viernes, 19 de enero de 2018

LA UTILIDAD DE LO INÚTIL


De nuevo estoy aquí agradeciendo uno de los regalos más preciados que pueden hacerse: un libro. En este caso lo reconozco doblemente, porque viene de la mano de José Antonio Artés, de quien tanto aprendo a diario, y porque me ha desvelado un autor nuevo para mí. No había leído nada de Nuccio Ordine y, de pronto, me encuentro ante un escrito, entre filosófico, literario y artístico en el que este filósofo italiano defiende un programa del todo novedoso en una sociedad que ampara, ante todo, la rapidez de actuación para obtener beneficios materiales, sin darse cuenta de que esto favorece la derrota del pensamiento.

Ordine declara, en La utilidad de lo inútil, sus principios respecto del sistema educativo europeo actual, pues, una vez leído este manifiesto, compruebo con estupor que el mal enfoque que se viene dando a la educación desde hace unos años no sólo es cosa de España.

Una vez más tomamos de otros países lo peor, en vez de fijarnos en lo que nos puede ayudar más. Pues sí, parece ser algo generalizado considerar inútiles la Filosofía, el Arte, las Humanidades; puede que por eso estén desapareciendo lentamente, de manera imperceptible en unos casos, en otros de forma descarada, de los institutos, sin tener en cuenta que estas materias son las que ayudan a ejercitar el pensamiento, a razonar, a no actuar a lo loco y, por lo tanto, a hacernos mejores personas.

Es muy difícil conseguir que los alumnos acudan contentos a las aulas porque normalmente se sienten presionados, por la nota, por las horas de estudio y trabajo, por algunos de sus compañeros con los que han de competir para obtener la mejor calificación si luego quieren entrar en una determinada facultad, por algunos profesores que fomentan esta actitud y enfoque de la vida… Es difícil, pero hemos de intentar que acepten el estudio, el trabajo, el pensamiento, totalmente convencidos de que esto, a la larga, hará que mejoren.

Y está claro que si mejoramos como individuos, la sociedad también lo hará. Es evidente que si una comunidad está formada en su mayoría por gente buena será menos corrupta ¡Y habremos dado un paso gigantesco!

Esto pensamiento no es algo mío exclusivamente, más hombres y mujeres de lo que creemos son de la misma opinión, pero los profesores debemos atenernos al sistema, a lo que nos ordenan, y vemos, destrozados, cómo se pierden horas de literatura, de educación artística, de filosofía, de latín, de griego… Sí, estamos destrozados, pero no nos rebelamos, porque el estado está consiguiendo que nos dejemos llevar, que no nos paremos a pensar en las consecuencias de nuestros actos; lo que importa es hacer, y hacerlo con rapidez para obtener beneficios inmediatos. El estado está consiguiendo que los profesores seamos cada vez más burócratas y menos educadores. Hoy hemos de rellenar impresos para todo y utilizamos un tiempo precioso en eso en vez de dedicarlo a hablar con los alumnos, a pensar en cómo vamos a enfocar una materia; porque ya está todo pensado, sólo hemos de verter a los chicos lo que nos han preparado para que cuadren las expectativas, los porcentajes, los objetivos propuestos por gente que no está realmente en las aulas y no conoce a los alumnos ni sus reacciones.

Estamos creando una generación (o generaciones) competitiva, nerviosa, deprimida (nunca he visto a tanto niño y adolescente en consultas psiquiátricas y psicológicas; nunca tantos se lamentaron de la vida que les ha tocado en suerte y, realmente nunca tantos han vivido mejor) ¿Qué ocurre? ¿Dónde está el problema?

Puede que no sea uno solo, que existan varios problemas a la vez, pero Nuccio Ordine abre los ojos a la sociedad que considera inútil todo el estudio de las Humanidades porque no da resultados efectivos «en efecto, un martillo vale más que una sinfonía, un cuchillo más que una poesía […] porque resulta cada vez más difícil entender para qué pueden servir la música, la literatura o el arte»; y abre los ojos porque nos recuerda a una serie de autores que proclamaron que no se puede separar el saber humanístico del saber científico porque todo es conocimiento, y por lo tanto aprendizaje y reflexión: «Ya Sócrates lo había explicado a Agatón, cuando en El Banquete se opone a la idea de que el conocimiento pueda transmitirse mecánicamente de un ser a otro como el agua que fluye a través de un hilo de lana desde un recipiente lleno a otro vacío». El premio Nobel Ilya Prigogine ve desafortunada «la parcelación y la ultraespecialización de conocimientos». Óscar Wilde también lo proclama en un verso «le superflu, chose très necésaire». Ionesco afirma que el arte «debe servir para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya». Ordine reflexiona sobre esta paradoja y se da cuenta de que cuando prevalece la barbarie ésta «se ensaña no sólo con los seres humanos sino también con las bibliotecas y las obras de arte» y es que lo grandioso desaparece cuando el ser humano toca fondo, como advirtió Cicerón «si saqueas el erario […] entonces dime, ¿significa esto que te encuentras en la mayor abundancia de bienes o que careces de ellos» Calvino ratifica que «los clásicos sirven para entender quiénes somos y adónde hemos llegado» es decir, «se han de leer porque “sirven” para algo».

Asimismo, a lo largo de la Historia, diferentes autores literarios han atestiguado las ventajas del pensamiento y la imaginación: Víctor Hugo «¡Oh, utilidad increíble de lo inútil!», David Foster «certificas el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuesta ver y las más difíciles de explicar»; en García Márquez encontramos «la fecunda inutilidad de la literatura», y Dante arremete contra los que utilizan las letras sólo para enriquecerse, «no deben llamarse letrados […] de la misma manera que no debe ser llamado citarista quien tiene la cítara en casa para prestarla a cambio de dinero y no para usarla tocando». En Utopía de Tomás Moro aparece una crítica a la realidad cuando «los isleños detestan el oro a tal punto que lo destinan a la fabricación de orinales […] mientras comen y beben en platos y copas de arcilla […] sin valor alguno». En La isla del tesoro de Stevenson, el protagonista, una vez encuentra la fortuna, muestra una total indiferencia por las monedas «se entretiene en catalogarlas, fascinado por la variedad de caras […] y extrañeza de dibujos grabados». Pues todo tiene su base en los clásicos, los primeros que se dieron cuenta de que en el mundo «debe rebasarse la corteza para descubrir, tras la apariencia, la verdadera esencia de las cosas».

Ordine nos detalla a diferentes autores y escritos para hacernos ver que si renunciamos a querer saber por el mero gusto de saber seremos esclavos, ya que estaremos limitados a lo que alguien decida por nosotros. Estamos en el siglo XXI, hemos de luchar por la libertad y para ser plenamente libres hemos de olvidar, en la medida de lo posible, el tiempo.

A veces asusta, a mí al menos, ver el ritmo acelerado que tomamos, y el mucho esfuerzo que dedicamos a cosas que realmente no son tan importantes, pero que nos proporcionan un efecto inmediato: salones de belleza de los que salimos estupendas y jovencísimas, gimnasios maravillosos que nos aportan una forma física envidiable, horas en el nutricionista para que tengamos un cuerpo de veinte años —de forma infinita—… sin reflexionar que muchos de esos elementos o situaciones son evidentes y los podemos adquirir mediante el sentido común y otros, también evidentes, que debemos aceptar; no nos conformamos con cosas superficiales y luchamos hasta quedar exhaustos por cambiarlas mientras que no dedicamos ni la décima parte a lo verdaderamente importante Pero lo que más me preocupa es que volcamos nuestras inseguridades, nuestros nervios en los niños, abrumándolos con clases, talleres, academias en las que pasarán toda la tarde después de haber permanecido, durante la mañana, en el colegio, sin recapitular que con quien más aprenden es con sus padres, dialogando, comentando cuentos, dibujando, ejercitando la imaginación mientras se sienten queridos, protegidos por quienes deben. En fin, esta observación, aunque es mía es sólo eco de lo que ya afirmaron en su día Platón o Sócrates, al subrayar la necesidad de que la enseñanza no haga «compulsiva la forma de la instrucción» porque «el hombre libre no debe aprender ninguna disciplina a la manera del esclavo».

¿Por qué para Kant «el gusto por lo bello es desinteresado» y Ovidio atestigua que, mediante las artes, «consigo olvidarme de mi desgracia»? ¿Por qué Recanati en el siglo XVII trabajaba en una «Enciclopedia de los conocimientos inútiles» que no llegó a materializarse? ¿Por qué para Gautier «todo lo que es útil es feo, como las letrinas»?

Otros escritores, humanistas, científicos pueblan las páginas de este manifiesto de Nuccio Ordine, quien llega a la conclusión de que lo verdaderamente útil es el conocimiento, saber apreciar la obra de arte, saber apreciar la naturaleza, saber apreciar lo bueno del ser humano; y es lo verdaderamente útil porque es lo único que al darlo no nos empobrece sino todo los contrario, nos hace más ricos.

Pero para llegar ahí se ha de trabajar de forma constante, sin prisa pero sin pausa, sin pretender resultados inmediatos tal y como proclama la sociedad actual.


A todos los que trabajan por una sociedad más rica ¡Gracias!

lunes, 8 de enero de 2018

MI QUERIDO ASESINO EN SERIE



A estas alturas escribir sobre Alicia Giménez Bartlett no tiene sentido puesto que ya lo hemos hecho en alguna entrada en el blog. Por supuesto, si la protagonista es Petra Delicado, da la impresión de que, yo, al menos, tengo poco nuevo que decir. Si habéis leído las reseñas sobre Crímenes que no olvidaré y Mensajeros de la oscuridad sabréis que me encanta.

Así pues, para finalizar las vacaciones pensé en Mi querido asesino en serie, pues el estilo de Giménez Bartlett es ágil, los diálogos son bastante realistas y los casos interesantes. No pensaba tomar notas, pues no lo iba a reseñar en Aurisecular, sólo quería leerlo pasando alguna mañana agradable.

Imposible. Aunque parezca increíble, la autora me sigue sorprendiendo, se está convirtiendo en uno de mis ídolos, y la protagonista me cautiva cada vez más, es ya mi referente femenino actual; tengo tanta empatía hacia ella que, a veces, me comparo y me veo igualita (lógicamente ése es un deseo, porque aunque es cierto que coincido con ella en bastantes pensamientos, su forma de enfrentarse a la vida está algo lejos de como yo lo hago. Pero sí, me gustaría ser de mayor, si no fuera porque ya llego algo tarde, como Petra).

Así que aquí estoy, dispuesta a recomendar fervientemente la novela porque, en Mi querido asesino en serie, nada es lo que parece en un principio. Hasta la última página estamos con la intriga, con el alma en vilo para ver la resolución del caso y la disposición en la que quedan los protagonistas. Porque en esta ocasión, qué oportuna por otro lado, la Policía Nacional debe colaborar con los Mossos d’Escuadra, algo que no sienta demasiado bien a nuestra inspectora, mucho menos cuando el inspector que se les une es bastante más joven que ella y queda al mando. A Petra le sienta mal que ocupen su puesto, aunque a ella no se lo parezca en un principio, pero para eso tiene a su lado al subinspector Garzón, que actúa, con todo el cariño del mundo, de conciencia de Petra para recordarle cuándo no tienen sentido sus enfados, cuándo no está cuidándose lo suficiente y cuándo debe descansar para que siga rindiendo con eficiencia.

Indudablemente esta relación entre ambos es lo mejor, parece que con el tiempo se haya ido afianzando más, si cabe, y funcionen como una familia. Siempre desde el respeto pero entre ellos no hay limitaciones jerárquicas, si tienen que felicitarse lo hacen y si deben insultarse, también; esto genera un ambiente distendido, cargado de momentos humorísticos que relajan, como en la vida real, la tensión a la que se ven sometidos por los crímenes que deben solucionar. Petra y Garzón son los que aportan a la novela el encanto necesario para que el lector quede seducido ante ellos; son imprescindibles porque son reales, en pocos momentos aparece en ellos la corrección política, y cuando el trabajo está más relajado, son capaces de escabullirse por cuestiones personales «de repente un buen día, frente al espejo, percibes que te han caído encima un montón de años […] ¿Alguien me había lanzado un conjuro […]? Puestos a ser supersticiosos, me decanté por el Génesis, con mucha más tradición y categoría que el mal de ojo […] Le pediría a Garzón que me solapara un rato mientras yo intentaba insuflar cierto orden en el caos de mi aspecto». Petra tampoco tiene reparos en mentir al jefe: «—¿Algún tipo de excusa que quiera darme? […] —Era mi ginecólogo […] Bajó los ojos con actitud mixta […] El tabú de la mujer como ente ginecológico había funcionado, nunca suele fallar». Y la inspectora no se muerde la lengua casi nunca, de hecho aunque lo haga, su pensamiento queda expuesto mediante la primera persona «Lo que se entiende por “equipo” deviene normalmente en varias personas que se matan entre sí por destacar […] no te digo nada si el equipo está formado por individuos que vienen de distintos cuerpos policiales» Así que ante un asesinato, a Petra no le hace gracia colaborar con la policía autonómica. Por su parte el nuevo integrante, el mosso Roberto Fraile, queda en un principio alarmado por el trato que se dan sus actuales compañeros de la Nacional. El mismo efecto surte su comportamiento en la inspectora Delicado y el subinspector Garzón, así que entre los tres partirán con algún tipo de desasosiego para resolver un caso particularmente grave en el que no cabe duda de que el ensañamiento es la clave, «yacía una mujer. Tenía la cara destrozada. Llevaba un pijama cuya parte superior estaba arremangada alrededor de los pechos. Los pantalones le enmarcaban el vientre desnudo, cuajado de marcas que parecían profundos cortes». Cada uno se enfrenta a los hechos de diferente forma. Garzón, no cabe duda, es el intermediario «No le dé tanta caña a este chico, Petra. Seguro que es buen tío» Fraile es incansable, en un principio parece debido a su juventud «Estaremos en su despacho, si a usted le parece bien —¡Adelante, adelante, Roberto, siéntase como en su casa! Iré en cuanto pueda» Y Petra, madura, analiza la sociedad actual con una clarividencia precisa: «Como influir en lo realmente importante nos está vedado, ponemos toda nuestra pasión en las chorradas. Ya nadie se plantea rebelarse […] Pero cuidamos compulsivamente nuestra salud, nos desesperamos por ser eficientes en nuestro trabajo […] desviamos la atención hacia lo superfluo.»

Lógicamente el tema principal de la novela es la resolución de los asesinatos cometidos, sin embargo hay otros subtemas que hacen de la narración algo totalmente interesante, bien por los pensamientos de Petra sobre la sociedad actual, bien porque, al tratarse de mujeres asesinadas, aparece retratado con bastante acierto el perfil de la mujer sola, madura, capaz de aguantar su soledad rodeada de otras en condiciones parecidas; algo diferente al hombre solo que, por regla general, no forma grupos de hombres en sus mismas circunstancias sino que necesita a una mujer a su lado. ¿Machismo? Puede ser pero esto confirma que nos encontramos en una sociedad machista porque siempre, en rasgos generales, es cierto

Encontramos otro subtema de total actualidad, el racismo en la sociedad española; tan avanzados y justos que nos creemos y, sin embargo, no opinan lo mismo aquéllos que vienen de fuera por obligación «me acuerdo de él porque a mi bar no vienen muchos españoles. Somos pueblos hermanos, españoles e hispanos, pero debe ser en la distancia, porque cuando los hispanos venimos a la madre patria para trabajar parece que la familia no está tan unida».

Asimismo aparece, desde el humor, una crítica al infantilismo social, a la falta de independencia en las personas que necesitamos un guía para todo, de ahí que el país, los países, se vayan amansando, vayan perdiendo su personalidad y se vayan creando sociedades pobladas por pusilánimes.

—Seré antiguo pero tengo sentido común. Esta sociedad es una mierda. Parece que la gente necesite de los servicios profesionales para todo, ya nadie es capaz de pensar ni sentir por sí mismo.
—¡Por Dios, Garzón, cómase un chorizo que calme su ansiedad!

Otro subtema que aparece con gran ironía humorística es el empleo del vocabulario que hacen las sociedades modernas, tanto mediante eufemismos para no herir sensibilidades, como a través de expresiones diferentes para conceder una importancia desmesurada a algo o a alguien y al mismo tiempo acallar conciencias «no era jefa de personal sino de recursos humanos, y eso se debía a que en las empresas ya no trabaja el personal sino las personas […] Estuve a punto de aplaudir. A lo mejor gracias a aquellos cambios sustanciales en el vocabulario los ejecutivos de la empresa conseguían una candidatura al Nobel de la Paz».

Con menos ironía, pero mucho cariño, Alicia Giménez expone el problema familiar que surge cuando uno de los cónyuges tiene un trabajo que no le permite estar en casa todo lo que le gustaría, que no le permite un horario fijo y que el estrés es el predominante en el mismo debido a que el paso del tiempo es crucial para resolver o no los casos que se presentan. Problemas que suelen devenir en el fracaso de la pareja real pero, afortunadamente, no en la novela; Petra tiene por compañero a alguien envidiable, que la acepta como es aunque a veces se enfade.

—Curiosamente eres vehemente en tu vida profesional y racional en tu vida. Quizá convendría que fuera al revés.
[…]
¡Al carajo! exclamé para mis adentros. Apuré el whisky y me metí en la cama, tan fresca como una rosa primaveral

Petra no se permite rastro alguno de debilidad ante nadie, pues se da cuenta de que, sobre todo a las mujeres débiles se las tacha de apocadas, y ella no está dispuesta a ser noqueada por nadie.

Otro de los subtemas más entrañables es que, si se quiere, el ser humano puede franquear todas las barreras que impiden la comunicación, el buen entendimiento e incluso el cariño, de ahí que poco a poco Roberto y Petra vayan aclarando malentendidos, acercando posturas; dos polos opuestos, en un principio, en todo: generación, sexo, modales, forma de trabajar, forma de vivir, prioridades, consiguen aceptarse hasta llegar a la amistad

—…Roberto está intentando hacerla participar en lo más íntimo de su vida.
—¡Afortunadamente no me ha invitado a estar presente en su ducha matinal!
—¡No sea bruta! Se siente en deuda con usted […] no todo el mundo es tan silvestre como usted suele serlo

Y por supuesto no debemos olvidar el tema de los esquizofrénicos, el dolor que supone tanto para ellos como para sus familiares, las reacciones que van provocando , desde la pena por el enfermo hasta la rabia, la soledad y la desolación del que vive una situación traumática, pasando por la impotencia de quienes se sienten apegados tanto al enfermo como al tutor o responsable del afectado

—¿Qué puedo esperar yo de la vida? Dígame. No tengo mujer pero no soy viudo. Si alguna vez me olvido de todo y me siento feliz, enseguida me asalta su imagen.

Y entre esos subtemas vamos asistiendo paso a paso a la resolución de varios crímenes, ya que cuando parece que las pesquisas para atrapar al culpable van por buen camino aparece otra mujer asesinada de la misma forma, que no tiene nada que ver con la anterior. Esto hace que el cansancio se vaya acumulando en ellos, si bien al principio no en todos «descubrí a un Garzón que parecía Drácula volviendo de una juerga sangrienta. Contrariamente, Roberto Fraile tomaba notas sin parar…», al final el ánimo queda equilibrado

—¡Coño con el mosso d’escuadra! ¡Vaya mala leche que se gasta! ¡La está machacando a conciencia!
—Lo está haciendo muy bien, esa mujer miente.

Si el lenguaje destaca por el humor, negro a veces, bastante salvaje otras, en ocasiones aparece una ironía esplendorosa «—Joder, inspectora, cuando la miro es como si viera un puercoespín en un campo de cactus!». Asimismo las comparaciones son bastante acertadas «Salimos los tres a toda máquina como tres vampiros que hubieran visto un ajo». De igual manera, aun en las situaciones más realistas y siniestras, no desaparece el punto de vista humorístico, todo vale con tal de hacer más llevadero el trabajo «Aquel cadáver […] era efectivamente el de Berlamina Mendizábal […] tenía una hermana […] se llamaba Emérita. Algo ya sabíamos antes de empezar con las pesquisas: los padres de las Mendizábal no tenían piedad a la hora de poner nombres a sus hijas.».

Y por supuesto las situaciones más cotidianas también hacen gala de un humor que sirve para ensalzar a la policía, desde el momento en que echa por tierra determinados clichés y la acerca a seres humanos

—…he dejado este detalle golfo para el final.
[…]
Yo estaba más animada que sorprendida, pero Fraile no salía de su estupefacción.
[…]
—¡Madre de Dios, alcohol en la comisaría!

Poco a poco, entre risas y sonrisas, la autora nos va llevando por donde quiere, vamos cambiando de opinión como Petra, Garzón y Roberto y, con la misma ansiedad que aparece al comienzo de la novela, llegamos a la última página, sintiéndonos satisfechos por la labor bien hecha, la de Petra y su equipo y la de Giménez Bartlett y su caso, lamentando, si acaso, que Roberto Fraile no siga con ellos pues llegan a ser un trío imparable.

¡Fabulosa!