A lo
largo de la vida nos vamos encontrando con personas sabias, de las que
aprendemos mucho, todos los días; no sólo conocimientos sino también a
sobrellevar diferentes emociones. También vamos coincidiendo con gente buena
que, sin ánimo de lucro dan lo que tienen, afecto, tiempo, saber, a los demás.
Yo he tenido la suerte de conocer a José Antonio, no quiero poner su apellido
porque sé que no le gustaría, pero él es sabio y bueno. Normalmente la vida no
deja de poner dificultades a estas personas, pero como son inteligentes, saben
solucionarlas a pesar del dolor y de la soledad experimentados. Pues bien, José
Antonio, creo haberme referido a él aquí, en alguna ocasión, es un amigo, un
buen amigo que, a pesar de no compartir una vida fuera del ámbito laboral,
siempre me ha dado la ayuda que he necesitado. Espero haberle aportado algo,
porque él me ha ayudado a ser mejor persona, más justa. Y ahora tengo que
agradecerle un regalo, valiosísimo, la obra Antígona, según él su
personaje preferido de la Antigüedad… ¡y el mío también! al menos uno de mis
favoritos; de hecho cuando representamos Malas, me permití la licencia de
añadir a Antígona, personaje que no aparece en la obra de Galindo Abellán, pero
yo contaba con una actriz más que quería salir.
Sí,
Antígona, como personaje denota fuerza, pasión, justicia, amor y una gran
conciencia del vínculo fraternal. Antígona es un mito, es la representación del
inconformismo ante el poder, de llevar hasta el final sus convicciones pase lo
que pase, aunque se sienta sola y dolorida en lo más profundo de su alma.
Como
obra teatral Sófocles demuestra una vez más la importancia de la
representación, cuya máxima finalidad, como ya vimos en Edipo rey, es emocionar y
conmover al espectador ¡Cómo es posible transmitir tanto en tan poco tiempo!
Si tuviera
que nombrar al personaje principal, quizás no elegiría a Antígona, a pesar de
que la obra lleve su nombre como era costumbre en la antigua Grecia, a pesar de
que todo gira en torno a la desobediencia de ella; pero el resto de personajes
están pensados para exponer una fuerza tal que entre todos aumentan el poder de
convencimiento que sentimos con Antígona, y contribuyen a la vitalidad de la
expresión. Son capaces de determinar las emociones ante unos espectadores que
necesitan informaciones provenientes de indicios o situaciones. Y este papel lo
representan tanto Corifeo «¡Oh adivino,
qué profecía tan veraz realizaste!» como el que tiene un papel
deuteragonista (o de segundo orden) como es el caso del Mensajero «Pues cuando los hombres traicionan sus
alegrías, no creo yo que un hombre así esté vivo, sino que considero que es un
cadáver que respira». El Mensajero nos está avisando de que Creonte sufrirá
la mayor de las desgracias, estar muerto en vida. Algo totalmente actual; tiene
gracia, han pasado 26 siglos desde que fue escrita la obra y los hombres
seguimos traicionando a aquello o aquéllos que nos hacen felices, por ambición,
por dinero, por soberbia… da igual, somos capaces de buscarnos el no ser por no
comprender a quienes nos quieren y nos llevan la contraria por nuestro bien.
Si
tenemos esto en cuenta Creonte sería el verdadero protagonista, Antígona sería
la heroína, Hemón y Eurídice, héroes que no claudican ante el soberbio y lo
castigan dejándolo con su dolor «le miró
de arriba abajo con ojos salvajes el hijo, le escupió a la cara y, sin dar
respuesta alguna, saca el doble filo de la espada […] embute en sus costillas
la espada hasta la mitad, y con brazo débil, aún en sus cabales, se abraza a la
doncella […] y yace, cadáver sobre cadáver».
Hasta
tres enfrentamientos tiene Creonte con aquéllos que intentan hacerle ver que no
se puede desafiar a la ley divina (hoy diríamos al sentido común). El primero,
con Antígona; en este enfrentamiento Creonte es el representante de la
antítesis entre el obrar humano y la voluntad del poder superior. Antígona es
la heroína que sigue su camino hasta el final, plenamente convencida de que va
a morir al oponerse a la ley terrenal; aun así lo hace y con ello aumenta su
valor moral. Antígona se encuentra sola tal y como nos enteramos en el Prólogo,
cuya función era poner en situación al espectador de todo lo ocurrido antes de
la obra en sí, de forma que pudiera seguirla sin dificultad
ANTÍGONA.- Ismene, hermana mía entrañable, ¿acaso conoces
de las desgracias de Edipo alguna que Zeus no culmine en nuestra vida?
[…]
ISMENE.- …desde que las
dos quedamos privadas de nuestros dos hermanos, muertos en un solo día por
matanza mutua
[…]
ANTÍGONA.- ¿No sabes que en los funerales de nuestros
hermanos Creonte honra a uno y deshonra al otro? […] Al cadáver de Polinices
[…] insepulto, tesoro dulce para las aves rapaces
[…]
ISMENE.- ¿Piensas
enterrarle, cosa prohibida a la ciudad?
En
este Prólogo no sólo somos conscientes del dolor de la familia; Edipo, su madre
y mujer, los hermanos han muerto, sólo quedan ellas que no son más que mujeres «y no podemos luchar contra hombres».
También queda reflejado el carácter fuerte y bondadoso de Antígona, rebelde
ante las injusticias y consecuente con sus sentimientos «¡Corazón ardiente tienes en cosas que hielan!».
Antígona
le reprocha a Ismene que se deje llevar por el temor (aunque lo entiende) de la
ley humana, antes que seguir la ley divina «mantente
en el desprecio de lo que los dioses aprecian».
Antígona
ya en el Prólogo aparece como el héroe, el centro de la tragedia; sin ser
sobrehumana, sus cualidades principales como el amor, el valor y el sentido de
la justicia la hacen estar por encima de los demás. Ella es, además, la que
marca el centro de interés de la obra: la voluntad férrea, las decisiones y el
destino. Y sobre estas propiedades girará el argumento.
Al
Prólogo le sigue un Párodo; no es sino la entrada del coro que a base de
estrofas y antístrofas cantan y danzan en avance y retroceso, de forma que nos
enteramos con mayor claridad de lo ocurrido. El lenguaje cambia, se hace más
lírico, abundan las metáforas «cubierto
con ala de nieve blanca», los epítetos épicos «al guerrero de Argos de blanco escudo», las perífrasis «excepto los malhadados que, de un solo
padre y de una sola madre nacieron, blandieron el uno contra el otro sus lanzas
muy poderosas, y tuvieron ambos la suerte de una muerte común», las
aliteraciones «aborrece las fanfarrias» y las paranomasias «suerte-muerte» de forma que el ritmo es
continuado, perfecto para mantener la atención del espectador.
Después
la obra queda perfectamente dividida en 5 Episodios alternados con 5 Estásimos.
En
los Episodios surgen los diálogos entre los personajes, que Sófocles aumenta
hasta tres, algo que aporta asimismo ligereza y ritmo. En el primer Episodio
hablan Creonte con Corifeo y un Guardián. Creonte dicta el destino de Polinices
«que nadie le honre con una tumba ni
llore […] y sea su cadáver comido y mutilado por perros y aves». Aparece el
guardián, afectado por lo ocurrido y temeroso de lo que pueda sucederle al
mensajero «Vengo aferrado a la esperanza
de que nada más ha de pasarme que lo que el destino me guarda» pues «alguien enterró el cadáver», y Corifeo,
con un punto de sensatez advierte de que el enterramiento pudo ser justo «que esta acción haya sido impulsada por los
dioses es lo que me sugiere la reflexión desde hace rato». Las ideas de
estos tres personajes quedan expuestas. Ahora se desvelan (en el coro, que ya
no danza) los pensamientos del autor en el Estásimo. Sófocles se apoya en el
Coro para plantear las habilidades del hombre, tanto manuales «A la imperecedera, infatigable Tierra […]
desgasta con los arados […] a la raza de las aves tornadizas acorrala y apresa
[…] Domina […] al caballo de espesas crines», como cognitivas «Y el lenguaje y el pensamiento etéreo y los
sentimientos sociales aprendió». Asimismo deja muy claras sus ideas
políticas y religiosas «en tanto respete
las leyes del país y la justicia comprometida con los dioses».
En
el siguiente Episodio observamos la cobardía humana. Los guardianes han
apresado a Antígona y, aunque apenados «es
doloroso llevar a los amigos a la desgracia. Pero es natural que todo esto me
importe menos que mi salvación», confiesan que el miedo a la muerte es más
fuerte que el honor. Ahora surge el primer enfrentamiento de Creonte con
Antígona, quien lo acusa de no respetar las leyes divinas y al que advierte que
prefiere la desgracia mayor a vivir entre injusticias «Pues quien como yo vive entre muchos males, ¿cómo no ha de obtener
ganancia con morir?». La valentía de Antígona cobra fuerza con el quiasmo
empleado por Corifeo «¡Claro está que la
muchacha es un fiero vástago de un padre fiero!». Pero Creonte no se aviene
a razones «Más no debe tener el bueno la
suerte del malo» y menos si son presentadas por un ser inferior «¡Pues vete bajo tierra y, si has de amar,
ama a los de allá! Mientras yo viva no me mandará una mujer».
Antígona
aceptará su destino pero no la humillación, por eso, antes de morir de hambre
en la tumba se ahorca. En el siguiente Estásimo, la voz de Sófocles, a través
del coro, advierte del valor de la familia «que
lo malo parece bueno a quien un dios encamina sus entrañas a la desgracia, y
actúa un tiempo mínimo fuera de la desgracia». Curioso pensamiento que,
como tantos otros, fue después aceptado por la Biblia «Ay de los que a lo
malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas…».
En
el tercer Episodio surge el enfrentamiento entre Creonte y su hijo Hemón, pues intenta
que reniegue de Antígona, su prometida, por haberlo desobedecido «Ea, despréciala como a enemigo y deja que
esta muchacha se case con uno en el Hades […] en absoluto hay que dejarse
vencer por una mujer»; la cosificación de la mujer sigue patente, pero
Hemón razona y argumenta sobre la bondad de Antígona y sobre el dolor que le
causará al pueblo «¿No es ella digna de
un honor áureo? Tal es el rumor oscuro que en silencio se propaga»; la
fuerza del oxímoron no convence a Creonte, por lo que Hemón le advierte de que
se quedará solo «¡Bien gobernarías tú
solo en una ciudad desierta! […] Bien, ella morirá y tras morir destruirá a
alguien».
En
el siguiente Estásimo, Sófocles se hace eco (mediante el coro) del poder del
amor y del destino «te estrellaste, oh
hija, y alguna prueba paterna estás pagando».
Antígona
confiesa, mediante antítesis, su dolor absoluto en el cuarto Episodio «Cierto es que por ser piadosa me he atraído
la fama de impía […] ¡Contemplad […] por qué clase de hombres estoy sufriendo,
por haber sido piadosa con la piedad!».
En
el quinto Episodio llega el tercer enfrentamiento, ahora Creonte lidia con
Tiresias, quien le advierte de la importancia del destino «por tu decisión contaminada está la ciudad». Aunque la obra es
independiente, cierra la maldición de Edipo, el tiempo es circular y los males
regresan una y otra vez por la insensatez de los gobernantes «ya no completarás muchos giros del sol
antes de que tú mismo entregues un muerto de tus propias entrañas a cambio de
otros muertos que de los de arriba has arrojado abajo».
En
el quinto Estásimo el Coro se dirige a Baco (patrón de la agricultura y el
teatro) para que imponga justicia. Y la justicia le llega a Creonte por su
tiranía.
En
el Éxodo, Corifeo es el encargado, como en toda la obra, de avisar al público,
mediante una ticoscopia para que pueda “ver” lo que ocurre fuera de escena «Y estoy viendo al tiempo a Eurídice
desdichada, de sus mansiones sale». De sus palabras se deduce la tragedia
final, completa, la soledad y el dolor absoluto del que será víctima Creonte.
Baco ha oído las intercesiones y ha impuesto justicia, una justicia implacable,
como todas las divinas. Ahora lo llamaríamos justicia poética pues está claro
que el mito es Antígona, la noble, la leal, la coherente; y del tirano Creonte
nadie se acuerda, todo «consecuencia de
sus propios errores».
Obra
escrita en el siglo V a.C. Antígona es
hoy, con el auge de las teorías feministas, abanderada del verdadero valor de
la vida. Una vida en la que no podemos realizarnos según una justicia para
todos, no es vida.
Gracias,
Sófocles, por este legado.
Gracias,
José Antonio, por tu amistad.
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