domingo, 26 de febrero de 2023

EL TIEMPO DE LAS MOSCAS

He canjeado mi premio de Reseñan Sancho por este maravilloso libro (gracias de nuevo) y la elección ha sido perfecta, porque no se puede escribir mejor. O sí, pero pocas personas lo hacen tan bien, cuentan una historia tan completa, tan compleja, desde un compendio total de emociones mientras la narradora protagonista aparenta cierta impasibilidad que se transforma en exaltación cuando la vida la pone a prueba una vez más.

El tiempo de las moscas es la continuación de Tuya, pero no hace falta haberla leído porque las conversaciones que mantienen Inés y la Manca nos sitúan en lo que ocurrió años antes. Ambas son perdedoras, ambas exconvictas, las dos disfrutan ahora de una libertad relativa y son capaces de salir adelante con MMM, control inofensivo de plagas. Una paradoja, pues la asesina de la amante de su marido es incapaz de matar una mosca (¿metáfora?) e intenta eliminar las plagas del resto de insectos causándoles una muerte sin demasiados sufrimientos y sin dañar el ambiente o a quienes viven en él.

¿Hasta dónde ha de soportar una mujer para que pueda matar a otra? Creo que podemos hacernos una idea; si no, Claudia Piñeiro recuerda en su novela el maltrato psicológico que puede sufrir una niña hasta que se siente invisible a veces, agraviada otras, en su propia casa, por su propia madre, deseando encontrar después, en la familia que funda, una felicidad que le ha sido negada desde siempre «Cuando yo tenía ocho años mi madre me cortó un trozo de vestido que estaba deseando ponerme para el cumpleaños de una amiga […] me habría tapado el corazón, en el supuesto, como ella decía, de haberlo tenido». Una niña que ignorará a su vez a su propia hija porque ella solo quiere encontrar en su marido al padre que no tuvo, al amante que tampoco tuvo su madre; quiere, ante todo, sentirse mujer.

Claudia Piñeiro escribe una novela de mujeres, de las distintas mujeres que poblamos la tierra y que, como las moscas, somos de diferentes clases, desde las buenas y abnegadas a las malas vengativas, pasando por vapuleadas, ninguneadas, envidiosas, supervivientes y fuertes, capaces de ser felices porque son capaces de dirigir su propia vida a pesar de los contratiempos.

Inés trabaja con la Manca, que está enamorada de ella aunque sabe que Inés es tradicional en cuanto a la pareja y al papel de la mujer. Pero la Manca recibirá de Inés la mayor prueba de amor que pueda darse. Ambas son mujeres duras. Y entrañables. Las dos han delinquido. En las dos se puede confiar.

El narrador va cambiando el punto de vista; en primera persona adopta la voz de Inés, que aprovecha y cuenta algo de su pasado y de los proyectos que tiene o que tuvo para enfrentar el presente «Y yo, Inés Experey […] decidí ver»; aprovecha su conocimiento de los dípteros para explicar las relaciones entre los tipos de mosca y de mujer, el significado de algunos términos que nos llevan a reflexionar sobre el verdadero problema: mujeres prejuzgadas y juzgadas según las normas impuestas por los hombres. Inés establece, tras un riguroso estudio, las diferentes especies de moscas según sus actividades; la autora lleva al lector a interpretar en esa tabla los diferentes tipos de mujer: «las taquínidas […] son nobles, trabajadoras, protegen el medio ambiente […] observan agazapadas y, solo si es necesario, atacan al paso […] killer o asesinas».

En primera persona, Inés juega con el lenguaje al tiempo que reflexiona sobre la equidad de la Justicia, «La manca no estaba a mano (con perdón de la redundancia negativa) […] cómo fumaban esas condenadas. Condenadas creo que se puede decir. Presas, no».

Inés, en primera persona, ironiza con la ignorancia de las demás, con la suya propia; incluso alude a sus experiencias en Tuya «Ni Tuya sentada dentro del auto de mi marido (y mío en ganancial) con un tiro en la sien. (¡PUM!)», se muestra sin dobleces y evita perder el sentido del humor hasta cuando miente «Yo no entendí la diferencia pero no me iba a poner a discutirle a quien tenía que darme el visto bueno para mi salida».

El narrador aparece en ocasiones en 3ª persona omnisciente, sabe lo que piensan los personajes y es capaz de crear al principio de la novela una tensión en el lector que, según en qué momentos de la trama, crece, hasta que somos incapaces de asegurar la libertad final de las protagonistas. «…dispuesta a encarar la salida. La señora Bones empuña su estilete invisible una vez más: —¿Estás segura?».

Inés cuestiona constantemente lo que está bien o mal, creando confusiones constantes en ella misma y en el lector, que empatiza desde el primer momento con sus respuestas emocionales.

Hay capítulos narrados enteramente por el Coro. A la manera de la Tragedia griega, el coro (la voz de las diversas mujeres) funciona como mediador entre los personajes y el lector; a medio camino entre flujo de conciencia y perspectiva múltiple da sentido a las escenas anteriores, ayudando así al lector en la comprensión de lo que ha leído. Otras veces aconseja a los personajes sobre cómo han de afrontar lo que les viene. El coro es la presencia del pueblo, de las mujeres del pueblo, por lo que actúa como contrapunto de los conflictos que se presentan en la historia; es la voz que predomina en la sociedad «Bueno, me parece que están exagerando, ese mundo hostil con nosotras está en vías de extinción. ¿De verdad? ¿Cuándo? ¿Dónde? Googleá Skate femenino y fijate las fotos que aparecen». Otras veces reflexiona con argumentos de autoridad, citando afirmaciones de autoras que han escrito sobre el problema. El Coro no es decisivo, una vez expuestos los testimonios o criterios, hace una llamada al compromiso de las protagonistas y al dictamen de los lectores, «Votemos».

Aún queda otro tipo de capítulos en El tiempo de las moscas, el que prescinde del narrador para exponer los hechos a modo de diálogo, como en el género teatral. Con esto la narración adquiere inmediatez y agilidad, al tiempo que conmueve al lector. Nos sentimos identificadas con Inés, con la Manca, con todas, porque en algún momento y en ese instante compartimos su destino. Podemos ser vulnerables a los manejos del hombre, podemos ignorar la llamada de la amistad, de la maternidad, de la conciencia de clase, podemos sentir nuestros conflictos latiendo con los de ellas, con los de Laura, con los de Timo.

Claudia Piñeiro remueve conciencias y no juzga, al menos no juzga a las mujeres, ni a las que han robado, ni a las que han asesinado a otras mujeres.

Claudia Piñeiro parte del asesinato de una mujer, moralmente ambigua, a manos de otra mujer, socialmente amoral, para abordar el conflicto universal de las pasiones humanas. No cabe duda de que los lectores experimentamos cierta tensión hasta llegar a una liberación final, una catarsis que también va dirigida a las protagonistas, que son capaces de eludir el destino. Al menos por ahora.

miércoles, 22 de febrero de 2023

ENCARGO

Berta Marsé es una autora de relatos, no he leído ninguno pero sé que ha obtenido el reconocimiento del público y de la prensa por ellos. Creo que Encargo es su primera novela y, ante todo, he de decir que la narrativa es impecable.

La historia comienza in medias res cuando la protagonista debe afrontar un ejercicio programado en un taller de escritura creativa. Se anima a escribir la escena y lo hace con interés, sin embargo lo que escribe no es ficción sino todo lo que ocurrió «Aquel día (9 de junio de 2013)», cuando tras cinco años desaparecida regresó la que todos consideraban su mejor amiga. Su única amiga. La protagonista, Desi, cuenta su vida durante el tiempo que Yesi no estaba.

No se puede decir que sintiera su ausencia ni que se alegrase por ello; sí pudo respirar con tranquilidad porque por fin su madre dejó de ponérsela como ejemplo. Desi nunca pudo ser Yesi, ni parecerse a ella físicamente ni realizar con éxito todas las actividades (múltiples y variadas) que emprendía. Desi era una niña normal que no destacaba ni en casa ni en el colegio. Siempre rodeada de mujeres fuertes, emprendedoras, su madre, la madre de Yesi, su abuela… Solo ella era diferente. 

Cuando leemos la situación podemos entender la angustia de Desi, una niña adoptada que se sabía el centro de todas las comparaciones, lo que la llevó a un aislamiento total con el que disfrutaba de cierta paz, «…con tal de no estar más tiempo en línea, expuesta al escrutinio del grupo. Volví a silenciar el móvil y me atrincheré en mi habitación».

Sin embargo, hay algo en la narración que me hace sospechar cierta relación entre ellas, aunque Yesi no se pronuncie y Desi intuya hostilidad en todo momento: «Nunca fuimos uña y carne. Puede que uña y astilla». Puede que sea la actitud final que mantienen, una postura en la que ambas saben qué quiere la otra e interactúan para conseguirlo. Puede que esté equivocada y la única relación existente estuviera presidida por la rivalidad o la envidia. Puede ser, pero la explosión desordenada de los recuerdos infantiles, el regreso de Yesi tras cinco años desaparecida, el presente de Desi, que no influye en la trama de la novela, a lo mejor me han llevado a cierta confusión de sentimientos.

No entiendo cómo las madres las veían como amigas. Hay muchas clases de amigos, incluso los falsos, y cumplen un papel determinante tanto en la realidad como en la literatura, donde suele funcionar bastante bien la asimetría. En ocasiones las vidas transcurren de forma independiente pero los amigos se aferran a puntos en común para poder crear anécdotas con las que reafirmarse como personas. En el caso de Yesi y Desi la asimetría no lo es tanto, de hecho nacieron el mismo día, estudian juntas y sus madres son amigas. Sus vidas avanzan por el mismo camino pero ninguna se apoya en la otra ni muestra interés por lo que le sucede a su vecina. Yo diría que su relación está marcada por la indiferencia. El problema de Desi es que su madre la obliga constantemente a recordar a Yesi, por lo tanto la fuerza a tener presente su fracaso «Ya sé que ese virus maldito te ha hecho perder la convocatoria, tu madre me lo comentó el otro día, pero yo que tú no me preocuparía demasiado. Conociéndola, estate segura de que te conseguirá ese aplazamiento».

Desi es un ser solitario, acomplejado, dolorido por el constante reflejo en que la han obligado a mirarse desde pequeña; por eso su única salida es el aislamiento. Ante el trastorno de bulimia al que, desde niña, se ve abocada por la situación, no pide ayuda, pero es que su madre no se ha percatado, a pesar de dar muestras evidentes en casa; la madre de su supuesta amiga tampoco. El problema de Yesi es otro y, por afán de figurar, los adultos responsables de ella lo fomentan.

Algo me falta en la relación entre Desi y Yesi para conocerlas; algo que no tiene que ver con ellas sino con sus padres y con quienes las rodean «Bajo el foco de la prensa sensacionalista, el barrio no tardó en sucumbir al amarillismo».

Las dos chicas se evaden de la sociedad como pueden aunque no quede del todo claro en la novela. El vínculo al que se ven abocadas es falso y doloroso. No hay complicidad entre ellas en ningún momento. Tampoco entre sus padres a pesar de pretender saberlo todo sobre los otros. ¿Por quién se alegra la madre de Desi cuando Yesi aparece? «¿Te lo puedes creer? ¡Es un milagro!».

La trama de Encargo transcurre en la cárcel y la historia es contada por Desi. Conforme vamos leyendo tenemos la certeza de que ninguna había supuesto una red de seguridad para la otra pero tampoco una amenaza real porque ambas han soportado una dolorosa presión desde el principio de sus vidas que las ha llevado a fracasar como personas. Pero me ha faltado algo con qué poder conectarlas. No he empatizado con la pareja literaria Yesi-Desi. Da la impresión de que cada una ha tenido su espacio en la novela y cuando se juntan es para poner punto final a cualquier habladuría sobre su supuesta amistad. Para poner fin a su actuación en la sociedad.

Berta Marsé intenta alertar sobre lo que demasiado alegremente se llama amistad en una realidad en la que priman modelos impuestos, sobre el dolor de quienes se alejan de esos modelos, sobre el sufrimiento de los que obligatoriamente han de ser espejos de triunfo para los demás, sobre el resentimiento de aquellos que se sienten fracasados. Son personas tristes cuya desesperación puede llevarles a cometer actos contraproducentes sobre todo para ellos mismos.

Encargo es una novela de mujeres, Desi, Yesi, las madres, la abuela, la profesora del taller de escritura, las encarceladas… pero no conectamos con ellas, no hay sentimiento de grupo, de complicidad, de empatía, de odio visceral; no son decisivas para el desarrollo de la trama. Desi podía haber seguido en su casa, en vez de estar en la cárcel y el final habría sido el mismo. No hay tensión en ningún lugar.

Creo que Berta Marsé escribe bien pero a esta novela le faltan algunas páginas para descubrir por nosotros mismos cómo fue la desaparición de Yesi y cómo será el futuro de Desi.


Su perfil sociológico corresponde al de una minoría dentro de una minoría dentro de otra minoría, y así hasta el final del informe de la Junta de Tratamiento […] Que Desi siempre ha apuntado maneras. Que ante las situaciones de alto riesgo […]: no darse a conocer.

Si yo hubiese estado comparada constantemente tampoco lo haría.

miércoles, 15 de febrero de 2023

EL OJO DE POLIFEMO

Parece que la última novela de Juan Ramón Barat será la primera de una saga que, aunque se le pueden ver puntos en común con la de Daniel Villena, se aparta de lo sobrenatural para entrar de lleno en el mundo real.

Samuel Herrera es el único hijo del policía municipal Lucas Herrera y la agente de seguros Ester García. Su mayor problema, además de que ha suspendido tres asignaturas al terminar 4º de ESO, es que se aburre: en el instituto porque las clases funcionan más despacio de lo que le gustaría y en casa porque lo tiene todo. Pero la muerte de una tía abuela se llevará a sus padres a un pueblo de Galicia durante tres semanas, dejándolo a cargo del hermano de Ester, el detective Juan Domingo García. Un soltero con verdaderos problemas económicos, sin ganas de responsabilidades familiares, que acepta cuidar de Samuel porque, «los doscientos euros […] para comer, que te conozco. Nada de precocinados ni de comida basura […] le vendrían como anillo al dedo para sobrevivir un par de semanas».

El ojo de Polifemo es una novela policíaca en la que los protagonistas, un adolescente y su tío, comienzan la trama buscando a un desaparecido y terminan colaborando con la policía en la resolución de varios asesinatos y el robo de un diamante valiosísimo.

El autor desarrolla en esta novela una apuesta, usual en su obra, por la cooperación, el respeto y la cultura, algo que choca irremediablemente con la creciente competitividad que determina nuestra realidad. Esta novela de Barat manifiesta, como toda su literatura, el afán por destacar la dignidad humana y por conseguir una sociedad más justa y solidaria; pero por encima del fin didáctico está el estético y el placentero. El ojo de Polifemo no es moralizante; el relato, emocionante y con bastantes dosis sentimentales, mantiene la atención y la tensión del lector, al tiempo que invita a ponerse en el lugar del otro. Leyendo la historia, los jóvenes pueden llegar a sensibilizarse para poder cambiar de actitud en determinados momentos. No supone una lectura plana sino que nos adentra en un mundo inquietante lleno de aventuras diferentes que marcarán las vidas de los protagonistas.

La trama termina a finales de agosto. No sabemos si Samuel aprobará las asignaturas pendientes. No sabemos si Juan Domingo cobrará sus honorarios. Eso no es lo importante. Ambos se han fortalecido como personas y como equipo.

El verdadero problema de Samuel no se resuelve, pero durante tres semanas su vida girará básicamente en torno a su actuación como detective privado junto a su tío. El punto de vista predominante es el del adolescente, que muestra la sociedad donde le gustaría vivir: dinámica y justa; una sociedad que premie a quienes se esfuercen y sepan conseguir lo que quieren


Si no recuperamos el diamante, usted no nos habrá pagado nada y habremos trabajado gratis pero si damos con él, pagará el doble de lo que había previsto […]

—¿Cuántos años tienes? —preguntó el empresario

—Dieciséis

[…]

—Me parece justo


En el argumento de El ojo de Polifemo no vamos a encontrar actitudes paternalistas, el chico se mueve en los márgenes de las emociones, de la creación y de las equivocaciones. Hay todo un espacio cotidiano en el que la intuición es fundamental, pero también la experiencia, así como la razón y la imaginación. Por eso, probablemente, la pareja tío despreocupado-superviviente y sobrino inteligente-acomodado es buenísima para crear situaciones divertidas, admirables o misteriosas


—Los teléfonos fijos tienen memoria —informó tranquilamente Samuel— Basta con saber apretar la tecla correspondiente. Este es el último número al que llamó Damián romero…

Juan Domingo contempló a su sobrino con ojos de pasmo.


En ambos protagonistas hay grandes dosis de tolerancia y vulnerabilidad. Los dos valoran la igualdad, los dos apuestan por la honradez aunque no descartan el engaño para conseguir sus propósitos.


Samuel se enfrenta a la vida actual y descubre, con su tío, la preocupación por lo económico y la libertad de actuación frente a la sobreprotección paterna. Entre los dos se revalorizan como personas porque se desenvuelven en un mundo en el que la avaricia y la corrupción se han instalado. Ellos no apelan a la compasión sino a la justicia y al análisis crítico. Ante esto, los lectores se encuentran, a partir de la experiencia lectora, con una aventura gratificante pues pueden formarse una representación mental con las hipótesis planteadas y las interpretaciones de los personajes. Lógicamente el mundo referencial de Samuel se amplía considerablemente, algo que agradecerán los jóvenes pues la novela supondrá para ellos una proyección del mundo de los adultos. Samuel actuará como Juan Domingo durante casi un mes y a sus problemas escolares añadirá una serie de crímenes por resolver y un diamante robado por encontrar. Acompaña a su tío a hablar con los sospechosos, vigila hasta altas horas de la noche y resulta tener tantos recursos o más que Juan Domingo para poder descubrir a los culpables.


Ante el chico aparece, de pronto, un modelo a seguir que lo introduce en el riesgo de la aventura y en el razonamiento de la resolución. Entre los dos surge una relación de camaradería, aceptación y respeto, algo fundamental en una agrupación para acometer cualquier empresa.


El ojo de Polifemo es un buen libro para que los adolescentes vayan dejando atrás la literatura infantil y se enfrenten a una literatura de adultos. El género policíaco constituye una transición más que adecuada pues el protagonista, al afirmar su identidad, impulsa a que el lector lo intente a su vez.


El acercamiento a la novela de Juan Ramón Barat supone entrar en una multidisciplinariedad que abarca desde la didáctica a la lengua, pasando por la psicología y sociología, todo desde el humor,


—Calla, bobo. Se trata de granjearme su simpatía… En latín se decía captatio benevolentiae, ¿entiendes?

—Si me hablas en cristiano mejor.

—Ya. El problema es que los jóvenes de hoy en día no estudiáis latín… y así nos va.


La desigualdad social es el asunto preferido por nuestro autor para el empleo de la ironía. Esto hace que desde el primer momento los jóvenes desarrollen una total empatía con el detective arruinado


—… te invito a cenar en una pizzería. ¿Qué me dices?

—¿Napolitana?

—O cuatro estaciones. La que quieras.


No cabe duda de que el plano juvenil interactúa con el literario. En el mundo ficticio que crea Barat se mantiene una cronología lineal y cierta unidad temática, por lo que, a pesar de que nos encontramos con algunas historias secundarias, como las de Clotilde, los asesinatos o la relación que se inicia entre Andrea u Samuel, en general predomina la sencillez estructural lo que, unido a la corta longitud de los capítulos, favorece el mantenimiento de la atención de los lectores.


Además, en dos ocasiones, los protagonistas recrean una recopilación de hechos, fundamental para que no nos quede ningún cabo suelto.


Empezar una novela de Juan Ramón es saber que vas a vivir una aventura pues quedas atrapado en las primeras líneas con la convicción de que acompañarás al protagonista hasta el final (¡que no es sino el comienzo de otra!).

viernes, 10 de febrero de 2023

SUPERSAURIO

Otra novela que agradezco a la Concejalía de Juventud de Cartagena y su Proyecto Mandarache. No conocía a la autora, Meryem El Mehdati, entre otras cosas porque creo que es la primera que escribe, así que una vez terminada Supersaurio, entré en internet para saber algo más de ella. Me han sorprendido varios aspectos; el primero, su juventud, aunque por la forma de escribir, intuía que no debía tener más de 35 años. Efectivamente, nació en 1991. El segundo es la habilidad mostrada para escribir una primera novela, con una frescura y un ritmo increíbles. Más de trescientas páginas que no se hacen pesadas en ningún momento porque la variedad de recursos es abundante. Las frases cortas, en presente, son empleadas en repetidas ocasiones lo que aporta agilidad e inmediatez a la narración: «A su lado Omar cambia su peso de pierna. Se lleva su vaso a los labios, da un trago. Es whisky. Aparto la mirada, siento que estoy viendo algo privado, algo íntimo. […] Sudo en mi ropa…». Pero también abunda en su estilo la falta de signos ortográficos, a veces durante todo un capítulo; con esto consigue el extrañamiento en la lectura y la necesidad de volver atrás; además la falta de puntuación aporta cierto absurdo a la situación y ayuda a poner en entredicho normas que se dan por aceptadas socialmente, como las campañas ecológicas que la gran mayoría afirma seguir pero en realidad no son tantos: «que por qué no puede ponerme lo que me ha puesto en el vaso de papel en el termo acaso no sabe que así…».

El vocabulario es absolutamente coloquial con expresiones de diferentes jergas: juvenil, «Entro en el modo ahorro»; actual-política, «Soy una persona bio»; machista descalificadora, «no conozco a muchos tíos que no tengan una ex que esté o estuviese loca»; expresiones usadas en las plataformas audiovisuales actuales, «cambia las contraseñas de Netflix y de Amazon Prime»; imprecaciones de las conversaciones habituales, «—Coño, de ella pero las compartíamos» «una idea tonta de cojones»; cambios en la normativa ortográfica para semejar organizaciones en direcciones de internet «…treinta y tres terrones de azúcar, todos para mi body, sinazucar.org que reviente»; expresiones comparativas con situaciones de la vida diaria, «me hace ir como una moto el resto de la jornada»; terminología del ambiente laboral «el discurso de la meritocracia y el trabajo duro están en mi ADN»; anglicismos utilizados de forma habitual «¿Por qué cobra más un business assurance manager que la cajera de un supermercado?»; sinónimos referenciales que van graduando las sensaciones para reforzarlas, «a mí las dificultades me producen angustia, fatiga o hastío»; adjetivos autoimpuestos que logran despojarla de sentimientos, «cuando llego a casa me siento drenada»; expresiones crueles con la propia narradora, para reflejar la hostilidad hacia el interlocutor que, por hiperbólicas, son tomadas de forma humorística por el lector, a pesar de que reflejan el estado de impotencia en que se encuentra, «Preferiría que me atropellase un taxi con la COPE al tope de volumen que firmar un solo correo como gestora de talento»; escritura que refleja en su forma el significado de la palabra «des  pa  ci  to»; onomatopeyas que acercan al lector a la situación, «pasar la tarjeta de mi jefe fssshhh fssshhh»; transcripción de fonemas como palabras «10:34 a eme»; maldiciones para contrarrestar el malestar de las mujeres cuando los hombres se sienten con derecho a alabarle a una chica su físico sin importarles humillarla «Me dijiste “qué tetas” y me sonreíste como si compartiéramos un secreto. Ojalá te dé un ictus antes de llegar a donde sea que estés yendo, ojalá te atropelle un camión y te haga papilla a mis pies. No vuelvo a ponerme esa camiseta en la vida»; expresiones en árabe de las que, por la conversación, entendemos su significado y términos usados en las redes sociales, con el inglés como lengua materna, «…abro mi perfil de Tinder hago match con Iván 28 fucking delusional man living the room emoji de bandera de España emoji de bandera del Reino Unido emoji de jarra de cerveza emoji de machanguito corriendo».

En fin, diversidad de recursos, pluralidad de enunciados que acercan la lectura a todo tipo de lectores; indudablemente los más jóvenes se verán reflejados no solo por la estructura formal de la novela sino también por el contenido.

Otra sorpresa, tras buscar a la autora, ha sido encontrarme con una novela antigénero. En realidad Supersaurio representa, más que una antificción, una autoficción novelada. No cabe duda de que es una novela del yo. La novela está protagonizada por Meryem, que como la propia autora «Nací en los 90». Asimismo vive en Puerto Rico (Gran Canaria), escribe fanfiction, le gusta el café y los donuts y el agua con gas.

Cuesta separar a autora y protagonista pues, aunque todos sabemos que no son lo mismo, Supersaurio es toda una declaración de intenciones. Escrita a modo de diario, aunque por meses que no especifican el día. Los capítulos van numerados, desde el 1, en cada parte, excepto los Fandom intercalados.

Dividida en tres partes, que cuentan la vida de Meryem a los 26, 27 y 28 años. Su entrada en la cadena de supermercados Supersaurio como becaria en la Primera parte, como parte del grupo de personal externo en la Segunda y como parte del equipo directivo en la Tercera. Esto la lleva a dudar de sus propias convicciones porque pasa de sentirse totalmente ninguneada y explotada a tener a su disposición una becaria con la que actúa de forma similar a como lo hicieron con ella. El sistema te atrapa y es imposible ignorarlo pues el dinero es primordial.

La novela es, en realidad, una crítica a la sociedad que les ha tocado vivir a los jóvenes, las dificultades para encontrar un trabajo, para poder valerse sin la ayuda de los padres, para intentar llevar una vida que se ajuste a las expectativas sociales, familia, hijos, trabajo, casa… cuando la vivienda tiene precios exagerados, los trabajos no son estables y están mal pagados y las familias pueden ser diferentes a como lo eran porque también las identidades como persona han variado. En este nuevo mundo traer hijos puede suponer, en ocasiones, una verdadera odisea a la que no todos pueden hacerle frente. Meryem sabe de lo que habla, pues ella además de estos condicionantes tiene el de su nombre. A pesar de ser española y haber nacido en Gran Canaria, sus padres son emigrantes, algo que la va a llevar a no sentirse perteneciente a un grupo en concreto.

El problema de la emigración también se trata en Supersaurio aunque lo más destacado es la dificultad de ser mujer en una sociedad que no se llama machista pero aún tiene mucho camino por andar. El Mehdati expone un mundo algo tópico y exagerado pero con un fondo cierto «¿cómo evitas ahogarte cuanto tienes una hipoteca tres niños y un minivolumen con una persona a la que detestas? Mejor darle la chapa a la pobre idiota que no ha podido evitar coincidir contigo en el ascensor. Otro puto lunes aquí»; la gran mayoría de personas no disfrutan con su trabajo, no son felices porque no han querido claudicar a sus principios y por lo tanto no han podido integrarse o se han integrado y sobreviven a costa de haber renunciado a sus aspiraciones.

La sociedad se muestra más amigable, más divertida, más tolerante que en otras épocas pero siempre hay límites ocultos que solo percibes si eres joven, si eres joven de familia trabajadora, si eres joven, mujer de familia trabajadora, si eres joven, mujer, emigrante de familia trabajadora. Entonces es cuando puedes percibir el odio, la tristeza, la incomprensión, la humillación y la falta de respeto hacia tu persona. Meryem El Mehdati nos lo recuerda con cierto humor pesaroso.

sábado, 4 de febrero de 2023

LA SEÑORA MARCH

Acabo de leer la primera novela de una joven escritora y me ha sorprendido por varias razones. Había oído que era novela negra, pero no sé, no lo tengo tan claro desde el momento en que la única protagonista que se describe en profundidad es la señora March y creo que en el noir la descripción de ambientes y personajes es fundamental para descubrir la trama. Lo que he podido sacar del resto de personajes, incluido el señor March, su marido, es que apenas tenían relación con ella. La señora March ha estado siempre sola a pesar de vivir en un lujoso edificio neoyorkino con bastantes vecinos.

En New York creen que Virginia Feito, la autora de La señora March, recuerda a Patricia Highsmit, puede ser, pero yo no le he visto el parecido; el suspense psicológico que Highsmit descarga en sus novelas no lo he sentido en esta, tampoco la novela de Feito es policíaca. Me ha sorprendido, sin embargo, que sea una novela seria y atractiva que nos introduce de lleno en cómo la mente de una niña puede quedar perturbada por la indiferencia, la soledad y el maltrato psicológico derivado de la falta de atención familiar.

No sabría decir si la demencia de la protagonista tiene algún componente genético o es fruto de la culpa o los traumas sufridos. Pero es evidente que la señora March vive instaurada en su propio terror a pesar de que los lectores no sabemos si las alucinaciones que tiene en determinadas escenas lo son realmente o alguien con intereses ocultos hace que las tenga. A mí no me ha quedado claro; me cuesta creer que tras tantas señales de alarma nadie de su entorno haya avisado a un especialista o haya tomado alguna medida para ayudarla; al contrario, poco a poco la van dejando cada vez más sola.

George March es un escritor de éxito; su última novela va a ser llevada al cine. Hasta aquí todo perfecto, pero un día, la dependienta de su panadería le dice a la señora March que la protagonista está basada en ella, una protagonista que no es ni más ni menos que una prostituta, tan fea que los propios clientes le pagan sin requerir sus servicios por asco. Esto humilla y avergüenza totalmente a la esposa del escritor y desde entonces vive obsesionada con esa prostituta y con la visión que los demás, incluso su marido, tienen de ella. En un momento dado se lo pregunta directamente, pero George no lo niega del todo, le dice que está basada en todas las mujeres que ha conocido «Johanna […] es una mezcla de cualidades de muchas mujeres diferentes […] tú estarías entre ellas […] —Siéntate y redacta una lista. Una lista de rasgos […] —No quiero entrar en esta conversación […] ya hablaremos mañana». Pero no vuelven a hablar del tema. Es como si George quisiera que se mantuviese en la duda.

Tampoco permite que el hijo de ambos, Jonathan, explique lo que pasó realmente en el colegio con una compañera, por lo que fue expulsado. Cuando el niño les va a comentar que el culpable, su amigo, ni siquiera había sido sancionado, George no lo deja terminar «—¡Esto es inaceptable! —gritó George […] la culpa es tuya y de nadie más». Tampoco madre e hijo volverán a sacar el tema para llegar a la verdad.

En fin, el escritor de éxito es un encanto con todos excepto con su mujer, a la que trata con cierto paternalismo y bastante indiferencia, pero como el narrador, a pesar de ser omnisciente, solo refiere el punto de vista de la esposa, no queda claro qué es lo que ocurre en realidad, «Como si hubiese recibido una señal, el camarero reapareció con el foie gras, que rezumaba ríos viscosos de grasa amarilla». ¿Hasta dónde puede llegar una persona con pensamientos destructivos sin que nadie se dé cuenta? ¿Hasta dónde está implicado George en la desazón de su mujer?

El narrador deforma la realidad y los lectores no somos capaces de distinguir si lo que estamos leyendo es real o producto de la imaginación de la protagonista. Una mujer que desde niña inventaba seres y situaciones, que su soledad fue tan evidente que hubo de crear una amiga invisible, Kiki, tan unida a ella que, con el paso del tiempo, le permitió ser ella misma para mostrar una personalidad abierta, desinhibida con la que actuaba sin ningún tipo de culpa, a pesar de que solo le causó más dolor.

La señora March es la soledad absoluta y la tristeza que eso conlleva; rodeada de gente conocida, apenas se relaciona con nadie por miedo a parecer menos exquisita, menos rica, menos inteligente, menos guapa que el resto. Imagina que todos piensan mal de ella. Solo idealiza a quienes no conoce y en sus momentos de mayor desamparo inventa posibles relaciones con ellos, «ensayando mentalmente las diferentes excusas con que podía rechazar las insinuaciones de aquellos desconocidos […] Pero no se fijaron en ella, ni le sujetaron la puerta».

Es cierto que nadie le muestra verdadero afecto, ni siquiera el narrador; a pesar de ser trasunto de ella misma, es incapaz de presentarla en algún momento con mimo; solo transmite una frialdad constante, incluso de niña es nombrada como la señora March. Ella no ha significado nunca nada, ha sido Kiki durante una temporada, la señora March cuando ve realizado su deseo de brillar en sociedad y Johanna cuando siente que, en realidad, es un objeto que pertenece a su marido y puede re-crearla como quiera socialmente. La señora March ni siquiera ha tenido libertad de acción en su propia casa, se ha convertido en una autómata con la que George no encuentra emoción, por eso se vuelca en su trabajo y a ella solo le queda luchar constantemente para ser más que los demás o al menos aparentarlo, «Desde hacía tiempo la acosaba la sospecha de que, a pesar de que su vestuario revelaba buen gusto y era de buena calidad, su forma de combinar y llevar la ropa hacía que esta pareciese barata y ordinaria».

El ambiente en el que se mueve esta mujer innominada es cerrado; cierto que sale a la calle, incluso viaja a otro pueblo, pero se siente a gusto en su casa, en su habitación, con la puerta cerrada para prevenir posibles ataques o amenazas que no son sino consecuencia de su falta de autoestima; los paralelismos antitéticos delatan su indecisión y las comparaciones, la dureza con que se ve a sí misma, llevándola a confundir normas de urbanidad con juicios valorativos hacia ella, «la primera vez que la habían llamado señora […] le dolió como un bofetón».

En realidad no se siente señora, ni mayor ni joven, ni nada, La señora March se cosifica tanto que incluso el narrador se permite personificar sus medias antes que a ella: «abandonó el local con las medias arrugadas alrededor de los tobillos como si fruncieran el ceño ante la perspectiva de salir al frío».

¿Por qué aparece su verdadero nombre solo una vez y solo al final de la novela? ¿Es porque es la primera vez que actúa por sí misma? No lo creo, porque realmente no es consciente de su acto ¿Es porque todo termina? No lo sé. Virginia Feito consigue que ni siquiera al final, ni siquiera a pesar de los rasgos de humor en la narración de todo tipo, escatológico, negro, inocente, irónico desaparezca la sensación de disgusto en los lectores porque nos queda la impresión de que quienes rodean a la señora March la intuyen como una acaudalada histérica y acomplejada que ve fantasmas donde no los hay. Nadie adivina un trauma infantil llevado al extremo, la culpa que la atormenta constantemente y la soledad y el horror que pueden sufrir incluso los niños de clase alta. «Yo no soy tu amiga, ni quiero serlo. Soy tu madre».