martes, 31 de diciembre de 2024

FELIZ 2025

Nuestro deseo para este nuevo año es que la cultura sea capaz de vencer a la guerra, y la lectura y la educación hagan que las nuevas generaciones tengan un mundo en Paz.

Por nuestra parte seguiremos leyendo y comentando con todo el que quiera asomarse por aquí.

Nuestro rincón del recuerdo lo dedicaremos este año a Ana María Matute de cuyo nacimiento se cumplen cien años.

Felices lecturas y un abrazo para todos.

sábado, 28 de diciembre de 2024

UN BOTÓN

Agradezco enormemente, como siempre, a Babelio, la oportunidad que me da de conocer nuevos escritores, nuevas tendencias y nuevas lecturas. Me gusta participar en Masa crítica y procuro hacerlo en todos los géneros para estar un poco al día de diferentes literaturas. Masa crítica infantil y juvenil me atrae, lógicamente por razones familiares, así que en esta ocasión el cuento Un botón me trajo el recuerdo de la canción «Debajo de un botón» que le he cantado a mis hijos cuando eran pequeños y lo sigo haciendo con mis nietos. Un botón, por el texto persuasivo de Babelio, es un cuento para niños muy pequeños.

Asimismo en la contraportada podemos comprobar que es idóneo para edades entre uno y tres años, por lo que me decidí a pedirlo y me tocó. Gracias.

Al tenerlo en mis manos me di cuenta de que no hay más argumento: a Rita le falta un botón del vestido con el que iba a bailar y debe encontrarlo para su actuación. La letra y las imágenes intentan que los niños lo busquen con ella, sin embargo los dibujos son más indicados para niños mayores de un año pues, aunque sencillos, no reflejan con suficiente claridad lo expresado en el texto, el armario donde debe buscar apenas se ve y cuando dice que lo busca arriba y abajo, las ilustraciones se refieren a las acciones inversas.

Rita pasa por las emociones de sorpresa, tristeza y rabia hasta que cae dormida antes de encontrarlo. Sí hay sorpresa final.

Pero el cuento tiene las páginas muy finas, algo que costará trabajo manejar a un niño pequeño sin romperlas y es una pena porque los dibujos son preciosos, en tonos suaves, color pastel, fomentan la relajación. Igual que la música, maravillosa, donde podemos deleitarnos con fragmentos del Arabesque nº1 del maestro decimonónico Claude Debussy o del Aria la Bergamasca del compositor Marco Uccellini. Asimismo es una gozada recordar una parte de Singin’in the rain del letrista Arthur Freed y el compositor Nacio Herb Brown.

Todas, piezas fabulosas que invitan a la tranquilidad. Junto a ellas otras no menos importantes del famoso musicoterapeuta actual Santi Serratosa y de la pedagoga de la música y el movimiento Marta Canellas, a quien acompañan las letras escritas y cantadas por Anna Vega.

Encontramos, intercalados entre las piezas musicales, sonidos de pasos apresurados y de diversos objetos que mueve la protagonista para encontrar su botón.

Todo un conjunto inmejorable; sin embargo, aunque el contenido es ideal para niños pequeños, la forma no lo acompaña, tanto por el tamaño del cuento, pequeño y con hojas finas, como por la posibilidad de oír la música, solo a través de un CD. He visto cuentos para los pequeños que, con páginas gruesas, llevan la música incorporada y el sonido es francamente bueno.

Solo hago este apunte porque hubiera sido fantástico que el propio niño pudiese manipular su regalo.

Por cierto, la idea de poner las siluetas de los protagonistas y de algunos objetos de Un botón al final, para que los niños las rellenen con colores, es muy buena y completa la atención didáctica de la Editorial Bellaterra Música.

sábado, 21 de diciembre de 2024

BIENVENIDOS A LA LIBRERÍA HYUNAM-DONG

Creo que está de moda la literatura asiática de confort; las historias sencillas perfectas para pasar una tarde en casa sin preocupaciones. La coreana Hwang Bo-Reum ha dado en el clavo con su novela reanimadora y ha conseguido vender más de tres millones de ejemplares por todo el mundo.

Bienvenidos a la librería Hyunam-Dong es un libro optimista donde hay una protagonista, Yeongju, que abandona la vida que llevaba en una gran empresa, casada y con un futuro brillante según la tradición. Su matrimonio iba bien cara a los demás, pero ella era infeliz porque no se sentía realizada a pesar de sus éxitos laborales; constantemente debía preocuparse por su marido, estar segura de que no le faltase nada, de que todo estuviese a su gusto, sin pedirle nada a cambio. Solo así su relación se mantenía firme.

Un día decide no hacer nada más por un hombre que no la considera, al menos, como igual, así que le pide el divorcio y, tras aguantar los reproches de su familia, abre una librería. Allí conoce a gente que la ayuda a cambio de nada y se conocerá a sí misma mediante el trabajo y la ilusión de mantener su negocio y conseguir que prospere sin considerar el esfuerzo que supone como si fuese una tortura.

El libro entra dentro de las “ficciones curativas” ideales para quienes creen escrupulosamente en el poder sanador de la literatura. Es una autoayuda novelada. Sus personajes tienen claro qué no quieren y qué sí.

La librería es el centro neurálgico que les hace descubrir facetas de sí mismos que no conocían; facetas en donde la angustia e intranquilidad se sustituyen por la lectura, por la reflexión, la empatía hacia el otro y el amor por uno mismo.

A lo largo de la lectura nos damos cuenta de la relación que tenemos con los libros y sus causas, desde la catarsis hasta el fortalecimiento personal «Abstraerse en los sentimientos de los personajes le permitía descansar de los suyos. Lloraba, sufría y se volvía más fuerte con ellos». Con un estilo lento, reposado, Bo-Reum saca a la luz una serie de temas como la necesidad de aceptación del ser humano, de amistad, de respeto: «Yeongju insistía en que se tomaran un descanso. Ignorando el desorden de los estantes, cortaba un poco de fruta junto al fregadero y, como si lo hubieran planeado, Minjun ya tenía el café listo cuando ella le pasaba un plato».

No se puede decir que haya personajes principales a excepción de la protagonista; el resto son personajes episódicos que aparecen de forma anecdótica con un problema determinado, que se arreglará a lo largo de la novela, porque en realidad los personajes destacan diferentes tipos de problemas cotidianos que en un principio nos bloquean, pero son fáciles de solucionar si se los enfoca desde otro punto de vista. La madre de Minjun no acepta que no busque un trabajo acorde a sus estudios universitarios; Mingheol no quiere estudiar, lo que en una sociedad competitiva es un contratiempo tanto social como económico, la preocupación de Wooshik, su madre, desaparecerá cuando vea que Mingheol es feliz con otras alternativas.

Jini no es dichosa en su matrimonio, hasta que al hablar con Minjun descubre que no tiene ninguna obligación de seguir atada a “ese hombre”: «Era bueno como amante. Podríamos haber sido conocidos sin más. No es alguien con quien querría vivir, aunque no tenía forma de saberlo hasta que nos casamos». Jungsuh se ha dado cuenta de que en las empresas privadas en las que ha trabajado, no se ha visto recompensada aunque no se decidía a dejarlas por miedo a ser rechazada «Muchos colegas se mostraban amables mientras pisaban a otros para ascender. Y aquellos que no pisoteaban miraban con indiferencia desde la banda». Ahora Jungsuh se sienta en la librería y teje constantemente solo porque le hace sentir bien, hasta que la convencen de que su labor puede ser beneficiosa para ella misma y para la librería.

La autora usa a veces la primera persona con una intención reguladora, para persuadir al lector a que conecte con la protagonista, se ponga en su lugar y se conciencie de que sus problemas no lo son tanto, de que todo tiene solución «A veces siento desesperanza al pensar que no valgo nada […] termino haciendo daño a los demás o poniéndolos tristes. Nos sonreímos al tiempo que nos lastimamos».

No solo los diálogos entre los personajes tienen una finalidad motivadora, Hwang Bo-Reum se vale de películas o música inspiradoras, así como novelas que ayudan a pensar para que, en un momento determinado de depresión, sepamos que hay lecturas reconfortantes que nos llevan de manera individual a encontrar el sentido de la vida. Los beneficios de la lectura, así como el buen uso de las redes sociales, se dejarán ver en nuestra felicidad. 


Viernes, 17.02 h Instagram

¡Caray! no esperábamos que el ganchillo fuera tan popular. Solo quedan 33. 😊

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En Bienvenidos a la librería Hyunam-Dong, Yeongju abre una librería, el sueño que siempre ha tenido, pero nos hace ver que para que ese negocio salga a delante y prospere necesita mucho esfuerzo, un trabajo constante y alegría para llevarlo a cabo. Se da cuenta de que si abandona, si se conforma con lo que tiene puede llegar un momento en que tenga que cerrar, porque ese negocio se quedará obsoleto. Necesita ideas nuevas para mejorarlo y solucionar los problemas que le salgan al paso. Debe querer su negocio y a los que trabajan en él y debe permitir que los que la rodean la ayuden así como ayudarlos a ellos para que se sientan contentos. En un ambiente armónico será feliz a pesar de los sacrificios. Todo lo que la rodea, personas o instrumentos pueden facilitarle los progresos o impedírselos según la relación que establezca con ellos.

La librería Hyunam-Dong se transforma en una metáfora de la vida. Es un valioso regalo que se puede gastar con el mal uso que hacemos de ella o, por el contrario expandirse y convertirse en algo productivo, en un espacio-tiempo fértil que nos hace felices, donde sentirnos bien con nosotros mismos y lo que tenemos «Cada vez que leía un libro anotaba sus pensamientos en una tarjeta que luego metía entre las páginas […] su prioridad era crear una librería que luciera […] los vecinos cercanos dejaron de lanzar miradas dubitativas a la tienda».

jueves, 12 de diciembre de 2024

HETTY GRAY. HIJA DE NADIE

¡Cómo he disfrutado con esta novela! Tanto, que me he propuesto retomar obras del siglo XIX que leí hace tiempo.

Hetty Gray. Hija de nadie es un novelón victoriano donde pasamos de la angustia a la sonrisa, de la pena a la alegría, de la rabia por la injusticia social a la paz que nos invade al sentir la justicia poética que entrevemos, aunque estemos seguros de que eso no pertenece a la realidad, o al menos es muy difícil.

Pero Rosa Mulholland fue capaz, en 1883, de retratar una forma de vida en la que la clase social elevada tenía todos los derechos, los pobres solo podían aspirar a la caridad. La protagonista, encontrada en una playa cuando era un bebé, no tiene nombre, no lo saben. El matrimonio Kane supone que fue superviviente de un naufragio. Como nadie la requiere y la niña llevaba bordadas en su vestidito las letras H. G., deciden llamarla Hetty Gray.

A pesar de ser muy pobres, cuidan a la niña, que va desarrollando grandes dotes comunicativas y un amor inmenso por la naturaleza. Hetty vive feliz hasta que la señora Rushton, una viuda de la clase alta, decide quedarse con ella por lo guapa y simpática que es. La presenta en fiestas y la hace que actúe, imite o cante para los demás, quienes le dedican grandes elogios. Hetty sigue feliz, aunque eche de menos la libertad y los abrazos de los que disfrutaba con la señora Kane.

Cuando Rushton muere, Hetty se queda sola y sin nada. La familia de la fallecida decide mantenerla en su casa, en la zona de servicio, y darle una educación para que de mayor sea institutriz.

Hetty deberá tragarse su orgullo, ser humilde y aguantar los caprichos de las que antes eran sus “primas”, «Vivirás en nuestra casa […] disfrutarás de la comodidad y protección de nuestro hogar. Pero claro, no puedes esperar tener el mismo futuro que ellas».

Pero es una novela y tras muchos sufrimientos, al cabo de los años, la vida puede dar un giro. Es cierto que el argumento es previsible. Es la literatura por excelencia de finales del siglo XIX. Pero Mulholland consiguió cautivar no solo a los lectores. Tuvo la aprobación de Dickens y las facilidades que se le presentaron al pertenecer a una familia acomodada.

Hay algo de la autora en Hetty; como a ella, le gustaba el arte en general y en particular la pintura. A pesar de ser un melodrama, lo que se deja ver en la importancia de las relaciones familiares y en las dosis de misterio que van quedando en el argumento, la protagonista tiene un carácter romántico, de espíritu libre, fuerte, no se deja doblegar tan fácilmente y se lamenta de su injusta situación. Una circunstancia marcada por las diferencias extremas entre las clases sociales; la rabia de pertenecer a la más alta hasta que de un día para otro estás abajo de nuevo.

Sin embargo, el buen hacer de la institutriz, su inteligencia y el trabajo bien hecho son el patrimonio de una clase media, por el que la mujer será capaz de mantener autonomía. En esta clase media intentan educar a Hetty y en ella es donde adquiere responsabilidad y sentido del deber que, por supuesto va ligado a la aceptación de la autoridad de la clase alta.

La señorita Davis, institutriz de la familia, está preocupada por el esfuerzo y la moral de Hetty. La autora deja expuestos sus deseos por las mejoras sociales y la compasión, algo que valdrá a algunos desprotegidos para escalar socialmente. La voluntad de transformar el mundo se deja ver aunque puede que Mulholland no se atreviese del todo a retratar a una Hetty artista como era su deseo y solucione su problema con una anagnórisis triunfal digna de las tragedias griegas, sin incluir el fanatismo de aquellas.

La autora utiliza los adjetivos de tal forma que el narrador parece mostrarnos una fotografía de lo que cuenta «Un par de caballos grandes y fuertes, grises y bayos, con crines y cola tupidas, se acercaron a la puerta de la fragua trotando ruidosos».

Las comparaciones populares acercan el pueblo al lector. Todos los campesinos tienen buenos sentimientos frente al egoísmo de los adinerados «¡Esta chiquilla tiene el valor de un ejército! ¡Vete de aquí, mocosa, si no quieres que te asen esos rizos tan bonitos que tienes como si fueran un ganso por San Miguel! Y no necesitas más chispas en los ojos, ya te brillan lo suficiente como para iluminar una fragua por sí mismos».

Tanto los símiles como las hipérboles empleadas por las gentes del campo muestran el cariño y protección que recibe Hetty cuando vive con los Kane. El entorno libre de la naturaleza también cobra su importancia, con personificaciones, frente al opresivo que después experimentará en la mansión, «…saltando entre la hierba, rodeada de margaritas de corazón de oro y cara de luna y de amapolas de ojos negros, con capuchas escarlata».

Los contrastes son evidentes; para dejar constancia, los personajes encargados de Hetty son totalmente antinómicos. El ambiente que respira con la señora Rushton es desolador, por lo que sufre constantemente; le falta el cariño y la atención que todo niño necesita «Era un cuarto de jugar sin madre, sin nada, donde la única cuidadora era la criada […] Acomodaba a Hetty sin muchos miramientos en una silla y la dejaba allí, sola, con la puerta cerrada». Hetty va creciendo temerosa, desconfiada y sintiéndose inferior a todos lo que la rodean.

Sin embargo nuestra protagonista es el prototipo de la bondad por lo que, con ayuda de la institutriz, conseguirá que mediante sus actos, convertidos en lecciones morales, todos se porten correctamente.

La autora regala a Hetty la felicidad y, cuando en su rostro se refleja la esperanza y la alegría, aquellos que la tildaron de arisca ven ahora bondad «—Me alegro de oír que me estoy volviendo buena. Hay algo que me hace muy feliz». Parece que Mulholland no quisiera desviarse del tópico impuesto para las mujeres: solo las guapas y felices son buenas. Sin embargo se resiste a terminar sin una crítica a los poderes que la clase alta asignaba «—Dilo como quieras, Phyllis —repuso— Hetty es una artista y la obligarán a ser institutriz».

Novela fantástica que, basada en la maravillosa edición de Libros de seda, podría ocupar las pantallas como otro de los grandes melodramas del cine.

jueves, 5 de diciembre de 2024

EL EXCLAUSTRADO



Había leído algo de Pombo hace tiempo, pero dos buenos amigos, Mª Carmen y Jesús, han hecho que me dé cuenta de la profundidad de este autor al regalarme su último libro. ¡Gracias!, comentaré con vosotros El exclaustrado, por supuesto, pero quiero ofrecer aquí un adelanto.

Juan Cabrera es un monje benedictino que decide abandonar la orden cuando se da cuenta de que no actúa con libertad sino llevado por las normas del convento y la moral católica. En realidad la culpa lo lleva torturando un tiempo, desde que vio a tres novicios en la playa jugando desnudos al fútbol; hecho que denunció al prior, aunque ciertamente no esperaba que la expulsión de los tres jóvenes fuese la consecuencia inmediata.

Cabrera decide recluirse en un piso familiar de Madrid para dedicarse a la reflexión, al estudio y la escritura. Se cree libre, hasta que la visita de su sobrino Jaime le hace ver que la libertad está relacionada con la responsabilidad y la angustia derivada de esa responsabilidad. Junto a Jaime es consciente de que la verdadera libertad implica empatía con los demás, no es individual, requiere apoyar y fomentar la responsabilidad social.

Álvaro Pombo utiliza una cita del propio Sartre para que el narrador haga ver al exclaustrado que «El hombre es libre porque no es sí–mismo, sino presencia ante sí […] La libertad es precisamente la nada […] obliga a la realidad humana a hacerse en vez de ser».

Cabrera se da cuenta, hablando con su sobrino, de que realmente él no ha sido nunca libre; no se es libre hasta que se determina actuar de una manera en particular por los demás. Para ello hemos de abandonar nuestra zona de confort y ser conscientes de nuestros actos en sociedad; estos marcarán nuestra esencia, nuestra identidad.

El protagonista no se siente libre porque lo atenaza la culpa. Se considera responsable de haber truncado la carrera de los tres jóvenes. Su falta de libertad no estaba en el convento sino en sí mismo.

Cuando Jaime le dice que su profesor, al que admira, Antón Rubial, lo conoce y le gustaría hablar con él, se plantea una duda constante en Juan; sabe que Rubial, uno de los expulsados, le guarda rencor pero intuye que tras una charla pueda haber un perdón. Finalmente acepta por la insistencia de su sobrino.

El exclaustrado es una novela carente de acción, el argumento es más una excusa para exponer la relación entre dos personas con un pasado que los unió y los separó al mismo tiempo. Lo que predominan son los sentimientos e inquietudes de los personajes, no solo del protagonista y el antagonista sino también de los opositores–ayudantes que, como están dibujados de forma dinámica, van cambiando su relación entre ellos y con los principales. Jaime piensa de su tío que es buena persona hasta que cae en las redes de Rubial y lo considera un viejo cobarde. Cuando Jaime ve el trato que Rubial tiene hacia Petri Guillard, su mujer, se da cuenta de cómo son en realidad cada uno. Petri es un alma inocente, es consciente de ser maltratada por los clientes del Machupichu y luego, de forma verbal, por su marido. Se considera inferior; a lo único que aspira es a llevar una vida «normal», casada, con un hombre importante que la cuide «Pero Rubial se casó con Petri para hacer un experimento […] yo nunca me apoyo mucho tiempo en nada, ni siquiera en ti, mi vida. Las llamaban “periquitas” para subrayar, quizá, que las cuidaban y conservaban enjauladas». Cuando reconoce que no dejará de ser una periquita del Machupichu para Antón, queda enamorada de Jaime, hasta que las redes de Rubial continúan creciendo y los atrapan a los tres. Todos deberán tomar una decisión in extremis. Una decisión que hará de Cabrera un hombre libre finalmente ante Rubial que quedará marcado por la culpa.

La trama, a pesar de los cambios de opinión, o quizás por ello, mantiene una tensión que se va acrecentando con el paso de los capítulos. El planteamiento es totalmente original pues no esperamos los pasos que van dando ni, por supuesto, el final, marcado por una justicia poética íntegra.

Los personajes, en esta novela sin acción, son totalmente dinámicos; de las reflexiones de los cuatro deducimos la personalidad de cada uno. Las relaciones entre ellos oscilan entre lo real y el pensamiento, entre la humillación y el mantenimiento de la dignidad. La diferencia entre lo que es y lo que creemos que es se da a lo largo de la novela y el narrador, omnisciente, cambia de punto de vista para que los lectores seamos testigos de lo que sucede a cada personaje.

Mientras leemos tenemos la impresión, a veces, de estar ante un tratado filosófico existencialista; las continuas muestras de humor e ironías nos advierten de que es una novela y Álvaro Pombo un escritor único, capaz de mantener nuestra atención y acrecentar la tensión hasta el final: «—…¿A qué teología se refiere usted, Cabrera? —A la suya, padre, lo cierto es que no puedo seguir pensando en Dios aquí. Me siento contrahecho. ¡Enclaustrado, vaya, valga la redundancia! Al decir esto último, se sintió Cabrera ingenioso, malicioso, flippant».

Los toques de humor y las citas a Sartre o Bernardo de Claraval conviven a la perfección con las frases casi proverbiales, del todo inspiradoras, del narrador cuando adopta la perspectiva de Cabrera lo que lo deja como en un alter ego del propio Pombo «El riesgo es siempre la humildad, la soberbia no conoce riesgos nunca». Cabrera se arriesga a pesar de sus dudas porque es humilde y solo así elimina la culpa que lo atosiga.

Álvaro Pombo arriesga con palabras coloquiales y cultas, con anáforas, con paralelismos anafóricos, con alusiones a los grandes filósofos, con antónimos, con oraciones explicativas que inciden una y otra vez en la duda, el miedo, la soledad, el rencor, la culpa o la valentía del alma humana, lo que es realmente nuestra esencia o lo que suponemos; lo que nos hace personas no es otra cosa que la libertad, es lo que nos permite forjarnos a nosotros mismos. Desde esta premisa somos responsables de nuestra vida cuando somos libres.

«El texto de la escritura […] exasperó siempre a Cabrera. Le parece inexacto decir eso. Le parece injusto decirlo […] le llevó a desconfiar cada vez más de la teoría de la gracia de Dios que presupone ese texto. Si todo es gracia, ¿dónde quedamos en realidad nosotros, los hombres?».

Merece la pena leer al último Premio Cervantes para profundizar más en nosotros mismos, para reflexionar y ser consecuentes con lo que hacemos.

sábado, 23 de noviembre de 2024

EL SICARIO DEL SACROMONTE

El último libro de Jaime Molina García comienza con uno de los poemas de Borges de su Elogio de la sombra: Fragmentos de un evangelio apócrifo, restos implacables, momentos de la vida del hombre que permanecen para siempre aunque nos reconforten durante un instante. Así hemos de tomar la vida, como ocasiones felices que, pese a ser conscientes de que no durarán para siempre, mejor tratarlas como si fueran a ser eternas. Este poema no habla de justicia, la novela de Molina García tampoco; sí de piedad. No hay solidaridad, sí populismo. No podemos escapar al determinismo pero necesitamos creer que somos libres para seguir viviendo.

La estructura de El sicario del Sacromonte es bastante original; está dividida en siete capítulos, titulados para dar una pista al lector sobre su contenido; igualmente, en letra distinta a la de la historia, todos abren con algo ajeno a la trama que, sin embargo, va a coincidir en algún punto del episodio. Así, en el Capítulo 1, Bautizo de sangre, un narrador externo describe cómo un ponente abre el ciclo de charlas «¿Cuándo matar al padre?».

La respuesta a esas conferencias está en la trama de la propia novela que comienza in medias res aportando un dato fundamental para conocer al protagonista: Lucas ha pisado fondo y será capaz de todo. A través de digresiones, recuerdos y analepsis, en el primer capítulo conoceremos a los personajes relevantes de la historia: Lucas, camarero; su jefe Ramón; el patriarca gitano, Jaime; su hija Estrella; Juan, mano derecha de Jaime y enamorado de Estrella; Augusto, padre de Lucas y Matías, un drogadicto capaz de amenazar a los gitanos por no cubrir su necesidad de estupefacientes.

Las condiciones de cada uno quedan expuestas. El ambiente también y nada es favorable para ninguno de ellos. Todos viven en la cuerda floja, es cierto que no con el mismo poder, pero la actitud machista de unos, la falta de libertad de otros, el miedo de todos, envuelve los diferentes ambientes: Granada, Madrid, la cárcel, un bar en el extrarradio o una casa en donde se sufren maltratos. A Lucas la vida lo ha tratado mal desde siempre y a pesar de todo quiere salir de su propio agujero.

Él y Estrella se atraen en cuanto se conocen, algo que Juan no está dispuesto a consentir. Tampoco Jaime. La unión entre payos y gitanos no está tolerada; no están dispuestos a que se resienta el clan.

El autor deja como trasfondo de la novela las dificultades para pertenecer a un grupo en donde no te has educado. Los intereses son diferentes, las tradiciones también y no se pueden adoptar, hay que empaparse de ellos a lo largo de generaciones. Podemos servirnos de quienes viven con distintas costumbres, pero nunca aceptarlos como parte de nosotros; podemos firmar pactos, ofrecer asistencia mutua y unirnos para llevar a cabo algo concreto, pero será efímero. No hay ayudas eternas, tampoco gratuitas, actuamos de manera egoísta, «Los secuaces subieron a Matías al asiento de atrás […] al tiempo que lanzaba desesperados gritos de auxilio ante todos los vecinos, que asistían perplejos a esta escena».

Los actos humanos, incluso el pensamiento, son predecibles desde que comenzamos nuestra andadura. Todo tiene una causa y unas consecuencias por lo que el pasado y el futuro están conectados. No existe el azar. No hay posibilidades de tener un golpe de suerte porque somos el producto de unos genes y los condicionantes emocionales y educacionales. Las acciones de Lucas, inconcebibles e inaceptables, son previsibles cuando conocemos sus orígenes, incluso empatizamos con él y aprobamos lo que lleva a cabo «Hay gente que cree que ese sicario del Sacromonte está limpiando el barrio, entre comillas […] En la policía estamos para tratar de erradicar la delincuencia, pero no de esa forma».

El segundo capítulo se abre con una reflexión demoledora: la vida no tiene sentido desde el momento en que no lleva un orden auténtico: «Resulta complicado no perderse en la trama existencial porque no existe trama alguna». El cerco va cerrándose alrededor de Lucas: su padre, los rumanos que se han añadido a sus problemas con el clan gitano, del que cree que puede llegar a formar parte, y la sensación de abandono que, desde niño lo amedrenta.

¿Dónde está la integridad del ser humano? El narrador cede la palabra al propio autor al comienzo del capítulo tres para que nos traslade, como en una letanía sacada del ubi sunt, todos los horrores de los que somos capaces, pero a diferencia del tópico medieval, no nos salvaremos a través de la muerte sino del amor: «Qué hacían aquellas sencillas gentes cuando no apaleaban a negros o a gitanos o a rumanos […] Qué hacían cuando no iban a las guerras […] Qué hacían cuando los hombres no acuchillaban a las mujeres […] Qué hacían cuando no conducían en dirección contraria […] Qué hacían cuando no enarbolaban banderas o razas […] Se enamoraban, se enamoraban sencilla y torpemente». A pesar de las extorsiones que Lucas realiza, Estrella será para él como una luz y ahí queda la reflexión: el amor y la necesidad o la venganza no pueden conectar, las represalias formarán una rueda de la que será difícil escapar.

La voz que abre el capítulo cinco transforma, con la segunda persona, al lector en el personaje principal. Nos hace partícipes de la historia, para que seamos capaces de identificarnos con Lucas; nosotros, que también hemos cometido errores, ¿qué haríamos si estuviésemos en sus circunstancias? La conciencia del protagonista pasa a ser nuestra propia moral, de manera que somos capaces de mentirnos hasta eliminar la culpa cuando no sabemos salir del pozo, «Cada gota parecía reflejar su dolor interno. Eran lágrimas invisibles que se unían a su pena. La tristeza era abrumadora […] amenazaba con engullirlo por completo».

El capítulo seis, también en segunda persona, alude con el Quid pro quo a la destrucción que deberemos afrontar cuando nuestra principal actividad consiste en abatir a los demás. En realidad sabemos que será una autodestrucción.

El capítulo siete, el último de la novela, retoma la reflexión en tercera persona y comienza con un oxímoron. Una oración paradójica que contesta a la pregunta de las charlas del principio para que el argumento finalice cargado de desesperanza:

«Hablemos largo y tendido sobre la redención: no existe».

Y habremos de leerlo para ver si Jaime Molina decide llevar a cabo la conclusión o decide que el protagonista puede liberarse de su angustia.

El argumento de El sicario del Sacromonte es interesante y opresivo.

El estilo de Molina García es ameno, al lenguaje coloquial le une numerosos términos calés para acercarnos a la tradición gitana. Tanto esas palabras como las locuciones latinas, que Jaime usa a modo de sentencia, están traducidas, por lo que no reviste dificultad lectora. Jaime, el patriarca, actúa como un juez, sus expresiones en latín remarcan la importancia de su pensamiento y sus actos; frases cargadas de antigüedad, como la cultura gitana, pero aún pilares fundamentales en su legalidad actual, que no descarta la violencia ni la venganza pero tampoco la salvación «Forsan miseros meliora sequentur».

sábado, 9 de noviembre de 2024

DETRÁS DEL CIELO

La historia de Detrás del cielo comienza con un grupo de personas de Tras do Ceo preparadas para emprender la caza del Solitario, un jabalí albino, gigante, con fama de asesino; el pueblo lo ha dotado de una inteligencia superior, más que los humanos. El taxista Meco, el doctor Muriel, el notario Estanis, el constructor Amadeo, el cabo Bruno y Dombo, el narrador, se han dado cita para vengar la muerte de Roi Vello tras ser atacado por el jabalí.

En primera persona, Dombo relata cómo anteriormente había pasado unos días siguiendo al Solitario, como si fueran un detective privado y su objetivo. El jefe del rastreo, Estanis, se lo había ordenado para poder ir por delante del animal llegada la hora de abatirlo: «Lo vi con estos ojos. Paseó de noche por la aldea abandonada […] Entró en la antigua taberna, en la escuela, en el salón de baile que hacía las veces de cine».

Dombo aprovecha los flashbacks para darnos a conocer la historia de su familia y de los vecinos del pueblo. Tras do Ceo se convierte en símbolo de la sociedad actual donde depredadores naturales y sociales consiguen que sobrevivan los más fuertes, los que tienen menos escrúpulos, los que no dudan en aprovecharse de los más débiles, torturar o matar a quienes les impiden realizar sus deseos. Oligarcas y empresarios sin miramientos de ningún tipo que rechazan a la naturaleza en plena naturaleza, consiguiendo que la vida se endurezca más para el resto, «Nada de lo que se veía desde la balconada de Chorima estaba allí, pero estar estaba todo. No estaba la nube de estorninos […] pero sí estaba la exacta geometría de la casa del Bardo Cienfuegos». Una sociedad que no es para el tío de Dombo, Antón, llamado simbólicamente El Otro, porque con sus ideas de amor a la naturaleza, de respeto por los animales, de forma de vestir y actuar «adamado» era distinto a los demás.

Dombo pretende ser objetivo en la narración. Cuando habla de su familia lo hace nombrándolos por el nombre de pila o sus apodos, raramente por el parentesco que los une; es una forma de distanciarse de lazos familiares, de exponer un mundo falto de cariño y protección. Desde el principio, Dombo introduce diálogos de sucesos anteriores que, si bien intuimos importantes para la historia, desconocemos por qué; la narración no es lineal, pero todo se va colocando en su lugar y somos testigos del papel que cada uno representa en el argumento aunque la trama inicial no lo ponga fácil «…se me acercó con la disculpa de […] Las verdaderas cuestiones no eran esas. Me lo imaginaba […] ¿Cómo es la niña? […] Muy en voz baja, eso sí, preguntó lo que no debía preguntar».

El ambiente es extraño, inquietante, como el propio narrador, que no tiene problemas en animalizarse o asumir que los demás lo hagan, «Me quería como a un perro». Dombo deja claro cuál es su forma de pensar; es un superviviente nato que prefiere no enfrentarse a los demás, sino actuar por su cuenta después de observar. Sabe que lo infravaloran y lo prefiere, de esta forma, como El Solitario, podrá actuar llegado el momento. Los límites entre el muchacho y el jabalí se difuminan, «o porque me consideraba un papanatas. No es el único imbécil que me considera un imbécil».

Continuamente este narrador protagonista interrumpe el hilo narrativo para introducir digresiones con las que reflexiona sobre determinados actos o comenta situaciones que le vienen a la mente. En principio, parece que no juzga; somos los lectores quienes lo hacemos ante un entorno embrutecido en el que el jabalí va quedando como la verdadera víctima.

En general, los animales están al servicio de las personas, quienes se olvidan de cualquier compromiso moral o afectivo; el pueblo se adocena sin ser consciente de ello «Fue una suerte para él. No oír los gemidos de los animales cuando los mataba. Vivíamos cerca y aquel llanto entraba y recorría la casa como si el mar levantara el tejado».

Dombo se comporta como un trastornado que no le da importancia a nada, hasta el punto de parecer insensible: No valora lo que sabe, hasta dónde es capaz de llegar; tampoco la ayuda que puede ofrecer a los demás. Aparece ante nuestros ojos como un dios capaz de ver y saber lo que hacen los demás.

A veces deja de narrar la historia para permitirnos ser partícipes de una conversación privada entre algunos de los cazadores. Los lectores nos mantenemos en tensión porque nos llega una información dosificada, en clave, de la que deducimos que realmente son protagonistas de escenas violentas e ilegales, «…no era la primera vez que los escuchaba por el walkie-talkie. Hablaba Estanis: Desde lo de la puta del Edén el doctor anda con pies de plomo. Ya sabes lo de la niña. Si se entera su mujer lo hunde en la miseria. Hablaba Meco: ¿Pero, sigue pagando? Hablaba Estanis: Afirmativo, afirmativo. Duroc está en prisión pero…».

Dombo es omnipresente; todo lo sabe, todo lo ve, está en todas partes para impartir justicia si es necesario. A él nadie lo ve, nadie lo valora. Ahí está su ventaja.

El estilo de Manuel Rivas es fluido, detallado, poético, duro. Rivas empuña la pluma y moldea las palabras hasta conformar exactamente lo que quiere decir, en la forma, en el fondo y en el trasfondo de lo expresado para denunciar el trato vejatorio que les damos a los inmigrantes sin tener en cuenta que han huido de su país por ser víctimas de vejaciones «…y en vez de ser escuela de infancia, donde aprender a leer y escribir, se convierte en escuela de tortura». La denuncia de la explotación de los inmigrantes, lleva aparejada la esclavitud que aún en nuestra actualidad existe.

Nuestro Premio Nacional de las Letras Españolas saca a la luz el problema de la despoblación de las zonas rurales «Las vacas sabían que en Chorima vivíamos a pérdidas». Sin embargo, la naturaleza resiste en medio de tanta miseria, en medio de tanta animalización, como único reducto limpio, inocente «El camino hondo era ahora una especie de coro […] cantaban los mirlos […] cantaban ebrios de madroño, enebro y rojo Oeste».

Hay escenas descriptivas, narrativas, dialógicas en las que introduce analepsis para volver al momento actual, escenas tan sobrecogedoras que claman como si de una tragedia griega se tratara. Peor. Si Edipo, por seguir una pulsión natural, se priva de la vista, a Stella, por perseguir el deseo de libertad se la priva del habla. No hemos avanzado tanto después de más de dos mil años. Al contrario.

Cuando una persona, en este caso, mujer, decide que ha luchado bastante por tener una vida de calidad, feliz, puede querer dejar de hacerlo; esto no indica quitarse voluntariamente la vida sino querer dejar de sobrevivir en un mundo hostil; de ahí que Silvia diga: «Maimai no se suicidó, como andan diciendo. Maimai murió porque quiso».

En casos como este la muerte es un castigo que la mujer impone a quienes han ejercido contra ella la violencia machista. Es una manera de vengarse del vengador.

En los diálogos encontramos confesiones de los personajes que, sin querer, abren su alma a los lectores para mostrar la alegría, la bondad o la podredumbre que llevan.

En la más absoluta miseria, el lenguaje poético imprime un nuevo sentido de esperanza para el hombre: «todos nos quedamos mirando aquella espalda. Un volar de golondrinas entre las melenas y que ascendía sorteando las vértebras e internándose por la nuca». Perfecta la conjunción mujer-naturaleza que imprime, en un nuevo realismo mágico, el mensaje de esperanza que desea para todos Manuel Rivas.

sábado, 2 de noviembre de 2024

ABISMO

Abismo es una novela de Estela Melero en la que una situación traumática, vivida por unos adolescentes, los perseguirá durante catorce años, hasta que experimentan una circunstancia análoga y deben afrontar unos crímenes similares a los ocurridos entonces.

Sina Huertas y su equipo de la guardia civil resolverán los casos, no sin antes quedar implicados en los asesinatos.

La trama está basada en dos muertes acaecidas en la actualidad. Y en traumas infantiles que se van uniendo a terrores posteriores. El narrador, en tercera persona, es omnisciente, pues conoce lo que sucedió en el pasado y lo que van haciendo en el presente los personajes. Pero solo relata, dosificado, lo que le interesa; así, la protagonista, Sina Huertas, teniente de la guardia civil de Montanea, se ve envuelta en sus miedos antiguos y en los actuales hasta que se da cuenta de la dimensión del suceso en el que está metida. Necesitará de la ayuda de sus compañeros para poder salir de la situación.

Las primeras muertes ocurrieron el último día del curso escolar de 2002. Los alumnos se preparaban para celebrar su próxima entrada en el instituto cuando dos de ellos, Carlos y Magda, desaparecieron. Encontraron el cuerpo de la chica, su ropa y restos de sangre, también la ropa y sangre de Carlos aunque su cadáver no apareció. Se le dio por perdido en el mar. Todos los años, los amigos, realizan un ritual en el lago para recordarlos, pero Sina oculta datos; esto, unido a otras dos desapariciones actuales, una de ellas de Ariadna, compañera del cuartel, el mismo día del aniversario, hace que la trama se vaya complicando y todo apunte a alguno de los amigos como el asesino.

Los sospechosos van cambiando según quiere el narrador, técnica que repercute en la intriga; mientras sospechamos de varios personajes, vamos descartando a otros por las coartadas verídicas que van demostrando.

Las pistas falsas se van superponiendo y dosificando. Al mismo tiempo, la escritura de la autora marca un ritmo de lectura rápido, con oraciones cortas y diálogos coloquiales.

Aun cuando sabemos quién es el asesino deberemos llegar a un desenlace que expone y resuelve un enigma más sorprendente que los averiguados hasta ese momento. La narración adquiere tintes de novela gore con un final oscuro, retorcido, que causa un impacto brutal no solo en los personajes. Los lectores somos partícipes de la angustia, del miedo y de las sensaciones contradictorias que experimentan en un entorno turbador y con una resolución que, por inesperada, impacta más.

El vocabulario, asequible, desvela el comportamiento humano y traumatizado de Sina. No es extraño que no sea la típica heroína sino que sus errores, fruto del miedo, nos descubran la culpa que guarda el asesino.

Los capítulos se corresponden con los versos de Los placeres prohibidos, de Luis Cernuda, por lo que son cortos; casi todos los títulos conectan con algún dato importante del contenido, aunque en el momento de la lectura no seamos conscientes, más porque estamos inmersos en la trama sin pararnos a ver las señales. Así, en el capítulo cuyo cielo no existe, el desamparo de las chicas queda implícito «—Esta noche serás mía —respondió Javi, sin saber que eso no sería lo más memorable que sucedería esa noche». Y en no decía palabras la falta de comunicación entre los personajes será otro detonante de desgracias «—Eso no te lo puedo decir. Creo que es de tu pueblo. Quizá algún día te lo confiese».

En general, Abismo pretende reflejar la rebeldía de unos jóvenes que empiezan a vivir. Cada uno va confesando sus deseos eróticos, amorosos y violentos, pero como en el poema de Cernuda, parece que todo va encaminado a la corrupción; probablemente a causa del hermetismo con que han llevado sus sentimientos. El dolor suscitado por el amor impacta de forma violenta en unos muchachos que han visto rotas sus ilusiones, sus deseos, su amor, «Gira la cabeza, que le pesa, hacia el asiento del piloto. Lo que ve está difuso, pero no es, desde luego, el perfil de Lucas. Tampoco es su olor».

Abismo es una novela policiaca. No se introduce en las profundidades más oscuras del ser humano. Son jóvenes que viven el momento aunque tengan sus propios miedos: el temor a no ser correspondidos, el miedo a fracasar, el trauma infantil que oprime los actos y los pensamientos, los sueños y la realidad, «No grita, pero su pesadilla torna su respiración agitada. Se queda inmóvil. Observa a su alrededor, comprobando que está donde cree que debe estar».

Estela Melero ha construido una novela centrada en un misterio, un crimen sin resolver, al que se le une otra incógnita. Esta vez la minuciosa investigación y, sobre todo, la exposición de la verdad, consigue resolver tanto los asesinatos como las desapariciones, pasadas y actuales. A cada descubrimiento los lectores nos vemos sorprendidos; la mente no da tregua para elaborar conjeturas hasta que, al final, la autora consigue una convulsión cruel, casi surrealista. Hay un momento que pensamos que todo pertenece a un sueño de tan increíble que se nos presenta la secuencia; pero ocurre, en la novela, y sirve para cerrar una trama que ha durado catorce años.

Hay que seguir la pista de Estela.

sábado, 26 de octubre de 2024

LA VERSIÓN DE JUDAS

La versión de Judas es un libro redondo. Compuesto por diez cuentos, es ideal para leer durante un rato o pasar toda una tarde entretenida porque, aunque Manuel Moyano mantiene un estilo tradicional, cada cuento es diferente y tiene sus propias características.

Los espacios donde se desarrollan las historias van desde los más lejanos, como la selva amazónica hasta otros muy cercanos como Castilla. Los argumentos también fluctúan entre verosímiles e imaginarios, pero en todos hay un riesgo, más o menos explícito, del que normalmente somos alertados al principio «En aquella guerra solo hubo una baja. Se llamaba Mamadou».

Los protagonistas de estas historias no son héroes y el final no es feliz, pero siempre mantenemos la esperanza de que lo sea. La inquietud con la que leemos no decae, si bien casi siempre es una tensión relajada, si esto es posible, que permite querer llegar al final de forma cómoda, aunque nos llevemos más de una sorpresa.

El estilo de Moyano intercala oraciones cortas que aseguran la lectura rápida, en otras más largas que nos permiten ahondar en lo expuesto mientras lo saboreamos. Es una marca del autor. Leí El imperio de Yegorov y tuve la misma sensación. Es una de sus peculiaridades, su voz narrativa definida, que juega con el lenguaje para mantenernos enganchados en todo momento. Y conoce la lengua hasta el punto de que nos presenta una narración sin censuras a la hora de elegir términos científicos de cualquier materia, seguro de que el contexto nos ayudará a entenderlo. Esto acerca a los cuentos a aquellos tradicionales, provenientes de ambientes lejanos con personajes dotados de cierta magia o misterio que, en algún momento, dejarán salir el terror que llevan dentro.

Son historias que nos recuerdan a las góticas de Lovecraft aunque exentas del duro cinismo del estadounidense. Moyano establece sus propios símbolos para afianzar la idea de una humanidad constantemente amenazada, en peligro, «desembarcamos en una playa con forma de hoz […] Desnudos, reverberantes de sal por todo su cuerpo, nos condujeron hasta su poblado como lo haría una rehala de perros. Adoraban al fuego» (La ciudad soñada); «los espejos que colgaban de las paredes estaban cubiertos con paños […] bruscamente, el silencio se vio roto por una voz […] aquella voz procedía del subsuelo» (La casa de la calle Ulloa).

No cabe duda de que el verdadero referente de Moyano es Poe. Los cuentos establecen las dificultosas relaciones humanas, la locura a la que podemos llegar si nos sentimos perseguidos por algo, real o no, y la escasez de medios de que disponemos para huir de esos fantasmas «Todavía continué vagando durante horas por el tren, mientras daba vueltas a una idea que hasta ese momento había querido descartar: la de arrojarme en marcha» (La bufanda roja).

En La versión de Judas lo sobrenatural convive con la realidad hasta formar parte de ella: la noche es importante y los espacios cerrados, algo que aumentará la claustrofobia y animosidad de los propios personajes. El ambiente triste y misterioso contribuye a la inquietud del protagonista: «Una dama alta y melancólica…» «cuando ya había caído la noche» «cierta noche […] me vi conducido a un callejón sin salida», aunque Moyano pueda dar un giro de tuerca y conseguir que hoy, en una época actual, su protagonista pueda tener un final distinto al esperado.

Si repasamos los diez cuentos observamos otra característica propia de Moyano: la certificación de la fugacidad de la vida y la forma absurda con que la mayoría de veces nos empeñamos en afrontarla, casi siempre pretendiendo sobresalir en una sociedad que se mantiene de espaldas al individuo. En Así murió Mamadou, todo sucede de manera casual pero el porqué de ese hecho fortuito es el resultado de querer ser los mejores, tener más que nadie, a pesar de caer la mayoría de las veces en el ridículo para conseguirlo.

También en El orgullo de Riopanza destacan las ganas de sobresalir, sin embargo el temor de enfadar a unos u otros vecinos que mantienen cargos importantes hará que desviemos nuestros propósitos en historias de humo, sin tener en cuenta que nos movemos en una sociedad que favorece el individualismo; los paralelismos antitéticos «Fumador compulsivo, bebedor secreto» son sugerentes efectos rítmicos que enfatizan a los adjetivos igualándolos; de esta forma el compulsivo-secreto nos da idea irónica del protagonista, que se reafirma con los disparates que pretende hacer pasar por reales sin ninguna base científica, «los naturales de Riopanza fuesen descendientes de aquellos míticos habitantes de la Antigüedad» (de La Atlántida). La necesidad de figurar es llevada a tal extremo que premiamos actos que poco después caerán en el olvido, pero todo vale si se hace ruido mediático, «los respectivos lugares de nacimiento de ambos mitos habían sido convertidos en casas-museo que nunca visitaba nadie». Es la hipocresía social a la que nos hemos acostumbrado, que durará justo lo que dure el ser humano porque su memoria no prevalecerá: todo es fugaz. «Sus peticiones fueron desoídas: no solo se le enterró de cuerpo entero sino que su obra […] nunca visita nadie».

Creo que el cuento que mejor representa esta mentira que es la sociedad actual es el que da título al libro La versión de Judas. El humor y la sátira están presentes en las páginas pues hay un nuevo Jesucristo dispuesto a triunfar ya que es conocedor de sus errores anteriores, el primero, «salir a la luz en una época de tinieblas, cuando el hombre apenas había empezado a perder los hábitos del mono» y el segundo error «rodearme de un hatajo de indigentes y pelagatos». El humor está servido en el cuento aunque la ironía social es patente «transformarnos a todos en una legión de majaderos felices, de cretinos eufóricos». Pues así estamos. Lo importante es el momento de gloria, es lo que nos reconforta, nada de problemas aunque en el fondo vivamos en una bomba mediática a punto de estallar: «Los actos y las palabras solo tenían justificación en tanto y cuanto habían de terminar siendo frases del Libro. El número de los Centinelas se multiplicó y su presencia infestó el aire».

sábado, 19 de octubre de 2024

LA CORDURA DEL IDIOTA

La palabra idiota viene del griego y en un principio no era un adjetivo irrespetuoso ni insultante; no hacía referencia a la inteligencia de la persona a la que se refería. Se usaba para referirse a alguien de tipo medio, un ciudadano privado, a diferencia del erudito que ocupaba un cargo público. Pero los griegos valoraban mucho la participación cívica por lo que esperaban que no hubiera ciudadanos idiotas. Los que no se implicaban en los debates eran considerados inútiles. Y así se fue convirtiendo en un símbolo de reproche. Quienes solo vivían una vida privada eran idiotas, no eran plenamente humanos. De ahí hemos llegado a convertir idiota en tonto.

También los que tienen perturbadas sus facultades mentales son considerados locos o idiotas.

Hay un idiota en La cordura del idiota, pero es como un idiota griego; el Triste no quiere participar en nada referido a su pueblo, Ascuas, solo pretende vivir tranquilo, cuando lo dejan sus propios demonios, en su casa, y charlar con su amigo Toni Trinidad de trivialidades mientras toman un café. Para el resto del pueblo es el loco.

Toni tampoco se implica demasiado en los asuntos generales de Ascuas donde, en realidad apenas pasa nada, gracias a eso puede desarrollar, más o menos, su labor policial. Toni sí visita a un psiquiatra.

Marto Pariente nos presenta en el primer capítulo a estos dos amigos


—Voy a preparar unas tostadas —dijo después de guardarse el pescado de nuevo en el bolsillo—. ¿Quieres?

—No, tengo que irme.

—¿Se puede saber a dónde vas tan temprano? —me preguntó.

—A ver a un loquero —le dije.

En esta introducción, con cierto toque humorístico, encontramos a los personajes que no parecen estar muy cuerdos, así que habrá que esperar para ver quién es el del título.

Toni Trinidad es un policía que va a la consulta del doctor Barrios todos los jueves, porque no puede ver la sangre. Cuando lo hace, ya sea suya o de los demás, pierde el conocimiento. No obstante, él quiso ser policía en un entorno que, a pesar de parecer tranquilo, el autor lo va desvelando un tanto alterado.

En esta historia conviven diferentes puntos de vista: los de los corruptos, traficantes de drogas, camellos, matones, expresidiarios, soplones, violadores, la mafia… Entre todos ellos, algún personaje de buen corazón tocado por la desgracia.

Vega y Toni vivieron una infancia traumática en un orfanato hasta que un matrimonio, los Tote, se interesaron por ellos. A partir de entonces fueron relativamente felices; su suerte cambió cuando abandonaron la casa Amarilla «Toni […] temía que cuando los Tote leyesen bien el expediente […] los devolverían al orfanato. Pero […] el director de la casa Amarilla agilizó su salida omitiendo que […] Toni cercenó ‘por accidente’ la yugular del jefe de los celadores».

Vega será feliz con su familia hasta que se case con el Chimo, un maltratador que desaparece con el tiempo dejándola deudora de una cantidad exorbitante ante el Colmenero, un usurero sin escrúpulos. Toni deberá salvar a su hermana de las garras del Colmenero y de paso investigar “el suicidio” del Triste, la mañana en que iba a desayunar con él. «Tumbado sobre las sábanas, rumié lo del Triste y me acordé de su pescado en el bolsillo y en cómo se había reído de mí a la que me largaba de su casa».

Nada cuadra en La cordura del idiota, los hechos están expuestos como pequeñas imágenes que se van incluyendo; Marto Pariente elabora, en los noventa capítulos cortísimos, una especie de caleidoscopio para que nosotros vayamos intuyendo el conjunto. Desde el principio. Algo que, como no es del todo seguro, resulta perturbador.

Podemos pensar, al leer esta novela, que la vida es como un caleidoscopio repleto de piezas que, según giran, harán predominar unas formas o colores, unos acontecimientos que nos hacen únicos. Los fragmentos del caleidoscopio de Toni Trinidad son miedo, llanto, dolor, impotencia, amor, familia, amigos, negro, rojo… Son formas infinitas para que veamos la sociedad en la que se mueve. Si el citado artilugio consta de tres espejos, en la novela hay tres personas narrativas: La primera recoge la voz de Toni Trinidad quien, como narrador interno expone de forma subjetiva lo que va ocurriendo; pero es un narrador frío alejado de los hechos y de los sentimientos que le producen.

La segunda persona es la perteneciente a su hermana Vega. Esta se dirige a sí misma y proyecta a su propia intimidad una serie de sucesos que le ocurrieron desde que era pequeña. Vega no tiene en cuenta al lector por eso tampoco refleja su dolor; sin embargo no es necesario, a veces cortar una descripción es mucho más impactante que dar detalles porque requiere que la mente del lector, inmediatamente, se ponga en marcha. Es como si el dolor de Vega lo viviéramos en primera persona los lectores y, totalmente empáticos con ella, exigiéramos una venganza.

Vega se habla a sí misma en presente, aunque los hechos hubiesen sucedido años atrás; es como estar leyendo un guion cinematográfico. Los lectores nos sentimos actores de lo vivido por Vega «Tu marido ha sido detenido. ¿Por maltrato animal? No es posible, dices una y otra vez […] ahora me quiere; sin embargo recuerdas el olor a colonia de niño que usaba el Avellano y los sollozos lastimeros de Trípode. Sientes dudas y náuseas y ganas de vomitar». Vega genera con su narración ambientes claustrofóbicos en lo que nos sentimos atrapados.

Pariente pone en marcha, además, la tercera persona para cuando narran los demás personajes; estos son totalmente objetivos, cuentan lo que ven, lo que viven, sin intervenir directamente en la trama. Para hacerlo, el autor se vale de los diálogos; por ellos, los personajes se convierten en reales, nos los acercan para que los rechacemos la gran mayoría de las veces porque son, en general, despiadados. Es una opción bastante afortunada porque consigue repartir el peso de la narración, además el ritmo se intensifica a pesar de que todo gira con una lentitud pasmosa. Pero los diálogos dinamizan los momentos en los que se producen. Son parlamentos duros aunque a veces están satinados de humor, que mientras vamos imaginando la situación no nos hace gracia, aunque siempre denuncia actos de mala praxis por desgana o incompetencia… El caso es que, en cualquier situación, serán los mismos los que salgan perdiendo.


—Hola.

—Hola, Emergencias. ¿Qué ocurre?

—Mire, estaba por la carretera…

—Un segundo, le paso con la Guardia Civil.

—Hola, buenas tardes.

—Buenas tardes. Me han pasado con ustedes…

—Un momento. Se han debido confundir. Le paso con Tráfico.

[…]

—Dígame qué le ocurre.

—A mí nada. Llamaba porque he visto algo raro en la carretera.

[…]

—Posible conductora de edad avanzada en estado ebrio o enajenada. Informen cuando se encuentren en el punto.

La historia está contada sin demasiadas emociones, es como una película de Tarantino donde el sistema corrupto lo inunda todo. El ambiente de Ascuas, a pesar de ser un pueblo pequeño, es sórdido. Aun así Marto Pariente insiste en el humor, la mayoría de las veces negro; un humor hiriente que no aporta ninguna vía de escape para el lector. Leemos y creemos esa ficción atroz porque esta novela podría ser subgénero de la negra. Es una novela oscura en la que hay personajes malos, menos malos y alguno bueno que no puede obrar bien, es imposible, aunque nos alegremos de ello. Es una crónica verosímil, desgraciadamente, lo que hace que su lectura sea más dura aún. La cordura del idiota se desarrolla en una sociedad desestabilizada, que cada vez va siendo más asumida, en la que prevalece el mundo de los machos y ahí no hay lugar para sensiblerías. La mujer es secundaria; centro de humillación y maltrato, deberá contar con salvadores o milagros que arreglen su situación.