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miércoles, 5 de mayo de 2021

NEEL RAM

¡La he terminado! ¡Las he terminado! (porque son tres, pero como una trinidad —pagana— es una) ¿La he entendido? No lo sé, a ver si me aclaro mientras escribo.

El libro Neel Ram es una composición de tres novelas en la que la segunda, una historia paralela según el propio autor, le da nombre. Pero las tres podrían ser sendos capítulos de una misma obra, Neel Ram, que a su vez es el epítome (por ahora) de la obra de P.L. Salvador.

En la primera novela, El vampiro virgen, Dad es un escritor que vive con sus padres hasta que lo echan de casa. No puede ir a vivir con su abuela porque muere ese día, ni con su hermano, porque no lo soporta, así que en busca de hogar, conoce al único autor que lee, P.L. Salvador. Pero no todo es tan simple; en realidad Dad firma con un pseudónimo, Bloss Ñejer, con lo que ya se identifica con el propio Salvador, y escribe una novela en la que su protagonista, Kewo, es un mentiroso compulsivo que le cuenta a su psicóloga, Min, la historia de un vampiro virgen. Asimismo, Dad se identifica con su personaje, «Mi yo cincuentón. Mi yo obsesivo. Mi yo maniático. Mi yo frustrado», y como él es virgen debido a su fimosis, por lo que decide mantenerse así hasta el matrimonio, «Busco una chica que sepa valorar mi virginidad».

Los personajes de Dad toman vida propia, incluso unamunianamente cuestionan el quehacer del escritor, «Es como si nuestro creador estuviera escribiendo mal nuestra historia». Por eso Kewo decide continuar con su narración del vampiro (ahora también con fimosis) en solidaridad con las mujeres, a las que resulta tan apreciada la virginidad. Por su parte, Triz, la novia de Dad, acepta que sea virgen y lo presenta a su familia, en una escena que podría formar parte del teatro del absurdo. Dad conoce a Min, una mujer real en su universo, de manera que el triángulo característico de la obra de Salvador, también está formado.

He comentado antes que Neel Ram podría tratarse de una síntesis de la obra de P.L. Salvador, Dad es un trasunto del propio Bloss Ñejer, protagonista de Nueve semanas, un hombre que vive de las mujeres, aunque esta vez se mantenga virgen; por supuesto es escritor. También en 2222 hay un triángulo formado por Nat, Rut y la ginoide Kest. En La prodigiosa fuga de Cesia, ésta es escritora y su protagonista, Jairo, se debate asimismo entre mujeres, madre e hija.

En fin, los personajes de Salvador son recurrentes, es decir se van regenerando, van surgiendo unos de otros hasta formar un puzle perfecto en el que todo encaja, aunque a veces tengamos la impresión de estar ante una histeria más que ante una historia.

En la relación que Salvador mantiene con sus personajes destaca un trato de amistad, ellos tienen autonomía y discuten con él de los temas que les preocupan, que en Neel Ram son muchos, pero entre todos el proceso de la escritura destaca principalmente, así como el de la necesidad de tener a alguien al lado en quien creer y que crea en uno.

Dad y Salvador se encuentran y ponen en común sus ideas sobre el estilo literario «Sustituyes unas comas que enfarragan por unos puntos contundentes. Ahora es un texto salvadoriano». Dad opina de Nadando contracorriente, trasunto de la tercera novela del libro que le presenta Salvador, «Hablemos de Nadando contracorriente. Dijiste ayer que rompe moldes y da la casualidad de que en este momento la estoy rompiendo». Incluso el protagonista de El vampiro virgen razona sobre Nadando contracorriente bis y convence al propio Salvador «La novela está narrada en tercera persona por el autor. O sea, por ti. Eso piensa el lector. Se equivoca. El narrador es el sargento Adam Pearson […] en primera persona».

Dad y Salvador tratan sobre el problema que existe entre autores y editores, cuestionan el que las grandes editoriales publiquen verdadera literatura. Pero en el fondo disertan sobre el proceso de la escritura asociado a la invención; la posibilidad de editar no es lo verdaderamente importante; lo primordial es la necesidad de escribir, de crear mundos y seres en los que depositar sueños, esperanzas, dudas y deseos, «En fin, no me hagas mucho caso, es lógico que un hedonista se preocupe por estos temas».

Es difícil establecer dónde termina el personaje y dónde empieza el autor. En las novelas de P.L. Salvador lo que predomina es la actitud ética y estética de responsabilidad por la palabra. Los diálogos participan de cierta discursividad superficial en la que subyace el verdadero sentido, que es el que transforma al que, desde la perspectiva del otro, se piensa. No hay, aunque lo parezca, un culto desmedido al autor; la excesiva preocupación por la figura del yo, el alarde biográfico no es sino la relación que Salvador establece entre la literatura, el ser humano y la sociedad «En Calpe vive P.L. Salvador. No sé quién es. Es el único autor al que leo […] Hasta entonces era inédito. Aunque oficialmente lo sigo siendo». La proliferación de personajes contribuye a generar cierta idea de sociabilidad, en realidad ficticia pues se construye a través de la escritura.

Es difícil establecer donde termina el autor y dónde aparece el personaje. Dónde se desfigura el personaje y aparece el lector. El lector es el encargado, en las novelas de nuestro autor, de abrir y reinterpretar el sentido «Para mi amigo Kike, lector omnisciente, pone, y he pensado en Kewo». La relación entre autor y lector es constante. El autor nos otorga la responsabilidad de encontrar lo que no se dice, lo que se sugiere. Por eso nos preguntamos si en realidad la obra parte de un universo ficcional que expone una historia de la que no podemos desviar la atención. El autor escribe esa historia en la que, con su presencia explícita, se borra del texto. Y de nuevo surge la duda en el lector ¿Estamos ante una autobiografía o una autoficción? La duda, que nos asalta en El vampiro virgen, nos la aclaran (u oscurecen) Dad y Salvador al anunciar la segunda novela «Imagínate a una Marleen española. Si escribimos Marleen al revés sale Neelram […] La vida es diálogo. Y Neel Ram será diálogo puro», que ellos mismos asocian a La extraña curación de Marta.

Y en esta segunda novela, o segundo capítulo de Neel Ram, (escrito por los personajes Dad y Salvador), los personajes conversan nuevamente sobre el oficio de la escritura, sobre la soledad, sobre el extraño papel de la familia, en el que la relación de amor-odio, compañía y desamparo, está presente, al igual que en la tercera parte.

Neel Ram es como un producto cruzado que se aleja de la tradición formal y de contenido, pues irrumpe en ella una nueva forma del yo, emparentada con la autobiografía en cuanto alejada del aspecto teórico, pero cerca de la crítica y la presentación de ideas. De hecho la idea de dar vuelta a los nombres reales recuerda a los juegos infantiles en donde los participantes voltean sus nombres o roles para aparecer tranquilos, invisibles a los demás aunque después se retraten perfectamente en la representación del juego «Para mí, una mujer es un hombre evolucionado. O sea, tú. Puede ser. Una mujer no es solo un sexo. Una mujer es una forma de sentir. Una forma de luchar».

P.L. Salvador especula sobre cuestiones específicas culturalmente preformadas, porque lo que realmente le interesa es armonizar escritura, autor y obra. El autor es un nuevo humanista para el que lo realmente importante, lo novedoso, no son los temas tratados sino la perspectiva que adopta ante ellos. No es tan significativa la perfección estilística como la manera de expresar con total libertad su pensamiento sin que ninguna autoridad en normas literarias se lo impida. La unión narrativa-lírica es evidente en ocasiones, aunque después no pueda evitar que sus propios personajes no entiendan el contenido «Tasia vivía en la penumbra. En la pausa. En la música de sus movimientos. Y moría en la cotidianeidad antropológica. En su soltería misándrica. Que devino androfóbica». El contacto con el lector es evidente, de nuevo reflexionamos sobre los beneficios y los daños del aislamiento frente a la sociedad.

Neel Ram nos revela el espíritu crítico de Salvador; experimenta con su obra para hacer visibles sus ideas con novedosas imágenes. Puede que nos encontremos ante una nueva forma de ensayo, ante una nueva autobiografía, ante un nuevo género liricodramático. Creo que Salvador ha recogido la nivola unamuniana que lanzó el noventayochista en una época que no arriesgó con la novedad. Salvador es un moderno Unamuno al que le duele tanto España que está dispuesto a desnudar su alma en la novela-ensayo-lírica, en su nuevo género literario en el que él es la creación de uno de sus personajes aunque en el fondo los dirija «¿Quieres a Rod, eh? Es como un hijo para mí. El hijo que nunca tuve. Si no le hubiera conocido, estaría muerto». Y como director-creador también puede dar vida a los lectores en sus creaciones ficticias y convertirlos en personajes «A Freda, una pelipequirroja de dieciséis años que a veces me llama tío».

Está claro que estamos ante algo novedoso, extraordinario. Si los personajes se confunden con seres reales, también, como experimentó Balzac, se cambian de obra «Me quedo en Madrid. Zac trabaja en una clínica geriátrica y me ha conseguido un puesto» hasta conformar entre todos una gran Comedia, que no es Divina ni Humana sino Real-ficticia, donde se libera el espíritu del autor en el acto de escribir y queda, como Juan Ramón Jiménez en Animal de fondo, como el único yo creador.

Y en esta Comedia de Salvador, veinte años después, toda una vida, aparece su yo de nuevo en Nadando contracorriente Bis, los personajes vuelven a parecerse a actores de cine en películas, por las que no pasa el tiempo. Ficción y realidad se reencuentran en la literatura, en un mundo cuyo eje son las preocupaciones del creador, del yo salvadoriano, la pérdida de seres queridos, la soledad y la relativización de los valores importantes, la repetición de sueños, hasta desembocar en una novela que forma parte de la realidad. Nadando contracorriente bis es una metáfora de la regeneración a la que nos sometemos constantemente. Se puede morir cuando sentimos tambalearse nuestra estabilidad y renacer tras reflexionar sobre lo verdaderamente importante.

La metaliteratura y la metaficción aparecen en los sueños recurrentes de Nadando contracorriente bis, donde el yo autorial es un objeto onírico y el sentimiento de Salvador un sujeto-protagonista del sueño, que a su vez se desdobla para expresar su verdadero sentimiento. En este caso, el soñador, Marc, participa como espectador del objeto soñado, como creador del objeto y como el propio objeto. De nuevo lector, protagonista y autor aunados. El sueño se une a la imaginación en un proceso sensible que se materializa en la novela literaria.

Para Salvador, escribir es soñar despierto. Mediante una técnica laberíntica los movimientos entran y salen, a cada momento, de los sentimientos y con ello posibilitan vivencias irreales que el lector vive como reales. Las emociones más íntimas quedan en Nadando contracorriente Bis, el miedo contradictorio a la muerte «La muerte no existe. El sufrimiento sí», la angustia ante la soledad «¿Dónde estás? Aquí, a tu lado», la angustia por la opresión ejercida sobre los débiles «Hasta que unos desalmados la violaron a punta de navaja».

Nadando contracorriente Bis es el final de Neel Ram, que supone en realidad el objetivo de toda su obra, el amor hacia su compañera, aquella que le aporta confianza en la naturaleza y esperanza en un mundo deshumanizado, masificado; una ilusión que también nosotros, como el sargento protagonista, Adan Person, enlazado a la primera parte, «Parezco un vampiro nervioso», intuimos en la naturaleza, en la «Costa Blanca» «porque son muchos los que vienen a construir su sueño sobre estas tierras».

martes, 20 de octubre de 2020

LA PRODIGIOSA FUGA DE CESIA

Todos podemos escaparnos y llegar, con mayor o menor dificultad, hasta donde lo ha hecho Cesia. Lo que solo está al alcance de unos pocos es conseguir la hazaña de P.L. Salvador, ponerlo por escrito de manera que algo sumamente complicado parezca sencillo. La fuga y la representación.

La prodigiosa fuga de Cesia está dividida formalmente en dos partes. La primera, tiene asimismo otras dos diferenciadas, una referente a 2010, en la que un narrador omnisciente cuenta la historia de Cesia, una psicóloga de 45 años, a la que la vida no le va demasiado bien. No le gusta su físico desde que, a causa de un accidente, «ya no es tan guapa encima cojea […] le cuesta asimilar este deterioro». En su tiempo libre escribe, pero tampoco obtiene el éxito social que le gustaría, «su novela Zigzag no tiene cabida en nuestro Programa Editorial». Algo desesperada, decide escribir una nueva novela inspirada en su propia madre y su hermano muertos.

Y así, la otra parte, de esta primera, es la propia novela de Cesia quien, a través de un narrador omnisciente relata, desde 1960, la historia de Jairo, a quien le asigna sus mismas características «Jairo nació el día que le extirparon las amígdalas […] su madre fue el dolor y su padre el miedo […] En aquel momento aprendió a sufrir».

Cesia trasmite a Jairo el amor que ella misma sintió hacia su madre. Paradójicamente, Eva, la madre angelical de Jairo, es prostituta. Aunque a Eva le gusta su vida decide estudiar enfermería para poder ejercer en un futuro. Cuando parece que lo tiene todo, termina la carrera, se enamora del sargento Santiago Serrano y deciden casarse, Eva muere a causa de las envidias que suscitaba entre las otras prostitutas, no sin antes haber puesto en el camino de la prostitución a una niña, Carla, y a su propio hijo Jairo, ambos de 16 años. La edad en la que Cesia también se vio sola.

Jairo mata a la asesina de su madre y a su chulo y se va, a una pedanía de Alcantarilla, en el coche de un cura —quien le hace ver que el cuerpo no es lo importante sino solo una herramienta «para purificar un alma impura»— con el fin de decirle a Santiago que su madre ha muerto. Este será su nuevo ángel protector.

Como si de un místico se tratara, Jairo pasa todo un calvario de penalidades en las que su cuerpo queda lacerado por las drogas, el alcohol y la cárcel hasta que se purifica y consigue tener, ya en prisión, su grupo de adeptos. Siguiendo los pasos de Eva aprende enfermería y ayuda a los presos. Antes ha debido sufrir la muerte de Carla, con la que tuvo una hija, Nina, a quien cría Lula, enamorada de Jairo que, a su vez, le da otro hijo. Pero Lula también es asesinada por un yonqui, por lo que los hijos de Jairo se quedan al cuidado de una buena amiga. Nina va creciendo y entrando en las drogas y la prostitución hasta que Jairo, al salir de la cárcel, decide salvarla.

El problema subyacente es que, según mueren, las protagonistas salen de la historia para enfrentarse a Cesia, su creadora; ellas no han podido decidir en su futuro, quieren regresar a su vida, habían encontrado con Jairo una felicidad total porque las había ayudado a conseguir lo que querían. Pero el tiempo ha ido pasando y Cesia no ve lógico que estas mujeres deban enfrentarse a un Jairo que las supera, ya con creces, en edad. Llegados a este punto, la autora determina dejar la novela sin acabar, ella es feliz viviendo con Eva, Carla y Lula, tres personajes que la llenan emocionalmente y la ayudan a tratar a su amiga Wanda, una actriz que pasa por malos momentos emocionales.

Pero estas tres mujeres ficticias tienen pensada otra solución para la autora.

Cesia, siguiendo sus deseos, se introduce en el mundo irreal de la Segunda Parte como personaje que ha absorbido a los otros tres. Ya no es escritora, solo psicóloga, amiga de la nueva protagonista, Wanda, a la que Jairo y Nina ayudarán a encontrarse a sí misma y ser feliz, antes de morir asesinada, y quien es responsable de que Cesia encuentre, finalmente, a Jairo.

Con este resumen tan largo, he querido resaltar la complejidad estructural de la novela y las dificultades existenciales a las que son sometidos los personajes, la pérdida de una madre o de otros seres queridos, la relativización de valores importantes, la necesidad de ayuda de los más débiles, la carencia de dinero, la falta de autoestima… Todas encarnadas en una misma persona, Cesia, capaz de forjar un mundo ideal en el que conceder importancia relativa a lo que nos rodea hasta forjar nuestra propia identidad.

La prodigiosa fuga de Cesia representa la escapada que debe realizar mientras interactúa con sus personajes hasta que se reconoce plenamente. A Cesia no le vale el modelo que predomina en la sociedad. Sus personajes buscan su propia familia (no la impuesta, que puede fallar por diversas causas) para ser felices en ella. Cesia, dentro del submundo de los inadaptados, encuentra un mundo utópico para Jairo y lo convierte en el nuevo mesías; un mundo donde la muerte es algo natural, forma parte de un proceso de regeneración en el que para que algo brille con todo su esplendor, ha debido extinguirse lo que no lo permitía. Eva muere para que Jairo, su hijo, pueda brillar con luz propia. Las mujeres que han estado con él han desaparecido al alcanzar lo que querían, Carla muere feliz al tener a su hija Nina, protegida hasta que la luz de Lula se apaga, para que Wanda siga dando sentido a su vida y a la de Jairo. Cuando Nina es consciente del proceso «ya está convencida, se ha convertido al jairismo». Eva, Carla y Lula han decidido sacrificarse, «Morir a la edad de Cristo. Tres mujeres que nacieron en diferentes momentos para perecer a la misma edad».

Las mujeres que han estado con Jairo se han formado según su filosofía, se trata de minimizar el pasado para que la vida adquiera sentido según un conjunto de valores inmateriales que lo representan ante el mundo: comunicación interpersonal, reflexión con uno mismo y estabilidad personal. Para Cesia el jairismo es una religión acorde con su concepto de la ética, que tiene un componente social en el que no importa la clase, raza o nacionalidad, un componente material que no nos aboque al consumismo y un componente cultural lo bastante fuerte para que no nos dejemos engañar. Cesia es consciente de haber sido capaz de crear un ser totalmente espiritual, feliz a pesar de las desgracias, por eso no le importa introducirse en la historia para imbuirse del espíritu de Jairo, que no es sino el suyo, un espíritu con el optimismo y madurez de Wanda, la sinceridad de Lula, la simpatía de Carla y la belleza natural de Eva. A cambio, Cesia le aporta, una vez que lo ha asumido, lo que la vida le ha dado, una leve cojera y alguna cicatriz en la cara, «me ha perforado el gemelo izquierdo. También me han hecho un agujero para el pendiente».

En La prodigiosa fuga de Cesia observamos algunas constantes de la obra de su autor. Mediante el acto metaliterario, la protagonista/autora impone una metonimia icónica del escritor, además constituye una técnica de acercamiento al lector, que lee con recelo la metaficción pues la intuye como un símil de la vida real de Cesia, es decir, es una técnica con la que P.L. Salvador aproxima la ficción a la realidad para que el lector empatice con este mundo irreal. Con la metaliteratura, la novela se sitúa entre una ilusión ficcional verosímil y la puesta en evidencia de esa ficción.

El libre albedrío es otra constante del autor quien, con sus personajes, como ya hiciera Unamuno, discute sobre el libre albedrío, ¿tenemos en realidad libertad de pensamiento o de acción o solo somos piezas de un sistema determinista regido por algo poderoso? P.L. Salvador se constituye, a través de Cesia, en una figura a medio camino entre literato y filósofo, «se siente intrusa en un universo irreal. Las personas caminan como autómatas […] comprende que no puede habitar dos mundos, que ha de elegir, que debe ir preparándose para el salto».

La duplicidad de personajes y actos que observamos en Nueve semanas llega a su punto álgido en esta novela, cuando Cesia y Jairo quedan unidos en su físico, sus recuerdos y sensaciones. Al principio Cesia maneja a los personajes a su antojo hasta que ellas no están de acuerdo y la obligan a reflexionar. No pretenden ser solo una compleja red de marionetas sino que quieren que Cesia se dé cuenta de lo que ha conseguido gracias a ellas, encontrar lo que estaba buscando, su propio yo, que no es sino «la actitud misma. Y no cabía duda: el espíritu se nutría de ella. Su filosofía era un canto a la actitud. Que repercutía en uno mismo».

Otra constante en la obra de Salvador es el concepto que tiene de la mujer. Sus personajes femeninos son decididos, arrasan en un mundo de hombres en el que su fuerza interior consigue que brillen con luz propia.

A través de sus novelas voy conociendo, creo, a P.L. Salvador, alguien apasionado del lenguaje, la literatura y la música, de costumbres sencillas y con un fuerte concepto de la amistad. Esto se refleja en su obra por lo que es un placer leerlo, pero en esta me he llevado además la grata sorpresa de encontrarme con un espacio que conozco: Alcantarilla, Javalí Nuevo, Cartagena o Murcia acompañan a Cesia en su anagnórisis.



jueves, 1 de octubre de 2020

LA OSCURIDAD QUE CONOCES


El género policial parece el idóneo para anclar el gran impacto cultural y humano al que ha llegado la violencia y La oscuridad que conoces afronta un lugar en el que no solo la violencia, también la memoria de esta quedan instaladas. La estructura de la novela transforma el contenido en materia de reflexión crítica para que seamos conscientes de que no podemos limpiar el pasado con la suciedad del presente. Encontramos dos capítulos que encuadran el argumento, relatados en tercera persona por un narrador omnisciente, y en disposición contraria al tiempo que sugieren. Así el primer capítulo, “El final” relata la muerte de dos preadolescentes, Izzy y Junie, asesinadas de forma brutal en el parque. El último capítulo, “El principio”, narra el nacimiento duro de Eve, la madre de Junie. El resto son 25 capítulos cortos, centrales, escritos en primera persona por Eve quien, a su vez, se desdobla a lo largo de la novela en víctima, verdugo e investigadora.

A veces Eve se desvía de los sucesos presentes y los asocia al pasado o a pensamientos relacionados con algo que el lector no sabe, «el vínculo que las unía (a las niñas) no había hecho más que fortalecerse. Y eso tampoco me gustaba. Odiaba pensar en lo que podía significar». Lógicamente esto aumenta la intriga del lector, que habrá de esperar a que la búsqueda siga su curso para enterarse. Otras veces, las digresiones nos van poniendo al tanto del lugar y los personajes, digresiones que también intensifican el misterio «mi actitud no estaba ayudando […] Pero no sabía cómo estar sentada frente al sheriff Land […] Nuestros papeles habían sido grabados a fuego mucho tiempo atrás».

Y en ocasiones, es la propia información incompleta la que nos despierta la curiosidad «—Jimmy Ray no es su padre —repliqué con voz dura—. Y no ha tenido nada que ver con esto. A pesar de todo tiene ciertos principios».

La historia de La oscuridad que conoces presenta algunas peculiaridades relacionadas con espacios políticos y culturales que funcionan como variables de una imaginaria Barbarie versus Civilización; una de esas distinciones es que da la impresión de que la civilización no existe, no ha llegado. Es la escritura de la marginalidad. Las palabras de Amy Engel contienen la característica del habla oral, por lo que se nos muestran a través de una escritura rápida, inmediata, capaz de formar imágenes objetivas cuya función no es sin embargo efímera, sino para que permanezca la infancia recordada. No hay recuerdos imprecisos. Eve mantiene en su memoria «un cielo negro» que cubría sus momentos dolorosos, pero estaban ahí, latentes, para salir en cualquier momento a golpearla de nuevo, una y otra vez, tras sufrir el peor golpe que puede soportar una madre. La insistencia anafórica y digresiva, el volver constantemente atrás es el testigo de su dolor.

La escritura rápida, el uso del habla coloquial, la narración pretendidamente objetiva, la abundancia de diálogos y la inclusión de escenas dinámicas y violentas participan de las convenciones de la novela negra. La originalidad que propone Engel es transformar a la víctima en investigadora atípica, pues no participa de la credibilidad intelectual ni social, por lo que debe actuar sola, a espaldas de una ley que ella sabe corrupta.

Sin embargo su intención no es denunciar la inmoralidad política, social o humana. Quiere vengarse de quien le arrebató a su hija de la forma más violenta y miserable posible. En un mundo salvaje, atroz, no hay cabida para la sensibilidad ni para la comprensión. A dos días de los asesinatos, atraídos como carroñeros, aparecen los periodistas, los medios de comunicación que, irónicamente intentan llevar la civilización a «una triste colección de edificios situados junto a la autovía […] con unos bosques tan espesos y frondosos que bastaban diez pasos para perderte en ellos». Un intento infructuoso pues se dan cuenta de que nada se puede hacer en ese pueblo, nada pueden conseguir con gente que se ha criado en un sitio duro, rodeada de mezquindad. Abandonan y dejan abierta la oportunidad de venganza para todas las mujeres maltratadas, «Porque te voy a encontrar, cabrón hijo de puta, y te voy a hacer pedazos».

No hay valores sociales para los habitantes de Barren Springs sino un fuerte sentimiento de desarraigo a un espacio hostil; que muestra un sistema que impide la adaptación a la realidad social.

El espacio adquiere, en la novela, una gran complejidad y participa de la consideración que se tiene de sus personajes. Es el mismo, aunque adopte diferentes interpretaciones según quién esté. El reducto de Jimmy Ray es parecido al de Lynette, y sin embargo Eve los sentirá como refugio o peligro, según estén o no ocupados, o según el momento en que Jimmy era su novio o ella decide que no permitirá que él la vuelva a tratar como un despojo. Incluso la casa de Eve, casi acogedora en vida de Junie, se transforma en algo frío y sucio a su muerte.

El pueblo de Barren Springs es el espacio real por el que circulan unos personajes y, sin embargo, en un momento de la trama se iguala al posible mundo ficticio que alberga leyendas de niñas maltratadas, desaparecidas, hasta que ambos universos quedan entrelazados, por lo que el real de la novela adopta la calidad difusa, engañosa de los sueños por donde deambulan seres irreales, «Ya estoy en el infierno».

El pueblo toma la entidad de la masa anónima que se adueña de la característica infernal propia de las novelas de terror, «Tenía tierra aferrada a la piel entre los dedos y debajo de las uñas […] Me tendió la mano y le di la pistola». Cualquiera encubre un secreto o es una amenaza. Los límites entre el orden público, el abuso, el maltrato y el crimen se borran. No hay diferencias entre el día y la noche. No hay un verdadero detective. Eve lleva cabo sola la investigación hasta dar con el culpable. Nadie le ofrece respuestas claras, ella es quien debe encontrar las relaciones ocultas que desencadenaron los crímenes. Eve se convierte en una extraña en su propio terreno, por eso, hasta que no se da cuenta de que debe tomar un punto de vista distanciado de lo que pasó, no descubre la verdad. Nada protege a nadie en un lugar en el que todo es sucio y peligroso, desde el sexo «yo pegada contra las paredes cubiertas de musgo y con Junie dormida en el coche», hasta la naturaleza «plantas de kudzu se me enganchaban en los tobillos y podía oír murciélagos aletear en el cielo cada vez más oscuro». El espacio es el lugar propicio para distanciarse desde el resentimiento y poder objetivar el suceso. Para ello necesita tener la mente despejada y no dejarse llevar por los sentimientos sino por su mente torturada llena de instantes monstruosos, de amenazas, víctimas y verdugos.

Eve disfraza su añoranza de cinismo y nos descubre a unos personajes que intentan infructuosamente recomponer los fragmentos de una identidad animalizada y que curiosamente han representado la autoridad para ella.

Junie no es más que la consecuencia de Eve, situadas en la línea divisoria, pretenden vivir en una sociedad tras haber sido maltratadas, separadas de la civilización. Frente a ellas la naturaleza sanguinaria amoral de la Barbarie las acecha implacable. Amy Engel expone una visión desencantada, determinista de un sistema que condena a los marginados a repetir el ciclo de horror y muerte.

En este entorno miserable, la madre de Eve, Lynette, se convierte en oráculo de sus vidas, «Lo que te golpea nunca es lo que esperabas» «No dejes que nadie te quite lo que es tuyo» «Se lo ha ganado a pulso». Lynette, Eve, Junie, incluso Jenny, madre de Izzy la otra niña asesinada, y ella misma, son mujeres duras forjadas en la miseria, víctimas de los malos tratos, los abusos, la violencia, el horror que solo entiende una norma «A quien hizo esto. Encuéntralo y házselo pagar».

Y eso hacen, las madres maltratadas encuentran al asesino y llevan a cabo su justicia en una vuelta de tuerca impresionante. Madres e hijas conforman un todo único que deja el espacio infernal sin vínculo con el mundo civilizado, «nuestro pasado siempre terminaba saliéndonos al encuentro». No hay descanso para ellas, no tienen salvación. Es demoledor.



miércoles, 23 de septiembre de 2020

2222

 


No sé si esta novela que acabo de leer es del todo ciencia ficción. Es cierto que aparece el impacto de la tecnología; los ginoides y androides dan muestra de ello. También el de la ciencia; hay vacunas que actúan de diferentes maneras (y no todas deseables) sobre los seres humanos.

El mundo paralelo está servido. Un grupo reducido de humanos se confinan y vacunan para evitar la muerte inminente, ocasionada por un virus lanzado por quienes piensan que el planeta no soporta más población, tal es el daño que está sufriendo. Una vez pasados los efectos del virus, los confinados salen a la calle a enfrentarse a su nueva vida, con el dolor de haber perdido a seres queridos (han debido elegir un número de personas salvables), con la culpa de haber sido responsables (indirectos) del exterminio, y con la ira por no haber escogido a los más inteligentes para poblar el planeta (el escaso tiempo del que disponían les ha hecho elegir sin pensar) «pensad bien a quién ponéis porque no todas las personas son aptas. En el nuevo orden no hay sitio para la política ni para la religión ni para el capitalismo».

Hablar de ciencia ficción es peliagudo, porque en realidad este género no deja de ser ciencia

(prevista con anterioridad). Solo hemos de esperar unos años (o siglos) para que quede confirmado lo expuesto en la ficción con más o menos horror o admiración. Ya somos (son) capaces de reconstruir un cuerpo con restos de otras personas; hay bancos de sangre, de huesos, de óvulos… Podemos devolver muertos a la vida desde que los trasplantes de corazón, hígado o cerebro apenas suponen dificultad. Hemos llegado a lo más alto del espacio y a lo más profundo del océano.

Así pues 2222 no impresiona por sus robots. El concepto de mujer artificial con rol de sirviente o juguete sexual es tan antiguo como la mitología griega y ya en el siglo XIII Alberto Magno concibió la posibilidad de crear autómatas. Lo que impresiona de 2222 es que no parece una novela escrita en 2017 sino un razonamiento de lo ocurrido, lo que está ocurriendo, en 2020, asombra la visión de futuro que tuvo P.L. Salvador, «Sólo vamos a quedar cuatro millones […] Unas veinte mil personas no elegidas sobrevivirán por inmunidad natural. —Marca una pausa—. El agente elegido es un virus».

La novela forma parte de una esfera de la narrativa moderna que se basa en la autorreflexión y el autocuestionamiento «Y por eso nos escogieron los Organizadores. No querían personas aborregadas, descomprometidas, superficiales […] sin sentido crítico». 2222 es una novela corta que contiene demasiados elementos tóxicos. Da que pensar que no sea precisamente un humano el que demuestre tener sentimientos. Da que pensar que los hombres seamos incapaces de convivir aun cuando las normas prohíban cualquier tipo de política o religión. ¿Habrá pasado la era del ser social? «No cabe duda: la armonía inicial se ha teñido de acritud».


Salvador se apropia de la escritura de Nueve semanas para escribir una novela referencial a su propia obra; es una autometaliteratura con la que recapacita sobre el conocimiento que la literatura aporta de la sociedad. «Su nombre artístico es P.L. Salvador». 2222 Supone una interferencia en un tiempo presente que ha experimentado una transmutación de valores y jerarquías. «No es probable que físico, dinero y poder gocen de relevancia en esa configuración». El paradigma estético y clasista actual está destruyendo el sistema, lo que favorecerá la construcción de una utopía futura de falsa emancipación «No podemos cometer otra vez los mismos errores».

En realidad la literatura de este autor es lo que de verdad se ha emancipado. En este momento constituye una vanguardia con rasgos definitorios que cambia la idea de novela que se tiene hasta ahora. No es exactamente posmoderna, creo que va algo más allá, algo como diario-colectivo-ensayístico-novelado. Salvador piensa la novela como un recurso para profundizar en nuestra sociedad disparatada. Sus personajes andan algo desquiciados, no distinguimos humanos de androides. Los humanos son máquinas capaces de banalizar los impulsos más elementales, incluso el exterminio «Desavenencias, inquietudes e impulsos sexuales serán expuestos y resueltos cada domingo».

En la nueva realidad creada (tras el virus), los habitantes deben elegir sin seguir normas fiables, sin tener objetivos concretos, sin orientaciones ni directrices (¿a qué nos suena?). Una realidad en la que lo único fundamental es la tecnología, en la que vivimos tan aceleradamente como nos lo permiten las máquinas. Todo se transforma en una negociación a corto plazo. El hombre pierde su identidad social. También 2222 se relativiza como novela, no presenta estabilidad (cada personaje escribe un apartado del diario) por lo que la palabra anula su posibilidad de interpretación única, se condiciona. El lector es clave en esta novela, entendida como un proceso, un dinamismo que permite incluir las connotaciones del lenguaje, las presuposiciones, «que me deje llevar por la imaginación […] ¿Tendré alma? […] Intentaré escribir como él y asimismo me dejaré influenciar por mi autor favorito». El lector puede, según interprete, recrear la novela. Al igual que hay múltiples autores, pueden aparecer múltiples sentidos; sin embargo el significado absoluto es una conjunción de las intenciones del autor y la descodificación del lector. Estamos ante un discurso complejo que revaloriza lo heterogéneo, y augura que, como siempre, en el futuro se apreciará lo que en su momento fue descartado por no ser igual, «Sus textos y su música adquirieron la popularidad que en su día se le negaron. Como si se hubiera adelantado a su tiempo».

Salvador es un escritor crítico que convierte su obra en un espacio estratégico desde donde el lector interpreta sus comentarios e inquietudes, en una escritura que transfigura el carácter discursivo hasta convertirse en ficción de su propia ficción, «veintiséis historias que escribió mi tataradeudo en el siglo XXI».

Para el autor la sociedad puede derivar en una prisión que controla y domina al hombre, que debilitará a todo aquel que se deje llevar por una idea o tendencia única «La indignación se ha convertido en la excusa perfecta. Y apoyándose en ella se han hecho con el poder absoluto».

La novela de P.L. Salvador expone diferentes reflexiones con las que pretende restaurar el razonamiento múltiple de lo primario. La tecnología, por su inmediatez, desempeña un papel fundamental en la sociedad que va construyendo, cada vez más compleja y caótica; paradójicamente en ese caos el hombre pretende formarse, desarrollarse y liberarse. Ante la imposibilidad de convivir libremente en un desorden absoluto, urge la visión de la unicidad. Solo quedará un yo que dirija y acabe con la falsa libertad, con el falso individualismo, hasta que alguien se dé cuenta de que esa libertad no es sino una forma de encubrir la falta de libertad «¿qué añadirías ¿qué quitarías?» Y la respuesta está en 2222, quitaría la seguridad y la excesiva disciplina y añadiría arte y la posibilidad de equivocarnos, la imperfección, «nos chocaba que siempre anduviera con los textos del tataradeudo de Zalt» «¿Por qué no formamos una orquesta de cámara?» Literatura, música, aprendizaje…Una combinación perfecta para recobrar el alma humana.

viernes, 18 de septiembre de 2020

LA BUENA SUERTE

 

 Acabo de terminar su última novela y, como siempre que leo algo de Rosa Montero, me siento afortunada.

La forma del texto participa de la frescura propia de la novela actual. Comienza como una obra de misterio, con una serie de preguntas que el lector se va haciendo ¿Quién es Marcos? ¿Por qué persigue la policía a Pablo Hernando? ¿Por qué éste huye de su despacho de arquitectos y se instala en un pueblo sin apenas vida? ¿Qué pretende en realidad? Pero no es una novela de misterio al uso, en ella se intuye la escuela periodística, cantera inagotable de sucesos reales que acercan cada vez más a universos irreales sacados del terror de la ciencia ficción.

Rosa Montero es la redactora que intercala, con rigor, una serie de noticias aparecidas tiempo atrás en la prensa, que aluden a crímenes contra la infancia, abusos a niños provocados por sus propios padres, asesinatos, torturas, violaciones… Asimismo deja constancia de la brutalidad que los falangistas llevaron a cabo con los más débiles, los mineros, sometiéndolos a la tortura y al dolor de sentirse artífices de las muertes de sus propios compañeros. Y evidencia la atrocidad de aquellos que se sienten superiores, cuando en realidad son cobardes que actúan arropados por la masa, seguros al saber que se enfrentan al indefenso, como «aquellos dos mendigos a los que rociaron con gasolina en un cajero de Madrid y los quemaron vivos».

Además de noticias periodísticas, la autora expone, con un punto de humor, leyendas sobre aquellos que se creen por encima de los demás y no aceptan ayuda, como la del «barquito de Yiannis». Asimismo encontramos citas de autores literarios, como Quevedo o Pessoa, «Si el corazón pudiera pensar, se pararía», que dan fe de la locura actual, y versos de cantantes que denuncian el acoso a la mujer «malamente, tras, tras».

En esta oscura fantasía real, Rosa Montero alumbra con una realidad imaginada que conecta desde el principio con la sensibilidad del lector, quedando un equilibrio entre su universo esperanzado y la dureza de una realidad en la que el hombre deja de serlo cuando se deja llevar por la frustración, el sentimiento de rechazo o la enfermedad.

La forma de La buena suerte es actual. El narrador omnisciente cambia a veces a segunda persona para increparse desde el propio personaje, para demostrar una obsesión que se agudiza por el efecto de la enumeración de las oraciones cortas, «¿Han quedado para luego? ¿En otro lugar? ¿Pablo se va a ir? ¿Regresará a Madrid? Para. ¡Para ya! […] ¡No sigas siendo un hámster!».

En otras ocasiones la tercera persona pasa a primera para incriminarse a sí mismo, de manera que los horrores de los demás, de la sociedad, quedan unidos a los suyos, al individuo; aparece entonces la incertidumbre de lo terrible, del dolor que podamos llegar a experimentar «Va mareado, se ahoga, el pánico le ronda […] ¿Quién es el responsable de tanto dolor?, ¿Cómo pueden, cómo puedo soportarlo?».

También en las analepsis descubrimos la infancia traumática de ambos protagonistas, el desamparo, la soledad, el maltrato infantil que acude a la memoria, que nos atiza cuando lo revivimos en el presente, hasta que somos conscientes de que forma parte de la vida del hombre y de que podemos llegar a comportarnos de manera más desnaturalizada que los propios animales, «El amor entre padres e hijos está tremendamente mitificado».

Y sin embargo en esta fealdad que nos rodea siempre podremos encontrar belleza, alegría; por eso las descripciones, ayudadas por diminutivos afectivos y humor, contienen gran amor hacia los personajes, pero sobre todo, a la vida: «hay un arbolito seco como de unos dos metros de altura, el cadáver de una planta joven. En las ramas de la pequeña y pelada copa, alguien ha atado media docena de flores artificiales, una en cada ramita, una burda simulación de que el árbol está vivo».

La buena suerte representa la confianza que Rosa Montero ha ido imprimiendo en su obra, y la empatía que siempre ha mostrado con la vida y con los más desfavorecidos. En la novela se privilegia a la persona, no al grupo o a la clase por lo que la estabilidad jerárquica queda anulada en favor de la movilidad social. La autora sigue rompiendo lanzas con el fin de que cambien las situaciones en que la mujer sobre todo, desde niña, está expuesta a los malos tratos, al abuso y al silencio; para ello enfrenta el demonio de la violencia con aquello que da sentido a su obra y a la vida: la inflexibilidad ante cualquier tipo de agresor, ya sea el que se aprovecha de la mujer, como Moka, de los desprotegidos, como los neonazis o de aquellos que envidia, como Benito.

Sí intenta comprender a Ana María, porque sabe que una de las consecuencias del maltrato y el abandono es la infelicidad y el maltrato «Recuerda a sus vecinas, la madre y la niña, tan pálidas las dos, tan poca cosa, inanimadas casi en aquella tarde de piscina». El recuerdo es importante. El protagonista, Pablo Hernando, recuerda constantemente su vida. Una vida llena de contrastes, el dolor que ha soportado en su persona, desde pequeño, se ha visto compensado con el éxito laboral y económico, por lo que de manera inconsciente fue dejando de lado el ámbito privado para concentrarse en su profesión hasta que se da cuenta del daño que ha hecho y del vacío que siente. Raluca García será la persona encargada de descubrirle el gozo de hacer bien las cosas, aunque sean insignificantes, el gusto de intervenir para que hasta lo más feo resulte gratificante «Hay un cierto placer en colocar las baldas. Que los colores de los productos armonicen, que los artículos se vean bien, que las pequeñas torres sean equidistantes y estables». Raluca le hace percibir la buena suerte que tiene. Ella, con una vida a sus espaldas marcada por la angustia, sin apenas futuro laboral, personal o social, vive la esperanza del presente, de encontrar en todo lo que la rodea la alegría necesaria para seguir adelante. 

La buena suerte es la negativa de las víctimas a convertirse en verdugos. Es la superación de los traumas infantiles hasta conseguir interactuar en la sociedad de manera positiva. Pablo vuelve a soñar con Raluca, o empieza a vivir al encontrarla. Necesita crear un mundo más feliz, menos oprimido por el poder del dinero y sus consecuencias deshumanizadoras. En este mundo se va elaborando una nueva identidad formada por todos los aspectos que más le gustan de él. Un mundo formado por Raluca, Felipe y Perra, en el que cada uno le ha aportado lo necesario para crecer y sentirse bien. Perra le ha mostrado el calor incondicional de la compañía, Felipe le ha descubierto el amor por la vida y la empatía «En lo que se divide de verdad la humanidad es entre buena y mala gente. Entre las personas que son capaces de ponerse en el lugar de los otros y sufrir con ellos y alegrarse con ellos, y los hijos de puta que sólo buscan su propio beneficio». Y Raluca le enseña la bondad de la inocencia, la fuerza y el optimismo. Pablo consigue, eso creemos, ser feliz en el mundo que se fabrica lleno de esperanzas.

Rosa Montero nos conquista de nuevo, hace que deseemos ese mundo que ella sueña una y otra vez, donde el amor por lo que nos rodea es lo más importante, «Raluca es un planeta, Raluca es la Tierra flotando en el espacio, azul y verde y blanca por la nata batida de las nubes, como una bola soleada y fulgurante, tan bella como la más bella joya en la solitaria negrura del cosmos, y Pablo es un meteorito que cae desenfrenado hacia ella, atrapado por la inexorable ley de la gravedad».

miércoles, 2 de septiembre de 2020

LECTURA FÁCIL



Lectura fácil es un título engañoso; se lee bien, en eso no hay problema. No hay palabras difíciles, no hay metáforas complicadas, no hay términos especializados al alcance de unos pocos. En ese sentido es un libro de lectura fácil. Lo complicado aparece en el fondo, cuando se quiere profundizar en lo que piden las cuatro protagonistas. Lo complicado está señalado en la propia portada, en el subtítulo, que es de mayor tamaño que el propio título: Ni amo, ni dios, ni marido, ni partido, ni de fútbol. Aquí está el contenido y aquí está el problema, porque la sociedad está conformada según una estructura más o menos rígida pero totalmente inflexible. Lo lógico es que todos se atengan, incluso disfruten, a las normas que obligan a determinados comportamientos en determinadas situaciones. Normas que, por otro lado, siguen siendo patriarcales. Así que si eres mujer lo tienes más difícil, si eres discapacitado también se complica la vida, si seres discapacitada, mujer y además bisexual está claro que supones una lacra a la que hay que ocultar para que el perfecto organigrama social siga su curso. No importan los sentimientos de la afectada, que por otro lado, si es discapacitada no serán muchos.

Con este sarcasmo y dureza hacia la sociedad actual está escrito Lectura fácil. Cristina Morales se apoya en cuatro discapacitadas con diferente disfunción intelectual para que nos acerquen el punto de vista que otras personas, no preparadas para vivir independientemente, tienen del funcionamiento de distintas instituciones. En el análisis de estas cuatro familiares vamos viendo sus gustos, sus necesidades, sus sentimientos y las coacciones que deben sufrir desde que son diagnosticadas.

Las cuatro se expresan libremente; irónicamente, al ser discapacitadas no entienden de eufemismos, así que el lenguaje utilizado por todas ellas es directo, tanto que a veces golpea con fuerza para que paremos a tomar aire y reflexionar.

En Lectura fácil encontramos una crítica a la democracia, sistema que pone en marcha un excesivo paternalismo, para que todos se adapten fácilmente a lo considerado “normal” «¿Por qué crees tú que al público se le debe enseñar a mirar? ¿También tú crees que la enseñanza es algo inocente? ¿También […] crees en la alfabetización al margen de la politización emancipadora?». Y está claro que los que no tienen un coeficiente intelectual estándar no pueden adaptarse fácilmente a las normas estándar. En este sentido las cuatro protagonistas contradicen, desde su posición, al sistema sociopolítico. Ángels tiene un 40% de discapacidad, ha leído el manual Lectura fácil y, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones, está escribiendo una novela autobiográfica desde el WatShap. Patricia tiene un 52% «y subiendo porque aunque estoy bastante buena por un trastorno alimentario adolescente y […] trastorno del lenguaje, tengo un poco de esclerosis tuberosa en el lóbulo frontal y otro poco en los ojos». Marga, con un 66% de discapacidad intelectual, se ha dado cuenta de que no es normal y eso le ha hecho caer en una fuerte depresión que la obliga a tomar pastillas. Nati tiene un 70% a raíz de un accidente que sufrió en la universidad, a punto de obtener el doctorado.

Las cuatro son primas, además Nati y Patri son hermanas. Desde la niñez, excepto Nati, pasaron un calvario por centros para discapacitados, separadas de los pocos familiares que tenían, y de su pueblo.

Ahora han conseguido vivir organizadamente en un piso tutelado, cada una ayudando en lo que puede, hasta que Marga cree que debería salir de allí para estar con gente “normal” con la que realmente se pueda integrar y la haga ser más espabilada. Así que se va del piso y recala en una reunión de okupas, que la ayudan a entrar en otro «todo lo que quiero es no vivir más con estas tres retrasadas que me están volviendo a mí todavía más retrasada, porque tener esta depresión y darme cuenta de las cosas (o darme cuenta de las cosas y por tanto tener esta depresión) es lo mejor que me ha pasado en la vida». Pero Marga supone otro problema para esta sociedad que quiere integrarla. Tiene un apetito sexual increíble y, al igual que pusieron a dieta estricta a Ángels para que no comiera tanto, quieren esterilizar a Marga para que aplaque esta necesidad. En las declaraciones del «proceso de solicitud de autorización para la esterilización de incapaces» vemos la falta de libertad y el acoso al que son sometidas por parte de las instituciones «no solo viene a nuestra casa sino que pregunta por nosotras en el barrio, le pregunta al chino de abajo, les pregunta a los vecinos y pregunta en el centro cívico».

También podemos intuir la falta de profesionalidad con la que se diagnostican algunas “diversidades” o superponer al bienestar del discapacitado el ahorrar un dinero a las entidades autonómicas, «y por su desidia hacia el bien común le pusieron a la Marga un porcentaje más bajo del que le correspondía y […] en vez de su integración […] favoreciendo su marginación, que es lo contrario a la inclusión, lo contrario al bienestar y lo contrario a la democracia».

Lectura fácil es difícil; está escrita desde diferentes formatos, de manera que constituye la exposición de un yo narrativo que se acerca al yo ensayístico, reflexivo, desde variados discursos. La carga discursiva poética de Ángels, la lógica teórica de Patri, la exegética de Nati y la primaria de Marga consiguen que la novela genere una nueva especialidad de narración autorreflexiva, que va cuestionando a posteriori lo expuesto en el discurso, «¿Qué ahora la Marga en vez de 66% tiene un 86% de minusvalía porque no se puede preñar […] y entonces hay que “discapacitarla” o “diversificarle” el “chirri”? ¡Pues se le discapacita, se le diversifica y “pa” su casa con doscientos euros más de pensión al mes!».

Al tener las protagonistas un grado más o menos elevado de discapacidad, sus pensamientos no forman parte de lo que entendemos los “capacitados” por sociedad sino que se construyen en el terreno de lo discursivo, de lo ficticio, aunque la finalidad principal sea profundizar en la crítica al sistema social real.

La novela de Ángels constituye un texto metaliterario sobre cómo escribir, es una literatura que trata de sí misma, de modo que se convierte en narrativa metaficcional que pasa a ser performativa en los saltos temporales, en las digresiones que convierten el decir en hacer, «esto es una digresión» «esto se hace siempre en los libros para que los lectores se enteren mejor».

El humor inocente preside las páginas de la novela de Ángels, lo vemos en la polisemia «oraciones significa frases, no oraciones de rezar», en el empleo del género lingüístico «aunque se diga solo lector […] pude ser una mujer», o en la comprobación de definiciones «rebeldía es cuando no estás de acuerdo con una norma y te la saltas […] Soy una escritora rebelde». Y a través de este humor nos adentramos en la tristeza de quienes no pueden tomar iniciativas, de quienes no tienen derecho a la queja, a la disconformidad, de quienes deben obedecer bajo amenazas, de quienes temen a las represalias. Nos adentramos en una sociedad que no es perfecta y además es especialmente cruel con aquellos que no se ajustan al patrón, aunque se empeñe en aparentar que es políticamente correcta.

Mediante las diferentes perspectivas de las protagonistas, la autora propone la dirección en la que leer la novela. La idea que desarrolla una de ellas se transforma en diferente por parte de otra, sugiriendo en esta cadena una transformación del sistema. La novela de Cristina Morales se traslada a la crítica social y nos la presenta desde la intención de conformar una construcción estética. El pensamiento de Morales está en el acoplamiento de los 4 juicios que son de una claridad meridiana aunque vienen, paradójicamente, de cuatro discapacitadas.

La hibridez de formas escritas: fanzine, novela, diálogo, declaración… supone algo que singulariza la narrativa actual posmoderna. Lo visible del mundo queda fraccionado y disperso entre verdades absolutas o relativas en las que la identidad de cada protagonista se disuelve en los reflejos que proyecta su espejo; reflejos de trasfondo epistemológico del hombre o la sociedad. Las verdades relativas conforman la oposición entre ficción – realidad. La intertextualidad establece relaciones con la realidad, por lo que desvela diferentes niveles de lectura. De esta forma, la crítica a la comercialización, a la mediatización social y a la vulgarización de la literatura para hacerla accesible a un público amplio se expone oculta en un pensamiento que sobrepasa el coeficiente intelectual pretendido, porque queda oculto en la ficción novelesca e impide la mímesis realista. Esto da como resultado la ironía carente de toda la ingenuidad expuesta en la que el lector, como interpretante de la lectura de ese mundo fantástico, irreal, es de gran importancia.

Lectura fácil es una novela totalmente actual, un híbrido que reivindica simultáneamente la metanovela, la autobiografía, la novela policíaca o el ensayo. Todos estos subgéneros tienen entidad propia, y al desarrollarse en cada trama forman parte de la trama general: el estado de una sociedad excesivamente normalizada en la que las diferencias a esa norma tienen poca cabida, no son bien vistas o, como mucho, a la larga resultan molestas. De este modo la ficción de Lectura fácil es mínima o lo menos llamativo; lo que leemos, sin apenas darnos cuenta, es un ensayo, o la crónica, de este mundo ininteligible del que formamos parte.

lunes, 17 de agosto de 2020

EL OLOR DE LA NOCHE



¿Cómo actuaría una mente que se ha visto privada de compañía desde la infancia? ¿Cómo razonaría una persona que ha vivido con la muerte y el aislamiento? ¿Una persona cuya vida se ha limitado casi constantemente al hogar? Probablemente si se alejara de éste sentiría miedo, acaso anhelara ser útil a alguien. Quizá sentiría la soledad y casi con toda seguridad sufriría algún tipo de demencia.

Partiendo de estos supuestos, Andrea Camilleri consigue que el lector intuya un ambiente algo viciado, anormal en la claridad de Vigàta. Lo importante en El olor de la noche es la negación de la soledad y como consecuencia la negación de la propia muerte, incluso cuando tengamos que matar para evitar el abandono.

Para negar la soledad hay que temerla, «había descubierto que su soledad estaba pasando de la fuerza a la debilidad». El comisario Salvo Montalbano teme quedar atrapado en la angustia que ha sentido uno de los personajes de este caso durante toda su vida, hasta el punto que niega la realidad porque le resulta más gratificante vivir la ficción que ha instalado en su mente.

Emulando a Norberto Bobbio, Montalbano se ve entrando en la vejez, en la edad del balance. Normalmente los balances vitales están impregnados de melancolía, entendiendo la melancolía, según Bobbio, como «la conciencia de lo incumplido, de lo imperfecto, de la desproporción entre los buenos propósitos y los actos». Así pues, cuando Livia, la eterna novia del comisario, le envía un recorte de periódico, «una entrevista con un viejo filósofo que vivía en Turín […] “Cuando nos hacemos viejos cuentan más los afectos que los conceptos”», Montalbano decide dejarse llevar por un aura esotérica y seguir a su corazón y a la sensación de estar viviendo un cuento de Willian Faulkner, Una rosa para Emilia, en el que este escritor experimental trata las causas y consecuencias de la enajenación mental.

La melancolía invade a Montalbano, así que por una cuestión personal se introduce en el caso, aunque para ello Andrea Camilleri deba remontarse a la tercera entrega de esta serie, El ladrón de meriendas, en la que un niño, François, se ve huérfano por causas del terrorismo internacional, para finalmente ser adoptado por la hermana y el cuñado de Mimí Augello.

En El olor de la noche, de pronto, bastantes habitantes de la provincia de Montelusa han sido estafados por el contable Gargano, quien instaló en Vigàta La Rey Midas, una agencia en la que trabajaban Pellegrino, Michella Manganaro y Mariastella Cosentino, y su finalidad era proponer, a los habitantes más incautos, que depositaran sus ahorros para ir obteniendo altos beneficios todos los meses. Esto funcionó un tiempo hasta que Gargano desapareció con todo el dinero. Sólo quedó en la agencia Mariastella, a pesar de que nadie creyera que el contable volvería.

Montalbano había depositado ante notario una herencia que le dejó a François su madre, para que estudiara de mayor y, temiendo que el niño se quedase sin recursos, decide rastrear el paradero del estafador y la fortuna, aunque el propio notario, ofendido, confirma que no había tocado el dinero para nada. Así es como, de forma extraoficial, nuestro comisario lleva a cabo la investigación. Por supuesto, dejando pistas evidentes para que quienes llevan el caso las vayan encontrando y descubran qué pasó.

Y si ya Montalbano se saltaba las normas cada vez que consideraba oportuno, ahora, dejándose llevar por los afectos, destroza un chalé a medio construir, porque han derribado el árbol donde meditaba, bucea sin oxígeno para comprobar indicios que no han sido contrastados científicamente, pero él los supone en el coche hundido, o lleva a Mariastella a su casa tras ser atropellada, en vez de conducirla al hospital, porque en un déjà vu del cuento de Faulkner siente la necesidad de investigar la casa de la chica.

En esta entrega, el verdadero protagonista, casi único, es Montalbano, el resto, Fazio, Mimí o Catarella no son sino apoyos con los que puede comprobar sus intuiciones, o puntos de relajación a los que nos lleva el autor para distendernos mediante el humor. Livia actúa casi exclusivamente como la conciencia de Salvo; partiendo del jersey que él ha estropeado, y ella le había regalado, el comisario analiza su situación personal, intenta ocultar sus imperfecciones, teme que los fallos estropeen la relación y pretende cambiarla, hasta que su novia se le muestra llena de amor para acogerlo tal como es, para reforzar una situación estable desde la inestabilidad de la distancia, «Y lo abrazaba, desesperada y asustada».

Los nuevos personajes, como Mariastella, ayudan a crear el misterio ontológico que rodea el caso de corrupción «Un lienzo fúnebre, ligero y acre como un sepulcro, parecía cubrir todos los objetos de aquella habitación» o, como Michella, refuerzan el carácter patriarcal de la época. Para leer los casos de Montalbano hemos de situarnos en el siglo XX, cuando los deslices del hombre no eran sino consecuencia de las provocaciones de la mujer, por supuesto de la mujer guapa.

—Usted es muy astuto. Y yo he caído en su trampa. Tendría que haber permitido que siguiera adelante a ver cómo salía de este lío
—…¿Tanto te divierte provocar?
[…]
Aquella chica lo tenía todo, hasta inteligencia.

Estos nuevos personajes ayudan a que Montalbano reflexione sobre el papel de la razón en el desarrollo de la vida, la transformación que puede sufrir la naturaleza humana en una situación crítica. Partiendo de un hecho normal ficticio, la desaparición de un estafador, el profesor Tommasino le exige al comisario, y al lector, el ejercicio de pensar, de poner en marcha la capacidad interpretativa. La noche es el momento propicio para combinar diferentes realidades que después, con el día, consolidarán un sentido; en la noche no hay límites «Yo de noche camino», las formas desaparecen, de ahí que el profesor Tommasino recomiende no ver las cosas tal cual se nos muestran sino analizarlas desde nuestro interior, solo así podremos notar los cambios, «Según la hora, la noche cambia de olor».