Estaba deseando
terminar La cena, creo que no he entendido bien el objetivo de Herman
Koch al escribirla. La estructura está bien pensada. Todo se desarrolla durante
una cena en un restaurante de lujo de Holanda. Así pues se divide en cinco
partes: Aperitivo, Entrantes, Segundo, Postres y Digestivo, más la Propina
(esto no es ironía, o sí), en las que los lectores nos vamos enterando de la
vida de dos familias de clase media-alta, o al menos de los sucesos más
relevantes de su vida.

Michel, digno hijo de
su padre, heredero de ese gen maligno, continúa asimismo su trayectoria aunque,
como es obvio, profundiza más; no hay nada como tener un buen maestro. Así
pues, este adolescente llega a la tortura y asesinato… ¿Tampoco se investiga
nada?
¿Qué pretende Herman
Koch? ¿Hacernos creer que es fácil salir indemne de situaciones violentas en
las que es posible atentar contra el vecino (una y otra vez) y seguir con la
vida como si tal cosa? No hay que ser demasiado inteligente para darnos cuenta
de que no, no es posible. Podríamos pensar que se trata de una novela, de algo
ficticio, pero es que el autor se ha basado totalmente en la realidad; por un
lado, en España fue noticia la tortura y muerte causada a una indigente en un
cajero automático, igualmente, las palizas a mendigos grabadas con cámaras y
subidas a internet ocuparon las pantallas de televisión durante un tiempo; por
otro, en 1993 algunos científicos estudiaron a una familia holandesa en la que
el comportamiento agresivo de los hombres era notable y se heredaba según las
leyes de Mendel; descubrieron entonces una mutación en el gen que modifica la
enzima Monoamino-oxidasa A (MAO-A). La ciencia creyó haber encontrado la
respuesta a la violencia; de hecho, estudios posteriores explican por qué los
hombres portadores del gen MAO-A no pueden controlar su comportamiento. Sin
embargo, el responsable de la agresividad no sólo es este gen, sino que también
la determinan los factores sociales y familiares.
Así entendemos mucho
mejor la conducta de Michel pues tuvo en su padre, Paul, un modelo provocador y
de extrema violencia en ocasiones, capaz de enviar al hospital a determinadas
personas a las que propina brutales palizas o amenazas, a la luz del día,
delante de testigos, con la única consecuencia de recibir una baja laboral que
se extendía ya más de 9 años. Comprensible, entonces, que el angelito Michel
haya ido adoptando la actitud fría, calculadora y sin emociones de un padre que
ha ido marcando su niñez con experiencias traumáticas.
Si Koch pretendía describir
los estragos que un gen violento puede ocasionar en una persona, en los que la
rodean y en toda una sociedad, no lo ha conseguido. Paul descubre lo que hace
su hijo, y decide sin ningún tipo de «presión
enzimática» dejar de tomar la medicación, empeorar su estado mental, por
decirlo de alguna manera, para no encontrarse con ningún tipo de trabas a la
hora de ayudar a Michel a salir del atolladero. Resuelve «hacerse violento».
Además está Claire, su
mujer, quien como el mismo protagonista recuerda una y otra vez, es
inteligente, mucho más que él. Por eso deducimos que ella sabía perfectamente a
quién se unía antes de casarse; de hecho, ella, que no es portadora de ninguna
enfermedad rara, es la más violenta de todos los personajes de La cena. Esto fue lo que atrajo a Paul «tenía una mirada que intimidaba a los
hombres». Claire encontró en su marido la fuerza que ella no tenía, ella
sabía que había dejado la medicación y en ningún caso le dice que se la tome,
incluso es así como le gusta, violento… Está encantada, como también lo está de
que su hijo Michel haya heredado de su padre el comportamiento, y lo alienta.
Es una mujer sin escrúpulos que justifica lo que hace su hijo, no por amor sino
porque el daño lo causa a seres que ellos consideran inferiores.

Debo añadir, con pesar,
que bien el trabajo de la traductora, bien las erratas tipográficas, consiguen
que esta novela descienda aún más en su nivel:
Hay acentos que sobran, por
ejemplo en los pronombres átonos —por eso se llaman así—, «Después me dirigió una mirada especial, no sé me ocurre otro
modo de describirla».
Hay sílabas que faltan:
«detrás de los arbustos, en la cera
de enfrente».
Y hay construcciones
que rayan en lo vulgar «A bote pronto».
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