martes, 23 de septiembre de 2025

EL CANTAR DEL PROFETA

¿Distopía? Actualidad.

Situación en la que la derecha más fanática se permite un golpe de estado, entrando sin hacer apenas ruido hasta masacrar a todo el que no esté dispuesto a acatar la forma de vida que impone.

Los sistemas democráticos no valen nada desde que todo vale: se puede insultar, mentir, perseguir, encubrir, implicar sin que pase nada. Se puede ser cómplice de un genocidio porque no se le da ese nombre (la importancia del nombre, que se nos olvida) sino el de guerra, intentando justificar con ello actos deleznables impropios de seres humanos.

Y, a los que no nos toca de lleno, seguimos con nuestras vidas, nuestras fiestas, despropósitos, sin tener en cuenta a los que, incluso a nuestro alrededor, necesitan de ayuda mental, económica o social. Porque también están a nuestro lado. No necesitamos ir demasiado lejos.

Cuando terminamos de leer El cantar del profeta quedamos en shock; al menos, con la sensación de que no recibimos el flujo suficiente de sangre y pasamos la página y no hay más.

Emocionalmente, El cantar del profeta nos somete a una ansiedad constante, desde que damos comienzo a la lectura y somos conscientes de que no habrá salida para los protagonistas, «Esa sensación de que algo ha entrado en la casa […] Ahora, el jardín cada vez más oscuro ya no es algo que desear, pues parte de esa oscuridad ha entrado en la casa». La esperanza no tiene cabida en esta novela, catalogada como distopía pero que no es sino un fiel reflejo de la realidad.

Paul Lynch escribió de forma profética en 2023 lo que sería un futuro casi inmediato para determinadas personas y el pasado y el presente de otras miles que, a lo largo de la historia, se han visto perseguidas por gobernantes hipócritas, por locos del poder o, simplemente, malvados con dinero.

Este autor irlandés analiza, a través de la familia Stack, las circunstancias y características fundamentales que nos definen como seres humanos, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por la alegría, el sufrimiento, la felicidad, el sufrimiento, el amor, el sufrimiento, la humillación, el sufrimiento, el terror. El paso del tiempo se detiene en el horror que vive Eilish Stack, bioquímica, desde que su marido, Larry Stack, profesor, salió para una reunión con la policía y ya no volvió, Larry ejercía como sindicalista y estaba negociando mejoras para el gremio.

Eilish busca la verdad entre la realidad brutal en la que se ha visto inmersa: están desapareciendo vecinos de su barrio residencial; otros alardean de banderas en las ventanas; su hijo mayor, Mark, será llamado a filas en cuanto cumpla los diecisiete años; él no quiere, ella tampoco, pero mientras Eilish lo insta a que vaya a la universidad, Mark está decidido a luchar con los rebeldes contra el gobierno impuesto.

Los habitantes que pueden salen de Irlanda, los que no, se adaptan a la nueva realidad o desaparecen. Eilish tiene la oportunidad de escapar, pero no hasta que no vuelva Larry. Su padre, con principio de Alzheimer, no soportaría separarse de su hogar; sus otros hijos, sin embargo, Molly, Sidney y el bebé, Ben, corren peligro donde están y ella no sabe qué hacer. Conforme van sucediendo barbaridades, Eilish las difumina en su imaginación, donde «habla con Larry» constantemente a pesar de que él no puede ayudarla. La protagonista vive en un caos continuo en el que no existe el orden, la huida no es una opción, tampoco puede valorar la muerte por sí misma sino por el reflejo de lo que muestran los demás. Ya nada es como antes, «Si dices que una cosa es otra y lo repites lo suficiente, entonces debe ser así, y si sigues diciéndolo una y otra vez la gente lo acepta como verdad».

La prosa de Lynch es precisa, dura, sin embargo la leemos mientras la poesía que emana de ella nos contiene el aliento; a pesar del impacto consigue que profundicemos en nuestros propios sentimientos. Todos somos Eilish, todos somos capaces de experimentar lo que ella está viviendo porque todos hemos visto imágenes parecidas, «se repite la imagen de un profesor al que unos hombres de paisano llevan a rastras a un coche sin distintivos […] se ve a sí misma hace media hora comiéndose un sándwich mientras el tiempo estaba corriendo, el tiempo ya la había dejado atrás […] la larga caída de su corazón y aun así sigue cayendo […] El paso a tientas tras todos los pasos a tientas, tanteando la larga noche que se avecina».

A partir de una imagen, los sentimientos se suceden a través del lenguaje: el gerundio nos anuncia que es real, todo sucede a su alrededor y no va a parar; la aliteración de fonemas líquidos laterales crea un efecto sonoro que embellece la prosa al tiempo que acentúa el mensaje; la reiteración de fonemas nasales y oclusivos refuerza su destrozada emoción y la tensión propiciada por el doloroso desorden que está viviendo.

Molly está experimentando unas condiciones nuevas, un estado totalitario que no se aviene a sindicatos o derechos, unas circunstancias en las que nadie puede ayudar a nadie. Cuando es consciente, se hace una con Larry, quiere transmitirle la fuerza necesaria para afrontar lo que le espera y que él se la pase a ella, «ahora nota su fuerza y la conoce, se adentra en ella y la estrecha contra su propio cuerpo».

El tema de violencia desmedida propaga por la novela que el ser humano no puede vivir en armonía. Todo es una larga lucha que finalizará, probablemente, con la muerte. El estilo es implacable, los largos capítulos no dan tregua, la ausencia de marcas en los diálogos son reflejo del desorden interior de los protagonistas. Sin embargo, la voz de Lynch es directa, de manera que la crítica social es significativa y evidente, con cierta ironía en un tono poético cargado de rechazo hacia el abuso de poder.

La narrativa es de fácil lectura, a pesar de las metáforas o precisamente por ello. Busca objetividad en lo que expone pero la emotividad invita a la reflexión crítica. El estilo pues, marca la incongruencia entre la ética y la justicia. Los antónimos dan fe de ello. Las anáforas asindéticas, también: «las noticias son la verja de la entrada cerrada por última vez, la casa oscura […], el semáforo constantemente en rojo[…], el coche al que no franquean el paso, las noticias son el aire cada vez más escaso […], las tiendas sin abrir…».

El cantar del profeta es el día a día, momento a momento de una guerra sobrevenida tras un golpe de estado; cómo van amedrentando a los rebeldes hasta dejarlos sin identidad, sin alimentos, sin casas… Si no te avienes al nuevo régimen no existirás.

¿Distopía? No sé. Empezamos a vivirlo. Unos antes que otros. El profeta, no cabe duda, es Paul Lynch. El poeta, también.

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