¡La
he terminado! ¡Las he terminado! (porque son tres, pero como una trinidad
—pagana— es una) ¿La he entendido? No lo sé, a ver si me aclaro mientras
escribo.
El libro Neel Ram es una composición de tres novelas en la que la segunda, una historia paralela según el propio autor, le da nombre. Pero las tres podrían ser sendos capítulos de una misma obra, Neel Ram, que a su vez es el epítome (por ahora) de la obra de P.L. Salvador.
En
la primera novela, El vampiro virgen,
Dad es un escritor que vive con sus padres hasta que lo echan de casa. No puede
ir a vivir con su abuela porque muere ese día, ni con su hermano, porque no lo
soporta, así que en busca de hogar, conoce al único autor que lee, P.L.
Salvador. Pero no todo es tan simple; en realidad Dad firma con un pseudónimo,
Bloss Ñejer, con lo que ya se identifica con el propio Salvador, y escribe una
novela en la que su protagonista, Kewo, es un mentiroso compulsivo que le
cuenta a su psicóloga, Min, la historia de un vampiro virgen. Asimismo, Dad se
identifica con su personaje, «Mi yo
cincuentón. Mi yo obsesivo. Mi yo maniático. Mi yo frustrado», y como él es
virgen debido a su fimosis, por lo que decide mantenerse así hasta el
matrimonio, «Busco una chica que sepa
valorar mi virginidad».
Los
personajes de Dad toman vida propia, incluso unamunianamente cuestionan el
quehacer del escritor, «Es como si
nuestro creador estuviera escribiendo mal nuestra historia». Por eso Kewo
decide continuar con su narración del vampiro (ahora también con fimosis) en
solidaridad con las mujeres, a las que resulta tan apreciada la virginidad. Por
su parte, Triz, la novia de Dad, acepta que sea virgen y lo presenta a su
familia, en una escena que podría formar parte del teatro del absurdo. Dad
conoce a Min, una mujer real en su universo, de manera que el triángulo
característico de la obra de Salvador, también está formado.
He
comentado antes que Neel Ram podría
tratarse de una síntesis de la obra de P.L. Salvador, Dad es un trasunto del
propio Bloss Ñejer, protagonista de Nueve semanas, un hombre que vive de
las mujeres, aunque esta vez se mantenga virgen; por supuesto es escritor.
También en 2222 hay un triángulo formado por Nat, Rut y la ginoide Kest.
En La prodigiosa fuga de Cesia, ésta es escritora y su protagonista, Jairo,
se debate asimismo entre mujeres, madre e hija.
En
fin, los personajes de Salvador son recurrentes, es decir se van regenerando,
van surgiendo unos de otros hasta formar un puzle perfecto en el que todo
encaja, aunque a veces tengamos la impresión de estar ante una histeria más que
ante una historia.
En
la relación que Salvador mantiene con sus personajes destaca un trato de
amistad, ellos tienen autonomía y discuten con él de los temas que les
preocupan, que en Neel Ram son muchos,
pero entre todos el proceso de la escritura destaca principalmente, así como el
de la necesidad de tener a alguien al lado en quien creer y que crea en uno.
Dad
y Salvador se encuentran y ponen en común sus ideas sobre el estilo literario «Sustituyes unas comas que enfarragan por
unos puntos contundentes. Ahora es un texto salvadoriano». Dad opina de Nadando contracorriente, trasunto de la
tercera novela del libro que le presenta Salvador, «Hablemos de Nadando contracorriente. Dijiste ayer que rompe moldes y da
la casualidad de que en este momento la estoy rompiendo». Incluso el
protagonista de El vampiro virgen
razona sobre Nadando contracorriente bis
y convence al propio Salvador «La novela
está narrada en tercera persona por el autor. O sea, por ti. Eso piensa el
lector. Se equivoca. El narrador es el sargento Adam Pearson […] en primera
persona».
Dad
y Salvador tratan sobre el problema que existe entre autores y editores,
cuestionan el que las grandes editoriales publiquen verdadera literatura. Pero
en el fondo disertan sobre el proceso de la escritura asociado a la invención;
la posibilidad de editar no es lo verdaderamente importante; lo primordial es
la necesidad de escribir, de crear mundos y seres en los que depositar sueños,
esperanzas, dudas y deseos, «En fin, no
me hagas mucho caso, es lógico que un hedonista se preocupe por estos temas».
Es
difícil establecer dónde termina el personaje y dónde empieza el autor. En las
novelas de P.L. Salvador lo que predomina es la actitud ética y estética de
responsabilidad por la palabra. Los diálogos participan de cierta discursividad
superficial en la que subyace el verdadero sentido, que es el que transforma al
que, desde la perspectiva del otro, se piensa. No hay, aunque lo parezca, un
culto desmedido al autor; la excesiva preocupación por la figura del yo, el
alarde biográfico no es sino la relación que Salvador establece entre la
literatura, el ser humano y la sociedad «En
Calpe vive P.L. Salvador. No sé quién es. Es el único autor al que leo […]
Hasta entonces era inédito. Aunque oficialmente lo sigo siendo». La
proliferación de personajes contribuye a generar cierta idea de sociabilidad,
en realidad ficticia pues se construye a través de la escritura.
Es
difícil establecer donde termina el autor y dónde aparece el personaje. Dónde se
desfigura el personaje y aparece el lector. El lector es el encargado, en las
novelas de nuestro autor, de abrir y reinterpretar el sentido «Para mi amigo Kike, lector omnisciente,
pone, y he pensado en Kewo». La relación entre autor y lector es constante.
El autor nos otorga la responsabilidad de encontrar lo que no se dice, lo que
se sugiere. Por eso nos preguntamos si en realidad la obra parte de un universo
ficcional que expone una historia de la que no podemos desviar la atención. El
autor escribe esa historia en la que, con su presencia explícita, se borra del
texto. Y de nuevo surge la duda en el lector ¿Estamos ante una autobiografía o
una autoficción? La duda, que nos asalta en El
vampiro virgen, nos la aclaran (u oscurecen) Dad y Salvador al anunciar la
segunda novela «Imagínate a una Marleen
española. Si escribimos Marleen al revés sale Neelram […] La vida es diálogo. Y
Neel Ram será diálogo puro», que ellos mismos asocian a La extraña curación de Marta.
Y en
esta segunda novela, o segundo capítulo de Neel
Ram, (escrito por los personajes Dad y Salvador), los personajes conversan
nuevamente sobre el oficio de la escritura, sobre la soledad, sobre el extraño
papel de la familia, en el que la relación de amor-odio, compañía y desamparo,
está presente, al igual que en la tercera parte.
Neel Ram es como un producto cruzado que se
aleja de la tradición formal y de contenido, pues irrumpe en ella una nueva
forma del yo, emparentada con la autobiografía en cuanto alejada del aspecto
teórico, pero cerca de la crítica y la presentación de ideas. De hecho la idea
de dar vuelta a los nombres reales recuerda a los juegos infantiles en donde
los participantes voltean sus nombres o roles para aparecer tranquilos, invisibles
a los demás aunque después se retraten perfectamente en la representación del
juego «Para mí, una mujer es un hombre
evolucionado. O sea, tú. Puede ser. Una mujer no es solo un sexo. Una mujer es
una forma de sentir. Una forma de luchar».
P.L.
Salvador especula sobre cuestiones específicas culturalmente preformadas,
porque lo que realmente le interesa es armonizar escritura, autor y obra. El
autor es un nuevo humanista para el que lo realmente importante, lo novedoso,
no son los temas tratados sino la perspectiva que adopta ante ellos. No es tan
significativa la perfección estilística como la manera de expresar con total
libertad su pensamiento sin que ninguna autoridad en normas literarias se lo
impida. La unión narrativa-lírica es evidente en ocasiones, aunque después no
pueda evitar que sus propios personajes no entiendan el contenido «Tasia vivía en la penumbra. En la pausa. En
la música de sus movimientos. Y moría en la cotidianeidad antropológica. En su
soltería misándrica. Que devino androfóbica». El contacto con el lector es
evidente, de nuevo reflexionamos sobre los beneficios y los daños del
aislamiento frente a la sociedad.
Neel Ram nos revela el espíritu crítico de
Salvador; experimenta con su obra para hacer visibles sus ideas con novedosas
imágenes. Puede que nos encontremos ante una nueva forma de ensayo, ante una
nueva autobiografía, ante un nuevo género liricodramático. Creo que Salvador ha
recogido la nivola unamuniana que lanzó el noventayochista en una época que no
arriesgó con la novedad. Salvador es un moderno Unamuno al que le duele tanto
España que está dispuesto a desnudar su alma en la novela-ensayo-lírica, en su
nuevo género literario en el que él es la creación de uno de sus personajes
aunque en el fondo los dirija «¿Quieres a
Rod, eh? Es como un hijo para mí. El hijo que nunca tuve. Si no le hubiera
conocido, estaría muerto». Y como director-creador también puede dar vida a
los lectores en sus creaciones ficticias y convertirlos en personajes «A Freda, una pelipequirroja de dieciséis
años que a veces me llama tío».
Está
claro que estamos ante algo novedoso, extraordinario. Si los personajes se
confunden con seres reales, también, como experimentó Balzac, se cambian de
obra «Me quedo en Madrid. Zac trabaja en
una clínica geriátrica y me ha conseguido un puesto» hasta conformar entre
todos una gran Comedia, que no es Divina ni Humana sino Real-ficticia, donde se
libera el espíritu del autor en el acto de escribir y queda, como Juan Ramón
Jiménez en Animal de fondo, como el
único yo creador.
Y en
esta Comedia de Salvador, veinte años después, toda una vida, aparece su yo de
nuevo en Nadando contracorriente Bis, los personajes vuelven a parecerse
a actores de cine en películas, por las que no pasa el tiempo. Ficción y
realidad se reencuentran en la literatura, en un mundo cuyo eje son las
preocupaciones del creador, del yo salvadoriano, la pérdida de seres queridos,
la soledad y la relativización de los valores importantes, la repetición de
sueños, hasta desembocar en una novela que forma parte de la realidad. Nadando contracorriente bis es una
metáfora de la regeneración a la que nos sometemos constantemente. Se puede
morir cuando sentimos tambalearse nuestra estabilidad y renacer tras
reflexionar sobre lo verdaderamente importante.
La
metaliteratura y la metaficción aparecen en los sueños recurrentes de Nadando contracorriente bis, donde el yo
autorial es un objeto onírico y el sentimiento de Salvador un
sujeto-protagonista del sueño, que a su vez se desdobla para expresar su
verdadero sentimiento. En este caso, el soñador, Marc, participa como
espectador del objeto soñado, como creador del objeto y como el propio objeto.
De nuevo lector, protagonista y autor aunados. El sueño se une a la imaginación
en un proceso sensible que se materializa en la novela literaria.
Para
Salvador, escribir es soñar despierto. Mediante una técnica laberíntica los
movimientos entran y salen, a cada momento, de los sentimientos y con ello
posibilitan vivencias irreales que el lector vive como reales. Las emociones
más íntimas quedan en Nadando
contracorriente Bis, el miedo contradictorio a la muerte «La muerte no existe. El sufrimiento sí»,
la angustia ante la soledad «¿Dónde
estás? Aquí, a tu lado», la angustia por la opresión ejercida sobre los
débiles «Hasta que unos desalmados la
violaron a punta de navaja».
Nadando contracorriente Bis es el final de Neel Ram, que supone en realidad el objetivo de toda su obra, el amor hacia su compañera, aquella que le aporta confianza en la naturaleza y esperanza en un mundo deshumanizado, masificado; una ilusión que también nosotros, como el sargento protagonista, Adan Person, enlazado a la primera parte, «Parezco un vampiro nervioso», intuimos en la naturaleza, en la «Costa Blanca» «porque son muchos los que vienen a construir su sueño sobre estas tierras».
¿Qué decir? Siempre señalas ideas, matices, asociaciones, causas y consecuencias que a los demás se nos escapan. Me ha encantado tu análisis. Me has hecho disfrutar (por segunda vez), de Neel Ram.
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