martes, 23 de septiembre de 2025

EL CANTAR DEL PROFETA

¿Distopía? Actualidad.

Situación en la que la derecha más fanática se permite un golpe de estado, entrando sin hacer apenas ruido hasta masacrar a todo el que no esté dispuesto a acatar la forma de vida que impone.

Los sistemas democráticos no valen nada desde que todo vale: se puede insultar, mentir, perseguir, encubrir, implicar sin que pase nada. Se puede ser cómplice de un genocidio porque no se le da ese nombre (la importancia del nombre, que se nos olvida) sino el de guerra, intentando justificar con ello actos deleznables impropios de seres humanos.

Y, a los que no nos toca de lleno, seguimos con nuestras vidas, nuestras fiestas, despropósitos, sin tener en cuenta a los que, incluso a nuestro alrededor, necesitan de ayuda mental, económica o social. Porque también están a nuestro lado. No necesitamos ir demasiado lejos.

Cuando terminamos de leer El cantar del profeta quedamos en shock; al menos, con la sensación de que no recibimos el flujo suficiente de sangre y pasamos la página y no hay más.

Emocionalmente, El cantar del profeta nos somete a una ansiedad constante, desde que damos comienzo a la lectura y somos conscientes de que no habrá salida para los protagonistas, «Esa sensación de que algo ha entrado en la casa […] Ahora, el jardín cada vez más oscuro ya no es algo que desear, pues parte de esa oscuridad ha entrado en la casa». La esperanza no tiene cabida en esta novela, catalogada como distopía pero que no es sino un fiel reflejo de la realidad.

Paul Lynch escribió de forma profética en 2023 lo que sería un futuro casi inmediato para determinadas personas y el pasado y el presente de otras miles que, a lo largo de la historia, se han visto perseguidas por gobernantes hipócritas, por locos del poder o, simplemente, malvados con dinero.

Este autor irlandés analiza, a través de la familia Stack, las circunstancias y características fundamentales que nos definen como seres humanos, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por la alegría, el sufrimiento, la felicidad, el sufrimiento, el amor, el sufrimiento, la humillación, el sufrimiento, el terror. El paso del tiempo se detiene en el horror que vive Eilish Stack, bioquímica, desde que su marido, Larry Stack, profesor, salió para una reunión con la policía y ya no volvió, Larry ejercía como sindicalista y estaba negociando mejoras para el gremio.

Eilish busca la verdad entre la realidad brutal en la que se ha visto inmersa: están desapareciendo vecinos de su barrio residencial; otros alardean de banderas en las ventanas; su hijo mayor, Mark, será llamado a filas en cuanto cumpla los diecisiete años; él no quiere, ella tampoco, pero mientras Eilish lo insta a que vaya a la universidad, Mark está decidido a luchar con los rebeldes contra el gobierno impuesto.

Los habitantes que pueden salen de Irlanda, los que no, se adaptan a la nueva realidad o desaparecen. Eilish tiene la oportunidad de escapar, pero no hasta que no vuelva Larry. Su padre, con principio de Alzheimer, no soportaría separarse de su hogar; sus otros hijos, sin embargo, Molly, Sidney y el bebé, Ben, corren peligro donde están y ella no sabe qué hacer. Conforme van sucediendo barbaridades, Eilish las difumina en su imaginación, donde «habla con Larry» constantemente a pesar de que él no puede ayudarla. La protagonista vive en un caos continuo en el que no existe el orden, la huida no es una opción, tampoco puede valorar la muerte por sí misma sino por el reflejo de lo que muestran los demás. Ya nada es como antes, «Si dices que una cosa es otra y lo repites lo suficiente, entonces debe ser así, y si sigues diciéndolo una y otra vez la gente lo acepta como verdad».

La prosa de Lynch es precisa, dura, sin embargo la leemos mientras la poesía que emana de ella nos contiene el aliento; a pesar del impacto consigue que profundicemos en nuestros propios sentimientos. Todos somos Eilish, todos somos capaces de experimentar lo que ella está viviendo porque todos hemos visto imágenes parecidas, «se repite la imagen de un profesor al que unos hombres de paisano llevan a rastras a un coche sin distintivos […] se ve a sí misma hace media hora comiéndose un sándwich mientras el tiempo estaba corriendo, el tiempo ya la había dejado atrás […] la larga caída de su corazón y aun así sigue cayendo […] El paso a tientas tras todos los pasos a tientas, tanteando la larga noche que se avecina».

A partir de una imagen, los sentimientos se suceden a través del lenguaje: el gerundio nos anuncia que es real, todo sucede a su alrededor y no va a parar; la aliteración de fonemas líquidos laterales crea un efecto sonoro que embellece la prosa al tiempo que acentúa el mensaje; la reiteración de fonemas nasales y oclusivos refuerza su destrozada emoción y la tensión propiciada por el doloroso desorden que está viviendo.

Molly está experimentando unas condiciones nuevas, un estado totalitario que no se aviene a sindicatos o derechos, unas circunstancias en las que nadie puede ayudar a nadie. Cuando es consciente, se hace una con Larry, quiere transmitirle la fuerza necesaria para afrontar lo que le espera y que él se la pase a ella, «ahora nota su fuerza y la conoce, se adentra en ella y la estrecha contra su propio cuerpo».

El tema de violencia desmedida propaga por la novela que el ser humano no puede vivir en armonía. Todo es una larga lucha que finalizará, probablemente, con la muerte. El estilo es implacable, los largos capítulos no dan tregua, la ausencia de marcas en los diálogos son reflejo del desorden interior de los protagonistas. Sin embargo, la voz de Lynch es directa, de manera que la crítica social es significativa y evidente, con cierta ironía en un tono poético cargado de rechazo hacia el abuso de poder.

La narrativa es de fácil lectura, a pesar de las metáforas o precisamente por ello. Busca objetividad en lo que expone pero la emotividad invita a la reflexión crítica. El estilo pues, marca la incongruencia entre la ética y la justicia. Los antónimos dan fe de ello. Las anáforas asindéticas, también: «las noticias son la verja de la entrada cerrada por última vez, la casa oscura […], el semáforo constantemente en rojo[…], el coche al que no franquean el paso, las noticias son el aire cada vez más escaso […], las tiendas sin abrir…».

El cantar del profeta es el día a día, momento a momento de una guerra sobrevenida tras un golpe de estado; cómo van amedrentando a los rebeldes hasta dejarlos sin identidad, sin alimentos, sin casas… Si no te avienes al nuevo régimen no existirás.

¿Distopía? No sé. Empezamos a vivirlo. Unos antes que otros. El profeta, no cabe duda, es Paul Lynch. El poeta, también.

martes, 16 de septiembre de 2025

LA AMIGA ESTUPENDA

Cuando se cuenta una historia dura sin aspavientos, la historia resulta más dura aún a ojos del receptor. Lenú es la narradora protagonista de La amiga estupenda. Su amiga es Lila, Rafaella Carullo y, probablemente, represente de la forma más descarnada la condición de la mujer en una época y en un nivel socioeconómico determinados. Lila es inquieta, libre, poco dada a seguir las normas, increíblemente inteligente


¿Quién te ha enseñado a leer y escribir, Carullo?

Carullo, pequeña, con el cabello, los ojos y la bata negros, el lazo rosa en el cuello y apenas seis años de vida, contestó:

—Yo

Mal cuidada por su familia, sale adelante sola pero, poco a poco van aplacando sus ansias de libertad, sus ganas de ser. La mente de Lila no para de idear hasta que a fuerza de golpes, de amenazas, de desprecios, en un momento determinado hace “clic” y queda sobrepasada.

Lenú, Elena Greco, hija de un conserje del ayuntamiento, cuenta la historia de su vida con Lila, la relación que tenían con sus vecinos de un barrio marginal de Nápoles. A mediados del siglo XX la educación era machista y ellas, las mujeres, lo asumían como algo natural. La mujer se limitaba a ser ama de casa o trabajar, además de en casa, en el negocio familiar. Las expectativas para los hijos eran que entrasen a trabajar lo antes posible para ganar dinero y, para las hijas, que se casasen pronto con un «buen partido» para suponer un problema menos en la familia.

A mediados del pasado siglo, en los barrios pobres se respiraba violencia, venganza, embrutecimiento y machismo. La escuela era algo secundario, los libros también. La envidia hacia las familias más pudientes estaba revestida de odio. Los celos hacia la pareja, también, «Anda, búrlate de mí, pero ¿te acuerdas de aquella vez que me amenazaste con la chaira? Si me entero de que te gusta otro, que no se te olvide, yo no me limito a amenazarte, te mato y punto».

La amiga estupenda es una novela que podría formar parte de las grandes obras del Realismo. Está firmada por Elena Ferrante aunque es un pseudónimo. El verdadero nombre, la verdadera identidad de la autora o autor no se sabe. Pues bien, pero la obra es magnífica. Ferrante se acerca de manera certera a detallar lo cotidiano. Los personajes son, más que verosímiles, reales; vamos conociendo su forma de pensar, el porqué de su manera de pensar, sus decepciones, sus amarguras, sus complejos… todo con un lenguaje directo. Los diálogos reflejan la problemática social de Nápoles en la posguerra.

No hay grandes temas en La amiga estupenda, o precisamente lo son, por imprescindibles: la vida de los distintos personajes, la falta de esperanza, la educación basada en métodos humillantes… No hay actitudes racionales sino machistas, oscuras, «sabíamos muy bien que los agresores habían sido solo tres y nos preocupamos mucho […] Los Solara, en cambio, maltrechos y despistados se pasaron una temporada moviéndose solo a pie […] verlos en esas condiciones me alegró. Me sentí orgullosa de mis amigos».

El retrato de las costumbres queda expuesto a la perfección, así como los tipos que pueblan los barrios marginales. Sin ninguna actitud moralizante. Puede que esto sea lo que aparta la novela del Realismo y la introduce en la novela intimista. Es lo que viven; la normalidad va de la mano de la violencia y el machismo.

Es el reflejo de una realidad social que muestra la opresión sufrida y asumida por la mujer y los niños, fruto de un patriarcado feroz y acomplejado que descarga su ira contra los más débiles mientras acata lo estipulado por quienes tienen el dinero.

La amiga estupenda es la primera de una serie de cuatro novelas. A su vez está dividida en cuatro partes. Como en todas las grandes sagas, la primera parte es una relación de todos los personajes: los componentes de nueve familias más los maestros y algún personaje suelto. Este apartado es de agradecer porque sitúa perfectamente al lector en todo momento. 

La segunda parte es un Prólogo, que viene a ser el epílogo de los hechos y el porqué de la novela, por qué Elena se decide a escribirla.

La tercera, Infancia, cuenta la historia de don Achille Carracci, el charcutero, hombre detestable al que, sobre todo los niños, temían como si fuera un ogro. Son dieciocho capítulos cortos que empiezan en 1944, cuando nacen las protagonistas y relatan la historia de su infancia hasta que Alfredo Peluso, el carpintero, es detenido por matar a Achille. En esta parte observamos la degradación del ser humano, la vida normal de violencia-venganza que llevaban en el barrio; el maltrato paterno, con consecuencias nefastas para los hijos, sobre todo a las niñas, cuya esperanza por salir de la miseria quedaba rota.

«El señor Peluso nos parecía la imagen de la imagen de la desesperación. Por una parte, lo perdía todo en el juego y por la otra, en público la emprendía a golpes con todo el mundo porque no sabía cómo darle de comer a su familia».

La cuarta parte, Adolescencia, cuenta la historia de cómo Lila, su hermano Rino y su padre fabrican zapatos novedosos con los que pretenden salir de la ruina. Lila idea modelos rompedores, excesivamente caros para el barrio. La vida del grupo de amigos de Lenú va tomando forma: algunos siguen estudiando, otros trabajan y Lila, con 16 años se casa con Stefano Carracci, de 23.

Aunque los capítulos siguen un orden temporal, la narradora introduce analepsis o prolepsis que más adelante podemos comprobar su veracidad o bien sirven de reclamo para siguientes novelas «Años más tarde, una noche de noviembre de 1980 —ambas teníamos treinta y seis años, estábamos casadas, con hijos—, me contó con todo detalle lo que le había pasado en aquella circunstancia».

Lenú explora los sentimientos de Lila a través de los diálogos, los de los demás personajes al describir sus acciones y los de ella misma, que brotan, mediante la primera persona, desde lo más profundo. Su voz pretende ser objetiva pero es completamente intimista. Lenú se desnuda ante el lector sin miedo a ser juzgada; ella es quien contantemente lo hace: cuestiona sus miedos, sus deseos… No le importa dejar expuesto su mundo interior. A veces se recrea en el dolor, pero sin aspavientos; simplemente deja que las sensaciones sobre ella misma, o las provocadas por las circunstancias de Lila, sean el motor de la narración. Retrata con precisión la atmósfera en la que vive, donde se acepta la muerte como parte de la vida y donde la mujer lucha continuamente por sobrevivir. Lucha que pasa por el conformismo cuando no se es consciente de otro mundo mejor y por la ocultación de tabúes, de crueldad física y psicológica a la que todos están sometidos y los moldea hasta hacer de ellos hombres rencorosos y vengativos, acomplejados; mujeres con rabia hacia sus propias hijas si ven que la vida les brinda oportunidades que ellas no tuvieron.

El desasosiego de Lenú es constante; ella, insegura aunque brillante, se ve silenciada en cada momento. También Lila es anulada. Ninguna obtiene la ansiada libertad que buscan. Les faltan armas para encontrarla y están acorraladas por los prejuicios, la violencia y el desprecio.

Sin duda, habrá que seguir con el segundo volumen de la saga Dos amigas.

martes, 9 de septiembre de 2025

TODO ARDE

Después de leer casi 600 páginas, no sé por dónde empezar a comentar. ¿Me ha gustado? No lo tengo claro. El caso es que me piqué al empezar la novela y quería saber qué iba a pasar después, porque la historia da muchas vueltas. Juan Gómez Jurado ha podido escribir en Todo arde el argumento de una temporada de serie televisiva. El nombre podría ser Aura Reyes porque ella es fundamental. Manipulada, engañada, arruinada, encarcelada… Da para mucho. A los desprecios de la vida, Aura les planta cara transformándose en superheroína y, uniendo sus cualidades a las de otras mujeres que le van apareciendo por el camino, llegan a actuar como personajes de un cómic en el que los buenos son cada vez mejores y los malos, malísimos. No importan las humillaciones, las palizas, los golpes, las torturas; ningún personaje que se precie queda más perjudicado de lo que ya estaba. Aura Reyes podría firmar para varias temporadas.

En la novela anterior tiene lugar lo que se nombra en esta: la emboscada a la familia de Aura, donde asesinan a su marido y ella queda gravemente herida. Durante su estancia en el hospital, su jefe se la juega y la culpan de quedarse con el dinero del Banco y evadirlo pero, en realidad la han dejado en la ruina. Ahora, mientras espera el juicio, tiene un altercado en una tienda de la calle Serrano. Se da cuenta de que ya no es nadie. Al entrar en la cárcel conoce a Mª Paz, una exlegionaria que malvive en su coche, arruinada, como tantos otros que ayudaron al país y ahora ya no son “útiles”. Tras pasar la noche en el calabozo, Aura empieza a idear un plan para vengarse de su jefe antes de ir definitivamente a la cárcel. Mª Paz la ayuda pero Juan Gómez Jurado nos tiene en ascuas, porque va detallando por parte los pensamientos de la protagonista. Ella tiene una idea pero a los lectores no nos resulta tan fácil adivinarlos, por la estructura general de Todo arde: Cinco partes y un epílogo.

La primera parte: Aura, está dividida en dieciséis capítulos, más tres que no van numerados sino que ostentan un sustantivo, más o menos explicativo de la parte: Miedo, el que siente Aura tras ser consciente de su situación. Ponzano, donde nos enteramos de que el presidente del Value Bank está en conversaciones con Laura Trueba, presidenta del banco más poderoso de Europa. Ahora, al caer las acciones por el desvío de capital «ejecutado por Aura Reyes», quiere fusionar ambas entidades. Entre ella y Ponzano no pueden fallar para terminar de hundir a Aura en el juicio.

El otro capítulo con título es Rabia, en el que Aura, consciente de su situación, decide poner en marcha una venganza. Además, cada capítulo, como si se tratase de una mininovela, tiene su propia estructura narrativa: El nombre de la parte presenta el foco de atención, efectúa el inicio que se irá desarrollando hasta llegar al final donde el autor deja al lector en tensión, pues tiene la sensación de que la acción continuará de forma novedosa.

La parte I, Aura, termina con el anuncio de algo tan importante como insólito: Mª Paz y ella van a contar con un nuevo nombre, «—El nombre de quien me jodió la vida».

Algunos capítulos constan de divisiones internas, son diferentes escenas que pueden desarrollarse secuencialmente al mismo tiempo en distintos espacios. Normalmente añaden tensión a la trama y mantienen el interés: «El germen de una idea se ha aposentado en su cabeza. Una idea tan improbable como imposible. Una idea que sola no hubiera podido realizar. Ahora, en cambio…».

La parte II, Mª Paz, consta de 22 capítulos numerados más los que llevan título: Rafa y Josete, referidos a los nombres de los conserjes del banco que Aura engañará y donde Mª Paz se jugará la vida para entrar. Mientras tanto, debajo de la mesa, es otro capítulo en el que la protagonista pone una bomba casera casi al mismo tiempo que Mª Paz logra huir tras quedar atrapada en una puerta automática. Romero: este capítulo nos presenta a la excomisaria corrupta, expulsada de la policía (en teoría), asociada ahora a Ponzano para terminar de hundir a Aura y Mª Paz. Además encontramos la transcripción de la Prueba Policial; una conversación a través de ordenador con un policía engañado por una de las hijas de Aura para obtener una dirección, la de Sere.

La parte III, Sere, la componen ocho capítulos más lo que rodea a esta ingeniera informática: Caos (nos la presenta en la ruina económica y mental tras ser engañada y abandonada por su marido una vez que ella hizo todo lo posible para que él triunfase. Preparación de un robo es otro capítulo; la comisaria sigue a Aura en todos los pasos que da. Sabe que ha encontrado a Sere.

La parte IV, Romero, agrupa dieciocho capítulos más cuatro titulados, referidos explícitamente a la sensación de cada una de las protagonistas: Miedo (sobre todo de Mª Paz), Rabia (sobre todo de Aura), Caos (por supuesto, el producto en la mente de Sere) y Ponzano (su felicidad tras el éxito que propagará por los mass media).

La novela tiene, además, un Epílogo donde toda la seguridad del lector puede dar un vuelco al exponer Un adiós. Un fracaso. Un tesoro.

En fin, las casi seiscientas páginas pasan rápido. El estilo es dinámico, gracias a las escasas descripciones, al uso continuado del presente y a los capítulos cortos. Aun así a veces la lectura se hace algo repetitiva por el empleo de narración de acciones que salpican constantemente la lectura, este inconveniente en cambio, es bueno para la representación en una pantalla.

Está claro que la exposición en presente aporta realismo y el uso del futuro para referirse al presente, aumenta la precisión.

El narrador es omnisciente. A veces opina sobre el pensamiento del personaje, como si estuviera participando del diálogo que mantiene con otro. Incluso dirige al lector interrogaciones indirectas, que confirman la opinión que tiene sobre quien habla:


—Los números son sólidos. Nuestras acciones no han parado de crecer en el último año y medio.

—Después de caer casi un cuarenta por ciento.

Directo a la yugular, ¿eh?

Las tres protagonistas son bastante creíbles. Mujeres utilizadas por el sistema o por hombres hasta que ya no sirven para los intereses que la sociedad machista y clasista tiene en mente. Entonces son invisibilizadas, apartadas de ese sistema. Sin embargo, Aura, Mª Paz y Sere llevan a cabo acciones bastante fantásticas, increíbles, tanto que las convierten en personajes de cómic, superheroínas que ponen las cosas en su sitio. Mujeres capaces de solucionarse la vida por muy difícil que lo tengan.

El lenguaje es sencillo, otra de las características por las que Gómez-Jurado conecta rápido con el lector; además encontramos adjetivos relacionales que conectan directamente con las características de determinadas novelas literarias «viaje dickensiano». Los adjetivos calificativos consiguen expresar un grado superlativo del sustantivo, a pesar de estar expuestos como positivos


Su fastuosa soberbia.

Su industriosa avaricia.

Su mal disimulada envidia.

En ocasiones algunas palabras están designadas de forma imposible gramaticalmente «suena un no demoledor, casi esdrújulo».

Las comparaciones llaman nuestra atención al unir términos abstractos y concretos «El escrúpulo en mi negocio es como el esmoquin en un nadador».

Las descripciones están completadas con explicaciones que destacan cierta ironía en el humor «Imaginemos un matrimonio feliz. Idílico. Él, chef en restaurante con media estrella Michelín —a puntito de tenerla, vamos—».

El uso de galicismos españolizados aumenta también el sarcasmo hacia alguien «La sopa fría, la vichisuá caliente…».

El sarcasmo es utilizado casi constantemente, como acto intencionado y no consecuencia de algo natural, «Su padre, que era el Muñoz, tuvo a bien quitarse de en medio, ictus mediante…».

El uso indebido de conectores aumenta el escarnio «Puede que Sere hable sola […] Pero que eso no nos engañe: está como un cencerro».

El sarcasmo deriva en socarronería cuando toda una acción conclusiva desmiente lo dicho anteriormente, «Sere nunca había sido de montar dramas, así que cerró la puerta muy discretamente […] les prendió fuego»

La hipérbole es otro recurso bastante utilizado para generar cierto humor, así como la escritura fonética de la calle «arfavó» y la unión del significado de dos palabras antitéticas, «Sere tiene esta clase de premoniciones a menudo. Casi siempre a posteriori».

Los recursos, si atendemos al detalle, van encaminados a una crítica —más o menos sutil— al capitalismo. Las hipérboles negativas destacan la humillación de los perdedores sociales y las oraciones contrastivas resaltan las ideas y acciones de las personas, analizadas con profundidad en una pretendida superficialidad.

lunes, 1 de septiembre de 2025

EL CARRUSEL DE LOS CABALLOS DE COBRE

Quien ya haya disfrutado con las novelas de Juan Ramón Barat, esta última no le va a defraudar. Nuestro experto en atraer a los jóvenes a la literatura echa mano de la novela fantástica y vuelve a poner en apuros al protagonista. No es el famoso Daniel Villena, cuya serie leí con alumnos y a todos nos pareció sorprendente. En esta ocasión, Flavio Sánchez, un chico de 15 años, también deberá enfrentarse a hechos sobrenaturales para terminar descubriéndose a sí mismo. De nuevo el autor pone en marcha una novela detectivesca en la que el protagonista sigue los pasos de un investigador profesional.

Quien no haya leído a Barat, El carrusel de los caballos de cobre podría ser un buen comienzo.

El estilo es tradicional; apuesta por un lenguaje coloquial en el que los términos cultos salpican las reflexiones, «Me llamó la atención un reloj que parecía un árbol centenario, de tronco muy rugoso, ramas retorcidas y buena fronda».

Nuestro valenciano autor no incide en la jerga juvenil, prefiere un uso más formal, de ahí que la función didáctica esté presente en su literatura. Asimismo, el respeto es la norma en los diálogos. Barat demuestra que se puede estar en desacuerdo sin tener que insultar


—¡Cómete el postre!

Me llevé una cucharada a la boca y mastiqué sin ganas.

—¿Y los estudios? —Para cambiar de conversación, lo más socorrido era hablar de mi trayectoria estudiantil.

—Bien.

—¿Qué significa bien?

—Mamá…

—Andas siempre con esos amigotes que se pasan las tardes jugando […]

¡

¡No te veo nunca estudiando.

—Podrías confiar en mí.

También son tradicionales los temas: el primer amor, la familia, la amistad. Sin embargo, en todos encontramos una vuelta de tuerca que permitirá mantener la expectación de los lectores.

Flavio es un chico, en principio, normal, no destaca en ningún aspecto, ni sus notas son excepcionales ni es líder entre sus amigos; más tarde nos asombrará con poderes paranormales fruto de algunas situaciones que vive y no entiende a qué se deben. Probablemente esté dotado de una sensibilidad especial, resultado de empatizar con los demás al cien por cien.

Su familia no es usual, sino monoparental. Su padre murió y él ha crecido solo con su madre, preguntándose a veces por sus raíces. Tiene una amiga de toda la vida, Ainhoa, a la que quiere como a una hermana aunque ella esté enamorada de él.

Claudia Hidalgo, «la princesa», entra en su vida con mal pie, pero pronto nos descubrirá que ha llegado para quedarse y no es ninguna princesa. Al contrario, las chicas de El carrusel de los caballos de cobre son inteligentes, valientes e independientes


—El mundo está muy mal —sentenció Ainhoa— Hay mucho violador y mucho desgraciado por ahí suelto. Conviene estar preparada por si acaso.

—Gracias…

—De gracias, nada. Esto te va a costar unos pastelitos de nata.

—No llevo dinero.

—No pasa nada. Te prestaré.


Flavio es sencillo, busca la verdad y el bien a través del razonamiento y el diálogo. Habla con sus amigos, con el abuelo de Claudia; pide ayuda a la amiga de una desaparecida relacionada con los sucesos que le ocurren: El carrusel que compra en una tienda «que ya no existe» se pone en marcha solo algún caballito se escapa y regresa al día siguiente; el nombre inscrito en la base del carrusel lo guía hasta una mansión fantasmagórica donde una familia checoslovaca fue asesinada por las prácticas de magia negra del padre. Al cabo del tiempo, un ayudante de la familia se instala en la casa y contrae matrimonio; su mujer muere y su hija reniega de él y lo abandona. Ahora, la casa abandonada sorprenderá a nuestro protagonista.


Barat retoma lo sobrenatural. En esta novela hay hechos que se apartan de lo real pero pueden ocupar un lugar en la mente. Y sin embargo la realidad está presente: magia y evidencia, tradición y modernidad se dan la mano; la tecnología es otra forma de cubrir el ocio, sin prescindir de pasear con amigos, ver películas de cine e investigar. La cooperación familiar debe ser habitual, también las diferencias con los padres son usuales sin olvidar que ellos también tienen una vida.

Esta mezcla de sensaciones, actitudes y actividades es lo que hace atrayentes las novelas de Barat. Los jóvenes se sienten identificados con el protagonista o alguno de los personajes: son reales, algo rebeldes, con buen corazón y persiguen un objetivo hasta conseguirlo.


El estilo es ágil, desenfadado, con una función poética casi constante, lo que permite desarrollar el gusto por la palabra. También está presente —como ha hemos dicho— la función didáctica. «reparé en el papel que me había dejado mamá sobre la mesa. Lo de siempre: tender la ropa de la lavadora, recoger el lavavajillas y poner un poco de orden en la casa. Empleé media hora de mi vida en dar cuenta de todo ello». La contradicción entre el escaso tiempo empleado respecto de todo el que disponemos ayuda a darnos cuenta de que no son tareas sobrehumanas.


Otras veces, algún personaje nos recuerda la situación actual para avisarnos de que somos privilegiados y no debemos olvidarlo; no debemos olvidar a los que no lo son tanto. Como siempre, Juan Ramón apuesta por la paz, la cultura y el respeto «—Porque la prensa internacional está comprada por los desaprensivos que organizan estas guerras. Y nosotros […] viendo concursos, revistas, fútbol, carreras de motos… Programas basura. ¡Una vergüenza!».


Y en ocasiones, esta función didáctica reside en digresiones históricas para que no ignoremos el pasado real, envuelto en odio y muerte «huyendo del fanatismo que imperaba en Europa a principios del siglo XX».


Mezcla de realidad y ficción, de intuición e investigaciones, de misterio y evidencia, de tensión y naturalidad hasta el final, El carrusel de los caballos de cobre sorprende a cualquier lector porque Juan Ramón Barat mantiene la magia del argumento, la curiosidad del lector y la sensibilidad de sus personajes.

lunes, 25 de agosto de 2025

VOZDEVIEJA

Durante la lectura de Vozdevieja se apoderaron de mí sentimientos encontrados. He adorado a Marina, esa niña de nueve años, inocente, que se mueve como pez en el agua con su abuela, sus vecinas y, en general, todos los adultos que conoce pero, rehúye a los niños de su edad, se siente diferente ante ellos y procura evitarlos. Como consecuencias de esta actitud, Marina ha despertado en mí cierta compasión porque no disfruta de su infancia. En el colegio la llaman vozdevieja, por su tono algo cascado pero, indudablemente, por lo que dice. Es capaz de convencer a un adulto de algo que no es cierto sin que parezca una mentira, dando la dosis justa y creíble de realidad aunque le cueste trabajo enfrentarse o llevar la contraria a una amiga.

Marina es la voz de una adulta desde la perspectiva infantil. Es el pensamiento de una mujer en una cabecita inocente. Es la palabra de una niña que no quiere perder la esperanza. Es la rebelión de una pequeña ante su infancia traumática. Es la angustia de ser buena para que su vida sea más fácil. Es la congoja de una chiquilla al darse cuenta de que crecerá sola. Es la esperanza pueril al ser consciente de que puede encontrar una amiga. Es vivir una infancia dura, tormentosa que puede aliviar en su imaginación.

Hay muchas Marinas a nuestro alrededor, niñas y niños que viven con la incertidumbre de no saber qué ocurrirá mañana, quién cuidará de ellos ni dónde estarán. Para ellos la infancia pasa rápida y las ilusiones también


—Odio esperar a los Reyes Magos […] ya estoy pensando en lo que me voy a pedir.

—Venga, socia, no me digas que te tragas todavía esa pantomima.

Estoy sin argumentos, sin esperanza. No doy crédito a su brutalidad y sigo caminando

La vida está formada por momentos buenos y otros no tanto. Marina lo aprende a marchas forzadas y se aferra a los buenos con todas sus fuerzas porque es lo que ha visto en su madre y su abuela.

A la madre de Marina, soltera, le diagnosticaron una grave enfermedad cuando ella era muy pequeña, por eso ha tenido que pasar temporadas con su abuela esperando los resultados de las operaciones de su madre, los controles, las recaídas… Ha encontrado en Domingo, el novio de su madre, un amigo; alguien que la quiere, la divierte; es lo más parecido a un padre que conoce, pero no lo es y ella lo sabe. No tiene seguridad de lo que ocurrirá cuando su madre no esté definitivamente con ella. Por si acaso Marina madre ha dispuesto su bautizo y su comunión para el próximo año, de forma que pueda ingresar en un internado religioso si ella muriera. Y Marina lo acepta, lo asume y, dentro de su inocencia, intenta ver el mejor lado de la situación.

Vozdevieja es una novela dura aunque el humor fresco de la inocencia alivie en cierto modo las reflexiones que, por otro lado, están plagadas de terror y sexo, fruto de las revistas de Domingo, que ella descubre desde el primer momento, y de las películas que ven juntos.

Elisa Victoria ha supuesto para mí un descubrimiento. Con una narrativa dura y delicada pone en la voz de una niña de nueve años los pensamientos y vivencias de un interior algo adulto.

A través de Marina descubro la relación de la autora con su madre, un amor infinito y doloroso, una prisa por que pase el tiempo y todo haya quedado atado hasta que sea la niña la que le pida algo de calma. Disfrutan cada momento que pasan juntas aunque no hay relajación para ellas. La enfermedad, el sexo, la política, la inmigración, la soledad… Todo se despliega en la mente de una pequeña que no ha encontrado censura aunque, como la mayoría de los críos, la verdad que conoce sea a medias.

Su abuela no tiene problemas para hablarle de sexo, de partidos políticos o de su relación con su propia hija; son vivencias propias de adultos y aunque a su alrededor todos quieren que vaya a relacionarse con niños de su edad, Marina no se siente aceptada en ese ambiente.

Las experiencias de nuestra protagonista hacen que el lector mire hacia atrás y se vea reflejado en ocasiones. Siempre, el estilo fluido de Elisa Victoria es ameno, engancha y, aunque sepamos que el destino de Marina está escrito, estamos convencidos de que su madurez obrará el milagro final.

De manera algo brusca, su madre también la ha ido preparando para que salga ilesa de cualquier complicación «Mi madre empezó a prevenirme sobre los peligros de esta cueva desde que empecé a hablar. Me contó que algunos hombres se ponen locos por tocar a las niñas aquí y en otras partes […] que si tenía miedo me acercara a una mujer antes que a un policía en busca de ayuda…».

La autora plasma con facilidad algunas costumbres de un barrio de los noventa. La acción transcurre en Málaga pero creo que el verdadero espacio es interior, son las reflexiones de la niña ante lo que ocurre en un verano interminable de calor en el que las vecinas se relacionaban, hablaban y veían la televisión. A través de estas relaciones somos conscientes de los comienzos del socialismo y de la crítica obrera a la iglesia, pero es una crítica blanca, vista por una niña capaz de conectar con otra cuyos padres son de derechas y católicos.


Bueno, aquí están por fin los votantes del Partido Popular.

—¿En tu casa son del PSOE? —pregunta […] Pero son unos ladrones y unos sinvergüenzas.

—Mejor no te digo yo lo que pienso de tu abuelo, el general franquista en África.

—Sí, vale, mejor no, no me interesa.

Voz de vieja es un canto a la inocencia y a la convivencia total.

martes, 19 de agosto de 2025

ASESINATO EN LA CASA ROSA

No soy partidaria de clasificar lecturas por estaciones pero, de aconsejar alguna para las vacaciones, sin duda sería Asesinato en la Casa Rosa. Lo tiene todo para ser leída con facilidad, incluso si a nuestro alrededor hay personas hablando o realizando otras actividades. Los capítulos cortos, el misterio, los cambios de trama, el enredo que se va sumando al nudo principal formando, por momentos, una tela de araña con varios frentes por resolver, las analepsis que nos llevan al asesinato que debe aclarar la inspectora Iria Santaclara contratada por Ulises Villamor bajo coacción pues, a pesar de estar de baja, cuidando de su marido desde que sufrió un ictus, el magnate le ofrece la mejor clínica europea, en Alemania, a cambio de que ella se instale en Loeiro, en la casa Rosa, la mansión familiar en la que viven, desde la pandemia del COVID-19, él, sus hijos y nietos. Ulises quiere saber quién mató a su mujer, Rosa, durante el confinamiento, cuando nadie salía ni entraba a la casa. Todo apunta a un miembro de la familia o del servicio, ya que el patriarca de los Villamor descarta que Rosa muriera de un ataque al corazón como afirmó el médico. Iria acepta sin imaginar adónde la llevará su decisión.

El estilo de Arantza Portabales es fluido, ágil, de prosa directa en la que el narrador, en tercera persona, solo desvela lo justo para que sean los diálogos los que nos informen de lo que realmente ocurre y de la psicología de los personajes. Como ellos, vamos sorprendiéndonos a cada paso. Disfrutamos con la complicidad entre César Araújo, antiguo jefe de Iria, ahora jubilado, y la inspectora (que tampoco está de servicio); además, tendrán a su favor a «la Gestapo» quien los ayudará más de lo que se imaginan en un principio «—…no creo que disfrute exponiendo rumores falsos. Al contrario, me parece una mujer sagaz, con un buen juicio crítico y gran capacidad de análisis».

Entre  los  tres,  Iria, César  y  Sinda, desvelarán  los  hechos  aunque,  tal  y como  sucede  en  la  realidad, no  todo tiene  arreglo;  hay  cosas  que  no  se  pueden  probar  y, aunque  estemos  seguros   del  delito, no  son  castigadas   «…Ella descubrió  su  rostro  y apoyó  la cabeza  en  la  de  él. Permanecieron  así  largo  rato.  —Casi  me  mata  —murmuró Iria.  —Pero no lo hizo. —Cesar no la soltó. La sentía pequeña y frágil—».

En general la novela me ha recordado a las clásicas de misterio de detectives; la convivencia familiar de los Villamor con la inspectora resalta su faceta humana y las prioridades a la hora de investigar, por lo que es difícil dejar de leer las más de cuatrocientas páginas casi de un tirón. Asesinato en la Casa Rosa se desarrolla en un ambiente cerrado, propicio para el silencio, la mentira, el misterio que rodea a un clan familiar cuyo patriarca es quien aporta una claustrofobia absoluta, a pesar de la libertad que sugiere, tanto a Iria como a sus familiares.

Conforme avanza el argumento nos sentimos más atrapados en este misterio en el que todos los habitantes de la casa son sospechosos, todos tienen un lado bueno y otro malo, algunos malísimo, pero como en la novela negra de enigmas, la nueva dama del noir consigue que no siempre acertemos con los motivos de cada uno para actuar como lo hacen «—Álvaro no sabe nada —dijo Eduardo—. Tranquila, nadie va a hablar. Todos tenemos cosas que esconder. Solo hay que conservar la sangre fría. Tenemos un pacto, recuérdalo». Arantza Portabales nos ofrece más de una sorpresa con la que humaniza a los personajes y por supuesto a la protagonista, quien promete otro regalo agradable a los lectores.

Como en las clásicas novelas de Agatha Christie, el tema principal rodea un asunto familiar, la resolución de la muerte de la matriarca, que derivará en otros temas familiares. El motor es la ambición, aunque también nos sorprenderá el amor y la vulnerabilidad de los personajes.

Precisamente en la indefensión será donde conozcamos mejor a Iria, a Ada, a Álvaro y Eduardo. El concepto que tenemos de los hermanos Villamor va cambiando según los giros que establece la autora y al final entendemos sus causas y podemos ponernos en su lugar para aprobar o no sus actos.

El costumbrismo de la costa gallega está representado por Loeiro, un lugar que, a pesar de no existir, refleja las relaciones reales entre los habitantes de los pueblos pequeños: lealtad, mentira, silencio, misterio y tradición inquebrantables rodean las vidas de los que controlan y de quienes necesitan subsistir «—Pueblo pequeño, infierno grande, ya se lo dije el primer día. No piense que la espío pero…».

La prosa de Arantza Portabales es directa, sencilla, con un lenguaje cotidiano, sin grandilocuencias, que hace de su novela un libro para la mayoría, y la gran mayoría mantendrá la atención hasta el final aunque los aficionados a la novela negra sean testigos del homenaje que la protagonista ofrece al gran Domingo Villar, consiguiendo que Iria y Sinda se conviertan en personajes memorables de la novela negra «En el sillón descansaba su lectura actual: El último barco, de Domingo Villar, el escritor favorito de Iria». De hecho, como en las típicas novelas protagonizadas por Miss Marple o Hércules Poirot, Iria Santaclara se enfrenta al misterio del cuarto cerrado, con pocas posibilidades para que entre el asesino a cometer el crimen, en este caso, la galería de la casa Rosa, donde Rosa, gran aficionada a la jardinería, murió.

martes, 12 de agosto de 2025

EL NUEVO

¿Por dónde empezar a escribir tras leer El Nuevo?

Sin duda, por agradecer a Babelio y su Masa Crítica la oportunidad de conocer a Rogelio Guedea. Y agradecer a Rogelio Guedea que escriba como lo hace, tan bien, con tanta fuerza, con tanta poesía dentro de un realismo de lo más sucio que podamos imaginar. Vivimos en un mundo en el que la violencia es cada vez más habitual, estamos acostumbrados a ver morir inocentes pero no queremos, o no podemos, adentrarnos en las causas y en las consecuencias humanas y sociales.

Guedea sorprende y analiza en su discurso cómo se construye la violencia, con palabras, con hechos que se reflejan en la experiencia de los más desprotegidos.

El Nuevo son catorce cuentos en los que las situaciones se dan en un contexto feroz. El conjunto es el testimonio de los que viven en un infierno y no han conocido otra cosa «lo que tenía que hacer era coger la cinta que estaba en la repisa de concreto y pasárselas de nuevo por la boca, dándole dos o tres vueltas, hasta que quedara bien apretada. Tengo haciendo este trabajo desde que entré a quinto de primaria, hace dos años».

Analizamos la realidad y cómo la perciben los personajes que viven un determinismo absoluto. El autor se arma de términos coloquiales, diminutivos cariñosos o bellas descripciones para entregarnos una narrativa combativa, denunciante, comprometida. A pesar de la brevedad de los cuentos, la carga simbólica es evidente; el sufrimiento individual y colectivo está latente en la palabra de Rogelio Guedea. La acusación es evidente. La desesperanza, también. Las agresiones físicas o psicológicas se viven como corrientes, como si formase parte de lo habitual descuartizar personas, como si desaparecer de pronto estuviese dentro de lo razonable, como si perder un hijo fuese natural, «El hombre hace un hueco en su cuerpo para que ahí se recueste la niña. Un hueco oscuro, donde ahora duerme toda ella solita: para siempre».

Este mexicano golpea a todo y a todos y grita lo más sórdido de la sociedad, lo más animalizado del ser humano. En El Nuevo, un pueblecito imaginado, pero tan real, de México, no hay esperanza; la corrupción alcanza todos los niveles en los que el autor explora el dolor y la condición existencial del hombre. Es un pueblo pequeño y, aun así, cada uno de sus habitantes se mueve en su propio mundo interior, oscuro, sórdido, tan personal que ni siquiera es opresivo; se acepta. Son piezas que se dejan llevar por el envilecimiento reinante, «…que lo llamara mañana temprano, se comprometió a hablar con el capataz encargado […] De la ilusión hasta el hambre se le había quitado. Gracias, Eloy, dijo […] escuchando la voz del otro lado del auricular diciéndole número inexistente, número inexistente». No hay piedad para nadie. Es la realidad que golpea constantemente, acompañando al individuo, pero esta realidad no es otra que su propia angustia, forma parte de él y constantemente lo oprime; la ley, corrompida, campa a su antojo, expuesta también a las consecuencias de la opresión «El policía se lo echó a la bolsa de atrás del pantalón […] y ufano, dijo: usted encárguese de que las méndigas plagas no le hagan la vida imposible y yo aquí me encargo de que ni un alabestrado le vuelva a robar sus herbicidas. Ta’güeno, dijo don Chema».

Los personajes de El Nuevo se mueven en circunstancias reales de miseria. Leemos un cuento y pensamos que no se puede caer más bajo. Y entonces leemos el siguiente. Las condiciones literarias de supervivencia son tan reales que nos permiten analizar el condicionamiento que define a cada ser humano. Hay quienes solo conocen el dolor y el miedo desde que nacen. No pueden luego aportar otra cosa. Para Guedea, una anécdota como un cumpleaños o un entierro es el detonante para desvelar toda una vida; asimilamos lo sucedido pero no tenemos claro la repercusión. Ni siquiera los protagonistas están seguros de sus actos; todo forma parte de una pesadilla, de una terrible angustia, «es que usted me puso tanto a matar, que ahora ya no sé hacer otra chingada cosa […] Bosques miró al interior de los ojos de Camachín con extrañeza. En realidad era la primera vez que no sabía lo que tenía que hacer».

La narración de Rogelio Guedea no es lineal; a veces aparecen analepsis otras, el presente es una fotografía fija del pasado y del futuro. Nos movemos en un sincronismo; la simultaneidad de planos despliega el caos de la violencia; la vida pende de un hilo en cualquier momento porque el ser humano es imprevisible «Nadie supo en qué momento el cuerpo de Chavira que flotaba por detrás de la reventazón, desapareció».

El autor narra para el pueblo con un estilo coloquial. Los refranes, los dichos populares conviven con mexicanismos y vulgarismos: «a moco tendido», «bien sabía que a ojo del amo engorda el caballo», «lo están poniendo como palo de gallinero», «cuanti más…». El folclore se camufla hasta desembocar en lo abstracto del destino; una fatalidad de la que solo se puede salir mediante la muerte. Es la libertad para los inocentes. El destino impide así que los más puros se enfrenten al infierno que les pertenece.

El realismo sucio que rodea a El Nuevo se transforma en un realismo mágico cargado de lenguaje evocador, denunciante. Es la literatura comprometida de Guedea «Cuca era un pajarito y así, su cuerpo flotaba como flota un velo de novia sobre el viento».

En El Nuevo no hay verdaderas familias, aunque sean interminables, ni verdadera policía, aunque esté en todos los caminos, ni verdadera justicia. Todo es una metáfora despectiva que convierte la vida del ser humano en una pesadilla amoral. Metáforas explícitas que aparecen cargadas de connotaciones agresivas que animalizan al hombre. No hay equívocos en la interpretación subjetiva. El significado del contexto juega un importante papel en la crítica sociocultural donde se suceden fotogramas como si la existencia formase parte de un cómic en el que a pesar de los elementos fantásticos, los personajes portan características humanas y se mueven en situaciones reales. Guedea explora el dolor, el terror, la muerte como partes de la condición humana, vividas en la existencia y generadas en el sueño, aunque a veces los protagonistas no sepan si todo sucedió al revés. Cualquier cosa puede pasar cuando la frontera entre lo real y lo mágico queda rota. Es un mundo machista donde la mujer permanece invisible, desvalida aunque no lo sea «la mujer, una hilacha, se disolvió en el aire», soportando las condiciones más duras sin quejarse, sin tener derechos médicos o jurídicos, es el desecho de los desechados, una cosa que se puede vapulear al antojo de quien quiera «un espantajo de mujer, un vestido deshilachado, colgando de un tendedero», algo sobre lo que el hombre tiene derecho a decidir qué hará en cada momento.

Con términos coloquiales el narrador refuerza la condición indefensa de los proletarios. Las enumeraciones asindéticas alargan lo que interesa en cada momento. Todo lo que rodea al pequeño pueblo de El Nuevo es exagerado, hiperbólico, la familia, la tradición, el odio, la corrupción y la bondad. Los detalles contrastivos evidencian la pobreza. Las reduplicaciones de términos alargan el dolor o la sensación de vivir algo irreal. El narrador en tercera persona omnisciente, confunde su voz con la de algún personaje y la narración cambia a primera persona al no separar con guiones las voces del discurso.

Las reglas sintácticas pueden romperse, también las sociales. El autor juega, así mismo, con los tiempos verbales en la narración, usando el condicional cuando le interesa que lo ocurrido adquiera un aspecto imperfectivo «Sí, licenciado, diría ella».

Y, por supuesto, las repeticiones anafóricas permanecen en los lectores como una letanía incesante que coloca la muerte como una tragedia antigua y habitual en la vida de El Nuevo.

Contrastes irónicos denunciantes. Una prosa demoledora, indispensable porque, entre otras razones, clama por los derechos humanos para todos aquellos que no los tienen. Se los negamos.