jueves, 28 de enero de 2021

EL PLAN A

La trayectoria del libro de autoayuda ha sido muy curiosa. Ha estado entre nosotros desde la Antigüedad, Las Fábulas de Esopo son ejemplo de ello. En El libro de Buen Amor y La Celestina también encontramos consejos para triunfar ante el otro sexo. Está claro que, según la época, o momentos de una misma época, los libros de autoayuda pasan de ser una de las mayores demandas a sufrir las críticas más severas. Esto nos lleva a cuestionarnos si realmente sirven para algo. Pues, como todo en la vida, depende de lo que queramos obtener de ellos. Nos benefician si consiguen que reflexionemos junto al autor; es como si nos decidiéramos a compartir nuestras intimidades, esas que no contamos a nadie, y nos diéramos cuenta de lo que nos sucede en realidad. Esto siempre es efectivo porque nos ayuda a desligarnos de la culpa y a sentirnos algo mejor.

He leído El plan A y creo que, además de hacernos reflexionar, nos enseña cómo se puede vivir en soledad aun perteneciendo a una sociedad, cómo esa soledad puede representar una salida de la rutina si consigue que recompongamos nuestra imagen.

El libro no es una relación de consejos; estructurado en forma de novela, es un diálogo entre dos amigos que se vuelven a ver después de 17 años. La diferencia entre ellos es ostensible, lo que lleva a Marcos a interesarse por las actividades de Ángel, que se le aparece como un triunfador. Sin embargo Ángel no ha triunfado en esta sociedad, al menos lo que consideramos como triunfo, relacionado con las posesiones, dinero, estatus… simplemente ha conseguido lo que de verdad quería. Este es el secreto y es difícil de llevar a cabo porque vivimos mediatizados por el entorno. Podemos llegar a la cumbre y no ser felices porque no nos gusta lo que hacemos.

Cualquier libro de autoayuda sube la moral al instante con frases que luego no se pueden llevar a la práctica. Esto no sirve. Migue Griot lo sabe, por eso no lo pone en práctica. Entre las muchas posibilidades que Ángel da a Marcos para encarar la vida con algo más de felicidad hay dos que pueden ir bien a cualquiera; son fáciles de llevar a cabo y contribuyen a relajar nuestro día a día. Seguiremos teniendo el mismo trabajo, probablemente, la misma familia, seguro, los mismos amigos, puede ser; pero afrontaremos lo cotidiano de otra manera si estamos relajados y empleamos nuestro tiempo libre en aquello que realmente nos apasiona. En este sentido El plan A es muy adecuado para aquellos jóvenes que tienen algún problema relacionado con su bienestar: depresión, ausencia de relaciones sociales, temor a ser evaluados negativamente por los demás… porque ayuda a recuperar la estabilidad emocional.

Vivimos en una sociedad dominada por la imagen, por el qué dirán y nuestros deseos, necesidades o posibilidades no siempre se acercan a la media. Es fácil, para quien no tiene las ideas claras, caer en la depresión. Ángel enseña a Marcos a educar la voluntad, a conseguir herramientas que lo ayuden a transformar sus experiencias negativas, «también nos alimentamos de impresiones», a distinguir entre lo que queremos y lo que nos imponemos «Es la historia de mi puta vida, pensé para mí».

Los consejos empiezan por advertir que a veces caemos en la desesperación porque no conocemos nuestros derechos o deberes. Algo que agradecemos al autor; en este sentido pone los pies en la tierra y exige esfuerzo para integrarnos, solo así podremos reclamar a los demás y a nosotros mismos, «de ti depende no volver a cometer el mismo error […] Todos mis esquemas se trastocaron y de la rabia […] surgió la responsabilidad».

Miguel Griot escribe una novela en la que nos descubre actividades, a través de los personajes, para renovar energías, no es una guía de acciones sino de pensamiento, cada lector puede reflexionar de forma individual hasta darse cuenta de dónde debe partir para encontrar placer en lo que hace habitualmente. Las reflexiones se dirigen también al funcionamiento social, así que hay una crítica hacia el sistema educativo actual, «Elimina tu iniciativa, espontaneidad» tanto, que una vez terminada la etapa escolar no nos sentimos más armónicos.

Los gobiernos no se libran de la denuncia hacia ciertas actividades que permiten el comercio esclavizado, la falta de educación a una población que no es consciente de que también los ciudadanos contribuimos a la crisis financiera, a la trata de personas o a la extorsión y tortura de animales en pro de la economía.

Pero Griot no pretende un ensayo, es más una novela dividida en 15 capítulos encabezados por una frase sentenciosa de algún personaje famoso que nos pone en situación para leer lo que viene a continuación. El principio engancha pues comienza de forma abrupta con una pregunta que pone en marcha la intención del autor. La función conativa está presente en todo el texto «¿Cuándo comenzó a joderse todo, George?», y por supuesto la representativa, con la que intenta reflejar algunas situaciones desesperadas que solo sirven para descargar la ira sin arreglar nada «Me entraron unas irreprimibles ganas de arrojar la lata contra los cristales. Y eso fue lo que hice».

Más tarde llegarán algunos consejos para que nos demos cuenta de que se puede vivir algo mejor sin crearnos tantas necesidades. El plan B surge en un juego de palabras con el A donde se cambian las posiciones, «no es buscar otra alternativa». En realidad leer la novela supone un aliciente para todas las edades.

Hay cierto buen humor en sus páginas imbuido de ironía con la que Marcos deja ver su escepticismo en las aventuras de Ángel, «Cada vez que descubra que me he perdido en uno de esos escenarios mentales, tomo un avión a Rishikesh y me zambullo en el Ganges».

No solo encontramos datos reales; la intención poética para embellecer el texto aparece en comparaciones con la naturaleza, «Las gotas repiqueteaban en el techo como si decenas de pájaros carpintero estuvieran construyendo su nido». Y las metáforas consiguen imágenes totalmente líricas y apacibles «un sol naciente pespunteado a través de los hombros mordidos de las montañas». El autor también usa la literatura como base para explicar de manera psicológica el significado de obras conocidas como La Odisea.

La lectura, en fin, es agradable. No debemos afrontarla con la idea de que al terminar nos comeremos el mundo. Hemos de ser conscientes de cómo somos y cuáles son nuestras posibilidades en una sociedad que exige trabajo, superación y estrés. Sin embargo hay más opciones de las que podemos imaginar. Primero cambiaremos la forma de pensar que nos obsesiona (para ayudarnos a ello están los dos consejos que mencioné arriba, pero no quiero desvelarlos) y luego, siempre con esfuerzo, será más fácil conseguir la satisfacción personal.

El plan A ofrece la posibilidad de reinventarnos cada vez que sintamos que algo no funciona. Aunque suene a tópico, el ejercicio, la relajación y la alimentación ayudan. Y eso sí está a nuestro alcance.

sábado, 23 de enero de 2021

BEETHOVEN Y LOS NIÑOS

Cuando tenemos en las manos algo pequeño, manejable, que despierta nuestra imaginación, nuestro buen humor, nuestras ganas de mejorar, que contiene texto escrito, imágenes, texto oral y música, podemos afirmar que hemos encontrado una joya. Esto es lo que pasa con Beethoven y los niños. Un cuento pequeño que tiene mucha gente detrás. Y muy buena. La historia narrativa, Beethoven y el amigo inventor, es de Anna Obiols, las ilustraciones son de Subi. En la parte auditiva encontramos a Inés Moraleda como Narradora y la música está interpretada al piano por Antoni Besses y Xavier Pardo Sabartés.

Todos tienen tal categoría que no necesitan presentación. Por sí solos merecería la pena comprar el cuento, pero si alguien aún no conoce a alguno de ellos, la editorial Bellaterra Música responde por todos. Esta editorial lleva casi 50 años difundiendo obras de carácter científico y desde 2002 edita libros relacionados con la música y la danza. La garantía está asegurada.

En fin, mi ilusión es tal que se me amontonan las palabras, las ideas, las imágenes y la música… Es un libro para leer más de una vez, para verlo de vez cuando y para oírlo siempre. Así que voy a intentar analizarlo de manera ordenada empezando por el cuento: Beethoven y el amigo inventor comienza in medias res presentando una acción del personaje, «Aquella tarde, Ludwig van Beethoven estaba en casa tocando el piano». Probablemente los niños hayan oído algo sobre el músico, incluso tarareen melodías sin saber que es su autor. Al ser un cuento dirigido a los pequeños podría haber contado la infancia del músico y sus comienzos. Sin embargo, Anna Obiols ha preferido centrarse en un momento especialmente doloroso para él, cuando nota que se va quedando sordo, algo terrible para quien se dedica a la música. Esta circunstancia le permite introducir a otro personaje, real también, que desempeñó un importante papel en la vida de Beethoven y en la historia de la música, pues Johann Mäzel inventó el metrónomo tal como lo conocemos ahora, algo que a nuestro protagonista le permitió sentir la música, «la oía en su cabeza». De esta forma, el músico alemán consiguió seguir componiendo hasta su muerte para «indicar a los músicos el tempo exacto para cada obra».

Sólo dos personajes, dos amigos que se ayudan el uno al otro y quedan retratados como ejemplo de compañerismo, de esfuerzo y tesón. También se nombra al médico, quien le confirma la sordera y al pastor, a quien, pese a tocar la flauta, no lo oía; pero estos personajes están en la historia para confirmar el problema del protagonista. No intervienen.

He leído el cuento, y el estilo sencillo dirigido a los más pequeños, no a un público ignorante, me ha cautivado.

El problema de los niños de hoy (y no tan niños) es que están descontentos con lo que les rodea. Puede ser porque en general, disfrutan de casi todo sin esfuerzo. Por eso es normal también que vivan con la sensación de saberlo todo. Para todos esos niños es perfecto este libro por la cantidad de recursos de que dispone. El humor, el buen humor se centra en la ingenuidad, el doctor aconseja a Ludwig que vaya al campo y Mäzel le fabrica trompetillas cada vez más grandes hasta que llega un momento que suponen otro problema añadido. Los personajes, tipificados, captan mucho mejor la atención de los lectores.

Cualquier asunto es susceptible de contarse en forma de cuento y, si alguien no estaba seguro, Anna Obiols lo demuestra en Beethoven y el amigo inventor, una joya que alienta a que los más pequeños desarrollen sus capacidades y se esfuercen por conseguir lo que desean. El cuento es otra historia de superación a partir de las carencias que conlleva la vida real. Es un regalo perfecto.

Además, los recursos visuales son extraordinarios. Las imágenes, de grandes dimensiones, estimulan la visión y aportan otro punto de vista desde el que enfocar la realidad; una percepción distinta a la cotidiana y experiencial del niño. Con formas grandes, atractivas, el ilustrador tiende un puente entre lo representado por él y las emociones que surgen en el lector, que participa de la alegría, el enfado, la curiosidad o el temor de los protagonistas.

Los tonos oscuros y las sombras nos acercan al tiempo del compositor; el siglo XVIII aparece entre carros, calles sin asfaltar, luces amarillentas e insuficientes de los quinqués que provocan contrastes con las sombras, difuminadas entre líneas apenas visibles capaces de dotar de movimiento y velocidad a personas y objetos. El color no solo decora, identifica espacios, tiempos y ánimo del protagonista. Está claro que las propiedades del dibujo participan de la hipérbole y la confrontación, (por algo Subi es uno de los mejores dibujantes de nuestro país), las grandes narices encuadradas en los ojos simplísimos y pequeños, comunican parte de la personalidad de cada personaje. Las ilustraciones dominan la página, algo relevante para despertar el interés por la narración. Es obligado mirar, leer el libro más de una vez porque los dibujos son tan completos que siempre se encuentra un nuevo detalle y significado que a primera vista no son evidentes.

Subi toma al niño por un ser complejo, capaz de traducir en palabras las imágenes, que puede educar el gusto por la estética y por el juego.

La relación texto-imagen se complementa. Y la sencillez de la historia se nivela con la grandeza musical del CD que contiene el libro. De este modo el cuento se convierte en una aventura tanto para niños como para mayores.

Las piezas musicales son fragmentos de Bagatelas Op. 33, Sonata nº 14, Sonata nº 20, Bagatela en La menor, Sonata nº 8, Bagatelas Op. 119, interpretadas por Antoni Besses y la Sonatina en Sol mayor ejecutada al piano también, por Xavier Pardo Sabartés. Estas piezas, conocidas por casi todos, contribuyen a desarrollar la afectividad y las emociones del niño. Lógicamente la música, además, cumple con la función didáctica, ya que estimula la memoria y el razonamiento. Al tratarse de movimientos de corta duración resultan ideales para mantener la atención del niño.

La magia de la palabra y de la imagen se multiplica con la música, capaz de persuadir y fomentar la empatía.

Desde la Edad Media existe la literatura didáctica, pero este cuento responde al nuevo concepto de aprendizaje, en el que el conocimiento se comparte, no se imparte. El niño, una vez leído, oído el cuento y la música puede ampliar sus conocimientos sobre el autor con la breve biografía que aparece al final. En Beethoven y los niños, el niño no es un mero observador que acepta una visión única y cerrada; puede asumir un papel activo, ir de allá para acá, decidir qué quiere y en qué momento, darse cuenta de que hay muchas posibilidades en lo que nos rodea que pueden hacernos sentir bien, sin olvidar que todo requiere esfuerzo, sentido común y conocimiento.

sábado, 16 de enero de 2021

RECUERDOS DE UN JARDINERO INGLÉS

Hay una pregunta que me viene a la mente después de leer este libro ¿Por qué los grandes jardineros han sido hombres tradicionalmente? Seguro que alguna mujer habrá ocupado el puesto, pero al hablar de jardines importantes, de auténticas bellezas que todo el mundo admira, casi siempre hay un hombre el frente del proyecto y de la obra final.

Después de pensar un poco y de reflexionar sobre cómo actúa nuestro jardinero protagonista creo que es otra causa de la actitud patriarcal de la sociedad.

El jardín es un espacio cerrado en el que la naturaleza aparece ordenada y seleccionada, constituye la consciencia que le falta a la naturaleza salvaje, y ya se sabe que lo inconsciente ha ido unido a la mujer. Asimismo, en los siglos XVI y XVII supuso un atributo femenino por ser símbolo de algo que contiene, «jardines con altos muros y cerrados con verjas de hierro». Además el mundo cerrado del jardín alude, desde tiempos inmemoriales, a lo perfecto, lo seguro. Es el espacio en la tierra que se presta a la contemplación, al deseo de dejar reflejado en este “paraíso terrenal” el mundo celestial. Lo hemos visto en cuadros renacentistas y lo hemos leído en Recuerdos de un jardinero inglés.

No soy amante de las flores especialmente y es una pena porque habría disfrutado de este libro mucho más (de serlo).

Me gustan los jardines, las plantas, la naturaleza… pero alejado de mi vida de ciudad, con el ruido de los coches, las conversaciones y las luces de los escaparates. Qué le voy a hacer. Debo ser una sentimental.

A pesar de todo he leído con agrado la novela de Reginald Arkell. Creo que su protagonista, a pesar de no disfrutar de otros entretenimientos o quehaceres, pese a no tener una familia real a la que querer y cuidar, ha sido feliz en su jardín; un microcosmos perfecto para la belleza, la ensoñación y la bondad. Herbert Pinnegar vive dos guerras sin que le afecte el hambre, la miseria, la desolación; es un apasionado del espíritu, lo material no importa. Sólo la belleza del interior de su jardín. Durante la época de mayor destrucción de la contienda «Empezó a sentir un feroz resentimiento contra todas las cosas y todas las personas implicadas en ese absurdo empeño de destrozar la belleza del mundo que él había conocido». En realidad es su mundo, espejo del creado por Dios. Y él ama su obra, como cualquier creador, por encima de todo. Y es feliz porque tiene hasta el final de sus días la fidelidad y la satisfacción que ninguna mujer podría darle.

Pinnegar decide invisibilizar todo lo que lo rodea hasta el punto de que apenas aguanta las conversaciones, tal es su timidez. Por eso mantiene la pureza que envuelve a la soledad, mantiene su ingenuidad, su desinterés y su nobleza. No pretendo quitarle el mérito de ser una persona honrada; aun tomando la decisión de vivir en un cosmos aparte, hay que estar dispuesto a afrontar las consecuencias y sobre todo amar aquello a lo que se dedicará todo el tiempo sin que le importen las interferencias externas. Difícil de llevar a cabo si no es una verdadera pasión, el reto de una superación constante.

La pasión de Bert Pinnegar son las flores, ocupan un lugar tan importante en su vida que el narrador, una tercera persona omnisciente, las personifica para que los lectores seamos conscientes de ello, «ahí estaban esos alegres muchachitos con sus gorgueras rizadas ofreciendo un espectáculo magnífico como un campo de ranúnculos». Por el contrario, cuando pretende dotar de alma a las personas las animaliza como seres propios del jardín «la señora […] revoloteando de acá para allá como una abeja o una mariposa».

La lectura de Recuerdos de un jardinero inglés ofrece un estado contemplativo inusual. No hay conflictos en la trama ni grandes temas que aporten cierta tensión en el ánimo del lector. El ritmo se mantiene con una suave cadencia mientras el narrador cuenta la vida de un niño invisible al que fueron conociendo gracias a sus actos y a la ayuda de tres mujeres importantes: la señora Pinnegar, madre de 6 hijos, lo adoptó y le dio el cariño de la madre que no conoció, la maestra Mary Brain lo impulsó a la jardinería y le inculcó sus primeros conocimientos de botánica, algo que, con el tiempo, le sirvió para trabajar de jardinero en la mansión de Charlotte Charteris durante más de 60 años. A cambio Charlotte será su ángel de la guarda durante el resto de su vida.

El tiempo de esta historia es largo, sin embargo el tiempo del relato pasa de forma tan fugaz que a veces ni lo advertimos, a no ser por las nominalizaciones que se hacen del protagonista según la etapa de su existencia, desde que la esposa del ganadero «lo bautizó con el nombre de Herbert […] el joven Herbert echó raíces en su nueva casa» hasta que encontró su primer trabajo «Bert Pinnegar se levantó temprano». El joven Pinnegar obtiene el rango de jefe de jardineros y entonces pasa a ser conocido por todos como el señor Pinnegar.

Cuando la señora Charteris empieza a perder facultades, él se preocupa por cómo envejece. Es todo lo que le importa pues de alguna manera ella forma parte de ese jardín. Ha pasado el tiempo y al jardinero se le conoce como «El viejo yerbas». En estas calificaciones también advertimos la relevancia que una persona tiene socialmente dependiendo de su edad o sus éxitos. En el relato se exponen los logros del jardinero con la finalidad de que el lector reflexione sobre los valores del esfuerzo, la constancia y la sabiduría, condiciones imprescindibles si queremos rodearnos de la belleza absoluta, en un mundo cambiante, y de la tranquilidad derivada de la experiencia.

Podemos afirmar que la perfección y la serenidad son los objetivos de Bert Pinnegar, y los consigue cuando es consciente de que puede distinguirlos al crear su propio universo, al ser juez de las creaciones de otros y al descubrir el propio devenir de la existencia: «hay unos engranajes dentro de otros. Estás en posición de ayudar a personas que están en posición de ayudarte a ti».

Para el lector implica un reencuentro consigo mismo, con la sensibilidad que late a pesar de todo. Herbert nos llama a seguir su filosofía para poder mantener, en todo momento, la dignidad y evidenciar en lo que hacemos alegría y entrega total. La recompensa que vamos a obtener en realidad no es económica sino de íntima satisfacción.

Con el Viejo Yerbas aprendemos que es conveniente demostrar gratitud por lo bueno que nos sucede y tenacidad para brillar en nuestros propósitos. Sólo así podremos llegar al final de nuestra vida medianamente ilusionados y felices.

El estilo es sencillo pero impecable; a pesar del vocabulario técnico abundante «almácigas, parterres, arriate, lobelias, flox, asteres, salpiglossis, berros de prado, flores de cuclillo…», todo se entiende a la perfección, pues en la prosa lírica, abundan imágenes literarias acertadas que facilitan la lectura. A veces incluso el significado literal encaja a la perfección con el metafórico, formando una unidad perfecta, «Allí encontró a Bert Pinnegar, arrancando los pensamientos marchitos y sin preocuparse por nada».

El carácter de los personajes queda reforzado, cuando al autor le interesa, con repeticiones que destilan cierto humor en la descripción y mucho cariño hacia la persona «Mari Brain se llamaba, una persona robusta con aspecto robusto, que empleaba métodos robustos para asegurar su ineludible objetivo».

Las descripciones humorísticas pasan por convertir el tiempo absoluto, abstracto, en unidades temporales equivalentes capaces de concretarlas a su antojo «Los caballeros de Paddington (eran 3) […] Sin duda nunca habían visto semejante espectáculo de asteres en sus tres vidas juntas».

Y humor también al aceptar cierto matiz antitético que se desvanece con la repetición del adjetivo «El jefe de estación […] se acerca al más joven y menos distinguido de este distinguido grupo». Con este y otros recursos no solo resalta la frescura de la juventud, Reginald Arkell consigue también una prosa joven, actual, capaz de soportar el paso del tiempo. Han pasado 70 años desde que se publicara la novela y, como su protagonista, no acusa la vejez, al contrario demuestra una total autoconfianza en sus metáforas, sus comparaciones y análisis. Algo imprescindible para ocupar eternamente el lugar que por pleno derecho una buena novela y una buena persona llegan a conseguir «todos se sintieron un poco aliviados cuando subió a los cielos en una nube de exasperación y Bert Pinnegar ocupó su trono».

lunes, 11 de enero de 2021

PISTA NEGRA

He terminado una novela que es más que novela negra; no sólo queda reflejado el aspecto social, como en cualquier novela negra que se precie, también está plagada de recursos que la califican de buena literatura y la acercan a los grandes del género. Las sombras de Montalbán y Camilleri se alargan por los Alpes italianos.

No cabe duda de que es literatura actual, influida por los mass media, en concreto, las referencias al cine son abundantes, y el lenguaje y técnicas de series televisivas influyen en los diálogos y en los personajes. Ni el protagonista ni los secundarios están anclados, predominan los antihéroes, personas que evolucionan con el paso del tiempo según las circunstancias y la experiencia, que los capacitan para sobrevivir en la Italia de hoy día y llevar con éxito el trabajo elegido, por vocación o porque no ha surgido otra opción.

Me he referido a Italia porque es evidente, pero podría reflejar cualquier país del sur de esta Europa comunitaria donde vivimos.

Extraemos sin dificultad, de las conversaciones entre los personajes, una crítica al gobierno italiano, amortiguada por comparaciones extraídas del fútbol. Sorprende que sea un juez quien las haga, pero con ellas insta a reflexionar sobre lo bien pensadas que están las alineaciones deportivas, exigiéndoles lo mejor sin importar de dónde vengan, y la poca relevancia que pedimos a los que se van a encargar de la justicia, la sanidad o la educación de un país. Si actuásemos como los entrenadores, «por fin este país dejaría de ser un país de bufones. ¿Comprende?».

Pista negra es la primera de la serie del subjefe de policía Rocco Schiavone. El antes comisario es trasladado de Roma a un pueblo del valle de Aosta, por haberse tomado la justicia por su mano con el hijo de un famoso político, un pederasta al que Rocco le quita las ganas de volver a mirar a cualquier niño. A cambio debe sufrir la venganza del político, arropado por amigos en las altas esferas. Y allí Rocco consigue sobrevivir con su abrigo Loden y sus zapatos Clarks hasta que un asesinato en una de las pistas de esquí le hace ver lo incongruente de su atuendo. El argumento es bastante simple. Un vecino es atropellado por una quitanieves en una de las pistas más apartadas de la estación de Aosta. El cuerpo estaba enterrado, por lo que el conductor de la máquina no lo vio y lo destrozó al pasarle por encima. Hay pues, pocas pistas para resolver el caso; aun así Rocco Schiavone encuentra a los culpables.

Antonio Manzini nos lleva por donde quiere y los lectores vamos elaborando la imagen de Rocco según leemos hasta que, al final, a pesar de sus innumerables defectos, lo queremos un poco más y deseamos seguirle la pista en siguientes entregas. No solo cambiamos de opinión con el protagonista; por nuestra mente se suceden diferentes sospechosos hasta que el autor presenta en bandeja una resolución que desconcierta por evidente o, todo lo contrario, por increíble.

Aun así, el asesinato de Pista negra no es lo importante; lo primordial es conocer el lugar donde se quedará Rocco para alegrarnos tardes de lectura, conocer a los que compartirán la comisaría con él, a los habitantes de esa ciudad turística. En este sentido el trabajo de Manzini es impecable pues nos ha acercado a todo ello con un arsenal de recursos entre los que predomina el humor, siempre revestido de ironía o sarcasmo para definir a las personas mediante la animalización «Está de suerte aseguró el ñú, y se quedó allí, rumiando y mirando a Schiavone». Con humor, mediante expresiones literales, halaga el poder o la astucia, «El hielo metafórico lo rompió la mujer». Asimismo el uso de metonimias aporta cierta sonrisa al lector pues alejan bastante el significado real del percibido, dando la impresión de que no conservan el cambio semántico, «Rocco se tumbó sobre el colchón de la NASA».

La función metalingüística también es usual en la novela como técnica humorística


—…Mi mujer es una tumba.

—Su metáfora es de pésimo gusto, doctor Lorisaz

Y es común que un personaje realice lo contrario de lo que dice, dejando en evidencia la hipocresía social al mismo tiempo que limita su interacción con quien habla, pues no le interesa argumentar. Esta tesitura provoca la risa desinhibidora del lector:


—Dicen que la policía no bebe cuando está de servicio, ¿es verdad?

—Sí —le dijo Rocco, y se sirvió un vaso de licor.

El efecto exagerado de la hipérbole realza la relajación en el lector y le sirve al narrador para ayudar a definir el estado del protagonista mediante imágenes sugerentes «A pesar del alarido del inalámbrico sobre la mesilla de noche, consiguió situarse». De la misma manera las comparaciones imposibles relajan, con la sonrisa que nos provocan, la tensión provocada por determinadas situaciones, consiguiendo que actúen como alerta para seguir el caso «—¿Qué pasa, Luisa? —inquirió Rocco, que sabía leer los matices, así que no digamos algo marcado con rotulador fluorescente».

Vamos conociendo a Schiavone por lo que hace, dice y piensa. La imagen que nos hacemos de este subjefe vacila, antes de ser precisa, desde detestable hasta profundamente atractiva, aunque mantenga, a pesar de todo, un punto borde con el que paliar su rencor hacia el género humano. Puede que por eso sea un amante de los animales «Deberías hacerte perro, Italo». Tal vez esa sea la causa de que acudan a su mente imágenes de animales con las que comparar a quien tiene delante; animalizaciones que no siempre embrutecen al individuo «Le miraba los labios húmedos y un poco colgantes, el pelo estriado de blanco y los ojos bovinos y saltones». En ocasiones estas comparaciones ennoblecen, y en otras lanzan una llamada de atención, pero siempre son reflejo de la forma de ser del aludido, «su amigo era un Ursus arctos horribilis […] Apacible, hermoso y grande, pero muy, muy peligroso».

Rocco es un buen conocedor de los animales. Y del ser humano. Sabe que es la única criatura egoísta capaz de conseguir lo que quiere sin importarle quién sale perdiendo, sabe hasta dónde puede llegar, por eso para él un caso es «el décimo grado. El non plus ultra, la madre de todas las tocadas de cojones». Y por eso está dotado de una gran capacidad para herir a los demás, bien mediante la ironía, bien de manera directa


—¿Quién vendrá conmigo?

—Escoja: Pierron o yo

—¡Pierron, no faltaría más! —repuso al instante el subjefe.

Amante de la comodidad, le resulta difícil adaptarse al frío extremo del norte de Italia y le resulta imposible aceptar que los habitantes de una localidad como Aosta puedan estar por encima de él en conocimientos o habilidades


—…Aprendemos lenguas, economía, estamos bastante a la vanguardia en la…

—¡Pierron! —lo interrumpió Rocco —¡Cuando vosotros estabais en las cavernas, despiojándoos, en Roma ya éramos maricas!

El subjefe Schiavone hace alarde de una mentalidad machista, incapaz de ver en una mujer algo que no sea su físico de forma tan precisa que llega a cosificarla y, como cualquier machista, se cree irresistible para el otro sexo. En general es amante de la belleza. El narrador siente debilidad por el personaje pues aunque sea un dechado de vicios y defectos sabe sacar al niño que lleva dentro, un niño que se emociona con los colores, la luz y la alegría. Por eso, a pesar de su amor por la droga, tanto para consumo como para sacarle partido, a pesar de sus maneras desabridas, hurañas, incluso prepotentes, empatizamos con él. Sabe sus límites. Necesita a su lado alguien inteligente sin demasiados escrúpulos ni vocación de entrega al estado, alguien en quien confiar para conseguir una vida llevadera y descargar de vez en cuando la adrenalina. La pareja Rocco–Pierron promete en este sentido, así como la relación don D’Intino traerá momentos hilarantes, que nos recuerdan a los vividos por Montalbano con el agente Catarella, pues, al igual que el comisario de Camilleri, el de Manzini tampoco soporta la ineficacia


—…D’Intino y Deruta no dan señales de vida […]

—Ni caso. Olvídate de ellos. Considerémoslos desaparecidos en acto de servicio.

Al final de la novela entendemos su odio, su actitud arrogante y su desprecio a las normas. En realidad forman un escudo con el que se protege del profundo dolor que lo acompaña a cada paso.

La estructura de la novela es lineal. Dividida en cinco apartados que llevan por título el día de la semana en que suceden los hechos, desde el «JUEVES» cuando aparece el cuerpo de Leone Miccichè, atropellado, hasta el «LUNES» en que todo queda resuelto. Un caso cerrado, casi exclusivamente por Rocco, aunque la novela permanezca abierta a las siguientes entregas del subjefe de policía.

miércoles, 6 de enero de 2021

LA NOVIA GITANA

Tensión indiscutible hasta el final de una novela que retrata a una sociedad que no parece de este mundo y que, sin embargo, la tenemos tan cerca. Iluminados, locos, fanáticos nos rodean y no somos conscientes. Vivimos tranquilos sin sospechar que en cualquier momento nuestra vida se puede quebrar. Vivimos confiados hasta que el dolor consigue que suframos unos minutos, horas, días o una vida entera.

Las víctimas de La novia gitana han muerto tras un horrible tormento o viven atormentadas hasta tal punto que cuesta trabajo pensar que se muevan, actúen y se comporten como seres normales.

Hasta dónde pueden marcar las circunstancias. Hasta dónde puede afectarnos un trauma. Hasta dónde llega la fortaleza del ser humano en condiciones extremas y qué débiles somos por naturaleza.

«Susana llevaba años sacándose fotos en la misma postura en la que el asesino dejó a su hermana».

La novia gitana se lee bien. Redactada con ritmo vertiginoso, lleno de giros que nos llevan de un lugar a otro, de un personaje a otro hasta que conforman ese mundo paralelo en el que nadie querría existir. El sadismo se introduce de golpe, aunque es de agradecer que la autora no se recree demasiado en él. La trama se va ampliando con nuevos sospechosos que enlazan a su vez otros crímenes, por lo que el lector descarga la adrenalina de forma desigual, en proporción ascendente según los capítulos leídos. Si al principio es imposible dejar de leer, llega un momento en el que pedimos una tregua, en forma de justicia poética, para esos atormentados. No hay tregua. El caso se resuelve de manera sorprendentemente brutal. Es un final abierto aunque de apertura tan desconcertante que no sé si me atreveré con La red púrpura, organización que se nombra en el argumento y sirve de título para la siguiente entrega de Elena Blanco, inspectora al mando de la Brigada de análisis de casos (BAC). «—¿Has oído hablar de la Red Púrpura? —pregunta Mariajo. Elena no consigue articular palabra. El corazón se le ha acelerado y se lo masajea para intentar atajar un conato de infarto».

En la BAC encontramos lo mejorcito del cuerpo de policía. Creo que es una pena que Carmen Mola haya centrado sus recursos en el argumento pues, al tratarse de profesionales especiales hubiera sido un acierto profundizar más en ellos. De todas formas los datos ofrecidos, algunos con humor, se agradecen, ya que relajan la tensión acumulada en el ambiente del caso y en la mente del lector, «—Una cerveza, un tercio de Mahou —interviene Zárate. Elena se precia de saber mucho de la gente por lo que bebe, pero no tiene ninguna opinión sobre los que piden tercios de Mahou. Que son madrileños. Poco más».

Por contraste, la inspectora queda retratada casi en su totalidad. Conocemos sus miedos, su angustia, y entendemos por qué canta temas específicos, por qué bebe grappa hasta caer redonda y por qué conduce un coche algo anticuado. Sabemos, por veladas prolepsis, que la vida privada de Elena está anclada en un hecho del pasado que la mortifica constantemente, algo que no le impide ser eficaz a la hora de resolver crímenes como el que se le presenta, cuando el cuerpo de una chica medio gitana aparece muerto con el cerebro comido por los gusanos. Susana Macaya muere además, de la misma manera que su hermana, Lara Macaya, siete años atrás, también pocos días antes de casarse. La investigación no apunta al asesino de Lara, encarcelado desde entonces, pero su compañero de celda, ya en libertad, el padre de las chicas, así como el novio de Susana y el propio investigador del caso de Lara, el policía, ahora retirado por Alzhéimer, Salvador Santos, se convierten en sospechosos. Cualquiera puede ser. El lector va oscilando entre la empatía y la animadversión hacia estos personajes hasta que es imposible no llevarse una sorpresa con el desenlace


—No parece un preso.

—No, pero estoy seguro de que no está por casualidad. Aunque los funcionarios le describen como un tipo apocado e inofensivo, incapaz de matar a una mosca…

—Y, sin embargo, mató a esa chica llenándole la cabeza de gusanos… ¿O no sería él?

Con Carmen Mola conocemos datos sobre las costumbres de la raza gitana, apuntes que intentan una desestigmatización de la opinión que prevalece sobre su forma de vida; nos planteamos si existe la posibilidad de una normalización social entre gitanos y payos, de una convivencia sin que nadie tenga que cambiar sus tradiciones, de una sociedad tan amplia que dé cabida a todos. Mientras tanto nublan nuestra mente conclusiones a las que vamos llegando sin tener del todo claro si son o no racistas, «Moisés que fue feliz a su lado, notó muy pronto el alivio de alejarse del clan […] la llamaba “mi paya favorita” y la cubría de besos […] Hasta la muerte de Lara […] todo empezó a cambiar».

Asimismo conocemos algo sobre sectas religiosas, no mucho, lo suficiente como para temerlas, pues está claro que valiéndose de sutiles amenazas reclutan a gente desamparada, que vive en condiciones extremas, que hará lo que sea para no sufrir más.

Somos testigos del horror y la tortura que suponen determinadas enfermedades, como el Alzhéimer, para el paciente y quienes cuidan de él

—Hablamos con mucha gente. Yo sospechaba del hermano de la chica.

—¿Cómo? No tiene hermanos, Salvador.

E intuimos, por comparación con EE.UU., una llamada general a la sociedad para que valore más la actuación de determinados grupos especiales de la policía.

Todos estos temas aparecen en La novia gitana, sin profundizar demasiado, lo justo para que no perdamos de vista las dos tramas que, apareciendo paralelas, se superponen al final produciendo un caos aún mayor que en el que nos encontrábamos, reflejo de un argumento sólido, sin fisuras que engancha desde la primera página. La lectura es ágil, interesante, escrita con rigor aunque no apta para personas demasiado sensibles.

Lo que no conocemos de La novia gitana es la identidad de la autora. Era usual que las escritoras firmasen sus obras bajo seudónimo masculino, para evitar la censura machista en algunos casos, por pudor en otros; las hermanas Brönte, Böhl de Faber o Lucila Godoy son un ejemplo de esto. Pero hoy, los ejemplos arriba mencionados no tienen sentido, así que solo se me ocurre que el sobrenombre Carmen Mola pueda ser en realidad un heterónimo o una tapadera para crear, paradójicamente, el halo de misterio necesario para obtener mayor publicidad. Probablemente muchos hayan leído a Carmen Mola con la intención de descubrir en su estilo algún autor conocido. Mola ha actuado de forma inteligente al generar a su alrededor toda una serie de elucubraciones. Aunque no sea lo importante, también he caído en la trampa y me ha sido imposible no detectar ciertas pistas. He localizado giros por los que creo que Mola es una mujer, «mientras calibraba […] ha notado la vigilancia de Moisés todo el rato, como una aliento pegajoso en la nuca que no le permitía pensar con libertad». Creo que es seguidora de Berna González Harbour; veo un homenaje a la comisaria María Ruiz en El sueño de la razón. Como ella, la inspectora Elena Blanco obtiene pistas de la pintura, en este caso de Lempicka «Era bisexual…». Ambas se debaten en la eterna duda de seguir las normas o la intuición para resolver sus casos «Quizá un buen policía se las tiene que saltar de vez en cuando». Y las dos deben enfrentarse a la locura obsesiva de sus asesinos… En fin, esto es lo de menos en el análisis de La novia gitana, pero me apetecía aportar un granito de arena, aun equivocado, a la polémica.

viernes, 1 de enero de 2021

LA TRIBUNA

El 16 de septiembre de 1851 nació en La Coruña Emilia Pardo Bazán y falleció en Madrid el 12 de mayo de 1921. Se cumple pues el centenario de su muerte, por lo que este año desde Aurisecular la recordaremos dedicándole nuestro rincón de la memoria y por ello me apetecía que la primera crítica literaria de este 2021 fuese de una de sus novelas. He dudado con Los pazos de Ulloa que además, después del escándalo protagonizado por los Franco con otro pazo, resuelto favorablemente para el pueblo gallego, venía como anillo al dedo, pero no puedo resistirme a LaTribuna. Amparo ha sido mi debilidad desde que la leí de manera obligada para un trabajo de la Universidad. Vi en ella un reflejo de su autora pues ambas, a pesar de las adversidades de la época, supieron hacerse un hueco importante. Pardo Bazán no cabe duda de que ocupa uno de los lugares fundamentales en las letras universales. Demostró en todo momento que la mujer es capaz de hacer lo mismo que el hombre incluso en circunstancias hostiles, impensables para el género masculino. De hecho a los 14 años lee a Víctor Hugo quien le abre un mundo diferente. A los 16 se casa y tras tener hijos se separa. Funda la Biblioteca de la mujer. Es profesora de universidad, consejera de Instrucción pública. A pesar de todo, su situación en el ámbito cultural fue triste, despreciada por sus propios compañeros escritores que vieron en ella un peligro para su hombría.

Leí La Tribuna y vi en su autora a una intelectual moderna, así que la he releído y, si bien es cierto que algunos pasajes han quedado un tanto anticuados, en general la obra podría seguir ostentando el honor de representar al feminismo y a la mujer trabajadora. Un feminismo entendido desde la igualdad porque las cigarreras de la fábrica en la que trabaja Amparo solo exigen mejores condiciones laborales, tal y como ya vienen disfrutando los hombres.

Además, La Tribuna supone la primera novela en la que, en España, se utiliza la técnica naturalista. También Pardo Bazán es pionera en ir más allá del Realismo y convierte a su protagonista en una guía para que el lector descubra el entorno miserable de los suburbios frente a los lugares propios de la buena sociedad. Entre esos dos ambientes contrapuestos se levanta la fábrica de tabacos, un espacio totalmente cerrado que, también por contraste, supone una liberación para las cigarreras desde el momento en que se valoran como parte productiva de la sociedad.

Este trabajo y la relación amorosa que mantendrá con un militar hacen que la Tribuna crea que su suerte ha cambiado, que podrá formar parte de la burguesía y vivir con su enamorado para siempre. Sin embargo la sombra determinista planea sobre ella, así que engañada y traicionada no le queda otro recurso que convencerse de que el amor no iguala las clases sociales y la superación social es imposible.

El argumento se cuenta en tercera persona por un narrador omnisciente que relata la historia de Amparo, hija del barquillero Rosendo y una ex cigarrera, inválida, cuyas vidas se desarrollan, embrutecidas, en la más absoluta miseria «Ni miró la muchacha al señor Rosendo ni le dio los buenos días […] y mientras el barquillero encendía estrepitosamente los fósforos y los aplicaba a las virutas, la chiquilla se puso a frotar con una piel de gamuza el enorme cañuto de hojalata donde se almacenaban los barquillos».

La suerte de Amparo cambia cuando, entre el teniente Baltasar Sobrado y el capitán Borren, consiguen que entre a trabajar en la fábrica de tabacos. Al estallar la Revolución, Amparo insta a sus compañeras a apoyar la causa con tal pasión y eficacia que, por sus dotes de oradora, llega a ser conocida como «la Tribuna del pueblo». Enamorada de Baltasar y este atraído por ella, comienzan un noviazgo. Relación difícil pues no es bien vista en el barrio pobre y poco a poco el militar se va cansando de ella hasta que, cuando queda embarazada, la deja. Avergonzada, se vuelca en su quehacer político promoviendo con éxito una huelga en la fábrica. Con la llegada de La República decide, esperanzada, sacar a su hijo adelante.

Lo más importante de la novela es la crítica social «la mayor parte de los pobres no van a la escuela, solo aprenden a leer». Estamos en una sociedad que acepta las habladurías, que trata a la clase pobre como animales, que tolera las diferencias entre sexos, que deja para la mujer los asuntos religiosos mientras que la política es cosa de hombres, que no se plantea una igualdad entre clases sociales, o al menos un acercamiento, que el estamento militar es una institución que coarta la libertad de acción o palabra «soldado reenganchado calló primero por obediencia, luego por fatalismo y después por costumbre».

Emilia Pardo Bazán incluyó en La Tribuna toda una serie de técnicas literarias para reforzar su reprobación: El protagonismo obrero nos acerca a las condiciones de vida precarias suburbanas que se van agrandando con procedimientos naturalistas, recursos de los que se vale igualmente para establecer un paralelismo entre la apariencia física y el estatus social, «hijo de una lavandera de las cercanías. Jacinto, o Chinto, tenía facciones abultadas e irregulares, piel de un moreno terroso, ojos pequeños y a flor de cara; en resumen, la fealdad tosca de un villano feudal».

A través del naturalismo, la autora traza una sociología de la pobreza que se nos presenta animalizada y deforme: «Un elefancíaco enseñaba su rostro bulboso […] lleno de pústulas…».

La Tribuna, sin embargo, no es una novela social porque se preocupa más del retrato de los personajes que del problema. Mediante la técnica de la degradación en los datos físicos establece el carácter y puede ridiculizar o denunciar determinadas costumbres: «indirectas y burletas, subrayadas por la risa de sus labios flacos, por el fruncimiento de su hocico de roedor […] daba pie a la Comadreja para crucificarle a puras chanzas, para clavarle mil alfileres, para abrasarle».

Sin embargo la novela es un testimonio de la vida de las cigarreras y del pueblo humilde de Marineda (espacio ficticio de La Coruña) donde las operarias son cosificadas, con el objetivo principal de rebajarlas como seres humanos, hasta que ni siquiera gozan de individualismo pues todas forman «una enorme ensalada humana». Asimismo encontramos escenas cargadas de descripciones minuciosas que, aun resultando fruto de una documentada observación, recuerdan lo pintoresco del costumbrismo, «diríase que era la detonación de algún vergonzante petardo […] las tocatas de la banda de música, hecha pedazos de puro soplar himnos y más himnos patrióticos, se empequeñecían en el libre y anchuroso espacio, hasta semejarse al estallido de una docena de buñuelos al caer en el aceite hirviendo».

Es cierto que la novela refleja costumbres y personajes costumbristas, tipificados, pero por eso sobresale la manera en la que doña Emilia profundiza en la psique humana a través de Amparo. Su sistema de valores choca con los de su entorno, de ahí que percibamos en Amparo un reflejo de su autora. La Tribuna adquiere a lo largo de la trama un talante ético diferente que la dota de modernidad y la aleja de los arquetipos tradicionales. Amparo reclama el amparo para una clase social deprimida y para un sexo obligado por intereses masculinos. Amparo es el símbolo de toda una época, que alude a la independencia y justicia añoradas, y las reclama con orgullo y de manera constante, como Pardo Bazán reclamó en su momento lo que era de rigor para ella y para la mujer en general, «Pronta como un rayo, y con fuerzas que duplicaba la cólera, Amparo desbarató la encuadernada Biblia, hizo añicos las hojas volantes y lo disparó todo a la cara afilada del catequista».

En realidad la protagonista se siente atraída por la burguesía, quiere escalar socialmente, por eso en cuanto empieza a trabajar y luego a salir con Baltasar, los contactos con su familia son esporádicos. Va tomando seguridad en ella misma al sentirse valorada por un colectivo, logra una solidaridad en la fábrica inusual anteriormente, y consigue atraer con sus palabras a sus compañeras, «El taller entero se embelesaba escuchándola y compartía sus afectos y sus odios». El factor educacional queda relegado al razonamiento por eso la clase pobre debe leer, para pensar por sí misma y hacer frente a la dureza de la burguesía.

Lo que resaltamos aún hoy de La Tribuna es la importancia de la educación en la sociedad, una educación igual para todos. Pardo Bazán hizo desde esta novela un llamamiento al Estado para que asentara una serie de principios en la Educación, única vía posible para la igualdad y el desarrollo.

Más de cien años después y aún tantos problemas con la educación estatal… Algunos deberían madurar esta idea. O leer La Tribuna.