domingo, 31 de diciembre de 2017

POETA EN NUEVA YORK


Tras leer este libro, sólo me queda agradecer de todo corazón a Lara y Alberto que me lo hayan regalado. Ya había leído los poemas que lo forman, no todos porque en su momento se me escapaban muchas imágenes y no lo entendí bien. Pero una vez más la editorial Reino de Cordelia ha superado todas mis expectativas. La edición es fantástica, he de confesar que las numerosas ilustraciones de Fernando Vicente me han cautivado y me han ayudado a entender algún poema. Solo con ellas podría hacerse un libro gráfico de esta poesía.

Además la edición comienza con unas palabras del filólogo, poeta, ensayista, crítico, investigador y miembro de la Real Academia de la Historia, Luis Alberto de Cuenca quien reconoce que no hemos tenido respeto por el pasado, reconoce que el estado debe velar por el patrimonio cultural, reconoce que nos falta educación y cultura y nos sobra ignorancia y corrección política. No podría estar más de acuerdo. Además me ha conmovido que de Cuenca establezca una coincidencia en entre Shakespeare y Lorca «mi amor por el poeta granadino y por su obra corre parejo con el que me inspira el viejo Will y su prodigioso teatro». Sería entrar en otro tema, pero me encantaría hacer un estudio comparativo de ambos autores teatrales porque creo que tienen bastante en común. Lo dejaremos para otro momento. Por ahora, el investigador señala que «Poeta en Nueva York, es, tal vez, la obra más poderosa de la poesía española del siglo XX, la más comprometida con su tiempo, la más rica en metáforas y en matices estilísticos» de ahí que Dalí, que junto a Buñuel «arremetieron contra el romancero», tuviera que arrepentirse y aceptar a Lorca como un surrealista, aunque probablemente antes leyera el poema Fábula de los tres amigos, dedicado a Emilio Aladrén, Dalí y Buñuel en el que nuestro autor se da cuenta:

comprendí que me habían asesinado
[…]
Destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro,
Ya no me encontraron.

Tras el prólogo, hay una presentación de María Robledano y Jesús Egido en la que definen a Lorca como un hombre moderno pues «parte hacia Nueva York vía París y Londres para aprender inglés», y explican los encuentros que tuvo con grandes personajes de la época, que se desprenden de sus cartas y que van aportando de forma callada pistas para lo que será la gran obra de su vida.

La intención de los responsables de esta edición al unir las ilustraciones con las cartas y la poesía ha sido superada con creces, «conocer la vida del poeta […] comprender la capacidad del arte para trascender al hombre y […] entender […] cómo […] fue capaz de renovar la poesía, perdido en una enorme ciudad que a priori […] le resultaba antipática». Ante esto no es de extrañar que el propio Jesús Egido considere que «sin un esfuerzo político y económico en Educación y Cultura seguiremos igual de burros y de pobres que siempre» (yo añadiría que el esfuerzo ha de ser también racional sobre todo a la hora de impartir educación en colegios e institutos. Pero de nuevo estamos ante otro tema).

La dedicatoria del libro es «A Bebé y Carlos Morla», éste un músico, escritor y diplomático chileno destinado en España en la IIª República y la guerra civil, durante la que rescató de la violencia a más de dos mil personas que huían y sin embargo, no pudo salvar a Lorca. Curiosamente hasta 2016 no tuvo en Madrid una calle con su nombre. Otra justicia histórica y moral de Manuela Carmena.

Pues tras todo esto comienza el poemario con unos versos de La canción del oeste, de Luis Cernuda, de su libro Un río, un amor que preconizan mediante la anadiplosis quiasmática, el dolor que algunos de los hombres de la época debieron sentir ante su sexualidad:

Furia color de amor
Amor color de olvido.

Ya hemos comentado que todos los poemas van acompañados de cartas que García Lorca escribió a su familia; de ellas podemos deducir que su estancia en Nueva York si no fue fructífera en cuanto a dominio del idioma, sí lo fue en cuanto a gente con la que trató «es muy rica e influyente, y en su casa he conocido yo a personas de gran relieve en el arte y la literatura y las finanzas de New York». En sus cartas va cambiando la visión de la ciudad aunque en ningún momento desfallece ante lo material que se va derrumbando «Estos días he tenido el gusto de ver […] la catástrofe de la Bolsa […] los hombres gritaban y discutían como fieras y las mujeres lloraban en todas partes […] me fui a buscar a mis amigos rusos tan llenos de espíritu, casi locos, pero vivos y sangrantes ante el espectáculo de la vida». Lorca supo sacar partido de lo bueno del ser humano allá donde estuvo, no obstante, conforme pasa el tiempo, la nostalgia hacia su tierra y familia es más evidente aunque es consciente de que «este viaje es importantísimo para mí, y esta experiencia de vida netamente americana me encanta».

A veces las cartas reflejan algunos apuros económicos, pero no pierde el buen humor, «estoy lo que se dice en cueros. En cueros. No tengo ropa ninguna y solo he ido presentable merced a cierta fantasía combinatoria que yo tengo, pero ya no puedo seguir así». Otras veces aparece la desilusión hacia el norteamericano que, sin escrúpulos, trata a los negros con saña «No tienen espíritu, son buenos sin profundidad, y malos sin relieve personal». Las contradicciones entre la relajación y alegría de las cartas son evidentes al compararlas con los poemas angustiosos que reflejan el dolor por su virilidad «Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos». La distensión en la comunicación familiar, «Aquí vivo algunos días como en un pueblo. En una magnífica tranquilidad», que puede ser real, cambia a una incertidumbre que se hace dolor en los versos que destilan una religiosidad certera «¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!», que reflejan la inmoralidad de N.Y. en los rascacielos de las personas adineradas, allí donde han crucificado a Cristo y lo rematan una y otra vez a través del resto de ciudadanos

Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.
La muchedumbre cerraba las puertas…

En la muerte descubre la salvación de los oprimidos, la liberación, incluida la suya

porque la luna lavó con agua
las quemaduras de los caballos

Aunque también, en esas cartas aparezca la indignación por las prohibiciones, la falta de libertad y la intervención de la Iglesia en ello «Claro está que esto es una imposición de la odiosa iglesia metodista, muchísimo peor que los jesuitas españoles en la fase histórica actual», y por supuesto emerja de ellas el deseo reprimido que Lorca hubo de llevar en España y del que se despojó totalmente en Nueva York «Este es un pueblo absolutamente salvaje (Columbia) […] voy a los partidos de rugby […] el juego es hermosísimo, de una virilidad y una agilidad al mismo tiempo que cautiva al débil que no lo puede hacer».

Nueva York le provoca una rebeldía inusual en su poesía pues, si bien es cierto que la denuncia está presente en su Romancero gitano, ahora esta acusación aparece en imágenes surrealistas, las más surrealistas de la poesía española, cuando se da cuenta de la desigualdad social «Asesinado por el cielo», cuando es consciente de que hay dos mundos

Medio lado del mundo era de arena
Mercurio y sol dormido el otro medio

en los que no hay reconciliación porque

Era el momento de las cosas secas
de la espiga en el ojo y el gato laminado;
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho

Nueva York tiene una arquitectura angustiosa, sobre todo para aquellos que vienen de África, para ellos, los negros, la gran ciudad se convertirá en su tumba. En Danza de la muerte, las imágenes simbólicas entroncan con el surrealismo por el onirismo que desprenden «Era una gran reunión de los animales muertos / traspasados por las espadas de la luz». El colorido modernista se adapta con tintes surrealistas a la gran ciudad y a los negros, que sólo «Aman el azul desierto, / las vacilantes expresiones bovinas» y «odian […] el pañuelo exacto de la despedida».

Todos aquellos diferentes a la norma lo pasarán mal en Nueva York, y Lorca denuncia esta desigualdad entre razas y barrios porque, en su afán de vivir en un lugar ideal no recuerdan su felicidad

De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres

se han acostumbrado a ser como animales por eso sólo danzan, intentando olvidar, como el resto de desarraigados

Pero no son los muertos los que bailan
[…]
Son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos
[…]
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta

En general, Nueva York es la ciudad de la confusión, a veces ni se distingue el cielo de la tierra, la población lo abarca todo, desde subterráneos hasta el cielo, con sus rascacielos, y sin embargo la gente está sola, de ahí que el propio poetas eche en falta aquello que ha perdido, porque ahora es plenamente consciente de su nuevo yo, y esa angustia, remarcada por la repetición de un verso (hiperbólico incluso en la grafía), no deja tener perspectiva de futuro.

En Paisaje de la multitud que vomita, Lorca se siente plenamente identificado con el sufrimiento y el pesimismo consecuente:

LA MUJER GORDA venía delante
arrancando las raíces
La mujer gorda
que vuelve del revés los pulpos agonizantes
La mujer gorda, enemiga de la luna
[…]
Son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora
los que nos empujan la garganta
[…]
¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí!
Esa mirada fue mía pero ya no es mía
[…]
Pero la mujer gorda seguía delante

En Poeta en Nueva York hay un desconcierto presente entre la alegría y el dolor por la soledad de los hombres, de tantos hombres juntos

Se quedaron solos
[…]
Se quedaron solas
[…]
Se quedaron solos y solas
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes

Esta soledad interior es la responsable de la deshumanización del hombre blanco

…en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros…
No importa que el niño calle cuando le claven el último alfiler

y del desamparo de las personas, enfatizado por gradaciones que dejan al descubierto la impotencia real de los más débiles, los que no se ajustan al orden estructurado de ese nuevo mundo.

Estaban uno, cien, mil marineros
luchando con el mundo de las agudas velocidades
sin enterarse de que el mundo
estaba solo por el cielo

Nada tiene sentido en un mundo prostituido por las fuertes diferencias, agudizadas en paradojas hiperbólicas que resaltan las antítesis

Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,
campos libres donde silban mansas cobras de alambradas.
[…]
para que venga la luz desmedida
que temen los ricos detrás de sus lupas

Nada tiene sentido porque no hay sueños en Nueva York, no hay luz, ni pájaros a causa de la industrialización; las ansias de poder se ceban con los desprotegidos

y son siempre muchachas heridas
antes de que los jueces levanten la tela

por eso aparecen las ansias de venganza aunque estén calladas por la noche

No hay dolor en la voz. Solo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el fuego

A pesar de la anadiplosis que refuerza el ansia de venganza, el pesimismo es absoluto, sólo se queda en las ganas porque el dolor del día sube al cielo buscando belleza, nadie recibe con esperanza la mañana, ni los niños abandonados, que no quieren dinero, ni los adultos abocados a un trabajo inútil, porque no hay luz para los pobres, sólo sobreviven al dolor como recién salidas de un naufragio de sangre.

En este desajuste se instalan los sentimientos del autor, en un paralelismo que iguala amor, verdad y dolor; su dolorido estado de ánimo hace que quiera llorar, y sobre todo, ser libre de amar aunque sea escondido, mi amor humano / en el rincón más oscuro…, quiere volver a su paraíso onírico sexual donde Adán fecunda peces deslumbrados, por eso apela a la sensualidad Dejarme pasar, hombrecillos de los cuervos, / al bosque de los desperezos / y los alegrísimos saltos.

La inocencia desaparece en Poeta en Nueva York, las imágenes surrealistas oprimen y eliminan la pureza del amor, y resaltan el vacío de erotismo, el daño, la falta de libertad y la muerte. En este sentido se alinea con Withman en su lucha por la extinción de cualquier tipo de esclavitud

y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga

Un reino del que él parece no poder disfrutar, pues un halo de muerte premonitoria envuelve sus poemas

El Sueño y la Muerte me estaban buscando

Para finalmente poder liberarse de sus prejuicios y su sexualidad reprimida en la muerte

Tropiezo vacilante por la dura eternidad fija
y amor al fin sin alba. Amor. ¡Amor visible!

El objetivo de Lorca fue remover conciencias, si las imágenes simbólicas y surrealistas son constantes en un afán de venganza a los oprimidos, cuando expone sus deseos en Grito hacia Roma, es bastante claro

porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos


sábado, 30 de diciembre de 2017

FELIZ 2018


Desde AURISECULAR queremos desear un feliz 2018 a todos los lectores. Anhelamos sinceramente que el próximo año se cuiden y se potencien las humanidades, pues así tendremos una sociedad mejor.

Se cumple el cuarto centenario del nacimiento de Agustín Moreto y Cavana, uno de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro, y a él dedicaremos nuestro rincón del recuerdo este año.

Y para despedir 2017 con una sonrisa, un pequeño fragmento de la que sin duda es la obra cumbre de Moreto, El lindo don Diego:

Don Mendo, vos sois extraño.
Yo rindo, con salir bien,
en una hora que me ven
más que vos en todo el año.
Vos, que no tan bien formado
os veis como yo me veo,
no os tardéis en vuestro aseo
porque es tiempo mal gastado.
Mas si veis la perfección
que Dios me dio sin tramoya,
¿queréis que trate esta joya
con menos estimación?
¿Veis este cuidado vos?
Pues es virtud más que aseo,
porque siempre que me veo
me admiro y alabo a Dios.
Al mirarme todo entero,
tan bien labrado y pulido,
mil veces he presumido
que era mi padre tornero.

sábado, 23 de diciembre de 2017

ESA PUTA TAN DISTINGUIDA


Me parece increíble. Hasta tres veces tuve que empezar esta novela, desde su publicación en abril de 2016, para poder terminarla. La primera no me enganchó del todo, así que como tenía dónde elegir me decanté por otra. La segunda creí que ya la había leído, pues me sonaba el principio; también la dejé aunque sin estar segura de qué iba. Por fin volví a retomarla, ahora convencida de no haberla leído y dispuesta a darle otra oportunidad; resulta que ha sido una de esas veces en las que te dices a ti misma ¡menos mal que no la deseché del todo! Me ha encantado porque, aunque suponga una paradoja Esa puta tan distinguida es el relato del desencanto, al menos es la sensación que se me ha quedado al terminarla. Y como es un relato-guion que oscila entre la verdad histórica y la ficción literaria-cinematográfica, espero que uno de los mejores críticos de cine que tiene actualmente nuestro país, Alberto Sáez, la lea, si no lo ha hecho ya; seguro que él capta todos los guiños que aparecen a directores, productores y películas.

Pero la novela es desencanto, ira, frustración, vergüenza, odio hacia esa puta tan distinguida que no es ni mucho menos Carolina sino una España franquista y la inmediatamente posterior (de la actual no comentaremos nada pues no aparece en la novela); porque fue este país el que obró con malicia y doblez (una acepción del sustantivo “puta”) primero durante el franquismo, hacia todas aquellas personas que no comulgaban con el régimen, o a las que a alguien le parecía que no lo hacían; después, en la transición hacia una democracia, la doblez persistió porque todavía quedaba miedo en algunos, en otros sed de venganza y en muchos la miseria de querer enriquecerse a costa de ofrecer un supuesto arte, prohibido hasta entonces, para borrar de la memoria colectiva las tropelías cometidas durante cuarenta años.

Esa puta tan distinguida no defrauda porque lleva el sello de Juan Marsé, de su novela social, de la crítica infatigable hacia tantos infortunios que ha causado este país «su chulo […] un mala bestia que la obligó a participar en parrandas que montaba para un jefazo de la Falange o del Gobierno Civil […] pero […] la instrucción policial sobre la carrera de Carolina Bruil como prostituta no lo recogía, y tampoco en las actas del juicio encontraría un rastro del asunto».

Parece increíble que con 83 años se pueda escribir con tanta lucidez integrando el humor y la dureza en el estilo. Aunando la realidad con la ficción, con ese sueño en el que nos gustaría quedar atrapados a veces y otras poder escapar de él sin conseguirlo. Esa unidad es la verdad que nos martillea una y otra vez, de manera constante y despiadada hasta conseguir que no seamos nosotros mismos, seres individuales, sino reflejos de una sociedad.

Marsé defiende, de nuevo, la propia identidad y critica al gobierno, al estado, al entorno que la destruye «En mis ficciones, la vivencia real se somete a la imaginación, que es más racional y creíble. En la parte inventada está mi autobiografía más veraz».

En esta prosa, en primera persona con Marsé como protagonista, encontramos desmemoria, que no es sino alguna estrategia del olvido necesaria para poder seguir viviendo con algo de dignidad, tras haber sido torturado, encarcelado durante años, para «explicarme cómo surgió y por qué y de dónde proviene ese repentino e inescrutable desvarío que arruinó mi vida…», de ahí que el propio Marsé, una vez que se da cuenta de que echan por tierra su trabajo para hacer una película semipornográfica «para el guión definitivo Prada había sugerido la colaboración de un escritor de telefilmes de acción rodados en fabulosos escenarios de la Costa del Sol», admire a Sicart, quien, a pesar de quedarse en la miseria y en el más absoluto de los olvidos no renuncia del todo al orgullo pues mantiene «un envaramiento que probablemente no era otra cosa que impostura pero que, aun siéndolo, de algún modo le mantenía fiel a un pasado menesteroso, recosido y funesto del que no sabía o no quería desprenderse, tal vez porque no tenía otro»

Al leer la novela nos damos cuenta de que la memoria individual puede ser frágil, puede ir debilitándose por causas naturales o provocadas, pero la memoria colectiva ha de permanecer intacta; no podemos olvidar lo ocurrido en un determinado momento de un país, no por el odio generado (aunque puede que también) sino para que sirva de terapia y no vuelva a suceder. De ahí la importancia de otro de los temas presentes en toda en esta obra de Juan Marsé, no sólo la literatura, sino la escritura; el sentido que aportan las palabras a la Historia «Porque este es el problema ¿Quién dijo que hay muchas formas de contar una historia pero sólo una trama?».

El argumento es sencillo, en plena transición un escritor recibe el encargo de hacer el guion de una película basado en el asesinato de una prostituta, Carolina Bruil, en 1949, a manos, supuestamente, de Fermín Sicart, en la sala de proyección del cine Delicias donde él trabajaba como ayudante de Liberto Augé, miembro de la CNT.

Pero este escritor, trasunto del propio Marsé, aprovecha el guion cinematográfico para indagar en lo sucedido 40 años atrás, de esta forma, con una técnica metacinematográfica va desarrollando su propio guion basándose en lo ocurrido en la cabina de proyección en 1949; de hecho llega a obsesionarse con el suceso «se desvanecía la imagen tan arduamente elaborada de Carolina Bruil en la cabina del cine […] y me obsesionaba: medias negras (¿de rejilla?), la gabardina echada sobre los hombros y la película alrededor del cuello…»,para instantes después percatarse de la realidad «¿Por qué no mandas todo eso al carajo y te dedicas a lo tuyo? Puesto que el asunto que de verdad te interesa —la desmemoria, la falsedad, la suplantación de personalidad, la culpa no asumida, el fingimiento— no cuenta […] ¿por qué no abandonas?». Al unir los informes de los que dispone con las entrevistas a Sicart intenta recuperar la legitimidad de algo que quedó oscuro, y de esta forma parece que termina la novela, sin llegar a descubrir la verdad; pero Marsé es inteligente, y a través de todo el material del que dispone y que al principio resulta caótico, va reconstruyendo las vidas de dos miserables; personas con quienes la mala suerte se cebó y que fueron, como tantas otras, la tapadera de intereses políticos y eclesiásticos «Disfruto de una saludable clerofobia desde la más tierna adolescencia».

Además critica el mundo del cine, el desamparo de guionistas frente a las ambiciones de directores y productores. A pesar de que el escritor se burla del productor, no hace caso a los directores que van surgiendo y conforma una posible realidad basada en el psicoanálisis resultante de la entrevista a Sicart, no lo dejan crear una película de profundidad psicológica que pueda extraer el porqué de los hechos: «¿qué tal me iba con la puta ciega? ¿El entrañable personaje crecía, daba juego, tal como me había sugerido? ¿Había tenido ocasión de conocer a Elsa Loris, esa maravillosa actriz que bordaría el papel?».

Aprovechando esta circunstancia, entre otras, Marsé reprueba con ironía a los malos actores que no se sabe bien por qué siguen en cartel cuando ni su actuación es buena ni sus chistes tampoco debido a que no son chistes sino zafiedades. «El sonido de nuestras películas es de una insolvencia técnica clamorosa. Y la dirección de los actores no ayuda. No vocalizan, y los diálogos no se entienden ¿O es que los técnicos de sonido son muy malos?».

Pero Marsé respeta el arte; la literatura, como no podía ser de otra manera, queda enaltecida desde el principio en una entrevista que le hacen al autor y de cuyas respuestas podríamos destacar, «Porque siempre he confiado más en la escritura que en el blablablá», el amor por el buen cine y la buena novela; esto es irrefutable «Los únicos clérigos que respeto son el padre Pietro de “Roma, cittá aperta” de Rosellini, el Nazarín de Galdós/Buñuel, el padre Brown de Chesterton y el furioso y zarrapastroso cura irlandés de “La hija de Ryan” de David Lean», así como el amor hacia el individuo como hombre, como ser humano «Cualquier forma de nacionalismo me repugna».

En Esa puta tan distinguida encontramos la pasión por el cine unida a la literatura y a la persona en el personaje de Felisa, la asistenta que, casi como una madre, lo reprende, lo anima a escribir, lo aconseja y le hace reflexionar con sus adivinanzas sobre escenas de películas de la edad doradas del cine «—Se parece al hombrecito que merecía mejor suerte. Lo envenenaron, ¿recuerda? —dijo dándome bruscamente la espalda—. Piénselo. Estaré en la cocina».

Felisa cree que en el cine está el secreto de vivir, por eso es con ella con quien encontramos los más agudos y originales diálogos, es la que destila humor de sus actos, sus palabras, sus intenciones; de ahí que al ver a una actriz de variedades insinuándose a su señor, ataca como mejor sabe para no poner en peligro la armonía familiar del escritor.

«—Mejor que no sepa, querida. ¿Ha oído hablar de la peste rosa? Feo asunto. —Y dirigiéndose a mí otra vez— (con una jeringuilla en la mano) ¡Pantalones abajo, venga, no tengo todo el día! Apártese, señorita, haga el favor.»


Marsé entrega su guion y, a pesar de sus ironías «le estoy encontrando gusto a la técnica del guion, a los fundidos y encadenados, a los exteriores de día o de noche, a los diálogos en off, al flashback […] Son formas narrativas novedosas e interesantes» sabe que luego harán con él lo que quieran, puede que precisamente por eso se permita los sarcasmos continuos. Puede que la película final sea el trasunto de una prostituta ciega y que cuando metan a su amiga se arrepienta de todo para dedicarse a vender cupones de la ONCE, pero en realidad en la novela de Marsé no se refleja un asesinato claro sino una ayuda al suicidio, pero eso está en la memoria trastocada de Sicart, de ahí el empeño en hacerla desaparecer.

sábado, 2 de diciembre de 2017

EL PARAÍSO PERDIDO



Pues sí, de nuevo sé algo más gracias a los alumnos, a veces no sé qué haría sin ellos; esta vez, María decidió exponer en clase de Literatura Universal El paraíso perdido; había oído hablar de él y tenía ganas de leerlo, así pues, lo compró, lo leyó y su exposición me atrajo tanto que a mí también me entraron ganas de leerlo. Obviamente no lo había hecho. Gracias, María, primero porque me has dejado el libro, y sobre todo, porque he descubierto a otro de los grandes poetas del siglo XVII. Indiscutiblemente el adjetivo aurisecular no es gratuito.

Pues en 1667 John Milton, ciego, y perseguido por sus ideas liberales (era republicano, a favor de Cromwell) escribe un poema épico inigualable. En 10.565 versos expone la caída de Adán y Eva y su expulsión del Paraíso, explicada brevemente en el Génesis ¿Por qué, entonces, tan extenso? La respuesta está en los temas que aborda, en la defensa del poema, en sus aceptaciones y rechazos hacia la Iglesia, en la explicación del mal en el mundo, en las relaciones de pareja y, sobre todo, haciendo gala de su Humanismo, en la defensa de la dignidad del hombre.

Hay muchas originalidades en el poema. Formalmente, encontramos la primera: no existe rima; con ello Milton defiende también la libertad en la escritura, que además, tratándose de un poema tan extenso la rima constreñiría bastante la lectura, mientras que su ausencia dota a los versos de una musicalidad increíble. La traducción de Esteban Pujals es fabulosa, creo, pero sería una gozada saber inglés y poder leerlo en su lengua original. Asimismo el poema está distribuido en doce libros, como La Eneida, y al igual que Virgilio, comienza su historia in medias res.

El poema seduce por varias razones, pero el vocabulario es una de ellas, destaca el lenguaje culto, sublime «boscoso», «mayestática», «espesa salvajez», «umbría», «fingida faz», «fantasía mímica», «calvero», «prístinas», «solio», «calcañal», «aspilleras». Destacan afables metáforas que aportan mayor musicalidad si cabe «las suaves brisas, abanicando sus fragantes alas», «los riachuelos […] sobre perlas de oriente y áurea arena». Las sinestesias referidas al árbol de la vida son exquisitas «Fruto ambrosíaco de oro vegetal». Las comparaciones ayudan a entender algunos términos cultos «Como un lobo […] penetra en la majada». Las anáforas exigen la importancia divina: «Placentero Dios / Placentero jardín». Las enumeraciones repiten con insistencia el concepto que interesa «Resplandecía la gloriosa imagen de su creador, verdad, sabiduría. / Santidad, severa y pura, severa / pero asentada en la verdadera / libertad filial». Encabalgamientos que unen la mujer al hombre y ambos a Dios, planteando la duda entre existencia real o la idea «Él solo para Dios, ella para Dios / en él». Epítetos sugerentes, algunos recordatorios del epíteto épico «afelpada colina», «flamígeros dardos», «lúgubre silbido», «bélica labor», «satánica mesnada», «balsámicos trofeos».

Otra originalidad, y esta se une a la anterior en el aspecto formal es la cantidad de nombres diferentes que se asignan al diablo. Si Fray Luis de León conjuga elementos bíblicos, patrísticos y grecolatinos para ,a través de distintos nombres, establecer la figura de Dios en De los nombres de Cristo, John Milton hace lo propio con el diablo y lo llama «El Adversario», «Satán», «El enemigo sumo», «Belcebú», «Ángel apóstata», «Príncipe», «Jefe de entronizadas potestades», «sumo diablo», «el General», «Demonio», «Moloc», «Camos», «Abarim», «Horonaim», «Elealé», «Baalim», «Astarot (Astarté)», «Dagón», «Rimnón», «Osiris», «Isis», «Orus», «Belial», «Belus», «Serapis», «Azazel», «El Arcángel», «El porqué de la huida a Egipto», «Mammón», «La serpiente infernal», «Satanás», «Dragón», « Lucifer», «Asmodeo», «el pavoroso rey», «cuervo marino».

Todos estos nombres hacen del diablo un personaje complejo, como complicado es el poema, pues su abundancia de fuentes consigue que Satán sea «transformado en dragón, aún más enorme que Pitón» (y curiosamente esta serpiente era hija de Gea, nacida del barro que quedó después del gran diluvio. El monstruo vivía cerca del Parnaso y custodiaba el oráculo hasta que Apolo la mató (Apolo Pitio), fundando los juegos píticos para celebrar su victoria). El diablo se enamora de Eva al verla; su humanidad enternece pero aparecen los celos, y cuando se da cuenta de «tantos placeres que le están negados; / pronto recobra su aversión violenta».

Lucifer, llamado así porque «entre la corte / de los ángeles brilló un tiempo más que aquella / estrella en medio de las estrellas», tiene ansias de libertad, por lo que rechaza la monarquía absoluta de la creación «Este día (—dijo Dios) he engendrado al que declaro mi único Hijo, y en esta montaña / sagrada he ungido a quien ahora veis / a mi diestra […] Os lo nombre cabeza […] Quien no le / obedezca, me desobedece a mí». El diablo se siente degradado y no lo acepta por eso maquina derrotar al nuevo rey; tema éste, de los celos y ambición expuesto en el teatro de la época por Shakespeare en Othello; por supuesto los disidentes terminan mal, sin embargo el razonamiento de Satán se acerca al pensamiento actual «¿Es que pensáis / inclinar vuestra cerviz y doblar / vuestra dócil rodilla?» Abadiel intenta convercerlo de que no desobedezca al Creador, pero Lucifer, humanista, no recuerda haber sido creado por nadie sino que «hemos sido engendrados y creados / por nuestra propia esencia y en virtud / de nuestro poder vivificador»; por supuesto este pensamiento le costará sufrir toda la eternidad. El apasionamiento que atestigua lo perturba, así, en claro homenaje al Fausto de Marlow, alude a que no puede huir a ningún sitio, ni nunca estará en paz, pues «Dondequiera que huya es el Infierno; / pues yo soy el Infierno; y en lo más / profundo del abismo otro se abre / más hondo que amenaza devorarme, / comparado con el cual el Infierno / que padezco parece incluso un Cielo».

Esta personalidad atormentada contrasta con la fría divinidad que creó un universo «Malo por maldición, y solo bueno / para el mal; donde la vida muere, / la muerte vive, y la Naturaleza / perversa engendra seres…»

Dios aparece como un ser cruel, como todos los poderosos que temen ser derrotados, así sólo ayuda a quienes están a su lado «esta tolerancia y gracia mías / nunca disfrutarán los negligentes / y desdeñosos». Pero, por si acaso, crea a su sucesor, quien se ofrece a redimir al hombre siguiendo los pasos de su padre «De este modo / el amor celestial eclipsará / el odio al Infierno, al someterse / a la muerte».

Está claro que todo parte del génesis, y sin embargo, Milton, intelectual evidente, hace referencia constante a los clásicos, a la mitología, la poesía grecolatina y a la realidad, pues los lugares del Paraíso o del infierno que aparecen tienen su correspondencia en la actualidad.

Otra originalidad son las interpretaciones que podemos darle al poema, la religiosa es indiscutible puesto que la existencia del mal desde los comienzos de todo es patente, pero personalmente prefiero una interpretación política. Las ideas de Milton están distribuidas por su “Paraíso”, renegando de la monarquía y del absolutismo. Como quiera que el encargado de atacar a ese despotismo es el propio Lucifer, no cabe duda de la simpatía del autor hacia dicho personaje, superior moralmente a Dios, totalmente egoísta y petulante. Esta visión, aunque sigue hoy vigente se mostró bastante audaz en el siglo XVII.

Los temas que aparecen en el poema son universales, de ahí que hoy siga manteniendo su interés: el pecado, la culpa, el destino, la lucha entre el Bien y el Mal, el libre albedrío de que disponen los hombres y es la causa de la existencia del mal, el sufrimiento que Dios inflige a todos los que no lo siguen y que manifiesta el interés de Milton en abolir la jerarquía eclesiástica, la venganza llevada a cabo a través de otros cuando se está seguro de que no hay nada que hacer; es cierto que Satanás decide vengarse de Dios mediante aquéllos creados en constante felicidad (Adán y Eva), puesto que una vez que sube, con su ejército, al Cielo para dialogar o luchar, se ven reducidos a seres diminutos mientras que los querubines son transformados en seres enormes. Pero también lo es que Dios, el Tirano, reina por la negligencia de todos los diablos que combatieron y perdieron «Cuando el fogoso enemigo acosaba / nuestra desbaratada retaguardia / insultante, y nos perseguía / hacia el abismo».

Entre los diablos hay quien prefiere «vivir, incluso en este / vasto reducto, libres / […] / prefiriendo la dura libertad al suave yugo / o la pompa servil». Pero Belcebú no está dispuesto a renunciar a lo que fue suyo. Por eso Dios, tras dos días de contienda sin desenlace certero, envía a su Hijo para que ponga fin al tercer día, todo un simbolismo «El tercero es el tuyo; para ti / lo he destinado […] y acabes esta guerra […] Levantó a los derrotados / […] / los condujo ante sí anonadados […] De cabeza se despeñaron todos […] Durante nueve días estuvieron / cayendo […] El infierno, por fin abrió sus fauces / y a todos recibióles». Tampoco es Dios el que da la cara para expulsar después a Adán y Eva del Paraíso sino que se lo encarga a Miguel «arroja sin piedad del Paraíso / de Dios a la pareja pecadora».

La simbología del número es evidente en el poema, si doce son los libros, como en La Eneida, el 1 es la divinidad, y el 3 es el día liberador de esa divinidad que es 1 en realidad, el 9 son los planetas, los círculos que separan el Cielo del Paraíso y los días que tardan en caer los demonios al infierno, el 7 son los días que Satán está dando vueltas al Paraíso para ver cómo puede entrar para destruir al hombre «hijo del despecho» (fue creado una vez expulsados los ángeles del cielo) porque «despecho con despecho se paga», concepto que leeremos en la Biblia, por boca de Dios, bajo «La ley del Talión».

Lo interesante y emblemático a la vez es que, en Milton no hay castigos corporales para los residentes en el infierno; no se queman eternamente como leemos en la Biblia o son torturados constantemente con castigos diversos según el círculo en el que se encuentren de la Divina Comedia. El Infierno de El Paraíso perdido es un lugar donde reside el eterno descontento, la insatisfacción y desesperación. Esto es lo verdaderamente apasionante para el lector de hoy, pues los demonios son viajeros que van por el cosmos desde el cielo hasta el infierno pasando por el Paraíso.

En el Libro I, el poeta se dirige a la musa de la Astronomía para que cuente cómo surgió el Cielo y la Tierra. Luego insta a Dios a que le explique qué pasó para que el hombre fuera expulsado del Paraíso y Dios, sin paso previo aclara de quién fue la culpa «La serpiente infernal; ella fue quien / de envidia y de venganza corroída, engañó a la madre de los hombres».

En el Libro IV es interesante leer la descripción del Paraíso, como un locus amoenus, donde el poeta hace gala de polisíndeton que alargan la belleza de la naturaleza «cedros, pinos y abetos y copudas palmeras…» y la mezclan con paradojas extraídas de obras realizadas por el hombre «se ofrecía un boscoso anfiteatro». Un lugar cerrado, no sabemos muy bien si para proteger (¿de qué?) o para que su emperador tuviese todo bajo control «surgían los muros del Paraíso / de verdor llenos, que a nuestro primer padre / ofrecían una amplia perspectiva / de los alrededores de su imperio».

El demonio, lógicamente, tiene envidia de los deleites de Adán y Eva, aun así razona con bastante sensatez y se percata de lo absurdo de la prohibición de tocar «el fruto del árbol de la ciencia, / plantado junto al árbol de la vida. / Tan cerca está la muerte de la vida»; por eso se pregunta perplejo ante el sinónimo muerte-conocimiento: «¿Puede ser un delito el saber? / ¿Puede ser muerte?».

En el Libro V, Rafael, como Mercurio, con alas en los pies, baja al Paraíso para hablar con Adán, ante el peligro que acecha. Otra peculiaridad de Milton es que dota a los ángeles de propiedades materiales y espirituales pues «al gustar / digieren, asimilan y consienten lo corpóreo en incorpóreo». Y en el Libro VIII, a pesar de que la mística neoplatónica queda expuesta, «el alma con el alma», se da por hecho que hay un goce carnal.

Lo llamativo del Libro IX es que Eva se cansa de estar todo el día junto a Adán y le recomienda que trabajen por separado para verse al final de la jornada y «se interpongan miradas y sonrisas / o algo nuevo a conversar nos mueva». Aquí empieza la perdición, pues la serpiente aborda a la desvalida y sola Eva para que coma del árbol de la Ciencia, ella lo hace y, consciente de su inferioridad, duda en compartir el fruto con Adán para «añadir / lo que le falta al sexo femenino».

Pero se lo ofrece, él lo come y ambos culpan de su desgracia a Eva; de hecho en el Libro X ella es la que tiene la peor parte del castigo «Aumentaré con creces tus dolores / desde la concepción…». Ambos, además, van a morir; así pues el pecado se une a la muerte y construyen «una ancha vía, sin obstáculos / lisa y fácil, que llevaba al Infierno».

Eva, en un resto de lucidez, propone no tener descendencia para que no sufra nadie ni muera, pero Adán rechaza esta idea pues no quiere seguir enfadando a Dios. En el Libro XI, Eva acepta su condición y lo hace con orgullo pues «aunque fui la primera en traer la muerte al mundo / me honra en hacerme fuente de vida». En el Libro XII, Miguel relata a Adán cuál será el futuro de la humanidad; a Eva la dejan dormida (¡Qué pronto empieza la mujer a no contar para nada en los planes del hombre!), y Adán también queda agradecido al enterarse de que de su estirpe nacerá María y de su seno «El Hijo de Dios Todopoderoso». Así pues, Adán y Eva «cogidos de la mano y con paso / incierto y tardo, a través del Edén / emprenden su camino».

No cabe duda de que hay un mensaje, del siglo XVII, para la pareja, y es el triunfo del amor, capaz de superar cualquier dificultad, pero tampoco podemos obviar la condición que la mujer ostenta en todas las sociedades.

Adán es el primero en mostrar curiosidad: cómo caen los demonios, cómo se formó el universo, cómo se dividió el imperio, cómo funciona la astronomía, cómo fue creado él, por qué se le enseñó el árbol de la vida e inmediatamente se le prohibió, cómo ve pasar a todas las fieras y él está solo… Exige una compañera, cuya descripción, una vez creada alude a su sensualidad y a su sumisión. Y después de esto, ella es la culpable de todo, ella es el pecado con forma de mujer y la que quedará como curiosa eternamente; de su unión con Satán, nacerá la muerte. La mujer es inferior pues «La serpiente infernal engañó a la madre de los hombres», de hecho, su trabajo ha consistido siempre en servir; mientras Adán «estaba sentado a la puerta de su fresca enramada […] Eva, en el interior, / obligada por la hora, preparaba / un almuerzo». No es de extrañar, por lo tanto que la luz de las lunas que acompañan a los soles sean de dos tipos: masculina, si es directa o femenina (indirecta).

Antes hemos aludido a la perfección externa de la mujer, sin embargo «no está tan acabada en su interior / […] /De la naturaleza es inferior / en mente y en internas facultades».

Creo que es lo más triste del poema y, en general, de la humanidad, que la mujer haya sido considerada como un ser inferior, creado para estar a expensas de los caprichos del hombre. Lo malo es que han pasado muchos siglos y aún se sigue pensando esto en determinados ambientes.

De la total actualidad de este poema épico, queda constancia en el hecho de que el Premio Nacional de Cómic 2016 recayese precisamente en la adaptación que de esta obra realizó Pablo Auladell.


Lo mejor del poema es que es una metáfora; si antes decíamos que los demonios viajan por el cosmos del cielo al infierno, los hombres somos viajeros que vamos —Según Dante— desde el infierno al cielo pasando por el caos de la tierra, antes Paraíso; la distancia entre el Bien y el Mal es insondable pero inferior a lo que parece pues tanto el cielo como el infierno están en nosotros, y de nosotros dependerá en gran medida llevar «dentro de ti un Paraíso más feliz».