domingo, 22 de noviembre de 2020

LA LENGUA DE LAS SIRENAS

 

Es difícil analizar una novela sin hacer ningún spoiler. No obstante lo voy a intentar porque este libro va dirigido a un público especial, los adolescentes, y es conveniente que sean ellos quienes descubran qué ocurre. Porque además, seguro que cada uno realiza una lectura individual que llega a conclusiones diferentes de los demás.

La lengua de las sirenas es un libro que se presta al debate, a compartir experiencias, a argumentar enseñanzas, a discutir asuntos, a sugerir desenlaces. Esta novela es, no cabe duda, una historia de aventuras. También podría encuadrarse en una colección de cuentos maravillosos, en los que todo es enigmático, el tiempo, el espacio, los personajes… hasta el propio narrador supone una intriga. Pero, aun con incógnitas, no hay problemas de comprensión en su lectura, pues tal como le requiere un personaje al protagonista:


—…debes dejar que yo te guíe. No puedo permitir que leas cualquier libro. Cada página tiene su momento

[…]

—Confía en mí. Habrá tiempo para eso y debes aprender antes con otras historias.

Efectivamente, La lengua de las sirenas es una novela juvenil de diez capítulos, y cada uno contiene una aventura diferente, pero todos están unidos por un eje central que los recorre: el narrador omnisciente, que va acercando al lector a la novela costumbrista «La posada estaba llena de mesas y banquetas elaboradas con madera de cedro…», a la bélica, a la de aventuras o a la de misterio, «El atún los había llevado hasta aguas impetuosas, capaces de destrozar los cascos de los barcos en un soplo». Al mismo tiempo, nos presenta una gran cantidad de personajes extraños, casi mágicos, cuyo poder va más allá de conceder cualquier deseo, otros deciden aleatoriamente sobre la vida de inocentes. Será cada lector quien encuentre todo el sentido a estos personajes y sus actos al terminar la novela.

La estructura también es misteriosa pues se presenta cerrada y, sin embargo, puede tener tantos finales como veces la leamos. Hasta ahí llega la magia. Asimismo las aventuras son fáciles de entender, pero ponen a prueba el conocimiento del idioma y fomentan el uso del diccionario, ya que prácticamente cualquier término marinero puede aparecer en sus páginas: caleta, enseña, falúa, fondeadero, cálamo, carrizo, ostionera, arribé, atalaya, galerna, bajeles, onagro, batel… En la narración encontramos numerosas comparaciones cultas, bélicas, de animales, naturales, sensitivas hasta el punto de formar casi greguerías, o tan representativas que aportan un significado metafórico. Todas facilitan la inmediata comprensión y la futura fluidez en la expresión del lector: «Con la misma pericia que un sastre al urdir, condujeron la luz hasta los gigantes», «El arma de bronce se agitó como los tentáculos de un calamar», «El olor a salitre era intenso, tanto o más que el combate de las olas», «la luna se reflejaba como la carita de un bebé cuando juega con un cubo lleno», «Cuando la costa encogió tanto como una hormiga, paramos de remar».

Las descripciones de criaturas imposibles cobran importancia por medio de personificaciones. Indudablemente las hipérboles juegan un papel sustancial en aquellos seres que aparecen como legendarios, para luego ser parte de cuentos mitológicos en los que el protagonista se manejará con soltura, «Una enorme cabeza, mezcla de calamar y escualo, surgió entre tanto tentáculo […] En el centro de su cabeza asomaba un único ojo negro, del tamaño de un potrillo».

En ocasiones las metáforas antitéticas conforman un todo uniforme al permitir un fuerte contraste entre los elementos divergentes, que se ensamblan en armonía a pesar de todo, «ambas se unían formando un arco que lloraba lágrimas de agua dulce. Bebí de estas».

A lo largo de los diez capítulos Luis Baizán construye una historia atractiva, ágil, con un vocabulario intenso con el que relata sucesos concentrados, significativos, de manera que el lector no se pierda en la trama y mantenga el entusiasmo. El protagonista es un chico normal que encuentra un libro sugerente y, al comenzar a leerlo también se siente atraído por sus palabras. Conforme avanza en su lectura la novela se hace más real «Casi me despeño al intentar verla desde allí arriba», por lo que sin dudarlo se zambulle en esa realidad, que va formando una novela paralela para el lector. Es una literatura que recuerda a la de tradición oral, en el sentido de que los capítulos pueden leerse perfectamente de forma individual y retomar, como el protagonista, la lectura en otro momento: «—Seguro que puedes volver otro día».

Los temas que aparecen son de aventuras, el protagonista deberá superar una serie de pruebas que demostrarán el valor, la bondad o la inteligencia, al mismo tiempo que le harán comprender la necesidad de ayuda, los beneficios del trabajo en equipo, la buena disposición para aprender y, ante todo, la conveniencia de recordar lo aprendido en momentos cruciales.

El autor plasma en La lengua de las sirenas todo un arsenal de reminiscencias literarias. Hasta nosotros llegan ecos de La Odisea, La historia interminable o Moby Dick, entre otros títulos. La trascendencia de la literatura, incluso en la propia literatura, es obvia, por eso cuando nuestro lector se sumerge en el libro Memorias de Balandria consigue que este cobre vida, al mismo tiempo que la historia de Balandria se introduce en la trama de la novela La lengua de las sirenas; estamos ante una metaliteratura capaz de convertir al lector en narrador protagonista con una importancia indiscutible, aunque al principio no tenga muy claro si sus vivencias son fruto del sueño de alguien, de un traslado temporal al pasado o de la realidad. Poco a poco, como Gulliver, llega al país de los gigantes para recabar después en el de los enanos, hasta que alguien lo previene de que esas situaciones solo pasan en su mente «—El príncipe de Riscotejo. Has estado con él mientras leías».

Pero el chico siente que es parte de esas aventuras, por eso cada día acude a Balandria y toma contacto con una historia que, aunque comienza in medias res, «Encontré las primeras líneas a mitad de página», siempre termina cerrada. El peso que adquiere como personaje de las historias es tal que incluso tiene un nombre en ellas «—¿Fred? —balbuceé sin que se diera cuenta— No me llamo Fred, mi nombre es…».

Pero no importa quién sea en la realidad, lo maravilloso es que su imaginación es capaz de hacerle vivir las vidas que quiera, ser quien desee, incluso transformarse en otra criatura fantástica, «Ya domino los giros en el aire con mis alas». La fantasía de su mente se va poblando de ideas hasta conformar en ella La ciudad de los mil cuentos. Fred no quiere regresar a la realidad de su casa, prefiere quedarse en sus sueños aunque a veces le jueguen malas pasadas. Como don Quijote, encuentra monótona la vida real respecto de la que puede encontrar en los libros. Fred, como Peter Pan, quiere seguir en Balandria; envalentonado desprecia la compañía de cualquier adulto, incluso la de su padre, «Era demasiado patán como para imaginar que cualquier hecho podía salirse del orden natural de las cosas». Sin embargo aún encontrará en esa ciudad fantástica sorpresas definitivas capaces de conseguir que sus miedos, temores, incógnitas e incluso él mismo cobren sentido.

Luis Baizán ha escrito un libro que resalta la importancia de desarrollar la imaginación para poder entender la realidad, la importancia de la creatividad en los jóvenes como recurso fundamental para confiar en uno mismo y sentir el placer de crear.

La lengua de las sirenas se une a las Memorias de Balandria, igual que las historias que nos contaban de pequeños se mezclan con las lecturas que, de adultos, hacemos individualmente, para fusionar personaje y lector, lector y creador, razonamiento y fantasía, ficción y realidad. No hay diferencias, todo forma parte de un proceso, el proceso de la escritura, en el que cualquier detalle es importante, pues la imaginación se va formando de memorias originales que se amoldan para crear un espacio lleno de luz, un espacio en el que los seres fantásticos les cuentan sus secretos a unos pocos privilegiados para que, al transmitirlos, hagan sentir excepcionales al resto.




martes, 17 de noviembre de 2020

CONFIDENCIAS DE UN APESTADO

Está claro que acabo de leer una novela bastante peculiar y muy interesante, pues puede ser leída, al menos así lo he entendido, desde dos puntos de vista. Si nos dejamos llevar por la perspectiva literal nos encontramos en un futuro que se presta a confusión, podría ser inmediato o lejano, aunque narrado por el protagonista desde el presente. Las analepsis, los flashbacks le sirven de ayuda a Lucio para involucrarnos en la narración y hacernos formar parte de ese presente-futuro sin plantearnos demasiadas preguntas sobre el tiempo real o el espacio. Nos introducimos en sus sensaciones y nos encontramos con que vivimos en un mundo sin conciencia, en el que no hay salida para la honradez ni para la justicia. Un mundo en el que los intentos de fraude se penalizan porque no han logrado efectividad y las estafas son recibidas con cierta admiración por haber tenido el valor de llevarlas a cabo. Los delitos son analizados con envidia, pues todos desearíamos poder estar en el lugar del transgresor, alguien que ha sabido medrar en su círculo laboral sin importar qué o a quién ha debido destrozar.

Es una sociedad que anula cualquier intento de verdad. Una sociedad en la que la envidia y la maldad cobran vida propia para aprisionar cualquier acto de amor.

Muy pocos se dan cuenta de lo que pasa ya que estos estados empiezan a introducirse por medio del olfato. Es indudable que los olores activan las regiones cerebrales; están comprobados los efectos que producen los aromas en el comportamiento humano. Pero, ¿puede una determinada conducta exudar un olor característico?

Parece que esto es lo que ocurre en este universo fantástico de Lucio, como si la naturaleza, sabia, generase un mecanismo de defensa para los más depravados y, sin tener que esforzarse, pudieran convencer a los demás de su bonhomía a través de un perfume agradable que los acompaña siempre, que se hace mayor cuanto más podrida y depravada es la acción llevada a cabo.

Lucio empezó a notar este hecho en el entierro de su tío, «tan irrevocablemente muerto como pueda estarlo cualquier hombre o cualquier perro o cualquier moscarda». Lucio acude al pueblo a dar el pésame a su tía y familiares, quienes temen que este reclame parte de la herencia pues, aunque las tierras correspondían a los hermanos, el recién fallecido se había quedado con todo. Pero Lucio no quiere nada de su padre, tiene un trabajo en la Universidad y es feliz con Silvia, su novia, y Malévich, su gato. Algo ocurrirá, no obstante, en el velatorio: el muerto empieza a oler bien, y sus primos deciden sacar beneficios eclesiásticos de la situación.

Al volver a casa Lucio es consciente de que todo lo podrido huele bien, atrayendo a la gente tanto un gato muerto como alimentos descompuestos. Solo él percibe el mal olor y por lo tanto es tratado como un apestado; de hecho él es quien comienza a oler mal en esa sociedad, por lo que, abandonado y perseguido por todos, se cobija, como un mendigo, primero en la basura y luego en el Jardín Botánico para camuflar su olor, «Urgido por la necesidad comencé a comerme las flores». Está claro que su olor vuelve a delatarlo y debe huir, lejos de todos para, en soledad, «Han pasado siglos desde entonces, y no he vuelto a probar bocado ni a saciar mi sed», escribir sus memorias y que sirvan de ejemplo a quienes las lean.

No cabe duda de que Lucio vive en una sociedad sin compasión ante el bien. Sociedad inquietante que nos alarma aún más si leemos Confidencias de un apestado desde otra perspectiva, una que nos aleja de la ciencia ficción y nos sumerge desde el principio en la Filosofía. Francisco Santos no ha escrito un tratado filosófico sino un relato ficticio, pero la novela ahonda en el desarrollo del conocimiento mediante la razón. Confidencias de un apestado analiza con humor el papel que juega la sociedad en el ser humano, «Obviaré por pundonor los desatinos y las inexactitudes que desplegué esa mañana ante mis alumnos, sumido en un estado mental obtuso. Balbucí algunas citas […] alentando el rumor entre los malpensados de que me había entregado a las bebidas espirituosas».

Está claro que la prosa se maneja por el ámbito de la sensibilidad con bastante humor e ironía «Estas y otras exquisiteces que previamente al desbarajuste olfativo solo eran valoradas por sibaritas excéntricos de estómago acorazado, ahora despertaban la glotonería de las masas», aunque también circula por los entornos de la razón cuando presenta, con interrogaciones retóricas, o incursiones en diferentes citas artísticas, algunos de los conceptos universales que han regido siempre a la humanidad, «Revelar con un gesto, con un solo gesto, el sentido de una vida […] El gesto de matar, el gesto de morir, el gesto de alabar, el gesto de maldecir, el gesto de acariciar, el gesto de golpear […] ¿Con qué gesto posaría yo en el lienzo de mi existencia?». No cabe duda, la enumeración anafórico-paralelístico-antitética espolea al lector con diferentes acciones que podemos llevar a cabo en un determinado momento sin concederle importancia y que, sin embargo, marcan nuestro carácter en ese instante. Lo que realizamos una vez podemos repetirlo las veces que hagan falta. Leyendo las Confidencias de un apestado empatizamos con Lucio, o al menos queremos hacerlo, aunque en ocasiones nos dejemos llevar, como Silvia, por el egoísmo personal «—Una cosa es cumplir con tu deber y otra bien distinta es arriesgar tu carrera» ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a arriesgar para hacer justicia?

Francisco Santos nos invita a reflexionar sobre ello y lo hace con una base científica, con un fondo filosófico que expone con humor; abundan los diálogos chispeantes que encierran algún tipo de conocimiento


—Ojalá tuvieras razón —brindé con Silvia

—«Ojalá» no es un término con cabida en la filosofía —apostilló Amanda—. Su etimología, te recuerdo, es «si Dios quiere»

El humor es bastante filosófico, no solo porque el protagonista sea profesor de Filosofía sino porque parte de sus experiencias cercanas, como el temor a sufrir un daño cerebral al percibir anormalidades, para ir planteando preguntas que se contestará el propio Lucio al mismo tiempo que el lector, «La fe recobrada en mi longevidad […] ¿cuál era la causa de esa emanación fragante […] que nos regalaba la ruina de mi tío?».

El humor se convierte en la baza con la que Santos cuestiona ideas que la sociedad da por establecidas


—Seguro que en lo que llega…

—El joputa aprovecha…

—Para pasar el cepillo.

Deduje que venía el obispo.

Mediante juegos humorísticos de palabras, analiza el propósito de vida que ha hecho la sociedad actual, «no se trataría de ningún chantaje sino de una prueba de transición […] que debe superar quien no desee terminar ardiendo en la pira como Giordano Bruno, o pirado como Nietzsche».

Con acertadas imágenes visuales sacadas del cine, que inciden en el buen humor, reflexiona sobre el carácter del ser humano, «su hija la remedaba poniendo los ojos de Gloria Swanson en Sunset Boulevard».

También con humor, por lo obvio de algunas situaciones, consigue mantener la intriga en el lector, que anhela saber hacia dónde se dirige la trama «Mientras escribo esto […] el tren se ha adentrado en un túnel cuyas tinieblas me imponen una pausa».

Francisco Santos no escatima en las dosis de sarcasmo con las que va exponiendo la envidia surgida entre los catedráticos de la Universidad, colectivo cuya fama hace honor a esta situación de aprovecharse del conocimiento de sus alumnos, pero no es exclusivo de este gremio


—Acusa al profesor Avellaneda de plagio

                     […]

—Lo único que pretendo es evitar que el profesor se exponga a un escarnio inmerecido

Los diálogos reflejan con cierta ironía cáustica el mal hacer de los poderosos de la Universidad. Se aprovechan de los estudiantes, sin pudor, para después ofrecer unas migajas. La autoría de algunas teorías queda, por lo tanto, en entredicho.

Las metáforas sinestésicas son perfectas para denunciar una sociedad basada en las apariencias, una sociedad aborregada que, lejos de pensar, solo acepta lo que ve, una sociedad formada por individuos corrompidos hasta el punto que dejan de ser humanos para igualarse a «organismos putrefactos», de ahí la «fetidez en los sobacos de los coléricos y aterrorizados».

Y así, la prosa ágil, irónica, humorística, incisiva de Confidencias de un apestado, plantea una igualación en la corrupción del espíritu con la degradación del cuerpo. Sin embargo esta corrupción es tan habitual que forma parte de nosotros y lo que no se ve normal es la ética, el honor, la integridad. Quien los posee huele raro en esa sociedad que apesta. Es lo que le ocurre al protagonista que, al revelar sus confidencias las incluye en la Doxografía pues no desaprovecha la ocasión de exponer algunas teorías filosóficas y conectarlas con otras de la aromacología; durante la lectura, podemos discurrir hasta dónde seríamos capaces de llegar para salvaguardar nuestro concepto de la moral.

Erasmo, en El elogio de la locura quiso convencernos de que ese estado era la base de todos los disfrutes del hombre. Una excusa para describir la necedad del mundo. Lucio, en Confidencias de un apestado invierte los olores para disfrutar de la podredumbre como si se tratase de un bálsamo beatífico. Otra excusa para describir la estupidez —y maldad— del mundo. Un mundo egoísta, amoral, que solo actúa a cambio de compensación «¿Y qué sacas tú de todo esto?».

viernes, 13 de noviembre de 2020

SIN MUERTOS

Si tuviéramos que escribir nuestra vida, una vez consumida gran parte de esta, posiblemente nos encontrásemos un «un montón de papeles manuscritos» que nos produjeran «cierta perplejidad», no por haber sido los protagonistas de grandes hazañas o incidentes miserables, aunque puede que también, sino porque es probable que al mirar hacia atrás veamos nuestra propia vida a través del caleidoscopio del tiempo. A veces nos llegan evocaciones brillantes y en ocasiones se impone la oscuridad. En cualquier caso, los recuerdos no son hechos, por eso hay que encajarlos como las sensaciones que han permanecido en nosotros y que de alguna manera nos condicionan a la hora de formar nuestra personalidad, «¿se falsean necesariamente las cosas cuando se cuentan? No lo sé… Sólo a mí me han servido. Creo conocerme mejor ahora». Esta reflexión es a la que llega Petra Delicado tras pasar una semana en un convento escribiendo sus recuerdos. Una temporada que por suerte ha afrontado, Sin muertos, en unas vacaciones durante las que se ha aislado para descansar.

Pero, afortunadamente también, Alicia GiménezBartlett ha utilizado esos papeles y nos los ha presentado agrupados en cuatro partes para contar, en primera persona, la vida de Petra, la primera inspectora de policía protagonista de novela negra. A quienes nos gusta el género policial, hemos disfrutado con cada caso, pero aquellos a los que la lectura en general, o esta en particular, no les atrae demasiado, también tuvieron, tienen, la oportunidad de conocer a la inspectora Delicado y al subinspector Garzón, pues en 1999, Televisión Española estrenó una serie de 13 episodios, basados en esta saga de novelas de Giménez Bartlett, promotora de la igualdad de oportunidades para la mujer, que dejaba su papel secundario para convertirse en jefa, teniendo a sus órdenes a los hombres en su trabajo y tomando sus propias decisiones en su vida privada: divorciada, libre y sin hijos. Indudablemente esto hizo que muchas mujeres se quisieran ver reflejadas en este modelo, inteligente, intuitiva, irónica, dura… Creo que aún hoy choca encontrar mujeres en situaciones parecidas; por mucho que se empeñen los gobiernos en llevar a cabo la paridad, encontramos profesiones en las que abundan las mujeres como enfermería, enseñanza, limpieza… y, sin embargo, los altos cargos están ocupados por hombres. Pero esto sería otra historia.

En Sin muertos, Petra va narrando su infancia y juventud en la Primera parte. Con el sentido del humor característico de Giménez Bartlett, leemos complacidos cómo Petra fue la tercera hija, tardía, de un matrimonio burgués, en el que su madre, puede que obsesionada por no haber brillado lo suficiente, se entrega en cuerpo y alma a amargarles la vida a sus hijas dirigiéndolas hacia lo que ella consideraba mejor «Mi madre continuó con su llanto sofocado para subrayar, como siempre hacía, que estuviera contra quien estuviera dirigida una afrenta, era ella quien pagaba las mayores costas de dolor».

En esta primera parte es donde más asoma la propia autora. En una época en la que la mujer debía ser obsequiosa no solo en sociedad sino, ante todo, familiarmente, Alicia Giménez es capaz de plasmar con ironía las circunstancias que rodeaban al sexo femenino y los ajustes que debía realizar para llegar a donde quería «Jacinto era un marido de paja, alguien con quien efectuar el trámite matrimonial para pasar el examen materno definitivo. No me equivoqué, dos años después del casorio, Amanda lo abandonó. Se divorciaron […] y ella fue libre por fin, libre de verdad».

Ironías aparte, este periodo de Petra sirve para exponer las diferencias educacionales respecto a los niños actuales, la obsesión que, en algunos casos, se mostraba por la abundancia o calidad de la comida, dependiendo de la propia infancia paterna y el peso que suponía, para una hija, las propias circunstancias de su madre.

En la Segunda parte tomamos conciencia de la vida universitaria de los jóvenes de finales del XX, preocupados por la política y, en general, simpatizantes con los trabajadores de la izquierda «Las clases se habían suspendido. Se inició la asamblea […] “¡hay que ser solidarios con nuestros compañeros trabajadores!”».

Pero Petra, obsesionada con abandonar la familia, se enamorará de Hugo hasta el punto de seguirlo en todo lo que hace y dice. Se cambia de carrera para estudiar Derecho, como su enamorado, se casan antes de obtener el título y montan un despacho juntos. Con el tiempo, el sueño de Hugo, triunfar, se hace realidad. El de Petra, vivir en un mundo de amor y felicidad, se hace añicos. Así que la abogada Petra Delicado se separa de su marido y decide preparar oposiciones a la Policía.

En la Tercera parte se hace policía, aunque la destinan a documentación, por lo que no se cumple su sueño de investigar y trabajar en la calle. Pero retoma la amistad con Pepe, quien olvidó su objetivo de ser policía para abrir un bar. Pepe, más joven que Petra, se enamora perdidamente de ella y la convence para que ambos se casen, hasta que ella se da cuenta de que más que como mujer actúa como madre para su marido. Supone el segundo divorcio para la protagonista.

En la Cuarta parte, Petra consigue llegar a ser inspectora de homicidios, conoce al subinspector Garzón y al arquitecto Marcos, un divorciado con cuatro hijos, con el que también se casa, aunque esta situación queda abierta para posibles entregas de Petra Delicado «“en el dolor y en la enfermedad”, lo de que la muerte nos separe, está por ver».

En general es una novela entretenida. La particularidad de que las memorias sean de un personaje ficticio nos aporta una trama intimista también ficticia. La narradora protagonista no ahonda demasiado en el análisis de situaciones; de manera subjetiva cuenta el discurrir de España en una etapa especial en la que el miedo a la dictadura se iba relajando, más por las ansias de libertad que por lo que en realidad se pudiera llevar a cabo. Ante el lector va apareciendo un pasado histórico en el que los hechos reales se distancian como consecuencia de la visión paródica que aporta Giménez Bartlett. En dichas memorias ficticias conjuga algo de historia real con la construcción de una prosa atractiva y sugerente que expone la trayectoria de la inspectora de policía, por eso encontramos alguna que otra incursión de las novelas de Petra Delicado en la propia vida de Petra; aparecen, en su recuerdo, algunos casos —el del vagabundo que expuso en Día de perros, «un drama callejero que siempre me había llamado la atención: los sintecho», drama que vuelve a tratar en Un barco cargado de arroz— y personajes que investigaron con ella y con quienes tuvo una relación (llamativa la conexión con el inspector ruso protagonista de Mensajeros de la oscuridad).

Asimismo la autora plasma los sentimientos de la protagonista, sentimientos que ahondan en la familia, la amistad, la felicidad, la amargura, el amor… Cuestiones que, seguro, muchas mujeres de la época se preguntasen a lo largo de su vida y que debían responder según las normas establecidas para ellas «¿qué es un matrimonio exitoso: aquel que dura más tiempo, el basado en la absoluta fidelidad, el de convivencia más fácil? No tengo ni idea». Son verdades íntimas de las que se vale la autora para reflexionar sobre aquellos eventos relevantes de la vida que son parte histórica de una época. Sin embargo, con ironía, mediante el distanciamiento, consigue que la protagonista se replantee el poder afrontar la vida burguesa exigida «vivíamos en un piso lujoso […] cenábamos con amigos agradables, los domingos por la mañana salíamos a pasear, hacíamos el amor una vez a la semana […] ¿Qué coño quería yo entonces, subir cada día en un tiovivo para experimentar mayor diversión?».

Aunque dentro del humor, de la ironía y la banalidad, Alicia Giménez advierte de las verdades que se llegan a decir en una relación y que, salpicadas de reproches, consiguen que la convivencia ya no sea la misma «A partir de aquel enfrentamiento ya nada fue igual entre nosotros». Es fácil caer en la decepción, lo difícil es tener la valentía de admitir que no era eso lo que se buscaba porque correríamos un riesgo, «nadie se presentaría a la hora de cenar, nadie me besaría en la mejilla cuando llegara».

Hombres desnudos supuso una mirada a la España actual. En Sin muertos, la autora se apoya en Petra Delicado para repasar las condiciones y condicionamientos de la España posfranquista. El pensamiento de Giménez Bartlett se convierte en estandarte de una generación algo ilusa y muy ilusionada respecto a cómo encauzar una vida que no cambió lo rápido que hubiese gustado. Hay algo típico de la autora en Sin muertos a pesar de ser un subgénero diferente al utilizado hasta ahora: la ausencia moralista, didáctica. El no intentar convencer de que algo es muy bueno o muy malo. No hay verdades absolutas. No hay víctimas o culpables. Los matrimonios de Petra, pese a no haber salido bien, lo corroboran. Los personajes son tan realistas que a veces tenemos la impresión de estar ante una crónica de la época y otras veces nos parece observar los fallos o aciertos que una mujer de cualquier época se cuestiona «Juré no volver a casarme jamás. ¿Para qué? Para contraer nupcias con el jovenzuelo en cuestión».

Es interesante el planteamiento que observamos del matrimonio; lejos de suponer algo monótono, obligado, aparece como una situación en la que no son necesarias las luchas por conservar una realidad estresante. Después de ver la actitud adoptada por Petra llegamos a la conclusión de que intentar salvar una circunstancia que comenzó a resquebrajarse puede conllevar un cambio en la persona. La separación se presenta como liberadora, una opción que impide la formación de un carácter irritable, el acrecentamiento de los defectos del otro, la continua sensación de que alrededor de la vida establecida falta algo que la haga cómoda

—… ¿Tú no crees que a ti te cambió el carácter después del matrimonio?

—Puede ser. En cualquier caso, ¿vamos a echarnos las culpas el uno al otro de que esto no haya funcionado?

—¡No, ni hablar! Quien insistió en casarse fui yo

Así pues, Sin muertos no es novela negra, aunque mantenga la problemática de la mujer para insertarse en una sociedad y en un género en los que no brillaba, y la nostalgia de dicha mujer por el desencanto que le produjo la sociedad pretendidamente igualitaria.    





lunes, 2 de noviembre de 2020

UN CUENTO PARA CADA LETRA

De nuevo he leído un cuento infantil. Me ha gustado tanto que no he podido resistirme a leer 28 más. Esto, que puede parecer exagerado, es debido al propio libro, Un cuento para cada letra. La editorial SM, en su línea, no defrauda sino que con un papel de primera calidad y un formato cuadrado de pastas duras a prueba de niños, ha recogido la labor de dos artistas increíbles para que vean la luz estos cuentos.

Los argumentos, lógicamente, difieren unos de otros, sin embargo todos están expuestos con absoluta claridad. Muy bien desarrollados, de manera que todos hacen gala de un comienzo, un desarrollo y un final, pero la lectura no se hace pesada puesto que todos cuentan con la concisión necesaria para que los primeros lectores no se cansen demasiado. Cada cuento pueden leerlo de un tirón. Las historias remiten a un sentimiento rápidamente distinguible por el lector pues es fácil que comparta dicha sensación; así, la amabilidad de la A conecta con su alegría, mientras que el espíritu aventurero de la Bucanera Berta fomenta la necesidad de ayuda. El entusiasmo de la CH no se entiende sin la diversión que la D experimenta en Duendilandia, y la curiosidad de la pequeña g se ve satisfecha por la giganta Greta, pues cargándola sobre sus hombros le enseña todo lo que ella no podía ver. La letra LL consigue que el gallo Lillo se acepte como es, aunque no pueda volar, y se valore en su justa medida ya que su canto ha conseguido salvar a todos los habitantes de la granja de un incendio.

Los animales del bosque se unen para alertar a la bromista J de que no es broma cuando a quien se la gastamos no se ríe, todos han de divertirse con las chanzas, no solo quien las lleva a cabo.

No quiero desvelar todas las tramas, pero seguro que los niños quedan encantados con la R, que nos descubre la importancia de ser agradecidos, por eso nos presenta a Ramona, una bruja que, a pesar de no ser eficiente con sus hechizos, es fundamental para quienes la conocen gracias a su buena intención, por eso

por donde pasa deja
sonrisas de oreja a oreja

Y la Z es especialmente interesante pues desvela una característica bastante común de la infancia, la tozudez. Así, esa Z subida en sus zancos nuevos, sin querer quitárselos ni para dormir, desoye los consejos de los más expertos, hasta que sus zapatos quedan estropeados al atravesar un río con ellos.

Cuentos que exponen lo evidente pero además, de forma natural, los niños van adquiriendo la conciencia de igualdad entre los sexos. No importa ser chico o chica, todas las letras ostentan gramaticalmente el género femenino, así que podemos encontrar a la W, una letra con apariencia de niña que maneja la informática como nadie, mientras que la T adopta la figura de un chico capaz de asustarse con las sombras que forman en la pared los títeres de su abuelo. No importa qué somos sino lo que sentimos, y está claro que los niños y las niñas experimentan las mismas sensaciones y todos necesitan ser felices con su familia y amigos.

Creo que este es el tema de Un cuento para cada letra. El eje que une a todas las historias y da sentido al libro. Cualquier acción debe ir encaminada a ayudar a que los niños experimenten la felicidad, por eso deben tener presentes el esfuerzo, la solidaridad, la alegría, el cariño, la pena, la música, la sorpresa y la decepción

—¿Dónde está la luna?
Ha desaparecido del cielo —se lamentaba entre lágrimas

Cualquier sentimiento que experimentemos contribuye a formar buenas personas, inteligentes, razonables y creativas, por eso, aunque sean cuentos fantásticos están basados en la realidad, de hecho la N experimenta con el muñeco de nieve toda una lección de física «El calor me convirtió en agua y después me evaporó. ¡Ahora soy una nube! ¡Es emocionante!». Todos los cuentos encierran a su vez un valor ético que representa una situación personal o colectiva

Asimismo son totalmente originales, no cabe duda de que despiertan la creatividad de los lectores porque son creativos. La principal novedad son las letras. Las mayúsculas forman el cuerpo de un niño o niña, solo se les añade la cabeza, brazos y pies, las minúsculas adoptan la forma de animales, vegetales u objetos. Esto nos lleva a las ilustraciones. Sin duda entre los dibujos y el cuento existe una unidad total. Las ilustraciones ayudan a seguir el hilo conductor de la historia, a conocer a los personajes y a asociarles una letra determinada por lo que son fundamentales a la hora de aprender a leer; llenas de colorido, colaboran en la definición de la personalidad y el estado de ánimo; Natascha Rosenberg es consciente de que la imagen comunica sentimientos y favorece la capacidad de entendimiento en los más pequeños. Todo contribuye a promover la diversión y, por supuesto, el interés por la lectura.

Otra originalidad de Un cuento para cada letra es que la forma y el contenido están unidos en el sustrato poético; tanto las imágenes como las historias expresan sentimientos y, si la estética de Rosenberg es impactante, el estilo natural de Carmen Gil consigue reflejar su personalidad. Ambas podrían pertenecer al campo de la educación. Las dos destilan naturalidad, tanto en el movimiento que captan las imágenes como en la musicalidad de las palabras. Los cuentos son ideales para primeros lectores y para aquellos que aún no saben leer. Es cierto que cualquier ilustración contribuye a educar en el gusto por la belleza, pero se trata de SM, una editorial pionera en libros didácticos, así que da un paso más con Natascha Rosemberg quien plasma con facilidad la percepción infantil; la ilustradora sabe que, antes de aprender a leer los niños aprenden a distinguir formas, se relacionan con el entorno a través de imágenes. Los personajes letras sugieren diferentes formas para futuros dibujos; además de ayudar a memorizar enriquecen la imaginación. El paso de querer “ver” un libro atractivo a querer leerlo es muy pequeño por lo que esta colección de cuentos es ideal para formar nuevos lectores.

Aún hay otra singularidad en la expresión del texto. El prólogo-justificación está escrito en verso, por lo que contribuye a activar la memoria (en este caso auditiva) al mismo tiempo que estimula el gusto por la estética. Carmen Gil es consciente de la importancia del ritmo, por eso a veces incluye la rima consonante en pareados finales que dan sentido a la aventura «Pone la gallina Honoria / huevos color zanahoria».

También las oraciones que forman la historia destilan armonía, siempre ajustándose a la aventura de cada cuento. La variedad de formas es notable, encontramos diálogos, adivinanzas inteligentes en negrita, para destacar sobre el resto de la narración                                             

   Esta anciana tiene gracia:
cuando hay en Egipto boda,
con vendas de la farmacia
se hace un vestido a la moda.

onomatopeyas, «Quiquriquí»; expresiones populares, «a troche y moche»; expresiones infantiles, «¡Yupi!»; metáforas sencillas respaldadas por comparaciones sugerentes, «B sintió que el corazón se le hinchaba como un globo y se le llenaba de burbujas. Y sonrió»; o canciones que irrumpen en el cuento para inundarlo de musicalidad

                                      La duende Dada, sin duda                                      
                                      es la duende más menuda 
                                    ¡Duerme dentro de un dedal!
                                   que hay en el mundo mundial.                                 

Y totalmente original la idea de marcar con otro color, la letra a la que se refiere el texto. En cada cuento encontramos una gran cantidad de palabras que contienen dicha letra fácilmente distinguible, por lo que supone una ayuda extra con la ortografía. Además, para aumentar el vocabulario, las palabras son variadas, desde muy sencillas a más complejas, que quedan explicadas en la trama del cuento: «Verano, ventilador, ave, vampiro, veleta, vecino, vueltas, pavor, gaviota, efusivo, Valeria, divina, revés […] fueron a ver al serval, una especie de gato muy veloz».

Por todo esto, Un cuento para cada letra es una joya. Gracias a Babelio, a SM y a las dos responsables de que todos pasemos un rato agradable aprendiendo.