jueves, 1 de octubre de 2020

LA OSCURIDAD QUE CONOCES


El género policial parece el idóneo para anclar el gran impacto cultural y humano al que ha llegado la violencia y La oscuridad que conoces afronta un lugar en el que no solo la violencia, también la memoria de esta quedan instaladas. La estructura de la novela transforma el contenido en materia de reflexión crítica para que seamos conscientes de que no podemos limpiar el pasado con la suciedad del presente. Encontramos dos capítulos que encuadran el argumento, relatados en tercera persona por un narrador omnisciente, y en disposición contraria al tiempo que sugieren. Así el primer capítulo, “El final” relata la muerte de dos preadolescentes, Izzy y Junie, asesinadas de forma brutal en el parque. El último capítulo, “El principio”, narra el nacimiento duro de Eve, la madre de Junie. El resto son 25 capítulos cortos, centrales, escritos en primera persona por Eve quien, a su vez, se desdobla a lo largo de la novela en víctima, verdugo e investigadora.

A veces Eve se desvía de los sucesos presentes y los asocia al pasado o a pensamientos relacionados con algo que el lector no sabe, «el vínculo que las unía (a las niñas) no había hecho más que fortalecerse. Y eso tampoco me gustaba. Odiaba pensar en lo que podía significar». Lógicamente esto aumenta la intriga del lector, que habrá de esperar a que la búsqueda siga su curso para enterarse. Otras veces, las digresiones nos van poniendo al tanto del lugar y los personajes, digresiones que también intensifican el misterio «mi actitud no estaba ayudando […] Pero no sabía cómo estar sentada frente al sheriff Land […] Nuestros papeles habían sido grabados a fuego mucho tiempo atrás».

Y en ocasiones, es la propia información incompleta la que nos despierta la curiosidad «—Jimmy Ray no es su padre —repliqué con voz dura—. Y no ha tenido nada que ver con esto. A pesar de todo tiene ciertos principios».

La historia de La oscuridad que conoces presenta algunas peculiaridades relacionadas con espacios políticos y culturales que funcionan como variables de una imaginaria Barbarie versus Civilización; una de esas distinciones es que da la impresión de que la civilización no existe, no ha llegado. Es la escritura de la marginalidad. Las palabras de Amy Engel contienen la característica del habla oral, por lo que se nos muestran a través de una escritura rápida, inmediata, capaz de formar imágenes objetivas cuya función no es sin embargo efímera, sino para que permanezca la infancia recordada. No hay recuerdos imprecisos. Eve mantiene en su memoria «un cielo negro» que cubría sus momentos dolorosos, pero estaban ahí, latentes, para salir en cualquier momento a golpearla de nuevo, una y otra vez, tras sufrir el peor golpe que puede soportar una madre. La insistencia anafórica y digresiva, el volver constantemente atrás es el testigo de su dolor.

La escritura rápida, el uso del habla coloquial, la narración pretendidamente objetiva, la abundancia de diálogos y la inclusión de escenas dinámicas y violentas participan de las convenciones de la novela negra. La originalidad que propone Engel es transformar a la víctima en investigadora atípica, pues no participa de la credibilidad intelectual ni social, por lo que debe actuar sola, a espaldas de una ley que ella sabe corrupta.

Sin embargo su intención no es denunciar la inmoralidad política, social o humana. Quiere vengarse de quien le arrebató a su hija de la forma más violenta y miserable posible. En un mundo salvaje, atroz, no hay cabida para la sensibilidad ni para la comprensión. A dos días de los asesinatos, atraídos como carroñeros, aparecen los periodistas, los medios de comunicación que, irónicamente intentan llevar la civilización a «una triste colección de edificios situados junto a la autovía […] con unos bosques tan espesos y frondosos que bastaban diez pasos para perderte en ellos». Un intento infructuoso pues se dan cuenta de que nada se puede hacer en ese pueblo, nada pueden conseguir con gente que se ha criado en un sitio duro, rodeada de mezquindad. Abandonan y dejan abierta la oportunidad de venganza para todas las mujeres maltratadas, «Porque te voy a encontrar, cabrón hijo de puta, y te voy a hacer pedazos».

No hay valores sociales para los habitantes de Barren Springs sino un fuerte sentimiento de desarraigo a un espacio hostil; que muestra un sistema que impide la adaptación a la realidad social.

El espacio adquiere, en la novela, una gran complejidad y participa de la consideración que se tiene de sus personajes. Es el mismo, aunque adopte diferentes interpretaciones según quién esté. El reducto de Jimmy Ray es parecido al de Lynette, y sin embargo Eve los sentirá como refugio o peligro, según estén o no ocupados, o según el momento en que Jimmy era su novio o ella decide que no permitirá que él la vuelva a tratar como un despojo. Incluso la casa de Eve, casi acogedora en vida de Junie, se transforma en algo frío y sucio a su muerte.

El pueblo de Barren Springs es el espacio real por el que circulan unos personajes y, sin embargo, en un momento de la trama se iguala al posible mundo ficticio que alberga leyendas de niñas maltratadas, desaparecidas, hasta que ambos universos quedan entrelazados, por lo que el real de la novela adopta la calidad difusa, engañosa de los sueños por donde deambulan seres irreales, «Ya estoy en el infierno».

El pueblo toma la entidad de la masa anónima que se adueña de la característica infernal propia de las novelas de terror, «Tenía tierra aferrada a la piel entre los dedos y debajo de las uñas […] Me tendió la mano y le di la pistola». Cualquiera encubre un secreto o es una amenaza. Los límites entre el orden público, el abuso, el maltrato y el crimen se borran. No hay diferencias entre el día y la noche. No hay un verdadero detective. Eve lleva cabo sola la investigación hasta dar con el culpable. Nadie le ofrece respuestas claras, ella es quien debe encontrar las relaciones ocultas que desencadenaron los crímenes. Eve se convierte en una extraña en su propio terreno, por eso, hasta que no se da cuenta de que debe tomar un punto de vista distanciado de lo que pasó, no descubre la verdad. Nada protege a nadie en un lugar en el que todo es sucio y peligroso, desde el sexo «yo pegada contra las paredes cubiertas de musgo y con Junie dormida en el coche», hasta la naturaleza «plantas de kudzu se me enganchaban en los tobillos y podía oír murciélagos aletear en el cielo cada vez más oscuro». El espacio es el lugar propicio para distanciarse desde el resentimiento y poder objetivar el suceso. Para ello necesita tener la mente despejada y no dejarse llevar por los sentimientos sino por su mente torturada llena de instantes monstruosos, de amenazas, víctimas y verdugos.

Eve disfraza su añoranza de cinismo y nos descubre a unos personajes que intentan infructuosamente recomponer los fragmentos de una identidad animalizada y que curiosamente han representado la autoridad para ella.

Junie no es más que la consecuencia de Eve, situadas en la línea divisoria, pretenden vivir en una sociedad tras haber sido maltratadas, separadas de la civilización. Frente a ellas la naturaleza sanguinaria amoral de la Barbarie las acecha implacable. Amy Engel expone una visión desencantada, determinista de un sistema que condena a los marginados a repetir el ciclo de horror y muerte.

En este entorno miserable, la madre de Eve, Lynette, se convierte en oráculo de sus vidas, «Lo que te golpea nunca es lo que esperabas» «No dejes que nadie te quite lo que es tuyo» «Se lo ha ganado a pulso». Lynette, Eve, Junie, incluso Jenny, madre de Izzy la otra niña asesinada, y ella misma, son mujeres duras forjadas en la miseria, víctimas de los malos tratos, los abusos, la violencia, el horror que solo entiende una norma «A quien hizo esto. Encuéntralo y házselo pagar».

Y eso hacen, las madres maltratadas encuentran al asesino y llevan a cabo su justicia en una vuelta de tuerca impresionante. Madres e hijas conforman un todo único que deja el espacio infernal sin vínculo con el mundo civilizado, «nuestro pasado siempre terminaba saliéndonos al encuentro». No hay descanso para ellas, no tienen salvación. Es demoledor.



2 comentarios:

  1. Parece más dura de lo que esperaba. Y bastante curioso el manejo de la narración por lo que comentas. Ahora tengo más ganas de adentrarme en esta oscuridad... ¡Fabuloso análisis!

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  2. Es muy dura, más en el contenido que en la forma, es sacar lo más miserable del ser humano, tanto que llega un momento en que no empatizas con ningún personaje, por lo que leerla se hace más llevadero, justificas el final y lo entiendes todo.
    Pues... ¡Seguimos leyendo!

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