miércoles, 15 de febrero de 2023

EL OJO DE POLIFEMO

Parece que la última novela de Juan Ramón Barat será la primera de una saga que, aunque se le pueden ver puntos en común con la de Daniel Villena, se aparta de lo sobrenatural para entrar de lleno en el mundo real.

Samuel Herrera es el único hijo del policía municipal Lucas Herrera y la agente de seguros Ester García. Su mayor problema, además de que ha suspendido tres asignaturas al terminar 4º de ESO, es que se aburre: en el instituto porque las clases funcionan más despacio de lo que le gustaría y en casa porque lo tiene todo. Pero la muerte de una tía abuela se llevará a sus padres a un pueblo de Galicia durante tres semanas, dejándolo a cargo del hermano de Ester, el detective Juan Domingo García. Un soltero con verdaderos problemas económicos, sin ganas de responsabilidades familiares, que acepta cuidar de Samuel porque, «los doscientos euros […] para comer, que te conozco. Nada de precocinados ni de comida basura […] le vendrían como anillo al dedo para sobrevivir un par de semanas».

El ojo de Polifemo es una novela policíaca en la que los protagonistas, un adolescente y su tío, comienzan la trama buscando a un desaparecido y terminan colaborando con la policía en la resolución de varios asesinatos y el robo de un diamante valiosísimo.

El autor desarrolla en esta novela una apuesta, usual en su obra, por la cooperación, el respeto y la cultura, algo que choca irremediablemente con la creciente competitividad que determina nuestra realidad. Esta novela de Barat manifiesta, como toda su literatura, el afán por destacar la dignidad humana y por conseguir una sociedad más justa y solidaria; pero por encima del fin didáctico está el estético y el placentero. El ojo de Polifemo no es moralizante; el relato, emocionante y con bastantes dosis sentimentales, mantiene la atención y la tensión del lector, al tiempo que invita a ponerse en el lugar del otro. Leyendo la historia, los jóvenes pueden llegar a sensibilizarse para poder cambiar de actitud en determinados momentos. No supone una lectura plana sino que nos adentra en un mundo inquietante lleno de aventuras diferentes que marcarán las vidas de los protagonistas.

La trama termina a finales de agosto. No sabemos si Samuel aprobará las asignaturas pendientes. No sabemos si Juan Domingo cobrará sus honorarios. Eso no es lo importante. Ambos se han fortalecido como personas y como equipo.

El verdadero problema de Samuel no se resuelve, pero durante tres semanas su vida girará básicamente en torno a su actuación como detective privado junto a su tío. El punto de vista predominante es el del adolescente, que muestra la sociedad donde le gustaría vivir: dinámica y justa; una sociedad que premie a quienes se esfuercen y sepan conseguir lo que quieren


Si no recuperamos el diamante, usted no nos habrá pagado nada y habremos trabajado gratis pero si damos con él, pagará el doble de lo que había previsto […]

—¿Cuántos años tienes? —preguntó el empresario

—Dieciséis

[…]

—Me parece justo


En el argumento de El ojo de Polifemo no vamos a encontrar actitudes paternalistas, el chico se mueve en los márgenes de las emociones, de la creación y de las equivocaciones. Hay todo un espacio cotidiano en el que la intuición es fundamental, pero también la experiencia, así como la razón y la imaginación. Por eso, probablemente, la pareja tío despreocupado-superviviente y sobrino inteligente-acomodado es buenísima para crear situaciones divertidas, admirables o misteriosas


—Los teléfonos fijos tienen memoria —informó tranquilamente Samuel— Basta con saber apretar la tecla correspondiente. Este es el último número al que llamó Damián romero…

Juan Domingo contempló a su sobrino con ojos de pasmo.


En ambos protagonistas hay grandes dosis de tolerancia y vulnerabilidad. Los dos valoran la igualdad, los dos apuestan por la honradez aunque no descartan el engaño para conseguir sus propósitos.


Samuel se enfrenta a la vida actual y descubre, con su tío, la preocupación por lo económico y la libertad de actuación frente a la sobreprotección paterna. Entre los dos se revalorizan como personas porque se desenvuelven en un mundo en el que la avaricia y la corrupción se han instalado. Ellos no apelan a la compasión sino a la justicia y al análisis crítico. Ante esto, los lectores se encuentran, a partir de la experiencia lectora, con una aventura gratificante pues pueden formarse una representación mental con las hipótesis planteadas y las interpretaciones de los personajes. Lógicamente el mundo referencial de Samuel se amplía considerablemente, algo que agradecerán los jóvenes pues la novela supondrá para ellos una proyección del mundo de los adultos. Samuel actuará como Juan Domingo durante casi un mes y a sus problemas escolares añadirá una serie de crímenes por resolver y un diamante robado por encontrar. Acompaña a su tío a hablar con los sospechosos, vigila hasta altas horas de la noche y resulta tener tantos recursos o más que Juan Domingo para poder descubrir a los culpables.


Ante el chico aparece, de pronto, un modelo a seguir que lo introduce en el riesgo de la aventura y en el razonamiento de la resolución. Entre los dos surge una relación de camaradería, aceptación y respeto, algo fundamental en una agrupación para acometer cualquier empresa.


El ojo de Polifemo es un buen libro para que los adolescentes vayan dejando atrás la literatura infantil y se enfrenten a una literatura de adultos. El género policíaco constituye una transición más que adecuada pues el protagonista, al afirmar su identidad, impulsa a que el lector lo intente a su vez.


El acercamiento a la novela de Juan Ramón Barat supone entrar en una multidisciplinariedad que abarca desde la didáctica a la lengua, pasando por la psicología y sociología, todo desde el humor,


—Calla, bobo. Se trata de granjearme su simpatía… En latín se decía captatio benevolentiae, ¿entiendes?

—Si me hablas en cristiano mejor.

—Ya. El problema es que los jóvenes de hoy en día no estudiáis latín… y así nos va.


La desigualdad social es el asunto preferido por nuestro autor para el empleo de la ironía. Esto hace que desde el primer momento los jóvenes desarrollen una total empatía con el detective arruinado


—… te invito a cenar en una pizzería. ¿Qué me dices?

—¿Napolitana?

—O cuatro estaciones. La que quieras.


No cabe duda de que el plano juvenil interactúa con el literario. En el mundo ficticio que crea Barat se mantiene una cronología lineal y cierta unidad temática, por lo que, a pesar de que nos encontramos con algunas historias secundarias, como las de Clotilde, los asesinatos o la relación que se inicia entre Andrea u Samuel, en general predomina la sencillez estructural lo que, unido a la corta longitud de los capítulos, favorece el mantenimiento de la atención de los lectores.


Además, en dos ocasiones, los protagonistas recrean una recopilación de hechos, fundamental para que no nos quede ningún cabo suelto.


Empezar una novela de Juan Ramón es saber que vas a vivir una aventura pues quedas atrapado en las primeras líneas con la convicción de que acompañarás al protagonista hasta el final (¡que no es sino el comienzo de otra!).

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