¿Distopía?
Actualidad.
Situación en la que
la derecha más fanática se permite un golpe de estado, entrando sin hacer
apenas ruido hasta masacrar a todo el que no esté dispuesto a acatar la forma
de vida que impone.
Los sistemas
democráticos no valen nada desde que todo vale: se puede insultar, mentir,
perseguir, encubrir, implicar sin que pase nada. Se puede ser cómplice de un
genocidio porque no se le da ese nombre (la importancia del nombre, que se nos
olvida) sino el de guerra, intentando justificar con ello actos deleznables
impropios de seres humanos.
Y, a los que no nos
toca de lleno, seguimos con nuestras vidas, nuestras fiestas, despropósitos,
sin tener en cuenta a los que, incluso a nuestro alrededor, necesitan de ayuda
mental, económica o social. Porque también están a nuestro lado. No necesitamos
ir demasiado lejos.
Cuando terminamos
de leer El cantar del profeta quedamos en shock; al menos, con la sensación de que no recibimos el flujo
suficiente de sangre y pasamos la página y no hay más.
Emocionalmente, El cantar del profeta nos somete a una
ansiedad constante, desde que damos comienzo a la lectura y somos conscientes
de que no habrá salida para los protagonistas, «Esa sensación de que algo ha entrado en la casa […] Ahora, el jardín
cada vez más oscuro ya no es algo que desear, pues parte de esa oscuridad ha
entrado en la casa». La esperanza no tiene cabida en esta novela,
catalogada como distopía pero que no es sino un fiel reflejo de la realidad.
Paul Lynch escribió de
forma profética en 2023 lo que sería un futuro casi inmediato para determinadas
personas y el pasado y el presente de otras miles que, a lo largo de la
historia, se han visto perseguidas por gobernantes hipócritas, por locos del
poder o, simplemente, malvados con dinero.
Este autor irlandés
analiza, a través de la familia Stack, las circunstancias y características
fundamentales que nos definen como seres humanos, desde el nacimiento hasta la
muerte, pasando por la alegría, el sufrimiento, la felicidad, el sufrimiento,
el amor, el sufrimiento, la humillación, el sufrimiento, el terror. El paso del
tiempo se detiene en el horror que vive Eilish Stack, bioquímica, desde que su
marido, Larry Stack, profesor, salió para una reunión con la policía y ya no
volvió, Larry ejercía como sindicalista y estaba negociando mejoras para el
gremio.
Eilish busca la
verdad entre la realidad brutal en la que se ha visto inmersa: están
desapareciendo vecinos de su barrio residencial; otros alardean de banderas en las
ventanas; su hijo mayor, Mark, será llamado a filas en cuanto cumpla los
diecisiete años; él no quiere, ella tampoco, pero mientras Eilish lo insta a
que vaya a la universidad, Mark está decidido a luchar con los rebeldes contra
el gobierno impuesto.
Los habitantes que
pueden salen de Irlanda, los que no, se adaptan a la nueva realidad o
desaparecen. Eilish tiene la oportunidad de escapar, pero no hasta que no
vuelva Larry. Su padre, con principio de Alzheimer, no soportaría separarse de
su hogar; sus otros hijos, sin embargo, Molly, Sidney y el bebé, Ben, corren
peligro donde están y ella no sabe qué hacer. Conforme van sucediendo
barbaridades, Eilish las difumina en su imaginación, donde «habla con Larry» constantemente a pesar de que él no puede ayudarla.
La protagonista vive en un caos continuo en el que no existe el orden, la huida
no es una opción, tampoco puede valorar la muerte por sí misma sino por el
reflejo de lo que muestran los demás. Ya nada es como antes, «Si dices que una cosa es otra y lo repites
lo suficiente, entonces debe ser así, y si sigues diciéndolo una y otra vez la
gente lo acepta como verdad».
La prosa de Lynch
es precisa, dura, sin embargo la leemos mientras la poesía que emana de ella
nos contiene el aliento; a pesar del impacto consigue que profundicemos en
nuestros propios sentimientos. Todos somos Eilish, todos somos capaces de
experimentar lo que ella está viviendo porque todos hemos visto imágenes
parecidas, «se repite la imagen de un
profesor al que unos hombres de paisano llevan a rastras a un coche sin
distintivos […] se ve a sí misma hace media hora comiéndose un sándwich
mientras el tiempo estaba corriendo, el tiempo ya la había dejado atrás […] la
larga caída de su corazón y aun así sigue cayendo […] El paso a tientas tras
todos los pasos a tientas, tanteando la larga noche que se avecina».
A partir de una
imagen, los sentimientos se suceden a través del lenguaje: el gerundio nos
anuncia que es real, todo sucede a su alrededor y no va a parar; la aliteración
de fonemas líquidos laterales crea un efecto sonoro que embellece la prosa al
tiempo que acentúa el mensaje; la reiteración de fonemas nasales y oclusivos
refuerza su destrozada emoción y la tensión propiciada por el doloroso desorden
que está viviendo.
Molly está experimentando
unas condiciones nuevas, un estado totalitario que no se aviene a sindicatos o
derechos, unas circunstancias en las que nadie puede ayudar a nadie. Cuando es
consciente, se hace una con Larry, quiere transmitirle la fuerza necesaria para
afrontar lo que le espera y que él se la pase a ella, «ahora nota su fuerza y la conoce, se adentra en ella y la estrecha
contra su propio cuerpo».
El tema de
violencia desmedida propaga por la novela que el ser humano no puede vivir en
armonía. Todo es una larga lucha que finalizará, probablemente, con la muerte.
El estilo es implacable, los largos capítulos no dan tregua, la ausencia de
marcas en los diálogos son reflejo del desorden interior de los protagonistas.
Sin embargo, la voz de Lynch es directa, de manera que la crítica social es
significativa y evidente, con cierta ironía en un tono poético cargado de
rechazo hacia el abuso de poder.
La narrativa es de
fácil lectura, a pesar de las metáforas o precisamente por ello. Busca
objetividad en lo que expone pero la emotividad invita a la reflexión crítica.
El estilo pues, marca la incongruencia entre la ética y la justicia. Los
antónimos dan fe de ello. Las anáforas asindéticas, también: «las noticias son la verja de la entrada
cerrada por última vez, la casa oscura […], el semáforo constantemente en
rojo[…], el coche al que no franquean el paso, las noticias son el aire cada
vez más escaso […], las tiendas sin abrir…».
El cantar del profeta
es el día a día, momento a momento de una guerra sobrevenida tras un golpe de
estado; cómo van amedrentando a los rebeldes hasta dejarlos sin identidad, sin
alimentos, sin casas… Si no te avienes al nuevo régimen no existirás.
¿Distopía? No sé. Empezamos a vivirlo. Unos antes que otros. El profeta, no cabe duda, es Paul Lynch. El poeta, también.
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