Todos
podemos escaparnos y llegar, con mayor o menor dificultad, hasta donde lo ha
hecho Cesia. Lo que solo está al alcance de unos pocos es conseguir la hazaña
de P.L. Salvador, ponerlo por
escrito de manera que algo sumamente complicado parezca sencillo. La fuga y la
representación.
La
prodigiosa fuga de Cesia
está dividida formalmente en dos partes. La primera, tiene asimismo otras dos
diferenciadas, una referente a 2010, en la que un narrador omnisciente cuenta
la historia de Cesia, una psicóloga de 45 años, a la que la vida no le va demasiado
bien. No le gusta su físico desde que, a causa de un accidente, «ya no es tan guapa encima cojea […] le
cuesta asimilar este deterioro». En su tiempo libre escribe, pero tampoco
obtiene el éxito social que le gustaría, «su
novela Zigzag no tiene cabida en nuestro Programa Editorial». Algo
desesperada, decide escribir una nueva novela inspirada en su propia madre y su
hermano muertos.
Y
así, la otra parte, de esta primera, es la propia novela de Cesia quien, a
través de un narrador omnisciente relata, desde 1960, la historia de Jairo, a
quien le asigna sus mismas características «Jairo
nació el día que le extirparon las amígdalas […] su madre fue el dolor y su
padre el miedo […] En aquel momento aprendió a sufrir».
Cesia
trasmite a Jairo el amor que ella misma sintió hacia su madre. Paradójicamente,
Eva, la madre angelical de Jairo, es prostituta. Aunque a Eva le gusta su vida
decide estudiar enfermería para poder ejercer en un futuro. Cuando parece que
lo tiene todo, termina la carrera, se enamora del sargento Santiago Serrano y
deciden casarse, Eva muere a causa de las envidias que suscitaba entre las
otras prostitutas, no sin antes haber puesto en el camino de la prostitución a
una niña, Carla, y a su propio hijo Jairo, ambos de 16 años. La edad en la que
Cesia también se vio sola.
Jairo mata a la asesina de su madre y a su chulo y se va, a una pedanía de Alcantarilla, en el coche de un cura —quien le hace ver que el cuerpo no es lo importante sino solo una herramienta «para purificar un alma impura»— con el fin de decirle a Santiago que su madre ha muerto. Este será su nuevo ángel protector.
Como
si de un místico se tratara, Jairo pasa todo un calvario de penalidades en las
que su cuerpo queda lacerado por las drogas, el alcohol y la cárcel hasta que
se purifica y consigue tener, ya en prisión, su grupo de adeptos. Siguiendo los
pasos de Eva aprende enfermería y ayuda a los presos. Antes ha debido sufrir la
muerte de Carla, con la que tuvo una hija, Nina, a quien cría Lula, enamorada
de Jairo que, a su vez, le da otro hijo. Pero Lula también es asesinada por un
yonqui, por lo que los hijos de Jairo se quedan al cuidado de una buena amiga.
Nina va creciendo y entrando en las drogas y la prostitución hasta que Jairo,
al salir de la cárcel, decide salvarla.
El
problema subyacente es que, según mueren, las protagonistas salen de la
historia para enfrentarse a Cesia, su creadora; ellas no han podido decidir en
su futuro, quieren regresar a su vida, habían encontrado con Jairo una
felicidad total porque las había ayudado a conseguir lo que querían. Pero el
tiempo ha ido pasando y Cesia no ve lógico que estas mujeres deban enfrentarse
a un Jairo que las supera, ya con creces, en edad. Llegados a este punto, la
autora determina dejar la novela sin acabar, ella es feliz viviendo con Eva,
Carla y Lula, tres personajes que la llenan emocionalmente y la ayudan a tratar
a su amiga Wanda, una actriz que pasa por malos momentos emocionales.
Pero
estas tres mujeres ficticias tienen pensada otra solución para la autora.
Cesia,
siguiendo sus deseos, se introduce en el mundo irreal de la Segunda Parte como
personaje que ha absorbido a los otros tres. Ya no es escritora, solo
psicóloga, amiga de la nueva protagonista, Wanda, a la que Jairo y Nina
ayudarán a encontrarse a sí misma y ser feliz, antes de morir asesinada, y
quien es responsable de que Cesia encuentre, finalmente, a Jairo.
Con
este resumen tan largo, he querido resaltar la complejidad estructural de la
novela y las dificultades existenciales a las que son sometidos los personajes,
la pérdida de una madre o de otros seres queridos, la relativización de valores
importantes, la necesidad de ayuda de los más débiles, la carencia de dinero,
la falta de autoestima… Todas encarnadas en una misma persona, Cesia, capaz de
forjar un mundo ideal en el que conceder importancia relativa a lo que nos
rodea hasta forjar nuestra propia identidad.
La prodigiosa fuga de Cesia representa la escapada que debe
realizar mientras interactúa con sus personajes hasta que se reconoce
plenamente. A Cesia no le vale el modelo que predomina en la sociedad. Sus
personajes buscan su propia familia (no la impuesta, que puede fallar por
diversas causas) para ser felices en ella. Cesia, dentro del submundo de los
inadaptados, encuentra un mundo utópico para Jairo y lo convierte en el nuevo
mesías; un mundo donde la muerte es algo natural, forma parte de un proceso de
regeneración en el que para que algo brille con todo su esplendor, ha debido
extinguirse lo que no lo permitía. Eva muere para que Jairo, su hijo, pueda
brillar con luz propia. Las mujeres que han estado con él han desaparecido al
alcanzar lo que querían, Carla muere feliz al tener a su hija Nina, protegida
hasta que la luz de Lula se apaga, para que Wanda siga dando sentido a su vida
y a la de Jairo. Cuando Nina es consciente del proceso «ya está convencida, se ha convertido al jairismo». Eva, Carla y
Lula han decidido sacrificarse, «Morir a
la edad de Cristo. Tres mujeres que nacieron en diferentes momentos para
perecer a la misma edad».
Las
mujeres que han estado con Jairo se han formado según su filosofía, se trata de
minimizar el pasado para que la vida adquiera sentido según un conjunto de valores
inmateriales que lo representan ante el mundo: comunicación interpersonal,
reflexión con uno mismo y estabilidad personal. Para Cesia el jairismo es una
religión acorde con su concepto de la ética, que tiene un componente social en
el que no importa la clase, raza o nacionalidad, un componente material que no
nos aboque al consumismo y un componente cultural lo bastante fuerte para que
no nos dejemos engañar. Cesia es consciente de haber sido capaz de crear un ser
totalmente espiritual, feliz a pesar de las desgracias, por eso no le importa
introducirse en la historia para imbuirse del espíritu de Jairo, que no es sino
el suyo, un espíritu con el optimismo y madurez de Wanda, la sinceridad de
Lula, la simpatía de Carla y la belleza natural de Eva. A cambio, Cesia le aporta,
una vez que lo ha asumido, lo que la vida le ha dado, una leve cojera y alguna
cicatriz en la cara, «me ha perforado el
gemelo izquierdo. También me han hecho un agujero para el pendiente».
En La prodigiosa fuga de Cesia observamos
algunas constantes de la obra de su autor. Mediante el acto metaliterario, la
protagonista/autora impone una metonimia icónica del escritor, además
constituye una técnica de acercamiento al lector, que lee con recelo la
metaficción pues la intuye como un símil de la vida real de Cesia, es decir, es
una técnica con la que P.L. Salvador aproxima la ficción a la realidad para que
el lector empatice con este mundo irreal. Con la metaliteratura, la novela se
sitúa entre una ilusión ficcional verosímil y la puesta en evidencia de esa
ficción.
El
libre albedrío es otra constante del autor quien, con sus personajes, como ya
hiciera Unamuno, discute sobre el libre albedrío, ¿tenemos en realidad libertad
de pensamiento o de acción o solo somos piezas de un sistema determinista
regido por algo poderoso? P.L. Salvador se constituye, a través de Cesia, en
una figura a medio camino entre literato y filósofo, «se siente intrusa en un universo irreal. Las personas caminan como
autómatas […] comprende que no puede habitar dos mundos, que ha de elegir, que
debe ir preparándose para el salto».
La
duplicidad de personajes y actos que observamos en Nueve semanas llega a su
punto álgido en esta novela, cuando Cesia y Jairo quedan unidos en su físico,
sus recuerdos y sensaciones. Al principio Cesia maneja a los personajes a su
antojo hasta que ellas no están de acuerdo y la obligan a reflexionar. No
pretenden ser solo una compleja red de marionetas sino que quieren que Cesia se
dé cuenta de lo que ha conseguido gracias a ellas, encontrar lo que estaba
buscando, su propio yo, que no es sino «la
actitud misma. Y no cabía duda: el espíritu se nutría de ella. Su filosofía era
un canto a la actitud. Que repercutía en uno mismo».
Otra
constante en la obra de Salvador es el concepto que tiene de la mujer. Sus
personajes femeninos son decididos, arrasan en un mundo de hombres en el que su
fuerza interior consigue que brillen con luz propia.
A
través de sus novelas voy conociendo, creo, a P.L. Salvador, alguien apasionado
del lenguaje, la literatura y la música, de costumbres sencillas y con un
fuerte concepto de la amistad. Esto se refleja en su obra por lo que es un
placer leerlo, pero en esta me he llevado además la grata sorpresa de
encontrarme con un espacio que conozco: Alcantarilla, Javalí Nuevo, Cartagena o
Murcia acompañan a Cesia en su anagnórisis.
Otro sensacional análisis. Esta novela la tengo pendiente y temía que pudiese gustarme menos que otras obras del autor. Has disipado todos mis miedos. ¡Gracias!
ResponderEliminar¡Gracias a ti!
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