sábado, 25 de marzo de 2023

HAGAN JUEGO

¡Vaya! Hacía tiempo que no leía un final de novela tan estresante; el caso es que el desenlace de Hagan juego sabe a poco, puede que porque hay algún cabo suelto. Incluso al protagonista le preocupa esto, así que imagino que retome ciertos asuntos en la siguiente entrega. No cabe duda de que Antonio Manzini escribe para que queramos seguir leyendo. Los incidentes sucedidos a Rocco Schiavone tienen la apariencia de una serie que termina en el clímax para continuar en el próximo capítulo que, por supuesto, si lo vieses en cualquiera de las plataformas televisivas no esperarías al día siguiente. Pero esto es una novela y además las traducciones al español no van todo lo rápidas que quisiéramos.

Desde que el subjefe de policía Schiavone llegó a Aosta, en Pista negra, ha mantenido su abrigo Loden, a pesar de que no le abrigue en la montaña, y los zapatos Clarks, a pesar de tener que comprar unos nuevos en cada entrega. Lleva ya un año y medio fuera de Roma y continúa haciendo gala de un trato brusco, grosero en ocasiones, derivado probablemente del miedo a abrirse a los demás. Un año y medio en los Alpes italianos y aún tiene problemas con su equipo para entenderse con determinados términos propios de Roma y los más típicos del valdostano

—Eso opino, señoría. Se engresca con Michelini…

—¿Engrescarse quiere decir pelearse?

—Eso es

[…]

—…Quiero hablar con el sacacuartos…

—Se refiere usted al usurero, ¿verdad?

—Sí

—Pues, caray, ¡hable usted en cristiano!

Dieciocho meses entre nosotros y Rocco continúa dando pistas de cómo es y de su manera de investigar. La primera impresión de quien tiene delante es animalizadora; conoce el comportamiento de los animales más extraños y no duda en atribuirlos a una persona si esta mantiene algún rasgo físico en común con la bestia, «Guido Roversi era una Martes foina […] “garduña” y perteneciente a la familia de los mustélidos, carnívora y depredadora nocturna. Pese a su modesta estatura debía pesar más de noventa kilos, tenía los ojos pequeños y separados, oscuros, la cabeza un poco aplastada y dos orejas grandes que parecían salirle directamente de las sienes». Con sus hipérboles adversas no cabe duda de que acrecienta su rechazo, en general, por la especie humana, pero al mismo tiempo se define como un observador nato, característica que lo favorece en su labor de detective.

Pero en Hagan juego, algo está cambiando en Rocco. Aunque le cueste admitirlo vuelve a nosotros más débil de ánimo; es consciente de que está solo. Sigue hablando con Marina, su mujer asesinada seis años atrás, que ahora lo conmina a que siga con su vida y la deje marchar definitivamente. ¿Nos enfrentaremos a un Rocco más independiente y liberado? Puede ser, por ahora decide que seguirá en Aosta por un tiempo y, aunque no piense abandonar a sus amigos romanos, Manzini consigue que el subjefe establezca otros lazos de cariño que le va a costar desatar, aunque aún no sea consciente


—…¿Para qué amargarnos la noche? Hablemos de la pizza…

Rocco salió y Gabriele y Loba lo siguieron por el rellano

Schiavone ha evolucionado en las desapacibles montañas. Al fantasma de Marina se le han sumado el de Adèle, la mujer de su amigo Sebastiano, y el de Caterina Rispolli, la policía que huyó después de traicionarlo. El desengaño de los primeros meses se ha convertido en desencanto y frustración. Rocco está hundido; es como si hubiera de luchar contra una conspiración que no lo deja vivir en el mundo real, de ahí que acuda constantemente a Marina.

Sin embargo, en Hagan juego, el señor Favre, contable jubilado del casino, aparece muerto en su casa. El caso supone un misterio para la policía de Aosta pues no había móvil aparente, hasta que algunas pistas revelan una red de blanqueo de dinero que el muerto hubiera querido parar. Podría ser, pero no es todo tan sencillo. Por lo pronto Rocco detendrá al asesino de Favre y, con ayuda de su amigo Brizio conseguirá desenganchar al policía Italo Pierron del juego, adicción que le iba a costar el puesto y la vida.

Manzini introduce en esta novela a dos bandas, la ludopatía y sus consecuencias. Roco sabe por experiencia hasta dónde puede destrozar el juego al ser humano, así que hará todo lo posible, económica y moralmente, por salvar a dos personas que le importan de verdad. Como un moderno Robin Hood italiano se rodea de sus amigos, algo maleantes, para ayudar a los pobres y oprimidos, sin meditar las consecuencias que pudieran suponerle el saltarse la ley, robar a los corruptos enriquecidos y socorrer a los arruinados. Nuestro subjefe no juzga el comportamiento de quienes han robado para sobrevivir, pero sí el de quienes lo hacen para enriquecerse.

—¿Y si esa gente no me los quiere revender?

—¿Llevas encima la pistola reglamentaria?

—Claro

—Enséñasela y verás cómo se convencen…

[…]

Rocco Schiavone se tomaba los casos como algo personal […]

“Claro que sí —se dijo—, sí que vale la pena”.

En su relación con los demás, los flashback acuden alentados por la soledad y tristeza por las que pasa, la memoria funciona para que la amistad se intercale en su vida y su trabajo, «la llamada de su amigo, con quien no hablaba desde hacía tiempo, le devolvió las ganas de saber más». En realidad Rocco es un privilegiado que recibe el respeto, la lealtad y el compromiso de quienes consiguen ver más allá de lo que su fachada dura y sarcástica permite.

Y, por supuesto, es un buen policía que tiene claro cuáles son los límites de su profesión, sabe que el mundo real es imperfecto, y conoce hasta dónde es conveniente actuar para no empeorarlo. No nos extraña pues, que a pesar de tener la oportunidad de disolver la red de blanqueo de dinero negro, no lo haga; está seguro de que esta solución no será permanente, «Hay una especie de acuerdo tácito entre las partes, amigo mío. Uno de cada tres euros que pasan por tus manos proviene del tráfico ilegal».

Antonio Manzini ha vuelto a conseguir que la comisaría de Aosta sea única, que empaticemos con sus integrantes y simpaticemos con el subjefe Schiavone a pesar del humor escatológico que en ocasiones se gasta, el que deriva de la bondad del equipo o de su ingenuidad, el que roza el sarcasmo en las referencias a la brigada o del que se vale para contravenir las normas


—Dígamelo usted. —Rocco se encendió un cigarrillo

—¿Se puede fumar? —preguntó esperanzada Cecilia

—No —respondió Rocco, echando el humo hacia el techo —¿Entonces? ¿Ha cometido algún delito?

El autor es un maestro del uso del lenguaje con el que juega constantemente para aportar un ritmo ágil a los diálogos, consiguiendo hacer de la lectura una actividad casi audiovisual.

El significado negativo de algunas proposiciones se acrecienta al sustituir el conector discursivo de precisión por otro contraargumentativo, «dio un sorbo al café. Estaba caliente pero sabía a quemado».

Y, entre tanta risa podemos relajarnos con alguna que otra descripción poética, triste, nostálgica, que cuadra a la perfección con el carácter de Rocco «…y la luna no era más que un recuerdo». No hay demasiadas; es novela negra. Y de las mejores.

sábado, 18 de marzo de 2023

EL DESEO DE SER LEÍDO

La imaginación de Vicente Muñoz Puelles se pone en marcha (no cesa) desde que una biografía, una obra literaria o un hecho relevante se cruzan en su camino. Entonces, como si los estuviera observando, los traslada al lector convertidos en sueños. No nos relajemos, los sueños no solo son tranquilos, de serenidad absoluta, los hay que vienen cargados de escatología mórbida y necrofilia.

Encontramos afirmaciones tan perturbadoras como algunos finales de Allan Poe: «La letra había cambiado. Era como si se hubiera expandido y redondeado, y parecía la letra de otra persona». La utilización de símiles, las personificaciones, la atención por el detalle en un ambiente donde el realismo se encadena a la ficción es una marca de Muñoz Puelles, con la que nos recuerda, con terror a veces con humor otras, que el mayor tesoro que puede existir para el hombre es un libro, «Como siempre he confundido la latitud con la longitud, no puedo dar la posición exacta de la Isla de los Libros, pese a que vivo en ella desde hace varios años». De hecho, el protagonista de Book Island teme estar convirtiéndose en uno de ellos «lenta, imperceptiblemente, me estoy transformando en libro. Quizá, sin saberlo, soy ya uno de ellos».

Y, efectivamente en el siguiente relato que da título a este volumen El deseo de ser leído, el narrador, en primera persona, es el libro de Samaniego, al que «Algunos me llaman Fábulas a secas».

Vicente Muñoz nos ayuda a comprender que todos llevamos un libro dentro. Es nuestra historia; está formado por lo que decimos, lo que pensamos, lo que hacemos… No todos estamos dotados para escribirlo pero la vida es interesante y cuando creemos que constituye algo normal, incluso aburrido, nos demuestra que con algo de imaginación todo puede cambiar.

El autor lo advierte al comienzo de El deseo de ser leído «mi tema son los hábitos humanos, sus debilidades, sus vicios». Y eso es lo que nos presenta, veintidós relatos que nos recuerdan el estilo de algunos autores consagrados, autores que han conseguido la intención que Jorge Manrique llevó al escribir las Coplas a la muerte de mi padre: obtener la vida de la Fama. Una vida que, no cabe duda, dota de inmortalidad.

Muñoz Puelles nos invita a impregnarnos del elixir de la inmortalidad en un viaje que dura desde el siglo IV a.C., con el bajorrelieve de Gradiva, hasta Freud en el siglo XX. Las aventuras de personajes imaginarios se mezclan con las andanzas de aquellos que, por sus libros, se han convertido en inmortales en un mundo idóneo para experimentar que ni siquiera la muerte es segura porque, si se esquiva mientras nos recuerdan, los escritores tendrán vida eterna a través de sus libros. El error es intentar perpetuar la vida terrenal porque, como comprueba Carl Von Cosel, la materia de la que estamos hechos se pudre.

Sin embargo podremos debatir con Andersen sentados en un banco de Málaga porque nuestras mentes se permitirán ser, si queremos, las de niños que viven la realidad como si de algo mágico se tratase «—Anda, Andersen —le decían a mi compañero—, échame una firmilla en la frente».

Y no cabe duda de que algunos son elegidos para vivir eternamente gracias a la magia de sus escritos. Cervantes, Dickens, Balzac, Singer… han conseguido perdurar más allá de los límites naturales reclamando en sus fabulaciones un mundo más justo «Cuando salió a la calle, bandadas de palomas surgieron de todas partes».

En El deseo de ser leído encontramos un estilo que juega con el humor, el terror, la sensibilidad o la escatología, según el relato al que nos enfrentemos. A través de la metaliteratura, recordamos obras teatrales de otros autores como El sueño de la razón, de Buero Vallejo, o cuentos como Blancanieves, de los hermanos Grimm, «Cada mañana, Stalin consultaba a su espejo, le preguntaba cuál era el bigote más famoso de la Unión Soviética y se enfadaba mucho, porque el espejo le respondía […] el de Gorki».

Y así, pasando de la risa al miedo somos conscientes del juego mantenido, en relación con la inmortalidad, entre Vicente Muñoz y tantos otros: si Dante se pasea, por el cielo de su Divina Comedia, de la mano de su amada y llega a ver (sólo él) a Dios, en El gran rechazo, Muñoz Puelles aprieta otra tuerca mucho más actual y divertida para conseguir que Beatriz se lo impida, «le amonesta repetidamente con un índice marfileño y pasa de largo».

Allan Poe desafía las leyes naturales (o incide en la culpa humana) en El corazón delator para que nuestro autor confirme que Poe seguirá latiendo en cada uno de sus libros; sólo hemos de abrirlos para sentirlo.

Por supuesto, la invisibilidad supone para quien la alcanza una suerte de inmortalidad si, como Griffin, el protagonista de Wells, no consigue volver a ser visible. Al no figurar entre los mortales pero sí ser consciente de estar en el mundo, puede considerarse inmortal, al menos por un tiempo. El problema es que la mente humana no está preparada para no ser ante los demás y probablemente termine sufriendo de demencia, por eso Vicente Muñoz trata el tema de forma más precavida e inquietante, al más puro estilo de Hitchock, ofreciéndonos una invisibilidad como reflejo de las relaciones tóxicas. «La invisibilidad es un asunto demasiado peligroso para dejarlo en manos de cualquiera. ¿Y quién me asegura que no voy a necesitar hacer uso de ella algún día?».

La doble vida es también una suerte de inmortalidad, al menos de doble mortalidad, algo con lo que Stevenson no debió distraerse para no recibir su propia medicina de la pluma de Muñoz «Stevenson bajó a la bodega […] Su rostro tomó un color negruzco, sus rasgos se confundieron y alteraron, como los del ominoso señor Hyde — ¿o era más bien el atildado doctor Jekyll?».

Y es que, en ocasiones, resulta imposible discernir lo que es real de lo ficticio. Esta confusión se lleva sin ningún tipo de problema a la literatura. ¿Estaría Lérmontov convencido de que podría convertirse en personaje literario y vencer a la muerte? No lo sabemos pero Muñoz le adjudica, en la violencia de cualquier duelo, una muerte poética.

No cabe duda de que el autor recurre a la memoria para mostrarnos los entresijos de la escritura, qué llevó a diferentes genios de la literatura a escribir y qué lo mueve a él. La memoria de Puelles está presente, sus lecturas e investigaciones también, y entre todas aparecen sus relatos curiosos, divertidos, conmovedores, turbadores… basados en la reescritura de obras o en los creadores de esas obras. En todos los cuentos destaca la capacidad narrativa y el manejo del tiempo; Vicente Muñoz trae el ambiente del siglo XIX a la actualidad para que el lector, complacido, disfrute con la amenidad de un relato que en ocasiones puede parecer un ejercicio de escritura creativa. Solo así podemos entender que El bigote de Rilke sea motivo temático de un cuento. Y lo es. Por supuesto no falta el humor, el título ya apunta, «Bigote y perilla tenían la consistencia de las algas», aunque tampoco desaparece el dolor «Hasta los seis años, mucho antes de llevar bigote, Rilke hubo de vestir de niña» ni las consecuencias traumáticas que el entorno pudo ejercer en su vida (y en la de otros escritores) de adulto.

Y es que, ante la dureza de la existencia, los libros están escritos para hacer realidad los sueños, por eso se acomodan a según qué preferencias, por eso nos estimulan a la lectura de otros, por eso «Todo libro ha de estar a disposición de cualquier lector», por eso deben ser escritos con absoluta libertad de expresión «No sólo somos libros sino también libres». Coincidimos con Vicente Muñoz y la importancia que le concede a la literatura en El decálogo de los libros al hacerse eco de lo que dijo Platón, porque «Los seres humanos pasan, pero los libros que han leído o escrito los sobreviven, incluso cuando las bibliotecas se queman o dispersan».

sábado, 11 de marzo de 2023

NOCTURNO DE CALPE

Se supone que en una reseña has de hablar de un libro sin destriparlo. Se supone que has de describir el estilo del autor. Se supone que has leído bien y no vas a decir tonterías.

No sé si atreverme a analizar Nocturno de Calpe. No sé si podré realizar una crítica mínimamente constructiva. Ni tan siquiera una breve reseña. Porque la obra contiene a P.L. Salvador.

Solo conozco al autor a través de sus libros, sin embargo y a pesar de arriesgarme a comentar hechos sin importancia, creo que su esencia está en lo que escribe; se entrega en cada volumen.

Estoy segura de que me es imposible, ahora mismo, criticar este libro. No conozco a Baricco, tampoco algunos de los temas musicales que se nombran en la novela. No puedo ahondar en eso, ni comparar. En fin, voy a hacerle caso a Salvador y dejarme llevar. Así que empiezo por el final, La ciudad sitiada, porque creo que es la que da sentido a las otras tres; es donde razona cuál ha sido (es) su postura en la vida, por qué escribe, qué escribe, cómo escribe y para qué escribe, «Y muchas historias me aburren porque se nota que son inventadas. No se las cree ni el autor […] Verdades. Mis verdades».

La ciudad sitiada es el interior de él mismo, donde se mueve el escritor pleno de esperanzas ante su obra que, a pesar de los impedimentos, a pesar de las tentativas para hacerle cambiar de actitud, continúa con sus principios, continúa llenando de ilusión sus escritos y haciendo que su lectura forme parte de momentos mágicos.

Puede que P.L. Salvador constituya una isla dentro del panorama literario pero no cabe duda de que Nocturno de Calpe es un archipiélago de cuatro novelas que tienen un origen común, la actitud del autor. Esto puede llevarnos a pensar qué es real y qué ficticio. Es lo de menos. El autor es capaz de reinscribir una idea en su memoria para, de forma metonímica, mostrar lo universal en la individualidad del personaje que habla; su fragilidad es la de todos. A través de su memoria establece la de Mat, en Quince mil; por eso, la carta que Salvador real le escribe a Constantino (en La ciudad sitiada) «Gracias por el empujón […] y no abra la carta porque no hay más», en la que de forma escueta agradece que le permita encontrar su trabajo perfecto, tiene una relación lógica con la que Mat le escribe a Paula para que ella lo admita en su vida. Mat quiere encontrar el verdadero amor; el trabajo se lo ha proporcionado Salvador «Estoy aprendiendo mucho con él. Sobre mí».

Este es el origen. La actitud de P.L. Salvador en Nocturno de Calpe, la de Salvador en Quince mil, la de Gapp en A solas con Nastunye, la del protagonista innombrable de Lo inasible son las que el autor mantiene durante más de 60 años en su vida: el aprendizaje, la búsqueda de la felicidad a través de un trabajo que satisfaga y de un amor que nos complete. Esta es la magia. Podemos leer diferentes novelas del autor y adivinaremos que es él quien está detrás, y lo adivinaremos libre para continuar escribiendo en su tabula rasa y para hacer tabula rasa en la vida y seguir adelante.

El mensaje de Salvador llega claro, primero en la ficción de la trilogía y después en la realidad de La ciudad sitiada. Es increíble que Nueve semanas justas, justitas fuese rechazada por 24 editoriales. Es una novela divertida, de ritmo frenético que gustó bastante a los lectores y, ya que el autor resalta que lo que comentaron de ella once personas, me permito aportar el final de mi reseña en septiembre de 2020, cuando leí la novela, «Y es una obra literaria absurda, deliciosa. Sin embargo destila cierta crítica al papel demiurgo que juegan las editoriales en la sociedad y los efectos de los mass media en las publicaciones. Esta novela humorística segrega una clara dureza en el tratamiento que la publicidad otorga a la calidad de la literatura mediática y a la calidad del ser humano» (el blog aurisecular).

Esta sigue siendo la filosofía de vida-literatura de nuestro autor; una escritura diferente, de calidad, que refleja un ser humano honesto.

En la tetralogía, Salvador interioriza el proceso de escritura; parte de un detalle real para abrir un mundo ficcional en el que aparecen sus limitaciones y en el que desaparecen los convencionalismos literarios, de esta forma el personaje habla con un autor que es, a la vez, personaje; asimismo, al mismo tiempo que los elementos narrativos, se transgreden los signos ortográficos, con lo que el lenguaje se desestabiliza. Es la rúbrica de Salvador con la que se autoconoce en su proceso de escritura. Lo interesante es que también los lectores conectamos con nosotros mismos durante la lectura.

El tópico salvadoriano tabula rasa encierra su verdad, por la que se rige y con la que nos ilumina a los lectores. La vida, como la escritura, es una página en blanco que podemos llenar cada vez que no nos guste lo que hemos conseguido; siempre se puede empezar de nuevo porque nuestros actos dependen de nuestro aprendizaje, de las experiencias que vayamos acumulando, de las sensaciones, «Reflexionando sobre lo escrito […] En mi juventud no lo era (exigente). Me lo tragaba casi todo. Así que no es algo innato sino fruto de un aprendizaje».

De este aprendizaje deriva otro rasgo de su estilo: las repeticiones. De manera espontánea, va repitiendo las dos ideas primordiales para él, la importancia de la búsqueda de un trabajo que satisfaga y la búsqueda de un amor que, integrado, nos perfeccione «Los amores platónicos son, sin duda, los más intensos […] Cuando amas, la sola presencia de tu amada ya te completa». Estas ideas las repite a lo largo de las tres novelas; recalca con ellas sus emociones y las impresiones que le causan los actos de los demás. También esta repetición constante es la que le da unidad a Nocturno de Calpe, un título bastante acertado por el movimiento tranquilo que sugiere la lectura y la forma libre, ambigua, con la que se nos presenta. A veces, y a pesar de todo, cuesta discernir lo real de lo imaginario.

Es lo de menos, incluso el propio autor aclara algunos datos reales en la autobiografía literaria de La ciudad sitiada. El protagonista de Quince mil, Mat, vive a costa de Salvador y aprende de él a escribir una novela, algo que no consigue. Cuando desaparece deja un hueco para que el propio Salvador explore su identidad como Gapp, escritor en A solas con Nastunye. No queda contento, intuye que sus personajes no son viables, no están de acuerdo con el papel que les ha tocado jugar y lo abandonan «Que no pronuncies mi nombre te digo. No te soporto. Me has amargado la vida. Acabo de nacer y me has amargado la vida. Eres un mierda. Un escritor de mierda. Un fracasado». Pero Nastunye regresa para ayudarlo en su propósito, aunque ninguno de los dos sea el mismo. Entre ambos revelan la identidad de P.L. Salvador, alguien que busca constantemente, que siempre está en proceso. Nastunye es la encargada de desvelar la identidad del autor en la narración que ella misma elabora.

Todo proceso implica cambios por lo que el autor debe leerse para escribir su vivir. Los personajes escriben sus acciones mediatizadas según lecturas, música o preferencias de ellos mismos. A través de estas influencias y teniendo en cuenta las dificultades, el autor va sintiéndose parte de sus propios personajes; ellos lo saben y cuando caminan seguros lo dejan, como Mat, o lo apartan, como Nast, para que siga dando sentido a su vida con la literatura. Una vida que no es sino la lucha constante entre ficción y realidad «Gapp no consiguió ser perfecto en vida […] Ha tenido que morir para que sus sueños se hicieran realidad».

Lo inasible es el diario que el protagonista, sin nombre, escribe desde Miércoles 24 de noviembre de 2021 hasta Miércoles 12 de enero de 2022. En él cuenta cómo perdió a su hermanita, de cuatro años, en la playa de Calpe. Tras vivir 50 años en Burgos regresa a Calpe con la intención de encontrarla. Busca también un amor de verdad mientras reflexiona sobre la vida en sociedad y las obsesiones provocadas por la pandemia.

Poco a poco se va enamorando de dos mujeres «No sé si la situación es rara o se me hace rara. Cárol me ha metido a Flavia en casa. Se van a ver lunes, miércoles y viernes. En mi casa. Y no les he preguntado si puedo asistir a las clases. Me lo estoy preguntando ahora mismo. ¿Puedo?».

Son dos mujeres idílicas que darán a Lo inasible un final ideal, de película. Como el espacio reinventado de Calpe, un universo propio en el que conviven el humor y la pena, donde la desgracia trae una esperanza, donde aunque aún no exista nada, existirá.

Si hay que destacar algo en este desatino fantástico de novela es el ingenio argumental, en donde la reflexión metaliteraria convive con la ironía para que entendamos el estado actual de la novela en particular y de la literatura en general.

La lectura de Nocturno de Calpe es ligera, porque la escritura es espontánea; los capítulos cortos y las repeticiones secuenciadas aportan cierta armonía a los lectores; experimentamos una unidad con el autor mientras reflexionamos sobre la fuerza que adquiere la repetición de algo, mientras empatizamos con la fragilidad del personaje porque vemos la de todos.

En la novela destaca lo tenue, lo breve (capítulos breves, párrafos breves, oraciones breves, signos de puntuación breves). Todo apuesta por una sencillez aparente, pues, aunque los temas son sencillos, la búsqueda de la felicidad en la sencillez de la vida tiene absoluta trascendencia. La historia, real, se introduce en la fantasía de una estructura externa algo obsesiva que paradójicamente encierra conceptos de absoluta libertad.

Novela con un yo narrativo inestable, cambiante, incapaz de mostrar claramente lo real o lo onírico, cargado de un lenguaje que da forma a lo invisible, a las fantasías imaginarias en las que aparece la culpa que nos ahoga «También yo odio a aquel que fui […] tranquilos, susurro, que no me he vuelto loco […] Ellos siguieron en silencio, incluso Elena, pero por el brillo de sus ojos supe que aún tenía una oportunidad”.

sábado, 4 de marzo de 2023

DUELOS Y QUEBRANTOS

Los duelos y quebrantos atesoran una historia desde que aparecen en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Este plato se comía principalmente en Castilla durante la cuaresma y alude a esos ayunos que debían guardar los católicos y que se podían quebrantar, los sábados, con torreznos, sesos o los huesos “quebrantados” del animal. El plato continúa hoy siendo fiel a los huevos pero acompañados de chorizo, jamón y tocino, alegrando así a cualquier duelista y reparando todo lo quebrantado.

La novela de Ana Girón también guarda la historia desde que España fue sacudida por una de las peores guerras que ha sufrido. El problema es que muchas familias quedaron rotas por la pena y hubo quien se aprovechó de ese dolor para quebrantar el de otros, por supuesto, fieles al régimen dictatorial impuesto.

Duelos y quebrantos es una novela dura. Comienza in medias res; la tía Paca ha muerto y, durante el duelo, se presenta una pareja en la clínica que presidía, exigiendo la recién nacida prometida. Los sobrinos de Paca, Elisa y el cura Ginés, se muestran sorprendidos ante tal actividad de su tía y el Director les confirma que esa práctica se ejercitaba desde años antes de que él empezase a trabajar allí. La cuñada de la finada, la Duquesa, estaba al tanto aunque pensó que si lo hacía Paca sería lo mejor para todos, «—A los que han parido se les dice que su hijo falleció […] A los adoptivos, que los niños han sido dejados allí ante la imposibilidad de mantenerlos […] es lo más sensato». El caso es que, a pesar de llevar a cabo durante años esa práctica, los que trabajaban en la clínica no se enteraron o no quisieron hacerlo. A veces es mejor mirar hacia otro lado para no salir de la zona segura.

Al poco de morir Paca, Claudia, la hija de la Duquesa y prima de Elisa, se casa con Marcos, un psicópata que solo aspira a tener descendencia para heredar el ducado de su mujer, a la que maltrata desde la primera noche. La madre de Marcos, Inmaculada, lo sabe y no hace nada por evitarlo. También lo sabe Gonzalo, hermano gemelo de Marcos, médico de la clínica, que acabará teniendo, de alguna manera, aquello que desea:

—¿Crees que tu hermano sabrá tratarla —preguntó doña Inmaculada.

—Algún día tendrás un nieto que será duque […] Si pudiera, yo me cambiaría por él.

Y así, con la muerte de Paca y la boda casi inmediata de Claudia, comienza la novela. Después nos enteraremos de que esta chica fue pretendida por el Director de la clínica, a quien el primo Ginés, en calidad de cabeza de familia, rechazó como marido de la duquesita por no pertenecer a la aristocracia y por tener el rostro totalmente desfigurado. El director acepta la decisión de Ginés y Claudia se tranquiliza al no tener que soportar la vista de semejante deformidad el resto de sus días. Según avanza la trama nos damos cuenta que, de una forma u otra, Claudia había nacido para sufrir.

Como tantas mujeres, había sido educada para construir su futuro al lado de un hombre. Estaba mejor visto una mujer casada y maltratada que soltera y feliz.

Duelos y quebrantos no mantiene una narración lineal. En un momento determinado, por un dato real, tenemos la certeza de que transcurre en 1954, pero los flashback nos llevan hasta 1936, cuando comenzó la guerra y los campesinos empezaron a moverse, a huir, a embrutecerse a fuerza de ser tratados como animales aun en la niñez.

Ana Girón no escatima detalles de cómo se echaron a perder las vidas de los que, desgraciadamente, hubieron de seguir en una época en la que las mujeres y los niños, a pesar de no estar preparados y de acarrear traumas imposibles, salieron adelante El presente queda interrumpido por el recuerdo de los personajes o del propio narrador que, omnisciente, nos va dejando pistas sobre cómo termina la historia. No quiero desvelar nada porque el lector no lo percibe; desde el comienzo quedamos imbuidos de dolor constante y constantemente rechazamos a esos seres incapaces de suscitar cualquier poder de persuasión en nosotros. Los hombres, cobardes, rozan lo patológico; las mujeres, sumisas, viven en continuo temor y ofrecen un ambiente opresivo que no nos abandona ni cuando somos testigos de escenas, supuestamente alegres, relatadas con un lirismo exquisito.

He estado en Almagro en bastantes ocasiones para ir al teatro y en varias de ellas he presenciado el paseo que los recién casados dan por la Plaza Mayor aun hoy en el siglo XXI. Siempre es motivo de alegría, pero el malestar que nos produce al leer la marcha nupcial de Claudia y Marcos, al principio de la novela, marca la desazón que tendremos hasta el final.


La comitiva pasaba por la siniestra de los ochenta y un fustes de la Plaza Mayor […] Avanzando por la calle de las Nieves, el viento solano y arenoso se estrellaba a dentelladas contra el arco del triunfo de la casa del prior […] Las nubes no se habían decidido por empapar con alguna suerte de ventura a la novia y, por tanto, tampoco a llorar sobre ellos. Y no supo qué pensar.

Duelos y quebrantos recuerda, con un lenguaje casi lírico, a las novelas extensas del Realismo decimonónico. Los personajes son testimonio de la clase burguesa de las décadas 40 y 50 del pasado siglo, tiempo en el que transcurre la historia. El director, la tía Paca, Elisa, su hermano el cura, la Duquesa y su hija Claudia, doña Inmaculada y sus hijos Marco y Gonzalo; todos están bien posicionados económica y socialmente. Los hombres, despreciables, están amparados en su condición y en las ventajas que les brinda la sociedad para medrar a costa de lo que sea, sin importarles nada ni nadie que no sean ellos mismos.

En las mujeres encontramos alguna diferencia, por un lado destaca el carácter veleidoso de las damas, abocadas a un sufrimiento determinante por no saber o no querer cambiar su papel; la joven Claudia se comporta de forma absolutamente infantil, en ningún momento reacciona a la tiranía o al abuso sino que, obediente, cumple con lo que se espera de ella.

A Paca le tocó en su juventud una vida dura; dedicada a ayudar a los demás con paciencia, generosidad, valentía y fluidez expresiva, de la que se valía para mentir amparándose en la piedad. Elisa también se expresa de forma segura, es inteligente, razonable y no está dispuesta a continuar con los delitos de su tía aunque será ella quien lleve a cabo una última falsificación.

Los personajes secundarios, todos obreros, aparecen para que identifiquemos los espacios en los que se mueven, el campo, la calle, las cocinas… Son quienes lo saben todo y todo lo callan para dotar a la novela de cierto valor sociológico.

Creo que la clínica es la protagonista dominante. En ella los personajes se refugian para aliviar sus duelos o restablecer sus quebrantos. La clínica aparece como testigo de lo que sucede con los hombres y con las mujeres; nos remite a la tiranía de los mandatos heredados; la clínica es un microcosmos reflejo de una sociedad cerrada, opresiva, determinista, cuya única salida es, probablemente, el cambio que le quiere dar la nueva directora.

Reflexionando sobre la clínica podemos hacer una lectura sociocrítica de la España de la posguerra, donde el abandono y la desesperación dejaron huella, «Los niños dejaron de serlo y los hombres también».

La autora ha salpicado Duelos y quebrantos con alusiones a grandes obras literarias; como es lógico, las citas al Quijote pueblan las páginas para que los personajes influenciados por la tía Paca puedan reflexionar sobre sus actos: «Advirtió Quijote a Sancho que el amor, cuando toma posesión de un alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza».

No solo tiene cabida la obra de Cervantes, encontramos referencias a Juan Ramón Jiménez, «Mis ojos, ¡tan lejos de mis oídos!», a Óscar Wilde «Su vergonzoso retrato no pudo resguardarlo en un lienzo oculto, cual eterno y lozano Dorian» y hasta a Rodrigo Díaz de Vivar «Ay, qué buen vasallo sería si tuviese buen señor». Pero estas citas son testigo de la miseria de un pueblo que, guiado por el odio y la envidia solo pudo comportarse de forma cicatera.

Cuando nos damos cuenta de esto es cuando somos conscientes de que lo que realmente importa en Duelos y quebrantos es la evolución de Elisa, entonces, las demás acciones que aparecen quedan en un segundo plano.

Ana Girón ha escrito una novela altamente realista, de argumento creíble, con escenarios reconocibles por los lectores para analizar una sociedad descrita de forma meticulosa, en donde la marginalidad de la mujer —en todas sus vertientes— y del hombre sin recursos es el tema fundamental. Marginalidad de los que, a pesar de las desventajas que sufren, no pueden abandonar el sentido de culpa por lo que les ocurre.