martes, 7 de abril de 2020

SOLENOIDE



Casi ochocientas páginas después de haber empezado esta novela, de letra pequeña además y con poco margen para escribir mis llamadas, he terminado, por fin, de leerla. Digo por fin, no porque me aburriese sino porque tengo tantas anotaciones que no sé por dónde empezar.

Solenoide es la autobiografía ficticia, imagino, de Mircea Cărtărescu. Confesiones de lo que le ocurre en una vida externa bastante anodina, frente a lo que vive en su interior; experiencias alucinantes en las que despliega la angustia que siente en una sociedad miserable, la sátira con la que golpea a una política ineficaz, lo onírico que puebla su subconsciente de miedo y terror ante su propia inseguridad, lo posmoderno que niega una verdad absoluta, el esperpento con que degrada a unos seres hipócritas y despiadados, el expresionismo con el que ataca al materialismo, a partir de elementos surrealistas, simbólicos, con los que explora sus emociones hasta que descubre la fuerza con la que afrontar un futuro esperanzador.

Pero Solenoide es también un tratado de escritura. Términos coloquiales confluyen con otros propios de la biología, las matemáticas, la física, la astrología, la literatura, y nos obligan a ir al diccionario una y otra vez hasta que nos damos cuenta, como el protagonista, de nuestras múltiples carencias «músculos piloerectores, revelación feérica, billones de creodas, sistema kárstico, sarcopto, rozagantes mejillas, anfitriones heteróclitos, enorme palma de agromegálico, sucesión teratológica, teseracto de ceniza, estatua criselefantina, carne hialina…».

El protagonista escribe un diario en el que confiesa ser un escritor frustrado. Su poema La caída refleja con humor negro lo que supuso su entrada en la literatura. Así pues se dedica a la enseñanza en un colegio de Bucarest, al que acude, como casi todos sus compañeros, de forma mecánica, sin ninguna motivación. Esta frustración no es nueva, lo acompaña desde la infancia, etapa asociada al miedo y la soledad, a enfermedad y privaciones. Los recuerdos difuminan la realidad hasta que su verdadera vivencia aparece en los sueños, en alucinaciones que lo atrapan y consiguen envolver al lector hasta que se siente partícipe de esas obsesiones. Leyendo los sueños del protagonista recordamos nuestras pesadillas olvidadas, la inseguridad que nos acompañaba, el miedo a la soledad, a la marginalidad existencial y, por lo tanto, al hastío, «Mi vida tiene un único eje que va de mi casa a la escuela, tal y como los que se han roto la columna vertebral viven encerrados en un corsé de escayola».

La realidad no es natural, todo depende de las emociones, de cómo podamos hacerle frente según el momento; los sentimientos cambian y abarrotan la mente, se superponen hasta crear un caos ordenado que no es verdadero, es independiente de la realidad mostrada. No hay una verdad absoluta sino la que hemos afrontado según el punto de vista. «Yo también me compré un cubo de Rubik […] lo dejé así, resuelto desde el primer momento, con una superficie perfecta, pero no podía evitar pensar en el trágico desorden de las caras ocultas en su interior».

En este caos que puebla nuestra mente, el lenguaje es la base de todo; influye en el pensamiento hasta crear una realidad, tan alejada a veces de la verdad, que tenemos la impresión de vivir en un realismo mágico «La niña pelirroja transformó de repente aquella pobre ciudad de provincias en una ciudad luminosa […] hasta que, de padre desconocido dio a luz a Ortansa. Y Ortansa se convirtió en una joven dos veces más maravillosa que su madre. Porque el tiempo pasaba a la velocidad de los grandes huracanes».

La mente es el lugar donde vivimos realmente, en ella se mezclan lo vivido y lo imaginado; las pesadillas se funden no solo en los sueños sino, sobre todo, en la realidad, hasta que consiguen deformarla consecuentemente. Lugar donde los personajes despiadados sufren una degradación esperpéntica. Lugar que constituye una lección moral para los que asistimos de lejos a esa amalgama imposible de formas humanas y animales «el camarada director Borcescu […] su cara está repleta de unas manchas rosas y otras más oscuras que la gruesa capa de maquillaje solo consigue resaltar […] ahora es un lagarto hipnótico con la piel del rostro estirada».

Creo que, los múltiples temas que trata, políticos, religiosos, artísticos, económicos, pueden englobarse en dos grandes ideas: la existencia vacía, o el miedo que experimentamos ante ella, y la búsqueda constante de otra que valga la pena.

La existencia vacía es la que llevamos al rodearnos de gente cruel, como la profesora de Historia, la señora Rădulescu, gente indiferente como la mayoría de profesores del colegio «mujeres que tejen eternamente macramés», gente envidiosa que solo ansía lo de quienes consideran rivales «Ganan lo mismo que nosotros, que nos quedamos ciegos de tanto corregir», gente racista y cobarde que se cree mejor que los demás«¡y ya está! El anillo había desaparecido en el bolsillo del gitano…», gente sin aspiraciones, por lo que se someten a organizaciones sectarias que prometen imposibles, y exigen a los demás los mismos absurdos que ellos no pueden conseguir «¡Abajo los accidentes!, ¡No a la agonía! ¡Abajo la infelicidad! ¡Basta de dolor en el trigémino!», personas hastiadas, oprimidas, agobiadas por el quehacer rutinario. Olvidan que sentirse realizadas es lo más importante de la existencia, personas que, en el fondo, son débiles puesto que viven una vida gastada «su voz brotaba llena de ceniza, de una laringe con las cuerdas vocales quemadas».

El protagonista también vive en ese vacío; sus miedos son constantes, se siente frustrado, incapaz, inseguro, continuamente vigilado por sus padres, sus cuidadores, sus compañeros. Esta presión desemboca en una percepción deformada, sobrenatural, que se alimenta de imágenes oníricas. Los sueños recurrentes son un catálogo de sus angustias: el miedo a no cumplir las expectativas que se tienen de él se transforma en llegar tarde (en los sueños) a sus clases; perderse por los pasillos de la escuela denota el desasosiego ante situaciones que no va a poder controlar. La importancia que supone la opinión que de él tienen los demás se refleja en el visitador de sus sueños, aquél que observa mientras el protagonista queda aterrado ante un posible sufrimiento. La insatisfacción personal también es evidente en las imágenes surrealistas en las que pierde los dientes de manera traumática. Este descontento se transforma en terror al fracaso como parte de la Humanidad, cuando su realidad existencial se diluye en la verdad del compañero gitano, con la que obliga al lector a reflexionar sobre la posibilidad de asimilar la existencia de la que formamos parte.

Cărtărescu nos hace ver que nuestro mundo es una decadencia, reflejo de nuestro propio cuerpo decadente; por eso el protagonista-autor está en búsqueda continua de lo que realmente vale la pena. El color verde, símbolo de cambio, adquiere una importancia fundamental. Todo lo que lo rodea es verde; como un consciente Gregor Samsa está predispuesto al cambio, a la metamorfosis porque, al contrario que el personaje de Kafka, él anhela la vida, la energía, aunque llevado por un determinismo absoluto se vea atrapado en la persecución y la toxicidad, «aquel ser frágil y verdoso era evidentemente una enana […] me contemplaba y sonreía sardónica […] que quería ser benévola, pero que solo conseguía resultar grotesca».

La angustia ante la pérdida constante lo acompaña desde la infancia, por eso guarda sus dientes de leche, el cordón que lo unía a su madre, su pelo largo de niña, la mala salud… él mismo se desvanece al morir su gemelo y al fracasar como escritor; nadie lo recordará. Cuando se da cuenta de que solo puede liberarse del horror si renace, es cuando toma conciencia del poder que como nuevo ser humano es capaz de transmitir. Solo nos salvaremos de la mezquindad a través del amor puro que sentimos por un niño «Y de repente sentí amor, sexual y cerebral al mismo tiempo […] el amor que está por encima de la fe y la esperanza».

2 comentarios:

  1. Tanto la reseña como el libro, por lo que cuentas de el, me parecen impresionantes. ¿Estamos ante un nuevo clásico moderno?. Ya lo he añadido a mi interminable lista.

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  2. ¡Hola David!
    Es algo nuevo, es como leer una novela dentro de un diario y todo dentro de un ensayo, o al revés. El estilo mezcla también lo costumbrista, el naturalismo, surrealismo, expresionismo, posmodernismo y literatura mutante. Es una obra de arte, pero dependiendo de tu ánimo ahora mismo, puedes dejarla para cuando podamos salir a la calle.
    ¡Gracias por pasarte por aquí! ¡Seguimos leyendo!

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