martes, 19 de agosto de 2025

ASESINATO EN LA CASA ROSA

No soy partidaria de clasificar lecturas por estaciones pero, de aconsejar alguna para las vacaciones, sin duda sería Asesinato en la Casa Rosa. Lo tiene todo para ser leída con facilidad, incluso si a nuestro alrededor hay personas hablando o realizando otras actividades. Los capítulos cortos, el misterio, los cambios de trama, el enredo que se va sumando al nudo principal formando, por momentos, una tela de araña con varios frentes por resolver, las analepsis que nos llevan al asesinato que debe aclarar la inspectora Iria Santaclara contratada por Ulises Villamor bajo coacción pues, a pesar de estar de baja, cuidando de su marido desde que sufrió un ictus, el magnate le ofrece la mejor clínica europea, en Alemania, a cambio de que ella se instale en Loeiro, en la casa Rosa, la mansión familiar en la que viven, desde la pandemia del COVID-19, él, sus hijos y nietos. Ulises quiere saber quién mató a su mujer, Rosa, durante el confinamiento, cuando nadie salía ni entraba a la casa. Todo apunta a un miembro de la familia o del servicio, ya que el patriarca de los Villamor descarta que Rosa muriera de un ataque al corazón como afirmó el médico. Iria acepta sin imaginar adónde la llevará su decisión.

El estilo de Arantza Portabales es fluido, ágil, de prosa directa en la que el narrador, en tercera persona, solo desvela lo justo para que sean los diálogos los que nos informen de lo que realmente ocurre y de la psicología de los personajes. Como ellos, vamos sorprendiéndonos a cada paso. Disfrutamos con la complicidad entre César Araújo, antiguo jefe de Iria, ahora jubilado, y la inspectora (que tampoco está de servicio); además, tendrán a su favor a «la Gestapo» quien los ayudará más de lo que se imaginan en un principio «—…no creo que disfrute exponiendo rumores falsos. Al contrario, me parece una mujer sagaz, con un buen juicio crítico y gran capacidad de análisis».

Entre  los  tres,  Iria, César  y  Sinda, desvelarán  los  hechos  aunque,  tal  y como  sucede  en  la  realidad, no  todo tiene  arreglo;  hay  cosas  que  no  se  pueden  probar  y, aunque  estemos  seguros   del  delito, no  son  castigadas   «…Ella descubrió  su  rostro  y apoyó  la cabeza  en  la  de  él. Permanecieron  así  largo  rato.  —Casi  me  mata  —murmuró Iria.  —Pero no lo hizo. —Cesar no la soltó. La sentía pequeña y frágil—».

En general la novela me ha recordado a las clásicas de misterio de detectives; la convivencia familiar de los Villamor con la inspectora resalta su faceta humana y las prioridades a la hora de investigar, por lo que es difícil dejar de leer las más de cuatrocientas páginas casi de un tirón. Asesinato en la Casa Rosa se desarrolla en un ambiente cerrado, propicio para el silencio, la mentira, el misterio que rodea a un clan familiar cuyo patriarca es quien aporta una claustrofobia absoluta, a pesar de la libertad que sugiere, tanto a Iria como a sus familiares.

Conforme avanza el argumento nos sentimos más atrapados en este misterio en el que todos los habitantes de la casa son sospechosos, todos tienen un lado bueno y otro malo, algunos malísimo, pero como en la novela negra de enigmas, la nueva dama del noir consigue que no siempre acertemos con los motivos de cada uno para actuar como lo hacen «—Álvaro no sabe nada —dijo Eduardo—. Tranquila, nadie va a hablar. Todos tenemos cosas que esconder. Solo hay que conservar la sangre fría. Tenemos un pacto, recuérdalo». Arantza Portabales nos ofrece más de una sorpresa con la que humaniza a los personajes y por supuesto a la protagonista, quien promete otro regalo agradable a los lectores.

Como en las clásicas novelas de Agatha Christie, el tema principal rodea un asunto familiar, la resolución de la muerte de la matriarca, que derivará en otros temas familiares. El motor es la ambición, aunque también nos sorprenderá el amor y la vulnerabilidad de los personajes.

Precisamente en la indefensión será donde conozcamos mejor a Iria, a Ada, a Álvaro y Eduardo. El concepto que tenemos de los hermanos Villamor va cambiando según los giros que establece la autora y al final entendemos sus causas y podemos ponernos en su lugar para aprobar o no sus actos.

El costumbrismo de la costa gallega está representado por Loeiro, un lugar que, a pesar de no existir, refleja las relaciones reales entre los habitantes de los pueblos pequeños: lealtad, mentira, silencio, misterio y tradición inquebrantables rodean las vidas de los que controlan y de quienes necesitan subsistir «—Pueblo pequeño, infierno grande, ya se lo dije el primer día. No piense que la espío pero…».

La prosa de Arantza Portabales es directa, sencilla, con un lenguaje cotidiano, sin grandilocuencias, que hace de su novela un libro para la mayoría, y la gran mayoría mantendrá la atención hasta el final aunque los aficionados a la novela negra sean testigos del homenaje que la protagonista ofrece al gran Domingo Villar, consiguiendo que Iria y Sinda se conviertan en personajes memorables de la novela negra «En el sillón descansaba su lectura actual: El último barco, de Domingo Villar, el escritor favorito de Iria». De hecho, como en las típicas novelas protagonizadas por Miss Marple o Hércules Poirot, Iria Santaclara se enfrenta al misterio del cuarto cerrado, con pocas posibilidades para que entre el asesino a cometer el crimen, en este caso, la galería de la casa Rosa, donde Rosa, gran aficionada a la jardinería, murió.

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