domingo, 28 de noviembre de 2021

TE PARECERÁ RARO

Resulta complicado, más que en otras disciplinas, separar el arte de lo propiamente académico en literatura, sobre todo porque, como cualquier artista, el escritor se permite soslayar algunas de las normas que presiden el lenguaje no literario. La literatura es, ante todo, la garantía de que el lector disfrutará con el libro. Hay novelas que no enganchan y no presentan objeciones en su estilo purista, pero no proporcionan el placer que busca un lector cuando comienza la lectura. Todos sabemos hablar, más o menos, aunque no todos conseguimos que nos escuchen, que nos lean. Si a este contratiempo le sumamos el de hablar o escribir sobre mujeres, el asunto se complica aún más; de hecho es difícil aislar, para una mujer, la postura personal de otras más o menos asentadas que marcan enseguida la escritura femenina.

Rosa Sanmartín desecha la norma con la que se transcriben los diálogos, es decir, a una pregunta no contesta una respuesta del aludido sino que da paso a un narrador omnisciente al que se le suman otras voces narrativas en 1ª o 2ª persona, casi siempre de mujer


—¿No puedes ir a la playa con tus amigas? Si tienes una al lado de casa.

Es que la otra es diferente. Es la de cuando niña […] de eso hace mucho, pero Claudia se acuerda […] De sobra he pasado el ecuador de mi existencia  […] Pero ella tiene que hacer su vida.

Tampoco le interesa el modelo femenino que crearon los hombres para exhibir a una mujer sin profundidad, ni el de la nueva heroína, independiente, trabajadora, triunfadora, fuerte, que teme constantemente estar en el bando de los débiles, la que cultiva su mente con la misma precisión que su cuerpo para dar la imagen fresca y resolutiva que la sociedad requiere de ella, porque ya no vale escudarse en el hombre; hemos pasado de no tener recursos económicos a cargar con nuestra vida y la de quien haga falta.

Nuestra autora sabe que esto no es así, que entre la mujer dócil y nada problemática y la rebelde y poderosa hay muchas más. Estas son las que aparecen en Te parecerá raro. Mujeres que manejan el timón ayudadas por hombres que las quieren y confían en ellas, «De la necesidad no surge nada hermoso». Porque es difícil enfrentarse a la vida solo sin caer en la depresión o la angustia.

Creo que el libro de Sanmartín es como ella, posfeminista: no se limita a apoyar a las mujeres sino que se alza en defensa de las minorías sexuales, víctimas del poder hegemónico. Este fundamento apareció en Cuando la vida te alcance y reaparece en Te parecerá raro. «La puerta se abre. Agustín va acompañado y Claudia sonríe. Besa a Ernesto».

La novela es totalmente actual porque el tema no pasa nunca de moda; todo gira en torno al amor y la muerte. Son cuatro historias, o cinco, diferentes. Son historias de amor, en las que el desamor está implícito. En la de Daniel y Paloma la muerte de un hijo se encarga de desorganizar al resto de familiares. En la de Verónica y Mario, el miedo a perder a su única hija consigue desestabilizar a la pareja. En la historia de Laura y Félix el temor a no estar a la altura, a defraudar al otro casi da al traste con la relación. En la de Claudia y Dani, un comienzo fatal puede destruir un posible futuro para ellos, y en la de Agustín y Ernesto, el miedo a perder lo construido en la intimidad no permite sacar a la luz el amor que se tienen. Estas cinco historias de amor se relacionan por medio de la muerte. Y aunque haya dolor en ellas, lo destacable es la pasión, los sentimientos que nos empeñamos en sepultar y que por fin soltamos para experimentar un reenamoramiento.

Los protagonistas parecen ser Claudia y Dani, que acaban de enamorarse cuando un accidente les trunca el futuro, pero ahí están Verónica y Mario, y Daniel y Paloma, y Agustín, y Laura y Félix que, como el eje de todos ellos, no permiten que la muerte vuelva a desbaratar familias, «Qué ingenua. Había querido proteger a sus hijos y siempre le había salido mal. ¿Era ella o era la vida?» Indirectamente, no consentirán que se interrumpa el erotismo que renacía, tímido, en una pareja «A Mario le gustaba verla desnuda. Casi es lo que más, lo que más le excita. Hoy lo está. Mucho. Como hacía tiempo».

Laura y Félix han estado siempre. Se querían aunque, por causas del destino, se separan. También el destino, tras hacerles recorrer un largo camino de sufrimiento, les permite experimentar una anagnórisis para que vuelvan a encontrar su verdadera identidad. Este reconocimiento va acompañado del cambio en la fortuna del resto de personajes. Como en una cadena de favores el estado de unos repercute en el de los otros, personas normales que han sufrido por diferentes razones pero aprenden a afrontar la vida con entereza, aportando cada uno heroicidades casi idílicas, de ahí que en la novela aparezcan, diseminados, retazos líricos, «odia la noche, odia lo oscuro, odia el negro. El negro que se cernió sobre ella una tarde perfecta de un día perfecto. Se quedó en oscuro».

Te parecerá raro es una novela de ambición asimiladora que desafía cierto impulso a la unidad que plantea; frente a la linealidad del relato, se incrementan las posibilidades narrativas. La manera en la que la escritora presenta a los personajes podría tratarse de cinco comienzos, el de cuatro parejas y el de un chico unido a su familia temeroso de perderla y quedarse solo. Hasta que decide dar el paso. Curioso, tanto dolor oculto. Estamos ante una novela que cuenta diferentes historias que son solo una. Curioso, tanto estallido de sentimientos.

El lector es capaz de ver el texto como una mediación en su relación con Rosa Sanmartín y a la vez como un campo de juego en el que las narraciones aparecen inacabadas para reagruparse en la declaración final de intenciones de la autora, «Detrás de cada persona, hay una vida; hay un antes. Por qué tanta tristeza, […] Por qué y para qué […] qué corta para pasarla llorando».

La trama está creada desde un enfoque múltiple en el que cada personaje tiene una visión parcial de lo ocurrido, de esta forma los lectores percibimos la realidad tal como es, diferente para cada uno de nosotros y diferente en la historia. No todos los personajes conocen la verdadera historia de los otros, el lector tampoco ya que el narrador cambia; a veces recuerda los diálogos de los personajes y los expone en forma de diálogos internos que le aportan cierto autocontrol ante la situación reflejada. Pretende ser narrador objetivo y dar mayor importancia al personaje (que lucha por reforzar la memoria y regular su pensamiento). Quiere ofrecer un discurso mimético para que el sujeto cognitivo de los protagonistas aparezca en el discurso narrativo de manera dispersa: «Demasiado perfecta esa familia. Démosle un escarmiento, pareció decidir la vida. Y les quitó a Manuel, el hijo mediano. El que quería jugar al fútbol. Hijo, si eso es de ricos; nosotros, pues no. Venga, parece que no tengamos dinero».

El estilo varía a lo largo de la novela, a los diálogos interiores, pensados, se unen diálogos de forma directa con los que el relato adquiere la naturalidad de la inmediatez y la expresividad del dramatismo, al dejar las palabras a un interlocutor para que las interprete


—Que no hables así, Paloma. Que los niños…

—Delante de los niños no digo palabrotas.

—¿Cómo que no?

—¿Cuándo has oído tú a los chiquillos decir alguna?

—Nunca –Ya había caído en la trampa de Paloma…

Y al narrador en tercera persona se une el monólogo interior, en primera y en segunda personas, cuando el narrador renuncia a negociar y aporta cercanía a lo ocurrido pues lo iguala al tiempo de la actividad mental. El deíctico “te” añade la subjetividad del dolor; el pensamiento, rápido, se adelanta a los sucesos, interrumpiendo la coherencia con escasos conectores que formulan el proceso egocéntrico del personaje «Buen intento por engañar a tu cerebro, aunque él sabe cuál es tu estrategia, sabe jugar muy bien a ese juego que te acabas de inventar […] Se apodera de ti y de tus miedos […] se meterá dentro de ti, te martilleará con imágenes que no quieres ver».

Loa personajes informan al lector, mediante diálogos o monólogos, de sus sentimientos, intercalados en la tragedia de lo cotidiano. Todos pasan por ella, a unos les afecta más que a otros, o de distinta forma, pero el amor está ahí para todos, capaz de vencer cualquier contratiempo.

Aunque los protagonistas son de ambos sexos el punto de vista dominante es el de la mujer, es la que dota a la historia de perspectiva, es la que más cambios sufre durante la trama, es la más afectada. La sensibilidad de Rosa Sanmartín está en la novela. La indecisión. El miedo a que la relación padres e hijos, construida desde lo más profundo del corazón se rompa por la mayor de las desgracias. El miedo a un futuro que ya no lo es, a vivir en un presente de permanente vacío. La seguridad en el amor. Bello mensaje.

domingo, 21 de noviembre de 2021

EL NAVEGADOR DE CRISTAL


Antes de comentar este libro quiero, por supuesto y una vez más, agradecer a Babelio la labor tan fantástica para acercar la literatura a todo el mundo. Conseguir que editoriales de todo tipo se sumen a la empresa es un logro y conseguir la alta participación que obtiene en sus “Masas Críticas” un logro aún mayor. Me gusta leer casi de todo tipo de géneros, aunque la literatura juvenil nunca me ha llamado la atención (a pesar de que yo me inicié en la lectura a través de Enid Blyton). Esta vez, sin embargo, postulé por un título que resultaba interesante, y más el resumen de la contraportada. Todos los libros recibidos de Babelio me han gustado.

En realidad este es un género polémico; los lectores a quienes va dirigido son demasiado maduros para la literatura infantil (que mejora por días), pero hay una parte de adolescentes que no está preparada para enfrentarse a la literatura sin etiquetas, bien porque no le guste leer, bien porque el nivel de comprensión es aún limitado a la hora de interpretar mensajes que no se expongan de manera directa. Es lógico, por lo tanto, empezar por lo básico para salvar las posibles dificultades de apreciación. Desde este punto de vista, la literatura juvenil es buena, aunque creo que debe ser leída el menor tiempo posible para que la mente vaya madurando de forma adecuada.

Hecha esta reflexión, me enfrenté a El navegador de cristal con expectativas muy altas, por el argumento y la autora, pero me he llevado alguna desilusión.

La novela es totalmente de ficción; su protagonista, Lucy, algo acomplejada por no poder enfrentarse a una exposición oral ante sus compañeros de clase, entra en su particular país maravilloso en el que, con ayuda de un Navegador y un perro espacial, Wilbur, puede viajar a la época renacentista para conocer a Sandro Boticcelli, Leonardo da Vinci, Jacopo da Pontormo, Miguel Ángel Buonarotti y Vincent Van Gogh.

Los autores permitirán que entre en sus casas y en sus cuadros para explicarle los detalles que no entendía e, incluso, tendrán en cuenta los consejos que, una vez va recuperando la confianza en sí misma, se atreve a darles.

Los pintores son algo excéntricos y entran en este cuento de fantasía para conseguir que Lucy adquiera la capacidad de hacer volar su imaginación. Desde el sueño, la protagonista se apoya en Wilbur para volar por diferentes países, aunque deberán tener cuidado porque el Navegador puede fallar, si no tiene el cristal adecuado, y dejarlos en una tumba del Egipto faraónico o en los Alpes, mientras Aníbal intenta pasarlos con sus elefantes, «Lucy se lanzó al cielo estrellado con Wilbur en sus brazos y el Navegador agarrado en la mano».

La historia de Nancy Kunhardt Lodge propone la iconografía como algo fundamental en el arte, el porqué de la obra, los símbolos ocultos en el cuadro, las características de la pintura, el temperamento del autor… Este conjunto es lo que aporta la verdadera personalidad a la creación «—Siempre pinto retratos a la luz de las velas porque crea sombras hermosas, bordes suaves y misterio».

Es decir, el principal objetivo de la autora es que los chicos puedan escapar a la realidad para forzar la mente a descubrir otras posibilidades «—Vivimos a dos universos de aquí en un planeta llamado Wilwahren. Es un Jardín de Ideas. Allí no se mide el tiempo». Desde esta premisa, la realidad de la narración, formada por conceptos familiares al lector como son los amigos o los profesores del colegio, queda engarzada en la fantasía del viaje; de esta forma los preadolescentes a quienes va dirigido El navegador de cristal, aunque no creen ya en perros voladores sí disfrutan con las aventuras que, indudablemente, abren la puerta de la ciencia ficción. También es cierto que, en este sentido, el vocabulario puede prestarse a confusión ya que junto a términos científicos y técnicos hay palabras inventadas, por lo que puede resultar una ambigüedad, que probablemente resulte atractiva para los lectores.

La aventura pretende diversión, no cabe duda, pero el segundo objetivo de Nancy Kunhardt es didáctico, quiere que los jóvenes aprendan a amar el arte, «—…Nunca he visto algo así. Ves la grandeza y los colores brillantes del mundo y esa es la diferencia con respecto a cualquier otro artista».

El narrador, en tercera persona, es interno aunque adquiere el punto de vista de Lucy, por lo que abundan los registros de pensamiento en conductas que, con la ayuda de su “guía” Wilbur, desencadenan pensamientos alternativos. Wilbur pone a prueba la percepción y el razonamiento de Lucy, quien en los diálogos que mantiene con los artistas descubre que son víctimas de problemas parecidos. La niña puede, entonces, ponerse en su lugar y hacerles ver por qué son especiales, «Si fueras una de esas personas normales […] no serías capaz de pintar como lo haces […] Es bueno para tus cuadros que no seas una persona común».

El navegador de cristal ayuda a los lectores a que construyan un yo mejorado en relación con los sentimientos hacia los demás y hacia uno mismo, porque muestra cómo liberar las ansiedades generadas a los 11 o 12 años, por eso, a la vez que Lucy fortalece su autoestima, el perro Wilbur se debilita, aunque ella no lo sepa ya no lo necesita: «Su cabeza yacía temblando en el pecho de ella».

Es importante estimular la mente; la autora lo sabe y para establecer un paralelismo entre el mundo real y el imaginario, utiliza el Navegador, metáfora general para el mundo de las ideas. Pero al argumento le falta algo de gancho, la narración, lenta, recobra fuerza en los diálogos entre Lucy y los artistas, aunque por poco tiempo, ya que estos aceptan sin objeciones las sugerencias de la niña. El resultado no es creíble, Lucy convence fácilmente por lo que la intriga de qué ocurrirá, desaparece: «—Creo que sé cómo arreglarlo […] si de repente apareciera él, al verlo sus ojos se le llenarían de amor y brillarían, Leonardo asintió».

En El navegador de cristal faltan, en general, ambientes inquietantes; no se pueden solucionar todos los problemas en un momento, sin esfuerzo, porque la lectura pierde emoción. Tampoco Wilbur se enfrenta durante el viaje a verdaderos antagonistas que resalten los conflictos.

Lucy vive una historia en la que su búsqueda de la autoestima apenas tiene impedimentos. Todos los que se encuentran con ella empatizan de inmediato y ante la menor contrariedad que surge a los protagonistas pueden escapar sin dificultad, dejando sin resolver temas que precisamente Nancy Kunhardt, doctora en Historia del Arte del Renacimiento, podría haber tratado más extensamente, enriqueciendo el argumento con elementos misteriosos que hicieran de este Navegador un inolvidable viaje por los siglos XV y XVI.

domingo, 14 de noviembre de 2021

ARDORES DE AGOSTO


Llevamos ya diez aventuras de este comisario siciliano, por lo que a estas alturas poco se puede añadir a los comentarios anteriores. En Ardores de agosto llama la atención el título, un juego de palabras de doble sentido, que podemos entender tanto de forma literal, en el aspecto climático, como implícita, en el aspecto sexual. Esta dualidad se mantiene a lo largo de la novela y Salvo Montalbano se ve asediado constantemente por el calor insoportable de finales de verano y el profundo deseo que le trae el final de la madurez.

Como en las novelas anteriores, la realidad está detrás de la historia de Andrea Camilleri: fraudes inmobiliarios en connivencia con las familias que forman una mafia intocable «la empresa Ribaudo de Vigàta […] Materiales entregados sin factura, fraude del IVA, manipulación de los libros de contabilidad…».

Los personajes son asimismo un retrato de las personas de la época, con sus defectos y virtudes, algo que contrasta con la fantasía que se desprende de los diálogos, donde el humor y la exageración aportan un ritmo vertiginoso a la lectura. Cada nueva entrega conlleva una mayor complicidad entre sus protagonistas. Está claro que han ido creciendo juntos, Fazio sigue acumulando datos de los sospechosos a pesar del enojo que le provoca a su jefe, aunque ya ejerce, sin problemas, de conciencia del propio Salvo,


Luego se levantó, se despidió de Adriana […] Pero antes de salir miró a los ojos del comisario

—Dottore, piénselo bien antes de decir definitivamente que sí.

Algo que se mantiene intacto, desde el comienzo de la saga, es el enfrentamiento entre Montalbano y sus jefes, por lo que el comisario les pondrá cualquier trampa que se le ocurra cuando necesita su atención,


¿Ocupado? Y un cuerno. Aquel grandísimo cabrón quería hacerse de rogar […]»

—Soy el ministro plenipotenciario […] Páseme urgentemente al dottor Arquà.

La obsesión sexual del fiscal Tomasseo está tratada superficialmente, por lo que abundan las bromas hacia su comportamiento con las mujeres que, aunque hoy lo tomaríamos como acoso, en la Italia profunda, aun del siglo XXI, no pasa de ser una ofuscación sin peligro.

El casi esperpéntico forense Pascuano, que no tolera que lo importunen, se revuelve cuando no lo requieren con urgencia; Salvo, que lo sabe, juega a su favor


—Montalbano, ¿se encuentra bien?

—Sí ¿Por qué?

—Como esta mañana no me ha tocado los cojones, estaba empezando a preocuparme […] o la mataron sobre las seis…

Está claro que las conversaciones aportan un tono ligero, al que contribuyen las actuaciones grotescas de Catarella, las inconvenientes ocurrencias de algún personaje inculto «pegó una carrerilla y se dio un fuerte cabezazo contra la puerta cerrada del despacho» o las mentiras del propio comisario para conseguir que hablen los sospechosos.

La estructura de las novelas es similar, aunque en este caso Camilleri, siguiendo con la dualidad, ha introducido dos crímenes, uno, con el que denuncia las pésimas condiciones laborales de los inmigrantes y otro sexual, que se une al anterior de manera inteligente a través del propio asesino.

En Ardores de agosto, aparece Rina, una adolescente desaparecida seis años atrás, violada, asesinada, envuelta y encerrada en un baúl de un piso oculto bajo un chalet, alquilado por unos amigos de Livia, la eterna novia del comisario. Montalbano encuentra el cadáver y también el fraude inmobiliario, que sin embargo es visto con total normalidad en el ámbito de la construcción. Debido al tiempo transcurrido las posibilidades de encontrar al asesino disminuyen. Sin embargo, el comisario Montalbano ayudado por su equipo, por la hermana gemela de la víctima, Adriana, y por el entorno cotidiano en el que se desenvolvían, consigue dar con el culpable.

El autor, Andrea Camilleri, está presente en la novela. Encontramos una narración del yo, determinada por la época del relato, en la que imágenes del pasado se asoman según diferentes emociones que escapan del propio autor, el poder relajante y revelador del mar es aún más evidente en esta novela y la toma de conciencia del paso fugaz del tiempo, también. En general, a lo largo de la serie protagonizada por Salvo Montalbano descubrimos una ficción, que remite sin duda a la realidad de la naturaleza humana y otra fantasía, reveladora del propio autor.

Pero no hay tensión entre lo ficcional y lo real, o lo que pueda haber de biográfico de Camilleri, sino que al ser el propio Salvo el autor de sus pensamientos y sentimientos, que expone en forma de monólogos dialogados, se erige en portador de la moral de Camilleri, «¿por qué has cedido a esa parte de ti mismo que siempre habías conseguido mantener en su sitio? Porque ya no soy tan fuerte como antes».

Con las cartas dirigidas a sí mismo, Salvo reivindica el valor de la verdad de lo imaginado por el autor


Querido Montalbano:

Me veo obligado a constatar que, ya sea por un principio de chochera senil […] tus pensamientos han perdido brillo […] Hay que dar un paso atrás […]

Un abrazo y cuídate. Salvo

Puede parecer que la relación autor - lector permanece tambaleante bajo los efectos de una ambigüedad que debilita la realidad al generar determinadas incertidumbres, pero la sombra de Camilleri está en las páginas de Ardores de agosto, «Montalbano lo dedicó mentalmente a todos aquellos que no se dignaban leer novelas policíacas por considerarlas un mero pasatiempo repleto de enigmas». La especial sensibilidad del comisario hacia los más desprotegidos es reflejo del sentimiento del autor, del inconformismo que mostró hacia su país natal cada vez que intuía debilitar el compromiso con los ciudadanos de a pie «—En caso de que nos adjudicaran (una obra) yo debía encargarme de hacer unas cuantas cosas “entregar las consabidas comisiones…».

El proceder de Camilleri en su día a día, se distingue fácilmente en las paradas obligatorias que lleva a cabo Montalbano en su investigación para reflexionar sobre aquello a lo que no encuentra sentido. También los gustos del comisario son evidencias de las pasiones del autor «Se puso a cantar, desentonando de mala manera el O Lola de la ópera Caballería rusticana». Incluso, como si de una autosemblanza se tratara, Montalbano alude a la realidad de Camilleri


—Dime la verdad: ¿te gusta o no como historia?

—Me parece buena para la televisión

Leer una novela de Salvo Montalbano es poner atención en Camilleri como si fuese otro aspecto más del texto. Encontraremos en el relato la ficción del autor pero, si nos centramos en las imágenes sugeridas, descubrimos que aluden a la ideología de Camilleri, a cómo entendía la vida, con cierto pesimismo no exento de esperanza, incluso en el papel social que la mujer lleva a cabo pues, si bien es cierto que su novela, como reflejo social, es típicamente masculina, incluso machista, en Ardores de agosto Camilleri se guarda un as en la manga que es necesario descubrir.

domingo, 7 de noviembre de 2021

EL ZAHORÍ








Distopía, entropía, mitología, creación bíblica del universo, transmutación, transformismo, transmigración, alquimia, bioneuroemoción, ciencia ficción, sueño, metáfora.

He ido leyendo los relatos de Sonia, R. Altable y he llegado a todas las conclusiones que he enumerado antes.

El Zahorí es una colección de cartas y entradas de diario, escritas en 1912, que alguien de la actualidad encuentra y sube a Internet. La mezcla de tiempos, espacios y tipos de escritura es constante, por lo que la realidad y lo ideal se funden en una historia fantástica en la que la intriga le da la mano al humor, y los términos científicos se confunden con expresiones coloquiales: «estasis» «imágenes de nuestras cámaras etéricas multitemporales» «cualquier patio de vecinos»

Parece que todo comienza en Galway en 1912, cuando el octogenario Sukma Ngumbara (Alma errante), natural de la isla de Java, le escribe al profesor Armitage, desde la pensión de la señorita Kerrigan, para alertarle del quinto elemento que aparece cuando confluyen los otros cuatro en una ceremonia nocturna. Pero las cartas no llegan en su debido momento, problemas de Correos, lo que afortunadamente permite al lector enterarse de toda la historia a través de la Red. Como Ngumbara se encuentra débil transmigra al cuerpo de un gatito, salvado por Kerrigan de morir ahogado al nacer. El anciano queda catatónico pero, antes de que la dueña de la pensión se haga cargo de su cuerpo, acuerdan bautizar al gato como Félix Ochovidas. También se desvela el diario de la señorita Kerrigan, y por ella nos enteramos de que ahora está en posesión de la enorme fortuna que le dejó Alma Errante, «que no ha muerto, pero tampoco está vivo, sino suspendido, como la Bella Durmiente del cuento de Perrault» y que dedicará parte de su tiempo a seguir buscando los demonios que conspiran contra la Tierra.

A través del gatito, se comunica con Alma Errante y este le da las instrucciones para meterse en el Portal donde residen los demonios y poder rescatar a quienes queden vivos. Pero del portal salen seres extraños con apariencia humana y Kerrigan es alertada de que, al igual que en la Biblia, el mundo se enfrenta a «un egregor que nos convertirá a todos en nada».

Kerrigan se come el corazón del durmiente Alma Errante para transformarse en una mujer con conocimientos de hombre sabio. Cambia de nombre a Rodinia Maleod y viaja con Félix a Egipto. Han conseguido ser una trinidad, formada por Alma Errante, Srta. Kerrigan y Félix Ochovidas, en el cuerpo de Rodinia. En Oriente pretende, imbuida por una serpiente de fuego que le sale de su cabeza, unir todas las almas y mentes para que florezca la humanidad pero «Félix se ha abalanzado contra mi estómago […]  las almas […] salieron expulsadas por mí con gran fuerza y se han proyectado contra el busto». La Tierra, bajo el dominio del Sol Negro, es una cárcel para los asesinos y quienes defienden la cultura. Rodinia entra en una Nave atemporal, donde Félix la deja para que ahora la acompañe Gathulhu, gatito al que nombra así influenciada por el escritor de moda, Lovecraft. La aventura de Rodinia es producto de la imaginación de @coquinarte, quien le aporta un final apoteósico basado en la creación de un paraíso tras convertirla en la nueva mesías Salvadora. ¿De quién es esta historia? Lo de menos es si pertenece a la realidad, si está incluida en la caja de Pandora y se escapó con el resto de males o si pertenece al mundo de los sueños, ese tan fantástico que a veces no sabemos distinguir de lo real. Sonia R. Altable despliega la imaginación para hacer que se encuentren en su historia personajes de la cultura como Perrault, Dante y Lovecraft, todos brillantes, aunque con cierto punto de maldad hacia el ser humano.

Puede que, en el fondo, el hombre sea cruel, por eso, por encima de guerras reales o informáticas, es admirable la gente que, como Morrigang, aspira a crear un mundo mejor empezando por sí misma, «me reuniré a mí misma […] las veintidós partes de la Tierra me seguirán; todo se arreglaría».

Puede que la obra de una mujer sea el modelo a seguir para vivir en armonía. Después de leer a Altable somos conscientes de la solución que, con un humor envidiable, nos ha aportado en El zahorí.

Y si nos quedaba alguna duda de que la risa, o sonrisa, es terapéutica, al final del libro nos ofrece la versión de unas cuantas recetas en las que el ingrediente principal es el mismo y siempre, aunque cocinado diferente, apetecible.

La narración de Sonia / Morrigang es impecable, clara y, por supuesto, amena. Las prolepsis advierten del estado crítico del narrador «En cuanto recupere la salud […] buscaré y daré muerte a todas las personas involucradas», mientras que con analepsis relata los hechos exactos ocurridos anteriormente. La mezcla de cartas, narraciones, e-mails en distintos momentos estimula la imaginación del lector y favorece su incursión en la literatura de terror, pues trae a la memoria el horror cósmico de Allan Poe, la noche como escenario, la personalidad del gato y la insignificancia de la mente quebradiza del hombre ante un cosmos que se revela hostil.

Asombra ver la admiración de Morrigang por los lugares exóticos, envueltos en cierto aire erudito, que Lovecraft impuso en sus historias de miedo, pero afortunadamente con personajes exentos de traumas. Encontramos la misma tensión narrativa de Lovecraft, pero el tono humorístico confiere a Morrigang una ironía fresca y actual que se agradece. Por eso la locura, consecuencia de todo lo incomprensible, es la que nos permite escapar del destino fatal; bueno, la locura o el conocimiento directo del mito diabólico.

Altable crea un universo increíble con nombres que aluden a la personalidad de quienes los llevan, con coincidencias asombrosas, con ingeniosas comparaciones «un admirable conductor que frenó con una rapidez digna de la liebre del canódromo», con adjetivos imposibles «quedé mesmerizada», con evidencias humorísticas «Mi diminuto protector, Félix Ochovidas», con irónicas certezas «Los Pinkertons son en extremo eficaces cuando fluye el dinero» y con metáforas bibliocelestiales «El nivel 23 era una cúpula transparente con un sillón blanco en el centro».

Ante estos relatos, que conforman una deliciosa unidad, solo cabe estar agradecida por leerlos y, en mi caso, por tenerlos firmados por la autora que, indudablemente, contribuirá a que termine gustándome la ciencia ficción. Gracias Sonia. Un honor.