sábado, 19 de octubre de 2024

LA CORDURA DEL IDIOTA

La palabra idiota viene del griego y en un principio no era un adjetivo irrespetuoso ni insultante; no hacía referencia a la inteligencia de la persona a la que se refería. Se usaba para referirse a alguien de tipo medio, un ciudadano privado, a diferencia del erudito que ocupaba un cargo público. Pero los griegos valoraban mucho la participación cívica por lo que esperaban que no hubiera ciudadanos idiotas. Los que no se implicaban en los debates eran considerados inútiles. Y así se fue convirtiendo en un símbolo de reproche. Quienes solo vivían una vida privada eran idiotas, no eran plenamente humanos. De ahí hemos llegado a convertir idiota en tonto.

También los que tienen perturbadas sus facultades mentales son considerados locos o idiotas.

Hay un idiota en La cordura del idiota, pero es como un idiota griego; el Triste no quiere participar en nada referido a su pueblo, Ascuas, solo pretende vivir tranquilo, cuando lo dejan sus propios demonios, en su casa, y charlar con su amigo Toni Trinidad de trivialidades mientras toman un café. Para el resto del pueblo es el loco.

Toni tampoco se implica demasiado en los asuntos generales de Ascuas donde, en realidad apenas pasa nada, gracias a eso puede desarrollar, más o menos, su labor policial. Toni sí visita a un psiquiatra.

Marto Pariente nos presenta en el primer capítulo a estos dos amigos


—Voy a preparar unas tostadas —dijo después de guardarse el pescado de nuevo en el bolsillo—. ¿Quieres?

—No, tengo que irme.

—¿Se puede saber a dónde vas tan temprano? —me preguntó.

—A ver a un loquero —le dije.

En esta introducción, con cierto toque humorístico, encontramos a los personajes que no parecen estar muy cuerdos, así que habrá que esperar para ver quién es el del título.

Toni Trinidad es un policía que va a la consulta del doctor Barrios todos los jueves, porque no puede ver la sangre. Cuando lo hace, ya sea suya o de los demás, pierde el conocimiento. No obstante, él quiso ser policía en un entorno que, a pesar de parecer tranquilo, el autor lo va desvelando un tanto alterado.

En esta historia conviven diferentes puntos de vista: los de los corruptos, traficantes de drogas, camellos, matones, expresidiarios, soplones, violadores, la mafia… Entre todos ellos, algún personaje de buen corazón tocado por la desgracia.

Vega y Toni vivieron una infancia traumática en un orfanato hasta que un matrimonio, los Tote, se interesaron por ellos. A partir de entonces fueron relativamente felices; su suerte cambió cuando abandonaron la casa Amarilla «Toni […] temía que cuando los Tote leyesen bien el expediente […] los devolverían al orfanato. Pero […] el director de la casa Amarilla agilizó su salida omitiendo que […] Toni cercenó ‘por accidente’ la yugular del jefe de los celadores».

Vega será feliz con su familia hasta que se case con el Chimo, un maltratador que desaparece con el tiempo dejándola deudora de una cantidad exorbitante ante el Colmenero, un usurero sin escrúpulos. Toni deberá salvar a su hermana de las garras del Colmenero y de paso investigar “el suicidio” del Triste, la mañana en que iba a desayunar con él. «Tumbado sobre las sábanas, rumié lo del Triste y me acordé de su pescado en el bolsillo y en cómo se había reído de mí a la que me largaba de su casa».

Nada cuadra en La cordura del idiota, los hechos están expuestos como pequeñas imágenes que se van incluyendo; Marto Pariente elabora, en los noventa capítulos cortísimos, una especie de caleidoscopio para que nosotros vayamos intuyendo el conjunto. Desde el principio. Algo que, como no es del todo seguro, resulta perturbador.

Podemos pensar, al leer esta novela, que la vida es como un caleidoscopio repleto de piezas que, según giran, harán predominar unas formas o colores, unos acontecimientos que nos hacen únicos. Los fragmentos del caleidoscopio de Toni Trinidad son miedo, llanto, dolor, impotencia, amor, familia, amigos, negro, rojo… Son formas infinitas para que veamos la sociedad en la que se mueve. Si el citado artilugio consta de tres espejos, en la novela hay tres personas narrativas: La primera recoge la voz de Toni Trinidad quien, como narrador interno expone de forma subjetiva lo que va ocurriendo; pero es un narrador frío alejado de los hechos y de los sentimientos que le producen.

La segunda persona es la perteneciente a su hermana Vega. Esta se dirige a sí misma y proyecta a su propia intimidad una serie de sucesos que le ocurrieron desde que era pequeña. Vega no tiene en cuenta al lector por eso tampoco refleja su dolor; sin embargo no es necesario, a veces cortar una descripción es mucho más impactante que dar detalles porque requiere que la mente del lector, inmediatamente, se ponga en marcha. Es como si el dolor de Vega lo viviéramos en primera persona los lectores y, totalmente empáticos con ella, exigiéramos una venganza.

Vega se habla a sí misma en presente, aunque los hechos hubiesen sucedido años atrás; es como estar leyendo un guion cinematográfico. Los lectores nos sentimos actores de lo vivido por Vega «Tu marido ha sido detenido. ¿Por maltrato animal? No es posible, dices una y otra vez […] ahora me quiere; sin embargo recuerdas el olor a colonia de niño que usaba el Avellano y los sollozos lastimeros de Trípode. Sientes dudas y náuseas y ganas de vomitar». Vega genera con su narración ambientes claustrofóbicos en lo que nos sentimos atrapados.

Pariente pone en marcha, además, la tercera persona para cuando narran los demás personajes; estos son totalmente objetivos, cuentan lo que ven, lo que viven, sin intervenir directamente en la trama. Para hacerlo, el autor se vale de los diálogos; por ellos, los personajes se convierten en reales, nos los acercan para que los rechacemos la gran mayoría de las veces porque son, en general, despiadados. Es una opción bastante afortunada porque consigue repartir el peso de la narración, además el ritmo se intensifica a pesar de que todo gira con una lentitud pasmosa. Pero los diálogos dinamizan los momentos en los que se producen. Son parlamentos duros aunque a veces están satinados de humor, que mientras vamos imaginando la situación no nos hace gracia, aunque siempre denuncia actos de mala praxis por desgana o incompetencia… El caso es que, en cualquier situación, serán los mismos los que salgan perdiendo.


—Hola.

—Hola, Emergencias. ¿Qué ocurre?

—Mire, estaba por la carretera…

—Un segundo, le paso con la Guardia Civil.

—Hola, buenas tardes.

—Buenas tardes. Me han pasado con ustedes…

—Un momento. Se han debido confundir. Le paso con Tráfico.

[…]

—Dígame qué le ocurre.

—A mí nada. Llamaba porque he visto algo raro en la carretera.

[…]

—Posible conductora de edad avanzada en estado ebrio o enajenada. Informen cuando se encuentren en el punto.

La historia está contada sin demasiadas emociones, es como una película de Tarantino donde el sistema corrupto lo inunda todo. El ambiente de Ascuas, a pesar de ser un pueblo pequeño, es sórdido. Aun así Marto Pariente insiste en el humor, la mayoría de las veces negro; un humor hiriente que no aporta ninguna vía de escape para el lector. Leemos y creemos esa ficción atroz porque esta novela podría ser subgénero de la negra. Es una novela oscura en la que hay personajes malos, menos malos y alguno bueno que no puede obrar bien, es imposible, aunque nos alegremos de ello. Es una crónica verosímil, desgraciadamente, lo que hace que su lectura sea más dura aún. La cordura del idiota se desarrolla en una sociedad desestabilizada, que cada vez va siendo más asumida, en la que prevalece el mundo de los machos y ahí no hay lugar para sensiblerías. La mujer es secundaria; centro de humillación y maltrato, deberá contar con salvadores o milagros que arreglen su situación.

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