miércoles, 9 de agosto de 2017

EDIPO REY


ALGO DE HISTORIA TEATRAL PARA ENTENDER LA TRAGEDIA

El nacimiento de la tragedia se postula como el surgimiento del género literario más estrechamente ligado al auge de Atenas y de su democracia (encontramos los mismos preceptos que conformaban las instituciones originarias de la democracia, sobre todo el cuestionamiento acerca del destino del hombre, la responsabilidad de sus actos —marcada por el destino—, la igualdad de todos ante la ley, la instauración de una relación entre lo personal y lo social, en la cual la voluntad del individuo tiene plena conciencia de su pertenencia a un todo. Lo social y lo político estaban entrelazados a lo religioso; la relación que una persona establecía con la dignidad estaba mediada por su participación en la comunidad). Junto a los dos grandes géneros de la literatura griega, la epopeya y la tragedia, coexistió un género de importante componente coral que influyó en ambos, la poesía lírica. El siglo VII a.C. es el gran siglo de la lírica, y los últimos grandes representantes de la lírica (a principios del siglo V a.C.) serán contemporáneos del auge del teatro ateniense. La lírica es poesía cantada con un instrumento (lírica o cítara), en ambiente festivo. Tras el declive de la lírica, la lírica coral desarrolló la estructura triádica: estrofa, antístrofa y epodo. El teatro se influenció de esta lírica. Así, la tragedia es un género nuevo, sintético de géneros anteriores y lugar de encuentro de metros y temas diversos. Al parecer, Tespis (siglo VI a.C.) añadió el coro a la primera representación de la tragedia griega, desglosando de los coreutas un personaje encargado de recitar, no de cantar como hacía el coro, unos versos para completar la acción y narración. Este personaje, el Corifeo, decía imitando por la máscara los gestos y movimientos, mientras el coro cantaba e imitaba por la voz y la palabra, y sus gestos se convertían en danza. Con el tiempo, y por supuesto es lo que observamos en el teatro de Sófocles, la acción fue mermando el campo ocupado por el coro, a través de la representación de los personajes, cada vez más complejos.

La tradición del drama está ligada a la explicación del mundo y a las primeras creencias religiosas de los antiguos griegos. La sociedad ateniense concedía mucha importancia al mito y al rito, por lo que la tragedia estaba muy enlazada a ellos, de ahí el ritual de súplica del comienzo de Edipo Rey, o el rito de purificación que Edipo debe realizar ante la mancilla que llevó la peste a la ciudad.

Los autores representaban sus obras en las fiestas previstas por los ritos: las Leanas (durante el mes de las bodas, a finales de enero), las Dionisias (a finales de diciembre, de carácter agrario) y las Grandes Dionisíacas, que eran las fiestas atenienses por antonomasia, a principios de la primavera y cuando tenían lugar los grandes concursos dramáticos.

Desde un punto de vista formal, una tragedia griega tiene la siguiente estructura:

Prólogo: Presenta los antecedentes del argumento de la obra, con una tirada relativamente corta de versos recitados.

Párodos:  Momento en el que el coro entra bailando y cantando.

Episodios: Recitados por actores, siguen a los párodos y pueden llevar intercaladas entre un episodio y otro diversas intervenciones del coro como los estásimos, cuando el coro ocupa su lugar en la orquestra cantando y bailando sobre el propio terreno, que comienzan por la estrofa, a la que sigue su antístrofa (con un esquema métrico igual al de la estrofa) y se cierran con el epodo.

Éxodo:     La obra se cierra con la despedida del coro, que se va cantando majestuosamente.

A esta estructura básica podemos añadir otro tipo de unidades que enriquecen la tragedia: los agones (enfrentamientos entre personajes que defienden ideas contrarias), las escenas de mensajero (un personaje llega contando algo sucedido fuera), las resis (tirada de versos recitada por un personaje) o los amebeos (diálogo lírico entre un actor y algún miembro del coro).

Tras analizar esto, vemos la importancia del coro en la obra dramática; es un elemento básico sin el cual no se concibe la tragedia griega. Es un colectivo que mimetiza en escena a un grupo en relación estrecha con los personajes. Siempre intervenía cantando, excepto cuando un miembro individual del coro, el corifeo, recitaba  de forma paralela a los personajes.

Los cantos del Coro explican el significado de los acontecimientos que precedían a la acción.

A lo largo de la historia, va perdiendo importancia; en Sófocles, aunque conserva el papel de personaje, pierde protagonismo.

El corifeo, sin embargo, continúa reflexionando con sentencias morales y religiosas, aunque en Edipo Rey, es el propio Edipo quien lo hace tras su canto de lamento. Cuando el coro pierde su importancia, el corifeo se convierte en el primer actor porque en lugar de cantar al unísono con el resto de coreatas utiliza el diálogo con ellos. Así se inició el teatro y cuando Sófocles introdujo un tercer actor, el coro adquirió su forma y funcionalidad definitivas:

   Ritual (oraciones, acción de gracias, ofrendas...)

    –  Demarcadora del inicio y fin de los episodios (con su intervención)

   – Mediadora: entre la acción que se desarrolla en escena y el público, cuyo sentir interpreta y proclama.

   – Narradora, sugiere y preanuncia los derroteros por donde se encaminará la acción, advierte a los personajes del peligro que corren con su conducta y de las desgracias que se ciernen sobre ellos, interroga a los dioses sobre el destino...


ROLES EN EDIPO REY

Cuando se representó Edipo Rey, en el siglo V a.C. el público no podía ver los gestos de los actores debido a la utilización de las máscaras que, al igual que la representación dramática, tienen su raíz en el ritual religioso, pero gracias a los distintos tipos de máscaras un actor pudo representar dos papeles fácilmente. A veces ocultaban la cara con barro o azafrán, símbolo necesario por el rito, que requiere vestirse con elementos nuevos, no usuales.

La máscara proporcionaba la información necesaria al público: edad, sexo (las mujeres no podían actuar, así que mediante una máscara femenina, más clara que las masculinas, el público sabía de quién se trataba), estado de ánimo y el rango del personaje (venía a sustituir al maquillador actual). Además el actor llevaba una peluca y una túnica: negra para personajes tristes y el coro, púrpura para reyes, a los que se les ponía una corona para aumentar su símbolo de poder; los colores vivos quedaban para personajes importantes, y los neutros para el pueblo. Los héroes y dioses de la tragedia llevaban también los coturnos (especie de zuecos altos) que simbolizaban su superioridad.

Estas distinciones eran necesarias porque, además, la capacidad del teatro griego era para unas 17.000 personas, por lo que había que solucionar el problema de la visión de algunos espectadores con símbolos. Asimismo la entrada de un personaje nuevo se anunciaba en el diálogo antes de la acotación que marcaba su entrada, y a ser posible, se anunciaba el estado de ánimo (oculto tras la máscara)

SACERDOTE: Con oportunidad has hablado [...] indicando por señas que Creonte se acerca.
EDIPO: ¡Oh, soberano Apolo! ¡Ojalá viniera con suerte liberadora, del mismo modo que viene con rostro radiante!
SACERDOTE: ...viene complacido. En otro caso, no vendría así, con la cabeza coronada de frondosas ramas de laurel (atrezzo que sustituía asimismo al gesto)
EDIPO: Pronto lo sabremos...
(Entra Creonte en escena)

Además de objetos simbólicos, los actores podían elaborar una serie de gestos corporales que ayudarían a la comprensión de la representación. Tiresias acompaña con un gesto ilustrador, expresado en una acotación «(Hace ademán de retirarse)», el temor a una posible venganza de Edipo (por no referirle que él es hijo de Layo) «Porque veo que tus palabras no son oportunas para ti. ¡No vaya a ser que a mí me pase lo mismo...!».

Aunque no lo dice, lo normal es que Edipo efectuase un gesto regulador, levantando la mano, como impidiendo su retirada; de esta forma facilita el flujo de la comunicación «No te des la vuelta, ¡por los dioses!...». Otro gesto regulador, para interactuar con el coro, podría ser el que hace con los brazos, dirigiéndose hacia él para que le conteste «Edipo [...] Indicádmelo, pues es el momento de descubrirlo de una vez por todas».

Por supuesto, los movimientos del coro marcarían gestos emblemáticos, típicos de ritual, al pedirle algo a los dioses, como levantar las manos en señal de súplica, o coger la mano, acción que formaba parte de los rituales «Yocasta [...] me suplicó, encarecidamente, cogiéndome de la mano, que le enviara a los campos...». Asimismo, llevarse las manos a la cabeza o mesarse los cabellos, serían gestos ilustradores que aportarían credibilidad a escenas de dolor o incomprensión, de esta manera se enriquecerían las palabras del diálogo: «EDIPO: ¡Oh, ciudad, ciudad».

Sin embargo, al ser una tragedia, los gestos más emotivos no se realizaban en escena, de esta forma se comunica mediante la palabra, y no los actos, los terribles sentimientos que llevaron a Yocasta a suicidarse y a Edipo a arrancase los ojos; así pues, el público no vería los llantos ni el ahorcamiento, tampoco serían convenientes gestos de dolor físico extremo, en consonancia con el carácter sagrado que para los griegos tenía el recinto teatral, que a veces estaba presidido, tras llevarlo en procesión, por Dionisos, dios en cuyo honor tenían lugar las representaciones dramáticas.

Una vez que ha ocurrido la tragedia y «(Se abren las puertas del palacio y aparece Edipo con la cara ensangrentada, andando a tientas)», el coro sí haría un gesto ilustrador para representar visualmente las palabras «CORO: ¡Oh, sufrimiento terrible de contemplar para los hombres! ¡Oh, el más espantoso de todos cuantos yo me he encontrado!» (El escoliasta señala que el coro volvía la cabeza a la vista de Edipo).

En cuanto a la proxémica, hemos de advertir las distancias requeridas al hablar con el rey, mientras que él, en caso de enfado sí podía hacerlo con cualquiera.


COMENTARIO CRÍTICO

Probablemente sea la tragedia más representada de Sófocles, de hecho, Aristóteles la consideró como las más perfecta de las tragedias griegas. Puede que sea por eso que su argumento no encierra incógnitas: Edipo mata a su padre Layo, y se casa con su madre, Yocasta, (sin saber quiénes son en realidad). Llega a ser rey de Tebas, porque es el único que acierta el enigma de la esfinge, causando así la muerte de ésta y el alivio de la ciudad.

Pero Edipo Rey comienza in medias res. Todos esos hechos pertenecen al pasado. Con el transcurso de la obra nos enteraremos de lo sucedido, del hecho delictivo, de cómo lo averiguan y del castigo. Y todo es llevado a cabo por la misma persona: el propio rey, asesino, usurpador, investigador y ejecutor del castigo.

La estructura de la obra mantiene el canon clásico:

Se abre con un Prólogo, en el que Edipo, al ver ante su palacio a un grupo de jóvenes y ancianos «en actitud suplicante», sale y le pregunta al sacerdote por la causa, asegurando que los ayudará. El sacerdote relata la triste y desolada situación de Tebas: todo es esterilidad (en los campo, animales y mujeres) y muerte, a causa de la peste. Por su importancia «¡Ea, oh el mejor de los mortales» y sabiduría «¡oh Edipo, el más sabio entre todos!» le pide al rey que les devuelva la fortuna. Edipo se muestra como bueno y religioso «No hay ninguno de vosotros que padezca más que yo», así que adelantándose a la petición ya había enviado a Creonte, hermano de Yocasta, al oráculo, dispuesto a realizar lo que le diga Apolo «Sería yo malvado si, cuando llegue, no cumplo todo cuanto el dios manifieste».

A este Prólogo le siguen los Episodios: El primero, a modo de escena de mensajero, entre Edipo y Creonte quien, tras hablar con el dios nada sabe excepto que habrá de arrojar de la región una mancilla que existe. Este episodio funciona como relato digresivo anafórico para el público y para el propio Edipo, que se entera de dónde, cuándo y cómo murió Layo; al no aparecer aún ningún vengador, él se ofrece, preocupado, a investigar y desvelar la verdad, mostrándose decidido y lógico en sus conclusiones «y con la ayuda de la divinidad apareceré triunfante o fracasado».

Intercalados entre este y otros episodios, como el diálogo que mantiene con Tiresias, con Creonte, con Yocasta, con el mensajero que lo entregó a Pólibo, rey de Corinto, o con el servidor de Layo, quien se lo dio al mensajero, aparecen los estásimos, diversas intervenciones del coro que mediante estrofas y antístrofas tienen una función demarcadora entre los episodios, además la primera vez que se presenta el coro, lo hace con función de ritual, pidiendo a Apolo que termine con los males de la ciudad. La segunda vez lo hace con función mediadora, al proclamar el sentir del público «Porque un día quedó claro, en la prueba, que eras sabio y amigo para la ciudad. Por ello, en mi corazón, nunca será culpable de maldad». Y la tercera aparición tiene función narradora, advirtiendo a Edipo que no juzgue a Creonte «...por un rumor poco probado, nunca lances una acusación de deshonor a un pariente obligado por su propio juramento».

El Éxodo es lo que cierra la obra. En los comienzos del teatro, era el coro el último que salía de escena cantando majestuosamente. En Edipo Rey, otra muestra de modernidad la da el final pues entran todos en palacio y sólo queda en escena el corifeo quien establece una moraleja «ningún mortal puede considerar a nadie feliz [...] hasta que llegue al término de su vida sin haber sufrido nada doloroso».

Asimismo en la tragedia encontramos monólogos (resis) como el de Edipo, para referir sus orígenes, y agones, o enfrentamientos que defienden ideas contrarias como el episodio entre Edipo y Tiresias

EDIPO: ¿Con tanta desvergüenza haces esta aseveración? ¿De qué manera crees poderte escapar a ella?
TIRESIAS: Ya lo he hecho. Pues tengo la verdad como fuerza

En Edipo Rey, el coro se adapta a la progresión de la pieza; protagoniza un leitmotiv, algo recurrente, pues cuando aparece, la sabiduría, el juicio y el cuestionamiento a los personajes ya está presente.

Sófocles atribuye al Coro la sabiduría, como si fuera el consejero. Asimismo describe el planteamiento, el nudo y el desenlace. Al final de la obra, en la última aparición del coro, realiza el papel de juez para Edipo, al condenarlo por su desdicha.

El coro está unido a Edipo como rey y salvador de la ciudad; lo recrimina y advierte de su inferioridad humana, da consejos para que no acuse en falso, pone fin a la riña entre Creonte y Edipo y esconde a Yocasta la revelación de Tiresias. El coro da más importancia a las cualidades que al objeto mismo «divino vidente», «vagas sospechas», «altiva cumbre del Parnaso». Con un léxico culto, su función es relevante; además de ayudarnos a construir la complejidad del personaje y a encauzar la obra a la tragedia, pone de manifiesto la idea básica de Sófocles: la soledad del héroe frente a su destino y la pequeñez del hombre frente a la divinidad.

Edipo Rey es la tragedia del hombre social, pues rompe con los convencionalismos aunque sin ser consciente de sus actos. No son estos actos los que se juzgan en la tragedia, de hecho, su crimen no es moralmente un delito; lo que se juzga es la máxima culpa social a la que ha llegado. No hay erotismo en la relación entre Edipo y Yocasta, sino que ésta, cuando aparece es para poner orden y paz en el ambiente familiar; de hecho Yocasta es la imagen de la perfecta esposa, ganándose el respeto de Edipo por encima incluso del que siente por los ancianos del coro.

Edipo es un mito ya que representa como tantos otros una naturaleza contradictoria, pues contrapone las apariencias a la realidad. Edipo es purificador e impuro, experimenta el máximo esplendor y la peor caída, es un daimon (criatura entre dios y héroe) pero está totalmente humanizado. Es responsable, pero colérico, no puede refrenar su ira con Tiresias, con Creonte o con Yocasta (y esa cólera fue la que lo llevó a reñir y matar a su propio padre). Su crimen (violar el tabú sexual) constituye lo que, desde Freud, conocemos como complejo de Edipo y encarna no un caso patológico sino un elemento más de un hombre normal pero al proyectarse al terreno social se convierte en algo monstruoso, por eso, el parricidio e incesto cometidos por Edipo desencadenan la peste sobre la comunidad, de ahí que la sanción deba ser social (apartarlo de ella).

Realmente cuando Edipo se quita los ojos no es cuando queda ciego sino que la tragedia comienza en su nacimiento, él ha vivido «a ciegas» toda su vida. Durante la representación es cuando sale de su engaño y se sitúa en la sociedad (en la que, al ser consciente de haber roto las normas, es consecuente con su castigo). La culpa de Edipo es que no debería haber nacido; desde ese momento está condenado al desastre, nada puede luchar contra el destino; Sófocles intenta realzar la gloria del oráculo de Delfos (siglos después, Shakespeare encumbrará en Macbeth la predestinación de las brujas de Escocia), y hoy se exalta el autodescubrimiento del hombre, la conciencia que descubre lo que revela el subconsciente.


CONCLUSIONES

Indudablemente es una de las más perfectas tragedias griegas tanto estructuralmente como en el contenido, donde conviven creencias míticas, rituales religiosos, reglamentos sociales, leyes políticas, pensamientos filosóficos, bases psicológicas (no debemos olvidar de dónde viene el complejo de Edipo freudiano) y sobre todo, creación, imaginación y belleza artística. Con un vocabulario culto, lleno de perífrasis, símbolos y diferentes alusiones a Apolo (Loxias, Febo, Sol, Pítico, Liceo, Delios) según a qué hiciesen referencia, a lo oblicuo de sus respuestas, a la luz de la verdad, al haber matado a una serpiente pitón, al ser el dios de los oráculos o al haber nacido en la isla de Delos.

Edipo Rey se ha convertido en la encarnación de la fragilidad de la grandeza y la caducidad de la felicidad, recordándonos el tópico vanitas vanitatis y marcando unas bases teatrales y literarias que aún hoy serán tenidas en cuenta (como la relación entre el nombre y quien lo ostenta).

El mito de Edipo ha sido representado desde la Antigüedad, donde podemos encontrar pinturas en cerámicas griegas que representan el encuentro de Edipo y la Esfinge.

En 1828, Antoni Brodowski pintó Edipo y Antígona, representando su salida de Tebas.

En 1864, Gustave Moreau también pintó su famoso cuadro Edipo y la Esfinge.

Asimismo ha sido pintado por los surrealistas Chirico o Francis Bacon.

En 1926 Stravinski compuso la ópera Oedipus rex.

En 1967 Pier Paolo Pasolini la adaptó al cine con un éxito rotundo.

En 2004 apareció un corto de animación, Oedipus, en el que los protagonistas son verduras y hortalizas.


Y sin duda, las representaciones teatrales han sido numerosas. En 2016 la compañía Noctámbulo obtuvo el Premio al mejor espectáculo de sala en la XVIII Feria del Teatro de Castilla y León que se celebra en Ciudad Rodrigo. En 2014 fue llevado al Festival de Mérida. También en 2016 se representó en el Festival Juvenil de Teatro Grecolatino en el Parque Torres de Cartagena, y ese mismo año se puso en escena en el Teatro de la Abadía por la compañía Teatro de la Ciudad

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