acompañar a la de su amante». Aminta, mujer de don Jacinto, no está dispuesta a ser burlada con el matrimonio doble de su marido por lo que al enterarse de que se hace llamar don Francisco y vive con doña Flora los mata a los dos.

Así pues, a pesar de que la religión está presente en las novelas amorosas, las protagonistas, ellos también, no dudan en suicidarse, asesinar o deshonrar. Las novelas no son reivindicativas, en el siglo XVII la mujer no tenía conciencia social; sí puede criticar a la sociedad y, mediante el humor, la ironía o la burla denunciar la invisibilidad a la que estaba sometida. Al ser amorosas, las novelas se prestan a dar importancia a la dama, de hecho, en más de una ocasión, el «mudable» de carácter es el hombre, característica usual para la mujer, tanto en la literatura como en la sociedad patriarcal. Aquí el protagonista de El desengañado amado y premio de la virtud, don Fernando, «era voluble de carácter, y los hombres como él tienden a cambiar el aliño porque, cansados de gozar de una hermosura, desean otra…».

Pero no nos engañemos, son novelas “ejemplares” y como tales reflejan lo que para la mujer constituía el amor, el matrimonio y la sociedad: una cárcel en la que ella debía soportar lo que quisiera su marido o, en su defecto, aspirar a la tranquilidad que podía ofrecerle un convento.

María de Zayas no duda en exponer la crueldad que el amante podía llegar a demostrarle a la mujer, tanto física: «para desapasionarse de mi afecto dio el suyo a damas y juegos» (Aventurarse perdiendo), «se acercó a Violante y le dio de bofetadas hasta que la bañó en sangre» (El prevenido engañado), como psicológicamente: «…no quería que su esposa viviese en la de su tía, sino con él, para que no cultivase su ingenio sin desarrollar. Recibió criadas para la ocasión y buscó las más ignorantes».

Con este panorama no es de extrañar que la mujer acuda a la magia, incluso a la magia negra, perseguida por la sociedad y por la iglesia, para escarmentar a maridos injustos y a amantes, lo que hace que a veces surjan escenas humorísticas «…los demonios que estaban en las sortijas se le pusieron delante. Lo derribaron de la mula y lo maltrataron» o lamentables, «subieron al cuarto de doña Laura y vieron el desatino de don Diego y a la dama bañada en sangre […] la afligida Laura encargó que le trajese a la embustera» (La fuerza del amor).

No hay reivindicación, María de Zayas quiere exponer la realidad por lo que, en general, sus mujeres son independientes, pretenden una libertad que podían obtener y esta no venía con el matrimonio, «verdaderamente aborrecía el casarse, temerosa de perder la libertad de la que entonces disponía»; en realidad no se dan cuenta, o sí pero no alardean de ello, de que están luchando por una causa importante.

Las novelas se leen fácilmente y tienen cierto regusto actual pues las protagonistas actúan como hombres para buscar su felicidad y no les importa humillar al que las ha dañado; los típicos donjuanes de la tradición literaria quedan perjudicados, tal y como hizo Tirso de Molina con su Burlador de Sevilla; y los excesivamente celosos, también, tal y como se extrae de la moraleja de El castigo de la miseria.

Asimismo encontramos escenas carnales y de sexo aunque el amor continúe desdichado. Y las damas son capaces de abandonar a su amado al darse cuenta de que valen más que él, por lo que en los temas clásicos de la época, Zayas da una vuelta de tuerca y con grandes dosis de humor, ya sea exponiendo situaciones hiperbólicas o réplicas irónicas, consigue que los enredos se vayan haciendo imposibles, que las parejas se conviertan en tríos y estos pasen a cuartetos en un santiamén, que los diablos o los fantasmas acaben con el sufrimiento de la mujer y amenicen la lectura con apariciones idealistas, algo que ha permanecido en la literatura desde los clásicos y aun hoy se sigue usando como recurso.

Y como recurso actual, el cuento dentro de otro cuento consigue derrumbar los cimientos de la sociedad patriarcal con una ironía que hace honor a estas “maravillas”.


Don Gaspar lamentaba sumamente el verme casada, y yo más que él […] puesto que quería a don Gaspar, y aunque no fuera por esto, por lo menos por estorbar su amor no había de ser gustosa la compañía de mi marido.

La inteligencia de María de Zayas se ve en el estilo de su narrativa: la chispa de los diálogos, las alusiones de los poemas, las descripciones realistas e idealistas, la tragedia verídica en la crítica social y los dos tipos de narrador, uno que se dirige al personaje y otro al lector, consiguen que empaticemos con las mujeres tanto de las maravillas como de aquellas que las cuentan y que protagonizan sus propias historias, «Prometo […] publicar la segunda parte, en la que narraré el castigo de la ingratitud de don Juan, el cambio de opinión de Lisarda y las bodas de Lisis».

No es raro pues, que el libro termine con diferentes poemas de los más grandes, en honor a María de Zayas:


A la señora doña María de Zayas y Sotomayor

Doña Ana Caro de Mallén

Décimas


Crezca la gloria española

insigne doña María,

por ti sola, pues podría

gloriarse España en ti sola