martes, 21 de abril de 2015

MISTERIOSO ASESINATO EN CASA DE CERVANTES

Para resolver un asesinato ocurrido en la puerta de la casa de Cervantes llega a Valladolid don Teodoro de Anuso. Desde la primera página de la novela vemos que no es un caballero al uso, pues entona un villancico, tiene los pies blancos y delicados, no toma aguardiente y en su aposento aparecen dos arcones roperos, uno con vestidos de mujer y el otro con trajes de hombre. De esta forma, mediante un recurso usual en el siglo xvii, al menos en la literatura, el travestismo, y dependiendo de a quién tenga que entrevistar, unas veces irá don Teodoro de Anuso y otras, en un cambio ingenioso de nombre, se presentará doña Dorotea de Osuna.

La justicia ha culpado a don Miguel de Cervantes de dicho asesinato por lo que él y su hermana, sobrina e hija, como cómplices, se encuentran encarcelados. La primera misión de “los dos” detectives será sacarlos de la cárcel con la inestimable ayuda de la duquesa de Arjona.

Así comienza Misterioso asesinato en casa de Cervantes y, de la mano de Teodoro y Dorotea iremos adentrándonos en una España en decadencia, llena de miserias para el pueblo y de falsa gloria para sus gobernantes.

Merece la pena leer este libro sólo por la cantidad de curiosidades costumbristas que pueblan sus páginas. El retrato cosificado de la beata no tiene desperdicio «halló el bulto de una mujer sobradamente gorda… echada en las losas… y aunque de lejos parecía que oraba, de cerca se descubría que se había traspuesto»Puede que hoy no se dé de manera tan exagerada pero a veces, el retrato de Isabel de Ayala, “la desuellahonras”, recuerda a los beatos contemporáneos, más interesados en que a otros les vaya mal que en que a ellos les vaya bien «Ellas van y vienen por las casas… y con el pretexto de ayudar al prójimo deshonrarían a la casta Susana si se lo propusieran».

Otras costumbres que el narrador recuerda con agrado nos advierten de la incultura general del país: las mesas de los amanuenses en las calles para redactar cartas o cédulas a la muchedumbre, o el vaciado de orinales por las ventanas al grito de ¡Agua va!». Y aparecen acciones que, aunque no eran usuales, se convertirían en ello con el paso del tiempo «Había un carromato con un alambique de cobre donde la gente abrevaba de ese brebaje que llaman cerveza»

Asimismo resulta curioso constatar que la Iglesia y la religión no sólo formaba parte de la vida de los españoles sino que su importancia se impuso en la cotidianeidad, hasta el punto de que aún hoy el paso del tiempo se sigue contando por oraciones; los juramentos, admiraciones o expresiones rutinarias continúan, como entonces, siendo comparadas con asuntos religiosos: «…el hombre que me dijiste… entró y estaría dentro el espacio de como un padrenuestro. …y allá estuvo algo más, como tres o cuatro credos» «…a estas horas andaríais en el requiescatinpace.» «Ya nos estás trayendo una jarra de vino pagano, sin bautizar» «¡Por las entrañas de Judas rehogadas en los menudillos del Anticristo!» «Ese joyel… es tan verdadero como la religión de Mahoma» «Pasado el espacio de dos credos salieron las muchachas de la antesala».

Otras expresiones forman parte, tal cual o modificadas, de nuestra tradición y refranero «Si viene la ronda… nos das agua con ese canto», «Los que más hombrean cojean de ese pie», «Encontrar la horma de su zapato», «Cornudo y apaleado», «¡Acuéstese de día quien no tenga con qué alumbrarse!».

Personalmente considero sin embargo que lo que ha hecho de Juan Eslava Galán el maestro de la novela histórica es su capacidad para narrar la historia con ingenio. El punto de vista irónico, sarcástico a veces, hace que entendamos mucho mejor a este país, algo incomprensible, y a sus habitantes «Sin nosotros (los matones a sueldo) no comerían corchetes ni alguaciles ni tendrían sus granjerías y acomodos jueces ni procuradores, ni triunfarían las leyes del rey en el escarmiento y sujeción de los reinos». Creo que el autor tiene, entre otras, la virtud del buen humor, virtud que traslada a su narrativa para conseguir una novela no al uso, plagada de datos reales y rebosante de agudeza, pues sabe sacarle la chispa a cualquier circunstancia. Así, el alguacil Carranza, cuando llega el embajador inglés siente que «Valladolid se llenó de herejes…» Pues con dos intervenciones más, conocemos al dicho alguacil; no hacen falta explicaciones descriptivas por parte del narrador, simplemente conforma un personaje tipo que nos lleva a la España de 1600 para mostrarnos un funcionariado al que le falta profesionalidad y le sobra incultura «Es mi costumbre con los borradores (llevarlos encima). Para servirme de ellos cuando visite el excusado a fin de exonerar el vientre» «No hace falta ser Casandra para montar la guerra de Troya».

El estilo es fluido, plagado de locuciones chocantes que permiten imágenes ingeniosas, a veces tanto que son capaces de arrancarnos la carcajada. Los juegos de palabras «para acomodar a la casta sin castas» conviven con ideogramas «Nunca vi pobres tan tenaces», con derivaciones «era un asunto de cuernos, que por algo estaban en el Rastro de los Carneros», con latinismos «Aquí es donde aparecen las Cervantas… ¿Putas habemus?», o con comparaciones hiperbólicas que el pueblo sabe percibir incluso en situaciones de desgracia, como cuando suben al moribundo Ezpeleta a la habitación de doña Luisa de Montoya para que lo asista el médico y «La casa y la escalera eran un jubileo de gentes.. no faltaba sino sacar un hachón a la calle para que pareciera velatorio… si se pusiera una buñolería en la puerta, parecería la fiesta del Corpus».

Que las crónicas y sucesos de nuestro pasado vayan de la mano de la ocurrencia es normal en Eslava Galán; así lo vimos en La primera guerra mundial contada para escépticos o Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie. También los datos literarios se acumulan en las páginas componiendo una serie de guiños a otras obras del Siglo de Oro como Rinconete y Cortadillo «¿Cómo te llamas? —Pedro del Rincón, señor», El Lazarillo «…echó la llave con muchas vueltas, como si en la casa quedara algo que guardar, y metiéndola en la faltriquera vacía…», El Quijote «el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.» El juez de los divorcios «En los reinos y en las repúblicas bien ordenadas había de ser limitado el tiempo de los matrimonios…»; o a escritores actuales como Arturo Pérez Reverte «…¡pardiez!, pudiera ser don Muzio Malatesta, el maestro de esgrima…».

La mujer, como era usual en el xvii, no sale bien parada. Numerosas expresiones retratan la concepción que se tenía de ella, «más putas encubiertas que mosquitos en el Esgueva», «No es como para matar por ella», «De natura no son despiertas», «Es una menor perpetua», y que no son sino reflejo de la cultura que recibía «…debe estar en casa, pariendo hijos, limpiando culos, lavando pañales, haciendo coladas… sin meterse en más bachillerías ni enseñanzas que las que dan los púlpitos de nuestra Santa Iglesia». La mujer debía fingirse boba para conseguir lo que quería. Por eso Dorotea de Osuna, al resolver el caso, es la bandera que Eslava Galán porta como defensor de la inteligencia femenina, de la misma forma que erige a Cervantes como uno de los pioneros en defender a la mujer, su inteligencia y su necesidad de recibir cultura «… os diré que las Cervantas, siendo mujeres de poco asiento, saben todas leer y escribir desde chicas como si ya desde que salieron de las mantillas estuviesen predestinadas al puterío.»

Y es que, prácticamente, Misterioso asesinato en casa de Cervantes es un homenaje al primer escritor universal. A lo largo de las páginas de la novela surge el profundo cariño que Eslava Galán siente hacia don Miguel, por eso, quizás, al igual que «hay cuatro autores» del Quijote, aparecen «los cronistas de esta verdadera historia», «punto sobre el que difieren los graves autores consultados».


Y por eso, quizás, la vida de Cervantes sirve para denunciar las tropelías de la Iglesia, del Estado, y de todos aquellos que las permiten, «por eso esta España que las consiente nunca levanta cabeza…» ¿Nos está  llamando al orden? Imagino que sí; quiero pensarlo, pues Eslava Galán, como Cervantes, utiliza su pluma para, con ironía, denunciar todo aquello que nos afea. Una vez más lo consigue, enseñarnos historia, hacernos reír y, sobre todo, obligarnos a pensar. Otro grande.