Casi
ochocientas páginas después de haber empezado esta novela, de letra pequeña
además y con poco margen para escribir mis llamadas, he terminado, por fin, de
leerla. Digo por fin, no porque me aburriese sino porque tengo tantas
anotaciones que no sé por dónde empezar.
Solenoide es la autobiografía ficticia,
imagino, de Mircea Cărtărescu. Confesiones
de lo que le ocurre en una vida externa bastante anodina, frente a lo que vive
en su interior; experiencias alucinantes en las que despliega la angustia que
siente en una sociedad miserable, la sátira con la que golpea a una política
ineficaz, lo onírico que puebla su subconsciente de miedo y terror ante su
propia inseguridad, lo posmoderno que niega una verdad absoluta, el esperpento
con que degrada a unos seres hipócritas y despiadados, el expresionismo con el
que ataca al materialismo, a partir de elementos surrealistas, simbólicos, con
los que explora sus emociones hasta que descubre la fuerza con la que afrontar
un futuro esperanzador.
Pero
Solenoide es también un tratado de
escritura. Términos coloquiales confluyen con otros propios de la biología, las
matemáticas, la física, la astrología, la literatura, y nos obligan a ir al
diccionario una y otra vez hasta que nos damos cuenta, como el protagonista, de
nuestras múltiples carencias «músculos
piloerectores, revelación feérica, billones de creodas, sistema kárstico,
sarcopto, rozagantes mejillas, anfitriones heteróclitos, enorme palma de
agromegálico, sucesión teratológica, teseracto de ceniza, estatua
criselefantina, carne hialina…».
El
protagonista escribe un diario en el que confiesa ser un escritor frustrado. Su
poema La caída refleja con humor
negro lo que supuso su entrada en la literatura. Así pues se dedica a la
enseñanza en un colegio de Bucarest, al que acude, como casi todos sus
compañeros, de forma mecánica, sin ninguna motivación. Esta frustración no es
nueva, lo acompaña desde la infancia, etapa asociada al miedo y la soledad, a
enfermedad y privaciones. Los recuerdos difuminan la realidad hasta que su
verdadera vivencia aparece en los sueños, en alucinaciones que lo atrapan y
consiguen envolver al lector hasta que se siente partícipe de esas obsesiones.
Leyendo los sueños del protagonista recordamos nuestras pesadillas olvidadas,
la inseguridad que nos acompañaba, el miedo a la soledad, a la marginalidad
existencial y, por lo tanto, al hastío, «Mi
vida tiene un único eje que va de mi casa a la escuela, tal y como los que se
han roto la columna vertebral viven encerrados en un corsé de escayola».
La
realidad no es natural, todo depende de las emociones, de cómo podamos hacerle
frente según el momento; los sentimientos cambian y abarrotan la mente, se
superponen hasta crear un caos ordenado que no es verdadero, es independiente
de la realidad mostrada. No hay una verdad absoluta sino la que hemos afrontado
según el punto de vista. «Yo también me
compré un cubo de Rubik […] lo dejé así, resuelto desde el primer momento, con
una superficie perfecta, pero no podía evitar pensar en el trágico desorden de
las caras ocultas en su interior».
En
este caos que puebla nuestra mente, el lenguaje es la base de todo; influye en
el pensamiento hasta crear una realidad, tan alejada a veces de la verdad, que
tenemos la impresión de vivir en un realismo mágico «La niña pelirroja transformó de repente aquella pobre ciudad de
provincias en una ciudad luminosa […] hasta que, de padre desconocido dio a luz
a Ortansa. Y Ortansa se convirtió en una joven dos veces más maravillosa que su
madre. Porque el tiempo pasaba a la velocidad de los grandes huracanes».
La
mente es el lugar donde vivimos realmente, en ella se mezclan lo vivido y lo
imaginado; las pesadillas se funden no solo en los sueños sino, sobre todo, en
la realidad, hasta que consiguen deformarla consecuentemente. Lugar donde los
personajes despiadados sufren una degradación esperpéntica. Lugar que
constituye una lección moral para los que asistimos de lejos a esa amalgama
imposible de formas humanas y animales «el
camarada director Borcescu […] su cara está repleta de unas manchas rosas y
otras más oscuras que la gruesa capa de maquillaje solo consigue resaltar […]
ahora es un lagarto hipnótico con la piel del rostro estirada».
Creo
que, los múltiples temas que trata, políticos, religiosos, artísticos, económicos,
pueden englobarse en dos grandes ideas: la existencia vacía, o el miedo que
experimentamos ante ella, y la búsqueda constante de otra que valga la pena.
La
existencia vacía es la que llevamos al rodearnos de gente cruel, como la
profesora de Historia, la señora Rădulescu, gente indiferente como la mayoría
de profesores del colegio «mujeres que
tejen eternamente macramés», gente envidiosa que solo ansía lo de quienes
consideran rivales «Ganan lo mismo que
nosotros, que nos quedamos ciegos de tanto corregir», gente racista y
cobarde que se cree mejor que los demás«¡y
ya está! El anillo había desaparecido en el bolsillo del gitano…», gente
sin aspiraciones, por lo que se someten a organizaciones sectarias que prometen
imposibles, y exigen a los demás los mismos absurdos que ellos no pueden
conseguir «¡Abajo los accidentes!, ¡No a
la agonía! ¡Abajo la infelicidad! ¡Basta de dolor en el trigémino!»,
personas hastiadas, oprimidas, agobiadas por el quehacer rutinario. Olvidan que
sentirse realizadas es lo más importante de la existencia, personas que, en el
fondo, son débiles puesto que viven una vida gastada «su voz brotaba llena de ceniza, de una laringe con las cuerdas vocales
quemadas».
El
protagonista también vive en ese vacío; sus miedos son constantes, se siente
frustrado, incapaz, inseguro, continuamente vigilado por sus padres, sus
cuidadores, sus compañeros. Esta presión desemboca en una percepción deformada,
sobrenatural, que se alimenta de imágenes oníricas. Los sueños recurrentes son
un catálogo de sus angustias: el miedo a no cumplir las expectativas que se
tienen de él se transforma en llegar tarde (en los sueños) a sus clases;
perderse por los pasillos de la escuela denota el desasosiego ante situaciones
que no va a poder controlar. La importancia que supone la opinión que de él tienen
los demás se refleja en el visitador de sus sueños, aquél que observa mientras
el protagonista queda aterrado ante un posible sufrimiento. La insatisfacción
personal también es evidente en las imágenes surrealistas en las que pierde los
dientes de manera traumática. Este descontento se transforma en terror al
fracaso como parte de la Humanidad, cuando su realidad existencial se diluye en
la verdad del compañero gitano, con la que obliga al lector a reflexionar sobre
la posibilidad de asimilar la existencia de la que formamos parte.
Cărtărescu
nos hace ver que nuestro mundo es una decadencia, reflejo de nuestro propio
cuerpo decadente; por eso el protagonista-autor está en búsqueda continua de lo
que realmente vale la pena. El color verde, símbolo de cambio, adquiere una
importancia fundamental. Todo lo que lo rodea es verde; como un consciente
Gregor Samsa está predispuesto al cambio, a la metamorfosis porque, al
contrario que el personaje de Kafka, él anhela la vida, la energía, aunque
llevado por un determinismo absoluto se vea atrapado en la persecución y la
toxicidad, «aquel ser frágil y verdoso
era evidentemente una enana […] me contemplaba y sonreía sardónica […] que
quería ser benévola, pero que solo conseguía resultar grotesca».
La angustia
ante la pérdida constante lo acompaña desde la infancia, por eso guarda sus
dientes de leche, el cordón que lo unía a su madre, su pelo largo de niña, la
mala salud… él mismo se desvanece al morir su gemelo y al fracasar como
escritor; nadie lo recordará. Cuando se da cuenta de que solo puede liberarse
del horror si renace, es cuando toma conciencia del poder que como nuevo ser
humano es capaz de transmitir. Solo nos salvaremos de la mezquindad a través
del amor puro que sentimos por un niño «Y
de repente sentí amor, sexual y cerebral al mismo tiempo […] el amor que está
por encima de la fe y la esperanza».
Tanto la reseña como el libro, por lo que cuentas de el, me parecen impresionantes. ¿Estamos ante un nuevo clásico moderno?. Ya lo he añadido a mi interminable lista.
ResponderEliminar¡Hola David!
ResponderEliminarEs algo nuevo, es como leer una novela dentro de un diario y todo dentro de un ensayo, o al revés. El estilo mezcla también lo costumbrista, el naturalismo, surrealismo, expresionismo, posmodernismo y literatura mutante. Es una obra de arte, pero dependiendo de tu ánimo ahora mismo, puedes dejarla para cuando podamos salir a la calle.
¡Gracias por pasarte por aquí! ¡Seguimos leyendo!