No soy partidaria
de clasificar lecturas por estaciones pero, de aconsejar alguna para las
vacaciones, sin duda sería Asesinato en la Casa Rosa. Lo tiene
todo para ser leída con facilidad, incluso si a nuestro alrededor hay personas
hablando o realizando otras actividades. Los capítulos cortos, el misterio, los
cambios de trama, el enredo que se va sumando al nudo principal formando, por
momentos, una tela de araña con varios frentes por resolver, las analepsis que
nos llevan al asesinato que debe aclarar la inspectora Iria Santaclara
contratada por Ulises Villamor bajo coacción pues, a pesar de estar de baja, cuidando
de su marido desde que sufrió un ictus, el magnate le ofrece la mejor clínica
europea, en Alemania, a cambio de que ella se instale en Loeiro, en la casa
Rosa, la mansión familiar en la que viven, desde la pandemia del COVID-19, él,
sus hijos y nietos. Ulises quiere saber quién mató a su mujer, Rosa, durante el
confinamiento, cuando nadie salía ni entraba a la casa. Todo apunta a un
miembro de la familia o del servicio, ya que el patriarca de los Villamor
descarta que Rosa muriera de un ataque al corazón como afirmó el médico. Iria
acepta sin imaginar adónde la llevará su decisión.
El estilo de Arantza Portabales es fluido, ágil, de
prosa directa en la que el narrador, en tercera persona, solo desvela lo justo
para que sean los diálogos los que nos informen de lo que realmente ocurre y de
la psicología de los personajes. Como ellos, vamos sorprendiéndonos a cada
paso. Disfrutamos con la complicidad entre César Araújo, antiguo jefe de Iria,
ahora jubilado, y la inspectora (que tampoco está de servicio); además, tendrán
a su favor a «la Gestapo» quien los
ayudará más de lo que se imaginan en un principio «—…no creo que disfrute exponiendo rumores falsos. Al contrario, me
parece una mujer sagaz, con un buen juicio crítico y gran capacidad de
análisis».
Entre los tres, Iria, César y Sinda, desvelarán los hechos aunque, tal y como sucede en la realidad, no todo tiene arreglo; hay cosas que no se pueden probar y, aunque estemos seguros del delito, no son castigadas «…Ella descubrió su rostro y apoyó la cabeza en la de él. Permanecieron así largo rato. —Casi me mata —murmuró Iria. —Pero no lo hizo. —Cesar no la
soltó. La sentía pequeña y frágil—».
En general la
novela me ha recordado a las clásicas de misterio de detectives; la convivencia
familiar de los Villamor con la inspectora resalta su faceta humana y las
prioridades a la hora de investigar, por lo que es difícil dejar de leer las
más de cuatrocientas páginas casi de un tirón. Asesinato en la Casa Rosa se desarrolla en un ambiente cerrado,
propicio para el silencio, la mentira, el misterio que rodea a un clan familiar
cuyo patriarca es quien aporta una claustrofobia absoluta, a pesar de la libertad
que sugiere, tanto a Iria como a sus familiares.
Conforme avanza el
argumento nos sentimos más atrapados en este misterio en el que todos los
habitantes de la casa son sospechosos, todos tienen un lado bueno y otro malo,
algunos malísimo, pero como en la novela negra de enigmas, la nueva dama del noir consigue que no siempre acertemos
con los motivos de cada uno para actuar como lo hacen «—Álvaro no sabe nada —dijo Eduardo—. Tranquila, nadie va a hablar.
Todos tenemos cosas que esconder. Solo hay que conservar la sangre fría.
Tenemos un pacto, recuérdalo». Arantza Portabales nos ofrece más de una
sorpresa con la que humaniza a los personajes y por supuesto a la protagonista,
quien promete otro regalo agradable a los lectores.
Como en las
clásicas novelas de Agatha Christie, el tema principal rodea un asunto
familiar, la resolución de la muerte de la matriarca, que derivará en otros
temas familiares. El motor es la ambición, aunque también nos sorprenderá el
amor y la vulnerabilidad de los personajes.
Precisamente en la
indefensión será donde conozcamos mejor a Iria, a Ada, a Álvaro y Eduardo. El
concepto que tenemos de los hermanos Villamor va cambiando según los giros que
establece la autora y al final entendemos sus causas y podemos ponernos en su lugar
para aprobar o no sus actos.
El costumbrismo de
la costa gallega está representado por Loeiro, un lugar que, a pesar de no
existir, refleja las relaciones reales entre los habitantes de los pueblos
pequeños: lealtad, mentira, silencio, misterio y tradición inquebrantables
rodean las vidas de los que controlan y de quienes necesitan subsistir «—Pueblo pequeño, infierno grande, ya se lo
dije el primer día. No piense que la espío pero…».
La prosa de Arantza
Portabales es directa, sencilla, con un lenguaje cotidiano, sin
grandilocuencias, que hace de su novela un libro para la mayoría, y la gran
mayoría mantendrá la atención hasta el final aunque los aficionados a la novela
negra sean testigos del homenaje que la protagonista ofrece al gran Domingo
Villar, consiguiendo que Iria y Sinda se conviertan en personajes memorables de
la novela negra «En el sillón descansaba
su lectura actual: El último barco, de Domingo Villar, el escritor favorito de
Iria». De hecho, como en las típicas novelas protagonizadas por Miss Marple
o Hércules Poirot, Iria Santaclara se enfrenta al misterio del cuarto cerrado,
con pocas posibilidades para que entre el asesino a cometer el crimen, en este
caso, la galería de la casa Rosa, donde Rosa, gran aficionada a la jardinería,
murió.
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