domingo, 28 de abril de 2019

LOS CRÍMENES DE ALICIA



Novela negra y extraña porque apenas aparece sangre; de hecho los asesinatos están expuestos como si pertenecieran a un mundo fantástico. Y sin embargo la tensión va aumentando en cada situación, en cada final de capítulo, en cada página.

…y su mano, al extenderme el papel, temblaba un poco […] L.C. learns from Mrs. Lidell that

No sólo los personajes quedan intrigados por el final de la frase, también el lector permanece atrapado en el misterio, sobre todo cuando G. realiza el estudio caligráfico y demuestra que «eran de la misma mano»; la autora del escrito era Menela Dodgson. De esta forma, siguiendo el orden de lo escrito nos integramos en las transformaciones y desviaciones del esquema original, en dilemas de tipo matemático o filosófico que pretenden explorar la mente, la de los personajes y la nuestra, hasta descubrir la lógica de hechos que parecían fantásticos. El conceder importancia a algo secundario hasta hacerle ocupar central de la investigación puede ser una influencia de Borges, al que alude también en alguna ocasión, indirectamente «Estoy encantado de saber que es argentino, porque fue gracias a su escritor que llegué a la Hermandad».

Novela de intriga en la que las incertidumbres se van almacenando para configurar un clima excéntrico, sospechoso desde cualquier punto de vista, aunque sea a través del humor «¿No podría tener una invitación especial para la reunión del viernes? ¿Una wild card ¿O hay algún ritual de iniciación sangriento o una prueba secreta de ingreso?».

Novela policíaca en donde el inspector Petersen, único policía que aparece, queda anulado ante la investigación lógica y matemática del profesor universitario Arthur Seldom, verdadero resolutor de los crímenes, «Apenas terminó de hablar nos dijo que se volvía a su oficina… para escribir u renuncia de inmediato».

La magia de Alicia en el país de las maravillas impregna el mundo y consigue mediante la literatura, la televisión, los ordenadores y la razón un nuevo realismo mágico, mucho más inquietante que el del Boom hispanoamericano de los 60

les ordenó luego que le seccionaran la cabeza e hicieran desaparecer para siempre el cuerpo

algo vino sobre mí como un payaso de resorte y hacia arriba fui como un cohete espacial

calambres masivos, vómito, una sensación de quemadura en la lengua y en el tórax […] siente que los ojos salen de sus órbitas y que la cabeza se agranda más y más, como si fuera a estallar

En este realismo mágico, algunos habitantes desaparecen, otros vuelan, y otros perciben crecer sus miembros de forma desmesurada, pero luego caen, aparecen donde no deben y sienten cómo se rompen por dentro antes de morir. Entre todos conforman un irrealismo lógico, en el que la imaginación consigue crear una realidad más dura que la propia ficción, donde el lector se enfrenta también, con certeza perturbadora, a un mundo que alberga lo imaginario y lo trágico como partes integrantes de un todo. Sólo hay que mirar desde el punto de vista correcto.

lo real es siempre una proyección, una huella de algo que caminó en otras dimensiones

Por otro lado, surgen en el relato dos grupos que en principio deberían velar por la amistad. Uno es la Hermandad de Lewis Carroll. Si tenemos en cuenta que hermandad viene del latín germanitas, cuyo significado es fraterno, esta asociación debería estar vinculada a la amistad entre un grupo de personas que se mueven por objetivos comunes, en este caso por el interés hacia Lewis Carroll. De hecho el grupo lo forman matemáticos, psiquiatras, psicólogos, profesores… y militares. Aquí es donde el poder que el Estado deposita en su servicio Secreto MI5 se exhibe con toda su magnificencia, y con total impunidad puede hacer desaparecer personas hasta eliminar su rastro y construir en el momento que quiere otra realidad. Pero Guillermo Martínez tiene el poder de revertir el mundo real, ilógico en su irrealismo lógico, por eso cuando G. se percata de que «un anciano encorvado salía en ese momento por entre las pequeñas columnas de piedra de la entrada […] Era Sir Ranelagh […] Tuve entonces un impulso repentino […] Admiré una vez más el trabajo virtuoso, impecable, de Leyton antes de sustituirlo por el papel verdadero. El universo tenía ahora un parche sobre otro parche, y lo auténtico quedaría siempre oculto como falso».

La acusación hacia este tipo de sociedades paralelas va implícita no sólo al referir las hermandades laicas sino también las religiosas; la hermana Rosaura forma parte de la rama metodista y da pie a que el profesor Seldom denuncie las actividades llevadas a cabo por este tipo de sectas que, amparándose en una doctrina y en los momentos de mayor debilidad del ser humano, se apropian de su voluntad hasta conseguir que cambien un razonamiento lógico por lo ilógico de la devoción; de esta forma el poder personal de decisión queda anulado, y desde el momento en el que abrazan la fe viven en la realidad que les presenta la religión.

Dos asociaciones peligrosas para el sentido común y en las que Seldom no termina de confiar. Por un lado, ante los crímenes sospecha de los integrantes de la hermandad. Por otro, huye de la hermana metodista y cree que, en el momento más voluble de Kristen, le hará daño.

Los crímenes de Alicia vuelve a traer al estudiante G, protagonista de Crímenes imperfectos que nos recuerda al propio autor, quien mezcla ficción y realidad al jugar, no solo con la persona del personaje «Como diría el poeta: no hay fuente más rumorosa que la palabra no dicha, ni libro más extenso que el que perdió una página», sino con el tiempo, pasado y presente, en un flashback que le permite introducir a su antiguo profesor, Arthur Seldom en su nuevo trabajo «inferir a partir de una imagen inmóvil […] una posible reconstrucción, un pasado probable». Entre los dos ejercerán nuevamente como investigadores experimentados ante una serie de crímenes cometidos alrededor de la Hermandad de Lewis Carroll, ocupada en sacar a la luz cualquier estudio de la vida y obra de este matemático, lógico, religioso, fotógrafo y escritor británico del siglo XIX.

Pero de todos es sabida la controversia que gira en torno al autor de Alicia, su integridad, el amor por las niñas a un paso de la pedofilia o viceversa, su pedofilia amparada en el candor que le evocaba la infancia. Así pues, y partiendo de la foto de una niña desnuda que recibe una becaria, Karen, unida al descubrimiento que ésta hace de una frase decisiva arrancada del diario de Carroll por su sobrina y apuntada por ella misma en un papel, comienzan a desencadenarse varios hechos que transformarán la vida de la pacífica hermandad.

Karen es atropellada pero no muere, el editor del libro de la becaria, que haría revisar estudios anteriores llevados a cabo por las eminencias expertas en Carroll, muere envenenado; al periodista encargado de difundir lo encontrado por Kristen en el papel, lo encuentran decapitado.

A raíz de estas muertes van saliendo intimidades, algunas no del todo éticas, de los miembros de la hermandad, hasta el punto de que el inspector Petersen sospecha de todos ellos. Finalmente será sólo la lógica de Arthur Seldom la que resuelva las muertes:

…en la vida real ocurre casi al revés, nadie cercano nos parece convincentemente criminal. La policía saca a la calle a un hombre esposado que enterró siete mujeres en su jardín, excavan los cadáveres uno tras otro y aun así, sus vecinos no lo creen del todo: era un hombre encantador, dicen, siempre nos saludaba y nos daba consejos de jardinería.

El humor sin estridencias salpica todas las páginas de Los crímenes de Alicia; la ironía ingeniosa es despiadada incluso si hay niños de por medio, aunque siempre se tenga en cuenta el comportamiento relacionado con la época, con el tiempo en el que ocurrieron los hechos, «Henry escribió un libro invalorable con la compilación de la correspondencia de Carroll con todas sus amigas niñas […] y también organizó el archivo de todas las fotos […] él nos dijo que había sido puro placer».

La unión de pasado y presente en el cronotopo cero de Bajtin es evidente en esta novela; fácilmente encontramos el espacio y el tiempo comprimidos y sólo visibles desde el punto de vista artístico «Todas aquellas caras parecían decir lo mismo, una y otra vez, en distintas épocas […] y cuál era el orden […] si miró con cuidado, habrá visto la verdad». La realidad queda transformada en el irrealismo novelado de Bajtin, del mismo modo, la lógica matemática de Guillermo Martínez distorsiona la fantasía del mundo en un realismo imaginario.

Asimismo aparece en la novela una crítica a la codicia de los editores, y de las personas en general, para quienes el dinero está por encima del altruismo, el arte o la cultura.

Los medios de comunicación de masas, prensa, internet, televisión o cine conforman a veces un mundo más real que la propia realidad, fruto de la globalización en la que EE.UU. ha envuelto al planeta. Así Seconds, la película que va a ver Kristen, se mezcla en su vida como presagio de lo que le ocurrirá a ella al ser absorbida por la hermana Rosaura, hasta llegar a plantearse una inquietante vida paralela.

El lenguaje matemático abunda en el misterio que envuelve la novela «¿…nuestro mínimo chispazo de la función Delta entre dos ceros eternos, favoreciera al menos la multiplicación de amores?».

Las metáforas de fantasía informática nos introducen en el ambiente escaso de sentimientos que rodea a los personajes, «el silbido asmático de los pequeños ventiladores internos, como si hubiera puesto a los gnomos acarreadores de bits a una tarea muscular titánica».

Y las comparaciones matemáticas ofrecen un punto de vista de irrealidad lógica al ser humano «Las arrugas de sus mejillas, como un campo vectorial, se reorientaron hacia arriba y algo de la mujer hermosa que sin duda habría sido estuvo a punto de aflorar».

Novela universal a pesar de estar plagada de los americanismos propios de un escritor argentino. Novela moderna que nos recuerda lo mejor de la estética del Boom hispanoamericano, pero lejos de la naturaleza americana, en los sótanos de una hermandad inglesa. Novela plagada de giros y novedades que conviven con las ideas de los clásicos. Perfecta.

viernes, 19 de abril de 2019

EL CAZADOR DE ESTILEMAS


  
En el Diccionario de términos filológicos, de Fernando Lázaro Carreter, aparece “estilema” como término para definir los rasgos constantes de un autor, de ahí que uno de los mejores periodistas españoles y que mejor conoce el idioma, use esta palabra para dar título a su primera novela.

He disfrutado mucho con sus ensayos sobre la utilización correcta del español; me divertí, incluso, con Defensa apasionada del idioma español, así que la novela El cazador de estilemas prometía; primero porque en el título aparecía un tema lingüístico y después porque era novela policíaca. La he leído durante un viaje; no es que me haya defraudado, pero creo que le falta bastante para considerarla una buena novela debido a que la profundidad psicológica requerida está casi ausente. Es cierto que la opinión que tenemos de los protagonistas principales puede cambiar, pero sólo porque ellos van contando lo que quieren, van dosificando la información de manera que sólo por ella, y no por los actos, el lector es capaz de saber cómo es cada uno. Y ya. Porque en El cazador de estilemas no cambia ningún personaje, es más, los metidos a detectives, un policía y un profesor, sólo a base de “destrozar” la imagen pública de algunos a quienes investigan van descubriendo los casos; ayudan teniendo en cuenta los estilemas de los sospechosos y esto es lo que conoce el lector porque el trabajo policial, definitivo para resolverlos, no queda expuesto. Eso sí, Alex Grijelmo consigue entretenernos, sacarnos una sonrisa, incluso hacernos reír en algún pasaje donde sale a la luz la forma de hablar o escribir de cada uno y cómo se puede deducir quién es quién por el estilo utilizado.

La estructura sigue la pauta de otras novelas cronísticas o de investigación, es decir los personajes se sientan ante un periodista, en este caso el propio Grijelmo, para que escriba un libro basado en una serie de sucesos curiosos que les han ocurrido. El periodista de la novela, que funciona como narratario, es el autor, así que el comisario Julio Contreras, el profesor de lengua Eulogio Pulido y la dueña de la empresa General Minera, Esther Jiménez le van contando, cada uno en su estilo y según cómo los percibió, los hechos que sucedieron durante una temporada imprecisa en la que a raíz de una muerte se dan dos asesinatos más y se mezclan otros casos en donde mediante anónimos se extorsiona a dos mujeres. Todo será posible deducirlo a través de los estilemas, según Eulogio Pulido, aunque en este caso el cazador quede cazado.

El profesor está arruinado; su pareja se ha llevado el dinero de la cuenta bancaria y lo ha dejado exclusivamente con las deudas, así que se ofrece al comisario Contreras para ayudarlo, previo pago, a descubrir asesinatos, extorsiones, o diferentes delitos basándose en los estilemas.

El primer caso no tarda en aparecer pues Esther Jiménez, hija del dueño de General Minera y amiga de Contreras, le pide que investigue por qué su padre ha dejado al morir todas las acciones de la empresa a un empleado, Remera, y no a ella. Efectivamente, por la forma de redactar el testamento, Pulido descubre que no fue el difunto quien lo elaboró. El problema es que lanzan la noticia demasiado pronto a los medios de comunicación y Remera queda hundido cuando él había hecho en realidad lo que le dijo el dueño, Anastasio Jiménez. Pero esto los lleva a descubrir tanto la extorsión de unos sindicalistas que se llevaban el dinero a Suiza, como la del propio Anastasio, que obraba de igual manera. Todo termina resuelto aunque tengamos la sensación de que no ha ocurrido nada, de que hay puntos que no se han tocado y otros están traídos a la fuerza al argumento para poder encajar.

Además, el «por-tu-propio-bien» de Eulogio no tiene sentido al principio, cuando se ofrece a Contreras. Aparece como una amenaza encubierta al comisario, pero éste, aunque se da cuenta, no le da mayor importancia, no le pregunta a Pulido por qué se lo dice, y tampoco tiene, al final, mayor trascendencia para el comisario; sí para el profesor, de ahí que quede como algo aleatorio, dicho solamente por azar.

También es demasiada casualidad que todos los trabajadores de la empresa de Esther, incluida ella, sean forofos de los crucigramas de La Vanguardia, pero si no se hubiese dado esta circunstancia no podrían haber resuelto el último anónimo relacionado con la General Minera.

El caso de acoso a una actriz es aún más increíble. Da la impresión que está puesto para repasar usos del español de América. Sin embargo es indudable que, en este repaso, disfrutamos mientras aprendemos sobre cómo se debe escribir, sobre giros del idioma o sobre determinadas muletillas propias del idiolecto de cada uno.

La manera de expresarse ante el periodista —futuro autor del libro— denota la cultura, incluso la forma de ser de los tres protagonistas

Mosquita muerta, pero a veces le salía un ordeno y mando que parecía una mosca de origen militar, a la altura de la cabra de la legión.

A toda situación perversa cabe encontrarle su vuelta […] Si establecemos veinte o treinta criterios sobre dos textos y analizamos cuál ha sido la elección concreta en cada uno de ellos, nos daremos cuenta de si los ha redactado la misma persona o no.

A su vez el propio lector va buscando peculiaridades, por mera curiosidad, para intentar encontrar una pista. Y aunque se pretenda una comparación, «otro personaje literario sí se da cuenta de estas cosas. Aparece en una obra que se titula Don de lenguas», en realidad no se consigue pues aunque Beatriz, una periodista creada por Rosa Ribas y Sabine Hofmann, también mantiene una relación con el policía investigador de una muerte, y también se basa en la lengua para ayudarlo, el ambiente asfixiante que se consigue en Don de lenguas no lo encontramos aquí.

Sí encontramos humor basado en el empleo de la paronomasia

—Sí, sí, al Pasapalabra
—Dadas sus tarifas, sería al Pagapalabra

Humor en la mala aplicación de tecnicismos, lo que denota una escasa cultura:

—¡Por los estiletes! —le respondí
—¿Los estiletes?
—Perdón, los estilemas. Los estilemas

Humor también en la confusión de términos al incluirlos en un mismo apartado lingüístico: «Todos tenemos monotemas y fonemas… y últimamente se ha descubierto en Suecia que también tenemos estilemas».

Humor en la concretización de abstracciones al utilizar una metáfora con sentido diferente al habitual: «El profesor llegó hecho un manojo de alegrías. De alegrías nerviosas».

Humor en los equívocos que se producen en el día a día con diversas asociaciones reales:

—Que ahora van en bañador y camiseta de tirantes.
—Yo a uno que vestía así le dije: “Qué, ¿Viene de jugar al baloncesto? ¿Y qué me contestó? […] que él no era tan alto.

En cuanto al registro de lenguaje encontramos desde muy culto «no me atreví a pedir razón de él» a expresiones en desuso «no se presagiaba nada bueno por estos pagos» o totalmente orales «y sanseacabó».

Hay sinónimos parciales con los que se aclara el concepto, también mediante el humor

—¡Es un tozudo!
—No, soy perseverante
—Para mí todo es lo mismo

Y, por supuesto, los antónimos son una buena fuente de sonrisas «Este profesor no entiende de estrategias. Se creía listo el muy imbécil, pero a mí me parecía muy torpe».

Hay chistes basados en el doble sentido de las palabras «seguiré investigando en su cuenta. Por cierto ¿por qué llamarán “cuenta” a eso de Twitter? […] porque van contando cosas»

Y explicaciones irónicas en el empleo abusivo de anglicismos «Power Point, lo llaman […] significa “toma de corriente”. Literalmente “punto de fuerza”. O sea, un vulgar enchufe».

Asimismo la rima consonante es motivo de risa incluso para quien la produce «En efecto, en efecto, Ester. Incorrecto, incorrecto». Y también lo es el doble objetivo que puede causar la diferente colocación del adjetivo «lo querrían los de la brigada criminal. O sea, no es que sea criminal la brigada, sino que investigan crímenes».

En fin, no profundiza en la corrupción policial o sindical, que podría, ni en el poder del dinero, que también podría, ni en la evasión de divisas, que debería… Todo queda, a pesar de las muertes, como una comedia en la que, de forma superficial, se cuenta un caso con el propósito de indagar en las posibilidades de nuestra lengua. Entretenida.

domingo, 7 de abril de 2019

CARVALHO: PROBLEMAS DE IDENTIDAD



Voy a empezar la crítica de esta novela con algo que no tiene que ver con ella, pero sí con la escritura. Y es que, de vez en cuando, se cuelan faltas de ortografía que, por ser cada vez más habituales, llegará un momento en que no se vean como faltas. Probablemente el culpable sea el corrector del ordenador, no digo que no, pero precisamente por eso debemos tener cuidado al escribir expresiones que suenan igual pero se escriben diferente. Es el caso de «si no» y «sino». La conjunción sino contrapone la negación dicha con una afirmación, es fácil utilizarla puesto que podemos sustituirla por pero, incluso si se elimina de la oración no pasa nada «No quiero esto, (sino) lo otro». Pero la expresión si no refleja una condición en la que la negación de un concepto depende de otro (y no se puede quitar). Dicho esto, en la oración «Una buena réplica a tiempo alarga los sentidos, sino de qué Moriarty» hemos de ser conscientes de que debiera escribirse separado. Tenemos que esforzarnos un poco para preservar nuestra lengua, poco a poco menos rica en acepciones.

Dicho esto hay que reconocer que Carvalho: problemas de identidad ha superado con creces las expectativas que tenía de este personaje. Es la parte más emotiva de la novela. El personaje. Carvalho cobra vida propia, o mejor dicho Carlos Zanón convierte a este personaje de Vázquez Montalbán en un ser real que, en su día conoció a El Escritor, vivió en su mismo edificio y le aportó ideas sobre él mismo y los casos que llevaba, para crear al detective más famoso de la ficción española durante casi cuatro décadas.

Está claro que Manuel Vázquez Montalbán fue un genio, culto, comprometido, buena persona y valiente, pues no dudó en denunciar mediante artículos periodísticos, ensayos, poemas y novelas todos los desmanes del franquismo y la democracia. Mediante el detective Pepe Carvalho compuso una crónica sociopolítica y cultural del momento. Así, pudo denunciar la crisis del partido comunista en Europa, la desmesura en los gastos de la olimpiada celebrada en Barcelona o el poder del dinero y las sectas.

Por todo esto, porque Pepe Carvalho tenía una identidad, y su autor también, veía difícil acometer la empresa de traerlo de nuevo a las letras. Y Carlos Zanón lo ha conseguido. Carvalho regresa tomando vida propia y recordando constantemente a aquél que lo creó «Muy a menudo me pregunto qué pensaría El Escritor de esto y aquello. ¿Qué diría de todo esto que sucede ahora en esta ciudad […] Hablar con él me tranquilizaba».

Regresa, si cabe, más duro. El estilo áspero, cortante, refleja con toques naturalistas la desapacible vida del detective y los casos a los que debe enfrentarse; leídos tienen un punto de hiperrealismo que se convierten en descripciones esperpénticas a veces. Reflexionados, son un triste reflejo de la realidad actual

”—¿usted qué piensa, señorpepecarvalho?”—, pero sólo sé todo lo que me callo.
Como, por ejemplo, que las putas de la montaña no son material deseable para locales de alterne en red alguna […] producto nacional, la mayor parte […] que se quedaron atrás […] demuestran que a esta maravillosa ciudad siempre se le ha dado muy bien guardar el barrido bajo la primera alfombra que se le presentara, ya fuese el colaboracionismo franquista, Andorra o el Palau de la Música.

Este es el punto de unión entre los dos catalanes y hay que reconocer que Zanón ha concebido un homenaje épico para su antecesor.

Pepe Carvalho sale de las páginas literarias y recuerda a su creador, con alegría pues le dio buenos ratos, con nostalgia pues hace veinte años que no tiene en quién apoyarse, «Felices en Roma, Siria o en Bankok, pero lejos del aeropuerto, que allí se me quedó un amigo». Este dativo ético puede ser engañoso. Sí es nostálgico. Sin embargo, a pesar de sus 63 años, de su enfermedad, posiblemente grave, que no lo deja comer, de su soledad desde que decidió dejar a Charo para no hacerle daño, sigue siendo inteligente, culto y lúcido. Precisamente por eso comienza poniendo al lector sobre aviso de quién fue su autor, continúa aludiendo a obras de Vázquez Montalbán y a cómo ese personaje llegó a la televisión «Conocí a Poncela y a Charo López, eso sí, con la que intimé y sufrí, y con la que también sufrió la otra Charo».

Puede que debido a la edad, o al bagaje que lleva a sus espaldas, su cinismo ha alcanzado cotas insospechadas, pero esto es superficial, cara a la galería; en su intimidad está cansado, ha perdido parte de la ilusión por vivir «Solo tengo unas tremendas y apabullantes ganas de estar solo […] Esconder la cabeza entre las manos y tratar de recolocar las cosas, la información, las cartas escondidas, y luego borrarlo todo, borrarme a mí, borrar hasta el recuerdo de haber querido entender algo».

La integridad que aún mantiene pretende ocultarla bajo una capa de sarcasmo que sacude a quienes quiere y les hace daño, aunque el gran corazón que lo ha caracterizado siempre aparece tímidamente, como sin querer, para mantener la fama de su personaje, que reconoce la buena comida aunque ahora no disfrute con ella, que le sigue gustando beber y lo hace, a pesar de que no le sienta bien.

Pepe Carvalho ha vuelto más solo que nunca, no tiene a El Escritor, «Ojalá estuviera aquí ahora», no tiene a Bromuro, no tiene a Charo y Biscúter, más adaptado socialmente, se ha enrolado a Master Cheff. «—Ya sé lo que es. Sé perfectamente lo que es. Lloros, publicidad, risas, competición, vejaciones, vanidad, escarnio, montaje, cretinismo, fama, estupidez: o sea, pura televisión».

Es cierto que Estefanía, su nueva secretaria, lo espolea de cuando en cuando y lo hace sentir vivo, pero básicamente se enfrenta solo a los dos casos que se le presentan, el de una prostituta retrasada a la que han asesinado y enterrado en Montjuic y el del homicidio de la abuela y la hermana de Amèlia, actriz frustrada que mantiene una doble relación, con Max, posesivo e hiperprotector y con Manel, guardia imputado por violencia. Además lleva a sus espaldas el caso de su novia Zombie, una drogadicta, mujer de un asesor presidencial, que le exige verla o dejarla según su conveniencia o la de su marido. Mala relación en la que, a pesar de saber que lleva las de perder, se mete hasta el fondo porque confunde atracción o pena con amor. Pero ya se sabe, el gobierno es intocable.

Esto es lo esencial de Carvalho, y el de Carlos Zanón no lo ha perdido; casi más que los casos que lleva entre manos importa la autopsia certera que realiza a la sociedad actual «Mantiene el menda una dignidad afectada, del tipo “nada de lo que dicen de mí es cierto y el tiempo me dará la razón”, muy habitual en políticos corruptos, banqueros a la defensiva y monarcas eméritos».

Una de las técnicas más oportunas para conseguir el pertinente análisis es el uso del monólogo interior cargado de intención crítica, «del que fui guardaespaldas mientras bajaba a pillar heroína a los negratas, perdón negros».

Las digresiones se introducen en los casos actuales para ponernos al día de su ausencia «Rechacé lo de Ámsterdam y acabé en Nueva York», al tiempo que recuerdan a una pintura de diferentes entornos en la que la documentación artística destaca sobre todo «Decían que Elvis en persona llamaba a Doc cuando alguna frase en alguna canción no le parecía adecuada». Casi siempre contienen un flujo de conciencia en segunda persona que se mezcla en la primera para, con efecto ambiguo, describir el estado del personaje y el del ambiente «todo el mundo grita por todo, así que no sabes qué está pasando hasta que ya no pasa nada o es demasiado tarde para evitar que pase».

El estilo es indudablemente ágil, a pesar o precisamente por las digresiones, sugerente, en donde la expresividad, siempre presente es a veces tierna, incluso cuando está revestida de una capa dura. De esta forma, mediante pinceladas sueltas define a los personajes, «La Briongos. Ahora no recuerdo si la he despedido o se ha marchado ella o ha sido una de las broncas de siempre con Biscúter […] chaleco antibalas de uno y otro».

La narración también cobra dinamismo cuando elide palabras, incluso frases, consiguiendo que quede lo más escueta posible, casi descriptiva, lo que unido al diálogo parece un guión cinematográfico «Carcajada. Aguanto el chaparrón. Hace que lee una noticia. Mira por debajo de su flequillo donde yo debo tener los ojos pero yo opto por evitarla. Son sus maneras de coquetear».

El realismo está presente de forma constante, las largas descripciones en las que se unen sin transición personas, tiendas, anuncios, despersonalizan a la sociedad; asimismo, en medio de tanto realismo las metáforas abandonan su sentido figurado y dan impresión de realidad «Una virgen pagana, en tres azules, hermosa hasta para cambiarse uno de religión, sale del Súper barato». Las comparaciones imposibles devienen en enumeraciones que concluyen de forma rotunda antes de dar paso a la crítica mordaz social, política o educativa «vejaciones, insultos, palizas, acoso por las redes, en los recreos, en las salas de gimnasio, tierra, mar y aire. Linchamiento y escarnio».

La dureza se vuelve más cruda cuando, en esta polifonía narrativa, la primera persona es tomada por otro personaje que además está muerto y, desde su más allá hace sentir aquí el dolor, la humillación, la angustia hasta que el lector empatiza y se da cuenta de que también le falta el aire. De hecho, las narraciones, a veces naturalistas, rozando lo esperpéntico por la inclemencia reinante, retratan a una sociedad de tercera en la que el personaje manifiesta su desprecio y rencor hacia quienes blanquean sus actos con grandes eventos o miran hacia sí mismos:

Estamos aquí esperando a un tío que mató a un desgraciado que atravesó todo el puto continente africano para vender mantas y mandar dinero a su puta tribu […] y tú me preguntas de qué modo puedes superar ese dolor tan grande que tu novia uruguaya te produce porque igual tiene un lío con otro tipo

Igualmente la mezcla de personas narrativas provoca un efecto hipnotizador en el lector; al pasar de la primera persona al narrador autodiegético consigue hacernos partícipes de lo que ocurre al tiempo que el protagonista adquiere mayor profundidad psicológica «Temo que ella haya llamado y temo que no lo haya hecho. ¿Cómo te encerraste en su mundo desquiciado?».

Y si el estilo es perfecto, no cabe duda de que el uso variado del lenguaje ayuda. Los términos poéticos catalanes, virolai, se unen a otros científicos, glucógeno, y a otros actuales pertenecientes a la informática, troles; incluso a veces los acrónimos están expuestos tal como se usan «con su PIN, su PUK y su santísima madre». En un mismo diálogo puede darse la mezcla de ambas lenguas, catalán y español (¿en un intento de certificar la convivencia?)

—Quina edat té?
—Muchos

Hay metonimias que recuerdan constantemente su soledad «me tienta acompañarme de algún crianza, pero hoy quiero anestesia rápida y escocesa». Y metáforas cosificadoras que inciden en su falta de ganas de existir «no soporto tanta profundidad. No sin estar macerado».

La falta de civismo queda perfectamente retratada en las metáforas animalizadoras y empequeñecedoras «unos cuantos semáforos que ni las manadas de turistas ni los indígenas respetan, como si […] los coches se convirtieran en inofensivas sillas de ruedas de lisiados». Por otro lado, las personificaciones aportan importancia a la ciudad como personaje «empieza a tiritar el alumbrado eléctrico». Y abundan las metáforas irónicas que devienen en nostálgicas «Saco mi viejo Focus color plateado con todas las estelas posibles de las columnas del parking».

Mediante elipsis agiliza el ritmo narrativo para recobrar su protagonismo con el estilo indirecto; todos los recursos son válidos si afianzan la importancia de la situación, incluso el polisíndeton con el que ralentiza la noche hasta que influye en el estado de ánimo del personaje «y me intercalo y me barajo entre un bar gay y otro bar menos gay y otro abiertamente no gay y en cada uno me meto un Ardbeg…».

La ironía cargada de crítica hacia determinados espacios televisivos se refuerza con neologismos populares «Es barricidio».

Y por supuesto el humor está presente en todas sus variedades, siempre escondiendo, o no, la crítica pertinente: El triste, que se refleja en metáforas esperpénticas «dice una de las mujeres pintarrajeada por su peor amiga del Imserso y vestida por la peor de EGB». El negro, con el que critica la falta de implicación social «debe estar poniendo multas en rotondas o lanzando a manteros por terraplenes». El irónico, del que se vale para retratar a un amigo «Su mujer se llama Josefina y es procuradora. Nunca he conocido a la tal Josefina. Igual es la Chica de la Curva». Humor en el empleo de conectores que advierten el cambio en la función de algunos establecimientos «Paso al lado del quiosco, abierto, donde se vende de todo, y también revistas y periódicos». Humor en los hipocorísticos, «Biscu», en los motes sugerentes «Jeremías de plastilina» y en los acortamientos «píllamelo en el Paqui». Humor en los diálogos con Biscúter pues consigue el efecto contrario que pretende, marcar el cariño que se tienen

—¿Le dijiste que cobramos primera visita?
—No. Me dio mucha pena. No paraba de llorar.
—Genial. El mes que viene te pagaré yo con lágrimas.

Sarcasmo para que no olvidemos quién es ni lo que piensa de la sociedad «...a la mitad de los catalanes que aún no se decidían a arrancarse de sus cuerpos la posesión diabólica que supone ser españoles con lo sucio, pobre y chillón que es ser español». Y humor al más puro estilo de los Hermanos Marx con el que se define a la perfección

—Y al parecer no tienes coartada
—No
—Vaya
—Estuve viendo el culebrón de TV3. Si eso te sirve
—Si cuando te juzguen somos independientes, sí
—Joder, Pepe
—¿Pepe?
—Ovidio es Pepe en latín

Y así, rodeado de humor, ironía, sarcasmo, nuestro Pepe Carvalho honra no sólo a Vázquez Montalbán en todo momento; otros escritores aparecen abiertamente, o a través de sus obras, como reconocimiento a la buena literatura: Galdós «galdosiano», Gabriel Celaya «un arma cargada de futuro», Baudelaire «hastío o esplín», Tomas Mann «mientras se me derrite el maquillaje bajo sol cubano», Marsé «la oscura historia de la prima Amelia» o Bécquer «poseerla después de abatirla […] encerrada ella en una torre».

Excelente novela, excelente Carvalho de otro excelente escritor.