Parece
que la última novela de Juan Ramón Barat
será la primera de una saga que, aunque se le pueden ver puntos en común
con la de Daniel Villena, se aparta de lo sobrenatural para entrar de lleno en
el mundo real.
Samuel
Herrera es el único hijo del policía municipal Lucas Herrera y la agente de
seguros Ester García. Su mayor problema, además de que ha suspendido tres
asignaturas al terminar 4º de ESO, es que se aburre: en el instituto porque las
clases funcionan más despacio de lo que le gustaría y en casa porque lo tiene
todo. Pero la muerte de una tía abuela se llevará a sus padres a un pueblo de
Galicia durante tres semanas, dejándolo a cargo del hermano de Ester, el
detective Juan Domingo García. Un soltero con verdaderos problemas económicos,
sin ganas de responsabilidades familiares, que acepta cuidar de Samuel porque, «los doscientos euros […] para comer, que te
conozco. Nada de precocinados ni de comida basura […] le vendrían como anillo
al dedo para sobrevivir un par de semanas».
El
ojo de Polifemo
es una novela policíaca en la que los protagonistas, un adolescente y su tío,
comienzan la trama buscando a un desaparecido y terminan colaborando con la
policía en la resolución de varios asesinatos y el robo de un diamante
valiosísimo.
El
autor desarrolla en esta novela una apuesta, usual en su obra, por la
cooperación, el respeto y la cultura, algo que choca irremediablemente con la
creciente competitividad que determina nuestra realidad. Esta novela de Barat
manifiesta, como toda su literatura, el afán por destacar la dignidad humana y
por conseguir una sociedad más justa y solidaria; pero por encima del fin
didáctico está el estético y el placentero. El
ojo de Polifemo no es moralizante; el relato, emocionante y con bastantes
dosis sentimentales, mantiene la atención y la tensión del lector, al tiempo
que invita a ponerse en el lugar del otro. Leyendo la historia, los jóvenes
pueden llegar a sensibilizarse para poder cambiar de actitud en determinados
momentos. No supone una lectura plana sino que nos adentra en un mundo
inquietante lleno de aventuras diferentes que marcarán las vidas de los
protagonistas.
La
trama termina a finales de agosto. No sabemos si Samuel aprobará las
asignaturas pendientes. No sabemos si Juan Domingo cobrará sus honorarios. Eso
no es lo importante. Ambos se han fortalecido como personas y como equipo.
El
verdadero problema de Samuel no se resuelve, pero durante tres semanas su vida
girará básicamente en torno a su actuación como detective privado junto a su
tío. El punto de vista predominante es el del adolescente, que muestra la
sociedad donde le gustaría vivir: dinámica y justa; una sociedad que premie a
quienes se esfuercen y sepan conseguir lo que quieren
Si
no recuperamos el diamante, usted no nos habrá pagado nada y habremos trabajado
gratis pero si damos con él, pagará el doble de lo que había previsto […]
—¿Cuántos
años tienes? —preguntó el empresario
—Dieciséis
[…]
—Me
parece justo
En el argumento de El ojo de Polifemo no vamos a encontrar
actitudes paternalistas, el chico se mueve en los márgenes de las emociones, de
la creación y de las equivocaciones. Hay todo un espacio cotidiano en el que la
intuición es fundamental, pero también la experiencia, así como la razón y la
imaginación. Por eso, probablemente, la pareja tío despreocupado-superviviente
y sobrino inteligente-acomodado es buenísima para crear situaciones divertidas,
admirables o misteriosas
—Los
teléfonos fijos tienen memoria —informó tranquilamente Samuel— Basta con saber
apretar la tecla correspondiente. Este es el último número al que llamó Damián
romero…
Juan
Domingo contempló a su sobrino con ojos de pasmo.
En ambos protagonistas hay grandes dosis de tolerancia y vulnerabilidad. Los dos valoran la igualdad, los dos apuestan por la honradez aunque no descartan el engaño para conseguir sus propósitos.
Samuel se enfrenta a la vida actual y
descubre, con su tío, la preocupación por lo económico y la libertad de
actuación frente a la sobreprotección paterna. Entre los dos se revalorizan
como personas porque se desenvuelven en un mundo en el que la avaricia y la
corrupción se han instalado. Ellos no apelan a la compasión sino a la justicia
y al análisis crítico. Ante esto, los lectores se encuentran, a partir de la
experiencia lectora, con una aventura gratificante pues pueden formarse una
representación mental con las hipótesis planteadas y las interpretaciones de
los personajes. Lógicamente el mundo referencial de Samuel se amplía
considerablemente, algo que agradecerán los jóvenes pues la novela supondrá
para ellos una proyección del mundo de los adultos. Samuel actuará como Juan
Domingo durante casi un mes y a sus problemas escolares añadirá una serie de
crímenes por resolver y un diamante robado por encontrar. Acompaña a su tío a
hablar con los sospechosos, vigila hasta altas horas de la noche y resulta
tener tantos recursos o más que Juan Domingo para poder descubrir a los
culpables.
Ante el chico aparece, de pronto, un
modelo a seguir que lo introduce en el riesgo de la aventura y en el
razonamiento de la resolución. Entre los dos surge una relación de camaradería,
aceptación y respeto, algo fundamental en una agrupación para acometer
cualquier empresa.
El
ojo de Polifemo es un
buen libro para que los adolescentes vayan dejando atrás la literatura infantil
y se enfrenten a una literatura de adultos. El género policíaco constituye una
transición más que adecuada pues el protagonista, al afirmar su identidad,
impulsa a que el lector lo intente a su vez.
El acercamiento a la novela de Juan
Ramón Barat supone entrar en una multidisciplinariedad que abarca desde la
didáctica a la lengua, pasando por la psicología y sociología, todo desde el
humor,
—Calla,
bobo. Se trata de granjearme su simpatía… En latín se decía captatio
benevolentiae, ¿entiendes?
—Si
me hablas en cristiano mejor.
—Ya.
El problema es que los jóvenes de hoy en día no estudiáis latín… y así nos va.
La desigualdad social es el asunto
preferido por nuestro autor para el empleo de la ironía. Esto hace que desde el
primer momento los jóvenes desarrollen una total empatía con el detective
arruinado
—…
te invito a cenar en una pizzería. ¿Qué me dices?
—¿Napolitana?
—O
cuatro estaciones. La que quieras.
No cabe duda de que el plano juvenil
interactúa con el literario. En el mundo ficticio que crea Barat se mantiene
una cronología lineal y cierta unidad temática, por lo que, a pesar de que nos
encontramos con algunas historias secundarias, como las de Clotilde, los
asesinatos o la relación que se inicia entre Andrea u Samuel, en general
predomina la sencillez estructural lo que, unido a la corta longitud de los
capítulos, favorece el mantenimiento de la atención de los lectores.
Además, en dos ocasiones, los
protagonistas recrean una recopilación de hechos, fundamental para que no nos
quede ningún cabo suelto.
Empezar una novela de Juan Ramón es saber que vas a vivir una aventura pues quedas atrapado en las primeras líneas con la convicción de que acompañarás al protagonista hasta el final (¡que no es sino el comienzo de otra!).
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