sábado, 18 de marzo de 2023

EL DESEO DE SER LEÍDO

La imaginación de Vicente Muñoz Puelles se pone en marcha (no cesa) desde que una biografía, una obra literaria o un hecho relevante se cruzan en su camino. Entonces, como si los estuviera observando, los traslada al lector convertidos en sueños. No nos relajemos, los sueños no solo son tranquilos, de serenidad absoluta, los hay que vienen cargados de escatología mórbida y necrofilia.

Encontramos afirmaciones tan perturbadoras como algunos finales de Allan Poe: «La letra había cambiado. Era como si se hubiera expandido y redondeado, y parecía la letra de otra persona». La utilización de símiles, las personificaciones, la atención por el detalle en un ambiente donde el realismo se encadena a la ficción es una marca de Muñoz Puelles, con la que nos recuerda, con terror a veces con humor otras, que el mayor tesoro que puede existir para el hombre es un libro, «Como siempre he confundido la latitud con la longitud, no puedo dar la posición exacta de la Isla de los Libros, pese a que vivo en ella desde hace varios años». De hecho, el protagonista de Book Island teme estar convirtiéndose en uno de ellos «lenta, imperceptiblemente, me estoy transformando en libro. Quizá, sin saberlo, soy ya uno de ellos».

Y, efectivamente en el siguiente relato que da título a este volumen El deseo de ser leído, el narrador, en primera persona, es el libro de Samaniego, al que «Algunos me llaman Fábulas a secas».

Vicente Muñoz nos ayuda a comprender que todos llevamos un libro dentro. Es nuestra historia; está formado por lo que decimos, lo que pensamos, lo que hacemos… No todos estamos dotados para escribirlo pero la vida es interesante y cuando creemos que constituye algo normal, incluso aburrido, nos demuestra que con algo de imaginación todo puede cambiar.

El autor lo advierte al comienzo de El deseo de ser leído «mi tema son los hábitos humanos, sus debilidades, sus vicios». Y eso es lo que nos presenta, veintidós relatos que nos recuerdan el estilo de algunos autores consagrados, autores que han conseguido la intención que Jorge Manrique llevó al escribir las Coplas a la muerte de mi padre: obtener la vida de la Fama. Una vida que, no cabe duda, dota de inmortalidad.

Muñoz Puelles nos invita a impregnarnos del elixir de la inmortalidad en un viaje que dura desde el siglo IV a.C., con el bajorrelieve de Gradiva, hasta Freud en el siglo XX. Las aventuras de personajes imaginarios se mezclan con las andanzas de aquellos que, por sus libros, se han convertido en inmortales en un mundo idóneo para experimentar que ni siquiera la muerte es segura porque, si se esquiva mientras nos recuerdan, los escritores tendrán vida eterna a través de sus libros. El error es intentar perpetuar la vida terrenal porque, como comprueba Carl Von Cosel, la materia de la que estamos hechos se pudre.

Sin embargo podremos debatir con Andersen sentados en un banco de Málaga porque nuestras mentes se permitirán ser, si queremos, las de niños que viven la realidad como si de algo mágico se tratase «—Anda, Andersen —le decían a mi compañero—, échame una firmilla en la frente».

Y no cabe duda de que algunos son elegidos para vivir eternamente gracias a la magia de sus escritos. Cervantes, Dickens, Balzac, Singer… han conseguido perdurar más allá de los límites naturales reclamando en sus fabulaciones un mundo más justo «Cuando salió a la calle, bandadas de palomas surgieron de todas partes».

En El deseo de ser leído encontramos un estilo que juega con el humor, el terror, la sensibilidad o la escatología, según el relato al que nos enfrentemos. A través de la metaliteratura, recordamos obras teatrales de otros autores como El sueño de la razón, de Buero Vallejo, o cuentos como Blancanieves, de los hermanos Grimm, «Cada mañana, Stalin consultaba a su espejo, le preguntaba cuál era el bigote más famoso de la Unión Soviética y se enfadaba mucho, porque el espejo le respondía […] el de Gorki».

Y así, pasando de la risa al miedo somos conscientes del juego mantenido, en relación con la inmortalidad, entre Vicente Muñoz y tantos otros: si Dante se pasea, por el cielo de su Divina Comedia, de la mano de su amada y llega a ver (sólo él) a Dios, en El gran rechazo, Muñoz Puelles aprieta otra tuerca mucho más actual y divertida para conseguir que Beatriz se lo impida, «le amonesta repetidamente con un índice marfileño y pasa de largo».

Allan Poe desafía las leyes naturales (o incide en la culpa humana) en El corazón delator para que nuestro autor confirme que Poe seguirá latiendo en cada uno de sus libros; sólo hemos de abrirlos para sentirlo.

Por supuesto, la invisibilidad supone para quien la alcanza una suerte de inmortalidad si, como Griffin, el protagonista de Wells, no consigue volver a ser visible. Al no figurar entre los mortales pero sí ser consciente de estar en el mundo, puede considerarse inmortal, al menos por un tiempo. El problema es que la mente humana no está preparada para no ser ante los demás y probablemente termine sufriendo de demencia, por eso Vicente Muñoz trata el tema de forma más precavida e inquietante, al más puro estilo de Hitchock, ofreciéndonos una invisibilidad como reflejo de las relaciones tóxicas. «La invisibilidad es un asunto demasiado peligroso para dejarlo en manos de cualquiera. ¿Y quién me asegura que no voy a necesitar hacer uso de ella algún día?».

La doble vida es también una suerte de inmortalidad, al menos de doble mortalidad, algo con lo que Stevenson no debió distraerse para no recibir su propia medicina de la pluma de Muñoz «Stevenson bajó a la bodega […] Su rostro tomó un color negruzco, sus rasgos se confundieron y alteraron, como los del ominoso señor Hyde — ¿o era más bien el atildado doctor Jekyll?».

Y es que, en ocasiones, resulta imposible discernir lo que es real de lo ficticio. Esta confusión se lleva sin ningún tipo de problema a la literatura. ¿Estaría Lérmontov convencido de que podría convertirse en personaje literario y vencer a la muerte? No lo sabemos pero Muñoz le adjudica, en la violencia de cualquier duelo, una muerte poética.

No cabe duda de que el autor recurre a la memoria para mostrarnos los entresijos de la escritura, qué llevó a diferentes genios de la literatura a escribir y qué lo mueve a él. La memoria de Puelles está presente, sus lecturas e investigaciones también, y entre todas aparecen sus relatos curiosos, divertidos, conmovedores, turbadores… basados en la reescritura de obras o en los creadores de esas obras. En todos los cuentos destaca la capacidad narrativa y el manejo del tiempo; Vicente Muñoz trae el ambiente del siglo XIX a la actualidad para que el lector, complacido, disfrute con la amenidad de un relato que en ocasiones puede parecer un ejercicio de escritura creativa. Solo así podemos entender que El bigote de Rilke sea motivo temático de un cuento. Y lo es. Por supuesto no falta el humor, el título ya apunta, «Bigote y perilla tenían la consistencia de las algas», aunque tampoco desaparece el dolor «Hasta los seis años, mucho antes de llevar bigote, Rilke hubo de vestir de niña» ni las consecuencias traumáticas que el entorno pudo ejercer en su vida (y en la de otros escritores) de adulto.

Y es que, ante la dureza de la existencia, los libros están escritos para hacer realidad los sueños, por eso se acomodan a según qué preferencias, por eso nos estimulan a la lectura de otros, por eso «Todo libro ha de estar a disposición de cualquier lector», por eso deben ser escritos con absoluta libertad de expresión «No sólo somos libros sino también libres». Coincidimos con Vicente Muñoz y la importancia que le concede a la literatura en El decálogo de los libros al hacerse eco de lo que dijo Platón, porque «Los seres humanos pasan, pero los libros que han leído o escrito los sobreviven, incluso cuando las bibliotecas se queman o dispersan».

sábado, 11 de marzo de 2023

NOCTURNO DE CALPE

Se supone que en una reseña has de hablar de un libro sin destriparlo. Se supone que has de describir el estilo del autor. Se supone que has leído bien y no vas a decir tonterías.

No sé si atreverme a analizar Nocturno de Calpe. No sé si podré realizar una crítica mínimamente constructiva. Ni tan siquiera una breve reseña. Porque la obra contiene a P.L. Salvador.

Solo conozco al autor a través de sus libros, sin embargo y a pesar de arriesgarme a comentar hechos sin importancia, creo que su esencia está en lo que escribe; se entrega en cada volumen.

Estoy segura de que me es imposible, ahora mismo, criticar este libro. No conozco a Baricco, tampoco algunos de los temas musicales que se nombran en la novela. No puedo ahondar en eso, ni comparar. En fin, voy a hacerle caso a Salvador y dejarme llevar. Así que empiezo por el final, La ciudad sitiada, porque creo que es la que da sentido a las otras tres; es donde razona cuál ha sido (es) su postura en la vida, por qué escribe, qué escribe, cómo escribe y para qué escribe, «Y muchas historias me aburren porque se nota que son inventadas. No se las cree ni el autor […] Verdades. Mis verdades».

La ciudad sitiada es el interior de él mismo, donde se mueve el escritor pleno de esperanzas ante su obra que, a pesar de los impedimentos, a pesar de las tentativas para hacerle cambiar de actitud, continúa con sus principios, continúa llenando de ilusión sus escritos y haciendo que su lectura forme parte de momentos mágicos.

Puede que P.L. Salvador constituya una isla dentro del panorama literario pero no cabe duda de que Nocturno de Calpe es un archipiélago de cuatro novelas que tienen un origen común, la actitud del autor. Esto puede llevarnos a pensar qué es real y qué ficticio. Es lo de menos. El autor es capaz de reinscribir una idea en su memoria para, de forma metonímica, mostrar lo universal en la individualidad del personaje que habla; su fragilidad es la de todos. A través de su memoria establece la de Mat, en Quince mil; por eso, la carta que Salvador real le escribe a Constantino (en La ciudad sitiada) «Gracias por el empujón […] y no abra la carta porque no hay más», en la que de forma escueta agradece que le permita encontrar su trabajo perfecto, tiene una relación lógica con la que Mat le escribe a Paula para que ella lo admita en su vida. Mat quiere encontrar el verdadero amor; el trabajo se lo ha proporcionado Salvador «Estoy aprendiendo mucho con él. Sobre mí».

Este es el origen. La actitud de P.L. Salvador en Nocturno de Calpe, la de Salvador en Quince mil, la de Gapp en A solas con Nastunye, la del protagonista innombrable de Lo inasible son las que el autor mantiene durante más de 60 años en su vida: el aprendizaje, la búsqueda de la felicidad a través de un trabajo que satisfaga y de un amor que nos complete. Esta es la magia. Podemos leer diferentes novelas del autor y adivinaremos que es él quien está detrás, y lo adivinaremos libre para continuar escribiendo en su tabula rasa y para hacer tabula rasa en la vida y seguir adelante.

El mensaje de Salvador llega claro, primero en la ficción de la trilogía y después en la realidad de La ciudad sitiada. Es increíble que Nueve semanas justas, justitas fuese rechazada por 24 editoriales. Es una novela divertida, de ritmo frenético que gustó bastante a los lectores y, ya que el autor resalta que lo que comentaron de ella once personas, me permito aportar el final de mi reseña en septiembre de 2020, cuando leí la novela, «Y es una obra literaria absurda, deliciosa. Sin embargo destila cierta crítica al papel demiurgo que juegan las editoriales en la sociedad y los efectos de los mass media en las publicaciones. Esta novela humorística segrega una clara dureza en el tratamiento que la publicidad otorga a la calidad de la literatura mediática y a la calidad del ser humano» (el blog aurisecular).

Esta sigue siendo la filosofía de vida-literatura de nuestro autor; una escritura diferente, de calidad, que refleja un ser humano honesto.

En la tetralogía, Salvador interioriza el proceso de escritura; parte de un detalle real para abrir un mundo ficcional en el que aparecen sus limitaciones y en el que desaparecen los convencionalismos literarios, de esta forma el personaje habla con un autor que es, a la vez, personaje; asimismo, al mismo tiempo que los elementos narrativos, se transgreden los signos ortográficos, con lo que el lenguaje se desestabiliza. Es la rúbrica de Salvador con la que se autoconoce en su proceso de escritura. Lo interesante es que también los lectores conectamos con nosotros mismos durante la lectura.

El tópico salvadoriano tabula rasa encierra su verdad, por la que se rige y con la que nos ilumina a los lectores. La vida, como la escritura, es una página en blanco que podemos llenar cada vez que no nos guste lo que hemos conseguido; siempre se puede empezar de nuevo porque nuestros actos dependen de nuestro aprendizaje, de las experiencias que vayamos acumulando, de las sensaciones, «Reflexionando sobre lo escrito […] En mi juventud no lo era (exigente). Me lo tragaba casi todo. Así que no es algo innato sino fruto de un aprendizaje».

De este aprendizaje deriva otro rasgo de su estilo: las repeticiones. De manera espontánea, va repitiendo las dos ideas primordiales para él, la importancia de la búsqueda de un trabajo que satisfaga y la búsqueda de un amor que, integrado, nos perfeccione «Los amores platónicos son, sin duda, los más intensos […] Cuando amas, la sola presencia de tu amada ya te completa». Estas ideas las repite a lo largo de las tres novelas; recalca con ellas sus emociones y las impresiones que le causan los actos de los demás. También esta repetición constante es la que le da unidad a Nocturno de Calpe, un título bastante acertado por el movimiento tranquilo que sugiere la lectura y la forma libre, ambigua, con la que se nos presenta. A veces, y a pesar de todo, cuesta discernir lo real de lo imaginario.

Es lo de menos, incluso el propio autor aclara algunos datos reales en la autobiografía literaria de La ciudad sitiada. El protagonista de Quince mil, Mat, vive a costa de Salvador y aprende de él a escribir una novela, algo que no consigue. Cuando desaparece deja un hueco para que el propio Salvador explore su identidad como Gapp, escritor en A solas con Nastunye. No queda contento, intuye que sus personajes no son viables, no están de acuerdo con el papel que les ha tocado jugar y lo abandonan «Que no pronuncies mi nombre te digo. No te soporto. Me has amargado la vida. Acabo de nacer y me has amargado la vida. Eres un mierda. Un escritor de mierda. Un fracasado». Pero Nastunye regresa para ayudarlo en su propósito, aunque ninguno de los dos sea el mismo. Entre ambos revelan la identidad de P.L. Salvador, alguien que busca constantemente, que siempre está en proceso. Nastunye es la encargada de desvelar la identidad del autor en la narración que ella misma elabora.

Todo proceso implica cambios por lo que el autor debe leerse para escribir su vivir. Los personajes escriben sus acciones mediatizadas según lecturas, música o preferencias de ellos mismos. A través de estas influencias y teniendo en cuenta las dificultades, el autor va sintiéndose parte de sus propios personajes; ellos lo saben y cuando caminan seguros lo dejan, como Mat, o lo apartan, como Nast, para que siga dando sentido a su vida con la literatura. Una vida que no es sino la lucha constante entre ficción y realidad «Gapp no consiguió ser perfecto en vida […] Ha tenido que morir para que sus sueños se hicieran realidad».

Lo inasible es el diario que el protagonista, sin nombre, escribe desde Miércoles 24 de noviembre de 2021 hasta Miércoles 12 de enero de 2022. En él cuenta cómo perdió a su hermanita, de cuatro años, en la playa de Calpe. Tras vivir 50 años en Burgos regresa a Calpe con la intención de encontrarla. Busca también un amor de verdad mientras reflexiona sobre la vida en sociedad y las obsesiones provocadas por la pandemia.

Poco a poco se va enamorando de dos mujeres «No sé si la situación es rara o se me hace rara. Cárol me ha metido a Flavia en casa. Se van a ver lunes, miércoles y viernes. En mi casa. Y no les he preguntado si puedo asistir a las clases. Me lo estoy preguntando ahora mismo. ¿Puedo?».

Son dos mujeres idílicas que darán a Lo inasible un final ideal, de película. Como el espacio reinventado de Calpe, un universo propio en el que conviven el humor y la pena, donde la desgracia trae una esperanza, donde aunque aún no exista nada, existirá.

Si hay que destacar algo en este desatino fantástico de novela es el ingenio argumental, en donde la reflexión metaliteraria convive con la ironía para que entendamos el estado actual de la novela en particular y de la literatura en general.

La lectura de Nocturno de Calpe es ligera, porque la escritura es espontánea; los capítulos cortos y las repeticiones secuenciadas aportan cierta armonía a los lectores; experimentamos una unidad con el autor mientras reflexionamos sobre la fuerza que adquiere la repetición de algo, mientras empatizamos con la fragilidad del personaje porque vemos la de todos.

En la novela destaca lo tenue, lo breve (capítulos breves, párrafos breves, oraciones breves, signos de puntuación breves). Todo apuesta por una sencillez aparente, pues, aunque los temas son sencillos, la búsqueda de la felicidad en la sencillez de la vida tiene absoluta trascendencia. La historia, real, se introduce en la fantasía de una estructura externa algo obsesiva que paradójicamente encierra conceptos de absoluta libertad.

Novela con un yo narrativo inestable, cambiante, incapaz de mostrar claramente lo real o lo onírico, cargado de un lenguaje que da forma a lo invisible, a las fantasías imaginarias en las que aparece la culpa que nos ahoga «También yo odio a aquel que fui […] tranquilos, susurro, que no me he vuelto loco […] Ellos siguieron en silencio, incluso Elena, pero por el brillo de sus ojos supe que aún tenía una oportunidad”.

sábado, 4 de marzo de 2023

DUELOS Y QUEBRANTOS

Los duelos y quebrantos atesoran una historia desde que aparecen en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Este plato se comía principalmente en Castilla durante la cuaresma y alude a esos ayunos que debían guardar los católicos y que se podían quebrantar, los sábados, con torreznos, sesos o los huesos “quebrantados” del animal. El plato continúa hoy siendo fiel a los huevos pero acompañados de chorizo, jamón y tocino, alegrando así a cualquier duelista y reparando todo lo quebrantado.

La novela de Ana Girón también guarda la historia desde que España fue sacudida por una de las peores guerras que ha sufrido. El problema es que muchas familias quedaron rotas por la pena y hubo quien se aprovechó de ese dolor para quebrantar el de otros, por supuesto, fieles al régimen dictatorial impuesto.

Duelos y quebrantos es una novela dura. Comienza in medias res; la tía Paca ha muerto y, durante el duelo, se presenta una pareja en la clínica que presidía, exigiendo la recién nacida prometida. Los sobrinos de Paca, Elisa y el cura Ginés, se muestran sorprendidos ante tal actividad de su tía y el Director les confirma que esa práctica se ejercitaba desde años antes de que él empezase a trabajar allí. La cuñada de la finada, la Duquesa, estaba al tanto aunque pensó que si lo hacía Paca sería lo mejor para todos, «—A los que han parido se les dice que su hijo falleció […] A los adoptivos, que los niños han sido dejados allí ante la imposibilidad de mantenerlos […] es lo más sensato». El caso es que, a pesar de llevar a cabo durante años esa práctica, los que trabajaban en la clínica no se enteraron o no quisieron hacerlo. A veces es mejor mirar hacia otro lado para no salir de la zona segura.

Al poco de morir Paca, Claudia, la hija de la Duquesa y prima de Elisa, se casa con Marcos, un psicópata que solo aspira a tener descendencia para heredar el ducado de su mujer, a la que maltrata desde la primera noche. La madre de Marcos, Inmaculada, lo sabe y no hace nada por evitarlo. También lo sabe Gonzalo, hermano gemelo de Marcos, médico de la clínica, que acabará teniendo, de alguna manera, aquello que desea:

—¿Crees que tu hermano sabrá tratarla —preguntó doña Inmaculada.

—Algún día tendrás un nieto que será duque […] Si pudiera, yo me cambiaría por él.

Y así, con la muerte de Paca y la boda casi inmediata de Claudia, comienza la novela. Después nos enteraremos de que esta chica fue pretendida por el Director de la clínica, a quien el primo Ginés, en calidad de cabeza de familia, rechazó como marido de la duquesita por no pertenecer a la aristocracia y por tener el rostro totalmente desfigurado. El director acepta la decisión de Ginés y Claudia se tranquiliza al no tener que soportar la vista de semejante deformidad el resto de sus días. Según avanza la trama nos damos cuenta que, de una forma u otra, Claudia había nacido para sufrir.

Como tantas mujeres, había sido educada para construir su futuro al lado de un hombre. Estaba mejor visto una mujer casada y maltratada que soltera y feliz.

Duelos y quebrantos no mantiene una narración lineal. En un momento determinado, por un dato real, tenemos la certeza de que transcurre en 1954, pero los flashback nos llevan hasta 1936, cuando comenzó la guerra y los campesinos empezaron a moverse, a huir, a embrutecerse a fuerza de ser tratados como animales aun en la niñez.

Ana Girón no escatima detalles de cómo se echaron a perder las vidas de los que, desgraciadamente, hubieron de seguir en una época en la que las mujeres y los niños, a pesar de no estar preparados y de acarrear traumas imposibles, salieron adelante El presente queda interrumpido por el recuerdo de los personajes o del propio narrador que, omnisciente, nos va dejando pistas sobre cómo termina la historia. No quiero desvelar nada porque el lector no lo percibe; desde el comienzo quedamos imbuidos de dolor constante y constantemente rechazamos a esos seres incapaces de suscitar cualquier poder de persuasión en nosotros. Los hombres, cobardes, rozan lo patológico; las mujeres, sumisas, viven en continuo temor y ofrecen un ambiente opresivo que no nos abandona ni cuando somos testigos de escenas, supuestamente alegres, relatadas con un lirismo exquisito.

He estado en Almagro en bastantes ocasiones para ir al teatro y en varias de ellas he presenciado el paseo que los recién casados dan por la Plaza Mayor aun hoy en el siglo XXI. Siempre es motivo de alegría, pero el malestar que nos produce al leer la marcha nupcial de Claudia y Marcos, al principio de la novela, marca la desazón que tendremos hasta el final.


La comitiva pasaba por la siniestra de los ochenta y un fustes de la Plaza Mayor […] Avanzando por la calle de las Nieves, el viento solano y arenoso se estrellaba a dentelladas contra el arco del triunfo de la casa del prior […] Las nubes no se habían decidido por empapar con alguna suerte de ventura a la novia y, por tanto, tampoco a llorar sobre ellos. Y no supo qué pensar.

Duelos y quebrantos recuerda, con un lenguaje casi lírico, a las novelas extensas del Realismo decimonónico. Los personajes son testimonio de la clase burguesa de las décadas 40 y 50 del pasado siglo, tiempo en el que transcurre la historia. El director, la tía Paca, Elisa, su hermano el cura, la Duquesa y su hija Claudia, doña Inmaculada y sus hijos Marco y Gonzalo; todos están bien posicionados económica y socialmente. Los hombres, despreciables, están amparados en su condición y en las ventajas que les brinda la sociedad para medrar a costa de lo que sea, sin importarles nada ni nadie que no sean ellos mismos.

En las mujeres encontramos alguna diferencia, por un lado destaca el carácter veleidoso de las damas, abocadas a un sufrimiento determinante por no saber o no querer cambiar su papel; la joven Claudia se comporta de forma absolutamente infantil, en ningún momento reacciona a la tiranía o al abuso sino que, obediente, cumple con lo que se espera de ella.

A Paca le tocó en su juventud una vida dura; dedicada a ayudar a los demás con paciencia, generosidad, valentía y fluidez expresiva, de la que se valía para mentir amparándose en la piedad. Elisa también se expresa de forma segura, es inteligente, razonable y no está dispuesta a continuar con los delitos de su tía aunque será ella quien lleve a cabo una última falsificación.

Los personajes secundarios, todos obreros, aparecen para que identifiquemos los espacios en los que se mueven, el campo, la calle, las cocinas… Son quienes lo saben todo y todo lo callan para dotar a la novela de cierto valor sociológico.

Creo que la clínica es la protagonista dominante. En ella los personajes se refugian para aliviar sus duelos o restablecer sus quebrantos. La clínica aparece como testigo de lo que sucede con los hombres y con las mujeres; nos remite a la tiranía de los mandatos heredados; la clínica es un microcosmos reflejo de una sociedad cerrada, opresiva, determinista, cuya única salida es, probablemente, el cambio que le quiere dar la nueva directora.

Reflexionando sobre la clínica podemos hacer una lectura sociocrítica de la España de la posguerra, donde el abandono y la desesperación dejaron huella, «Los niños dejaron de serlo y los hombres también».

La autora ha salpicado Duelos y quebrantos con alusiones a grandes obras literarias; como es lógico, las citas al Quijote pueblan las páginas para que los personajes influenciados por la tía Paca puedan reflexionar sobre sus actos: «Advirtió Quijote a Sancho que el amor, cuando toma posesión de un alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza».

No solo tiene cabida la obra de Cervantes, encontramos referencias a Juan Ramón Jiménez, «Mis ojos, ¡tan lejos de mis oídos!», a Óscar Wilde «Su vergonzoso retrato no pudo resguardarlo en un lienzo oculto, cual eterno y lozano Dorian» y hasta a Rodrigo Díaz de Vivar «Ay, qué buen vasallo sería si tuviese buen señor». Pero estas citas son testigo de la miseria de un pueblo que, guiado por el odio y la envidia solo pudo comportarse de forma cicatera.

Cuando nos damos cuenta de esto es cuando somos conscientes de que lo que realmente importa en Duelos y quebrantos es la evolución de Elisa, entonces, las demás acciones que aparecen quedan en un segundo plano.

Ana Girón ha escrito una novela altamente realista, de argumento creíble, con escenarios reconocibles por los lectores para analizar una sociedad descrita de forma meticulosa, en donde la marginalidad de la mujer —en todas sus vertientes— y del hombre sin recursos es el tema fundamental. Marginalidad de los que, a pesar de las desventajas que sufren, no pueden abandonar el sentido de culpa por lo que les ocurre.

domingo, 26 de febrero de 2023

EL TIEMPO DE LAS MOSCAS

He canjeado mi premio de Reseñan Sancho por este maravilloso libro (gracias de nuevo) y la elección ha sido perfecta, porque no se puede escribir mejor. O sí, pero pocas personas lo hacen tan bien, cuentan una historia tan completa, tan compleja, desde un compendio total de emociones mientras la narradora protagonista aparenta cierta impasibilidad que se transforma en exaltación cuando la vida la pone a prueba una vez más.

El tiempo de las moscas es la continuación de Tuya, pero no hace falta haberla leído porque las conversaciones que mantienen Inés y la Manca nos sitúan en lo que ocurrió años antes. Ambas son perdedoras, ambas exconvictas, las dos disfrutan ahora de una libertad relativa y son capaces de salir adelante con MMM, control inofensivo de plagas. Una paradoja, pues la asesina de la amante de su marido es incapaz de matar una mosca (¿metáfora?) e intenta eliminar las plagas del resto de insectos causándoles una muerte sin demasiados sufrimientos y sin dañar el ambiente o a quienes viven en él.

¿Hasta dónde ha de soportar una mujer para que pueda matar a otra? Creo que podemos hacernos una idea; si no, Claudia Piñeiro recuerda en su novela el maltrato psicológico que puede sufrir una niña hasta que se siente invisible a veces, agraviada otras, en su propia casa, por su propia madre, deseando encontrar después, en la familia que funda, una felicidad que le ha sido negada desde siempre «Cuando yo tenía ocho años mi madre me cortó un trozo de vestido que estaba deseando ponerme para el cumpleaños de una amiga […] me habría tapado el corazón, en el supuesto, como ella decía, de haberlo tenido». Una niña que ignorará a su vez a su propia hija porque ella solo quiere encontrar en su marido al padre que no tuvo, al amante que tampoco tuvo su madre; quiere, ante todo, sentirse mujer.

Claudia Piñeiro escribe una novela de mujeres, de las distintas mujeres que poblamos la tierra y que, como las moscas, somos de diferentes clases, desde las buenas y abnegadas a las malas vengativas, pasando por vapuleadas, ninguneadas, envidiosas, supervivientes y fuertes, capaces de ser felices porque son capaces de dirigir su propia vida a pesar de los contratiempos.

Inés trabaja con la Manca, que está enamorada de ella aunque sabe que Inés es tradicional en cuanto a la pareja y al papel de la mujer. Pero la Manca recibirá de Inés la mayor prueba de amor que pueda darse. Ambas son mujeres duras. Y entrañables. Las dos han delinquido. En las dos se puede confiar.

El narrador va cambiando el punto de vista; en primera persona adopta la voz de Inés, que aprovecha y cuenta algo de su pasado y de los proyectos que tiene o que tuvo para enfrentar el presente «Y yo, Inés Experey […] decidí ver»; aprovecha su conocimiento de los dípteros para explicar las relaciones entre los tipos de mosca y de mujer, el significado de algunos términos que nos llevan a reflexionar sobre el verdadero problema: mujeres prejuzgadas y juzgadas según las normas impuestas por los hombres. Inés establece, tras un riguroso estudio, las diferentes especies de moscas según sus actividades; la autora lleva al lector a interpretar en esa tabla los diferentes tipos de mujer: «las taquínidas […] son nobles, trabajadoras, protegen el medio ambiente […] observan agazapadas y, solo si es necesario, atacan al paso […] killer o asesinas».

En primera persona, Inés juega con el lenguaje al tiempo que reflexiona sobre la equidad de la Justicia, «La manca no estaba a mano (con perdón de la redundancia negativa) […] cómo fumaban esas condenadas. Condenadas creo que se puede decir. Presas, no».

Inés, en primera persona, ironiza con la ignorancia de las demás, con la suya propia; incluso alude a sus experiencias en Tuya «Ni Tuya sentada dentro del auto de mi marido (y mío en ganancial) con un tiro en la sien. (¡PUM!)», se muestra sin dobleces y evita perder el sentido del humor hasta cuando miente «Yo no entendí la diferencia pero no me iba a poner a discutirle a quien tenía que darme el visto bueno para mi salida».

El narrador aparece en ocasiones en 3ª persona omnisciente, sabe lo que piensan los personajes y es capaz de crear al principio de la novela una tensión en el lector que, según en qué momentos de la trama, crece, hasta que somos incapaces de asegurar la libertad final de las protagonistas. «…dispuesta a encarar la salida. La señora Bones empuña su estilete invisible una vez más: —¿Estás segura?».

Inés cuestiona constantemente lo que está bien o mal, creando confusiones constantes en ella misma y en el lector, que empatiza desde el primer momento con sus respuestas emocionales.

Hay capítulos narrados enteramente por el Coro. A la manera de la Tragedia griega, el coro (la voz de las diversas mujeres) funciona como mediador entre los personajes y el lector; a medio camino entre flujo de conciencia y perspectiva múltiple da sentido a las escenas anteriores, ayudando así al lector en la comprensión de lo que ha leído. Otras veces aconseja a los personajes sobre cómo han de afrontar lo que les viene. El coro es la presencia del pueblo, de las mujeres del pueblo, por lo que actúa como contrapunto de los conflictos que se presentan en la historia; es la voz que predomina en la sociedad «Bueno, me parece que están exagerando, ese mundo hostil con nosotras está en vías de extinción. ¿De verdad? ¿Cuándo? ¿Dónde? Googleá Skate femenino y fijate las fotos que aparecen». Otras veces reflexiona con argumentos de autoridad, citando afirmaciones de autoras que han escrito sobre el problema. El Coro no es decisivo, una vez expuestos los testimonios o criterios, hace una llamada al compromiso de las protagonistas y al dictamen de los lectores, «Votemos».

Aún queda otro tipo de capítulos en El tiempo de las moscas, el que prescinde del narrador para exponer los hechos a modo de diálogo, como en el género teatral. Con esto la narración adquiere inmediatez y agilidad, al tiempo que conmueve al lector. Nos sentimos identificadas con Inés, con la Manca, con todas, porque en algún momento y en ese instante compartimos su destino. Podemos ser vulnerables a los manejos del hombre, podemos ignorar la llamada de la amistad, de la maternidad, de la conciencia de clase, podemos sentir nuestros conflictos latiendo con los de ellas, con los de Laura, con los de Timo.

Claudia Piñeiro remueve conciencias y no juzga, al menos no juzga a las mujeres, ni a las que han robado, ni a las que han asesinado a otras mujeres.

Claudia Piñeiro parte del asesinato de una mujer, moralmente ambigua, a manos de otra mujer, socialmente amoral, para abordar el conflicto universal de las pasiones humanas. No cabe duda de que los lectores experimentamos cierta tensión hasta llegar a una liberación final, una catarsis que también va dirigida a las protagonistas, que son capaces de eludir el destino. Al menos por ahora.

miércoles, 22 de febrero de 2023

ENCARGO

Berta Marsé es una autora de relatos, no he leído ninguno pero sé que ha obtenido el reconocimiento del público y de la prensa por ellos. Creo que Encargo es su primera novela y, ante todo, he de decir que la narrativa es impecable.

La historia comienza in medias res cuando la protagonista debe afrontar un ejercicio programado en un taller de escritura creativa. Se anima a escribir la escena y lo hace con interés, sin embargo lo que escribe no es ficción sino todo lo que ocurrió «Aquel día (9 de junio de 2013)», cuando tras cinco años desaparecida regresó la que todos consideraban su mejor amiga. Su única amiga. La protagonista, Desi, cuenta su vida durante el tiempo que Yesi no estaba.

No se puede decir que sintiera su ausencia ni que se alegrase por ello; sí pudo respirar con tranquilidad porque por fin su madre dejó de ponérsela como ejemplo. Desi nunca pudo ser Yesi, ni parecerse a ella físicamente ni realizar con éxito todas las actividades (múltiples y variadas) que emprendía. Desi era una niña normal que no destacaba ni en casa ni en el colegio. Siempre rodeada de mujeres fuertes, emprendedoras, su madre, la madre de Yesi, su abuela… Solo ella era diferente. 

Cuando leemos la situación podemos entender la angustia de Desi, una niña adoptada que se sabía el centro de todas las comparaciones, lo que la llevó a un aislamiento total con el que disfrutaba de cierta paz, «…con tal de no estar más tiempo en línea, expuesta al escrutinio del grupo. Volví a silenciar el móvil y me atrincheré en mi habitación».

Sin embargo, hay algo en la narración que me hace sospechar cierta relación entre ellas, aunque Yesi no se pronuncie y Desi intuya hostilidad en todo momento: «Nunca fuimos uña y carne. Puede que uña y astilla». Puede que sea la actitud final que mantienen, una postura en la que ambas saben qué quiere la otra e interactúan para conseguirlo. Puede que esté equivocada y la única relación existente estuviera presidida por la rivalidad o la envidia. Puede ser, pero la explosión desordenada de los recuerdos infantiles, el regreso de Yesi tras cinco años desaparecida, el presente de Desi, que no influye en la trama de la novela, a lo mejor me han llevado a cierta confusión de sentimientos.

No entiendo cómo las madres las veían como amigas. Hay muchas clases de amigos, incluso los falsos, y cumplen un papel determinante tanto en la realidad como en la literatura, donde suele funcionar bastante bien la asimetría. En ocasiones las vidas transcurren de forma independiente pero los amigos se aferran a puntos en común para poder crear anécdotas con las que reafirmarse como personas. En el caso de Yesi y Desi la asimetría no lo es tanto, de hecho nacieron el mismo día, estudian juntas y sus madres son amigas. Sus vidas avanzan por el mismo camino pero ninguna se apoya en la otra ni muestra interés por lo que le sucede a su vecina. Yo diría que su relación está marcada por la indiferencia. El problema de Desi es que su madre la obliga constantemente a recordar a Yesi, por lo tanto la fuerza a tener presente su fracaso «Ya sé que ese virus maldito te ha hecho perder la convocatoria, tu madre me lo comentó el otro día, pero yo que tú no me preocuparía demasiado. Conociéndola, estate segura de que te conseguirá ese aplazamiento».

Desi es un ser solitario, acomplejado, dolorido por el constante reflejo en que la han obligado a mirarse desde pequeña; por eso su única salida es el aislamiento. Ante el trastorno de bulimia al que, desde niña, se ve abocada por la situación, no pide ayuda, pero es que su madre no se ha percatado, a pesar de dar muestras evidentes en casa; la madre de su supuesta amiga tampoco. El problema de Yesi es otro y, por afán de figurar, los adultos responsables de ella lo fomentan.

Algo me falta en la relación entre Desi y Yesi para conocerlas; algo que no tiene que ver con ellas sino con sus padres y con quienes las rodean «Bajo el foco de la prensa sensacionalista, el barrio no tardó en sucumbir al amarillismo».

Las dos chicas se evaden de la sociedad como pueden aunque no quede del todo claro en la novela. El vínculo al que se ven abocadas es falso y doloroso. No hay complicidad entre ellas en ningún momento. Tampoco entre sus padres a pesar de pretender saberlo todo sobre los otros. ¿Por quién se alegra la madre de Desi cuando Yesi aparece? «¿Te lo puedes creer? ¡Es un milagro!».

La trama de Encargo transcurre en la cárcel y la historia es contada por Desi. Conforme vamos leyendo tenemos la certeza de que ninguna había supuesto una red de seguridad para la otra pero tampoco una amenaza real porque ambas han soportado una dolorosa presión desde el principio de sus vidas que las ha llevado a fracasar como personas. Pero me ha faltado algo con qué poder conectarlas. No he empatizado con la pareja literaria Yesi-Desi. Da la impresión de que cada una ha tenido su espacio en la novela y cuando se juntan es para poner punto final a cualquier habladuría sobre su supuesta amistad. Para poner fin a su actuación en la sociedad.

Berta Marsé intenta alertar sobre lo que demasiado alegremente se llama amistad en una realidad en la que priman modelos impuestos, sobre el dolor de quienes se alejan de esos modelos, sobre el sufrimiento de los que obligatoriamente han de ser espejos de triunfo para los demás, sobre el resentimiento de aquellos que se sienten fracasados. Son personas tristes cuya desesperación puede llevarles a cometer actos contraproducentes sobre todo para ellos mismos.

Encargo es una novela de mujeres, Desi, Yesi, las madres, la abuela, la profesora del taller de escritura, las encarceladas… pero no conectamos con ellas, no hay sentimiento de grupo, de complicidad, de empatía, de odio visceral; no son decisivas para el desarrollo de la trama. Desi podía haber seguido en su casa, en vez de estar en la cárcel y el final habría sido el mismo. No hay tensión en ningún lugar.

Creo que Berta Marsé escribe bien pero a esta novela le faltan algunas páginas para descubrir por nosotros mismos cómo fue la desaparición de Yesi y cómo será el futuro de Desi.


Su perfil sociológico corresponde al de una minoría dentro de una minoría dentro de otra minoría, y así hasta el final del informe de la Junta de Tratamiento […] Que Desi siempre ha apuntado maneras. Que ante las situaciones de alto riesgo […]: no darse a conocer.

Si yo hubiese estado comparada constantemente tampoco lo haría.

miércoles, 15 de febrero de 2023

EL OJO DE POLIFEMO

Parece que la última novela de Juan Ramón Barat será la primera de una saga que, aunque se le pueden ver puntos en común con la de Daniel Villena, se aparta de lo sobrenatural para entrar de lleno en el mundo real.

Samuel Herrera es el único hijo del policía municipal Lucas Herrera y la agente de seguros Ester García. Su mayor problema, además de que ha suspendido tres asignaturas al terminar 4º de ESO, es que se aburre: en el instituto porque las clases funcionan más despacio de lo que le gustaría y en casa porque lo tiene todo. Pero la muerte de una tía abuela se llevará a sus padres a un pueblo de Galicia durante tres semanas, dejándolo a cargo del hermano de Ester, el detective Juan Domingo García. Un soltero con verdaderos problemas económicos, sin ganas de responsabilidades familiares, que acepta cuidar de Samuel porque, «los doscientos euros […] para comer, que te conozco. Nada de precocinados ni de comida basura […] le vendrían como anillo al dedo para sobrevivir un par de semanas».

El ojo de Polifemo es una novela policíaca en la que los protagonistas, un adolescente y su tío, comienzan la trama buscando a un desaparecido y terminan colaborando con la policía en la resolución de varios asesinatos y el robo de un diamante valiosísimo.

El autor desarrolla en esta novela una apuesta, usual en su obra, por la cooperación, el respeto y la cultura, algo que choca irremediablemente con la creciente competitividad que determina nuestra realidad. Esta novela de Barat manifiesta, como toda su literatura, el afán por destacar la dignidad humana y por conseguir una sociedad más justa y solidaria; pero por encima del fin didáctico está el estético y el placentero. El ojo de Polifemo no es moralizante; el relato, emocionante y con bastantes dosis sentimentales, mantiene la atención y la tensión del lector, al tiempo que invita a ponerse en el lugar del otro. Leyendo la historia, los jóvenes pueden llegar a sensibilizarse para poder cambiar de actitud en determinados momentos. No supone una lectura plana sino que nos adentra en un mundo inquietante lleno de aventuras diferentes que marcarán las vidas de los protagonistas.

La trama termina a finales de agosto. No sabemos si Samuel aprobará las asignaturas pendientes. No sabemos si Juan Domingo cobrará sus honorarios. Eso no es lo importante. Ambos se han fortalecido como personas y como equipo.

El verdadero problema de Samuel no se resuelve, pero durante tres semanas su vida girará básicamente en torno a su actuación como detective privado junto a su tío. El punto de vista predominante es el del adolescente, que muestra la sociedad donde le gustaría vivir: dinámica y justa; una sociedad que premie a quienes se esfuercen y sepan conseguir lo que quieren


Si no recuperamos el diamante, usted no nos habrá pagado nada y habremos trabajado gratis pero si damos con él, pagará el doble de lo que había previsto […]

—¿Cuántos años tienes? —preguntó el empresario

—Dieciséis

[…]

—Me parece justo


En el argumento de El ojo de Polifemo no vamos a encontrar actitudes paternalistas, el chico se mueve en los márgenes de las emociones, de la creación y de las equivocaciones. Hay todo un espacio cotidiano en el que la intuición es fundamental, pero también la experiencia, así como la razón y la imaginación. Por eso, probablemente, la pareja tío despreocupado-superviviente y sobrino inteligente-acomodado es buenísima para crear situaciones divertidas, admirables o misteriosas


—Los teléfonos fijos tienen memoria —informó tranquilamente Samuel— Basta con saber apretar la tecla correspondiente. Este es el último número al que llamó Damián romero…

Juan Domingo contempló a su sobrino con ojos de pasmo.


En ambos protagonistas hay grandes dosis de tolerancia y vulnerabilidad. Los dos valoran la igualdad, los dos apuestan por la honradez aunque no descartan el engaño para conseguir sus propósitos.


Samuel se enfrenta a la vida actual y descubre, con su tío, la preocupación por lo económico y la libertad de actuación frente a la sobreprotección paterna. Entre los dos se revalorizan como personas porque se desenvuelven en un mundo en el que la avaricia y la corrupción se han instalado. Ellos no apelan a la compasión sino a la justicia y al análisis crítico. Ante esto, los lectores se encuentran, a partir de la experiencia lectora, con una aventura gratificante pues pueden formarse una representación mental con las hipótesis planteadas y las interpretaciones de los personajes. Lógicamente el mundo referencial de Samuel se amplía considerablemente, algo que agradecerán los jóvenes pues la novela supondrá para ellos una proyección del mundo de los adultos. Samuel actuará como Juan Domingo durante casi un mes y a sus problemas escolares añadirá una serie de crímenes por resolver y un diamante robado por encontrar. Acompaña a su tío a hablar con los sospechosos, vigila hasta altas horas de la noche y resulta tener tantos recursos o más que Juan Domingo para poder descubrir a los culpables.


Ante el chico aparece, de pronto, un modelo a seguir que lo introduce en el riesgo de la aventura y en el razonamiento de la resolución. Entre los dos surge una relación de camaradería, aceptación y respeto, algo fundamental en una agrupación para acometer cualquier empresa.


El ojo de Polifemo es un buen libro para que los adolescentes vayan dejando atrás la literatura infantil y se enfrenten a una literatura de adultos. El género policíaco constituye una transición más que adecuada pues el protagonista, al afirmar su identidad, impulsa a que el lector lo intente a su vez.


El acercamiento a la novela de Juan Ramón Barat supone entrar en una multidisciplinariedad que abarca desde la didáctica a la lengua, pasando por la psicología y sociología, todo desde el humor,


—Calla, bobo. Se trata de granjearme su simpatía… En latín se decía captatio benevolentiae, ¿entiendes?

—Si me hablas en cristiano mejor.

—Ya. El problema es que los jóvenes de hoy en día no estudiáis latín… y así nos va.


La desigualdad social es el asunto preferido por nuestro autor para el empleo de la ironía. Esto hace que desde el primer momento los jóvenes desarrollen una total empatía con el detective arruinado


—… te invito a cenar en una pizzería. ¿Qué me dices?

—¿Napolitana?

—O cuatro estaciones. La que quieras.


No cabe duda de que el plano juvenil interactúa con el literario. En el mundo ficticio que crea Barat se mantiene una cronología lineal y cierta unidad temática, por lo que, a pesar de que nos encontramos con algunas historias secundarias, como las de Clotilde, los asesinatos o la relación que se inicia entre Andrea u Samuel, en general predomina la sencillez estructural lo que, unido a la corta longitud de los capítulos, favorece el mantenimiento de la atención de los lectores.


Además, en dos ocasiones, los protagonistas recrean una recopilación de hechos, fundamental para que no nos quede ningún cabo suelto.


Empezar una novela de Juan Ramón es saber que vas a vivir una aventura pues quedas atrapado en las primeras líneas con la convicción de que acompañarás al protagonista hasta el final (¡que no es sino el comienzo de otra!).

viernes, 10 de febrero de 2023

SUPERSAURIO

Otra novela que agradezco a la Concejalía de Juventud de Cartagena y su Proyecto Mandarache. No conocía a la autora, Meryem El Mehdati, entre otras cosas porque creo que es la primera que escribe, así que una vez terminada Supersaurio, entré en internet para saber algo más de ella. Me han sorprendido varios aspectos; el primero, su juventud, aunque por la forma de escribir, intuía que no debía tener más de 35 años. Efectivamente, nació en 1991. El segundo es la habilidad mostrada para escribir una primera novela, con una frescura y un ritmo increíbles. Más de trescientas páginas que no se hacen pesadas en ningún momento porque la variedad de recursos es abundante. Las frases cortas, en presente, son empleadas en repetidas ocasiones lo que aporta agilidad e inmediatez a la narración: «A su lado Omar cambia su peso de pierna. Se lleva su vaso a los labios, da un trago. Es whisky. Aparto la mirada, siento que estoy viendo algo privado, algo íntimo. […] Sudo en mi ropa…». Pero también abunda en su estilo la falta de signos ortográficos, a veces durante todo un capítulo; con esto consigue el extrañamiento en la lectura y la necesidad de volver atrás; además la falta de puntuación aporta cierto absurdo a la situación y ayuda a poner en entredicho normas que se dan por aceptadas socialmente, como las campañas ecológicas que la gran mayoría afirma seguir pero en realidad no son tantos: «que por qué no puede ponerme lo que me ha puesto en el vaso de papel en el termo acaso no sabe que así…».

El vocabulario es absolutamente coloquial con expresiones de diferentes jergas: juvenil, «Entro en el modo ahorro»; actual-política, «Soy una persona bio»; machista descalificadora, «no conozco a muchos tíos que no tengan una ex que esté o estuviese loca»; expresiones usadas en las plataformas audiovisuales actuales, «cambia las contraseñas de Netflix y de Amazon Prime»; imprecaciones de las conversaciones habituales, «—Coño, de ella pero las compartíamos» «una idea tonta de cojones»; cambios en la normativa ortográfica para semejar organizaciones en direcciones de internet «…treinta y tres terrones de azúcar, todos para mi body, sinazucar.org que reviente»; expresiones comparativas con situaciones de la vida diaria, «me hace ir como una moto el resto de la jornada»; terminología del ambiente laboral «el discurso de la meritocracia y el trabajo duro están en mi ADN»; anglicismos utilizados de forma habitual «¿Por qué cobra más un business assurance manager que la cajera de un supermercado?»; sinónimos referenciales que van graduando las sensaciones para reforzarlas, «a mí las dificultades me producen angustia, fatiga o hastío»; adjetivos autoimpuestos que logran despojarla de sentimientos, «cuando llego a casa me siento drenada»; expresiones crueles con la propia narradora, para reflejar la hostilidad hacia el interlocutor que, por hiperbólicas, son tomadas de forma humorística por el lector, a pesar de que reflejan el estado de impotencia en que se encuentra, «Preferiría que me atropellase un taxi con la COPE al tope de volumen que firmar un solo correo como gestora de talento»; escritura que refleja en su forma el significado de la palabra «des  pa  ci  to»; onomatopeyas que acercan al lector a la situación, «pasar la tarjeta de mi jefe fssshhh fssshhh»; transcripción de fonemas como palabras «10:34 a eme»; maldiciones para contrarrestar el malestar de las mujeres cuando los hombres se sienten con derecho a alabarle a una chica su físico sin importarles humillarla «Me dijiste “qué tetas” y me sonreíste como si compartiéramos un secreto. Ojalá te dé un ictus antes de llegar a donde sea que estés yendo, ojalá te atropelle un camión y te haga papilla a mis pies. No vuelvo a ponerme esa camiseta en la vida»; expresiones en árabe de las que, por la conversación, entendemos su significado y términos usados en las redes sociales, con el inglés como lengua materna, «…abro mi perfil de Tinder hago match con Iván 28 fucking delusional man living the room emoji de bandera de España emoji de bandera del Reino Unido emoji de jarra de cerveza emoji de machanguito corriendo».

En fin, diversidad de recursos, pluralidad de enunciados que acercan la lectura a todo tipo de lectores; indudablemente los más jóvenes se verán reflejados no solo por la estructura formal de la novela sino también por el contenido.

Otra sorpresa, tras buscar a la autora, ha sido encontrarme con una novela antigénero. En realidad Supersaurio representa, más que una antificción, una autoficción novelada. No cabe duda de que es una novela del yo. La novela está protagonizada por Meryem, que como la propia autora «Nací en los 90». Asimismo vive en Puerto Rico (Gran Canaria), escribe fanfiction, le gusta el café y los donuts y el agua con gas.

Cuesta separar a autora y protagonista pues, aunque todos sabemos que no son lo mismo, Supersaurio es toda una declaración de intenciones. Escrita a modo de diario, aunque por meses que no especifican el día. Los capítulos van numerados, desde el 1, en cada parte, excepto los Fandom intercalados.

Dividida en tres partes, que cuentan la vida de Meryem a los 26, 27 y 28 años. Su entrada en la cadena de supermercados Supersaurio como becaria en la Primera parte, como parte del grupo de personal externo en la Segunda y como parte del equipo directivo en la Tercera. Esto la lleva a dudar de sus propias convicciones porque pasa de sentirse totalmente ninguneada y explotada a tener a su disposición una becaria con la que actúa de forma similar a como lo hicieron con ella. El sistema te atrapa y es imposible ignorarlo pues el dinero es primordial.

La novela es, en realidad, una crítica a la sociedad que les ha tocado vivir a los jóvenes, las dificultades para encontrar un trabajo, para poder valerse sin la ayuda de los padres, para intentar llevar una vida que se ajuste a las expectativas sociales, familia, hijos, trabajo, casa… cuando la vivienda tiene precios exagerados, los trabajos no son estables y están mal pagados y las familias pueden ser diferentes a como lo eran porque también las identidades como persona han variado. En este nuevo mundo traer hijos puede suponer, en ocasiones, una verdadera odisea a la que no todos pueden hacerle frente. Meryem sabe de lo que habla, pues ella además de estos condicionantes tiene el de su nombre. A pesar de ser española y haber nacido en Gran Canaria, sus padres son emigrantes, algo que la va a llevar a no sentirse perteneciente a un grupo en concreto.

El problema de la emigración también se trata en Supersaurio aunque lo más destacado es la dificultad de ser mujer en una sociedad que no se llama machista pero aún tiene mucho camino por andar. El Mehdati expone un mundo algo tópico y exagerado pero con un fondo cierto «¿cómo evitas ahogarte cuanto tienes una hipoteca tres niños y un minivolumen con una persona a la que detestas? Mejor darle la chapa a la pobre idiota que no ha podido evitar coincidir contigo en el ascensor. Otro puto lunes aquí»; la gran mayoría de personas no disfrutan con su trabajo, no son felices porque no han querido claudicar a sus principios y por lo tanto no han podido integrarse o se han integrado y sobreviven a costa de haber renunciado a sus aspiraciones.

La sociedad se muestra más amigable, más divertida, más tolerante que en otras épocas pero siempre hay límites ocultos que solo percibes si eres joven, si eres joven de familia trabajadora, si eres joven, mujer de familia trabajadora, si eres joven, mujer, emigrante de familia trabajadora. Entonces es cuando puedes percibir el odio, la tristeza, la incomprensión, la humillación y la falta de respeto hacia tu persona. Meryem El Mehdati nos lo recuerda con cierto humor pesaroso.