He terminado de leer, en la playa, Mensajeros
de la oscuridad y creo que es una novela perfecta para disfrutarla durante
las vacaciones, en el campo, en la playa, o la ciudad (por cierto, donde
mayoritariamente transcurren las mías). Hubo un tiempo en el que me negaba a
considerar libros de invierno o de verano, o lecturas para la época laboral o
vacacional; los libros eran historias y daba igual cuándo leerlas.
Es
verdad. Pero también lo es que hay algunos argumentos que se leen de un tirón,
que no sugieren demasiados calentamientos de cabeza y que te ayudan a pasar un
día tranquilo, relajado, de descanso. Esto es lo que consigue Petra Delicado.
La protagonista estrella de Alicia Giménez Barlett ya apuntaba maneras en la tercera novela de la saga.
Está
claro que Petra no sería la misma sin Garzón, el subinspector fiel que, aunque
reniegue una y otra vez del trabajo al que lo somete su inspectora no es nadie
sin ella. Ambos lo saben, y la química que hay entre ellos salta a la vista de
cualquiera.
Mensajeros de la oscuridad es una novela entretenida. El
argumento parte de una premisa bastante usual en la novela policíaca: a la
comisaría llegan unos paquetes que contienen determinadas pistas para
desentrañar las atrocidades cometidas por alguien; pero aquí los paquetes
llevan destinatario, Petra Delicado, por lo que es ella, junto a Garzón, quien
se encargará de resolver el caso; además las pistas van introducidas en un
“envase” insólito, lo que añade intriga al entretenimiento. Nada será lo que
parece y casi hasta la mitad de la novela el lector permanece en una especie de
limbo argumental, pues la trama puede desembocar en cualquier camino.
Una
vez conducidos por el correcto, todavía encontramos sorpresas que, agazapadas, salen
de manera dosificada para mantener el enigma hasta el final de la novela. Así
pues, la amenidad nos acompaña durante toda la lectura.
Sin
embargo no todo es diversión o pasatiempo en Mensajeros de la oscuridad; el título alude a lo tenebroso y,
efectivamente, la protagonista-narradora se va introduciendo en un ambiente
misterioso, impenetrable, peligroso; el fundamentalismo entra en juego. Es
sabido que no hay nada peor que llevar las creencias al límite y confiar sin
razonamiento alguno en lo que nos imponen; la persona deja de ser autónoma y
queda cautiva, sin la libertad que nos aporta el pensamiento crítico. Esta es
la realidad de las sectas, lideradas por mentes razonadoras que privan a sus
integrantes de la libertad de pensamiento, convirtiéndolos en marionetas
capaces de cometer atrocidades incluso autoinfligidas, como es el caso de esos
mensajeros a los que Petra y Garzón intentan sacar de la oscuridad.
Además
de la crítica a las sectas hay una sutil ironía hacia la sociedad que tenemos,
una sociedad capaz de conceder importancia desmedida a cosas o asuntos que son
superficiales, otra causa posible de la falta de crítica de sus habitantes.
...un
gran establecimiento singular [...] el grueso eran las velas. Las había de
todos tipos, formas y colores: velones decorativos, velas perfumadas,
antimosquitos, antihumo, velitas de cumpleaños, velas de Navidad, especiales
para Halloween, especiales de bodas y comuniones, velas con el escudo del Barça
y otras con el del Madrid, resistentes cirios de jardín y guirnaldas de flores
secas en las que se insertaban velas también [...] Garzón [...] dijo de pronto:
—Esta
sociedad nuestra se va a ir al carajo de un momento a otro [...] hay algo que
no va bien en un mundo donde uno puede comprar cuarenta tipos de una cosa
superflua —añadió.
Y,
unido a lo anterior, en ocasiones observamos algo de escepticismo con respecto
a los valores del ser humano «Sólo puedo
decirle que quien ve cómo son las cosas a su alrededor nunca puede ser
completamente feliz».
El recelo
se mezcla en ocasiones con una filosofía positiva respecto de los sentimientos
más irracionales, de lo que se desprende un optimismo crucial ante el ser
humano primario
—No
olvides que estás en Oriente, Petra, no toda la lógica aquí proviene de las
mismas fuentes.
Le
miré atónita y él se echó a reír.
—¿Y
con esa falta de fe en lo irracional eres capaz de quejarte por falta de experiencias
insólitas? —soltó.
Me
eché a reír yo también. Él estaba en lo cierto, cada uno obtiene sólo aquello
que abarca con la mente, nada más.
Me
gusta que, como pinceladas, aparezcan sugerencias de lo que puede ser
importante para el ser humano. En el fondo, todos coinciden: el cura, el
policía ruso, Alexander, Garzón, Petra... de vez en cuando nos recuerdan que
somos personas y, por lo tanto, tenemos un componente del que no podemos
olvidarnos si queremos ser felices, si no siempre, al menos por momentos: la
imaginación.
Y me
gusta, sobre todo, la personalidad de Petra Delicado, mujer que no llega a
conocerse del todo hasta que Alexander le abre los ojos
La
sensación que tienes es el resultado de darte cuenta de que no eres como creías
ser: arriesgada, anárquica, amante de los cambios [...] ¿Has pensado que quizá
tu verdadera naturaleza estriba en el orden, la inmovilidad, el racionalismo
más absoluto?
Es
este amante eventual quien llega a conocer a Petra perfectamente. Ella, como
gran parte de mujeres de su época, que tuvieron que luchar por un puesto
significativo en una sociedad paternalista (digámoslo con delicadeza) es, ante
todo, competitiva, con ganas de triunfar en un ambiente en el que intuye no le
van a dar demasiadas posibilidades si se confía, por lo que constantemente debe
demostrar (a sí misma y a los demás) lo que vale. ¿Hasta cuándo? No importa,
hasta caer rendida si hace falta «...Yo
me voy a mi casa, necesito dormir un par de horas para no caer muerta. Después
lo relevaré y descansará usted. Es el único modo que se me ocurre para poder
resistir toda la noche».
La
dureza de carácter de la inspectora es ficticia, Petra sale de casa con una
máscara para no dar en ningún momento la impresión de que puede desfallecer,
por eso refuerza esa severidad con el lenguaje, otro recurso que ha sido bien
visto en el hombre y nada digno de una mujer «Estoy harta de la diplomacia, de dar buena imagen y de aparentar. Lo
único que me interesa en este momento es acabar con ese jodido caso de una puta
vez.»
Petra
es capaz de bromear con su estado en desventaja, aunque no es más que otra
técnica, en este caso para subrayar su condición humilde «—siempre lo he sido (mística) —contesté sonriendo, y mientras nos
dirigíamos a la salida añadí—: ¡Pero nunca he tenido seguidores!» Esto no
se lo cree nadie, ni siquiera ella misma, que es consciente de su valía, por
eso no duda en tomar las riendas aun a costa de saltarse el protocolo. De
alguna manera confía en su intuición, en sus ideas y en su capacidad para solucionar
el caso «¿De qué tenéis miedo, decid de
qué? me acerqué con gestos furibundos a la mesilla del instrumental y tomé un
bisturí. Luego volví junto a Ivanov y, encarándome a los chicos, bramé:
¡¿Queréis ver en qué acaba vuestro profeta, queréis verlo?! ¡Pues adelante, un
poco de justicia final para él!
Cogí el pene helado del muerto entre
mis manos y de un tajo preciso, se lo rebané». ¡Mucha Petra!, a ella le gusta que tengan en cuenta su
modo de actuar, que aprecien su valía mediante la ironía, el humor o la
seriedad, da igual, lo importante es que la valoren «...si algún día me hace falta ayuda, pensaré en usted; ha demostrado
tener muy buena mano para la disección».
Por
eso le molesta que la pillen en un renuncio, así que «Antes de que me preguntara por las llamadas nunca respondidas, decidí
atacar —¿Y cómo demonio se les escapó a ustedes Ivanov?»
Buen
libro, de estilo ágil, divertido, con toques de humor, y reivindicativo del
papel social de la mujer. Son diez casos los que componen la saga Delicado.
Creo que leeré alguno más.
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