sábado, 28 de mayo de 2022

MANUAL DE AUTOAYUDA PARA ASESINOS

A quienes conocemos algo a Paco Santos (al menos su literatura) no nos asombra que hasta la muerte vaya teñida de humor:

—¿Le conocía usted?

—Y todos. Aunque aquí, el asiduo es su cuñado, el Mono. Manuel, quiero decir. Es mecánico.

—¿El mote es por el mono de trabajo?

—Es por el anís. Nunca pide otra cosa.

Pero en su último libro, Paco Santos le da una vuelta de tuerca a la novela policíaca y se aleja de la pretensión catártica de que el lector se sienta superior al criminal o, al menos, diferente.

El asesinato y el asesinado quedan igualados, suponen el mal absoluto, algo que es esencial eliminar con urgencia. Si leemos exclusivamente las frases que presentan los capítulos, nos damos cuenta de que forman un auténtico Manual de autoayuda para asesinos. La autoayuda es doble, tanto para enseñar, animar al asesino y justificar sus crímenes como para olvidarse del hecho y seguir viviendo.

Paco se apoya en un manual encontrado, del que extrae citas que le sirven de introducción y desarrollo de sus capítulos. De esta manera su libro toma el rango de documento secundario y las categorías de autor y novela quedan ocultas en un juego de voces, con el que cuestiona en la literatura las representaciones de la realidad.

Nada es lo que parece en MDAPA excepto la denuncia de determinadas conductas que aun hoy se sufren sin que se lleven a cabo las medidas necesarias para erradicarlas. ¿Es que no todos estamos amparados igualmente por la justicia? ¿Convivimos con la ley del más fuerte, en la que solo con violencia se acaba con la violencia? Las historias del Manual son sobrecogedoras aunque se leen con una sonrisa, con complacencia, porque están escritas por un verdadero artista.

El tema de la novela es el crimen en sí mismo, algo justificable, y hasta deseable, cuando nos encontramos con seres que destrozan las vidas de los más débiles. El autor no escatima palabras sucias que sin embargo, dadas las circunstancias, no resultan ofensivas. Paco Santos no profundiza en esas circunstancias, las sabemos, estamos saturados de razonar una y otra vez sobre las humillaciones que deben soportar las mujeres, sobre los traumas que permanecerán en quienes no se ajustan a la norma; por eso, lo mejor, es quitar de en medio, cuanto antes, la basura que nos cubre «—Ese mierda ha tenido su merecido –se alzó una voz a su espalda».

En ocasiones no está mal olvidar lo establecido y que lo humanamente justo quede donde le corresponde


—¿Qué opinión le merecía la víctima?

—¿Víctima? Era un hijo de la gran puta

A veces, el azúcar de la religión para conformar a los que quedan dañados en la tierra, no tiene sentido «La idea del juicio de Dios es absurdo».

Manual de autoayuda para asesinos nos presenta una sociedad real, totalmente actual, tanto que a veces parece un metaverso en el que los asesinos salen indemnes porque han asesinado al verdadero asesino; tienen una oportunidad para vengarse de ofensas anteriores. Santos rompe la ficción y se adentra peligrosamente en lo más profundo de la mente de los agredidos. El problema, si lo hubiere, es que todos nos sentimos atacados en algún momento y ansiamos justicia, desearíamos una oportunidad para cometer el asesinato perfecto, el que más que un crimen representa una obra de arte «…reagrupándose en torno al cuerpo tendido en el suelo y apenas entrevisto. La composición evocaba un descendimiento barroco a los pies de la cruz. Los gestos de unos y otros transitaban de la urgencia a la resignación de saber que al tercer día no habría resurrección».

Paco Santos, como hiciera en su momento Agatha Christie, ha escrito algo sublime, capaz de ser llevado a la gran pantalla; si en Asesinato en el Orient Expres (1934), “los desconocidos” son descubiertos por un intuitivo Poirot que los lleva a la policía, en esta novela, el protagonista, que no es detective sino periodista, mantiene su descubrimiento oculto; porque Rosendo es una prueba más de que (a lo mejor) todos tenemos por qué callar, «confirmaba sus sospechas de que entre ambos existía comunicación». En clave de humor –negro–, el autor lleva a cabo un retrato penetrante y cruel del mundo en el que vivimos; un retrato que enseña al lector la imagen del dolor, la vergüenza, la avaricia y el mal, aunque estén admitidos socialmente. Los asesinos mantienen su propia ética, una lógica que se hace trizas ante los asesinados. El lector se ve envuelto en situaciones límite, vividas en primera persona en alguna ocasión y en las que hemos deseado (porque todos tenemos un lado oscuro) un castigo ejemplar para los malvados; vivencias extraordinarias en las que el agraviado puede hacer desaparecer del mapa al agresor. ¿Se podía haber solucionado de otra manera? Seguro, sin embargo no habría resultado tan liberadora para Merche, esa descendiente de las hermanas de Arsénico por compasión (1944). Paco, al igual que Frank Capra, presenta los crímenes de su manual como un deber que hay que llevar a cabo para que la Tierra siga girando según la órbita que nos protege ¿Viviríamos entonces en un mundo más justo?, ¿más feliz? Pues ahí lo deja.

Y lo deja advirtiendo, en una irónica autorreferencia, que igual que mereció la pena ver la película protagonizada por Cary Grant, es aconsejable leer las aventuras protagonizadas por Rosendo.


—¿Te suena un libro que se titula Manual de autoayuda para asesinos?

Rosendo escuchó la risa de Ana

—No. Y con semejante título me acordaría. Un libro que se titule así o es muy bueno o es para vomitar. No cabe término medio. Yo apostaría por lo segundo.

Si antes hicimos mención a que el tema de esta novela es el crimen en sí mismo, no debemos pasar por alto que Manual de autoayuda para asesinos es un homenaje a los triunfadores del asesinato. En el argumento no hay detectives ni policías investigando. Sí hay crímenes. ¿Qué es lo que nos atrae de ellos para que desde los primeros escritos literarios queden impresos los más terribles asesinatos? La envidia entre hermanos nos lleva a la Biblia… Hemos avanzado poco. Los mellizos Rasca y Gana dan fe de ello; Gana, como un moderno Caín, también está celoso de que Rasca obtenga el favor, no de uno sino de todos los dioses. Asimismo, al igual que la muerte fue tomada por Shakespeare como forma definitiva del cambio, la señora Merche propone una alteración que acabará con los avasallamientos, violaciones y angustias que tienen lugar a su alrededor.

Aún asomará, en las páginas de la novela, un Rascolnikov del siglo XXI capaz de eliminar a quien considera un parásito que impide a su hermana llevar la vida feliz que deseaba «Todo el día sola. Apenas paraba la pata ese ciego malnacido, hay que joderse».

Es increíble la destreza y la habilidad de Paco Santos para hacer fácil lo difícil. Como un moderno Conan Doyle, apunta elaborados crímenes, tanto que algunos, inexplicables, van a quedar en ese mundo ficticio como meros accidentes ante seres que los contemplan aliviados. Pero el lector, con ciertas informaciones del autor, va dibujando en su mente originales formas de ejecución, que pueden estar al alcance de cualquiera (que tenga un mínimo de suerte o forme parte de una institución encargada de atraerla).

Mientras leemos, y releemos, Manual de autoayuda para asesinos sentimos fascinación por el crimen. El autor cuenta los hechos, y sus circunstancias, de tal forma que es el mal lo que nos atrae, lo que deseamos en lo más profundo de nuestro ser. Al mismo tiempo tenemos la oportunidad de enjuiciar y entender las diferentes caras del ser humano. Con cada crimen reflexionamos sobre la envidia, la violación, el maltrato, el hartazgo y la venganza. En la novela el bien y el mal no están en la línea de lo justo e injusto, de la virtud o el pecado. El bien y el mal se solapan y a veces no somos conscientes de dónde empieza uno y acaba el otro, porque no son excluyentes. Normalmente el bien de unos es malo para otros y el mal de algunos supone para la mayoría un avance social o un bienestar familiar que es, contrariamente, considerado como humanamente anormal. «“Ya ve usted” Un buen epitafio, pensó».

lunes, 23 de mayo de 2022

ENTREVISTA CON ESTELA MELERO

Estela Melero alumbra sus novelas con la luz de Valencia, y Tierra sobre la memoria, Indómita Aurora y Arrebol dan fe de ello. Escritora fructífera y rápida (tres novelas en tres años) de la que vamos a intentar conocer algo más.

P. ¿Tienes otra ocupación o dedicas todo tu tiempo a la escritura?

R. Ahora mismo trabajo y tengo mucho menos tiempo para escribir. Me levanto pronto para hacerlo, porque me gusta escribir por la mañana, es cuando más despejada estoy. Durante dos años he estado parada y he podido dedicar todo mi tiempo a la escritura, por lo que he podido escribir mucho.

P. A la hora de escribir ¿eres meticulosa, ordenada o lo haces según vayan ocurriendo sucesos a los protagonistas?

R. Normalmente tengo una idea de la historia, de dónde parten los personajes y adónde van. Pero me gusta mucho que sean ellos quienes me cuenten la historia. Cuanto más aprendo, más ordenada soy. Pero no me gusta planearlo todo, porque entonces me aburro escribiendo, prefiero sorprenderme.

P. ¿Hay algún libro que influyera en tu faceta de escritora?

R. Malena es un nombre de tango, de Almudena Grandes, o Palmeras en la nieve, de Luz Gabás. Creo que esos secretos familiares, esos viajes a otras épocas, son lo que más me motiva para escribir.

P. ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que te impactó?

R. Malena es un nombre de tango fue uno de los primeros libros que me atrapó. Después, La sombra del viento fue otro de los que me marcaron.

P. ¿Cuáles son tus dos escritores clásicos preferidos? ¿Y los dos actuales? ¿Por qué ellos?

R. Me gustan mucho Cernuda y Lorca. De los actuales, Rosa Montero o Almudena Grandes. Todos ellos por su sensibilidad. En el caso de Rosa Montero y Almudena Grandes, por su buen uso de las palabras, con las justas, dicen mucho.

P. Y respecto de los lectores ¿Recuerdas alguna buena experiencia que hayas tenido con alguno? ¿Y no tan buena?

R. Tengo muchísima suerte, cada lector nuevo es una experiencia increíble, las palabras que te brindan son siempre cariñosas y respetuosas. No tan buena, sinceramente, no tengo, he tenido críticas negativas, pero siempre constructivas, estoy aprendiendo y cualquier aportación es de agradecer.

P. ¿Qué te motiva a la hora de escribir? ¿Por qué lo haces?

R. Necesito evadirme, para mí escribir es igual que leer, solo que puedo inventar mi propia historia. Siempre tengo alguna historia nueva en la cabeza, y cuando estoy en una novela, todo el día convivo con los personajes y los adapto a las situaciones cotidianas que yo vivo.

P. Yo estoy convencida de que todos deben leerte, ¿puedes tú argumentar por qué?

R. Muchas gracias. Cuento las historias desde el sentimiento que me producen los personajes, creo que las tres novelas que he escrito poseen las sensaciones de los lugares, los aromas, las personas… Se sienten.

P. Tu última novela, Arrebol, es inquietante, dura, saca a la luz lo más perverso del ser humano ¿Está basada en algún hecho real?

R. En realidad, está basada en la mente psicopática, por desgracia hay muchas personas que padecen este mal. No es un hecho real en sí. Me ha costado mucho escribirla, ha sido duro en algunos momentos, porque acercarte tanto a quienes actúan de una forma tan incomprensible asusta.

P. Rosa Sanmartín afirma en el prólogo de Arrebol que sus personajes permanecen en el corazón del lector, ¿qué has intentado que permaneciera de ellos?

R. Mi Rosa… Estos personajes tienen algo muy especial para mí, son personas en las que los defectos son tan evidentes como las virtudes. Y eso me parece muy importante. Estamos acostumbrados a que los investigadores sean siempre perfectos, que sepan qué hacer en cada momento. Pero ellos también tienen preocupaciones, sentimientos… Y por muy profesionales que sean, pueden sentirse influenciados por lo que les rodea. Por otro lado, mostrar dónde y cómo surge la maldad, cómo se forma un psicópata, era muy importante para mí. No trato de justificar sus acciones en absoluto, pero me intrigaba saber cómo puede llegar una persona a cometer crímenes tan atroces y después convivir con familiares, amigos… Es duro, pero necesario, entender cómo puede ser.

P. ¿Cómo te documentas para escribir tus novelas?

R. Para la novela negra he leído libros que narran las vidas de psicópatas conocidos. Tanto para esta como para las históricas también he buscado información por internet, sobre todo documentos oficiales o documentales. También he visto series y películas, y leído libros de ficción, para ver el enfoque que dan otros al mismo tema.

P. Creo que eres fabulosa a la hora de describir, asombra tu uso del lenguaje, lleno de adjetivos, metáforas, comparaciones, imágenes y sensualidad. Con Arrebol has hecho una incursión en la novela negra y has metido en ella todo lo anterior ¿Hay algún género en el que te sientas más cómoda?

R. Gracias, de verdad. Me sentía muy cómoda en la histórica, pero me gusta mucho experimentar. Creo que mi género de referencia es la novela negra histórica, puesto que me gusta mucho la parte de documentación y el viaje a otras épocas.

P. ¿Te identificas con alguna de las mujeres de tus novelas? Todas tienen un peso importante, incluso las secundarias ¿Hasta qué punto te preocupa la condición femenina?

R. Con todas. Todas tienen una parte de mí o de otras mujeres que conozco. Me preocupa comprobar que el viaje de la mujer a través de los tiempos ha sido tormentoso, y que a pesar de los años se avanza muy despacio.

P. ¿Has pensado continuar con Elia o tienes otros proyectos en marcha?

R. De momento tengo otros proyectos en marcha. Cuando creé a Elia y su historia, quise que fuera para una sola novela. Pero nunca digas nunca… Ahora mismo estoy trabajando en una novela negra relacionada con la historia de un edificio de Valencia. Y tengo lista para publicar una novela histórica en la que, como no, también hay un asesinato. Es una novela costumbrista cortita, que escribí con pequeñas historias familiares que me contaba mi padre.

P. Para finalizar, una batería de preguntas personales muy cortas y respuestas muy rápidas. Vas a emprender un largo viaje y en tu maleta has de guardar:

Un color............................................................ Violeta.

Un sabor........................................................... Caramelo salado

Un olor.............................................................. Azahar

Un gusto raro................................................... Me gusta tomar el paté sin pan (con tenedor)

Un vicio confesable..........................................Pasearme durante horas por bibliotecas o librerías

Una actividad que no sea escribir.................. Bailar

Una palabra...................................................... Iridiscencia

Un cuadro......................................................... Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya

Una película...................................................... La vida es bella

Una canción......................................................Solo una volta, de Alex Britti

Una estación del año....................................... El verano

Una prenda de vestir....................................... Vestidos

Un consejo....................................................... Lucha por hacer lo que te gusta, nunca te cansarás de ello, por duro                que  sea

Agradecemos a Estela que nos haya dedicado su tiempo y su simpatía, y quedamos emplazados para su nuevo libro







sábado, 21 de mayo de 2022

LA POSTURA IMPERFECTA

Llevo un par de días dándole vueltas al asunto y no termino de aclararme; cuando leo un libro no considero importante clasificarlo en un género, de hecho los corsés en los que metíamos novela, teatro, poesía… están empezando a ceder, pero me gusta hablar de novela, ensayo, teatro o lo que sea al referirme a un libro, y no con el genérico. Debo ser una antigua.

El caso es que en una novela se asume que el autor no se identifica con el narrador o personaje, pero en la lucha mantenida entre ficción–realidad de La postura imperfecta podemos intuir un cruce de identidades en una novela cuyo protagonista, el portero innominado de los apartamentos Torre Mediterráneo, cuenta por encargo de un amigo, durante las ocho horas que dura el turno de noche, su vida. Las breves interrupciones de otros personajes, inquilinos de los apartamentos casi siempre, sirven para diferenciar claramente el presente del pasado narrado.

Otras veces simplemente tenemos la sensación de estar ante una autobiografía.

Y, en ocasiones, estamos seguros de leer las confesiones del conserje protagonista, no solo porque él así lo afirme, «Y si no eres capaz de llevar tus ideas a la práctica, de qué te sirven entonces. Triste, ¿no es cierto? Una vida patética la mía. Me pregunto si alguien podrá sacar partido de estas confesiones», sino porque a lo largo del libro además de manifestar sus ideas, reconoce sus errores y los justifica; pierde su dignidad cuando abusa de las drogas y frecuenta malas compañías, y la recupera rectificando la conducta al confesar ante todos sus equivocaciones.

Me atrevería a decir que La postura imperfecta es una especie de metalepsis en la que se han puesto en contacto diferentes niveles del texto. P. L. Salvador abre una relación, de forma imposible, con su personaje ficticio y este se dirige, también de manera imposible, a un lector real «¿Que sea un poco más descriptivo? Pues el mencionado fármaco no solo me convertía en un auténtico chiflado sino que…». Surge, entonces, un mundo imposible que puede ser real, cuando el protagonista se persona como tal, o ficticio si el autor se presenta como personaje


—Sí, ¿quién es?

—Salvador

—Ah, ¿ocurre algo?

—No, nada excepcional […] Y tú, ¿qué tal vas?

—Llevo toda la noche escribiendo […] Mañana podré darte mis memorias

Hay un pacto novelesco autobiográfico porque el protagonista no tiene nombre. Solo aparece el nombre del autor, que luego será quien reescriba lo que le envía, aunque en realidad no lo reescribe, las memorias nos llegan tal cual, con lo que Salvador queda como autor–protagonista «afirmo aquí y ahora, justo al final de estas páginas, que he tenido excelentes padres […] Aunque no significa esto que lo contado anteriormente sea incierto».

Salvador pretende con sus reflexiones un acto de justicia, por eso toma como protagonista no a un ganador sino todo lo contrario, a un ser privado de privilegios, de beneficios sociales, alguien decepcionado consigo mismo que aparece ante nosotros defendiendo sus actos a través del recuerdo afectivo. Todo su pasado es revivido durante una noche por lo que, al contarlo, queda como presente. Es la propia actualidad.

En la escritura del esquizofrénico observamos un síntoma de resistencia al vindicar la voz de aquellos considerados «fuera de la norma»; asistimos a la concienciación de un cambio de rol y los vemos capaces de tomar sus propias decisiones. El proceso de escritura del protagonista es un proceso de autoafirmación frente a la posibilidad de no ser del enfermo mental.

Los lectores asistimos a la creación del texto, dándose coincidencias entre los hechos que se narran y el momento en que se nombran; entonces el protagonista deja sus recuerdos y conecta con la sociedad; un saludo recibido basta para que nos enteremos de algún dato fundamental de la personalidad de ese personaje, no en vano, nuestro escritor estudió criminalística.

En esos momentos la acción se convierte en un diálogo escritor–lector «Allí me hallaba escribiendo hasta que un energúmeno me ha llamado batiendo palmas», algo que confiere autenticidad, reforzada porque esta pausa en su escritura sirve para que reflexione también sobre el hecho autobiográfico «creo que antes me he extralimitado con mi pobre padre». Vamos descubriendo una identidad narrativa en la que el autoconocimiento surge a través de lo narrado.

A pesar de que el protagonista esquizoafectivo no tiene nombre, sí nombra a todos aquellos con los que trata, incluido Salvador; de esta manera adopta la persona de cualquiera pues, aunque al principio le cueste trabajo, al final empatiza con todos. Mediante su discurso interior, el conserje expresa la verdad que lo afirma como persona. Nos ofrece unas confesiones que tienen lugar en un campo de batalla donde se enfrentan lo ficticio y lo verdadero, lo ideal y lo real, la autobiografía y la autoficción. Pero todo puede valer si estamos ante una antificción, en la que la biografía contenga elementos ficticios y el protagonista escriba, con cierto humor y mucha ironía, una ficción sin pervertir la pretensión de veracidad «Bien, hasta aquí hemos llegado […] Una historia, la mía, que supera con creces a muchas obras de ficción […] no resultará extraño que prefiera quedar en el anonimato».

Salvador le encarga una autobiografía y él nos regala su autoficción en la que juega con su identidad, nos la desvela fragmentada entre un pasado esquizofrénico, inadaptado, y un presente desdoblado entre repartidor de publicidad por la mañana, recepcionista de noche, adaptado e imposible. En realidad las memorias no son sino la esencia de nuestra época; su autor ha trazado formas de vida que le son incomprensibles. El extrañamiento al sentirse fuera de la comunidad, de lo cotidiano, lo lleva a investigar continuamente en teorías filosóficas, todas de cierto renombre y asimismo contradictorias. Por eso, el escritor, con bastante humor alude a filósofos reales, a obras reales, para quedarse con lo bueno de cada uno y exponer su propia filosofía de la vida «tener valores distintos no equivale a enfermedad mental. Y yo añadiría, tener creencias distintas» «he de elegir el mal menor como alternativa» «un egoísmo constructivo vale más que una generosidad destructiva» «liberarse de la creencia de que no hay libertad es, en realidad, ser libre». El escritor conserje repartidor nos aconseja disfrutar de lo que hacemos y tenemos. Creo que estas confesiones del protagonista son las reflexiones del autor, quien conecta con los portadores de enfermedades mentales para intentar erradicar las conductas estigmatizantes que la sociedad ha fomentado, consiguiendo que los afectados propendan al aislamiento social, tengan dificultades para pedir y encontrar ayuda, sientan vergüenza de sí mismos e incrementen sus recaídas.

Salvador muestra, a través de su esquizoafectivo, el vacío de algunas teorías importantes y reivindica la memoria como identidad de la persona individual y social «buceo en mi cenagoso ayer para mostrárselo a la sociedad […] olvido mis fatigas».

La postura imperfecta es la perfecta imperfección del ser humano. Podría tratarse como una novela del yo; es una autoficción porque el autor habla por boca de su personaje, reflexiona sobre las circunstancias en las que nos desenvolvemos en la sociedad y contradicen al hombre entre sus actos y sus palabras. La identidad del escritor queda al descubierto desde el punto de vista del inmigrante, del enfermo, del acosado… desde el otro lado, para cuestionar la educación, la amistad, la familia, el éxito, la envidia, el trabajo, el bien o el mal, la medicina, la religión, la culpa… «todos estamos cargados de frustraciones, complejos, traumas, miedos, envidias y ambiciones estúpidas».

La postura imperfecta es metaliteratura. El narrador personaje escribe una historia que luego nos la presentará el autor de forma introspectiva para que los lectores nos veamos reflejados en esa imperfección, que no es sino la perfección que de nosotros requiere la sociedad «leo libros de filosofía moral, de autoayuda y de ciencia buscando un espejo donde reflejarme. Lo que persigo, en fin, es una personalidad, una imagen». ¿Qué somos en realidad?

sábado, 14 de mayo de 2022

UNO DOS TRES

Escribir un relato es contar la historia, generalmente, de un tema; en él hay alguien que realiza acciones causadas, relacionadas y consecuentes con ese tema. Escribir poesía es estar dispuesto a transgredir la norma, las causas y consecuencias, las expresiones; es estar dispuesto a desnudar los sentimientos consiguiendo que fluyan ante el lector con expresiones únicas, con palabras en desuso o usadas de manera que ofrezcan una imagen personal. Es difícil escribir poesía, pero cuando es buena, va dejando una impronta en el lector que le permite ver sus propios sentimientos. Puede que no sean los mismos del poeta, pero eso es lo bueno de la poesía, que nos descubre al escritor al tiempo que experimentamos nuestro autoconocimiento.

Tengo en mis manos un regalo que agradezco enormemente, el primer libro de poesía de José Ramón Pastor que me ha llegado hasta lo más hondo y he leído casi como un relato al revés. Uno dos tres no es una escritura lineal sobre alguien que nace, se desarrolla y muere sino que parte del pesimismo absoluto, «Hay una barca / y / en ella / me hundo». Tras una agonía en la que se siente abocado a la destrucción, el poeta se desarrolla, en una otredad que no es sino él mismo, cayendo una y otra vez, hasta que nace aferrado a una luz que le devuelve una imagen equivocada.


Y al punto

caigo:

he vuelto

a mí

mis propios

ojos

Necesitará tomar consciencia de su deterioro para amarse y amar la vida a pesar de sus vacíos, por eso decide cambiar el tiempo fuera del tiempo en el que ha estado «apresado por fuera del tiempo», para renacer a la verdad «Tu voz / me abre / camino / al cielo claro».

La poesía de Uno dos tres es una exhortación al cambio. Hay momentos de lacerante pesimismo en los que olvida el poder de la superación; de hecho, la realidad se va transformando según una vitalidad y un equilibrio emocional precarios que se agitan en el silencio, la noche, la soledad o la muerte


Están

mis labios

sucios

de orfandad

El poeta pasa por momentos de angustia que reavivan sentimientos próximos a la caída. Lamenta encontrarse perseguido por el tiempo sin ver otra solución que, como Dafne, transformarse en un árbol arraigado, inmóvil, sin libertad, pues «no existe / un árbol / que sesgue / sus raíces».

Se ve inmerso en un fatalismo que le niega cualquier alegría para situarlo en un caos, una confusión oscura y pasiva, desconcertante, que no le consiente siquiera rebelarse, sino que lo aboca al abismo de la nada. Es consciente de que su herramienta más poderosa es el lenguaje; al ver que no acude a su mente, se deja llevar por la angustia, «arruinadas / mis palabras».

El autor se ve convertido en una pieza más del engranaje literario que, al no dar el fruto que espera, lo induce a verse a sí mismo como un fracaso «Temo ser / lo que escribo». La frustración es la débil unión entre su cuerpo y la caída que empieza a experimentar. Como un mago, desearía poder estar al otro lado en un instante, «uno / dos / tres». Desearía descansar protegido. Desearía tener el poder necesario para que, de pronto, apareciera la única verdad, su ilusión. No soporta perder más el tiempo en un tiempo en el que nada cambia, «anquilosa los días». Pero también está seguro de que serán las propias palabras, cuando acudan a su mente, las que lo salven. La escritura es la clave, el medio por el que puede abandonar la rendición, lo que le permita aclarar la mente para conseguir emerger del fondo. Juega con el lenguaje hasta que le ofrece su realidad, la que ha transformado en una unidad simbólica,

                                                                      T

                                                                      r

                                                                      e

                                                                      s

                                                                      .

Probablemente sea por eso que evidencia una necesidad de escribir diferente, con sorpresas mitológicas, bíblicas, lingüísticas, capaces de transgredir la norma y la libertad desde el conocimiento.

Adentrarse en la poesía de José Ramón Pastor es indagar en la integración del mundo clásico, con su orden y desorden establecidos, y en el ser humano actual. Sería difícil interpretar al autor sin tener en cuenta el contexto interior en el que se mueve, porque aquí, en nuestra realidad, la vida es un momento fugaz que termina, con la oscuridad más absoluta, en la nada; sin embargo para José Ramón la vida es un sinfín de periodos dispares duros, alegres, exitosos, execrables que no mueren;


Y,

desde

la honda entraña

de un

pájaro inconsolable,

vuelvo a soñar.

Los últimos poemas de Uno dos tres representan ese renacer de las cenizas con más energía, capaz de resurgir del fuego purificador con las alas más fuertes, para aferrarse con ellas al amor. El poeta surge de la pulsión espiritual que le aporta su musa clásica


Ven,

en tus ojos

mi cuerpo

resplandece.

Uno.

En ella se realiza de nuevo; es su punto de partida. Ha podido existir a través del tiempo gracias al amor. Revive no ya como poeta, sino fortificado, como poesía para ser leída por los ojos de la que es su inspiración.

En cuanto a la forma del poemario el autor apuesta por cierto minimalismo que puede desvelar, sin embargo, su estado emocional. Hay versos que forman, en su unión, epanadiplosis que refuerzan su interés por vivir cuando esté preparado, «No he nacido, / sueño / que no he nacido». Encontramos invocaciones que aluden a los clásicos para asegurar su importancia en la escritura: «Padre, / la cera del tiempo / me funde / los brazos».

Metáforas del atardecer que piden ilusiones tranquilas, «…y / su oleaje, / rojo y gris / les diese / sosiego».

Desorden ortográfico para expresar la vorágine que supone la vida y el paso irregular del tiempo, «Es    un   punto   de  ma  si  a  d   o   seg   ui   d  o».

Sustantivos como símbolos de transformación, «petirrojo».

Llamadas a su pensamiento para que lo ayude a escribir, para que su creatividad se ponga en marcha «Canta, / necia oréade».

Anáforas asindéticas que refuerzan su autoconcepto negativo


No bebo

no como

no camino

Aliteraciones que agrandan la cadencia del dolor en la eternidad del recuerdo «en el tiempo / sin tiempo / de tu / invisible memoria».

Elipsis que eliminan el deseo de libertad y paralelismos que igualan el caos del proceso a la muerte


El vértigo

de cera derritiéndose

El silencio

de cera derretida

Poemas cortos, otros más largos, todos de versos cortos que semejan el hilo frágil de la vida


Luz y hebra

mecen

una larga sombra

Incluso la estructura delgada de los poemas contiene «la delgadez / de unos huesos / lacerados».

Indudablemente son figuras de gran fuerza retórica que participan del valor de la simplicidad. Son armas del autor con las que resalta sus sentimientos, su razón de ser, su fragilidad. Los poemas no transmiten el miedo a la muerte, a pesar de que las sombras y cenizas pueblen los versos; el miedo es a la ausencia de la obra de arte.

Uno dos tres es poesía y amor unidos. Amor como modo de supervivencia. Amor, lo que da la vida y el poder de crear.

José Ramón Pastor comienza, con su poesía, a hacerse un hueco entre los grandes


Has de morar

inmóvil

entre vivos

sábado, 7 de mayo de 2022

ARREBOL

He de confesar que acabo de leer un libro, cuando menos, desconcertante. Son algo más de trescientas páginas en las que nos imbuimos tranquilos, disfrutamos de un vocabulario poético, «arrebol», «pelo taheño», «silencio atronador», «mi tía Paquita la fetillera», «el petricor golpea mi nariz» «El arrebol. Esa visión me llena», «iridiscencia etérea, efímera e inefable»… hasta que en los momentos más placenteros aparece lo más sucio del ser humano ¿Cómo es posible que unos bellos parajes oculten relaciones ruines, obscenas? Pues esto es lo que ocurre en Arrebol una novela negra contada en dos tiempos por varios narradores, todos ellos implicados en una trama de torturas, violaciones, pederastia, supersticiones y asesinatos.

En medio de ellos se encuentra la teniente Elia Sanahuja, enamorada del sargento Joan Espí, encargados de investigar un crimen ocurrido en la playa de Cullera; pero Elia ya fracasó en las pesquisas de un caso similar dos años antes, en el que también trabajó con Joan y del que huyó al sentir que se estaba enamorando, a pesar de estar casada en aquella época aunque a punto de separarse. Elia pidió el traslado a Valencia y Joan se quedó esperándola en Cullera. Ahora la teniente debe volver y teme enfrentarse de nuevo a la pesadilla que supuso aquel asesinato, «Un sudor frío me invade. Esa persona está suelta. Sigue libre».

Estela Melero ha sabido dotar a Elia Sanahuja de una sensualidad especial; los nervios de atrapar a un criminal cuando, con la tercera víctima, es considerado como psicópata asesino en serie, los nervios de sospechar de todos los del pueblo, incluidos algunos de sus compañeros de la Guardia Civil, como el propio Joan, los nervios de sentir nuevamente el fracaso como investigadora no son óbice para que Elia describa, tanto el paisaje que la rodea como a sus compañeros, con un detallismo minucioso que aparece al poner a funcionar todos sus sentidos «—Gutiérrez –respondo mientras arrimo el rostro para que deposite los dos besos. Arrastra un poco los labios sobre mi mejilla en cada uno de ellos. Huele a fragancia cítrica con tonos de madera…».

Elia es sensitiva, atractiva, voluptuosa y esto predomina sobre la suciedad desparramada en Cullera, porque ella lo ocupa todo. Puede disfrutar del entorno, sentirse parte de él, y traslada su sensibilidad a sus movimientos. El lector es capaz de ver cualquier cosa que ella describa como si tuviera delante una película «Recuerdo su mano levantarse a cámara lenta, acercarse a mi oreja para retirarme el pelo del hombro desnudo […] Paseó los dedos por mi brazo para acabar rodeando mi cintura. Después enroscó su cabeza en mi hombro». Todo cobra vida cuanto Elia lo detalla, de esta forma, durante la lectura de Arrebol conocemos a la perfección tanto a la teniente como los sucesos que ella protagoniza.

La autora resalta el deseo de la protagonista, su derecho al placer, la liberación de prejuicios. El lector pone en marcha su fantasía con los instintos sexuales y sensuales de quien, pese a su cargo y a la horrorosa tarea encomendada, no olvida que es una mujer.

En un mundo en el que predominan las apariencias, surge Elia, dueña de su cuerpo y de su mente, para ayudarnos a descubrir sus emociones y las nuestras. Como mujer, expone sus problemas cotidianos sin ningún tipo de censura hasta ofrecernos un retrato realista de la mujer soltera. De hecho, solo ante Joan, su enamorado, le cuesta reivindicar su rango profesional ya que es la relación lo que queda por encima. Elia lo deja actuar aun viendo en él actitudes machistas, incluso sospechosas como posible asesino, pero lo justifica constantemente y mantiene la culpa propia de la mujer en una sociedad patriarcal «Su mirada felina me estremece. Acaricio su mano feliz por tener, al fin, ese permiso de contacto […] Quizá yo sea la culpable de que no haya sucedido nada antes».

Y si Elia es auténtica, Arrebol es engañosa. El lenguaje está cuidado; la desbordante imaginación de la escritora permite aglutinar en un mismo relato lo sensual, lo romántico, lo negro y lo descriptivo, con lo que recupera una imagen feminista y femenina capaz de estructurar un pensamiento libre, aunque deba medirse continuamente con un hombre

—¿Vio a quién lo dejó?

—No, señorita Sanahuja

—Teniente

—¿Qué?

—Teniente Sanahuja

Desde el principio de la novela sabemos que nos enfrentamos a un asesino en serie y a una relación de pareja que es –casi– más inquietante que los propios crímenes,


—Sé que lo has pasado mal —susurra en mi oído —Después hablamos.

“Más de lo que quisiera”. Levanto la vista y me encuentro con los enigmáticos ojos de Joan.

Y aún todo se enredará cada vez más en un asunto que supone una agonía de más de cuarenta años para una familia, y casi para un pueblo. Violaciones, torturas, maltrato por parte de «seres queridos» que parecen tener lugar fuera de la realidad, en un tiempo que pasa y siempre es el mismo, trayendo la misma imagen arrastrada por fuerzas irracionales de mentes enfermas. Solo el hombre es capaz de ensuciar la belleza del paisaje.

En Arrebol Julia queda prendada de Roc y decide poner en marcha uno de los conjuros que hacía su tía Paquita y formaban parte de la fetillería familiar, enseñada durante generaciones de madres a hijas. Julia pretende controlar su voluntad y la de su marido a través de la magia, hasta que se da cuenta de que el poder que pretende ostentar en su familia no existe. La felicidad de Roc, Julia y sus hijos, Manolo y Nanen se ve enturbiada y rota cuando ella es testigo de que la pequeña está atada de la forma más repulsiva a Roc, su padre, «cuando todo sucedió no supe lo grave que aquello era. Él me trató bien, aunque me hizo daño, pero me explicó que era natural, entre sus caricias, esas que ya sentí durante mucho tiempo». Es una situación dura en la que la niña ha vivido sin saber qué era tener voluntad, en un confinamiento de violencia creciente y encubierta hasta quedar convertida en un simple objeto de disfrute sexual.

La inocencia de los dos hermanos se ensucia con experiencias que marcarán sus vidas con una dificultad absoluta para aportar cualquier responsabilidad ética o moral a sus actos. Ningún descendiente de esa familia podrá comportarse de forma normal, y para Elia, que investiga los casos, es evidente, «Ese comentario no pasa desapercibido para mí. Primero por mis conocimientos sobre psicópatas, hay tres síntomas característicos que se dan en la niñez: crueldad con los animales, piromanía e incontinencia urinaria. Segundo porque esa forma de decirlo me ha parecido escalofriante».

La identidad del individuo está vinculada al pasado familiar. En la familia de Arrebol hay varios protagonistas, según la época, que deben enfrentarse, cada uno a su manera, a los silencios del patriarca, quien lleva las riendas de todos, incluso de los que piensan haber quedado fuera de su poder.

El modelo familiar queda subvertido por un enfermo y por la falta de autoestima de la mujer que, según supersticiones, necesita de la brujería para atraer al hombre. No hay conciencia femenina. Los conceptos de amor, de la familia, del sexo están desvirtuados en una casa donde todos saben qué ocurre y todos lo ocultan, manteniendo esa institución cerrada, sucia y opresiva que ha hecho de ellos seres huraños, culpables, cuyos cuerpos son lugares de sumisión, humillación y atonía. No han conocido la voluntad propia por lo que no podrán formar parte de una sociedad a la que solo saben dañar.

La falta de identidad es el foco narrativo de Arrebol. Nadie llega a tomar conciencia de lo que es. Nadie intuye que debe liberarse de las presiones familiares que los someten, y cuando lo hacen, es tarde. Elia será la encargada de descubrir toda esta trama, encontrar al asesino y poner esperanzas en el futuro. O no.