sábado, 26 de marzo de 2022

EL FUNCIONAMIENTO GENERAL DEL MUNDO


¿Cómo es posible que, sin gustarme el fútbol, pero nada, me haya visto envuelta en un torneo completo? En «El Primer Torneo Interdivisional de Fútbol del Colegio Nacional Normal Superior Arturo Del Manso en 1983. Ni más ni menos».

Pocas veces he leído un libro con tanta ansiedad, casi saltándome líneas cuando quería saber antes de tiempo cómo terminaba algún capítulo, que además trataba de un partido, mientras pensaba “tengo que dar marcha atrás, empezar la página de nuevo”, pero seguía leyendo, hasta llegar al acuerdo conmigo misma de releerlo al acabar. Esto lo ha conseguido Eduardo Sacheri, un mago de la palabra, un alquimista de la expresión, un conquistador de emociones.

El argumento de El funcionamiento general del mundo es sencillo. Lo asombroso es que, de esa sencillez, haya surgido una obra de arte. Federico Benítez recoge a sus hijos adolescentes para llevarlos a las cataratas de Iguazú como inicio de las vacaciones de verano, pero la muerte de alguien muy importante para él, lo hace recorrer miles de kilómetros al sur con los dos chicos, Candela y Joel, sin ropa adecuada para temperaturas bajo cero y sin saber bien cómo llegar. Un viaje de cuatro días en el que saldrán sentimientos a flote, Federico recordará su curso de Tercero y hará partícipes a sus hijos de sentimientos que nunca contó a nadie.

A Sacheri le apasiona el fútbol, el juego como tal, el deporte de grupo, el saber que no estás solo en la victoria o en la derrota, el esfuerzo que rodea a los buenos equipos, no necesariamente a los reconocidos.


—Nos cagaron a goles, Benítez.

Federico no sabe qué decir, pero en ese momento sucede algo inusual […] Los que aplauden son los de Cuarto 1ª, que suspenden su propio festejo para homenajear a los pitufos. Estos sonríen y alzan una mano cohibida a modo de saludo.

A Sacheri le gusta dar clase, el contacto con los alumnos, poder saltarse alguna norma cuando lo importante es demostrarles que los valores verdaderos no se aplican en la teoría sino desde la empatía.

En la novela encontramos profesores amargados por la desidia, el rencor y la desgana, y esto es lo que trasmiten «¿Cómo? ¿Las pruebas también las repite? Pía lo miró con expresión de ¿Cuál es la parte que no entendiste? Porque sí. Las pruebas también eran idénticas año tras año». Frente a la indolencia de algunos, hay otros afortunados que trabajan con cariño y comprensión para conseguir alumnos –afortunados– ávidos de aprender a ser, sobre todo, personas. Y ahí está Marta Muzoppapa, a la que queremos desde su primera intervención.

Sacheri es un enamorado del ser humano; sabe ver las características buenas y malas que forman parte de nosotros, por esa razón es consciente de que como grupo podemos hacer frente a lo que sea porque lo importante no es ganar; los personajes nos hacen reflexionar sobre esto. Como ellos, probablemente vivamos más situaciones desdichadas que felices, sin embargo hemos de estar preparados para saborear el momento de dicha y retenerlo. Eso es la vida, «Tercero 6ª será un racimo de pibes embarrados y felices, que apenas se destrencen irán en busca de su profesora de Plástica devenida entrenadora para abrazarla también […] mientras conserva en la piel […] la temperatura, la forma y consistencia de Eugenia abrazada»

Eduardo Sacheri es un filósofo. Y un genio capaz de conseguir que un perdedor, divorciado, sin apenas recursos, dé la mejor lección sobre la vida que sus dos hijos van a experimentar jamás. En el viaje, Joel y Candela madurarán mientras se alejan de la seguridad de su entorno y se enfrentan a un paisaje que, como la vida, es duro y agreste. Los diálogos y los pensamientos profundizan hasta que las pesadillas de Federico, ocultas, salen a flote para hacerles entender a sus hijos temas tan importantes como la corrupción, «¿O acaso no sabe todo el mundo que Soria y Greco cobran coimas para darles vacantes a los repetidores…?», para reflexionar sobre la mujer y las limitaciones que tenían tiempo atrás «Carucha y Molinari no van a dar el brazo a torcer y mucho menos a darle la razón a una mujer». Las diferencias en el trato, con respecto a la época actual, eran evidentes. Las chicas eran consideradas débiles, sin juicio ni poder de organización, a pesar de demostrar continuamente lo contrario.

Joel y Candela reflexionan con su padre sobre el acoso escolar, el bullyng y el maltrato infantil «¿Lograr que su borrachera de sábado sea del tipo callado y pacífico, en lugar de la variante violenta y destructiva? Eso ojalá». En El funcionamiento general del mundo recapacitamos sobre los traumas que pueden perseguir a lo largo de la vida, consecuencia del maltrato al débil, pero también somos conscientes del bien que hace en nosotros la verdadera amistad, sentirnos valorados en la familia, la escuela, el fútbol o la sociedad, son diferentes escalas de un mismo recorrido.

Sacheri es un entusiasta del idioma y lo usa de manera que, al leerlo, sentimos también el amor por la lengua y la necesidad de emplearla bien para que las expresiones digan exactamente lo que sentimos en cada momento «se da cuenta de que hay otra palabra, importante, que también cambió […] Antes también era una palabra que se usaba sola […] Ahora su padre le agrega siempre el posesivo “tu” o “su”. Preguntale a tu mamá».

En la narrativa de nuestro autor predomina el humor en todas sus variantes, en las relaciones entre hermanos,


—No seas limitado, Joel

—Y vos no seas pelotuda

humor en los pensamientos sarcásticos de los chicos hacia su padre, en los diálogos, sinceros que mantienen con él o en las ironías que apunta el narrador para evidenciar aún más la patética situación por la que están pasando «Baja del auto para dejar pasar a Joel (la puerta del acompañante no se abre desde el choque) mientras Candela se pone los polars supernumerarios». Las ironías son constantes en la narración, pero también dicen mucho, casi más que las palabras, el tono y los silencios «¿Eras mal perdedor? […] Este silencio es mucho, pero mucho más largo».

Fácilmente, si nos dejamos llevar por la cantidad de imágenes plásticas que pueblan el texto, podría llevarse al cine esta novela, no solo por las representaciones en ruta o futbolísticas sino también por la importancia que el autor concede a la impresión visual «lo aferra de las solapas del bléiser […] y lo saca casi en el aire del umbral de la puerta […] Lo último que ve […]son los rulos de Améndola […] sacudiéndose detrás de su dueño que va como una bandera flameando al paso marcial del Oso Pereira».

Eduardo Sacheri es capaz de describir cualquier cosa como si fuera un espectáculo. Y así lo leemos, con sentimientos encontrados que conceden humor a las situaciones pesimistas, humor a la plasticidad de percepciones infantiles, admiración causada por las repeticiones graduales, in crescendo, que matizan realidades de buena suerte, «existe la chance, la gran chance, la terrible chance, la amenazadora chance…», dolor por la importancia que otorgan las repeticiones paralelísticas, alegría por el contraste al construir como polisémicos, términos que no lo son, júbilo al encontrarnos con insultos que no lo parecen, o con hipérboles conseguidas a través de las repeticiones «Camina entre todos y grita, y cuanto más grita, más grita», ternura que nace en situaciones duras por el poder de las sinestesias de segundo grado, «a Candela le da la sensación de que la voz de su papá está sonriendo».

Eduardo Sacheri juega con el lenguaje como quiere para resaltar que la vida es un juego en el que el gozo es inevitable y, aunque suele venir emparejado al dolor, está en nuestras manos evitarlo: «hoy sí hizo falta, para que esos dos perros sepan que con este otro perro no se jode más, nunca más, la puta madre que los parió, qué se creen. No se jode más».

sábado, 19 de marzo de 2022

ARENA NEGRA


El 17 de julio de 2019 moría Andrea Camilleri, un mito de la honradez y de la novela italiana no solo en su país sino en todo el mundo. Fe de ello son sus novelas en honor a Vázquez Montalbán y las series de televisión basadas en Salvo Montalbano.

En 2018 vio la luz la primera novela de Cristina Cassar Scalia y desde el primer momento se la ha considerado la sucesora de Camilleri. Es cierto que, como su predecesor, empezó a publicar tardíamente, es cierto que su protagonista, policía italiana como Montalbano, se está viendo inmersa en una saga que ha impulsado la creación de una serie televisiva, es cierto que la novela rezuma amor por Italia, a pesar de denunciar el tráfico imposible y las acciones de la mafia, es cierto que, a los 39 años, la subcomisaria Giovanna Garrasi continúa soltera, pero Vanina no es Salvo y Cassar no es Camilleri.

Con Arena negra estamos ante las últimas tendencias de la novela negra italiana, aunque sin demasiadas experimentaciones, algo que, para los que amamos la novela negra tradicional, es de agradecer. La novela de Cristina Cassar es única, tiene su propio sello, el humor penetra en las descripciones exhaustivas más que en los diálogos, dato que ayuda al lector a conformar el carácter optimista de la autora, «Alfio subió la palanca de un interruptor negro antediluviano y soltó un suspiro de alivio por haber sobrevivido una vez más al peligro de electrocutarse».

Camilleri necesitaba pocas notas singulares para construir una novela modesta y genial al mismo tiempo. Cassar es minuciosa con el paisaje, sobre todo con la naturaleza de Catania, salvaje, milenaria como su volcán, donde las casas y sus habitantes se acomodan a la perfección, sin alterarse unos a otros, aunque de vez en cuando el Etna dé una llamada de atención para que todo vuelva a su lugar.

El ambiente de Arena negra es rural, por eso la mafia no está demasiado involucrada. Sin embargo la usura propia de los terratenientes es fundamental en la historia y, lógicamente, donde hay usureros hay mafiosos «Yo no maté a Tanino Burrano, ni tampoco los Zinna».

Cassar Scalia ha empezado arrasando porque Vanina es inteligente, decidida, libre de prejuicios; no duda en abandonar el acomodado ambiente familiar «Federico Calderaro, el segundo marido de su madre […] señora elegante del Palermo pijo» para adentrarse en un territorio apartado que le permite reflexionar sobre el ser humano y su condición, abandonar algo la preocupación por el aspecto físico y trabajar de forma exhaustiva, ayudada por un equipo valioso con el que se lleva bien.

me ha llamado la atención de Cristina Cassar que haya agrandado el panorama literario italiano con una ideología feminista que se agradece. La subcomisaria Vanina aún debe soportar que no la vean como jefa indiscutible aunque no podemos culpar a los catanienses de esto; poco a poco nos acostumbraos a ver mujeres en el poder


—Escuche […] Necesitamos que nos facilite cierta información

—Como usté mande, señora

—Subcomisaria, lo corrigió ella fulminándolo con la mirada […] cómo llamaban “comisario” a uno de sus inspectores mientras que a ella la relegaban al grado de… señorita

La narrativa de Cassar Scalia es relajada; intuimos el placer de contar historias y la seguridad de estar creando una novela sólida, bien construida, en la que el énfasis no se centra en el asesinato, esto es algo que ocurrió 57 años atrás. Pero en el presente, el cadáver momificado de una mujer aparece en el montacargas de una de las villas más importantes de Sciara. La subcomisaria Giovana Garrasi cuenta con un equipo bastante completo, el inspector jefe Carmelo Spanò, quien conoce todos los chismes de la zona, la joven inspectora marta Bonazzoli, eficiente y amiga de la subcomisaria, el oficial Nunnari y el suboficial Fragapane. Todos saben lo que llevan entre manos; También el agente Lo Faro que, si bien tiene ganas de sobresalir ante los jefes y la prensa, su trabajo en oficinas es inmejorable. Por si fuera poco, también se lleva bien con el forense Adriano Calí, con quien Vanina comparte gustos cinematográficos. Pero a este curioso caso, casi imposible, se une la historia sentimental de dos personas, la misteriosa muerte de una de ellas y las no menos misteriosas desapariciones de la otra y su hija. Todo hace que el equipo se encuentre ante asesinados que pertenecen a otro tiempo y asesinos que probablemente, por edad, no se les pueda condenar. Sin embargo los conocimientos del octogenario Biagio Patané, el subcomisario que llevó el caso en su momento, y la intuición de Vanina serán cruciales.

Es difícil trabajar con espectros, más cuando se mezclan con los seres vivos uniendo tiempos pasados y presente, tan diferentes en unos aspectos y tan parecidos en otros. Los muertos de Arena negra se rebelan, como el Etna, ante su destino y con ayuda de la naturaleza aportan restos bien conservados para que Vanina los presente al lector en un juego de espejos. Así, continúan entre nosotros y aportan señales que no supieron o pudieron ver años atrás, «El comisario Patené, con un nudo en el estómago que no conseguía deshacer, encontró el lugar tal y como lo recordaba […] Vanina no pudo resistir la tentación de inclinarse y recoger una de aquellas fichas».

El énfasis de Arena negra no está en el crimen sino en el misterio de cómo pudo ocurrir y cómo el asesino eludió su culpabilidad.

Es cierto que en la novela se plantean incertidumbres que quedan sin aclarar, «Era una chiquilla preciosa. Yo era la única que la conocía. La habían andado a no sé qué internado». Asimismo aparecen personajes con expectativas relevantes pero desaparecen sin más, son meras herramientas para que conozcamos la situación familiar, personal y profesional de Vanina.

La subcomisaria disecciona a conciencia a las dos protagonistas; la prostituta María Cutó vivió el campo simbólico del sexo femenino, como mujer, como esclava sexual, como madre, como trabajadora… Frente a ella, Teresa Burrano, una mujer que desprecia todo cuanto la aparte de la cumbre y le impida seguir ordenando, mancillando, aniquilando.

La narración de Cristina Cassar no contiene violencia inmediata, sí testimonio de ella, pero el estilo consigue transmitir las percepciones y pensamientos de Giovanna Garrasi al exponer una íntima relación entre su mundo interior y lo que la rodea; de ahí que vayamos conociendo a lo largo de la novela tanto sus gustos como sus valores.

Para nuestra protagonista la muerte de una mujer pasa a ser una preocupación ética en tanto que una prostituta no tiene nada que hacer al enfrentarse a la clase alta. Hay demasiados intereses en juego.

Pero utiliza el tiempo que, aunque lento, se alía con ellas y le brinda una voz a esa marginada para que la subcomisaria ponga las cosas en su sitio. No del todo, es cierto; no se trata de justicia inmediata.

sábado, 12 de marzo de 2022

ENTREVISTA CON SANTI LÓPEZ


 Leí la primera novela del tinerfeño Santi López, Veinticinco días de agosto, sin saber nada de él, y me quedé maravillada. Después investigué algo, porque me parecía increíble que fuese su primera obra publicada, y descubrí que es licenciado en Artes Escénicas y Derecho, que da clases de Historia y Economía, que es instructor de Pilates, que es actor de cine, teatro y televisión, que practica danza, natación, surf, submarinismo, animal flow…

P. ¿De dónde sacas tu tiempo libre? ¿Hay algo de lo que haces que puedas decir que ha cambiado tu vida o ha hecho que la veas de otra manera?

R. Escribir, en mi caso, supone ser metódico, pero no talibán. Al principio todo es muy concreto: al despertar de la siesta, en la mesa del estudio de la casa de tu madre, verano, con una café en la mano… Pero eso es momentáneo, cuando la novela ya tiene entidad la escribes en cualquier sitio. Barco, avión, cualquier otra mesa, a cualquier otra hora. Lo único invariable es el café. La novela tiene que resistir al caos de tu vida cuando éste viene. Y, por supuesto, volar cuando haya orden. Normalmente de los siete días de una semana hay tres en los que escribo en doble sesión, que nunca pasa de hora y media, como mucho dos horas la sesión. Luego hay dos días en que saco una sesión y otros dos días en los que no escribo porque tengo demasiado trabajo. También hay semanas en las que no puedo escribir y otras en las que escribo todos los días. Soy muy disciplinado, con todo, aunque me gustaría ser más ordenado al escribir, hay muchas ideas que se han perdido por tener demasiadas libretas de notas, pero vamos, que en el equilibrio está la virtud. Una buena disciplina desordenada es mi mezcla. Es curioso, muchas novelas nacen en verano y mueren en septiembre. Tienes que pensar desde el minuto uno en cómo sobrevivir al final de las vacaciones, si lo consigues tienes mucho ganado. Escribir no es ocio, es rutina, trabajo, disciplina, pero tiene que ser placentera, hacerte fluir.

Yo creo que cada cosa que haces te cambia. Da igual lo que hagas. Pero por el hacer en sí mismo o porque en ese hacer conoces a alguien que te transforma. Hay personas que fluyen durante horas haciendo cestería y otras operando a corazón abierto. O simplemente porque descubres que eso que haces no te gusta. Eso ya es oro. Yo, en mi vida, como mucha gente, he madurado descubriendo lo que no quiero. Ahora bien, he podido estudiar muchísimas cosas y trabajar en otras tantas. Disfruto de las cosas que hago en muchas ocasiones. En otras son trabajo. Aquello de trabajar para vivir y no al revés. Pero, en mi vida, de todo lo que hago no hay nada que pueda decirse que haya sido transformador. Es decir, todo lo que hago de adulto, si me llegas a conocer de pequeño, era una posibilidad. El deporte, la lectura, la disciplina, el arte… mis padres han sido polifacéticos a más no poder. Lo que te transforma son las personas. Sin lugar a dudas mi suerte son los amigos que tengo y el haberme dado los suficientes batacazos emocionales como para tener la serenidad de encontrar el amor. Y la verdad es que en ambas cosas también tienen que ver mis padres, pero eso sería muy largo. Los míos se separaron cuando yo tenía dos años, pero me han querido lo más grande. Y mi madre tiene nueve hermanos. La familia es importante.

P. ¿Te gustaría probar algo nuevo?

R. Ja ja ja ja, yo, como resultado de una curiosidad patológica, habría querido ser tantas y tantas cosas... No creo que sea sano ir al dentista y querer serlo o ver un documental del NAT GEO y querer ser fotógrafo. No lo es. Es como si hubiera una inseguridad sobre qué camino te va a llevar a la estabilidad, qué tienes que hacer para que los demás te acepten y entonces…. los quieres todos (me pasaba lo mismo a nivel emocional). Algo así había. De hecho, por eso estudié Arte Dramático y por eso escribo. Ambas cosas me permiten ser otras personas, vivir otras vidas, pero con los pies en la tierra. Si de pequeño eres Peter Pan, de mayor, para madurar, no puedes negar esa realidad tuya, necesitas darle también su espacio, su lugar en ti. Sigo imaginando sobre el papel. Me da paz. Y al final me dedico a cosas que sí que tienen que ver con mi educación, con mis raíces. Obviamente va con mi carácter el dedicarme a varias cosas a la vez, pero a veces me quejo de tener demasiados calderos al fuego. Sí, me gustaría no tener que hace malabarismos para escribir. Y soy de los que no querría trabajar, me entretengo bastante bien solo. Estaría escribiendo, surfeando, leyendo, cocinando, tomando cafés con mis amigos, paseando a mi sobrina. Pasa que está la vida, que hay que pagarla.

P. Formas parte de la compañía teatral Doble M y has llevado a escena Capa, Inspector Sullivan, No somos nadie, Un lío padre, Senderos de gloria… ¿Hay alguna obra de teatro que te gustaría representar? ¿Hay algún actor al que admiras?

R. Todo son compañías de las que formé parte, o proyectos en los que tuve la inmensa suerte de participar. Me encantaría representar cualquier obra de David Mamet, cualquiera. También me gusta el realismo norteamericano, Tenesse Williams, Arthur Miller. Y en nuestro país me flipan las obras de Sergi Belbel, Jardiel Poncela y Buero Vallejo. Y luego, por supuesto, haría hasta de telón con Animalario. Admiro muchísimo a Javier Gutiérrez, Bárbara Lennie, Javier Cámara, Antonio de la Torre, Asier Etxeandia, Blanca Portillo….Y amo a Oscar Wilde. Admiro a mucha gente. Crecí con la tele, así que soy más de cine que de teatro. Tiene que ser muy bueno para que disfrute con la convención que plantea. Yo voy al cine a disfrutar y al teatro a que me hagan pensar, ahí si acepto quedarme, así que con La Zaranda me quedo siempre. Y de mis pelis preferidas Love Actually, El indomable Will Hunting, Relatos Salvajes, Hacia rutas salvajes, Birdman, Desmontando a Harry, Behind the candelabra... y de todas esas ahora mismo solo vería la primera.

P. No sé si ves la televisión, si es así ¿hay algún programa que te llame la atención? ¿Estás enganchado a alguna serie?

R. Veo poco la televisión. Algún Salvados, La resistencia, Maestros de la costura, documentales, Masterchef y LIDLT, que sí, es La isla de las tentaciones. De series es un sin dios. De hecho, vemos series, pero ya como que hace un tiempo que ninguna nos impacta. Desde Juego de Tronos en mi grupo de amigos no coincidimos todos con la misma serie. La última que reconozco que me enganchó ha sido El caso Hartung. Y de las mejores de la historia es Mrs Maisel, una maravilla.

P. Como profesor ¿qué destacarías de tu profesión? ¿Qué encuentras gratificante?

R. Pues varias cosas. La responsabilidad inherente a la docencia. Te guste o no sabes que puedes ser determinante en la forma de ver el mundo que se está definiendo dentro de ellas y ellos. En ese sentido la o el docente acompañan en ese camino hacia la adultez. Luego, como escritor, es una forma de mantenerme fresco, de saber los gustos, las tendencias, las ocurrencias, los disparates de una generación que ya podrían ser mis hijos. Justo ahora estoy escribiendo una historia donde las protagonistas son dos mujeres de treinta y cinco y la hija de ambas que tiene quince. Ya te imaginas de dónde saco los recursos para pensar como esa adolescente. Y, por supuesto, todo lo que aprendo al preparar las clases. Soy profesor de Historia Contemporánea y de Economía, es decir, de las vidas de las mujeres y de los hombres.

P. Para escribir hay que emplear mucho tiempo, sobre todo para escribir una novela como Veinticinco días de agosto ¿cómo te organizas? ¿de dónde surgió la idea?

R. La idea surgió de una escena que tenía en la cabeza. Siempre he admirado el talento que tiene mi pareja para maquillarse en el coche, a oscuras, con baches, en cualquier circunstancia. Y me puse a escribir. Luego fui hacia detrás y hacia delante de esa situación y la trama fue apareciendo en mi cabeza y entonces paré, organicé, planifiqué. Habían pasado tres años. Luego seguí casi otros tres. Y el tiempo, si lo buscas, está. Yo arranqué un verano y decidí escribir tanto que la rutina de septiembre no me devorara. Después es cuestión de disciplina y, a veces, de una extraña fe. Ahora bien, si no hay disfrute, es imposible.

P. Como autor, ¿tienes algún escritor, vivo o muerto, con quien te gustaría quedar para tomar unas cañas?

R. Muchos, muchísimos. Me tomaría una cañita de verano con Mankell o con Camilleri. Una Ipa con Fred Vargas o con Sallinger. Vino con Tolkien o con RR Martin. Café con Gabo. Té con cualquiera de las hermanas Brönte e invitado estaría Oscar Wilde. Un Whisky con William Camus y un Bloody Mary con Angela Sommer-Bonderburg. Y lo que ella quiera con Almudena Grandes. Con Zadie Smith me bebería una luna de mil. ¡Ah! Y con Joël Dicker me iría de viaje en furgoneta.

P. Algunos escritores han experimentado la escritura a cuatro manos, o a seis (que parece que Mola más). Si tuvieras oportunidad de escribir con alguien ¿con quién sería?

R. Pues me gustaría escribir con Fred Vargas o con Joël Dicker. También con mi primo Nico, aunque más que escribir me gustaría imaginar una buena historia de narrativa fantástica.

P. A pesar de no conocerte cuando me enfrenté a tu novela, creí ver al autor en un personaje, concretamente en Kurt, por la manera de narrar más íntima, por el estilo reflexivo e intrigante, por los pensamientos sugerentes y los diálogos coloquiales. Cuando supe a qué te dedicabas, creo que eres una mezcla de Kurt, Franki y Trish ¿Hasta qué punto te implicas en la historia?

R. Las relaciones entre ellos o partes de sus procesos de maduración sí que tienen que ver con los míos propios, o con las vivencias de mis amigos y de mi entorno, pero a medida que los personajes crecen se van alejando paulatinamente de ti hasta que vuelan solos. Leí que las historias tienen que ser verosímiles, pero no tienen por qué ser realistas. Creo que al basarte en tu propia vida como fuente le das esa verosimilitud a la historia, y luego, cuando esta se despega de ti, los personajes ya son creíbles.

P. Si estuvieran en juego el dinero, la amistad, el amor, ¿por qué apostarías?

R. Pues precisamente en el orden inverso. El amor, la amistad y el dinero. Aunque no entiendo mi vida sin los amores vividos y las amigas y amigos que me acompañan. Es que pienso que la amistad es un tipo de amor a veces más libre que el propio amor.

P. La memoria de los personajes es fundamental para el argumento y la resolución de tu novela. ¿Cómo interviene, en la vida real, la memoria en las relaciones?

R. Las relaciones se construyen en base a la memoria, a lo vivido con esas personas. Cuando ves a un amigo con él vienen por la calle todas las experiencias, las risas, los llantos, los atardeceres, las noches, la sal, la arena, los rones, las despedidas, los reencuentros… la vida. No puedes entender con profundidad a los personajes sin conocer su pasado. Hoy en día, igual por la influencia del cine, de las series, las novelas pasan de puntillas sobre la construcción de los personajes. Se dan cuatro datos que perfilan un estereotipo claro y a partir de ahí trama. No puedo evitar pensar en porqué un personaje es como es y compartirlo. Aunque en”25DdA” igual ¿me regodeo demasiado? Pues puede ser, pero me quería sentir completamente libre. 

P. Hay algo del contenido que me ha gustado especialmente y es, a pesar del ambiente “negro”, el amor hacia los seres que nos rodean. ¿Es posible en nuestra sociedad olvidar la raza, la religión, la ideología, el sexo, la nacionalidad?

R. ¿Es posible? Sí, claro, lo es. Con algunos temas es más complicado. De todo lo que enumeras creo que la ideología es el más complejo, pero tenemos que pensar que personas de ideologías diferentes llegan a consensos cuando comparten un fin superior. Por ejemplo, en las familias, cuando el fin es el amor familiar se llega a acuerdos entre miembros de esa familia con ideologías diferentes. Eso genera convivencia, pero claro, hay que compartir un fin superior. En sociedad debería pasar lo mismo. Si el fin que compartimos es la democracia llegaríamos a consensos (que es lo que ha pasado en las últimas décadas) que aseguran la paz social. Voy con cuatro líneas rojas, como tú, y ambos renunciamos a dos. No hay ganadores ni perdedores: hay convivencia, hay paz. Eso está dejando de pasar porque el fin ya no se comparte con la misma convicción. Se está sustituyendo por el poder y por otra visión del estado. Tenemos que luchar por la democracia. Todos. Obviamente si tu fin es dominar y matar a todos lo que piensen distinto pues me vas a tener enfrente y el amor, si lo hubo, dejará de ser, o solo será memoria.

P. Y hay algo en la forma que me ha encantado. El cine y el teatro dejan su huella en la novela; de hecho, hay escenas que parecen escritas para ser representadas. ¿Podría funcionar una literatura sin clasificaciones condicionantes? ¿Sería posible una adaptación cinematográfica de 25 días de agosto?

R. Por ahí leí que todas las normas literarias están para romperse. No es transgresor, es necesario. Las formas de contar cambian. Y sí, claro que sería posible una adaptación a la pantalla. Me lo dice mucha gente, que cada capítulo parece el episodio de una temporada. Supongo que mi formación dramática se filtra en los diálogos, en cómo visualizo las escenas…

P. Para terminar, ¿tienes algún nuevo proyecto en mente?

R. Sí. Tenía medio estructurado el principio de la segunda parte de 25DdA, pero en medio se coló otra idea y pensé que estaría bien oxigenarme con algo completamente distinto. Estoy tratando de aplicar todo lo aprendido. De hacer capítulos más uniformes, menos descriptivos, con tramas paralelas desde el principio, una novela más corta… sin renunciar a mi estilo y sin estar casi seis años escribiendo. Es una historia de brujas. Creo que la tengo casi a la mitad. Veremos.

Muchas gracias Santi por tu tiempo y tu amabilidad. Ya estamos deseando leer tu nueva novela.








miércoles, 9 de marzo de 2022

PIEL QUEMADA

Pasado el 8 de marzo aún continuamos luchando por ser reconocidas en el espacio público. Hemos dado pasos, o saltitos, pero la literatura sigue siendo un lugar perfecto para reivindicar a la mujer como escritora y, si es de novela negra, como protagonista. Laura Lippman es un perfecto ejemplo de autora del country noir, la novela negra que se abre a la naturaleza.

El espacio de Piel quemada no es la montaña de Manzini, pero el insustancial pueblo de Bellville tiene muy poco de ciudad y si hablamos del High-Ho, el bar de carretera donde encuentra trabajo nuestra protagonista, ya estamos refiriéndonos a los suburbios del pueblo, si es que eso existe.

Tampoco son necesarios grandes bosques para esconder cadáveres porque estos desaparecen a causa de explosiones seguidas de incendios.

La narrativa de Lippman es adictiva; en tercera persona, el narrador va ayudando al lector a meterse en la vida de una mujer que, desde que apareció a los 14 años en la playa con un bikini amarillo, ha sido el centro de abusos, violencia psíquica, física, torturas, amenazas… Pero Polly sigue adelante, mientras confía en que llegue su oportunidad. Tiene un objetivo en mente, o dos, y nada la detendrá hasta conseguirlos.

La historia de Polly está surcada por la violencia pero Lippman no se recrea en ella. Lo justo, que, indudablemente, a veces duele más, porque la imaginación no tiene límites y, en el caso de Pauline Costello, Pauline Ditmars, Pauline Smith o Polly Pink Lady, hay que estar preparados. La violencia hacia ella nunca será suficiente. Pero sabe esperar, callada, quieta durante diecisiete años, durante el tiempo que haga falta hasta que llegue su momento. «Ditmars la puso al corriente de todo: siempre se jactaba del miedo que Pauline tenía de disgustarlo porque sabía las cosas que había hecho». Mientras tanto, ella, inteligente, que sabe que las oportunidades no se presentan sin más, ha ido forzándolas y jugando casi siempre con las cartas a su favor, No importaba que tuviera detrás al Estado investigando su caso, no importaba que hubiera permanecido 14 años en la cárcel por matar a su torturador constante, a su violador legal, Polly aprovecha el indulto para buscar la felicidad.

Lo que lleva entre manos nuestra protagonista es más que una venganza, es una oportunidad, la última, para ser feliz. Pero esta chica no cuenta con encontrar a Adam Bosk, un investigador privado que el corrupto extorsionador, cómplice de su marido, le pone para que la siga y le confirme dónde tiene el dinero. Irving, avaro sin escrúpulos, piensa que ella le debe una fortuna y quiere chantajearla para que se la dé. Sin embargo Polly no baja la guardia, y a pesar de enamorarse de Adam y trabajar junto a él en el High-Ho, va por delante de todos. Polly es la que logra engañar a la mala gente y a la buena, actúa como víctima e investigadora, va dejando las pistas, que obtiene de diversos testigos, a quien le interesa y por fin, es cierto, tiene a su lado a un auténtico ángel de la guarda que la ayuda aun a su pesar, a alcanzar su meta. «Le ha comprado una cama. Se pasa el viaje de vuelta mirando los campos de maíz y el arco azul del cielo para que él no la vea sonreír».

Piel quemada es diferente, ya lo he dicho, pero es que pocas veces, ninguna creo, me he encontrado con una protagonista que respondiese a tres perfiles, el de investigadora, el de asesina y el de femme fatale, y que en realidad no fuese ninguno de los tres.

Polly es guapa, aparece rodeada de cierto halo de misterio que la dota de un fuerte atractivo, aunque busque en realidad la naturalidad y ella misma se asombre de su cambio físico cuando menos lo esperaba


—¿Cuánto tiempo te quedas? –pregunta él

—¿Quién quiere saberlo?

—Todos los hombres del pueblo, supongo

No es detective profesional, aunque tiene la paciencia y la curiosidad de cualquier indagadora a pesar de enfrentarse continuamente a las dificultades propias de las mujeres en el siglo XX, «Ahora veo que debería haber hecho un trato contigo y haberte ofrecido un porcentaje en vez de recompensarte con un triste polvo en mi cocina». El éxito de Polly ha sido mantener la misma actitud en su vida personal y profesional, una actitud marcada por la escasez de relaciones, el comportamiento natural y la ausencia de emociones exteriorizadas, pero como casi todo lo que parece simple a primera vista, esconde cierta complejidad y hay demasiadas aristas que se han ido clavando en Polly, filos que van debilitando la idealización del mundo rural al mismo tiempo que dañan a la protagonista, hasta hacer de ella un nuevo modelo de héroe justiciero que circula por un espacio ficticio pero tan realista que asusta. Casos como el de Polly sacuden a diario los medios de comunicación de todo el mundo. Asusta que Piel Quemada sea una despiadada radiografía social. La leemos con angustia, con suspense, aunque no se recree de manera explícita y descarnada en la historia.

Laura Lippman ha conseguido una novela que va más allá del género negro, más allá del country noir porque Piel quemada es una novela de contrastes, en la que la luz que brilla en determinadas situaciones queda sepultada en la oscuridad más temida, la tranquilidad el ritmo confiado de la narración se rompe con tensiones espontáneas que se van haciendo más presentes conforme avanza la trama porque el argumento está lleno de analepsis, flash back, recuerdos y confesiones que consiguen ralentizar las incógnitas hasta que, en un giro brusco, casi al final de la novela, el compás se vuelve frenético «él no está dispuesto a soltarla: están enredados como si no fueran a separarse nunca más. Adam tiene que meterse entre los dos para buscar la pistola ¿Quién la tiene? ¿Dónde está?», las imágenes se suceden con la rapidez de los pensamientos para, en una prolepsis final, en la que la tranquilidad parece dominar la vida de los personajes, enterarnos de lo que ocurrió realmente durante lo que se consideró el presente narrativo.

Una maestra del género Laura Lippman y una maestra de la vida Polly Costello quien a pesar de ser vista por el sexo opuesto como alguien salvaje, dominada por instintos, «es una fiera incapaz de tener emociones», es en realidad bastante racional, vengativa e inteligente a la que queremos más cuando somos conscientes de su bien más preciado, del eje que mueve todos los actos de su vida, «Su vida es una serie de compases de espera».

Lo que no cabe duda en Piel quemada es el tema principal: La violencia de género, aunque paradójicamente sea en lo que no se profundice, lo que la gente tienda a evitar a pesar de las evidencias y lo que la policía pase por alto, a causa del corporativismo masculino, del machismo aún por erradicar, «aún tiene un morado en la mandíbula. En realidad se lo hizo Jani al levantar la cabeza de pronto, pero la gente solo sabe que tiene una sombra de un azul verdoso» «preguntas cuya respuesta no quiere oír nadie».

Si en la novela negra ha predominado el salvajismo del maltratador-asesino frente a la pasividad y fragilidad de la víctima, Lippman se vuelca en el salvajismo del maltratador y en la fortaleza de la víctima que con aire sumiso ha aceptado las condiciones de su contrincante hasta estar completamente segura de poder ganarle «se puso a golpearla con los zapatitos mientras la trataba de puta […] Los zapatos eran una cosita de nada, pero le dolieron los golpes […] Había aprendido a mantener la frente en alto por más moratones y cortes que tuviera, pero aquellas heridas la llenaron de vergüenza».

Por eso respiramos al terminar de leer Piel quemada y por eso necesitamos leer de nuevo a Laura Lippman, porque estamos seguros de que sus novelas llevarán el sello de esta, es una novela de acción en la que pesan demasiado los sentimientos, ofrece un relato social y tiene un desenlace perturbador, tanto que dará para muchos y variados comentarios.

miércoles, 2 de marzo de 2022

MARGARITAS EN LAS GRIETAS

He leído Margaritas en las grietas y estoy impresionada porque la autora, jovencísima, hace gala de una sensibilidad inusual. Los poemas están enclavados en un entorno urbano en el que el matiz oscuro prevalece en las palabras o en las partículas negativas que privan de beneficio a las que acompañan.

Al comenzar la lectura nos sentimos golpeados por versos anafóricos de estructura paralelística que constatan el abandono vital al que se enfrenta «sin aire, sin ganas, sin fuerzas».

La asfixia es evidente y así lo afirma la rima interna “agarrado-arrastrado”, que iguala el trato que percibe de los demás con el que se hace a sí misma y que la llevan a habitar los espacios más misteriosos y sombríos


Me han agarrado del cuello

[…]

Me he arrastrado por los restos de cristal, polvo y cicatrices

Universos evocadores que combinan lo externo con sus sentimientos más dolorosos.

Sin embargo, con un estilo ilógico e irracional, propio de la poesía gótica, anhela que la dimensión oscura de su pasado amargo aporte cierta luz, cierta esperanza, anhela ver margaritas en las grietas.

Max mantiene una ilusión reforzada por el paralelismo anafórico de la confianza aunque, más tarde, los adjetivos pesimistas se encargarán de descubrir la realidad de esa credulidad no correspondida:

Para seguir confiando en ti

Para seguir confiando…

                               …me dices que estás

cansada, agobiada,

que todo te supera

Los poemas de Max impactan porque respiran cierta sensualidad en el abandono. Es como si hubiera encontrado una belleza alternativa en el dolor, en la oscuridad. De hecho, muchos poemas de Margaritas en las grietas están teñidos de una tristeza que en ocasiones llega al desaliento.

La poesía refleja perfectamente la compleja relación con el otro, la soledad que le deja esa relación, el vacío, el amor y la pasión intensa que permanece. El libro podría considerarse la evolución de su estado personal. En poemas como Sin nombre 1, Max se vale de la anarquía que sugiere la falta de puntuación para expresar con un ritmo exaltado, que se apoya en versos asindéticos conceptuales, el evidente abandono que siente, monótono, enfermo, de destino incierto, oscuro, egoísta, mortal y, paradójicamente, sensual «Los abrazos por la espalda». Cada verso representa la definición de sus sensaciones cotidianas, que forman una trágica reacción en cadena.

En Convergencias, Max se identifica, de manera irracional, con el causante de su imprecisión como individuo. Al contraponer los pronombres de primera y segunda persona, iguala el dolor causado al ver a su amante con el suyo propio. «Me he convertido en mis ganas de no volver a verte»; ya no es nada y sin embargo acepta la muerte interior del abandono, a la que ha llegado después de razonar un viaje espacio-temporal con paradas en la fragilidad, un viaje sin rumbo fijo en el que se ha sentido perdida, hasta que la cólera de verse despechada ha anulado las ganas de continuar, «Me he convertido en el primer paso y en el último».

La poesía de Max es como ella, disyuntiva, por eso admira la belleza alternativa, la pasión punzante del día y el bálsamo sensual del miedo a la noche.

El lenguaje de este poemario es fluido, expresivo, capaz de jugar fácilmente con la percepción que propone su propia realidad «el sonido de los pájaros y las carreteras», capaz de igualar latitudes y longitudes


Los 325 escalones

Ayer estaba a 387 km,

capaz de afrontar el abandono con similicadencias «varias caries y carencias», capaz de usar símbolos polisignificativos que unen la naturaleza a la literatura «Mi forma métrica de describir las puestas de sol», capaz de conseguir, con sinestesias, que todos los sentidos se estimulen a la vez y aparezcan unidos


La culpa suena a excusa

Suena a ignorancia

Sabe a urbanismo y explotación

Son percepciones subjetivas que forman una unidad compleja para poder, mediante subordinadas sustantivas y adjetivas, abarcar esa sociedad despiadada y falsa que acorrala, dejando como única alternativa un espacio sombrío

Que todo lo que tratas de olvidar será eterno

El poema Ana, supone el amor incondicional, necesario, hacia alguien inteligente, de personalidad enigmática, revolucionaria, que ha sabido llenar su vida con sus deseos, sus pasiones; Ana es quien la hace sentir viva a pesar de que nunca la encontrará. Ana es el reflejo en el que se gustaría ver, un reflejo dotado de cierta rebeldía social que ella no cree poseer «Me sigue buscando con la certeza de que (no) me encontrará». De hecho, en la poesía de Max encontramos un testimonial aire destructivo que la oprime hasta el punto de ver la muerte como posibilidad. El entorno urbano de bullicio, miradas, pasos, le ha hecho daño, es opresivo, tanto que se siente acorralada y la lleva a castigarse por la culpa de no haber sabido salir, «Hablo de oxígeno».

La autora necesita otro entorno para poder vivir sin sufrimiento, sin abandono, de ahí que lo busque en los sueños, en espacios inexistentes que echa de menos, en realidades irracionales que en el fondo le dan miedo; no se atreve a traspasar la línea, por eso, de nuevo se deja llevar por la sociedad real. Sin embargo su espíritu rebelde aparece finalmente para convencerla de lo que es; Max es, paradójicamente, una persona real durante el proceso de escritura, cuando se muestra sin artificios, sin disfraces que cambien su propia realidad ante los demás, con todos sus defectos y miserias


con la boca seca

y con la piel

cayendo

a pedazos

Es una persona al escribir, cuando puede percibir lo que siente sin que nada ni nadie la cambie «Escribir es. Y con eso, sobra». Gracias a la escritura confía en el futuro, a pesar de tener conciencia de que apenas es nada «Ahora soy eso, polvo, espinas y el rastro del barro sobre el suelo».

N es un poema en el que M de margaritas se sincera con alguien a quien quiere, de hecho, las sinestesias que aparecen buscan su intimidad y revelan su espíritu «Mis ojos, cansados de tanto vacío, gritan afónicos», un interior rodeado de paradojas constantes, «me sonríe con la misma tristeza», una personalidad que se asocia con viajes espaciotemporales a través de comparaciones metafóricas «seamos un momento en la pausa de este mundo», que recorre el trayecto cargada de culpa «soy un desastre» pero, a pesar de todo, ansía encontrar la felicidad; las dudas anafóricas paralelísticas abren la esperanza puesta en N


Tal vez el vacío…

Tal vez el frío…

En Fragilidad, da la impresión de que continúa su confesión; los versos 2, 5 y 8 aportan, leídos en sentido inverso, una definición de cómo se siente:


constante

[…]

El exceso

[…]

y yo,

El verso formado «Y yo, El exceso constante» constituye clave de ese entorno sombrío continuo que la ha llenado de ideas destructivas.

La poesía de M de margaritas es original, un contraste entre su estado interno dolorido y el ritmo frenético que la envuelve para no dejarla salir, la amenaza desde lo más tangible hasta la nada, por eso decide permanecer encerrada en su propia realidad, un universo que no le pertenece pero quiere compartir. La autora ve el mundo como un misterio que no entiende, le hace daño pero aún está por descubrir y lo intentará hasta conseguirlo porque si algo tiene asumido, en su inquietante personalidad, es el dominio de los sentidos.

En Ella no importa lo material sino su trascendencia, ella es quien le permite realizar el viaje en el que podrá vivir, pues lo primordial no está sino en el interior


en ella,

constelaciones,

justo encima su pelo corto acariciándole la piel

M de margaritas quiere constantemente un cambio, por eso, con la forma de los poemas, totalmente musical, juega para transformar el lenguaje, intenta desordenar la sintaxis con signos de puntuación inviables o ausentes; con los sentimientos también juega, quiere convertirlos a base de comparaciones imposibles derivadas de evocaciones misteriosas, «te abrazaría hasta que enero se convirtiera en un número par».

Y el cambio vendrá, mientras haya esperanza en el amor constante.


me sigues queriendo